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jueves, diciembre 24

Sobre la navidad y los animalicos



(Un texto de Alberto Serrano Dolader en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 29 de diciembre de 2013)

No sé yo si será verdad que los cerdos que nacen en el entorno de la Navidad disfrutan de una vida pletórica de salud en la que engordarán como verdaderos tocinos, pero así se ha creído. Paradójicamente, la chiquillería anunciaba la llegada de estas fechas tan entrañables recorriendo vocinglera las calles de los pueblos, al tiempo que se reventaban vejigas de gorrinos, que los chavales se habían procurado en las matacías para jugar a hinchadas a modo de globos (Monzón, Caspe, Castejón de Monegros...). En Calatayud aun se dice aquello de «eres más pesado que el tocino de las almas», aunque cada vez son menos los que recuerdan el origen: el día de Reyes Magos y desde el balcón de la posada del Aceite, la Hermandad de las Almas sorteaba el día de Reyes Magos un puerco bien cebado para recaudar fondos con los que poder encargar misas en favor de los cofrades difuntos que penaban en el Purgatorio. Como se ve, no son pocas las tradiciones y falordias navideñas relacionadas con los animales.

Hoy, quien más quien menos recuerda con simpatía las bromas de las que fue objeto ayer. Entre los enredos del día de los Santos Inocentes algunos llegaron a ser tradicionales, aunque ya se hayan perdido. En Ayerbe «los niños preparaban paquetes con cajas de zapatos en los que metían 'cagallones' de burro que recogían en la calle; llevaban estos paquetes a las casas de sus amigos y los dejaban como regalo en las escaleras esperando que el amigo se encontrara con la sorpresa», según leo en un trabajo de Anusca Aylagas. Ricardo Mur ha anotado que en el Alto Aragón les ponían esquilas a los perros ¡vaya tiberio! El bilbilitano José Ángel Urzay recuerda que, en cierta ocasión, «ese día el dueño de Serón llevó a la maestra de Jaraba un bonito paquete de regalo; al abrirlo en la escuela delante de las niñas, salieron de la caja abundantes ratones que asustaron a todas».

Ya saben que en la próxima nochevieja nos podremos encontrar al hombre que tiene tantas narices como días le quedan al año, al que veremos tirando del ramal de un burro de cuyo culo cuelgan otros tantos rabos. Pero para espíritu catastrofista, el que rezuma la anécdota que me contó el añorado mosén Rafael Andolz: «Recuerdo haberle oído contar a mi abuela que el día de San Silvestre de 1899 no quedó ningún pollo ni gallina en el pueblo; mataron a todos los animales de corral para comérselos: total, como iba a venir 'la fin del mundo' no era cuestión de almacenar para el futuro». Sí señor, las cosas claras.

Y va de supersticiones de Año Nuevo. Si el día 1 de enero lo primero que vemos al salir a la calle es un perro que camina de frente o de costado, eso nos augura éxitos amorosos; pero si lo vemos vuelto de espaldas, infidelidades. Además, si lo primero que se nos cruza en el camino es una gallina, lo deberemos interpretar como anuncio de riquezas; y si es un gallo, de grandes honores. Así lo pudieron leer los aragoneses en enero de 1909 en las páginas de la revista 'Nuevo Mundo'. En fin, que ustedes lo pasen bien. Y sean buenos, porque el día de Reyes está a la vuelta de la esquina.

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