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miércoles, junio 1

Dejad que quiebren

(Un artículo de Javier Díaz-Gimenez, profesor de economía del IESE, en el suplemento económico de El Mundo publicado el 28 de noviembre de 2011)

Hace unos días, Mar Gudmundsson, el gobernador del Banco Central de Islandia, bajó los tipos de interés dejándolos en un 5,5%. ¿Seguro que hablamos de Islandia? ¿De esa pequeña isla del tamaño de Parla donde comen colas de bacalao, se mueren de frío y apuran las velas importadas para que les duren hasta el final del invierno? Pues sí. El mes pasado era Suecia y este mes le ha tocado a Islandia.

Dos años después de su espectacular crisis financiera, Islandia todavía no ha vuelto a la Edad de Piedra y la inmensa mayoría de los islandeses ni comen colas de bacalao, ni pasan frío, ni se iluminan con velas. Y la situación económica de Islandia nos hace pensar que los "enamorados" de los rescates con dinero ajeno han vuelto a equivocarse. En estos dos últimos años, Islandia nos ha demostrado que un país puede negarse a rescatar a su banca con el dinero del contribuyente y salir razonablemente airoso de la experiencia.

Entre 2003 y 2008, Islandia vivió una de las mayores burbujas financieras de la historia. Cuando estalló y los inversores se negaron a renovar sus créditos, los tres grandes bancos islandeses, el Glitnir, el Kaupthing y el Landsbanki debían unos 86.000 millones de dólares. El importe de esas deudas era aproximadamente siete veces y media mayor que el PIB islandés, que en 2009 rondaba los 12.000 millones de dólares.

La banca islandesa se había pasado muchos pueblos. Había dejado de ser "demasiado grande para caer" y se había convertido en demasiado grande para que los contribuyentes pudieran rescatarla. Y como el Gobierno islandés no podía rescatarla, dejó que quebrara. Nacionalizó a sus tres grandes bancos, despidió a sus consejos de administración, garantizó los depósitos de sus residentes y a todos los demás prestamistas (depositantes, bonistas y accionistas) les explicó que no había dinero para pagarles, les pidió disculpas y les dijo que se pusieran de acuerdo porque se iban a la quiebra.

Y entonces, claro, ocurrió la debacle. El 1 de enero de 2008 por un euro te daban 91 coronas islandesas, y el 16 de noviembre de 2009, cuando la divisa islandesa alcanzó su mínimo histórico, por un euro te daban 187 coronas. En ese periodo la moneda se había depreciado en un 51,3%. Una corbata italiana que el 1 de enero de 2008 costaba en Reikiavik 9.100 coronas, el 16 de noviembre de 2009 costaba 18.700.

En 2009 el PIB islandés menguó un 6,8%. Y se estima que alrededor de un 40% de las familias islandesas son insolventes porque habían elegido jugar a la "ruleta de las diferencias" de los tipos de interés y la estabilidad de los tipos de cambio y se habían hipotecado en moneda extranjera. En octubre de 2008, el FMI concedió a Islandia un crédito de 2,1 billones de dólares, un 18% de su PIB. El país impuso rígidos controles a los movimientos de capitales y adoptó un severo programa de consolidación fiscal.

Un año después, a los islandeses no les va tan mal como los defensores de los rescates con dinero ajeno habían anticipado. La semana pasada, por un euro te daban 153 coronas islandesas, tras apreciarse la moneda un 22,2%, y si bien las corbatas italianas siguen siendo caras, han bajado a 15.300 coronas.

Más cifras. Para 2010 se espera que el PIB islandés mengüe todavía un 3,4%. Pero en 2011 podría crecer ya un 0,5%. Además, su tasa de paro es del 7,1% (un tercio de la española, ay) y se espera que el déficit público sea del 7,7% del PIB y que su tasa de inflación no supere el 5,5%.

Esos números configuran un entorno macroeconómico relativamente malo, pero estable. Y el pronóstico de crecimiento islandés para 2011 se parece al español. El ajuste ha sido duro y todavía no se ha terminado, pero la pesadilla de la deuda se ha acabado. Lo que queda de la banca islandesa en manos privadas ha tomado nota y los depositantes extranjeros y los inversores han parendido la lección más elemental pero tantas veces olvidada: no hay rentabilidad sin riesgo.

El 29 de septiembre de 2010, Geir Haarde, que era el primer ministro durante la crisis, fue acusado de negligencia. La querella se admitió a trámite y un tribunal especial le juzgará probablemente antes de fin de año. ¿Se imaginan que en España ocurriera algo así? En todo caso, el dinero (y el futuro) de los contribuyentes islandeses de momento está a salvo. Y también el principio fundamental del capitalismo y de la economía de mercado: que las mismas personas, las mismas empresas y los mismos gobiernos que se benefician de sus aciertos, son los que tienen que pagar por sus errores.

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