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lunes, mayo 31

Conmemoraciones del 3 de noviembre

(La columna de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 1 de noviembre de 2015)

[El 3 de noviembre de 2015 se honró] la memoria de dos sabios suecos a quienes debe considerarse aragoneses honoríficos […].

El Fuero de Aragón

En la historia de las leyes aragonesas hay dos textos muy principales, con la característica de que se han conservado escritos en el romance que se utilizaba en el antiguo reino durante la Edad Media. Uno es el libro 'Vidal mayor', así llamado a causa de que se debe al obispo de Huesca, Vidal de Canellas, catalán de nacimiento y persona de la mayor confianza de Jaime I. Por encargo del rey, recogió, ordenó y comentó los fueros de Aragón, cuya versión en aragonés -pues el original se hizo en latín- ha llegado hasta nosotros y se conserva en California. La versión breve, sin comentarios ni apostillas, es la que las Cortes de Aragón hicieron suya.

El Fuero de Teruel

El segundo texto es el Fuero de la ciudad de Teruel, más antiguo, pues fue creado en 1177 por Alfonso II, primer soberano común de aragoneses y catalanes y que fundó la ciudad en la frontera con el islam. Es una ley municipal extensa, de la que también ha pervivido su versión en lengua romance de Aragón. Una de sus copias, del siglo XIII, es, poco más o menos, contemporánea del códice en el que se conserva el 'Vidal Mayor'. Otra de las copias, más tardía, del siglo XIV, está en la Biblioteca Nacional y tiene la singularidad de incluir dibujos procaces en sus márgenes. En Teruel no se aplicaba la ley aragonesa general, sino la suya propia, y así sucedió hasta 1598.

Tilander y Gorosch

Una circunstancia de apariencia sorprendente vincula los dos textos: los primeros estudios lingüísticos de ambos fueron hechos por sabios suecos. El 'Vidal mayor' lo publicó Gunnar Tilander, catedrático de Lenguas Románicas de la Universidad de Estocolmo, en 1956. Cuando editó la obra en la ciudad de Lund, ya llevaba un treintenio estudiando el Aragón medieval. Podría decirse que abrió, para los estudiosos de lo aragonés, una ventana nueva a un amplio panorama que aún no ha terminado de contemplarse.

No cobró tanta fama académica su compatriota Max Gorosch, que hizo otro tanto con el fuero turolense en 1950, editado en Estocolmo. De una y otra obra hay facsímiles en librería, gracias a la Diputación de Huesca y a la Fundación CAI, por un lado; y al Ayuntamiento de Teruel, por otro, pues publicó en 1998 la edición de 1565, prologada por el profesor Morales Arrizabalaga.

Mártires de Zaragoza

En la misma fecha de este justo homenaje, la capital de Aragón [recordó] a sus muertos. Lo [hizo] evocando a dos grupos característicos, privados de la vida por sostener sus ideas a mil quinientos años de distancia uno de otro. En 1904 fueron unidos en un solo monumento, de delicado modernismo, esculpido por Agustín Querol, según una idea que ya había experimentado en La Habana. La arquitectura en que se asientan las estatuas la trazó Ricardo Magdalena. Se alzó a iniciativa de la Real Sociedad Económica, para sustituir al templete de la Cruz del Coso, destruido en los Sitios, donde los zaragozanos veneraban a los perseguidos por el poder romano en los siglos III y IV de la era.

El concejo unió a los muertos por los dos imperios, romano y francés, y los simbolizó en un bravo aragonés, cuyo fusil ha caído a tierra. Yace exangüe, sostenido por un ángel, anuncio de la gloria que merecen quienes dan la vida por los suyos. En esa personificación ha de verse a los aragoneses y zaragozanos caídos durante la historia por tal motivo.

Engracia -Encratis- fue patrona de Zaragoza, como poco, desde 1415, mucho antes que la Virgen del Pilar. Junto al histórico santuario de Encratis y otros dieciocho cesaraugustanos que murieron por igual motivo, se asentó un gran monasterio de jerónimos y la ciudad pugnó con ellos para que no se adueñaran del sitio. En su aniversario, Zaragoza guardaba fiesta y el Ayuntamiento entregaba aceite para las lámparas y, a veces, algún objeto precioso. Santa Engracia sirvió como eficaz baluarte de guerra frente a los soldados franceses y polacos en 1808. Eso le costó la ruina, pues fue volado inicuamente en la noche de la retirada de los enemigos. Cuando, seis meses más adelante, llegaron los duros tiempos de la ocupación, el Ayuntamiento pidió al templo sus obsequios, para fundirlos y poder pagar los onerosos tributos exigidos por el invasor. Santa Engracia, en fin, fue el primer monumento nacional de Aragón y es basílica desde 1991.

Estos y otros hechos explican por qué, el 3 de noviembre, la ciudad viene, o venía, poniendo, de modo sencillo y discreto, unas flores en el monumento de Querol y en la milenaria cripta romana.

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