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domingo, marzo 8

¿Embarazada? Dime donde vives y te diré lo que podrás hacer



(Un texto de Isabel Navarro en la revista Mujer de Hoy del 20 de noviembre de 2010)

[…] Lo cierto es que nunca ha habido un momento más confuso para tratar de comer de forma saludable que durante el embarazo. Hace 30 años las mujeres comían, bebían y fumaban lo que querían durante la gestación, pero hoy no dejan de aparecer nuevas advertencias y restricciones, con su correspondiente dosis de culpabilidad para las futuras madres. ¿Se puede comer atún? ¿Un café al día aumenta el riesgo de aborto involuntario? ¿Un vaso de vino puede dañar de forma irreparable al bebé? ¿Qué tal un cacahuete? 

Y, para agregar a la confusión, los consejos varían según la cultura. En el Reino Unido, a las embarazadas se les advierte contra el pescado crudo, sin embargo, en Japón, lo devoran felizmente a diario. En Estados Unidos, el queso feta está más que prohibido, algo completamente ridículo para una mujer que viva en Grecia. En Italia, por su parte, los médicos no advierten a las embarazadas contra los riesgos del jamón ni los embutidos, una verdadera obsesión para los ginecólogos en España.

Mitos y verdades

 El Dr. Calleja, obstetra del Hospital Quirón de Madrid, afirma que es cierto que “la posición de cúbito supino dificulta un poco más el retorno venoso, pero eso no justifica una recomendación restrictiva”. El doctor cree que los riesgos reales en el embarazo de una mujer sana son mínimos y solo recomienda tener cuidado de no aumentar más de 10 kilos y practicar ejercicio para mejorar el suelo pélvico y llegar lo más flexible posible al parto.

Pero ahí no acaba todo. En Reino Unido, una de las principales obsesiones es la listerosis, una infección producida por la bacteria Listeria Monocytogenes, cuyo riesgo de contraerla es 20 veces mayor en las mujeres gestantes y que puede encontrarse en quesos blandos como el cabrales, el brie o el feta. El Dr. Calleja, sin embargo, recomienda desdramatizar, ya que “el queso que encontramos en el supermercado está hecho con leche pasteurizada y, a no ser que estemos en un ambiente rural, donde la gente toma directamente los productos del animal, es difícil entrar en contacto con esas bacterias”. Y lo mismo ocurre con la famosa toxoplasmosis que lleva a privarse a muchas mujeres del jamón. “Una medida innecesaria –afirma la dietista Laura Andrés–, porque en un jamón de supermercado es prácticamente imposible que se dé y, en caso de duda, siempre existe la posibilidad de congelarlo y el jamón seguiría estando bueno. Es lo mismo que en Japón, donde es habitual que el pescado del sushi haya pasado previamente por el congelador”.

Pero, además, hay advertencias que van creciendo de boca en boca como las leyendas urbanas y que carecen de fundamento como, por ejemplo, que una embarazada no debe bañarse en una piscina, en una bañera o un spa porque puede resultar perjudicial. El Dr. Calleja lo ve sin fundamento: “Al contrario, bañarse es fantástico, porque el estado de ingravidez ayuda a la embarazada”. Mientras, Cristina Núñez, directora de la escuela de preparación al parto Más Natural, añade que “solo en el caso de que hubiera soltado el tapón mucoso (paso previo al parto) podría correr algún riesgo en una piscina muy clorada o con falta de higiene, pero es algo excepcional”.

Alcohol, ¿nunca?

Cuando se trata de beber alcohol, el asesoramiento difiere en todo el mundo. En Estados Unidos y Nueva Zelanda, beber cualquier cantidad de alcohol está muy mal visto y las botellas de vino están empapeladas con fotos y advertencias sombrías sobre los riesgos para el feto, por lo que se necesita tener coraje para tomarse una copa de Rioja en público, ya que lo más probable es que la embarazada sea insultada. En Francia o en España, sin embargo, muchas mujeres beben cantidades reducidas durante todo el embarazo y, aunque los médicos no lo recomiendan, tampoco se muestran contrarios a la ingesta de una cerveza o una copa de vino al día porque el alcohol que llega a la placenta es ínfimo.

Al guirigay de informaciones contradictorias contribuye internet, donde las embarazadas se informan y también se confunden. “Yo al final opté por comer y beber lo que me apetecía –dice Carmen Villena–, porque llegué a la conclusión de que lo que es bueno para la madre es bueno para el hijo”. Mientras, Inma López siguió a rajatabla las restricciones: “Dejé el café, no comí queso, ni jamón, ni sushi, ni probé el alcohol y, sinceramente, no me fue tan difícil. ¿No vas a sacrificarte nueve meses por la persona más importante de tu vida?”. Tanto a Carmen como a Inma les fue bien.

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