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miércoles, enero 8

¿A qué olía Cleopatra?

(Un texto de S.G. en el XLSemanal del 14 de febrero de 2021)

Las tumbas, los templos y hasta los muertos eran perfumados en el antiguo Egipto. los científicos están tratando de reproducir esos aromas de eternidad.

La nariz de Cleopatra no era tan bonita como la de Elizabeth Taylor. De hecho, en las efigies que adornan las monedas parece grande, incluso desproporcionada. La que fuera faraona de Egipto no tendría problema para captar la intensa mezcolanza de olores que flotaba en Alejandría: el olor húmedo del Nilo se unía a la peste del pescado, el estiércol y los excrementos. Para combatir el tufo, los egipcios quemaban mirra, incienso y alcanfor, además de plantar flores olorosas.

Los perfumes, eran señal de maat, lo bueno, lo ordenado, lo justo... y lo opuesto a isfet, lo malo, el caos, lo injusto. A sus muertos les untaban aceites perfumados. Inscripciones jeroglíficas hablan de mezclas de sustancias olorosas para intensificar el placer. «Los antiguos egipcios fueron de los primeros en documentar y clasificar los olores», dice Dora Goldsnnith, de la Universidad Libre de Berlín. Esta egiptóloga forma parte del reducido grupo de expertos que estudia el universo oloroso del Egipto de los faraones.

Los arqueólogos descubrieron las primeras pruebas de la relevancia del olor en el antiguo Egipto durante sus primeras expediciones en el siglo XIX. El británico Flinders Petrie, por ejemplo, excavó el sepulcro del faraón Semerjet en Abidos en 1899. Cuanto más profundizaban, con más intensidad llegaba un aroma muy particular. La arena que cubría la tumba estaba impregnada con aceite oloroso, tan penetrante que envolvía todo el sepulcro. A quienes menos querían exponer los egipcios a olores desagradables era a sus dioses. De ahí que los aceites perfumados desempeñaran un papel destacado en los templos.

«Aromas para el más allá», los llama Goldsmith. «Esos aromas debían atraer a los dioses a casa», dice la egiptóloga. Y eso era muy importante: los egipcios creían que, si los dioses moraban en el templo, reinaba la paz. Por eso, las estatuas que adornaban los templos eran untadas con una pasta aromática a diario.

El olor era también un indicador de estatus social. Todo el que se lo podía permitir perfumaba su casa y sus ropas con el humo del kyphi, una mezcla de corteza de alcanfor, mirra, incienso, bayas de enebro o resinas de estoraque, acacia y pino. A los egipcios les gustaba cultivar en sus jardines lotos, narcisos, jazmines, amapolas y mandrágora. A esta última se la consideraba también un afrodisiaco.

Goldsmith recibe consultas de todo el mundo. La búsqueda de los olores de la Antigüedad no ha hecho más que empezar.

Así era el Chanel número 5 de los egipcios

La egiptóloga Dora Goldsmith ha logrado recrear el mendesio, un perfume considerado como el Chanel Número 5 de la Antigüedad y llamado así por la ciudad en la que se producía: Mendes. En 2012, durante sus excavaciones cerca del lugar, los arqueólogos se toparon con un taller lleno de frascos.. También encontraron joyas y monedas de oro y plata. Dedujeron que era una perfumería.

«El mendesio era el símbolo oloroso del antiguo Egipto», dice Goldsmith. Por eso, la egiptóloga y su colega Sean Coughlin se embarcaron en la búsqueda de sus ingredientes. Los hallaron en textos griegos y latinos. Finalmente, en 2018, lograron combinar los componentes del famoso perfume. Tenía una nota de «mirra recién molida, acompañada por un matiz dulce», cuenta la egiptóloga. Como base de su perfume, los egipcios usaban el aceite de moringa. La receta incluía resina de pino y corteza de alcanfor.

Olor a fiesta

Las mezclas perfumadas tenían una importancia especial en las celebraciones del antiguo Egipto. Por ejemplo, una vez al año, los egipcios organizaban pomposas procesiones en las que paseaban las estatuas de los dioses por sus ciudades entre aclamaciones de unas multitudes adornadas con coronas de flores y ungidas con sustancias olorosas.

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sábado, octubre 28

Egipto en cinco minutos (y en cinco faraones)

(Un texto de Ana Tagarro en el XLSemanal del 10 de noviembre de 2019)

Una de las más grandes civilizaciones en la historia. La historia del Antiguo Egipto dividida en cinco faraones…

2589- 2566 A.C.

Keops, las pirámides y el cambio climático

El reinado de Keops –que da nombre a la Gran Pirámide Giza– marca el máximo esplendor de los faraones; y las pirámides, una escalera hacia la vida eterna, son muestra de ese poder. El último gran faraón del Imperio Antiguo fue Pepy II, que gobernó del 2255 al 2165. Después de él llegó la anarquía a un país agotado y sin recursos. Recientes estudios señalan que aquella crisis se debió a un cambio climático que convirtió en desierto lo que era sabana (de ahí que los jeroglíficos dibujen antílopes, monos y otros animales de la sabana) y redujo su ‘despensa’ a los estrechos márgenes del Nilo.

1490-1468 A.C.

Hatshepsut, la reina faraón y el feminismo

Hatshepsut no fue la única reina-faraón (hubo al menos otras tres), pero es la más conocida. Debía suceder en el trono a Tutmosis I, su padre, pero los ‘poderes fácticos’ de palacio conspiraron para que heredase un hijo varón de una esposa secundaria: Tutmosis II. Y la obligaron a ella a casarse con él, su medio hermano. Lejos de conformarse, convenció a los sacerdotes para revertir la situación. Tutmosis II murió pronto y, aunque heredó Tutmosis III, el hijo de una concubina, Hatshepsut logró asumir la regencia y finalmente se autoproclamó faraón. Se hizo representar como un hombre, con la barba postiza.

1366-1327 A.C.

Tutakamón, el culebrón de los Amarna

Tutankamón fue un faraón breve y habría pasado inadvertido de no haberse encontrado su tumba casi intacta. Fue nombrado faraón con 8 o 9 años y murió con 18 o 19, de ahí que sea conocido como el faraón niño.

1. El padre en la picota

Tutankamón era hijo de Akenatón, un faraón muy impopular por perder guerras y territorios importantes como Siria. Instauró el monoteísmo, el culto a un solo dios: Atón, rey del Sol, y creó una capital para ello, Amarna. Pero el pueblo lo culpó de las derrotas y, con él, a Atón. Tutankamón tuvo que volver al politeísmo y dejó Amarna para instalarse en Tebas –hoy, Luxor–.

2. Madre y madrastra

La gran esposa de Akenatón fue Nefertiti, pero solo tuvieron hijas, seis. Y tenían prioridad los varones, así que heredó Tutankamón, hijo de una segunda esposa, cuya momia, conocida como ‘la dama joven’ se identificó en 2010. El ADN de esa momia demostró que, además de esposa de Akenatón, era su hermana. El faraón también se casó con una de las hijas que tuvo con Nefertiti. ¿Se ha perdido? No se preocupe. El incesto era habitual entonces para –creían ellos– preservar la pureza de su sangre. Tutankamón también se casó con una medio hermana, Anjesenamón, hija de Nefertiti.

3. El consejero y el general

Al ser Tutankamón un niño cuando llegó al poder quien gobernaba en realdiad era su consejero, Ay, que era el padre de Nefertiti y el ‘malo’ de la película. Ay ya había servido a Akenatón; controlaba el palacio. La muerte prematura de Tutankamón le dio la oportunidad de ser faraón él mismo. Pero para lograrlo tenía que darse prisa y aprovechar que su gran rival, el general Horemheb, estaba lejos luchando en una guerra. Por eso Ay enterró a Tutankamón precipitadamente y se casó enseguida con su viuda, que era su nieta. Ay fue faraón pero murió cuatro años después, y le sucedió en el trono Horemheb, que gobiernó 27 años.

1279-1213 A.C.

Ramsés II, el megalómano lujurioso

Ramsés II es el faraón más conocido porque construyó enormes templos en su honor y, además, colocó su rostro en miles de estatuas que antes representaron a sus antecesores. Conocido como el rey guerrero, a los 16 años ya mandaba sobre el ejército (además de estar casado y tener cuatro hijos). Recuperó los territorios de Siria que había perdido Akenatón, el padre de Tutankamón, asegurando la prosperidad. Tuvo decenas de esposas (la gran esposa real fue la bella Nefertari) y concubinas y tuvo cientos de hijos. Lo sucedió Merenptah, su decimotercer hijo, porque los mayores habían muerto. Ramsés II gobernó 66 años.

51-30 A.C.

Cleopatra, la caída del Imperio egipcio

Cleopatra –una mujer educada por su padre, Ptolomeo II, para gobernar– tuvo que hacerlo en una corte donde los asesinatos estaban a la orden del día. Así que para sobrevivir se alió con el poder emergente, Roma. Y lo hizo convirtiéndose en amante de Julio César, primero, y de Marco Antonio, después. Aunque en la única imagen que se conserva de ella es más parecida a Angelica Huston que a Elizabeth Taylor, su poder de seducción le sirvió para reinar 20 años (aunque ya sin el poder de los faraones). Pero, muerto Marco Antonio, Octavio decidió acabar con ella. Y Cleopatra se anticipó quitándose la vida. Egipto pasó a ser una provincia más del Imperio romano.

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martes, diciembre 13

La ciudad perdida de Ramsés II

(Un texto de Manuela Giménez en el XLSemanal del 21 de enero de 2017)

El faraón creó una gran capital a orillas del Nilo. Pi-Ramsés, con estanques, canales y lujos a la altura de su poder. Los arqueólogos han localizado sus restos. Ahora quieren descubrir si es la ciudad bíblica de donde partieron los hebreos guiados por Moisés.
 
Miles de siervos bañados en sudor acarrean inmensos sillares y estatuas sobre trineos de madera. El empeño es titánico. Levantan una ciudad que quita el aliento. Tan colosal es la nueva urbe que la llaman ‘Repetición de la Creación’.

Se trata de la nueva capital de Egipto. El faraón Ramsés II había decidido dejar Tebas y trasladarse al norte, a uno de los brazos por los que el Nilo se desparrama para desembocar en el Mediterráneo. La nueva ubicación de la capital era mejor desde el punto de vista estratégico porque estaba más cerca de la frontera del gran enemigo, el Imperio hitita, y permitía enterarse y responder con más rapidez ante una posible agresión.

La nueva capital se llamó Pi-Ramsés en honor del mítico faraón, uno de los más grandes del Antiguo Egipto: gobernó desde 1279 a 1213 a. de C., conquistó, batalló e impulsó enormes obras de arquitectura e ingeniería. Fue el instigador de aquella capital legendaria que vivió un siglo de esplendor y después desapareció. Ahora, nuevas excavaciones desvelan detalles de esa urbe esplendorosa que ha permanecido enterrada durante siglos.

Según dejó escrito uno de sus habitantes, en Pi-Ramsés abundaban los «luminosos aposentos de lapislázuli y malaquita» y el palacio del soberano se asemejaba «al horizonte del cielo». Junto a los estanques ornamentales en los que flotaban flores de loto, se alzaban jaulas para leones y jirafas. Pi-Ramsés, según las alabanzas recogidas en el equivalente a los libros de texto de la XIX Dinastía, era «la residencia donde la vida resulta placentera».

Aquel lujo quedó sepultado. Sus terrenos son ahora campos de cultivo en torno a la ciudad egipcia de Qantir. De los palacios y templos quedan ruinas esparcidas, restos diseminados, porque casi todas las columnas y pilares fueron saqueados en la Antigüedad. se utilizaron como material para nuevas construcciones.

Hubo que abandonar Pi-Ramsés porque cambió el curso del Nilo. el brazo que la regaba, y que hizo que incluso algunos estudiosos la llamaran ‘la Venecia de Egipto’, se secó por la acumulación de sedimentos. Se abrió un nuevo cauce al oeste, otro brazo del Nilo que se llamó ‘tanítico’ porque en sus orillas se asentó la nueva capital: Tanis.

Las excavaciones modernas comenzaron por Tanis a finales del siglo XIX. En 1930, Pierre Montet estudió sus ruinas; en 1983, una investigación promovida por el Museo alemán Roemer-Pelizaeus en Hildesheim dio con una sala repleta de bloques con el cartucho de Ramsés II. El interés del hallazgo de la ciudad de Pi-Ramsés se multiplica, además, porque se cree que es de allí desde donde partieron los judíos guiados por Moisés en busca de la Tierra Prometida, la epopeya que se relata en el libro del Éxodo de la Biblia.

Algunos investigadores han tomado el Éxodo al pie de la letra. Otros solo han visto en él un relato religioso. Ahora se confía en poder desvelar el misterio. Numerosos arqueólogos se han dado cita en el supuesto punto de salida de aquel gran movimiento migratorio. Un equipo austriaco explora el barrio sur de la desaparecida ciudad de Ramsés. Del resto de las ruinas se encarga el equipo del arqueólogo alemán Henning Franzmeier, del University College de Londres.

La gran extensión de la ciudad, que llegó a ocupar entre 15 y 30 kilómetros cuadrados, hace que el trabajo sea muy complicado. Pero ayudan mucho los magnetómetros de cesio, que hacen visible lo que se encuentra bajo la superficie.

El centro de la ciudad, la parte donde se levantaban los palacios, se encontraba repartido entre varias islas del Nilo. A lo largo de la orilla se alineaban las mansiones de los ricos, así como los barrios separados de mercaderes y artesanos, con capacidad para albergar hasta 100.000 personas.

Pi-Ramsés fue un crisol de culturas. En las excavaciones han salido a la luz sellos hititas y cascos de embarcaciones de todo el Levante mediterráneo, incluso restos de un casco con colmillos de jabalí como los que en La Ilíada llevaban los griegos lanzados al asalto de Troya.

Por el momento, la búsqueda de un clan hebreo obligado a fabricar ladrillos a golpe de látigo ha resultado infructuosa; sin embargo, cada vez parece más evidente que el lamento bíblico por aquella servidumbre a orillas del Nilo sí tiene elementos históricos.

«Sabemos que los faraones dirigieron campañas militares hacia Canaán (que abarca el Israel actual), el desierto del Néguev y la Transjordania. Los prisioneros de guerra eran llevados a Egipto en gran número, entre ellos presumiblemente también protoisraelitas», afirma el arqueólogo Manfred Bietak, que conoce la región mejor que nadie.

En sus razias, los esbirros de los egipcios capturaban a pastores nómadas semitas. Hasta 10.000 de ellos fueron deportados al Nilo. Un alto funcionario del Reino Nuevo tenía no menos de 45 servidores procedentes de Oriente Medio.

Sin embargo, muchos extranjeros también llegaban a Egipto voluntariamente. El esplendor económico del reino del faraón atraía a toda clase de mano de obra especializada. Panaderos semitas acudían en gran número, también sastres, viticultores y peleteros.

El arqueólogo Manfred Bietak ve muchas conexiones entre el relato bíblico del Éxodo y la historia real. Incluso ha reconstruido la posible ruta de huida de los judíos. Según sus cálculos, tras abandonar el delta del Nilo, los hebreos se dirigieron primero al lago de Ballah, una región llana y pantanosa en la frontera con el Sinaí. De esta forma consiguieron eludir los controles fronterizos.

Pi-Ramsés sirvió también al joven faraón como enclave militar. Había miles de soldados acantonados en la ciudad. Contaba con cuarteles, explanadas para ejercitarse, pistas de entrenamiento para los caballos de guerra y un puerto para la flota.

Las grandes armerías del reino también se encontraban allí. Los arqueólogos han hallado hornos, crisoles y moldes dispuestos en hileras de 15 metros de largo. Hasta 300 trabajadores se afanaban delante de los calderos llameantes y fabricaban puntas de flechas y lanzas, además de espadas, jabalinas, herrajes y guarniciones.

También han aparecido en las excavaciones las caballerizas de la compañía de carros de guerra. Las instalaciones tenían espacio para unos 500 animales. En los alrededores se han encontrado restos de bridas, piezas metálicas de las ruedas, adornos de bronce… Incluso se han conservado las huellas de los cascos de los caballos en el barro.

Se está excavando en lo que en su día fue un campo de cereal. Las imágenes de los magnetómetros indican que bajo la superficie yacen enormes cimientos. Puede que se trate de un granero o de un cuartel. Pero esas ruinas también podrían pertenecer a un palacio donde se oculte el rastro del bíblico Moisés.

PRUEBAS DEL ÉXODO BÍBLICO

Varias estelas y papiros documentan la presencia de judíos en el Antiguo Egipto.

Papiro Harris 1

Se llama así porque lo compró el británico A. C. Harris en 1855. Recoge acontecimientos anteriores al reinado de Ramsés IV. Menciona la persecución egipcia a los shasus, que hay quien identifica con los judíos.

Estela de Merneptah

Está datada alrededor el año 1219 a. de C. En ella figura la primera mención a los israelitas. Se los enumera en una lista de pueblos derrotados por el faraón Merneptah. También se conoce como ‘la estela de Israel’.

Papiro Anastasi VI

Da cuenta, desde una fortaleza fronteriza, del paso a Egipto de tribus de beduinos que huían de la sequía. Se aprecian coincidencias con el viaje de Jacob a Egipto que narra el libro del Génesis de la Biblia.

Notas: 

Ramsés II gobernó Egipto durante 66 años, tuvo 85 hijos y ordenó construir estatuas colosales y una nueva capital, llamada en su honor Pi-Ramsés. 

En 1881 el egiptólogo Gaston Maspero encontró en el Valle de los Reyes la momia de Ramses II, estaba en muy buen estado.

 

 

 

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