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viernes, julio 12

Marcel Bigeard: un personaje de película



(Un artículo de Rubén Amón en El Mundo del 22 de junio de 2010)

El general Marcel Bigeard podía haber muerto el 17 de junio de 2010, pero lo hizo al día siguiente. Quizá para despedirse por la puerta grande. El 17 de junio se conmemoraban 70 años de la capitulación de Francia ante los nazis. El 18, en cambio, era el día en que Nicolás Sarkozy y David Cameron rememoraban el llamamiento a la Resistencia del general De Gaulle. 

La conocía bien Marcel Bigeard porque se integró en ella plena y devotamente en 1944. Lo hubiera hecho antes, pero fue apresado por el ejército alemán cuando plantaba cara a la invasión hitleriana en la campaña inaugural de 1940. 

Se resarció del enemigo en la región del rio Ariège (sur de Francia). Incluso se rodeó de unos cuantos voluntarios españoles para liberar la vecina localidad de Foix. Ya se advirtió entonces la valentía y audacia del oficial. También se percibieron sus extravagancias. De hecho, su entrada triunfal en Toul, donde había nacido en 1916, se produjo a bordo de un Mercedes descapotable requisado a los invasores germanos. Los vecinos lo vitorearon y lo colmaron de flores en plan mesiánico, pero igual no percibieron que la matrícula del vehículo alojaba las iniciales de su mujer y la fecha del matrimonio: MG-I-I-42.
Eran las anécdotas que convertían a Bigeard en un personaje carismático. Parecía una mezcla de Jean Gabin y de Lino Ventura, aunque es cierto que su facilidad de palabra y su dramaturgia no contradecían la valentía con que se bregó en los conflictos posteriores. 

Charles De Gaulle lo convirtió en general de brigada en 1967, reconociéndose implícitamente su intrepidez y su coraje en los frentes de Indochina y de Argelia. Su nombre clave era Bruno y a sus soldados se les conocían como a los Bigeard Boys, bien por la lealtad o bien porque el jefe de filas les había inculcado a sus centuriones una suerte de dimensión espectacular. Era la manera de elevar la moral de la tropa y de prevenirles de las eventuales incertidumbres. Sobre todo porque el eslogan favorito del genera1ísimo Marcel Bigeard consistía en que «en las guerras siempre ocurre lo que nunca se ha previsto».
Le gustaban al general las sentencias y los aforismos. […] uno de sus favoritos: «Que estemos metidos en la mierda no significa que sea necesario removerla», decía con su instinto de supervivencia. 

Fue Marcel Bigeard una estrella del ejército francés. Tanto por su personalidad y popularidad como por los honores que se le otorgaron a cuenta de la meritocracia. Accedió al grado de general de división en 1971 y general de los cuerpos de la Armada dos años más tarde. 

Se trataba del preámbulo de su trayectoria política. Concretamente cuando el presidente Giscard d'Estaing le propuso en 1975 el puesto de secretario de Estado de Defensa. Aceptó el cargo inicialmente, pero dimitió en menos de un año porque no terminaba de encontrarse a gusto bajo las órdenes de un ministro que vestía de paisano. 

Ya decía el héroe que «Bigeard sólo obedece a Bigeard», motivo por el cual prefirió probarse a sí mismo como diputado del UDF (Unión por la Democracia Francesa). Permaneció 10 años en la Asamblea Nacional (1978-1988) y decidió retirarse a Toul convencido de que había sido «el último de los gloriosos... gilipollas». 

No consta la frase en el epitafio, pero sí tiene gracia que el extravagante Bigeard se haya burlado del mariscal Pétain muriendo el mismo día en que Francia conmemora el llamamiento de De Gaulle a levantar los brazos y exorcizar a Hitler.