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jueves, mayo 20

La economía, la mujer y el crédito sin interés

(La columna de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 20 de septiembre de 2015)

Los objetivos fundacionales de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, que tiene hoy unos trescientos socios, suenan extrañamente modernos

[…] Tres rasgos, entre otros muchos, pueden ayudar a entender mejor a la entidad, tan arraigada como mal conocida: su nombre de 'Económica', su idea de la mujer y su impulso a los créditos sin interés.

Sociedad 'Económica'

En 1776, cuando fue fundada la Sociedad, la palabra 'economía' solo empezaba a cobrar su actual sentido. En su origen griego, economía alude al modo de administrar bien la casa. No era una ciencia, sino una praxis que llevaba a gestionar con prudencia y mesura la hacienda familiar, a no malgastarla. Tenía que ver con el buen juicio, no con principios académicos. La Económica se ganó la antipatía de muchas personas y grupos poderosos, incluidos el concejo de Zaragoza y los influyentes gremios, precisamente porque se proponía una búsqueda racional de la eficiencia. Es un error imaginarla como un club de aristócratas, cuando solo había en ella una décima parte de nobles con títulos. La mayoría estaba compuesta por funcionarios, militares y profesionales, liberales y del comercio, sin que faltasen clérigos, tirando a atrevidos.

La primera Económica de España, de muy buen nivel, fue la Bascongada (así se escribía entonces) y la Aragonesa no se quedó a la zaga. Fue pionera en varios renglones importantes, como la enseñanza de la Economía Política, que no se impartía en la Universidad, por su impertinencia ideológica. En efecto, la Inquisición entorpeció la tarea de Lorenzo Normante, un meritísimo jacetano de Berdún que se hizo cargo en Zaragoza de la primera cátedra española dedicada a divulgar con manuales y lecciones esa disciplina. Suscitaba el recelo del poder establecido y de la Inquisición, porque entre sus propuestas las había destinadas (muy racionalmente, aunque sin pujos revolucionarios) a alterar el orden económico tradicional mediante modificaciones con base técnica. A título de ejemplo entre otros posibles, suscitar un pequeño campesinado autónomo, capaz de abastecer de modo constante y fluido el mercado alimentario.

Ayudar a la mujer

El activo canónigo José Antonio Hernández de Larrea puso empeño en librar a las mujeres pobres de su destino, a menudo miserable. Pero no con teorías. Fue un preludio de la actual formación profesional su plan de capacitar a las mujeres para que tuviesen ingresos propios, cimiento de cualquier emancipación verdadera. Así, mediante la confección de productos de notable valor añadido y con alta demanda en el mercado de la moda, que se importaban con daño de la economía nacional y aragonesa.

Las clases -al comienzo, de confección de flores secas para vestido y ornato, que se pagaban muy bien en la calle- comenzaron con seis jóvenes, se extendieron a otras manufacturas y aun hubo lugares de Aragón que reclamaron aquellas enseñanzas, animados por su éxito. También actuaba la Escuela de Dibujo, que no solo tenía utilidad artística, sino artesanal y técnica.

En fin, la Económica de Aragón tuvo mujeres socias, criterio criticado al inicio pero que adoptaría luego la poderosa Económica Matritense. Vale aún la pena leer el razonado discurso redactado por Josefa Amar, 'En defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para ejercer el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres', en la temprana fecha de 1787. No fue lo único que editó a sus expensas la Económica sobre causa tan interesante.

Crédito sin intereses

Había en Zaragoza un monte de piedad, suscitado por el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. `Monte' significaba 'cantidad' de algo (monte es lo que queda de la baraja tras repartir los naipes). El monte 'de piedad' era, pues, un dinero «para favorecer a los necesitados, prestándoselo con algunas condiciones», sin buscar ganancia, sino el remedio gratuito de los acuciados por la pobreza: a cambio de una prenda, más o menos valiosa, se recibía un dinero que se devolvería sin intereses, o muy escasos; y siempre inferiores al interés ordinario. El monte se formaba con donaciones y con rentas regias. El de Zaragoza sufrió un desfalco en 1859. Un empleado infiel había estado cambiando las joyas por otras falsas. La quiebra y cierre del monte acabaron con la única fuente de crédito fácil para los necesitados, no todos de clase baja, que pasaban por un trance remediable con algo de dinero. La Económica decidió cubrir esa función desaparecida para que esos aragoneses en apuros por la crisis volviesen a disponer de un alivio. Tal fue el ya lejano antecedente de Ibercaja.

Estas ideas suenan modernas porque los designios inteligentes resisten el paso de los siglos.

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