El Nadal, más de 70 años y más joven que nunca
(Un texto de Matías Néspolo en El Mundo del 29 de diciembre
de 2013. Casi son 75 años ya, pero el artículo sigue vigente)
El […]
día de Reyes, el galardón de novela más longevo de España cumple [más de] siete
décadas de vida en plena forma y con una envidiable nómina de aciertos entre
sus apuestas de autores noveles.
El
modelo se ha repetido hasta el hartazgo, con todos sus fallos inevitables, vicios
latentes y tergiversaciones posibles en un
verdadero aquelarre de galardones literarios para todos los gustos -en apogeo hasta
la consabida crisis-, pero el original sigue allí, incólume y en perfecto estado de salud, a pesar de su longevidad, sin
apenas variaciones. Un premio literario organizado por una casa editorial a
obra inédita, con el objetivo de descubrir nuevos valores y aprovechar el evento como montaje promocional y reclamo a
los potenciales lectores. Hay otros modelos, por supuesto, pero cada sistema
literario e industria del libro inherente
adoptan el suyo. Y si Francia tiene su Goncourt y Reino Unido, el Booker,
España tiene su veterano Premio Nadal de Novela, que celebra en la tradicional
velada del […] día de Reyes su […] aniversario. Lejos está de la inocente
pureza de sus comienzos; pero sigue cumpliendo con mérito su función, y los servicios prestados a la literatura hispánica, en sus
casi tres cuartos de siglo de historia, son innegables.
Todo
comenzó el verano de 1944 cuando un treintañero Ignacio Agustí junto a sus
colegas editores del semanario Destino José Vergés y Joan Teixidor deciden
estimular la convaleciente narrativa de posguerra con un premio de novela a la
manera de los galardones Crexells y Folguera, de los años de la República.
Redactan las bases y, como pequeño homenaje, lo bautizan con el nombre del
redactor jefe del semanario, Eugenio Nadal, fallecido de leucemia ese mismo
año. Se fallaría la noche del 6 de enero, en cierto modo para desintoxicar del exceso
navideño del régimen, y completarían el jurado los
críticos literarios Juan Ramón Masoliver y Rafael Vázquez Zamora.
De los
primeros 29 manuscritos recibidos, las cartas ya parecían beneficiar a César
González Ruano y al gallego Álvarez Vázquez que se disputarían el premio, pero
llegó un último original por correo a la redacción de Destino sobre la fecha límite de admisión. Comenzaba así: "Por
dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a
medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me esperaba
nadie». Lo firmaba una jovencita desconocida
de 23 años llamada Carmen Laforet. Se trataba de Nada, la novela que se
impuso en las deliberaciones de la velada del 6 de enero de 1945 en el Café
Suizo de Barcelona (a partir de 1958 la fiesta se trasladaría
al Hotel Ritz, hoy Hotel Palace, donde permanece hasta la actualidad).
Laforet
recibiría 5.000 pesetas de dotación -una pequeña fortuna en tiempos de
carestía, teniendo en cuenta que una radio a transistores nueva costaba 500
pesetas de aquel entonces- por la obra que se inscribiría sin
ambages en el gran canon de la literatura española del siglo XX. Y lo que a primera vista invita a pensar en un descomunal
golpe de suerte en la puntería del jurado no lo fue en absoluto, porque el caso
de Laforet ilustraba a las claras el espíritu del nuevo premio de novela, cuyos
impulsores estaban dispuestos a arriesgarlo todo en el descubrimiento de nuevas
voces y a no hacer concesiones a la
tibia literatura oficialista del régimen franquista.
La
calidad literaria era el único criterio válido, aunque se acabaran imponiendo,
como en el caso de Nada, novelas extremadamente críticas
con el régimen. Por otro lado, la liturgia del premio y la difusión del fallo,
ya irreversible, eran una estratagema óptima para sortear la censura.
Y el
espíritu del premio venía reforzado además por un idéntico espíritu editorial
de la casa homóloga, Editorial Destino, que había inaugurado su catálogo en
1942 con Cavilar y contar de Azorín. Como fuera, la
confirmación de esa línea precursora tan beneficiosa para la literatura con
mayúsculas llegaría dos años después con la consagración de un joven y también
desconocido autor novel de Valladolid, Miguel Delibes, en 1947 con La sombra del
ciprés es alargada.
Es
cierto que en sus 70 años de historia el Nadal ha estado muy lejos de ser infalible,
a muchos galardonados se los ha
tragado
piadosamente el olvido, o al contrario: Juan Benet con Volverás a región jamás fue leído por el jurado
porque ni siquiera pasó la primera selección.
También
se ha mostrado refractario a los autores hispanoamericanos, sólo dos
colombianos, Manuel Mejía Vallejo y Eduardo Caballero Calderón, y un argentino,
Juan José Saer, lo ganaron. Puede que incluso haya cedido en ocasiones a modas y operaciones comerciales: la obra finalista de 1994, Historias
del Kronen de José Ángel
Mañas, vendió varias veces (80.000 ejemplares) lo que la ganadora, Azul de Rosa
Regás.
Pero
sin duda la historia de la novela española del siglo XX no se podría escribir
sin el grueso de su nómina de premiados: Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín
Gaite, Ana María Matute, Ramiro Pinilla, Álvaro Cunqueiro, Francisco Umbral,
Fernando Arrabal, Juan José Millás, Rafael Argullol, Francisco Casavelia,
Maruja Torres y el largo etcétera de una
historia que aún no ha acabado.
En la órbita de Planeta
Desde
comienzos de los 90, con la adquisición por parte del grupo de José Manuel Lara
de Editorial Destino, el premio literario más antiguo de España quedó sumido en
la gran órbita Planeta. Para algunos de
sus detractores comenzó entonces una etapa marcada por una orientación más
comercial que literaria. Sin embargo, el repaso de los autores premiados desde
entonces: Alfredo Cande, Gustavo Martín Garzo, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello,
Pedro Zarraluki, Eduardo Lago, Francisco Casavella, Alicia Giménez Bartlett o
Álvaro Pombo, entre otros citables, más bien desmiente la hipótesis. Lo que sí
es cierto es que el premio se tomó un tanto conservador y perdió buena parte de
la osadía y el riesgo con los que coronaba antaño a autores noveles o
prácticamente desconocidos. La sorpresa regresó en la edición 2013 con la
segunda novela del periodista cultural Sergio Vila-Sanjuán Estaba en el aire. Puede que buena parte de los 231 autores
que han enviado su manuscrito a concurso para la edición del 70 aniversario
sean noveles, jóvenes o poco conocidos y confíe en que el jurado vuelva a
reparar en las nuevas voces, y no tanto en los autores consagrados.
Etiquetas: libros y escritores
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