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lunes, noviembre 19

Rincones escondidos en NY

(Extraído de un artículo de Carlos Fresneda en el Magazine de El Mundo del 4 de septiembre de 2011)

UN PASEO: El camino del río Hudson.
Es una buena opción para calzarse las deportivas o para montar en bici. Circular por NY en dos ruedas es mucho más gratificante y seguro de lo que pueda parecer. La ciudad ha duplicado el número de carriles bici en los últimos tres años y la red urbana supera los 700 kms. La apuesta del alcalde es inequívoca, pese a la oposición vecinal en algunos barrios. La isla, sometida hace 200 años al proceso de reducción topográfica, es prácticamente llana, y circulando por el carril del rio Hudson uno tiene la sensación de fluir con el agua.



UN PARQUE: High Line. 
El corazón verde del nuevo Nueva York es de hierro y serpentea a lo largo de Chelsea, con una extensión de kilómetro y medio. "La gente va a Central Park para huir de la ciudad, pero al High Line se viene a sumergirse en Nueva York, a penetrar en sus cañones, a sentir el latido urbano desde dentro y como nunca antes". Ricardo Scofidio (del estudio Diller, Scofidio y Renfro) revela así el secreto del ferrocarril elevado construido en 1934, abandonado en 1980 y recuperado en el 2009 para deleite de cuatro millones de visitantes al año. La mastodóntica estructura estuvo a punto de morir bajo la piqueta, pero los Amigos del High Line -capitaneados por Joshua David y Robert Hammond- hicieron causa común a favor de estos auténticos jardines flotantes, donde la herrumbre industrial se funde con la naturaleza silvestre. Eso sí, conviene acercarse a ellos a primera hora de la mañana o a contemplar el atardecer sobre el río Hudson (el sol castiga duro a esta altura y la vegetación aún no da la sombra necesaria). 

UNA ESCAPADA: Isla de los gobernadores
En la punta sur de Manhattan, en el legendario embarcadero desde donde sale puntualmente el ferry a Staten Island (el que tomaba Melanie Griffith en la película Armas de mujer) hay otro barco gratuito que, en apenas 10 minutos, llega a una isla delirante: Governor's Island. El antiguo patio de recreo de los gobernadores, popularizado por el encuentro entre Reagan y Gorbachov, se ha convertido en el lienzo experimental de decenas de artistas que todos los veranos echan raíces en el Figment Festival. En pleno estuario del Hudson, con la estatua de la Libertad atiro de piedra y el skyline del Bajo Manhattan flotando como una balsa, todo adquiere una refrescante sensación de lejanía e irrealidad en este islote, inmejorable escapada cuando la presión del monstruo urbano se hace desbordante.

UN RASCACIELOS: Spruce Street. 
Al Bajo Manhattan le faltaba un ancla y ya lo tiene: el rascacielos con tortícolis Spruce Street. "Frank Gehry ha devuelto al skyline de Nueva York el dramatismo que le faltaba", sentencia con razón la crítica del New York Times. Los 76 pisos de altura parecen estirarse en este edificio imposible, que tiene algo de Babel y algo de Metrópolis. El secreto está en las ventanas bahía, concebidas por el arquitecto para que el vecino o el visitante tenga la sensación de estar suspendido en el aire. A ras de tierra, la vista es espectacular desde el Puente de Brooklyn, realzada por el contraste con el mítico Woolworth Building, que mantuvo viva la llama del Bajo Manhattan mientras duró el luto por las Torres Gemelas. Por mucho que ascienda en los nuevos cielos, el futuro World Trade Center no podrá rivalizar en belleza con la brillante y curvilínea dama de acero de Gehry, que es ya la torre residencial más alta de Estados Unidos (267 metros).
 


UN MUSEO: New Museum. 
Mientras las expansiones del Guggenheim y del Whitney cayeron en saco roto, el New Museum rompió moldes en 2005 y convirtió Bowery en la nueva meca del arte en Manhattan, tomando el relevo a Chelsea. Los japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa firman el edificio de los seis cubos blancos que ha redefinido para siempre el pequeño skyline del Lower East Side de Manhattan. Se trata de un centro de arte proyectado hacia el futuro, sin apenas fondos propios, pero abierto siempre a las últimas tendencias y tendiendo puentes entre el arte y el activismo.  


UNA GALERÍA AL AIRE LIBRE: 5POINTZ.  
Hay que apurarse y tomar la línea 7 rumbo 5Pointz antes de que sea demasiado tarde. Allí, justo donde el metro sale ala supeficie en prodigiosa curva, se levanta el decrépito almacén bombardeado sin piedad, y a lo largo de los últimos 20 años, por los mejores artistas de grafiti, venidos de medio mundo para dejar su estampa con el aerosol. 5Pointz es la meca incuestionable del arte callejero, aunque no figure como tal en las guías. El propietario del viejo edificio industrial, Jerry Wolkoff, cedió las paredes y el interior a artistas incipientes, aunque ahora ha decidido plegarse ante el poder de la especulación y la piqueta. "¡Salvemos 5Pointz!" es la consigna que lanza estos días Jonathan Cohen, conocido en el mundillo como Meres. "Esto es como el Moma del arte callejero. No pueden derribarlo sin más de un día para otro", defiende.   

UNA GRANJA EN EL TEJADO: Eagle Street Grange. 
A falta de una, dos granjas en los tejados, con gallinas para fertilizar la tierra y abejas para polinizar los cultivos. Annie Novak, agricultora con experiencia en Ghana y Sevilla, decidió transplantar su pasión a la gran ciudad. En su huerta en las alturas de Eagle Street, en Brooklyn, con el skyline de Manhattan emergiendo al fondo, se cultivan lechugas, tomates, coliflores, brócoli... Una increíble variedad de verduras, que abastece a los restaurantes locales o se vende in situ. No muy lejos de allí, en lo alto de otro edificio industrial de Queens, ha echado raíces Brooklyn Grange, la mayor huerta/tejado de Estados Unidos, con Ben Flanner al frente de generosas brigadas de voluntarios. Cualquier visitante puede apuntarse los fines de semana a los seminarios prácticos y convertirse en hortelano por un día. Lo que le permitirá ver la ciudad desde una perspectiva radicalmente nueva.   

UN JARDÍN COMUNITARIO: Liz Christy Garden. 
Uno de los secretos mejor guardados de Nueva York son sus más de 600 jardines comunitarios. Son auténticos vergeles que salen al encuentro del paseante, sobre todo en barrios como el Lower East Side, donde nacieron hace 38 años las Green Guerrillas. Las semillas del movimiento de ocupación verde vecinal rompen cada primavera con todo el esplendor de la vegetación autóctona. Y uno de los más impresionantes -por lo recóndito y frondoso- es, sin duda, el Liz Christy Garden, en honor a la residente local que creó este insólito oasis que invita a la meditación, a la reflexión y a la respiración a pleno pulmón en medio del páramo urbano.  

UNA PLAZA: Times Square. 
Algunos temían que la Plaza del Tiempo dejara de ser lo que siempre fue -la gran encrucijada del mundo desde el momento en que el alcalde Bloomberg decidió cerrarla parcialmente al tráfico. Al cabo de dos años, con ¡¡ miles de turistas tomando todos los días la fresca en las sillas rojas, siguiendo las evoluciones del Cowboy desnudo o la Cowgirl desnuda, nadie duda del grandísimo acierto de la peatonalización de Times Square, una encrucijada inevitable donde los neones parecen brillar con fuerzas renovadas. 

UNA SALA DE CONCIERTOS: WARSAW.  
Habilitada en el interior de la Casa Nacional de Polonia, con reminiscencias a la Europa del Este en los años 70, este local se ha convertido en un clásico de la movida de WilIiamsburg, en Brooklyn. Frecuentado por viejas glorias, entre ellas, Patti Smith, David Byrne o Joe Jackson, se ha convertido en lanzadera de grupos indie, como le Tigre, luna, Cat Power o New Pornographers.  

UN MERCADO: Green Market. 
Durante décadas, Union Square fue algo así como la Plaza del Pueblo. Allí surgieron los movimientos sindicales, y allí se palpaba también la decadencia urbana hasta los años 70, cuando echó raíces el Green Market. Hoy por hoy hay más de 25 mercados de granjeros en Nueva York y6.000 en Estados Unidos, pero ninguno puede rivalizar con el de Union Square. Cuenta con más de un centenar de puestos y productos cultivados o elaborados amenos de 150 kilómetros a la redonda: auténtica comida ecológica y local, frecuentada desde primeras horas de la mañana por los chefs locales y por los turistas japoneses, en cuyas guías figura como una visita del todo imprescindible.  

UN BAR: Joe's Pub.
¿Quién es lady Gaga?", puede leerse en un viejo cartel colgado en este pub de Astor Place. Está fechado en julio de 2006 y en él se explicaba que la joven promesa local tenía una voz años 60, los movimientos de una disco queen británica y un corazón hecho de doo wop y batido de fresa. Por este local oscuro y con solera, al oreo del Teatro Público, han pasado cientos de artistas con renombre, o a punto de ser lanzados al estrellato, en todos los géneros imaginables, del jazz al antifolk, pasando por el burlesque o la música electrónica. 

UN ENTORNO DE OCIO: Coney Island. 
Todos los años cantamos la muerte anticipada de Coney Island, con sus freaksy con sus sirenas, con sus campeones de perritos calientes y sus barracones de feria, herrumbroso homenaje auna América que ya no existe, pero que aquí se ha conservado milagrosamente en formol (como la sirena de las islas Fiji. los espectáculos circenses de Dick Zigun, alcalde oficioso de Coney Island, siguen siendo el gran entretenimiento local, aunque el principal reclamo vuelve a ser el redivivo parque de atracciones luna Park. En la playa, eso sí, el "paisaje de la multitud que vomita" sigue escrupulosamente fiel a la certera imagen del poema de Garcia Lorca.
 

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