Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

sábado, abril 30

Los amores españoles del rey José



(Extraído de un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 21 de noviembre de 2008)

22-9-1808. José Bonaparte, en fuga tras Bailén, instala su corte en Vitoria, encandilado por una dama de la alta nobleza alavesa.

Mal verano fue el de 1808 para José I, el nuevo rey de España. Solamente aguantó once días en su corte de Madrid: llegó el 20 de julio, a la vez que ocurría el desastre de Bailén, la primera vez en la historia que era hecho prisionero un ejército napoleónico al completo; cundió el pánico entre los franceses, y José salió huyendo de la capital española el 31 de julio. Primero fue a Burgos, luego a Miranda de Ebro y, por último, buscando cada vez más la cercanía de la frontera francesa, a Vitoria. Cuando llegó a la capital alavesa el 22 de septiembre, el rey José tuvo al fin una alegría: volvió a ver a la española que le había encandilado al mismo llegar de Francia. Ella era María del Pilar Acedo y Sarriá, condesa del Vado y de Echauz, esposa del marqués de Montehermoso. Se habían conocido en una cena de gala en el palacio de Montehermoso cuando José hizo etapa en Vitoria camino de Madrid. Eran días felices, porque aún no tenía ni idea de lo que le esperaba en el nuevo reino que le había regalado su hermano Napoleón, y José se dejó fascinar por aquella noble española. María del Pilar tenía 24 años, era muy hermosa, hablaba perfectamente el francés, incluso escribía versos en esa lengua, y en aquella velada siguió los consejos de su suegro, el V marqués de Montehermoso, que en su discurso filosófi co moral sobre la mujer decía: “Si ha de bailar, no salga como a quien sacan a la vergüenza, sino con un porte majestuoso, lleno de gracia y de decencia...”. Lo de la decencia pronto sería pasado por alto. José I mostraría luego cierto sentimiento de culpa porque en aquella cena no había hablado con sus nuevos cortesanos españoles, sólo le había hecho caso a María del Pilar. Aunque los remordimientos no le impidieron aprovechar el segundo encuentro para convertirla inmediatamente en su amante. María del Pilar estaba casada, pero como decía un cronista, su marido, el marqués de Montehermoso, que la doblaba en edad, “por no enterarse, ya que era hombre muy prudente”, recibió del nuevo monarca “su recíproca discreción”.
Este marido cornudo no es, sin embargo, un personaje ridículo. Don Ortuño Aguirre del Corral, VI marqués de Montehermoso, era un auténtico ilustrado, por educación y por talante. Sabía idiomas, era secretario de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, uno de los instrumentos de modernidad y progreso en España; poseía una gran biblioteca, una colección de antigüedades y monedas y hasta un gabinete de ciencias naturales, por todo lo cual mereció ser visitado por Humboldt cuando el sabio alemán pasó por España.

Un buen negocio 

Como tantos espíritus educados y modernos, fue afrancesado desde el primer día. Don Ortuño formó parte de los diputados que el 19 de mayo de 1808 aprobaron la Constitución de Bayona, la primera constitución española que instauraba la nueva monarquía. Su lealtad a José I le hacía acreedor de los honores que le concedió: la Grandeza de España, el cargo de gentilhombre de cámara y la Orden de España. Sin embargo, siempre quedará la sospecha de que los recibiera por marido consentidor. Lo cierto es que hizo un buen negocio cuando le vendió su palacio, el mejor de la ciudad, al rey Bonaparte por 300.000 reales. “¿Te parece mucho?”, le preguntó José I a un cortesano de confi anza, su primer caballerizo, el conde Girardin. “No los va- le ni con la marquesa dentro”, respondió éste. Su impertinencia le costó el puesto, el rey le expulsó de España y convirtió el palacio de Montehermoso en su Palacio Real en Vitoria. Mientras María Pilar desempeñaba su papel de favorita real, su esposo se convirtió en un importante cortesano. Cuando José I viajó en 1811 a París para el bautizo del único hijo y heredero de Napoleón, el rey de Roma, don Ortuño le acompañó, pese a que no debía de estar muy bien de salud, puesto que falleció en la capital francesa. Ante el mal cariz que tomaba la situación en España para los afrancesados, la atractiva viuda se instaló al otro lado de la frontera francesa, en San Juan de Luz, aunque estaba junto a José I en Vitoria el día de la batalla de este nombre (21 de junio de 1813), que marcó la defi nitiva derrota francesa. María Pilar huyó a Francia junto a José I, pero, perdido el trono, se acabó también la relación amorosa. En todo caso, estaba marcada por su especial colaboración con el rey intruso, y no podría volver a España. Se casó con un oficial de la Guardia Imperial y se instaló en un castillo de Bearn, donde moriría muchos años después. 

Voluptuosa habanera 

La marquesa de Montehermoso fue el primero, pero no el único de los amores españoles de José I, que como buen Bonaparte sucumbía fácilmente a los encantos del sexo. Entre los sonados, fue el que mantuvo con la condesa de Jaruco, un romance en el que el rey se gastó cinco millones de reales. Pero la dama los valía. María Teresa Montalvo y O’Farrill había nacido en La Habana y a los 12 años se había casado con el conde de San Juan de Jaruco, el hombre más rico de Cuba. El matrimonio se había instalado en Madrid, y fueron fi guras que dieron mucho que hablar en la corte de Carlos IV. El conde, porque se metía en tremendas empresas en las que se arruinó. Y la condesa, por “disoluta y escandalosa”, según un libelo que corría por Madrid. La viajera inglesa lady Holland, en su libro Mi viaje a España, describe a Teresa Montalvo como una “hermosa habanera, en extremo voluptuosa, que vive entregada por completo a la pasión del amor”. ¿Qué más podía esperar el rey en Madrid? Por desgracia, Teresa murió joven y José I quedó viudo de la voluptuosidad caribeña, aunque no se resignó. Enseguida se encaprichó de la hija de Teresa, María Mercedes (en la imagen), que se describía a sí misma: “Mi color de criolla, mis ojos negros y animados, mi pelo tan largo que costaba trabajo sujetarlo, me daban cierto aspecto salvaje, que se hallaba en relación con mis disposiciones morales… Viva y apasionada en exceso, no vislumbraba la necesidad de reprimir mis emociones y mucho menos de ocultarlas”. La turbadora joven le había enseñado una vez sus dibujos a Goya, que buen conocedor del paño le dijo: “Como pintora no alcanzarás la gloria, pero llegarás lejos como mujer”. Dada la militancia afrancesada de su familia –el tío de su madre era el ministro de la Guerra de José I, O’Farrill–, le habían buscado un matrimonio de conveniencia con uno de los más brillantes ofi ciales que traía el rey intruso, Christophe-Antoine Merlin, capitán general de su guardia. La leyenda dice que José I le preguntó a Merlin: “¿Qué harías si el rey se hiciera amante de tu mujer?”. Y el fi ero general respondió: “Lo mataría”. No debe de ser veraz la anécdota, porque ningún monarca de la época toleraba bromas así. En cambio, el rey nombró conde a Merlin, a la vez que le asignaba destinos fuera de Madrid para que no estorbara sus galanteos con María Mercedes, y en los mentideros corría una copla: “La condesa tiene un tintero /donde moja la pluma José primero”.

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jueves, abril 28

Upsee, ayudando a los niños discapacitados a caminar

(Un texto de L.G. leído en el XLSemanal del 18 de mayo de 2014)

Rotem, el hijo de Debby Elnatan, nació con parálisis cerebral. Su pronóstico médico no ofrecía demasiadas esperanzas y el confinamiento del niño a una silla de ruedas parecía inevitable. Su madre, terapeuta musical en Israel, aceptó la situación, pero no se resignó a todas las limitaciones que la enfermedad iba a imponer a su pequeño. En algo tenía que mejorar la vida de su hijo. Diseñó un arnés que, atado a ella, permitía al pequeño dar unos pasos impulsado por sus piernas. madre e hijo caminaban juntos. Su prototipo se ha transformado ya en un avance científico en toda regla. Una empresa de Irlanda del Norte, especializada en equipamientos para niños con discapacidades, ha decidido fabricarlo globalmente.

El Upsee, nombre del aparato en cuestión, fue probado con éxito en varios niños británicos con problemas motrices severos. Debby dice estar contenta de poder ayudar a otros padres y niños con problemas similares a los de su hijo.

El Upsee se trata de un ingenioso arnés que simula el movimiento natural al caminar reproduciendo el de sus padres. Según su creadora, mejora las habilidades motoras y fortalece los músculos de los pequeños.

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miércoles, abril 27

Cetrería - cómo entrenar a tu águila

(Un texto de F.G. Sitges en el XLSemanal del 24 de agosto de 2014)

[...] La caza con águila es parte esencial de la identidad kazaja. Los berkutschi -así llaman a estos singulares cetreros- entrenan a águilas reales que capturan cuando éstas son pollos y a las que dominan a cambio de comida, abrigo en las heladas noches mongolas y protección contra cualquier enemigo. Cuando el ave da señales de confianza y ya come tranquila en el puño del cetrero, la enseñan a cazar. El arte berkutschi pasa de generación en generación: el hijo menor de cada familia lo aprende de su padre, de quien se ocupará a su vez cuando no pueda valerse por si mismo. Sólo lo practicaban hombres no porque Mongolia sea un país machista: más del 70% de la población que ha recibido educación son mujeres y la mayoría de las escuelas está a cargo de ellas. Pero los rigores del clima y la dureza de la caza con águilas en las montañas habían excluído hasta hoy a las mujeres.

Cinco claves para adiestrarlas

Captura.
Los kazajos capturan los pollos de águila en sus nidos, que marcan con un lazo blanco para no extraer más de una cría por nidada.

Acercamiento
Al principio, el cetrero da de comer al pollo en su guante hasta que se acostumbre a encontrar allí su sustento. El águila va posándose así en su puño. Cuando muestre total confianza, el ave estará lista para la siguiente fase.

Preparación
El águila realiza sus primeros vuelos. Cuanta más fuerza tenga en las alas y más confianza tenga con el berkutchi, a más distancia vuela. El cetrero lanza el ave, y un ayudante la incita a atacar un señuelo con un trozo de carne atado. Cuando el águila consigue atrapar el señuelo, accede a la carne que lleva atada.

Caza
El ave vuela hacia la primera presa. Pese a que la de Mongolia es la subespecie más grande y poderosa de águilas reales, estos primeros vuelos serán sobre presas que no ofrezcan peligro, como marmotas o liebres.

Suelta
Tras ocho años de cacerías, cetrero y águila se separan. El berkutchi lleva el ave hasta una colina, descuartiza una cabra y se la ofrece como símbolo de gratitud. Entonces, le devuelve la libertad. Así, los kazajos aseguran la continuidad de la especie.

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martes, abril 26

Lucrecia Borgia, una buena chica

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 30 de noviembre de 2014)

Ni ninfómana, ni envenenadora ni incestuosa. Lucrecia Borgia fue nada más que una noble instruida y muy atractiva que fue utilizada por su padre y su hermano. Los historiadores niegan la fama de perversidad que acompaña su nombre y lo reafirma el Premio Nobel de Literatura Dario Fo, que le dedica su primera novela.

Unas sombras acechan en la oscuridad de la noche del 15 de julio de 1500 en el pórtico de la basílica de San Pedro, en Roma. Alfonso de Aragón apresura el paso. Cuando lo atacan, se revuelve con furia. El forcejeo lo deja maltrecho, en el suelo y sangrante. Los facinerosos se escabullen cuando escuchan los pasos de la guardia vaticana.

Alfonso sobrevive al ataque. Unos días después recibe la visita del hermano de su mujer, César Borgia -lo acompaña un tipo siniestro, Miguel de Corella, conocido como Michelotto-. Pide un rato de intimidad con el herido y se lo conceden. Es solo un momento, las manos de Michelotto son robustas y Alfonso está débil. lo estrangula con veloz profesionalidad.

De este modo, el temible César Borgia se liberó del marido de su adorada hermana Lucrecia. habían cambiado las alianzas políticas, molestaba. Así lo cuenta el Premio Nobel de Literaura Dario Fo, que se estrena en la novela con Lucrecia Borgia. La hija del Papa (Siruela).

Roma era entonces la capital de las puñaladas. políticas y reales. Eran tiempos de sobornos y orgías en los que también participaban cardenales y papas. Los Borgia, una familia de origen valenciano (Borja era su apellido español), destacan en esa atmósfera de ambición y corrupción por su faceta de clan y la potencia de su mala fama. "Fueron víctimas de una propaganda injuriosa alentada por las grandes familias romanas. Los Borgia no eran romanos, eso no se lo perdonaron", explica Joan Francesc Mira, autor de Los Borgia. familia y mito.

Los Borgia ostentaron poder durante más de 50 años. Dos de ellos llegaron a papas. Alfonso se convirtió en Calixto III, y su sobrino Rodrigo fue Alejandro VI. Además, más de una docena fueron cardenales. De entre todos sobresalen Rodrigo, César y Lucrecia, un trío que ha inspirado óperas, novelas, películas, series de televisión o exposiciones como la que ofrece ahora el Museo Maillol de París. Mario Puzo, autor de El Padrino, les dedicó su última novela. Los Borgia. La primera gran familia del crimen, una biografía novelada que podía haber sido una precuela de la saga de Don Vito y los suyos.

Con singular astucia, Rodrigo Borgia se colocó como vicecanciller, el segundo puesto más alto en el Vaticano. Fue tan hábil que se mantuvo en el cargo con los cuatro papas que sucedieron a Calixto III. Entonces, Rodrigo era el cardenal más poderoso y un atento padre de familia. Visitaba con regularidad a su amante Vannozza Cattanei y a los cuatro hijos que tuvo con ella. Mientras fue cardenal, los niños creyeron que Rodrigo era su tío, que a menudo se quedaba a dormir en su casa. Cuando supo que iba a ser Papa, Rodrigo desveló a los perplejos Juan (de 18 años), César (de 16), Lucrecia (de 12) y Jofré (de 10) que él era su verdadero padre y que los dos hombres que se habían casado con su madre (el primero murió) eran dos peleles contratados por él para salvar las apariencias.

El shock fue tremendo. De pronto, los cuatro muchachos se convirtieron en los hijos del Papa, porque Alejandro VI fue el primer Pontífice que reconoció públicamente a sus descendientes. No solo eso, además se ocupó de asegurarles un porvenir provechoso. Dicen que con los Borgia nació el término ‘nepotismo’ (nipote es ‘sobrino’ en italiano), por cómo toda la familia se fue infiltrando en los escalones del poder.

A Lucrecia le reservaron el papel de recompensa para las alianzas. Su padre y su hermano César decidieron sus matrimonios y sus viudedades. La casaron primero con Giovanni Sforza, cuando tenía solo 13 años. Más tarde debió jurar (mintiendo) que no había consumado el matrimonio para salvar la vida de su marido. Cuando la alianza con los Sforza ya no convenía, quisieron César y el Papa Alejandro deshacerse del marido de Lucrecia y le propusieron un trato. o juraba ser impotente o... Lo juró.

El segundo marido, Alfonso de Aragón, tuvo menos suerte. Lo estrangularon. Y no pasó nada. "La atmósfera se vio envuelta en el olvido", dice Dario Fo. A Lucrecia sí le afectó. Le dio un nuevo ataque de desesperación. Nuevo porque ya huyó, despavorida, y se refugió meses en un remoto convento cuando apareció el cadáver de su hermano Juan (el abuelo de san Francisco de Borja) flotando en el río Tíber. También en esta ocasión se apuntó a César Borgia como causante de la muerte, aunque hay historiadores que sostienen que lo mataron los Orsini.

Tras el asesinato de su segundo marido, Lucrecia huye a Nepi. Pero pronto regresa a Roma con su padre, que con ella fue siempre muy tierno. Tanto que se dispararon los rumores de incesto. Sobre todo por el reconocimiento del Papa de un hijo, el infante Giovanni Borgia, que parece que era hijo de Lucrecia y de su criado Perotto Calderón (también eliminado por César).

Alejandro VI confiaba en su hija -cuando salía del Vaticano le dejaba a ella las riendas, algo sorprendente- y a la vez la controlaba. Pronto le buscan un nuevo marido, Alfonso de Este, heredero del ducado de Ferrara. A Lucrecia le gusta, pero paga un alto precio. debe abandonar a Rodrigo, el hijo que tuvo con Alfonso de Aragón. En Ferrara, Lucrecia goza de una temporada de felicidad. Se lleva muy bien con su suegro, Hércules de Este. Además, Ferrara es territorio de arte y cultura. Allí coincidieron Rafael, Leonardo da Vinci (que trabajó como ingeniero militar para César Borgia), Ludovico Ariosto, Nicolás Copérnico, Miguel Ángel Buonarroti...

Lucrecia organiza veladas poéticas... Pero su vida se enturbia. se dice que mantiene un romance con Pietro Bembo (quizá sea cierto); a su marido llegan las habladurías sobre el hijo con Perotto; y su hermano César continúa practicando matanzas. El 31 de diciembre de 1502, por ejemplo, convocó en un banquete a la camarilla de hombres (algunos de ellos, capitanes de su ejército) que sabía que conspiraban contra él. Los manjares eran exquisitos. César, el más atento de los anfitriones, se disculpó un momento -tenía que atender a una dama, dijo-. En cuanto salió, sus hombres masacraron con eficacia a todos los comensales. Eliminó en un momento a una buena partida de enemigos. "Con esta infame hazaña, César se granjeó más elogios que indignación", cuenta Dario Fo. Despertó admiración por su enorme astucia y la determinación de un verdadero condotiero. Incluso se fijó en él Maquiavelo cuando escribió El príncipe, su célebre tratado de política.

César heredó la habilidad de su padre. logró conservar su puesto de capitán general de la Iglesia cuando murió Alejandro VI. Pero el siguiente Papa, Pío III, muere tras 26 días de pontificado. Con su sucesor se acabó la suerte. Julio II es Giuliano della Rovere, uno de los grandes enemigos de los Borgia y también un experto hacedor de hijos y contubernios.

A César lo manda encarcelar. El condotiero se fuga saltando desde una torre. Huye a Nápoles, donde lo prenden los aragoneses. En España muere, en el asedio de Viana, luchando con el ejército de Navarra.

Aunque sus maldades la habían martirizado, Lucrecia sufrió con la muerte de César. Se quisieron. Demasiado, según las malas lenguas. No cree Dario Fo que hubiera sexo entre los hermanos. "De semejante indignidad no hay evidencias creíbles", afirma. César la apreció y respetó.

Lucrecia debía de tener mucho encanto. La quisieron sus padres, sus hermanos, sus maridos y también el pueblo. Se convirtió en duquesa de Ferrara en 1505. Lo hizo bien. presidió la Comisión de las Súplicas, fundó el primer monte de piedad de Ferrara para ayudar a los más necesitados...
"Una perla de este mundo", así la definió Pierre Terrail de Bayard, caballero del rey de Francia. Y, sin embargo, se la recuerda como una mujer disoluta e incestuosa...

Era una Borgia.
Como una santaPinturicchio puso el rostro de Lucrecia a santa Catalina de Alejandría en uno de sus lienzos. Este pintor trabajó en las obras para los apartamentos de los Borgia en el Vaticano.
¿Más que hermanos?
Se echa abajo la leyenda del incesto entre César y Lucrecia. No hay evidencias creíbles , asegura Dario Fo.
Quién es quién en la familia (VER PDF)
César Borgia invitó a sus enemigos a un banquete. Salió un momento y sus esbirros los masacraron a todos, a lo Corleone
En Ferrara, Lucrecia coincidió con Rafael, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Copérnico; y fundó el primer monte de piedad
“Los borgia han sido víctimas de una propaganda injuriosa. No les perdonaron no ser romanos”, dice el historiados Mira

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lunes, abril 25

¿Es aceptable 'motero'?

(Un texto de Pancracio Celdrán en el XLSemanal del 24 de agosto de 2014)

Depende de donde se diga: en Chile puede interpretarse como persona que comete errores en la escritura o al hablar. En Bolivia se dice de la persona que vende mote, es decir, relativo al guiso de trigo así llamado. En Ecuador tendrá, asimismo, una interpretación distinta. Referido a la persona apasionada por la motocicleta se dice, con propiedad, 'motero', acepción abreviada de 'motociclista', aunque con matices que dan al término caracter propio. En Inglaterra, y también en Francia, llaman a estos aficionados 'motards': forofos de este medio de locomoción y de este deporte, que en ellos genera una forma de vida.

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¿Cómo se dice, 'drone' o 'dron'?

(Un texto de Pancracio Celdrán en el XLSemanal del 24 de agosto de 2014)

Para refererirse a los artilugios o vehículos aéreos no tripulados, el castellano suele valerse de las siglas VANT y también del término dron, voz inglesa que significa 'abejorro', en alusión a la versatilidad y facilidad de vuelo de este aparato. El diccionario oficial la recoge ya.

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domingo, abril 24

¿Bajo o desde mi punto de vista?

(Un texto de Pancracio Celdrán en el XLSemanal del 23 de noviembre de 2014)

No es correcto emplear el sintagma 'bajo mi punto de vista', entre otras cosas porque es imposible situarse debajo de un punto. La palabra 'punto' se emplea en el sentido de lugar de observación o atalaya donde uno se sitúa. Así, tiene sentido decir 'desde mi punto de vista'.

En cualquier caso, lo apropiado será decir 'en mi opinión'; 'a mi parecer'. El punto de vista pertenece a la fraseología cinegética y militar: puesto de observación, atalaya. Tanto en sentido figurado como literal, se alude al modo subjetivo de alguien al juzgar o ver un asunto.

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sábado, abril 23

Ron y rugby bajo los chaguaramos (Venezuela)



(Un reportaje de Pablo Guimón en el suplemento de viajes de El País del 9 de mayo de 2014)

La Hacienda Santa Teresa acoge una de las destilerías más antiguas de Venezuela y esconde historias de héroes y villanos, de licor y deporte. Y un insólito experimento de regeneración social. Hay lugares que son únicos en el mundo por la cantidad y la calidad de las historias que encierran. Y por su capacidad de conjugar, en un mismo espacio geográfico, ideas aparentemente antagónicas. Historia y futuro. Riqueza y miseria. Naturaleza e industria. Héroes y villanos. O, quizá la más atractiva de ellas, licor y deporte. Todas esas cosas, y alguna otra más, se entretejen entre los cañaverales que se extienden por las 300 hectáreas de la Hacienda Santa Teresa, en el Estado de Aragua, en el norte de Venezuela.

Dos caminos flanqueados por 1.194 chaguaramos, palmeras de más de 20 metros de altura, forman una gigantesca cruz en el centro de la hacienda. Es la cruz de Aragua, que durante años ha servido para identificar desde el aire, o desde los altos cerros forrados de vegetación tropical que lo rodean, el valle del mismo nombre. Y entre esos altísimos chaguaramos, que antiguamente fueron símbolos de poder y riqueza, discurre el trayecto turístico que, desde hace poco, permite al visitante conocer la fascinante historia (y el alucinante presente) de la más antigua marca de ron de Venezuela.

Aquí se hace ron desde mediados del siglo XIX. La hacienda fue fundada en 1796 por el conde Martín Tovar, que la bautizó en honor a su hija Teresa, pero fue devastada en la guerra de independencia, a principios del siglo XIX, en la que Venezuela se separó de la Corona española. En esta finca Simón Bolívar ratificó su histórica proclama de abolición de la esclavitud. Y fue precisamente una esclava liberada la que salvó a Panchita, una niña de ocho años, la única superviviente de la familia Ribas, comprándola a un oficial por siete pesos macuquinos. Panchita era sobrina de un general del ejército libertador que en 1814, al frente de un inexperto ejército de estudiantes, paró a las tropas del temible comandante Bovés. Pero este se repuso y en venganza ordenó liquidar a toda la familia Ribas. Casi lo logra, pero sobrevivió Panchita, que volvió a Aragua al acabar la guerra.

Aquí la conoció en 1926 Gustav Julius Vollmer, el primer Vollmer que llegó a Venezuela, un alemán que quedó prendado de aquel valle y de Panchita, con quien se casó en 1830. Juntos empezaron a recuperar las tierras familiares. Fue en 1885 cuando Gustavo Julio, el hijo de ambos, compró la Hacienda Santa Teresa. Y en 1909 se registra la marca Santa Teresa, la primera de ron de Venezuela.

Los Vollmer trajeron a la hacienda el primer tractor que llegó al país, para llevar la caña de azúcar al trapiche. A mediados del siglo XX ya había en Santa Teresa un moderno complejo agroindustrial para producir finos rones añejos, con una destilería de melaza, que hoy se puede visitar. La ruta empieza en la vieja casa de los condes y prosigue por las distintas etapas de elaboración del ron, desde la recolección de caña basta la planta de embotellado, pasando por las destilerías, la moderna y la antigua, y las naves, rodeadas de vegetación salvaje, donde descansan las viejas barricas de ron. Por el camino se pueden probar, de la mano del maestro catador, los distintos rones elaborados en la finca. Desde el Gran Reserva hasta los delicadísimas 1796 o el Bicentenario, procedente de toneles que atesoran rones de más de 80 años y de los que solo se extraen un millar de litros al año, en botellas numeradas a mano.

La ruta por la hacienda se realiza en un viejo vagón de tren (primero por vías y luego por caminos de tierra) que parte de la estación del Consejo, dentro de la propia finca. Aquí llegó el 8 de abril de 1893 el mítico ferrocarril que unía Caracas y Valencia, acaso el más importante de la historia ferroviaria venezolana, y que supuso el despertar de Aragua. Alberto Vollmer Herrera, padre del actual presidente de la compañía ronera, mandó construir en su recuerdo 12 kilómetros de vía férrea dentro de la hacienda y restaurar la vieja estación, que entra en funcionamiento los fines de semana para las visitas.

Desde la estación de El Consejo, asentada sobre una loma cubierta de césped y que funciona también como restaurante y coctelería, se disfruta de una espectacular vista de la hacienda. Los altísimos chaguaramos, los frondosos cañaverales, los alambiques, la planta embotelladora, la vieja residencia de los condes... y un elemento disonante que conecta con el insólito presente de la hacienda: un campo de rugby.

Porque si la historia de la hacienda es curiosa, su presente entra ya de lleno en el realismo mágico. Un presente que empieza un sábado de diciembre de 2003, cuando un oficial de seguridad de la finca fue asaltado por tres muchachos pertenecientes a una de las bandas delictivas juveniles que imponían su ley en los barrios (o favelas) que salpican los cerros que circundan la Hacienda Santa Teresa. Una alternativa creativa Aquel asalto hizo ver a Alberto Vollmer, que había entrado a pilotar la compañía en 1999, que no podían vivir de espaldas a la cruda realidad social que les rodeaba. Vollmer constató que si los entregaba a la policía, aquellos asaltantes que casi asesinaron a su empleado iban a ser ajusticiados. Pero sabía que si los dejaba libres estaría lanzando un peligroso mensaje a los cerros. De modo que el joven empresario les propuso una alternativa "creativa". Les ofreció pagar por su delito trabajando tres meses para él en la hacienda. Y los asaltantes aceptaron.

Así empezó lo que hoy se ha convertido en el Proyecto Alcatraz, un singular martelo de regeneración social y económica. Un programa que ha logrado dividir por cuatro la tasa de homicidios en la zona y que ha llamado la atención de instituciones, expertos y Gobiernos de medio mundo.

En una surrealista sucesión de acontecimientos, capeados sobre la marcha por Vollmer y su equipo, a aquellos tres asaltantes les siguieron la veintena de miembros de su banda. Después, la banda enemiga. Y así hasta los dos millares de jóvenes que hoy participan en los distintos programas. Un proyecto que se vertebra en un inesperado eje: el rugby. Los hermanos Vollmer, Henrique y Alberta, son apasionados de este deporte, que aprendieron en sus años de estudiantes en Francia. Y enseguida comprendieron que los valores de ese "deporte de villanos jugado por caballeros" podían servir para ayudar a aquellos muchachos que llegaban a su hacienda, acostumbrados a resolver sus pleitos a balazos.

Los alcatraces, como se conoce a los jóvenes de las bandas integrados en el programa, combinaban los entrenamientos de rugby con trabajos en diferentes áreas de la empresa. Y ellos mismos reclutan en sus barrios a otros chavales en peligro de exclusión social "Antes nos veían con pistolas y jugaban a pistolas", explica un alcatraz, "Ahora nos ven con pelotas de rugby y juegan al rugby".

Algunos de los alcatraces van incorporándose en las distintas actividades de la oferta turística que tiene hoy la hacienda. En las cocinas o en las barras del restaurante, y también vestidos con el blanco y el negro de la equipación de rugby del equipo Alcatraz, guiando a los turistas en su recorrido por la finca. Los jóvenes alcatraces, algunos con mucha gracia y solvencia, muestran a los visitantes las distintas zonas de la finca exponiendo las similitudes entre la elaboración del ron y la práctica del rugby. Dos cosas que, por extraño que parezca, y quizá con la ayuda del efecto de los chupitos de ron que se van degustando por el camino, al final del tour parece que tienen mucho en común.

El turismo es el nuevo horizonte del Proyecto Alcatraz, trazado por un empresario visionario, Alberto Vollmer. Su nueva fantasía es de color blanco. En algún viaje a España se le ocurrió que los barrios de chabolas encaramados a los cerros que rodean la hacienda, donde hasta hace poco reinaban las bandas y no podía entrar ni la policía, podrían ser como los pueblos blancos andaluces. Así nació el Proyecto Casas Blancas, que cuenta con la financiación de, entre otros, la fundación de Bill y Melinda Gates. Cuando un barrio se convierte en seguro se pinta de blanco. El resultado es sorprendente. La sencilla geometría de las chabolas de hormigón se transforma en pueblos blancos que emergen entre la vegetación tropical y se asoman al maravilloso valle presidido por la cruz de Aragua. Un paisajista diseñará plazas y plantará flores. Y aquellos jóvenes antes abocados a morir en un tiroteo abrirán sus negocios turísticos. Algunos ya se están formando. ¿Una fantasía inverosímil? Quién sabe. Pero esto es el valle de Aragua y cosas más improbables que esta se han producido. Más información en www.haciendasantateresa.com.ve

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viernes, abril 22

¿Qué distingue a los buenos de los malos gobiernos?

(La columna de Eduardo Punset en el XLSemanal del 28 de septiembre de 2014)

Algunos hechos que hoy nos parece que solo pueden ser producto del capitalismo neoliberal ocurrieron a mediados del siglo XIV en la ciudad italiana de Siena. Los frescos de Ambrogio Lorenzetti (1290-1348) titulados Alegoría y efectos del buen y del mal gobierno (1337-1339) que cubren más de siete metros de pared en la Sala de los Nueve en el Palacio Público de Siena tratan de temas actuales que vale la pena recordar. Este espacio pictórico es doblemente dual. por un lado están el buen y el mal gobierno; por otro, los efectos de ambos en la ciudad y en el campo.

La oposición entre el buen y mal gobierno corresponde a los dos modelos políticos que competían en aquellos años. el de la ciudad independiente, republicana y pacífica (el buen gobierno); y el modelo feudal, guerrero y autoritario de la Señoría (el mal gobierno). Aunque el modelo que se impuso tras la peste negra de 1348 fuera el de la Señoría, quisiera hablarles hoy del modelo más afín al nuestro. El buen gobierno, nos dice Lorenzetti, no es el que acumula virtudes u hombres sabios. El buen gobierno es ante todo una práctica que produce efectos benéficos en nuestro día a día. Para conseguirlo, resulta necesario organizar la rotación de las élites. Roma y Siena lo hicieron de manera mucho más audaz de lo que lo hacemos nosotros. Para asegurar el vaivén gubernamental, Siena impuso el régimen político de los Nueve, por el que nueve magistrados, sin salir del palacio, gobernaban entre tres y seis meses dedicándose plenamente, en este corto tiempo, a los asuntos de la ciudad.

Hemos olvidado la importancia que tuvieron ciudades independientes como Siena. hoy en día las presentamos al público solo como patrimonio cultural y artístico, pero olvidamos que fueron, ante todo, grandes laboratorios de creatividad política y cívica. Entre conspiraciones de la nobleza y revueltas del pueblo, los Nueve encargaron a Lorenzetti este conjunto de frescos para convencer a sus ciudadanos de que debían preservar su ejemplar modelo cívico frente al modelo autoritario.

Siena había repartido el poder y gobernaba con ecuanimidad. Había establecido dos contrapoderes. el podestá, un magistrado elegido entre la aristocracia, pero itinerante y forastero para garantizar la neutralidad, cuya tarea era resolver sin demora los conflictos de la ciudad; y un gobierno del pueblo encabezado por el capitano del popolo (el capitán del pueblo). Entre 1250 y 1350, las instituciones no se sucedieron, se superpusieron. Más de un tercio de los hombres tuvieron, durante ese siglo, algún tipo de responsabilidad política; fue una implicación sorprendente e inusitada. También se concibió con máxima osadía, en la segunda mitad del siglo Xlll, una legislación ‘antimagna’ que permitía excluir a los más ricos de la vida política y pública.

Preocupaba menos el nivel de fortuna que la arrogancia social. Preocupaba que los Magna los que tenían fama de grandeza despreciaran a los ciudadanos. Se estimaba que el poder social y el desdén de los ‘magnos’ era una violencia social imperdonable. Pocas legislaciones han tratado de regular con más atención el buen gobernar. Esto es la política nos dice Lorenzetti en sus lienzos. el arte de la persuasión y de la libre circulación de todas las opiniones, aunque la libertad conlleve tensiones.
Pero en 1338, diez años antes de que la peste negra asolase Siena, un hecho financiero desencadenó la crisis final. los bancos quebraron, el Gobierno decidió salvarlos y el Estado se endeudó para hacerlo. En 1355, todo se viene abajo. Estos eventos nos los cuenta Simonde de Sismondi en su Historia de las Repúblicas italianas del Medioevo (1807-1818) y el historiador Patrick Boucheron en su Ensayo sobre la fuerza política de las imágenes (2013). ¿Hemos progresado?

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jueves, abril 21

Yo, Augusto, El emperador II

(Un texto de Miguel Angel Novillo López en el suplemento Crónica de El Mundo del 16 de noviembre de 2014)



Nombrado heredero por su tío abuelo Cayo Julio César, Cayo Octavio Turino (63 a.C.-14 d.C.) ocupó el poder de Roma a los 17 años de edad. En Hispania, que habría visitado en tres ocasiones, acacon cántabros y astures, los dos últimos focos de resistencia anti-romana, y fundó ciudades como Mérida, Zaragoza o Barcelona. Rescatando los principales valores republicanas y respetando las costumbres autóctonas, fue determinante en la integración de Hispania dentro del sistema imperial.

Tras la derrota de Marco Antonio en Accio y la posterior muerte de éste en Alejandría junto con Cleopatra a fines del año 31 a.C., Octavio se encontraba ante la necesidad de dotar de base legal a su poder personal mediante la instauración de un nuevo régimen en el que se combinasen la realidad de un poder absoluto y las formas ideales republicanas. El nuevo régimen imperial no surgió de inmediato, sino que en realidad fue el resultado de una lenta evolución sociopolítica sólo acelerada en las últimas décadas del período republicano. Restauración e innovación fueron dos conceptos determinantes en la valoración histórica de la gestión de Augusto, quien en sus Res gestae se presentaba como el restaurador del tradicional régimen republicano y al mismo tiempo como el responsable de la instauración del nuevo régimen imperial.

El extraordinario poder con el que contó Octavio desde los años 29-28 a.C., vendría justificado por los acontecimientos políticos y militares que se desencadenaron tras la muerte de Julio César, pero, igualmente, en los mismos hechos politices de esos dos años, pues, concluida la guerra contra Marco Antonio y Cleopatra, confirmó la presencia romana en Dalmacia, logrando a la par importantes triunfos en Hispania y en África. Desde entonces, desapareció por completo el sistema de gobierno republicano, si bien los responsables de la política seguían presentándose como los defensores del viejo orden. En realidad, el poder de Augusto se fundamentó en la concentración de varias magistraturas y de poderes republicanos que llegaron a confirmar las bases de su poder supremo dentro del Estado, instaurando con ello un nuevo régimen político.

EN TARRACO. En febrero del año 27 a.C., recientemente nombrado princeps por el Senado, Augusto desembarcó en Tarraco (Tarragona) con el propósito de acabar con cántabros y astures, los últimos focos de resistencia anti-romana. Un año después, mientras Publio Carisio combatía a los astures, Augusto atacó a los cántabros. Los astures, después de un año de lucha y tras ser rodeados, se suicidaron, si bien los cántabros lograron que Augusto enfermase y se retirase a Tarraco.

 

En otoño del año 25 a.C., dirigió una nueva ofensiva fundando Asturica Augusta (Astorga) como base de la retaguardia y emblema de la colonización militar que tenía como propósito. Las primeras victorias y la entrega del líder cántabro Corocotta, quien terminó por ser perdonado por el emperador, hicieron creer a Augusto que la guerra había llegado a su fin. Empero, todo no fue sino un craso error. Al año siguiente, los astures se rebelaron contra Carisio y los cántabros les siguieron. Tras varias contiendas, los astures, tras caer derrotados, acabaron trabajando en las minas, pero los cántabros lucharon basta la muerte. En este sentido, el geógrafo e historiador griego Estrabón relata que las madres daban muerte a sus hijos antes de verlos sometidos, que los crucificados cantaban himnos de triunfo y que los niños se mataban entre sí cuando los romanos venían a acabar con ellos.

La cuestión cántabra concluyó finalmente en el año 19 a.C., siendo el último caso de la pasión por la independencia de los pueblos prerromanos en la península Ibérica, La ocupación del norte peninsular fue tan dura que Marco Vipsanio Agripa, yerno y mano derecha del emperador, no reclamó el correspondiente triunfo. Sabemos por el historiador romano Dión Casio que en el año 25 a.C. Augusto decretó el licenciamiento de los soldados más veteranos de su ejército con los que fundó Augusta Emerita (Mérida).

Nicolás Damasceno, historiador y filósofo sirio, nos informa de que ya estuvo en Hispania a comienzos del año 45 a.C. para socorrer a Julio César en el contexto del Bellun Hispaniense. Al arribar a Tarraco, supo que su tío abuelo ya no se encontraba allí y tuvo que reunirse con él en el sur de la Bética. Más tarde, en el viaje de regreso de Gades (Cádiz) a Tarraco, y antes de marchar a Roma en el otoño, se detuvieron en Carthago Nova (Cartagena) con objeto de administrar justicia.

El último viaje de Augusto a Hispania se dio entre los años 16-13 a.C. En el año 16 a.C. marchó hacia la Galia, y desde ahí pasó a Hispania. En este recorrido ha de situarse su estancia en Narbona en el invierno del 16-15 a.C. y la redacción de los decretos recogidos en el Edicto del Bierzo. El periplo finalizó en el año 13 a.C. con la fundación de varias ciudades en el territorio hispano y con la decisión del Senado de construir en el Campo de Marte un altar de la paz, el Ara Pacis.

Con la liquidación de los últimos focos de resistencia, la romanización se aceleró sobremanera. La presencia de las legiones se convirtió en el principal elemento de la romanización. Si bien es cierto que hasta la época flavia no se redujo considerablemente el número de legiones, los cometidos de las mismas se centraron en el desarrollo de las infraestructuras y de la administración provincial.

Augusto asumió la organización administrativa de la península. Por consiguiente, en el año 27 a.C. diseñó una nueva división territorial en tres provincias: Tarraconense, con capital en Tarraco; Lusitania, con capital en Augusta Emerita, y Bética, con capital en Corduba.

Las ciudades por él fundadas jugaron un papel decisivo en el desarrollo del culto imperial, que serviría de elemento de unión en todo el Imperio. Así, en el año 15 d.C., un alío después de su muerte, se levantó en Tarraco el primer templo dedicado a su culto, que serviría de modelo a todo el Imperio.

Por otro lado, son varios los factores que evidencian el desarrollo económico hispano por iniciativa augustea: fomento de la red viaria, destacando la Vía de la Plata o la Vía Augusta, camino que discurría desde los Pirineos hasta Cádiz bordeando todo el levante peninsular; producción de varias acuñaciones monetarias en las que las leyendas en latín sustituyeron a las ibéricas; desarrollo de la actividad minera, destacando las explotaciones de las minas de Riotinto y de Las Médulas; impulso de la actividad comercial del trigo, del aceite y del vino.

Con Augusto, Hispania empezó a disfrutar del más largo periodo de paz hasta entonces conocido. Las antes tribus beligerantes se convirtieron en tropas auxiliares de las legiones. Todas las formas de la economía, la política, la religión y la cultura confluyeron en el paradigma romano, y la urbe, esto es, la ciudad, fue la clave de la romanización, o lo que es lo mismo, de la civilización. La obra y la gestión de Augusto tanto en Hispania como en el resto de provincias del Imperio tuvieron tal calado que sobrevivieron a los siglos a través de un amplio legado cultural y material.

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