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...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

domingo, mayo 31

Inventos que cambian el mundo


(Un texto de E. Font en el XLSemanal del 7 de febrero de 2016)

Gafas por un euro, sal convertida en luz, zapatos que 'crecen' al tiempo que el pie de los niños... Estos inventos no tienen más misterio que su asombrosa sencillez. Ideas geniales que resuelven problemas muy complejos y mejoran la vida de millones de personas en los países más pobres del mundo. se lo contamos. 

Gafas por un dólar 
Martin solo tuvo que echar cuentas. Según la Organización Mundial de la Salud, 150 millones de personas necesitan gafas, pero no tienen dinero para comprarlas. Consecuencia: los niños no pueden estudiar ni los adultos trabajar, lo que a su vez les impide alimentar a sus familias. Las economías de los países pobres dejan de generar por esta causa la friolera de 120.000 millones de dólares cada año, casi el volumen anual de toda la ayuda al desarrollo. Todos estos datos no hacían más que bullir en la cabeza de Martin Aufmuth, de 41 años. y decidió buscar una solución.

Empezó a investigar y consultó con los oftalmólogos que colaboran enviando gafas viejas a África. Un sistema bienintencionado, pero insuficiente, pensó. Los necesitados de gafas reciben unas que se adaptan algo a su problema, pero nadie se las arregla si se les rompe.

Ya de pequeño, Martín - nacido en Algovia, al suroeste de Alemania- era muy manitas y soñaba con ser inventor. Sin embargo, acabó centrándose en la docencia y se convirtió en profesor de Matemáticas y Física. Pero su alma de inventor volvió a revivir...

EL CUBO MÁGICO. Martín estudió un millar de patentes y experimentó con innumerables materiales. Necesitaba hallar la montura perfecta para sus gafas: extremadamente dura, extremadamente flexible y con una resistencia a la torsión adecuada para no partirse fácilmente. Y lo logró: medio metro de alambre de acero es la materia prima para sus monturas. Pero para darle forma con precisión no bastan unas tenazas normales. Por eso, Martín se pasó meses en el sótano de su casa desarrollando una máquina que resolviera el problema de forma rápida y sencilla. El resultado: un cubo de madera de 30 centímetros. La fábrica de gafas más pequeña del mundo.

PERMITEN VER Y COMER. Con sus monturas, Martin usa unas lentes sintéticas irrompibles y resistentes a los arañazos. Todo el material cuesta un dólar. Además, para montar estas gafas no hacen falta tornillos ni fresadoras, ni electricidad. Y todas las piezas se prefabrican in situ. La organización EinDollarBrille ('Gafas por un Dólar'), fundada por Martín en 20I2, ya está en ocho países de África y América Latina. Operarios de la organización fabrican las gafas en cada país y luego las venden por valor de entre dos y tres veces el salario diario medio en cada país. Los trabajadores locales reciben como pago la diferencia entre costes e ingreso. En una de las regiones de Burkina Faso en las que la organización está presente se han vendido ya 10.000 gafas, y 25 trabajadores locales y sus familias viven de los beneficios.

SOSTENIBILIDAD. El compromiso de Martín, padre de tres hijos, le exige viajar por medio mundo para enseñar cómo se fabrican sus gafas, organizar el envío del material, convencer a posibles colaboradores, reunir donativos... La organización necesita invertir al menos 50.000 euros antes de que el primer equipo pueda producir gafas de calidad autónomamente en un país. «Pero luego es sostenible -dice Martín- y funciona sin necesidad de donativos». Más información en: www.eindollarbrille.com

Zapatos que “crecen”
Más de 300 millones de niños en todo el mundo no tienen zapatos. Y millones más se ven obligados a usar un calzado que no se corresponde con su talla. Esa imagen se le clavó en la mente al norteamericano Kenton Lee en 2007, cuando estaba en Kenia trabajando como voluntario con niños huérfanos. «Un dia vi a una pequeña de seis años que llevaba unos zapatos tan desgastados y diminutos que sus dedos asomaban por la punta. Pensé que sería genial que hubiera un calzado que se adaptase al crecimiento de los niños». No es solo un tema de dignidad. Es una cuestión de salud. Más de 2000 millones de personas sufren enfermedades transmitidas por las plantas de los pies.

CONTRA VIENTO Y... LAS GRANDES MARCAS. Kenton, un estudiante sin preparación empresarial ni de diseño, regresó a su Idaho natal convencido de que tenía que hallar una solución, y se puso a dibujar hasta que dio con la clave: unos zapatos que 'crezcan’. Como no era zapatero, necesitaba apoyo profesional. Contactó con la industria del calzado, pero las grandes firmas no mostraron interés en su prototipo. Y eso que él estaba dispuesto a ceder la patente. No quería dinero, sólo que alguien los fabricase. Un año después, desesperado, decidió crear su propia ONG, Because International, para recaudar fondos que le permitiesen fabricar la sandalia. En 2008 contó con una ayuda inesperada, otra ONG, Proof of Concept, que aceptó desarrollar el primer prototipo. Así nació el zapato que 'crece'.

La punta y el talón se estiran para aumentar de largo y los laterales se amplían para ganar en anchura. Se puede comprar en dos tamaños: el pequeño, para niños de entre 5 y 9 años; y el grande, para los que tienen entre 10 y 14. Gracias a sus sólidos materiales, cuero y goma, duran cinco años y se reparan con facilidad.

TAMBIÉN EN ESTADOS UNIDOS. Sin embargo, Lee tardaría aún un par de años en poder enviar la primera partida de 3000 sandalias a Ruanda y Kenia (este año enviará 5000 más). Su comercialización se ha convertido en un problema. De momento depende de las donaciones para fabricar y enviar. Un par de estos zapatos cuesta 50 dólares, pero el precio baja hasta 15 si se compran más de 100 pares. Por ello, Lee quiere fabricar estos zapatos de forma masiva en los sitios de destino, y así reducir los costes y no depender de las donaciones. Curiosamente, también ha surgido otro mercado potencial: Estados Unidos. Lee está sorprendido con la cantidad de solicitudes recibidas en su país. Hacer frente a los gastos del calzado de los niños es también un problema para miles de familias americanas. Más información en: http://theshoethatgrows.org

Lámparas con sal
«Esto no es tecnología espacial -dice Aisa Mijeno-. Son cosas que se estudian en las clases de Química en el instituto. Solo hay que aplicarlas». Eso hicieron ella y su hermano al crear la lámpara que funciona con sal en vez de con electricidad. «Sorprende que el 70 por ciento de la superficie de la Tierra sea agua salada -añade- y solo una chica filipina haya pensado en usar este enorme recurso para encender lámparas».

Mijeno, ingeniera de formación, convivió durante mucho tiempo con la tribu Kalinga mientras colaboraba con una ONG. Le impresionó que no tuvieran acceso a la electricidad y que usasen queroseno para sus lámparas. Caminaban 12 horas para conseguirlo. Así que el sistema no solo era caro, también peligroso, contaminante e inflamable. En 2010, cuando se incorporó a dar clases en la Universidad de La Salle, Aisa ya le estaba dando vueltas a cómo solucionar el problema. Pero no fue hasta 2013 cuando la incubadora de start-ups filipina Ideaspace Foundation le permitió presentar su proyecto en su competición anual. La fundación 'compró' su lámpara de sal. Ella y su hermano Raphael crearon la empresa Startup Alternative Lighting o SALt, que utiliza tecnología de celdas galvánicas, pero en lugar de electrolitos emplea cloruro de sodio. La lámpara funciona ocho horas al día durante seis meses; Después hay que reemplazar el ánodo, pero es mejor que comprar queroseno cada dos días. Más información en: www.salt.ph

Una Incubadora portátil
Todo empezó con un trabajo para clase. En el máster de la Universidad de Standford le encargaron a Jane Chen, licenciada en Psicología y Económicas, y a sus compañeros que creasen una incubadora barata que se pudiera usar en áreas rurales. Dieron con una idea tan sencilla y útil que hoy Chen es la consejera delegada de Embrace Innovations, empresa dedicada al diseño de tecnologías para la salud en países en desarrollo. La incubadora consiste en una especie de bolsa de dormir con un sistema térmico que funciona con agua hervida y mantiene una temperatura de 37 grados hasta 6 horas sin necesitar energía eléctrica. Es portátil y mantiene la temperatura corporal del bebé hasta que pueda recibir los cuidados adecuados. Además, es reciclable, ya que puede esterilizarse y volver a ser utilizada. Y solo cuesta 25 dólares, cuando una tradicional ronda los 20000 dólares. El invento ha salvado la vida de más de 150.000 niños prematuros o nacidos con bajo peso. Y es que los estudiantes de Stanford unieron a su creatividad su talento para comunicar. Chen usó TED para llegar a potenciales inversores. Una de las primeras en poner 125.000 dólares fue Beyoncé. Más información en: www.embraceinnovatlons.com

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sábado, mayo 30

Anna Ajmátova, memorizar poesías para burlar a Stalin


(Un texto de Martin Puchner en El País del 24 de febrero de 2019 – Es un extracto de su libro El poder de las historias. Puchner es catedrático ‘Byron and Anita Wien’ de Teatro y profesor de Literatura Inglesa y Literatura comparada en Harvard.)

La poeta rusa Anna Ajmátova sabía que el dictador ruso la leía. Para evitar purgas, se aprendía sus versos y los transmitía, no los plasmaba en papel.

Al principio, Anna Ajmátova, la poetisa rusa, trabajaba en su poema de la manera habitual. Componía siempre a mano, escribía los versos sobre el papel, después hacía correcciones y quizás leía en voz alta los versos para ver si sonaban bien. Normalmente hacía una copia en limpio y la enviaba a una revista, o la dejaba aparte hasta completar todo un ciclo de poemas y luego acudía a un editor. Antes de la Primera Guerra Mundial, había publicado varios volúmenes de esta manera, con gran aclamación. En Rusia se había convertido en una afamada poeta cuando todavía contaba veintipocos años, una elegante figura con chales largos, pelo negro y un porte que delataba su origen aristocrático. En París conoció a Amedeo Modigliani, un pintor convencido de su éxito futuro, que se enamoró de ella. Este había realizado algunos dibujos y pinturas de la joven Ajmátova que captaban las líneas elegantes y rasgos distinguidos de la poetisa, a la que los críticos no tardaron en llamar la Safo rusa.

Ajmátova se quedó con uno de los dibujos de Modigliani y le concedió un puesto de honor en la cabecera de su cama, pero su época de éxito en París hacía tiempo que se había desvanecido. Ahora, a mediados de la década de 1930, mientras componía un nuevo poema, ni siquiera le pasaba por la cabeza la idea de publicar: sencillamente, el Estado no se lo permitiría. Desde que Martín Lutero pusiera de manifiesto lo que se podía lograr con la imprenta, las autoridades habían tratado de controlar a los editores y a los autores. Hacía tiempo que se requería permiso para muchos proyectos editoriales y se obligaba a personas como Cervantes a solicitar una licencia real. Sin embargo, estas licencias podían esquivarse, como bien sabía Franklin cuando publicó una Biblia sin permiso, y los libros podían imprimirse en el extranjero e introducir ejemplares de contrabando en el territorio censurado, como hicieron Marx y Engels. Fue en el siglo XX cuando por fin el Estado consiguió controlar la prensa, por lo menos en algunos países. Provistos de un poder centralizado, Estados totalitarios como la Unión Soviética y la Alemania nazi dominaban las armas y la mano de obra, pero también contaban con un ingente aparato burocrático para controlar a sus ciudadanos. Se crearon, tramitaron y acumularon innumerables expedientes. La burocracia, desarrollada 5.000 años antes con la invención de la escritura, se había convertido en una fuerza global y arrolladora. Anna Ajmátova nunca se involucró en actividades políticas, sin embargo, su voluminoso expediente policial tenía 900 páginas.

A sabiendas de que el Estado no permitiría que su poema fuera publicado, Ajmátova continuó escribiendo sin desfallecer, incluso en aquellos tiempos peligrosos. Después del asesinato en 1934 de un destacado funcionario, los arrestos y las ejecuciones se habían convertido en algo cotidiano. Nadie estaba a salvo de las garras de Guénrij Yagoda, el jefe de la policía secreta de Stalin, que arrestaba a los enemigos potenciales del dictador, a viejos camaradas, a cualquiera que pudiese albergar pensamientos de oposición o que simplemente estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado. Yagoda arrastraba también a los prisioneros que habían sido torturados para que confesasen sus pecados a los tribunales donde se celebraban farsas judiciales convertidas en espectáculos que sembraban el terror entre la población. Cuando el propio Yagoda fue arrestado, el pueblo experimentó un pánico mayor: si ni siquiera el jefe de la policía secreta estaba a salvo, entonces nadie lo estaba. Este comisario fue rápidamente sustituido por alguien todavía peor si cabe, Nikolái Yezhov, que dirigió el periodo más mortífero de la Gran Purga, hasta que él mismo siguió la suerte de su predecesor.

Durante todo este periodo, Ajmátova sabía que corría el riesgo de ser arrestada, porque desde la ejecución de su anterior esposo con falsas acusaciones, ella estaba en el punto de mira de las fuerzas de seguridad. El hijo de ambos también había sido arrestado, liberado, vuelto a arrestar y torturado. En cualquier momento, la policía secreta podía irrumpir en su apartamento y registrarlo, y un solo verso de su poesía, el verso equivocado, podía ser motivo suficiente para arrastrarla ante un pelotón de fusilamiento. Por esta razón memorizaba cada fragmento del poema tan pronto como lo terminaba y a continuación quemaba el papel en el que lo había escrito.

Ajmátova estaba especialmente expuesta porque la Unión Soviética era un Estado totalitario que mostraba gran interés por la poesía. La temprana fama de la poetisa se remontaba a la época anterior a la revolución rusa, hecho que la convertía ahora en sospechosa como escritora de otro tiempo, aunque nunca hubiera sido tradicionalista. Junto con su primer marido y un grupo de jóvenes artistas de ideas afines, había fundado un movimiento, el acmeísmo, que trataba de acabar con la oscura poesía simbolista de finales de siglo y reemplazarla por otra con un lenguaje más sencillo y claro (es posible que el término “acmeísmo” se inspirase en el nombre de Ajmátova).

(…)

Los líderes de la revolución rusa sabían perfectamente que su propia revolución se había gestado a través de textos clandestinos como El manifiesto comunista, y que este texto se había filtrado en el mundo del arte, inspirando movimientos literarios y artísticos revolucionarios. León Trotski, el líder intelectual de la revolución rusa, había encontrado tiempo para escribir Literatura y revolución, un libro sobre los nuevos movimientos literarios en el que atacaba a Ajmátova, que apenas tenía 30 años, tachándola de obsoleta. (…) Tras la muerte de Lenin en 1924, Stalin logró consolidar su poder forzando a Trotski al exilio, pero conservó el interés de este último por la poesía y siguió la pista de las actividades de Ajmátova (la suya no era la única poesía que leía, uno de sus favoritos era Walt Whitman). Ser objeto de la atención de Stalin era un arma de doble filo, porque, por un lado, cuando el hijo de Ajmátova fue arrestado en 1935, ella pudo escribir a Stalin directamente y suplicar por su vida. Para su sorpresa, su hijo fue liberado. No obstante, por otro lado, el interés de Stalin restringió drásticamente su capacidad de escribir y publicar. Resultó que un Estado obsesionado con la poesía era peor que un Estado indiferente a ella.

Para una poeta como Ajmátova, la poesía era peligrosa pero al mismo tiempo necesaria, porque le permitía canalizar la tristeza, el temor y la desesperación de un pueblo entero. Escribió un nuevo poema titulado Réquiem, en el que en vez de contar directamente una historia, porque los años de Stalin fueron demasiado aplastantes, demasiado incomprensibles, demasiado incoherentes, Ajmátova ofrecía fugaces instantáneas, unas pocas líneas de diálogo aquí, un incidente recordado allá, reducido todo a una frase o una imagen que convertía la historia en un lienzo de momentos minuciosamente elaborados. El fragmento más revelador habla de mujeres, madres y esposas, que acudían a diario a las puertas de la prisión y aguardaban para saber si sus seres queridos habían sido ejecutados o exiliados. “Quiero enunciar los nombres de aquella muchedumbre —escribió Ajmátova sobre aquellas mujeres—, pero se llevaron la lista y ahora está perdida”.

El poema que iba creando estaría a salvo mientras Ajmátova memorizase cada fragmento y después lo quemase, pero solo sobreviviría si ella sobrevivía. Para que el poema pudiera existir, tenía que ser compartido y anidar en la mente de otros. Con suma precaución, Ajmátova reunió a sus amigas más íntimas, no más de una docena de mujeres, y les leyó el poema una y otra vez hasta que se lo aprendieron al dedillo.

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viernes, mayo 29

En coche por la costa de la muerte


(Un texto de Guillermo Esaín en el suplemento de viajes de El País del 23 de mayo de 2014)

En agosto, Touriñán es el punto de la Europa continental en el que el sol se pone más tarde. De Fisterra a Muxía, la costa coruñesa despliega su remoto encanto para los amantes del mar. 

La Costa de la Muerte (Costa da Morte en gallego) debería prescribirse por su poder sanador. Reconstituyente. Quien sienta fervor por playas descomunales para 15 bañistas en agosto, quien sueñe con entrantes y sallentes sobre los que el mar rompe con coraje, solo tiene que sumarse a la lista de viajeros que descubrieron esta pasmosa región a raíz de la catástrofe del Prestige en 2002. En esta costa coruñesa se combinan, junto a un sinfín de crepúsculos, luces y sombras, faros y noches oscuras sin contaminación lumínica. Junto al influjo misterioso, por irresistible, de los naufragios. Todo cargado de mitología, arte románico, encajes. El pujante Camino de Santiago. Y marisquerías donde, incluso elegidas aleatoriamente, es difícil comer mal. Un territorio ideal de carreteras secundarias para recorrer en coche. 

Langosteira

Cuando en 2013 pasó por Fisterra la Vuelta Ciclista a España, la playa de Langosteira dejó boquiabiertos a los comentaristas. No en vano lucían caribeños sus 2,7 kilómetros de arena blanca protegida del nordés (el viento frío del Norte), la cara amable de estas costas. Del sector de Serra (entrada por el hotel Alén do Mar), no se puede disociar la placa dedicada a Camilo José Cela: "Finisterre es la última sonrisa del caos del hombre asomándose al infinito". En un chalé aledaño recibió la noticia del Premio Nobel en 1989 mientras redactaba Madera de boj.

Conviene tomar después el acceso central -por el cartel del Bodegón Anchoa- y atravesar a pie el puente de madera que salva el río Grande -hiperbólica denominación visto su caudal- y el magnífico tren de dunas, gozo de grandes y pequeños, frente al que la ría de Corcubión se inmoviliza en llanuras de luz. Otra de las imágenes prototípicas de la Costa de la Muerte es Langosteira vista desde la Cruz de Baixar. 

Fisterra

En el puerto de Fisterra, la mirada busca el ancla del Casón, que se exhibe cual escultura en recuerdo de aquel carguero naufragado en 1987. En la lonja continúa, como siempre, la tradición de las pujas orales; se comprueba a partir de las 16.30. Dejarnos atrás la estampa de las nasas de profundidad (grandes redes circulares), así como la manera en que atracan, una detrás de otra, para evitar encontronazos. Las olas besaban las rocas sobre las que se asienta el restaurante Alara. Lo que tiene de exiguo el castillo de San Carlos, lo tiene de ameno el Museo da Pesca que cobija.

Otros lugares suscitan el asombro, como el bar A Galería, friso de piedras, discos, fotografías y objetos abigarrados, además de la panorámica y la bibliotaberna. Lo regenta Roberto Traba, cruce de poeta y buhonero, quien los fines de semana, a las once de la noche, se reviste con un atavío de meigo (brujo) y pronuncia el simpático conjuro de la queimada.

Suerte que de junio a septiembre abre a diario la iglesia románica que rinde culto a Santa María das Areas, el otro confín jacobeo junto con Muxía. Parada obligada para recrearse con la imagen gótica y articulada del Cristo de la Barba Dorada. Aunque la restauración le hizo perder su halo de misterio, sus moratones e hilos de sangre continúan atrayendo devotos, enmarcado en un soberbio retablo barroco de Miguel de Romay. Interés añadido presenta el sagrario pétreo y la Puerta Santa con su escudo manuelista.

En la curva de Cabanas aguarda la mejor perspectiva sobre una obra arquitectónica genial, adelantada a su tiempo y por ello polémica, inacabada. Se trata del cementerio marino (2002) que el pontevedrés César Portela articuló a través de 17 cubos de nichos que en plena naturaleza lucen algo desalineados aprovechando los senderos existentes, sin agredir el paisaje. Para visitarlo, dejar el coche en la fuente de Cabanas. 

Cabo de Finisterre

En el cabo de Finisterre, el segundo lugar más visitado de Galicia después de la catedral de Santiago, echamos un vistazo al faro y su sala de exposiciones, al hotel O Semáforo (www.osemaforo.com) y a la escultura de la bota del peregrino. También reclama la atención el medio kilómetro que separa el islote O Centolo del acantilado entre un estrépito de olas difícil de olvidar. En este canal partió la quilla el crucero de la Armada española Blas de Lezo. "En el curso de unas maniobras, el comandante quiso atajar por el canal, siendo advertido por un marinero finisterrano, arrestado inmediatamente... y al que después el oficial presentó sus excusas. Lo cierto es que las agujas de piedra no estaban marcadas en las cartas". Lo rememora Rafael Lema, que este verano dará a la imprenta su Catálogo de naufragios. Costa da Morte-Galicia. Hay registrados 625 solo entre Fisterra y las islas Sisargas.

Tomamos después el repecho que lleva al mirador, muy frecuentado cuando el sol empieza a hundirse y desde el que vemos cómo el barco turístico que recorre este litoral (www.crucerosfisterra.com) dobla el cabo. Giramos después a la derecha por una pista que, 700 metros después, nos deja al pie del camino a la ermita de San Guillermo. O a lo que queda de ella. Volvemos atrás y buscamos la cumbre del facho (faro), dejando a la izquierda la centenaria y ruinosa estación de radiotelegrafía de Marconi. No queda otra que dejar el coche y seguir a pie unos 300 metros hasta una mesa que nos hace respirar entrecortados por la emoción. Se ve inmensidad en todo, lo que nos revela que Finisterre es en realidad un tómbolo flanqueado por dos mantas extendidas, las playas de Langosteira y Mar de Fóra, ésta transmutada en paraíso, salvada a tiempo de la especulación y dotada con pasarelas. Afluyen surfistas, por descontado. Aparcar en el polideportivo y caminar hasta alcanzar el ángulo necesario para fotografiar O Berrón, ápice del cabo de la Nave.

De nuevo en Langosteira, emprendemos el itinerario a Muxía por Duio. En Hermedesuxo tiramos a mano izquierda, y luego en idéntico sentido. Así remontamos el monte Veladoiro, desde el que se observa la fachada norte del cabo de Finisterre. Otro descubrimiento. Luego hacia Vilar-Denle veremos el cartel de la Praia de Amela. Solo las fotos aéreas hacen justicia a esta concha de arena que ejerce gran fascinación; escoltada por acantilados de un verde sustantivo, y accesible solo a pie. Muchos naturistas la disfrutan, y ni aún los surferos la acaparan. Ojo, es sabido que el baño resulta muy peligroso.

Choca la desproporción casi cómica entre el puñado de vecinos y la riqueza apabullante de naturaleza. De no ir alerta rumbo a Lires (en Galicia está poco extendida la costumbre de señalizar), el conductor se saltará el playazo de O Rostro, sinónimo de aislamiento y naturaleza. Sobrecoge cómo las dunas fueron bestialmente sajadas por los temporales del pasado invierno haciendo aflorar en bajamar el casco del mercante Silva Gauveia, embarrancado en 1927.

Lires

Dos desvíos a la izquierda y ya estamos en Lires (Cee), pueblo que responde a la tipología habitual de los enclaves agrícolas, pero de embriagadora atmósfera marina al abrigo de los temporales. Según bordeamos la ría más pequeña de Galicia empezamos a disfrutar de uno de los momentos culmen del viaje, cuando el sol decae en la playa del estuario, pintoresca lengua de arena que forma el río Castro en su postrero meandro. Qué decir de la nueva terraza del bar Playa o de las gaviotas, que se escuchan innúmeras en la playa de Nemiña al arrimo del pienso de la piscifactoría de truchas. Debido al desfase horario de Galicia respecto del horario solar, los ocasos en junio permiten que haya luz hasta las once de la noche.

De camino a Touriñán es fácil saltarse el cartel de la playa de Nemiña. Orientada al Sur, las olas son abundantes y decenas de jinetes acuáticos amasan con ellas difíciles piruetas -turbos y floaters- a la vista de las autocaravanas con matrícula extranjera. Para surfearla a gusto, precisa de vientos del Este o Noreste y entre uno y tres metros de mar de fondo. Cuatro son las zonas de olas, dos de ellas idóneas para el aprendizaje.

La franja litoral entre Fisterra y Malpica puede recorrerse por el borde del mar obedeciendo las flechas verdes del Camiño dos Faros (www.caminodosfaros.com). Quien lo desee está a tiempo de apuntarse a la última jornada en grupo, la del 8 de junio, entre Nemiña y Fisterra.

Rodeando la iglesia de Nemiña ponemos rumbo a Touriñán. El suyo es un faro donde la soledad es sonora, y la sensación de amplitud, más patente. Si caminamos unos metros hacía el sur hará acto de presencia el islote de O Castelo, en cuya cúspide duerme un castro. A laxe de Tourifián es un escollo que se confunde con las olas un kilómetro mar adentro: grito de espuma que avisa en bajamar, que nos previene de catástrofes. Y que custodia en su lecho una trágica tumba de navíos. Detrás del faro, un panel informa de que dos veces al año (la siguiente, del 13 de agosto al 22 de septiembre) Touriñán es el punto donde el sol se pone más tarde en la Europa continental.

Cuño

De nuevo hacía Muxía, daremos con uno de los mejores ejemplos plenamente naturales de lo que en Galicia se da en llamar coído o playa de cantos rodados. Tomar el desvío a Moreira y torcer a la izquierda recorridos 600 metros. Sugestiva referencia etnográfica la de Cuño, aldea semiabandonada, pero con magnífico hórreo de 3 puertas y 12 pares de pies. Aprovisionarse de agua es lo suyo en la fuente de Lourido, que se presta para departir con el vecindario antes de meter primera y trepar 1.5 kilómetros. El mirador del monte Facho es un balcón al bravo Atlántico de 309 metros de altura. Otra lección de geografía con elementos de primera: la playa de Lourido -audible su oleaje-, con el parador que la usufructuará en 2015; el tómbolo de Muxía; el faro de Vilán (¡el más imponente entre los españoles!); y las sinuosidades de la ría de Camariñas.

Muxía

El brío turístico y jacobeo crece exponencialmente en Muxía, zona cero del desastre del Prestige. La fuerza de la naturaleza se ha cebado en este peñascal, rico en variedad de formas, ejemplo de cristianización de un lugar de culto pagano que sustenta el santuario de la Virgen da Barca. Un rayo fue el causante del incendio que lo calcinó las pasadas Navidades. Dice la tradición que la Virgen se apareció aquí al apóstol Santiago sobre una barca. Hay que buscar la piedra dos Cadrís, la supuesta vela de la barca mariana que algunos atraviesan de rodillas buscando propiedades curativas, igual que hay que buscar la piedra de Abalar, que ya no abala (oscila), rota por una vieja cicatriz y dislocada por la ciclogénesis explosiva del pasado enero. Queda cerca el timón de la santa nave. Piedras hechiceras, inspiradoras. Xan Fernández, autor de guías sobre la Costa da Morte, apunta otro dato: "Muxía es a la Costa da Morte lo que Cadaqués a la Costa Brava: centro de una pujante colonia de pintores y artesanos. Desde Detlef Kappeler hasta Yoshiro Tachibana, pasando por el gallego Alexandre".

Si está cerrado el quiosco del encaje situado en el santuario, se puede ir al local que la asociación de palilleiras abre en el puerto. Allí le recordarán que el Titanic (de nuevo, la fatalidad atlántica) cargaba encajes de Muxía.

Otra de las piedras singulares, por desconocida, está en la zona de A Pel. Dejando atrás la escultura A Ferida, y a la altura de la primera casa, dejar el coche y bajar caminando entre los valados, esos muros que todavía protegen las coles y las patatas del salitre. El peñasco Sala do Perello (Sala del Demonio) presenta una fisonomía inconfundible. Acceder por la grieta que da a tierra es descubrir la cámara interior, del gusto de las parejas por causas que se dejan imaginar. Con la toponimia mefistofélica se buscaba mantener alejados a los niños.

Pocos elementos despiertan tanto interés como el andamiaje del secadero de congrio de Miguel Diz (981 74 22 49), completamente artesanal. Peces anguiliformes cuelgan horizontalmente a la manera de raquetas cartilaginosas los días en que pueden recibir vientos de componente Noreste. Los viajeros tienen suerte de contar con Juan Diz. Con sus 84 años, es una enciclopedia en tomo al congrio y a su complejo proceso de curación al natural.

San Xiao

A tres kilómetros se halla el monasterio del que irradió el románico por todo este territorio, San Xiao de Moraime. De sus atractivos, sin duda el más deslumbrante es su pórtico. San Benito en el tímpano y los Apóstoles en los fustes. Rodeando el edificio, la rectoral, casi palaciega (20 iglesias dependían de Moraime), y en la puerta sur, una preciosa Última cena descubierta en 1975. Los que acudan a la misa dominical de las doce podrán sentir el peso de las naves de piedra rojiza, así como escudriñar las pinturas del siglo XVI.

Los rincones fluviales son moneda común en Galicia. Yendo hacia Cee, rebasado el punto kilométrico 5, está el desvío al área recreativa do Castro y a su espectacular poza, accesible por una escalinata de madera. De nuevo en la carretera a Berdoias, no hay sino que plantarse frente a la fachada del monasterio de San Martiño de Ozón para atravesar el arco de la derecha, contemplar los ábsides y, seguidamente, por la derecha, darse de bruces con el hórreo de 27 metros de largo y 22 pares de pies. No curiosear el interior, puesto que está habitado.

La del Lago es una playa cautivadora. Al ver Muxía y Camariñas cerrando el ángulo de visión, no se puede sino pensar en la perspectiva desde los ojos de un cangrejo. Los pinares, el río, el blanco arenal, la luz de enfilación, hacen del Lago la mejor despedida.

Seis etapas de camino

Que si el Camino (camino.xacobeo.es) toca a su fin en Santiago y la extensión a Finisterre es pagana; que si el tramo entre Fisterra y Muxía es bidireccional… "No hay una pancarta de meta: el Camino acaba donde a cada quien le pete," aclara el hospitalero Ángel Castro.

El desplazamiento desde Santiago hasta donde la tierra acaba es la variante más transitada del Camino Francés, así como la única ruta jacobea que tiene origen en Compostela. Unos 20.000 peregrinos acaban cada año su senda en Finisterre (a unos 90 kilómetros de Santiago de Compostela), de los cuales el 30% decide seguir andando otros 30 kilómetros más hasta Muxía. En total, 120 kilómetros que se pueden dividir en seis etapas (cuatro hasta Fisterra y otras dos hasta Muxía).

El bono lacobus Fisterra-Muxía (www. iacobusfisterra.com) incluye cinco noches en alojamientos rurales, cenas, desayunos y transporte diario a y desde el Camino. Cuesta 565 euros por persona en habitación individual y 795 euros para dos personas que se alojen en una habitación doble.

El sendero de Fisterra a Muxía avanza envuelto en la más rutilante naturaleza, atisbando las iglesias de Frixe y Morquintián. ¿Lo mejor? La llegada a Muxía por la playa de Lourido. El goteo de nuevos albergues es constante en esta zona. Solo en Fisterra hay 15, sin contar el de la Xunta. De los cinco de Muxía sobresale el Bela Muxía (www.belamuxia.com), el cinco estrellas de los albergues.

Guia
Dormir
»Hotel Dugium (981 74 07 80; www.dugium.com). Duio (Fisterra). Retirado de la marejada turística, esta atractiva casona de aldea (1892) consta de cinco habitaciones y jardín. Del conocimiento de estas costas por parte de Ernesto Insua, el propietario, habla su biblioteca. La habitación doble, 65 euros con desayuno; casa completa. 225 euros.

»Cabañas de Lires (981 74 83 93; www.cabanasdelires.com) Lires (Cee). Tres cabañas de troncos con categoría de tres llaves. Acepta el Bono lacobus (ver despiece) 76 euros, dos personas. Cesta con el desayuno, 4,50 euros.

»A de Loló (981 74 24 22; www.hoteladelolo.com) Muxía. La casa de Loló sería la traducción de este hotelito tematizado en la Muxía pesquera, desde la mesilla Nécora hasta los bajíos de pesca representados en los cabezales. Doble con desayuno entre 58 y 63 euros.

Comer
»O'Coral (981 74 25 01) Puerto de Muxía. Todo un elogio al revuelto de algas y erizos, al pulpo flameado, sin que Alvaro Rodríguez baje el listón en los pescados. Suculentas mariscadas por 60 euros (dos personas), bebidas aparte.

»O Fragón (981 74 04 29). Fisterra. Cocina de proximidad. Quiere decirse que los longueirones son de Langosteira. Y los pescados, de la zona de influencia del cabo de Finisterre. Vinos gallegos, aunque cada semana hay un vino invitado. Menú gastronómico, 30 euros (bebidas aparte). Imprescindible reservar.

lnformación
» Turgalicia (981 54 25 27; www.turgalicia.es).
» Consello de Fisterra (981 74 00 01; www. concellofisterra.com).
» Consello de Muxía (981 74 20 01; www.concellomuxia.com)
» Consello de Cee (981 74 51 00; www.concellocee.es)
» Camino dos Faros (www.caminodosfaros.com)

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