Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

martes, agosto 31

Sorolla americano

(Un artículo de Antonio Muñoz Molina en El País del 14 de diciembre de 2019)

La pintura era el oficio de Joaquín Sorolla. El dibujo era su manera de estar en el mundo. La pintura exigía preparativos, aparatos, lienzos, horas en el estudio, sombrillas y bastidores para instalar el cuadro en una playa. Para el dibujo solo hacía falta un pequeño cuaderno y un lápiz, y ni siquiera eso, el reverso de cartulina del menú de un restaurante de lujo, el cartón de una caja, el que venía dentro de una camisa recién planchada, recién traída a la habitación del hotel por una camarera, en una de esas ciudades de modernidad exótica que estimulaban aún más los sentidos, Nueva York o Chicago. Para el dibujo no hacía falta un modelo que posara, ni un gran encargo complicado, ni un proyecto de antemano noble y prestigioso: lo único necesario era el hábito de tener muy abiertos los ojos ante cualquier cosa que sucediera, en cualquier sitio, a cualquier hora del día o de la noche, en un café de París o en un teatro, o en la intimidad doméstica que a Sorolla le gustaba tanto y que sin duda le costó una parte de su prestigio; en un siglo de genios polígamos, de artistas desastrosos y malditos, Sorolla fue, imperdonablemente, un burgués próspero, un marido que enviaba cartas de amor a su mujer desde cualquier ciudad del mundo en la que estuviera, un padre que no se cansaba nunca de retratar a sus hijos, "un bohemio de la familia", como él mismo decía.

 

Igual que otras personas tamborilean con los dedos sin darse cuenta, Sorolla miraba y dibujaba, y no con la instantaneidad de una cámara fotográfica, como suele decirse, entre otras cosas porque no se habían inventado aún las cámaras ligeras que podían llevarse en el bolsillo y dispararse furtivamente en un segundo. Aunque era yerno de un fotógrafo y había trabajado de aprendiz o ayudante en un taller, Sorolla mira, y actúa, como un dibujante, porque era así como se había adiestrado, en "el amor ciego de la línea", decía él, en la disciplina de los estudios formales, un cimiento tan sólido que pudo sostener sobre él todas las libertades que quisiera tomarse, como se sostiene el albedrío y la audacia de un improvisador sobre el cimiento de una rigurosa educación musical.

A Sorolla se le atribuyó una fama peligrosa de facilidad, alimentada por esas fotografías en las que se le ve pintando sobre un lienzo en blanco en la playa, a las bravas, como si los azules del mar y el fulgor del mediodía se convirtieran en pintura por un milagro instantáneo. Parece que quien trabaja muy rápido y despliega sin dramatismo grandes facultades formales es poco más que un atolondrado con suerte, como aquel Mozart de peluca torcida y risa fácil de la película Amadeus. Dice Thomas Mann que el arte borra las huellas del esfuerzo. En la pintura de Sorolla la sensación de fluidez y naturalidad es tan poderosa que parece excluir la premeditación: pero muchas de esas figuras que dan la impresión de inmediatez y de azar de la fotografía de una Leica resulta que se sostienen sobre dibujos muy repetidos y muy elaborados, estudios meticulosos cuya huella se borró igual que se han borrado las muchas horas de aprendizaje y paciencia en el solo fulgurante de un músico de jazz.

[…] los bocetos improvisados sobre menús de restaurantes o en hojas de cuaderno no son más valiosos que los estudios preparatorios para algunos de sus cuadros mayores. Lo que parece encontrado de golpe en realidad es el producto de una búsqueda muy larga, de una persistente sucesión de tentativas. El espejismo de la espontaneidad solo se consigue después de un arduo y apasionado aprendizaje. Y solo es posible haber aprendido tanto cuando el estudio no es un cautiverio separado de la vida, sino la simple manera que uno tiene de estar en el mundo. No había hora, ni día, en que Sorolla no estuviera estudiando, observando, pupila alerta y lápiz en la mano, guiado por el entusiasmo de celebrar lo que tenía delante de los ojos, por la urgencia de atrapar un gesto o un detalle para después recordarlo, gracias a ese instrumento supremo, la línea, el trazo rápido y preciso, educado en la severidad de la disciplina académica, la lámina de papel en blanco delante del modelo ola modelo desnudos, la atención a los pormenores de la musculatura y del contorno, la exigencia de salir a la calle o al campo, la humildad de mostrar las cosas exteriores y objetivas sin la urgencia de imprimir sobre ellas la marea del propio talante, del propio estilo apresurado.

Inevitablemente, a un artista de mucho éxito le cae encima la obligación de ser idéntico a sí mismo. Muchas veces, sobre todo cuando trabajaba para el imperioso millonario Huntington, a Sorolla no le quedaba más remedio que pintar sorollas, y nunca dejó de hacerlo admirablemente. Cuando trabajaba por gusto, para él mismo, para distraer la espera en un restaurante o para complacerse en los rasgos conocidos de memoria o en la mirada de grandes ojos pensativos de su mujer, o en la cercanía atareada o festiva de sus hijos, Sorolla se permitía una libertad más desahogada porque no estaba al servicio de ningún propósito, de ningún proyecto. Huntington lo atosigaba con sus demandas de hectáreas de escenas folclóricas y trajes regionales españoles, pero no iba a comprarle una vista de la Quinta Avenida y Central Park en una mañana de tráfico y lluvia, en un contrapicado de vértigo, desde la ventana alta de un hotel. Un retrato formal se pinta durante largas sesiones en un estudio y exige todo tipo de responsabilidades, algunas de ellas paralizadoras. En el rato de espera en el restaurante, el pintor tiene la libertad del anonimato, la actitud observadora y furtiva del espía. Sin que nadie se dé cuenta, está retratando a lápiz a esas dos figuras que se inclinan la una hacia la otra, hombre y mujer, en una actitud de confidencia, tal vez de clandestinidad. El artista celebradamente español descubre una veta tan americana como la que estaban explorando por aquellos mismos años Robert Henri o John Sloan. En el reverso tan gustoso de la cartulina del menú se deleita dibujando un sombrero de señora de última moda que se abre sobre su cabeza como una corola desmedida. Y entonces se permite el lujo secreto, el capricho, de sacar otro lápiz y añadir un garabato rojo memorable al blanco y negro del dibujo.

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lunes, agosto 30

Ibiza, plácido y delicioso ritmo pitiuso

(Un texto de Nacho Sánchez en El País del 6 de diciembre de 2019)

Caminos sinuosos entre bosques, calas solitarias y un 'bullit de peix' en El Bigotes. Escapada otoñal por el norte insular, donde el turismo de masas es un rumor.

Ibiza tiene 571 kilómetros cuadrados. Se recorre de punta a punta en poco más de una hora en coche. Es el destino playero cool y recibe más de tres millones de visitantes al año. A estas alturas ya no quedan calas escondidas ni lugares secretos que solo conozcan unos cuantos lugareños. Pero aunque parezca imposible en la era de Internet y las redes sociales, sí existe un pedazo de tierra que se parece a la Ibiza original, a la que hoy solo aparece en postales vintage del mercadillo hippy de Las Dalias o en fotografías que acumulan polvo en establecimientos centenarios. Es el norte de la isla balear, que escapa a estereotipos y discotecas. Donde las bacheadas carreteras se pierden entre densos pinares, con sus cunetas salpicadas de las plantas que obran el milagro de convertir el anís en hierbas ibicencas. Es el rincón ideal para perderse durante el otoño, porque al norte de Ibiza la vida siempre es domingo, todo marcha a una velocidad menor y el turismo de masas es solo un rumor.

La capitalidad de esta calma septentrional la ejerce Sant Joan de Labritja, término municipal con apenas 5.500 habitantes en más de 100 kilómetros cuadrados. La localidad homónima —una de sus cuatro parroquias, junto con Sant Miquel, Sant Vicent y Sant Llorenç— es toda una delicia. Se expande apenas dos calles alrededor de la iglesia. Su pausada vida solo se quiebra los domingos, que amanecen con un coqueto mercadillo con música en directo, puestos de moda, joyería y comida. Más tarde, los visitantes se desplazan a la cercana Benirràs, al son de los tambores, ante los que muchos lugareños fruncen el ceño. Los habitantes de esta zona prefieren una vida tranquila, de huertas y casas payesas rodeadas de almendros, algarrobos y olivos centenarios, bajo los que picotea un ejército invasor de palomas torcaz. La tierra naranja que pisan estas aves domina un paisaje que guarda pequeños nirvanas de aguas turquesas donde el turismo no es tan masivo porque no cabe. El norte lo tiene claro: no quiere parecerse al sur insular.

Algunas playas mínimas se descubren circulando por la carretera E10. La primera es cala Xarraca, donde pescan los cormoranes. En los arenales que la siguen, S’Illot des Renclí y cala Xuclar, ambos diminutos, caben apenas un puñado de personas. Entre los pinos también hay embarcaderos para sentarse al sol otoñal cual lagartijas pitiusas. Superando Portinatx se llega a la cala d’en Serra. Los socavones del camino lo convierten en un acceso solo apto para conductores valientes; así que mejor aparcar y disfrutar de una corta y sencilla ruta senderista hasta la playa. Quizás esta época del año no sea momento para el baño, pero el buceo es toda una experiencia mecidos por el lento bamboleo de las praderas de posidonia.

Vistas a Tagomago

La carretera vieja de Portinatx sigue su camino entre curvas cerradas y baches hasta Sant Joan de Labritja, y la PM811 toma entonces rumbo hacia Sant Vicent de Sa Cala por una de las zonas más boscosas en una isla de bosques. La caída del sol es el mejor momento para acercarse a los muelles de Pou des Lleó, desde donde parte una senda de tierra por la que pasear poco más de un kilómetro hasta la torre de Campanitx; allí aguardan preciosas vistas hacia el perfil ondulado del islote de Tagomago. Siguiendo la costa, otra estrechísima, serpenteante y solitaria lengua de asfalto se adentra entre pinos y viñedos hacia el sur, casi olvidándose de cala Mastella, un rincón que pasa inadvertido salvo para quienes buscan el silencio o los sabores de El Bigotes (650 79 76 33). Creado a partir de una caseta de pescadores, este restaurante está siempre a reventar en sus dos turnos. El de mediodía ofrece pescado a la plancha; el de las dos de la tarde, bullit de peix a partir de las capturas pesqueras del día, en mesas compartidas. Sirvia, raya, corvina, cabracho o gallo San Pedro son servidos con patatas guisadas para arrancar un menú culminado con un exquisito arroz caldoso. Cocinado con leña, el doble plato se borda en esta casa desde hace décadas. Como el flaó — postre tradicional ibicenco— y el café caleta, que a base de agua, brandi, canela y piel de limón propone una dulce sobremesa que cuesta abandonar. Alejado de lujos y comodidades, proporciona un momento único, igual que sentarse a la mesa del Bar Anita, en el cercano pueblo de Sant Carles de Peralta, que aún ejerce de casa de postas con más de 600 buzones de las viviendas diseminadas de toda la zona para que las cartas no se pierdan entre caminos de tierra y veredas.

A 16 kilómetros hacia el interior de la isla, el estanco de Sant Miquel de Balansat también fue centro de comunicaciones. Allí iban los jóvenes de Estados Unidos en la década de 1960 para recoger los giros postales que sus familias enviaban desde el otro lado del Atlántico. Este rinconcito ubicado en una casa con cuatro siglos de antigüedad también es el bar Can Xicu. La actriz Tita Planells mantiene hoy, con pulso firme, este negocio familiar, epicentro para el café de la mañana o la primera cerveza vespertina. Unos pasos más abajo, La Casita del Sol (971 33 46 49) sirve pan casero de cacao y naranja, costilla de ternera o huevos rotos en sus terrazas ajardinadas. “Nosotros no cocinamos, solo transformamos: el horno de piedra hace todo”, subraya uno de sus chefs, Daniel Díez, que dirige el lugar junto a su hermano Adrián desde mayo de 2018. El tándem también lidera exitosamente La Luna Nell’Orto, a escasos 50 metros.

El recorrido gastronómico se puede cerrar en La Paloma. Ubicado en una casa payesa de Sant Llorenç, un gran algarrobo domina el patio principal rodeado de naranjos y huertas. Con productos orgánicos y cocina internacional, se ha ganado el corazón del turismo foráneo, que en las frescas noches se acerca a la chimenea del interior de la vivienda. El otoño es otra cosa en Ibiza.

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domingo, agosto 29

Alicia en el país de las matemáticas: 150 años después

(Un texto de Javier Yanes en la página bbvaopenmind.com del 26 de noviembre de 2015)

Una niña llamada Alicia persigue a un conejo blanco que corre azorado mientras consulta un reloj de bolsillo. Tras caer por la madriguera del animal, Alicia se ve de pronto inmersa en un fantástico país habitado por un gato que se vuelve invisible, naipes que hablan y una reina que exige cortar la cabeza a todo aquel que ose contrariarla. Dado que se trata de un relato para niños, es natural que Alicia en el país de las maravillas y su continuación, A través del espejo, retraten un mundo imaginario. Sin embargo, hay algo que hace de estos cuentos de Lewis Carroll un caso especial. Un motivo de debate para los adultos incluso hoy, 150 años después de la publicación del primer volumen, el 26 de noviembre de 1865.

Lo que distingue a Alicia de otros cuentos infantiles es su singular empleo de la lógica, a veces llevada al extremo, como cuando el Sombrerero Loco le dice a Alicia que sí puede tomar más té, dado que aún no ha bebido nada; lo que no puede es “tomar menos”. Pero en otras ocasiones, la lógica se retuerce hasta el absurdo: los relojes dan el día pero no la hora, el tiempo y la memoria funcionan en ambos sentidos, suceden varios días al mismo tiempo y hay que correr para quedarse en el mismo lugar.

Esta peculiaridad de Alicia tiene una explicación: Charles Lutwidge Dodgson, nombre verdadero del escritor británico Lewis Carroll (18321898), fue también fotógrafo, inventor y diácono de la Iglesia anglicana; pero sobre todo fue matemático, la profesión que estudió y que ejerció como profesor del Christ Church College de Oxford. El trabajo matemático de Dodgson, que firmó con su nombre real en casi una docena de libros, solo se ha explorado a fondo en las últimas décadas, como sus aportaciones en matrices y determinantes, sus códigos y claves o su probabilística. Sin embargo, según precisa a OpenMind el matemático y divulgador Keith Devlin, cofundador y director del Instituto de Investigación Avanzada en Ciencias y Tecnologías Humanas (HSTAR) de la Universidad de Stanford (EE.UU.), “parece que fue sobre todo un tradicionalista, opuesto a los nuevos desarrollos en esta disciplina”.

Esta visión de Carroll como un matemático conservador inspiró a la británica Melanie Bayley, doctora en literatura inglesa por la Universidad de Oxford, para interpretar ciertos pasajes de Alicia como una mofa de los avances de su época. A mediados del siglo XIX el álgebra estaba internándose en un campo cada vez más abstracto, una deriva que Carroll no veía con buenos ojos. El matemático Solomon Golomb pone como ejemplo el pasaje de A través del espejo en el que Alicia conversa con Humpty Dumpty, un diálogo atiborrado de palabras inventadas. “Creo que esta era la parodia de Carroll de las matemáticas abstractas modernas, que estaban dando significados técnicos muy específicos a palabras cotidianas como conjunto, grupo, anillo o campo”, indica Golomb a OpenMind. “Humpty Dumpty afirmaba que las palabras debían significar lo que él quisiera que significaran”.

La teoría de Bayley sobre Alicia como parodia de la nueva matemática se ejemplifica en el capítulo de la fiesta del té, en el que la niña conoce al Sombrerero Loco y a sus dos compañeros, la Liebre de Marzo y el Lirón. Los tres están eternamente tomando el té a las seis porque el Tiempo les abandonó. Según Bayley, existe una clara analogía con el concepto de cuaterniones, propuesto por el matemático William Rowan Hamilton. Así como los números complejos constan de dos términos, los cuaterniones constan de cuatro, correspondientes a las tres dimensiones espaciales y el tiempo. En ausencia del Tiempo, los tres personajes de la escena no hacen sino dar vueltas y vueltas a la mesa del té, del mismo modo que los cuaterniones de Hamilton solo permiten la rotación en un plano al eliminar el cuarto término.

Algunos expertos, como es el caso de Golomb, discrepan de las tesis de Bayley. La investigadora, que fue científica antes de virar hacia la literatura, apunta a su vez a OpenMind que los términos algebraicos esgrimidos por Golomb como inspiradores del diálogo de Humpty Dumpty son de origen continental y aún no eran populares en la matemática victoriana, por lo que Carroll probablemente los ignoraba. Por su parte, Devlin opina que si Bayley está en lo cierto y los lectores de la época podían reconocer esas referencias, “fue por eso que los libros de Alicia llegaron a ser lo suficientemente conocidos como para perdurar”. “Imagino que la mayoría de los matemáticos los encuentran divertidos, incluyéndome a mí”.

Pero Bayley añade que las bromas ocultas en Alicia no se limitan a las matemáticas. Carroll escribió el cuento para una niña, Alice Liddell, cuyo padre era el decano de Christ Church y por tanto el jefe del autor. Según la investigadora, la primera versión de la historia, titulada Las aventuras subterráneas de Alicia, “fue entregada a la familia Liddell y expuesta en su mesilla del café”. En esta entrega inicial aún faltaban pasajes como el de la fiesta del té y otros que Carroll añadió más tarde, después de sostener discusiones con el decano sobre las políticas de Oxford y las nuevas matemáticas. “Si reunimos los escritos matemáticos del propio Carroll, su tendencia a criticar las políticas de Oxford a través del humor, su visión sobre la educación matemática contemporánea y sus desavenencias con el padre de Alice Liddell, creo que podemos buscar burlas en las escenas insertadas”, resume Bayley.

Lo cual nos revela además que Carroll fue un innovador, ya que empleó un recurso hoy muy habitual en el cine infantil: “Alicia es un libro para niños con chistes para adultos (sobre el mundo de Oxford de Dodgson) entremezclados en sus páginas”, concluye Bayley. Por todo ello, el matemático Charles Dodgson siempre será mejor recordado como el escritor Lewis Carroll. “Realmente no tenemos manera de saber si era un buen matemático”, comenta Devlin. “Si efectivamente sus historias de Alicia eran sátiras, esto pudo hacer de él un marginado en la comunidad matemática de su época; aunque, para empezar, tampoco fue nunca un miembro de esa comunidad”.

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sábado, agosto 28

Aprenda a respirar como un niño (para vivir mejor)

 

(Un texto de María Corisco en el XLSemanal del 2 de febrero de 2020)

 

Nuevas técnicas enseñan a respirar para llenarnos de alegre vitalidad o para tranquilizarnos y dormir como los bebés. Ellos sí que respiran bien; nosotros también lo hacíamos, pero con los años hemos perdido esa habilidad. Te explicamos cómo recuperarla.

 

Mira cómo respira un bebé dormido. Con cada inspiración, su abdomen se hincha y todo su cuerpo parece expandirse. Su respiración es un vaivén, una oleada de vida que le recorre del ombligo a las clavículas sumiéndolo en un estado de tranquilidad. Es una imagen que nos inunda de paz y que tal vez nos haga evocar un tiempo en el que también nosotros respirábamos así. Porque todos hemos tenido esa capacidad de inspirar y espirar correctamente; el problema es que, con el paso de los años, fuimos poniendo barreras a esa respiración infantil.

Algunas de esas barreras vienen dadas por el mero desarrollo: perdemos esa barrigota blanda y redonda y vamos endureciéndonos, fortaleciendo nuestra musculatura; otras las incorporamos a medida que integramos patrones posturales: nos educamos en la contención y aprendemos a ‘meter tripa’; pero la mayoría de las restricciones que le ponemos a la respiración surgen del estrés, de las preocupaciones, de la ansiedad.

«A medida que crecemos y nos vamos llenando de quebraderos de cabeza, tomamos aire como para vivir, como para no morirnos. Cogemos aliento de forma superficial. Pero, cuando hacemos una respiración profunda -pulmones llenos, abdomen hacia fuera, costillas expandidas-, oxigenamos mucho más el cuerpo y la mente se va aquietando». Nos lo dice Elvira García, instructora de hatha yoga a la que el pranayama -regulación de la respiración- le cambió la vida: «Empecé a respirar y el resto vino solo. Dejé de aturullarme. Mi vida fue otra».

Los que aún seguimos aturullándonos solemos vivir sin prestar atención a nuestra forma de respirar. A menudo, aun sin estar especialmente nerviosos, cogemos poco aire y respiramos de forma ligera; en este caso, expone Eugeni García-Grau, psicólogo de la Universidad de Barcelona y coautor del Manual de entrenamiento en respiración, «si la cantidad de oxígeno que llega es insuficiente, la sangre no puede purificarse ni oxigenarse adecuadamente, lo que puede favorecer los estados de ansiedad, promover el cansancio y hacer que una situación estresante sea más difícil de superar». Es la hipoventilación. A menudo también se produce el fenómeno contrario: la sobrerrespiración. Cuando estamos sobreexcitados, nuestra respiración se hace más corta, alta y rápida; también podemos tender a tomar grandes bocanadas de aire. Nos hiperventilamos.

Una respuesta al estrés

Sin darnos cuenta, vamos generando respuestas automáticas a través de la respiración, desde ese «me quedé sin aliento» al infantil «me enfado y no respiro». Sostenidas en el tiempo, esas respuestas pueden afectar a nuestra salud. Pensemos en el estrés, un estado emocional al que nuestro cuerpo responde acelerando la respiración, aumentando la frecuencia cardiaca y elevando la tensión muscular. Tres parámetros que afectan de modo negativo a la salud cardiovascular. En este sentido, el Instituto HeartMath de California ha ideado un nuevo método al que ha denominado ‘respiración por coherencia cardiaca’, en el que relaciona la relajación con la respiración y la frecuencia cardiaca (aunque, desde la India, sonríen con condescendencia ante lo que ellos consideran no es sino una forma más de pranayama, los ejercicios respiratorios del yoga).

Regular los latidos

Esta técnica consiste en utilizar las inspiraciones y exhalaciones para controlar los brincos, la irregularidad de los latidos. El objetivo es aumentar la amplitud de la frecuencia cardiaca, sincronizando la respiración y el ritmo del corazón. «Con ese patrón de latido rítmico y fluido, entramos en lo que se denomina ‘coherencia cardiaca’ y en un estado de relajación y bienestar -indican desde la Fundación Española del Corazón-. Este nuevo método permite aliviar el estrés de forma rápida y proporciona numerosos efectos positivos en nuestra salud, con un aumento notable de claridad mental y un mayor equilibrio psicoemocional. De hecho, pilotos de caza franceses están entrenados en la coherencia cardiaca para reducir el estrés».

¿Por qué nos relaja respirar hondo? Mark Krasnow y Kevin Yackle, investigadores de la Universidad de Stanford, tienen una respuesta: el marcapasos de la respiración. Se refieren al complejo pre-Bötzinger, una región del tronco encefálico de donde proceden los estímulos que activan los músculos respiratorios que nos permiten inspirar. Este núcleo contiene entre seis y ocho mil neuronas, pero, entre ellas, Yackle ha identificado en ratones un grupo de unas 350 que podrían explicar, desde la neurociencia, por qué nos relaja respirar hondo. Según han publicado en la revista Science, estas neuronas conectan la respiración con los estados mentales, vinculándola con la relajación, la atención, la excitación y la ansiedad. Su idea es que «comprender la función de este núcleo conducirá a terapias para el estrés, la depresión y otras emociones negativas».

¿Y cómo se relaciona la respiración con el estado de ánimo? Estos investigadores están dando con las claves que explicarían desde la neurociencia que la respiración está íntimamente ligada al estado de ánimo y que se trata de una vía de doble sentido. En esta relación bilateral, no solo las emociones modifican nuestra respiración, sino también los cambios en esta deben servirnos como herramienta para rebajar los niveles de ansiedad.

Este conocimiento va intrínsecamente ligado al yoga. «Los textos más antiguos, de hace tres mil años, ya nos hablan de pranayama -explica Silvia Gallego, autora de La respiración y el yoga-. Que la respiración no me domine a mí: yo colaboro con su impulso natural para, según unos ritmos y patrones, hacerla cambiar a voluntad. Es una herramienta muy potente para calmar la mente y centrarnos. La respiración siempre está ahí y, si la observas, puedes usarla a tu favor».

Los practicantes de yoga conocen múltiples respiraciones. «Unas se utilizan a primera hora de la mañana y son vigorosas; otras están encaminadas a bajar el tono», continúa Gallego. Una de las respiraciones más vigorosas es bastrika; consiste en una serie de respiraciones forzadas que agitan el aire en los pulmones rápidamente, por eso se la conoce también como ‘respiración del fuelle’. Es una técnica en la que todo el sistema respiratorio (inhalaciones y exhalaciones) está activo, y, mediante ella, se genera calor en el cuerpo.

Hablamos de activación y desactivación. Los problemas de desactivación son más que habituales en las personas con dificultades para descansar y conciliar el sueño. Para ellas, la regulación de la respiración se presenta como un recurso que puede ser muy eficaz. De entre los métodos empleados para combatir el insomnio, probablemente el más popular sea el método 4-7-8. Se lo debemos a Andrew Weil, director de Medicina Integral de la Universidad de Arizona, autor de best sellers y una celebridad que ha sido portada dos veces en Time y ha salido en el programa de televisión de Oprah Winfrey. Se trata de un personaje polémico que, ya desde sus primeros años como médico, siempre estuvo interesado en la marihuana y sus efectos.

El método 4-7-8 se hizo sumamente popular al publicitarse como la técnica de los sesenta segundos. Se basa en la respiración profunda o diafragmática, pero Weil le ha dado una duración determinada a cada inspiración, retención y espiración del aire; de forma muy concisa, las instrucciones son: toma el aire durante cuatro segundos, retenlo durante siete y suéltalo en ocho. Es, según sus palabras, «un tranquilizante natural para el sistema nervioso. A diferencia de las drogas tranquilizantes, que a menudo son efectivas cuando las tomas por primera vez, pero luego pierden su poder con el tiempo, este ejercicio es sutil cuando lo pruebas por primera vez, pero gana poder con la repetición y la práctica».

Retener el aire

La estrategia de retener el aire no es una ocurrencia de Weil y está presente también en otros ejercicios de relajación. Según el Manual de entrenamiento en respiración, la respiración profunda con retención del aire es una técnica que puede ser útil en situaciones en las que uno está activado. «El hecho de retener el aire estimula el nervio vago, la rama principal del sistema nervioso parasimpático, que es el encargado de reducir la activación cuando esta es demasiado intensa o prolongada».

Pero los distintos ejercicios, métodos o técnicas no son sino herramientas para la cuestión clave: tomar el control de la respiración para poder beneficiarnos de ella. Para calmarnos, pero también para activarnos; para rebajar los niveles de estrés, pero también para llenarnos de vitalidad. Y, por supuesto, tanto para mantenernos despiertos como para dormir como bebés.

El método 4-7-8 para combatir el insomnio

Sesenta segundos son los que necesitaríamos para conciliar el sueño si aplicamos la técnica del 4-7-8, inspirada en las respiraciones yóguicas y popularizada en Occidente por el doctor Andrew Weil, director de Medicina Integral de la Universidad de Arizona. Este método es, según Weil, “un tranquilizante natural para el sistema nervioso”

Colóquese en una postura cómoda y siga estos pasos:

1. Lleve la punta de la lengua a la parte de detrás de los dientes y presione el paladar.

2. Inhale el aire a través de la nariz durante cuatro segundos.

3. Retenga la respiración durante siete segundos.

4. Espire todo el aire por la boca durante ocho segundos. Hágalo de forma audible, haciendo un sonido de silbido.

5. Repita el ciclo hasta cuatro veces.

La idea es practicar esta respiración dos veces al día. Según Weil, no es útil solo para conciliar el sueño, sino también siempre que uno se dé cuenta de que está en tensión, desde para controlar los antojos de comida hasta para refrenar la lengua en una discusión.

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