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jueves, febrero 13

El camelo del Himen



 (Un artículo de Ángel Díez en el suplemento Eureka de El Mundo del 23 de septiembre de 2010)

Expertos suecos proponen cambiar de nombre al tejido vaginal y llamarlo corona, para acabar con las leyendas en torno a esta mucosidad. Los médicos advierten de que su forma es distinta en cada mujer y no puede usarse como 'prueba' de la virginidad. 

La palabra himen procede del griego clásico y significa membrana. También era el nombre de una deidad masculina asociada al amor y el matrimonio. La Real Academia Española la define como el «repliegue membranoso que reduce el orificio externo de la vagina mientras conserva su integridad». En efecto, este tejido mucoso configura una especie de doblez en tomo al introitus (entrada) vaginal, lo que limita su apertura sin llegar a cerrarla. Menos anatómica, y más conflictiva, es la segunda parte de la definición, aquella que le otorga una función protectora de la integridad

La expresión, extendida en muchos idiomas, tiene otro problema: se ha asociado tradicionalmente a una imagen que no se corresponde con la realidad. En biología, se denomina membrana a la lámina que recubre el exterior de las células, o también a las capas de piel que unen los dedos de sapos y ranas. Pero el himen no se parece a ninguna de estas estructuras. Es, más bien, un anillo. O una corona. Y esta palabra, corona, es la que ha propuesto la Asociación Sueca para la Educación Sexual (RSFU) para designar al tejido mucoso que más pasiones -generalmente bajas- despierta. 

En Suecia, el himen se conoce como mödomshinna, cuya traducción literal es membrana de la virginidad. Se añade así a la confusión morfológica la carga protectora que el castellano reserva para la definición léxica. Por ello, los expertos suecos han decidido cortar por lo sano: a partir de ahora, quieren llamarlo corona vaginal. El nuevo nombre es más descriptivo y elimina toda referencia mitológica. Así, según confía la RSFU, será más fácil desligarlo no sólo de las viejas deidades clásicas, sino, sobre todo, de las persistentes leyendas que se han formado en torno a este finísimo tejido, médicamente insignificante y cuyas verdaderas características muchos confunden o ignoran. 

El himen, o corona vaginal, es diferente en cada mujer, «al igual que los lóbulos de las orejas, la nariz o los labios», remarca la RSFU. Normalmente tiene un color rosa pálido, a veces casi transparente. En el siglo XVIII, aún había discusiones académicas sobre la existencia de este tejido mucoso, cuyas propiedades han sido discutidas por sabios de todas las épocas. 

Aunque lo cierto es que el médico Sorano de Éfeso ya había refutado, en el siglo II, algunas de las falsas creencias sobre el tejido mucoso: «Creer que existe una membrana fina que obstruye la vagina y que se desgarra en el coito con dolor, o antes si se produce la regla, es falso. En primer lugar, no se descubre en la disección; en segundo lugar, sería necesario que al introducir una sonda en las vírgenes, ésta chocara con algo». 

El primer mito en tomo al himen, que explica y resume todos los demás, es el que acertadamente quiso desmontar el galeno griego: su consideración como una membrana que cierra el paso a la vagina, a la que el hombre ha de enfrentarse durante la primera relación sexual. 

Salvo en los casos de una pequeña anomalía que se conoce como himen imperforado, el introitus no queda obstruido, sino solamente rodeado por un conjunto de mucosidades, a unos dos centímetros en el interior de la vulva. A veces está más cerrado, otras menos, pero lo normal es que la apertura sea lo bastante amplia para, como mínimo, dejar salir la sangre menstrual. 

Cuando no es así, el líquido se acumula y hay que realizar una leve intervención quirúrgica para abrir el tejido y permitir el drenaje. Estos casos de himen imperforado se detectan normalmente porque la acumulación de sangre causa dolor y las pacientes acuden enseguida al ginecólogo. 

La gran mayoría de las veces, por tanto, el pene no hace nada que se parezca a romper el himen o desflorar a la mujer, pese a lo que nos inducen a pensar estas expresiones coloquiales. Aunque están extendidas en muchos idiomas y culturas, son sólo metáforas. 

Lo más correcto sería decir que el pene retira o «da de sí» el tejido mucoso que forma el himen, en palabras de la doctora María Jesús Cancelo, ginecóloga del Hospital Universitario de Guadalajara. Tradicionalmente, y quizás para remarcar su condición cultural de rito iniciático, se asocia la primera penetración con una sensación de dolor y con el derramamiento de sangre. 

Sin embargo, las mujeres no sangran por lo general durante el primer coito, o lo hacen muy poco. En cuanto al dolor, ni se produce en todos los casos ni tiene por qué deberse al himen. En ocasiones, se producen leves fracturas en las mucosas que lo forman y pueden causar dolor, aunque suelen cerrarse en menos de 24 horas. Otras veces el himen se retira sin dificultad. Depende de la anatomía de cada mujer y de las circunstancias en que se produzca el encuentro. 

De acuerdo con la RSFU, si la mujer «está tensa y tiene dificultades para relajarse, podría doler más», pero todo ello es independiente de que sea su primera, segunda o décima vez». Sorano de Éfeso argumentaba que si la causa del dolor fuera el himen al rasgarse, las mujeres experimentarían esta sensación en el momento de su primera regla, cuando la supuesta membrana se rompiera para dejar salir la sangre; pero no ya durante el primer coito, que normalmente es posterior a la menstruación. 

Aún perviven ciertas leyendas urbanas sobre la posibilidad de romperse el himen haciendo deporte. Se habla de la gimnasia, por los estiramientos que conlleva. Y, sobre todo, de montar a caballo o en bicicleta. Pero lo cierto es que «haciendo deporte es muy difícil que ocurra, está prácticamente descartado», indica Antonio González, jefe del servicio de Ginecología del Hospital La Paz. 

Sí puede dañarse, en cambio, a causa de caídas, traumatismos o patadas. A veces, dichos accidentes producen heridas lacerantes, aunque normalmente no presentan mayores síntomas y pasan inadvertidos.
Es posible que una mujer haya sufrido leves lesiones en el himen y no lo sepa. También hay casos, aunque raros, en los que las niñas nacen sin este tejido. Por lo tanto, determinar la virginidad de alguien mediante un examen de la integridad de su himen no es un método científico ni concluyente, según todos los expertos consultados.
Estas pruebas se basan en una exploración de la complacencia (elasticidad) del himen. Si se observa que está muy dado de sí, se determina que ha habido penetración y la mujer no es virgen. Pero todo queda, al final, al arbitrio del examinador: «No es una exploración fidedigna; en ocasiones se puede descartar que haya habido penetración, pero la mayoría de las veces no es tan fácil», explica el doctor González. Aparte de los accidentes o las diferencias anatómicas, el uso de tampones también aumenta la distensión del himen: muy pocas veces se halla categórica y definitivamente intacto. 

Amnistía Internacional considera que, cuando no hay consentimiento, estas pruebas violan los derechos a la integridad corporal y autonomía sexual de la mujer.

La himenoplastia, o reparación de la corona, es una leve intervención quirúrgica que sutura en parte el himen para dejar la cavidad más cerrada. Los cirujanos la describen como suturar mantequilla. Algunas mujeres, normalmente musulmanas o de etnia gitana, se someten a ella antes del matrimonio, según relata el doctor Pere Barri Soldevila, del Instituto Universitario Dexeus. 

«Médicamente, no supone ningún problema», explica este experto, aunque añade: «Lo que te cuesta aceptar, como persona más que como médico, es ver a una chica que ha vivido aquí y ahora tiene que experimentar una regresión a su cultura». 

En todo caso, la himenoplastia no garantiza que la corona vaginal vaya a sangrar. Para ello, hay que tomar otras medidas, como sincronizar la fecha de la boda con la menstruación o implantar una cápsula con gelatina roja para imitar el efecto del sangrado. Incluso existen hímenes de plástico made in China, de dudosa calidad, que hace unos años se introdujeron ilegalmente en algunos países árabes, como Egipto.

Mitos
No sangra. La mayoría de las mujeres no presenta hemorragia en su primera relación. Y, cuando ocurre, no suele deberse al himen, sino a la falta de lubricación o los nervios.

No duele. La corona vaginal no es una membrana que cubre toda la entrada a la vagina, Por tanto, no es necesario romperla y no tiene por qué causar dolor alguno.

No nace 'Integro'. Una mujer puede tener el himen distendido por un traumatismo, un accidente que pasó inadvertido o Incluso por haber nacido así. La integridad del himen no es, médicamente, sinónimo de virginidad.