Rincones escondidos en NY
(Extraído de un artículo de Carlos Fresneda en el Magazine de El Mundo del 4 de septiembre de 2011)
UN PASEO: El camino del río Hudson.
Es una buena opción para calzarse las deportivas o para montar en bici. Circular por NY en dos ruedas es mucho más gratificante y seguro de lo que pueda parecer. La ciudad ha duplicado el número de carriles bici en los últimos tres años y la red urbana supera los 700 kms. La apuesta del alcalde es inequívoca, pese a la oposición vecinal en algunos barrios. La isla, sometida hace 200 años al proceso de reducción topográfica, es prácticamente llana, y circulando por el carril del rio Hudson uno tiene la sensación de fluir con el agua.
UN PARQUE: High
Line.
El corazón verde del nuevo Nueva York es de hierro y serpentea a lo largo
de Chelsea, con una extensión de kilómetro y medio. "La gente va a Central
Park para huir de la ciudad, pero al High Line se viene a sumergirse en Nueva York,
a penetrar en sus cañones, a sentir el latido urbano desde dentro y como nunca antes".
Ricardo Scofidio (del estudio Diller, Scofidio y Renfro) revela así el secreto del
ferrocarril elevado construido en 1934, abandonado en 1980 y recuperado en el 2009
para deleite de cuatro millones de visitantes al año. La mastodóntica
estructura estuvo a punto de morir bajo la piqueta, pero los Amigos del High Line
-capitaneados por Joshua David y Robert Hammond- hicieron causa común a favor
de estos auténticos jardines flotantes, donde
la herrumbre industrial se funde con la naturaleza silvestre. Eso sí, conviene
acercarse a ellos a primera hora de la mañana o a contemplar el atardecer sobre
el río Hudson (el sol castiga duro a esta altura y la vegetación aún no da la
sombra necesaria).
UNA ESCAPADA: Isla de los gobernadores.
En la punta sur de Manhattan, en el legendario embarcadero
desde donde sale puntualmente el ferry a Staten Island (el que tomaba Melanie Griffith
en la película Armas de mujer) hay
otro barco gratuito que, en apenas 10 minutos, llega a una isla delirante: Governor's
Island. El antiguo patio de recreo de los gobernadores, popularizado por el
encuentro entre Reagan y Gorbachov, se ha convertido en el lienzo experimental de
decenas de artistas que todos los veranos echan raíces en el Figment Festival.
En pleno estuario del Hudson, con la estatua de la Libertad atiro de piedra y el
skyline del Bajo Manhattan flotando como una balsa, todo adquiere una
refrescante sensación de lejanía e irrealidad en este islote, inmejorable
escapada cuando la presión del monstruo urbano se hace desbordante.
UN RASCACIELOS:
Spruce
Street.
Al Bajo Manhattan le faltaba un ancla y ya lo tiene: el rascacielos con
tortícolis Spruce Street. "Frank Gehry ha devuelto al skyline de Nueva
York el dramatismo que le faltaba", sentencia con razón la crítica del New
York Times. Los 76 pisos de altura parecen estirarse en este edificio
imposible, que tiene algo de Babel y algo de Metrópolis. El secreto está en las
ventanas bahía, concebidas por el arquitecto para que el vecino o el visitante tenga
la sensación de estar suspendido en el aire. A ras de tierra, la vista es
espectacular desde el Puente de Brooklyn, realzada por el contraste con el
mítico Woolworth Building, que mantuvo viva la llama del Bajo Manhattan
mientras duró el luto por las Torres Gemelas. Por mucho que ascienda en los
nuevos cielos, el futuro World Trade Center no podrá rivalizar en belleza con
la brillante y curvilínea dama de acero de Gehry, que es ya la torre
residencial más alta de Estados Unidos (267 metros).
UN MUSEO: New Museum.
Mientras las expansiones del
Guggenheim y del Whitney cayeron en saco roto, el New Museum rompió moldes en
2005 y convirtió Bowery en la nueva meca del arte en Manhattan, tomando el
relevo a Chelsea. Los japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa firman el
edificio de los seis cubos blancos que ha redefinido para siempre el pequeño skyline
del Lower East Side de Manhattan. Se trata de un centro de arte proyectado
hacia el futuro, sin apenas fondos propios, pero abierto siempre a las últimas
tendencias y tendiendo puentes entre el arte y el activismo.
UNA GALERÍA AL AIRE LIBRE: 5POINTZ.
Hay que apurarse y tomar la línea 7 rumbo 5Pointz
antes de que sea demasiado tarde. Allí, justo donde el metro sale ala supeficie
en prodigiosa curva, se levanta el decrépito almacén bombardeado sin piedad, y a
lo largo de los últimos 20 años, por los mejores artistas de grafiti, venidos
de medio mundo para dejar su estampa con el aerosol. 5Pointz es la meca
incuestionable del arte callejero, aunque no figure como tal en las guías. El
propietario del viejo edificio industrial, Jerry Wolkoff, cedió las paredes y el
interior a artistas incipientes, aunque ahora ha decidido plegarse ante el
poder de la especulación y la piqueta. "¡Salvemos 5Pointz!" es la
consigna que lanza estos días Jonathan Cohen, conocido en el mundillo como
Meres. "Esto es como el Moma del arte callejero. No pueden derribarlo sin
más de un día para otro", defiende.
UNA GRANJA EN EL TEJADO: Eagle Street Grange.
A falta de
una, dos granjas en los tejados, con gallinas para fertilizar la tierra y
abejas para polinizar los cultivos. Annie Novak, agricultora con experiencia en
Ghana y Sevilla, decidió transplantar su pasión a la gran ciudad. En su huerta
en las alturas de Eagle Street, en Brooklyn, con el skyline de Manhattan emergiendo
al fondo, se cultivan lechugas, tomates, coliflores, brócoli... Una increíble variedad
de verduras, que abastece a los restaurantes locales o se vende in situ. No muy
lejos de allí, en lo alto de otro edificio industrial de Queens, ha echado
raíces Brooklyn Grange, la mayor huerta/tejado de Estados Unidos, con Ben
Flanner al frente de generosas brigadas de voluntarios. Cualquier visitante puede
apuntarse los fines de semana a los seminarios prácticos y convertirse en hortelano
por un día. Lo que le permitirá ver la ciudad desde una perspectiva
radicalmente nueva.
UN JARDÍN COMUNITARIO: Liz Christy Garden.
Uno de los
secretos mejor guardados de Nueva York son sus más de 600 jardines comunitarios.
Son auténticos vergeles que salen al encuentro del paseante, sobre todo en
barrios como el Lower East Side, donde nacieron hace 38 años las Green
Guerrillas. Las semillas del movimiento de ocupación verde vecinal rompen cada
primavera con todo el esplendor de la vegetación autóctona. Y uno de los más impresionantes
-por lo recóndito y frondoso- es, sin duda, el Liz Christy Garden, en honor a
la residente local que creó este insólito oasis que invita a la meditación, a la
reflexión y a la respiración a pleno pulmón en medio del páramo urbano.
UNA PLAZA: Times Square.
Algunos temían que la Plaza del
Tiempo dejara de ser lo que siempre fue -la gran encrucijada del mundo desde el
momento en que el alcalde Bloomberg decidió cerrarla parcialmente al tráfico. Al
cabo de dos años, con ¡¡ miles de turistas tomando todos los días la fresca en
las sillas rojas, siguiendo las evoluciones del Cowboy desnudo o la Cowgirl
desnuda, nadie duda del grandísimo acierto de la peatonalización de Times
Square, una encrucijada inevitable donde los neones parecen brillar con fuerzas
renovadas.
UNA SALA DE CONCIERTOS: WARSAW.
Habilitada en el interior de la Casa Nacional de
Polonia, con reminiscencias a la Europa del Este en los años 70, este local se
ha convertido en un clásico de la movida de WilIiamsburg, en Brooklyn. Frecuentado
por viejas glorias, entre ellas, Patti Smith, David Byrne o Joe Jackson, se ha
convertido en lanzadera de grupos indie, como le Tigre, luna, Cat Power o New Pornographers.
UN MERCADO: Green Market.
Durante décadas, Union Square
fue algo así como la Plaza del Pueblo. Allí surgieron los movimientos sindicales,
y allí se palpaba también la decadencia urbana hasta los años 70, cuando echó
raíces el Green Market. Hoy por hoy hay más de 25 mercados de granjeros en Nueva
York y6.000 en Estados Unidos, pero ninguno puede rivalizar con el de Union
Square. Cuenta con más de un centenar de puestos y productos cultivados o elaborados
amenos de 150 kilómetros a la redonda: auténtica comida ecológica y local,
frecuentada desde primeras horas de la mañana por los chefs locales y por los turistas
japoneses, en cuyas guías figura como una visita del todo imprescindible.
UN BAR: Joe's Pub.
¿Quién es lady Gaga?", puede
leerse en un viejo cartel colgado en este pub de Astor Place. Está fechado en julio
de 2006 y en él se explicaba que la joven promesa local tenía una voz años 60, los
movimientos de una disco queen británica
y un corazón hecho de doo wop y batido
de fresa. Por este local oscuro y con solera, al oreo del Teatro Público, han pasado
cientos de artistas con renombre, o a punto de ser lanzados al estrellato, en todos
los géneros imaginables, del jazz al antifolk, pasando por el burlesque o la música
electrónica.
UN ENTORNO DE OCIO: Coney Island.
Todos los años cantamos
la muerte anticipada de Coney Island, con sus freaksy con sus sirenas, con sus
campeones de perritos calientes y sus barracones de feria, herrumbroso homenaje
auna América que ya no existe, pero que aquí se ha conservado milagrosamente en
formol (como la sirena de las islas Fiji. los espectáculos circenses de Dick Zigun,
alcalde oficioso de Coney Island, siguen siendo el gran entretenimiento local, aunque
el principal reclamo vuelve a ser el redivivo parque de atracciones luna Park.
En la playa, eso sí, el "paisaje de la multitud que vomita" sigue
escrupulosamente fiel a la certera imagen del poema de Garcia Lorca.
Etiquetas: Sitios donde perderse
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home