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martes, agosto 14

Los 47 "Adiós a las armas" del joven teniente Hemingway

(Un artículo de Pablo Pardo en El Mundo del 8 de julio)

«Publicamos libros para librarnos de ellos, para no pasarnos el resto de nuestras vidas corrigiendo borradores». El joven Ernest Hemingway no parecía guiarse por la ironía del viejo Jorge Luis Borges, que es quien dijo eso pocos años antes de morir. O acaso no tuvo tiempo para llegar a esa conclusión. Hemingway sólo nació un mes antes que Borges, pero se suicido en 1961, cuando al argentino todavía le quedaban dos décadas y media de escritura. De hecho, en 1958, Hemingway hizo una afirmación en una entrevista a la revista Paris Review que su primer gran éxito, la novela Adiós a las armas, tiene 40 finales. Solamente uno de ellos fue considerado lo suficientemente bueno por el escritor como para ser dado a la imprenta.

Remingway tenía una bien documentada tendencia a la exageración, sobre todo si había bebido más de la
cuenta (lo que solía hacer varias veces por semana) o si hablaba de los animales que había cazado en Áfñca.
Pero esa vez se quedó corto. No es que escribiera 39 finales para Adiós a las armas y que sólo el cuadragésimo estuviera a la altura de lo que queria. Es que escribió 48.

Hasta ahora, todos ellos han dormido el sueño de los justos en la Colección Hemingway de la Biblioteca
Presidencial John Kennedy, para tortura de los fanáticos del escritor. Pero [...], Scribner, la editorial que
publicó la primera edición de Adiós a las armas en 1929, saca una edición especial del libro que dio independencia económica al joven Hemingway. El volumen incluye la portada original -un dibujo de un
hombre y una mujer semidesnudos-; un prefacio del único hijo vivo del escritor -Patrick, de 84 años-; una introducción del propio Hemingway para la edición de 1948; y, lo que ha desatado el morbo de los fanáticos, libreros y curiosos: una serie de borradores manuscritos entre los que se incluyen las famosas 47 páginas finales.

Son 47 finales que oscilan entre lo trágico, lo existencial, lo heroico y lo desesperado. No es para menos.
Adiós a las armas es el relato parcialmente autobiográfico (adornado, como siempre en Hemingway, de romanticismo) del escritor, aún adolescente, como conductor de una ambulancia en la Primera Guerra
Mundial, y de su relación con una enfermera británica, Catherine, que termina con ella muriendo al dar a
luz a su hijo. Así que no hay lugar para un happy ending.

Según The New York Times, que ha tenido acceso a un ejemplar de la nueva edición; hay un final sugerido
por el amigó de Hemingway F. Scott Fitzgerald: «El mundo mata de manera imparcial a los muy buenos y a
los muy tiernos y a los muy valientes. Si no eres ninguno de ésos, puedes estar seguro de que te matará, pero no tendrá prisa». Otra versión es: «No hay otro final más que la muerte y el nacimiento sólo es el principio». Otra: «Catherine murió, y yo moriré y tú morirás y yo moriré y eso es todo lo que puedo prometerte».

Toda la edición ha sido supervisada por el nieto del autor, Seán, que también tiene su hueco en el volumen,
en un prólogo en el que, previsiblemente, explicará cómo encontró los 47 borradores inéditos. Porque,
hasta hoy, nadie había sido capaz de encontrar tantas versiones. El hallazgo es toda una fiesta para los lectores. Pero, sobre todo, para la editorial y para los herederos del escritor. No en balde, en la madrugada del viernes, sólo los pedidos de la nueva versión de Adiós a las armas ya habían convertido a esta edición en el vigésimo octavo libro más vendido de la tienda online Amazon. En palabras de la directora de Scribner, Susan Moldow, «éste es uno de los autores más importantes de la literatura estadounidense. Y, por fortuna o por desgracia, tienes que seguir refrescándolo o la gente pierde interés».


Pero, más allá del negocio, la edición también va a ofrecer una ventana a la mente del joven Hemingway y al proceso de elaboración de la que muchos consideran la obra literaria definitiva -al menos, en idioma inglés- sobre La Primera Guerra Mundial. Según The New York Times, los manuscritos incluidos en la nueva edición  muestran numerosas correcciones, tachaduras y anotaciones,e incluso una cascada de títulos provisionales, entre ellos Amor en la guerra, Cada noche y todas, De heridas y otras causas o El encantamiento.


Es una buena ocasión para constatar si Hemingway siguió o no su propia proclama literaria, que seria publicada póstumamente en París era una fiesta acerca de cómo hay que escribir: «De pie, miraba los tejados de Paris y pensaba: 'No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase tan verídica como sepas'. De modo que al cabo de un rato escribía una frase verídica y a partir de ahi seguía adelante». Acaso por eso ninguno de los finales posibles que han trascendido y no fueron publicados suene tan verídico, tan duro y tan frío como el que acabó escogiendo
Hemingway: «Al cabo de un rato salí y me marché del hospital, y me fui al hotel bajo la lluvia» .


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