Nódulos tiroideos: ¿qué son esos bultos en la tiroides?
(Un artículo de A. Bravo en la revista Mujer de Hoy del 9 de
noviembre de 2019)
Casi el 10% de los adultos los
desarrollará a lo largo de su vida, y la mayoría serán mujeres. Pero si esos
pequeños bultos son benignos, no tienes por qué pasar por el quirófano.
Te tocas el cuello y notas unos bultos que antes
no estaban ahí. Te asustas y, es probable que te plantees una pregunta
inquietante: “¿Será un tumor?”. Pero no dejes que una idea tan abrumadora
te paralice: puede que solo se trate de nódulos tiroideos. Para tu tranquilidad, deberías
saber dos cosas: que la probabilidad de que sean malignos es muy reducida; y,
segundo, que, si son benignos, se pueden operar sin necesidad de recurrir a la cirugía
tradicional. Varios médicos especialistas en este problema aclaran nuestras
dudas.
¿Qué son los bultos en la
tiroides?
“Son unos pequeños bultos sólidos o llenos de líquido que se
forman dentro de la tiroides, una pequeña glándula que está situada en
la base del cuello, justo encima del esternón”, explica el dr. Jesús Aldea,
radiólogo del Hospital Universitario de Burgos. Esa glándula es fundamental en
nuestra vida, ya que regula funciones vitales, como la frecuencia cardíaca, el metabolismo y
el índice en que el cuerpo quema las calorías.
Muchas veces esas protuberancias son palpables, es decir, son lo
suficientemente grandes para que se noten al tocar el cuello. Algunas, incluso, se
llegan a apreciar a simple vista. Estos son los “bultos sencillos”. Pero
también puede ocurrir que solo se perciban a través de una ecografía indicada
por el médico, que la pide porque sospecha de su presencia. O, incluso, que se
acaben localizando por accidente, al realizar unas pruebas que nada tenían que
ver con el propósito inicial. Es, por ejemplo, relativamente frecuente que se
revelen en una resonancia de columna cervical.
Estos bultos tienen, además, otra particularidad: prácticamente el 75% de los
casos se da en mujeres. “Hay un factor genético
que condiciona su aparición. También existen factores hormonales vinculantes,
como la menopausia; o situaciones ambientales, como una menor presencia de yodo
ambiental o una mala absorción. Pero aunque las mujeres tengan más, también es
cierto que suelen ser menos graves que los de los hombres, que potencialmente
son más peligrosos”, advierte el dr. Pedro Pablo Ortiz, director de la Unidad
de Tratamiento Nódulos Tiroideos con Ultrasonidos de la Clínica Santa Elena.
¿Cómo se producen?
Su origen sigue siendo un misterio. “Su frecuencia
aumenta con la edad y en las zonas geográfica donde hay niveles
bajos de yodo”, precisa el dr. Aldea.
Una tiroides que desarrolla nódulos lo hace porque no está
trabajando correctamente. Parece que ante este mal funcionamiento, algunos
grupos de células tiroideas se unen para formar “pequeños tiroides” dentro de
la glándula. “Estas agrupaciones celulares a veces trabajan más que el
propio tiroides, con una formación exagerada de hormona tiroidea.
En ocasiones se llenan de líquido y aumentan muy rápidamente de tamaño”, relata
el dr. Ortiz. Además de por la propia presencia de bultos en el cuello, debemos
consultar si notamos dificultad para respirar o tragar y síntomas de
hipertiroidismo (adelgazar sin causa, sudoración, palpitaciones, nerviosismo,
insomnio...).
¿De qué manera podemos saber sin son bultos malignos?
“El cáncer de tiroides representa tan solo un pequeño
porcentaje de los nódulos tiroideos”, advierte el doctor Ortiz, especialista de
la madrileña Clínica Santa Elena. Según las estadísticas, los bultos que se
malignizan no llegan a suponer el 10% del total. Eso sí, no es posible
diferenciar a unos de otros tan solo mediante los síntomas.
La mayoría de los nódulos tiroideos cancerosos son de crecimiento
lento y pueden ser minúsculos o muy pequeños cuando se
descubren. Por eso es preciso que sea el médico quien evalúe cualquier
inflamación inusual que se produzca en el cuello para descartar cualquier
posibilidad de cáncer, por muy mínima que sea.
“Para diagnosticar si son nódulos tiroideos benignos o
no, se obtiene una muestra, que luego se analiza, de las células obtenidas a
través de una punción o incluso una biopsia de la glándula”, precisa el dr.
Ortiz.
¿Se puede evitar quitar la tiroides?
Hasta hace pocos años, la cirugía tradicional era la única alternativa para
eliminar los nódulos. Consistía, directamente, en quitar la
glándula tiroides. Pero en el cuello hay muchas zonas sensibles
(como la tráquea, la arteria carótida, los nervios que controlan las cuerdas
vocales, el esófago, el sistema nervioso autónomo...) que hacen que la cirugía
radical tiroidea tenga, además de los propios de cualquier cirugía, unos
riesgos añadidos, como la parálisis de las cuerdas vocales, con la posibilidad
de disfonía, hemorragias y hematomas.
“Todos ellos son riesgos asumibles cuando se trata de un cáncer de
tiroides. Lo que no está tan claro es si es necesaria esa cirugía si los
nódulos son al final benignos. Además, cuando te quitan la tiroides hay que
tener en cuenta que deberás tomar medicación sustitutiva de por vida y en
ocasiones no es nada fácil de controlar”, aclara el doctor Ortiz. Por eso los
especialistas han buscado otras opciones menos invasivas a esta intervención... y
afortunadamente ya las han encontrado.
¿Y en el futuro?
Los progresos en el tratamiento de los nódulos tiroideos benignos
han sido numerosos durante la última década. Ya hay investigaciones en curso
para avanzar, sobre todo, en un mejor y precoz diagnóstico, pero también para acortar el tiempo
de tratamiento y hacerlo más cómodo para el paciente. “Las líneas de
investigación actual van orientadas a estudios genéticos que ayuden al diagnóstico más
preciso de benignidad o malignidad de los nódulos tiroideos”, explica el dr.
Aldea, radiólogo del Hospital Universitario de Burgos.
Por otra parte, el empleo de técnicas de medicina
nuclear contribuye también a mejorar el rescate de recidivas de cánceres
que son de difícil localización, y ayudan al cirujano a su localización. Los
esfuerzos deben ser a la par tecnológicos y de acercamiento a la sociedad, para
que, cuando se detecte un nódulo tiroideo benigno, no se lo deje crecer tanto
como para que no quede más remedio que pasar por el trago de la cirugía
tradicional. “El diagnóstico inicial, el seguimiento del nódulo y su
tratamiento por ultrasonidos de forma precoz evitará muchas incertidumbres en
los pacientes, listas de espera, gasto sanitario y mejorará la calidad de vida
de los pacientes que son, en definitiva, nuestra prioridad”, asegura el dr.
Ortiz.
¿Cuándo hay que operar?
Los nódulos tiroideos tienden a crecer y a hacerse más grandes con
el tiempo. Los
que tienen entre 2 y 18 mm pueden doblar su tamaño en poco
tiempo.
¿Cuáles son las opciones no quirúrgicas?
Son tres: la ablación por radiofrecuencia, por láser y por
ultrasonidos. “Consisten en destruir selectivamente el nódulo tiroideo mediante calor.
Literalmente, lo quemas y dejas el resto del tiroides intacto”, explica el dr.
Ortiz.
-Ablación
por radiofrecuencia. Produce ondas electromagnéticas
(microondas), que crean calor alrededor de una aguja que se usa para “limpiar”
la zona afectada. Se realiza bajo anestesia local, de forma ambulatoria y en
una única sesión. Tras esta intervención, se reduce el tamaño del nódulo hasta
el 95%, desaparecen los síntomas y se recuperan todas las funciones normales de
la tiroides.
-Láser.
Consiste en una punción del nódulo tiroideo con una aguja guiada por ecografía.
Se introduce una fibra óptica muy fina, por la que se conduce una luz láser que
produce un calor intenso en una zona milimétrica del tejido afectado. Esto
favorece la necrosis (muerte celular) de forma controlada y solo en la zona que
interesa eliminar.
-Ultrasonidos.
El inconveniente del láser y de la radiofrecuencia, aunque sean técnicas
mínimamente invasivas, es que ambas necesitan una aguja para llegar al nódulo.
“Pero los ultrasonidos son aún mejores. No son invasivos y tratan el nódulo con
calor a través de la piel, sin heridas, cicatrices ni pinchazos de ningún
tipo”, aclara el doctor Ortiz. Con los ultrasonidos se consigue un efecto
similar al de los rayos de sol a través de una lupa: al concentrarlos en un
punto, se eleva la temperatura local hasta quemar el objetivo sobre el que se
quiere actuar. Esta técnica de última generación supone un gran avance. Al no
requerir pinchazos, el paciente retoma su vida normal a las pocas horas. “De lo
menos invasivo a lo más agresivo, está claro que la secuencia en el tratamiento
de los nódulos benignos tiroideos debe comenzar con ultrasonidos, complementar
con láser o radiofrecuencia, cuando sea necesario, y dejar como última elección
la cirugía”, resume este especialista.
Etiquetas: Pensando en la salud
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