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...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

domingo, octubre 31

Ken Miles, el gran desconocido que hizo ganador al Ford GT40

 (Un texto de Carlos Barazal del 12 de noviembre de 2019 en motorsport.com; lo he buscado tras ver la película Le Mans 66, por cierto)

El trabajo de Ken Miles como probador fue fundamental para que Ford batiera a Ferrari en Le Mans. El burlón destino le privó de una victoria que le habría colocado en el Olimpo máximo.
 

"Prefiero morir en un coche de carreras que devorado por el cáncer"

Nació en Inglaterra, en 1919, uno de los mejores, importantes, fugaces y desconocidos pilotos de la historia. La mecánica y Estados Unidos le fascinaron desde muy pequeño. Ya con 15 años modificó un Austin 7 mientras sus aptitudes académicas eran bastante pobres. Tras intentar emigrar al 'nuevo mundo' un par de veces de manera fallida, entró como aprendiz en Wolseley Motors. Wolseley le pagó una escuela técnica hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial.

Llegó a ser sargento en un batallón de ingenieros de tanques en el que recuperaban y reparaban las unidades dañadas. Su unidad fue una de las primeras en liberar el campo de concentración de Bergen-Belsen. En su camino hacia el corazón de Alemania, tuvo un encuentro sorpresa con un oficial alemán en un edificio. Salió con vida gracias a su rapidez desenfundado su pistola y disparando. No era raro verle en las carreras años después vistiendo su guerrera de manera orgullosa.

Tras la guerra casi se arruinó intentando correr en Gran Bretaña. Compró un motor Mercury V8 y se lo ajustó a un Frazer Nash. Con él arrasó en subidas y en circuitos. Pero en un país con tantos problemas después de la gran guerra, las carreras todavía eran algo residual. Hasta que un antiguo amigo de Wolseley le ofreció trabajo en California. En diciembre de 1951 dejó atrás las islas y se fue a un concesionario de MG. Allí, trabajando y modificando vehículos, normalmente con base o motor Porsche, se hizo un nombre y ganó incontables carreras.

Es famoso The Flying Shingle, un híbrido de MG con el que batió a los reyes hasta ese momento en las carreras californianas, los Simca y los Porsche. Ken Miles era agresivo, pero leal en la pista, muy hablador, intimidador y temerario. A la vez era divertido, siempre dispuesto a echar una mano, y un trabajador incansable. Pero a pesar de sus indudables cualidades como piloto, su fama le precedía. La modificación y preparación de los vehículos y de sus casi mágicas manos con la mecánica llamaron la atención de Carroll Shelby.

CARROLL SHELBY
Carroll Shelby empezó como piloto con algunos éxitos. Disputó 8 grandes premios de F1 entre 1958 y 1959 y ganó Le Mans con Roy Salvadori en un Aston Martin DBR1 con John Wyer como Jefe de Equipo.

Tras retirarse por temas de salud de las carreras abrió una escuela de conducción y de preparación de vehículos en Los Ángeles. Después de modificar varios AC Ace, adaptándoles un gran motor V8 , llegó a un acuerdo con el constructor británico para modificar sus Cobra y plantar cara con ellos a Ferrari.

Se puso en contacto con Chevrolet y Ford para que le suministraran los motores. Donde Chevrolet no lo vio claro, Ford no puso pegas porque quería crear un departamento de competición. AC envió chasis con ciertas modificaciones para albergar los V8 y así nació el AC Cobra. El resultado final fue el Shelby Daytona Coupe que consiguió tres victorias en la Clase GT, incluyendo Le Mans en 1964, y el título de fabricantes para Ford en 1965.

A Miles, a pesar de su prestigio y resultados, no le iba muy bien. Porsche le había vetado por usar sus motores en vehículos modificados, así que se vio obligado a cerrar su taller. Justo en el momento en el que Carroll Shelby le ofreció ser su Director de Competición.

Shelby adoraba la forma de trabajar de Ken Miles: las anotaciones que hacía en cada test, que ayudaban muchísimo al desarrollo de los coches; sus conocimientos profundos de ingeniería y mecánica; su mordaz y afilada lengua y su habilidad al volante para detectar los problemas y aplicar soluciones a los coches.

Las manos de Miles fueron clave para que los Cobra de Shelby evolucionaran mucho. La mejora que experimentó el Shelby GT350 fue espectacular en Estados Unidos. Miles encargó a los mecánicos que aligeraran el chasis mientras él trabajó en mejorar la suspensión. En poco tiempo, febrero de 1965, el coche ganaba su primera carrera. Medio año antes, Ford sufría una dura derrota contra Ferrari en Le Mans.

FORD vs FERRARI
Inmediatamente Henry Ford II buscó soluciones y decidió trasladar parte del proyecto de John Wyer con Eric Broadley y Lola a Shelby America con dos unidades. La victoria del Cobra en la clase GT batiendo a Ferrari en Le Mans fue decisiva en la decisión. Ken Miles fue nombrado el piloto oficial del prototipo.

Miles probaba en Riverside en jornadas interminables. Pero una de las más importantes fue en Willow Springs. Un trazado en pleno desierto de Mojave, con serpientes de cascabel por doquier, donde se llevaron a cabo pruebas aerodinámicas pegando a la carrocería tiras de algodón. Supervisado por el departamento aeroespacial de Ford, descubrieron que el coche perdía más de 75 cv por una mala canalización del flujo del aire en el coche.

Tras ir solucionando Miles los problemas de manejo y mejorar la parte aerodinámica, inscribieron varias unidades para las 12 Horas de Daytona. Ahora tocaba ir descubriendo las pegas de fiabilidad. Junto a Lloyd Ruby, ganó la mítica carrera por delante de otros cuatro GT40. Por primera vez en 40 años un coche estadounidense ganaba una prueba de primer nivel internacional. Ken Miles lograba lo que más ansiaba, pilotar.

Le Mans 1965. En las primeras horas todo fueron sonrisas pero cerca de cumplirse el primer tercio, al caer la noche, un aviso que le dio John Wyer a Henry Ford II tras los problemas del año anterior empezó a cumplirse. "No necesitas más potencia, necesitas fiabilidad". El cambio a motores más grandes y potentes fue demasiado a pesar de las mejoras aplicadas a los coches, y cayeron uno tras otro. Tras la derrota, Ford decidió involucrar a otra organización para que preparara otra batería de coches: Holman-Moody.

IMPARABLES
Shelby y Miles siguieron trabajando y llegó otra victoria en Daytona. Esta vez en la primera edición como 24 Horas. Para satisfacción personal, no sólo por batir a Ferrari, quedó derrotar a los coches de Holman-Moody. En Sebring Miles y Ruby volvieron a ganar. El coche estaba listo. El deseo de derrotar a Ferrari ardía en Henry Ford II, despechado tras haber jugado con él Enzo Ferrari al negociar la compra de la firma italiana por parte de Ford. También en Carroll Shelby, al que nunca gustaron las maneras del Commendatore y recibió una oferta casi humillante para que corriera con los coches italianos. Y en Ken Miles, que consideraba a Ferrari responsable de las muertes de sus pilotos a finales de los 50 y principios de los 60.

Ocho coches fueron admitidos para tomar la salida en Le Mans 66, seis de ellos construidos por Shelby American. Ken Miles, que a pesar de su gran nivel de conducción había estado por debajo del radar siempre, iba a correr en Le Mans diez años después de haberlo hecho en un MG. Nunca intentó correr en F1 o en Indy. Y allí estaba. Con su creación y con tiempo, no como el año anterior, para afinarla al máximo.

Todo fue como la seda y a mitad de carrera los ocho GT40 dominaban la general. Ferrari había sido derrotada y destruída en su carrera. El deseo de los tres hombres que habían unido sus fuerzas se había cumplido. Ferrari no volvió ganar en Le Mans desde entonces.

LLEGADA
A Henry Ford II, que había dado la salida en esa edición, se le ocurrió provocar una llegada a meta con empate. Quería que los tres coches del podio llegaran juntos con el #1 y el #2 cruzando la meta a la vez para que la victoria fuera declarada como empate.

Cuando Carroll Shelby habló con Ken Miles sobre la idea a éste le cambió la cara. No tenía muy claro qué significaba aquello, pero no le veía nada bueno. Tenían casi dos vueltas de ventaja. Sintiéndose en parte engañado, levantó el pie muy al final ante la insistencia desde boxes.

Eso permitió que Bruce McLaren le recuperara la desventaja. McLaren era un hombre Ford y había estado desde el principio en el proyecto. Miles no dejaba de ser un empleado subcontratado. ¿Podía ser despedido de Shelby si no obedecía? Desde luego, pero con la victoria en Le Mans debajo del brazo.

Pero Miles no olvidó que fue Shelby fue quién le dio la opción de seguir en las carreras. Leo Beebe, responsable del departamento de competición de Ford, fue el que orquestó la maniobra. Los comisarios le dijeron que no podía haber empate. Y sin embargo se lo calló, porque consideró que McLaren y Chris Amon se merecían la victoria.

Beebe se la tenía guardada a Miles tras haber ignorado éste las órdenes de equipo en Sebring para dejar la victoria a Dan Gurney. Aquella batalla terminó con la rotura en la última vuelta del coche del estadounidense. Todo apunta a que Henry Ford II y Carroll Shelby, tras haber hablado Leo con los comisarios, no sabían lo del empate.

Se declaró ganador al #2 porque había partido 20 metros más atrás y por tanto era el coche que más distancia había recorrido. A pesar de que Miles despotricó de todo y de todos, luego pidió al periodista que tuviera cuidado al plasmarlo de manera impresa. Porque Ford y Shelby le habían dado todo y sólo podía estarles agradecido. Carroll Shelby siempre reconoció que nunca debió de haberle pedido aquello a su piloto.

MUERTE
Ken Miles perdió la opción de ser el primer piloto en lograr la triple corona, Daytona-Sebring-Le Mans, en resistencia. Y nunca más pudo optar a ella.

Dos meses después, a mitad de agosto, llegó un nuevo prototipo, J-car, al que se había aligerado al máximo usando el material en forma de panal de abeja. Le quedaba un último grupo de vueltas. Sin ir especialmente rápido pasó por la recta de atrás del circuito de Riverside. Al ir a frenar para tomar la curva 9 a unos 160 km/h algo ocurrió y el coche, frenando para tomar la curva a la izquierda, se fue bruscamente a la derecha, golpeó un talud e inició una serie de vuelcos incendiándose a continuación. Ken salió despedido y murió en el acto.

Aunque oficialmente no se pudo esclarecer la causa del accidente, todo apunta a una rotura de la estructura de nido de abeja, paradójicamente usada para dar más rigidez y menos peso. Pudo ser que los remaches del anclaje del cinturón de seguridad debilitaran la estructura y en el primer golpe aquel se arrancara.

En Ford dieron orden de montar en todos los coches una jaula de seguridad. Al año siguiente, Mario Andretti salvaba la vida tras un terrible accidente en Le Mans en uno de los Ford. Fue la última contribución de Miles, que no pudo ver cómo sus criaturas ganaban tres ediciones más de la prueba que se había convertido en el patio de juegos de Ferrari. Le Mans.

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sábado, octubre 30

¿Olvida lo que ha leído? Es normal

 (Un texto de Luisa Valerio en El Mundo del 29 de septiembre de 2018)

La lectura pone en marcha un proceso complejo en el que intervienen diversas memorias. Las emociones, los gustos personales y la motivación son grandes aliados para evocar los recuerdos.

Es probable que con más frecuencia de la que desea, tras leer un libro sólo permanezca en su mente una vaga impresión de lo sucedido entre las páginas y que ni si quiera recuerde con claridad la trama. Mucho menos algunos pasajes o ciertos detalles. Incluso si se tratara de su libro favorito. En definitiva sólo queda si gustó o no.

A pesar de lo que se pueda creer, estas lagunasno guardan relación con problemas de memoria. "Es un proceso normal. Lo que sucede es que si no es interesante la información o no aporta aprendizajes o información relevante, el almacén de nuestra memoria lo elimina: en dos horas desecha la mitad y en dos días la descarta casi en su totalidad", explica Juan Castilla, psicólogo experto en Inteligencia Emocional y Psicología Positiva.

Esto se debe a que la "lectura de un libro tiene gran complejidad en cuanto a las memorias que pone en marcha. La primera que entra en funcionamiento es la de trabajo, que almacena y manipula temporalmente la información para realizar tareas cognitivas complejas como la comprensión del lenguaje o la lectura. Después se activa la episódica, que está vinculada con los sucesos autobiográficos. Para pasar a una memoria a corto plazo. Y, por último, se procede al almacenamiento que es lo que identificamos como el largo plazo o remota", cuenta Rafael Arroyo, jefe de Neurología del Hospital Universitario Quirón Salud Madrid y del Hospital Ruber Juan Bravo.

Cuando la información llega "a la memoria de trabajo y no se mantiene más de 90 minutos es que dicha información no es útil y se desestima", añade el psicólogo. Es más, este circuito de registro de información "funciona casi de forma similar con todas las vivencias del día a día: si no le damos buenas razones al cerebro para retenerlo, lo eliminará o permanecerá poco tiempo en nuestra cabeza", sigue Castilla.

Atención, concéntrese

Pero para que este sistema funcione y se pueda recordar "son imprescindibles la atención y la concentración. Esto se ve claro en los colegios cuando hay algún problema de déficit de atención y los chavales no retienen nada o muy poco", señala Ángela Milán, neuróloga de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid.

También requiere de la reiteración para que pase a la memoria remota. "A veces hay que releer o rehacer para tener la seguridad de que ha pasado al largo plazo. Por ejemplo, con las canciones la repetición muestra su gran efecto", dice Arroyo.

El olvido, por su parte, se relaciona con varios factores. "Además de la llave de la memoria y el recuerdo, que es la atención, es fundamental que lo leído tenga un componente significativo o emocional", afirma Castilla. "Lo que nos toca el corazón es al fin y al cabo lo que el cerebro considera que merece la pena almacenar para poder recordarlo en un futuro", sigue. "En algunos centros escolares se puede ver emplean el componente emocional en el aprendizaje para fijar los conocimientos", añade Milán.

Asimismo, las lecturas que coinciden con los gustos o intereses o motivan permiten que se recuerde en mayor medida lo que se lee. "Si es una lectura atractiva y de ocio en lugar de una de trabajo habrá más posibilidades de que se almacene de forma correcta", dice Arroyo. También la familiaridad con la información o la relación con experiencias vividas facilita la retención: "La memoria de asociación -conexión de la nueva información con algo que se conoce de antes- y lo emocional actúan como grandes recordatorios", cuenta Milán.

Además los expertos sugieren que las lecturas se realicen en lugares tranquilos y sin distracciones. "La luz, la temperatura y la hora del día también repercuten en la calidad de la lectura y en la atención. Por ejemplo, si tenemos sueño o hemos realizado una comida copiosa, la atención no estará en su mejor momento", asegura Milán. Mientras que el psicólogo advierte que para mantener la atención y efectuar una lectura activa no es aconsejable superar la hora y media o las dos horas leyendo porque disminuye el rendimiento.

Arroyo subraya que "la lectura es una actividad muy positiva para el cerebro a cualquier edad ya que permite entrenar la conectividad neuronal y mantiene una mente activa, algo esencial que se logra también llevando una vida sana. Aunque esto depende de cada persona: cuanto más se ejercita la mente, más opciones existen de recordar. Y si aparecen enfermedades, como el alzhéimer, se debe consultar con un especialista".

 

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viernes, octubre 29

Ray Bradbury, el genio de la ciencia ficción que odiaba las nuevas tecnologías

 (Un texto de Paula Corroto en elconfidencial.com del 20 de agosto de 2020)

El autor norteamericano hubiera cumplido cien años [en agosto de 2020]. Sus novelas eran un canto al humanismo y al poder de los libros, y una crítica hacia el mundo de las pantallas.
 
Ray Bradbury quería llegar a los cien años y aunque no lo logró, le echó ganas: murió en junio de 2012, a los 92 años. [El] 22 de agosto [del 2020] hubiera alcanzado su meta. Quería ser enterrado en Marte, pero reposa en el Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles. Al final sus deseos quedaron en mera especulación. Como ocurre en su libro 'Crónicas Marcianas' (1950), que ponía al hombre en el planeta marciano en 1999. Aquel año, sin embargo, a lo máximo que se llegó fue a un programa de televisión con ese nombre. A un genio superdotado de la imaginación como Bradbury nunca le faltaron ideas.

El escritor norteamericano, prolífico hasta la náusea -él mismo decía que escribía todos los días y que en una noche de insomnio se le podía ocurrir el inicio de seis cuentos y una novela- está considerado hoy uno de los magos de la ciencia-ficción, aunque él prefería definirse como un escritor de fantasía. Y lo cierto es que fue un autor que estuvo más cerca de Stanislaw Lem o Arthur C. Clarke que de Philip K Dick o Isaac Asimov. Lo suyo no eran las predicciones científicas a lo Julio Verne, puesto que no hubiera dado ni una. Como alguien dijo alguna vez de él, y no le importaba, no era un escritor científico, era un sentimental. 

"Bradbury es ante todo un humanista. Lo que le interesa es salvaguardar aquello que hace al ser humano especial, como la capacidad de amar, la confianza en los otros, la búsqueda de la belleza... En sus relatos, enfrenta a sus personajes a aquello que amenaza con robarles su humanidad”, cuenta a El Confidencial Maite Fernández, coordinadora del curso Billar de Letras que ha traducido el relato 'Un sonido atronador', que publica ahora la editorial Nórdica. Sus grandes clásicos, por otra parte, están casi todos publicados en el sello Minotauro. 


Precisamente este relato, como otros que se incluyen en su libro 'El hombre ilustrado' (1951) donde se detenía en el asunto del racismo -entre otros temas de debate moral- aborda el asunto de la naturaleza “y cómo el ser humano, en su inconsciencia, puede inmiscuirse en el devenir de la Historia. En 'Fahrenheit 451', por ejemplo, una de las principales amenazas está en unas pantallas de televisión que ocupan constantemente todos los espacios del hogar y hacen que las personas pierdan la conciencia de sí mismos y no tengan tiempo para pensar, ni para darse cuenta de quiénes son las personas con las que conviven”, afirma Fernández.

La coordinadora insiste en que Bradbury "no estaba radicalmente en contra del progreso tecnológico, pero sí estaba preocupado por el hecho de que ese progreso nos pudiera privar de lo mejor que tenemos como seres humanos”. En este sentido cobra importancia la cruzada que mantenía contra las nuevas tecnologías (curioso en un autor que escribía sobre el futuro). Él se apegaba a lo palpable, lo físico y lo que, para él, hacía pensar. En numerosas entrevistas se postuló contrario a la televisión, que era el aparato que empezaba a estar de moda en los cincuenta. Y, de hecho, su gran historia ‘Fahrenheit 451’ es la frase de Groucho Marx hecha novela: un alegato en pro de los libros y contrario a la caja tonta. “Es el amor de un hombre -el bombero Montag- por las bibliotecas”, afirmó en varias ocasiones.

En realidad, era él mismo, que había sido un hombre que no pudo estudiar en la universidad por falta de recursos económicos y que todo lo había aprendido leyendo en las bibliotecas que frecuentó con asiduidad en su juventud. De ahí que nunca se cansara de exhortar a la lectura en los programas educativos. Consideraba que leer y escribir eran la base del bienestar del ser humano.

Pero en la cruzada contra los aparatos electrónicos llevaba todas las de perder porque si algo han hecho las pantallas desde los años cincuenta ha sido aumentar su número en los hogares. Al escritor le dio tiempo a ver los ordenadores y hasta Internet. Y nunca le gustaron, como señaló en entrevistas, porque para él todos estos aparatos e inventos tenían un punto deshumanizador si se usaban mal: “Estamos rodeados de demasiados juguetes tecnológicos, con Internet, los ipod, los ipad… La gente se equivocó”.

De sus últimos años de vida queda una predicción hoy un tanto tosca con respecto a los periódicos en papel publicada en una entrevista en ‘ABC’: “Seguirán estando, porque tenemos que volver a enseñar a leer. Con el paso del tiempo se volverá a leer el diario, porque nos cansaremos de Internet”. Quizá habría que decirle hoy algo al señor Bradbury y llevarle a su tumba un móvil con capturas de Twitter, Facebook, Whatsapp, Tik Tok e igual de este diario.

Pese a todas sus reservas hacia estos aparatos masivos, lo que sí que consiguió el escritor fue entretener y que le leyeran millones de personas. Que incluso sus novelas y relatos fueran adaptados al cine y la televisión, como sucedió con 'Fahrenheit 451', que entusiasmó a François Truffautt y llevó la novela a la gran pantalla. Esta adaptación sí gustó a Bradbury, no como la miniserie de 'Crónicas Marcianas' de los ochenta. En general, el escritor nunca se mostró muy contento con cómo se llevaron sus relatos al cine o televisión, aunque hay algunos buenos trabajos, como los episodios que rodó Chicho Ibáñez Serrador para su programa ‘Historias para no dormir’ en los sesenta. La televisión no siempre hacía malas cosas. Por cierto, otro director de cine al que siempre le gustó Bradbury es José Luis Garci

El escritor, que hizo buen dinero con estas adaptaciones, nunca se sintió cómodo con el mundo cultural e intelectual. Tampoco estaba muy cercano a los políticos progresistas de su país -era votante de Rudolph Giuliani, en los últimos años, por ejemplo- y tenía ideas conservadoras con respecto a lo moral, desde el divorcio, del que era contrario -aunque vivió con su mujer Marguerite solo para seguir manteniendo la figura de padre y madre con respecto a sus hijos- a las clases de familias (para él solo había una, la de toda la vida).

Todas estas ideas le hacían mantenerse al margen. También dentro del mundo de la ciencia-ficción, donde no le tenían tanto como uno de los suyos. Aunque en este caso no por sus ideas políticas, "sino por su forma de escritura. Su literatura está llena de metáforas, de símbolos, incluso de alusiones a textos bíblicos o de otras religiones. Nos obliga a reflexionar, y conjuga la acción y el entretenimiento con la poesía, todo lo cual hace que su escritura adquiera una densidad que no tienen otros autores de ciencia ficción", añade Fernández.

Por eso, quizá como no predijo nada ni era ese su propósito, sus novelas mantienen cierta actualidad. Así lo observa Fernández, que indica que ‘Un sonido atronador’, “aunque está escrito en los años cincuenta, nos plantea cuestiones de absoluta actualidad. Por una parte, hay una reflexión sobre la intromisión del ser humano en la naturaleza; por otra, sobre el peligro de un progreso tecnológico ciego que no tenga en cuenta qué es lo importante para las personas y acabe obrando en su contra".

Murió hace [nueve] años. Quizá mejor que no llegara a los cien [...]. Hubiera visto que su guerra contra las pantallas estaba definitivamente perdida.

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jueves, octubre 28

Una historia de la cultura catalana en castellano

(Un artículo de Javier Blanquez en El Mundo del 29 de septiembre de 2018 sobre si verdaderamente cultura catalana es sólo la que se expresa en catalán)

Sergio Vila-Sanjuan reconstruye la historia de la literatura y el pensamiento catalanes escritos en castellano desde el siglo XV, cuando Barcelona era la principal ciudad impresora de España y la que editaba el mayor volumen de obras en castellano, por delante del catalán y el latín.

Decía el filólogo Martín de Riquer que en Cataluña no había una cultura propiamente catalana, ni tampoco una cultura española diferente a ésta, sino una sola cultura que se transmitía mediante dos lenguas. De este modo, tan catalanes serían la sardana, la poesía de Jacint Verdaguer, los castillos humanos o las novelas de Juan Marsé, pues todo forma parte de la misma esfera cultural, e inciden en la misma sociedad, creando afectos y puntos de referencia para una comunidad diversa.

Pero esta dualidad no todo el mundo la ha percibido siempre así. Sergio Vila-Sanjuán, periodista y autor del reciente ensayo Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano (Debate), refiere en el prólogo de su libro una anécdota del día de Sant Jordi de 1997: hablando con el ex president Pujol, que sostenía que "el nivel de la narrativa catalana estaba muy alto", Vila-Sanjuán le indicó que Eduardo Mendoza también acababa de publicar una novela notable. Pujol respondió con un tajante "no es lo mismo".

Ese "no es lo mismo" da pie inmediatamente a preguntarse varias cosas. ¿El español no es una lengua catalana? ¿Es un escritor en lengua castellana menos catalán que otro que escoja la otra lengua oficial? ¿Sólo es verdaderamente cultura catalana la que se expresa en catalán? Ante esta cuestión, Vila-Sanjuán decidió investigar hasta cuándo se remontaban las primeras expresiones literarias y de pensamiento en castellano por parte de autores catalanes, para así delinear las vigas maestras de una historia que hasta ahora no se había tratado como el fenómeno singular que es.

"Faltaba mucha información", asegura el autor, "al menos desde 1910, cuando Miquel dels Sants Oliver publicó 15 artículos en La Vanguardia ocupándose de nombres relevantes de la cultura catalana que habían elegido el castellano", como Jaime Balmes, Pedro Piferrer o el poeta Cabanyes. Vila-Sanjuán parte de la idea de que Cataluña es plural y "no es obligatorio elegir entre ninguna tradición", pero que la castellana no se ha tratado a fondo a pesar de hundir sus raíces a principios del siglo XV, cuando Enrique de Villena, último descendiente del casi extinto linaje de los condes de Barcelona, tradujo al castellano la Divina Comedia, parte de La Eneida y escribió tratados sobre medicina, filosofía y poesía trovadoresca.

A finales de la Edad Media y durante el Renacimiento, el castellano no era una lengua extendida entre la sociedad feudal catalana. Como indican Francisco Rico y otros filólogos, el uso cotidiano -el origen del actual bilingüsimo- no se extendió hasta el siglo XIX. Sin embargo, el castellano como lengua culta existió al menos desde el Compromiso de Caspe en 1412 -que llevó a la casa de Trastámara a reinar en la Corona de Aragón- y de manera más acentuada un siglo después, con los reyes de la dinastía Habsburgo. ¿Por qué usar el castellano? Como indica Vila-Sanjuán, por estar cerca del poder o disponer de un mercado más amplio que, desde el siglo XVI, se había ampliado a América.

La historia sutil que se sigue a partir del ensayo -ordenado en fichas cronológicas de autores y acontecimientos relevantes, como el hecho de que ya desde 1500 Barcelona era la principal ciudad impresora de España, y con un mayor volumen de obras prensadas en castellano por encima del catalán o el latín- es que el desarrollo literario español recibió un importante empuje desde Cataluña: el barcelonés Juan Boscán introdujo el verso endecasílabo en la literatura en castellano e influyó en Garcilaso, y Cervantes empujó a su Don Quijote a visitar una imprenta cuando, en la novela, él y Sancho llegan a Barcelona. "El gran best seller del siglo XVII", indica Vila-Sanjuán, "mostró Barcelona a toda Europa como una ciudad de cultura". Es más: en el siglo XIX fue la animada vida editorial de la ciudad la que creó las condiciones para que se alumbrara la Renaixença, el renacimiento cultural del catalán en pleno romanticismo.

Sin embargo, pese a haber convivido en el mismo lugar, la literatura en catalán y la literatura en castellano apenas han creado sinergias entre sí, y ni siquiera en la actualidad, con tantos canales de comunicación abiertos, puede hablarse de una cultura unificada que, volviendo a Riquer, se exprese indistintamente en dos lenguas. "Apenas hay contacto, y no hay voluntad de integración", asegura el crítico literario Ignacio Echevarría, que señala dos culpables de este distanciamiento: los poderes públicos catalanes y su preferencia por la literatura en catalán al otorgar subvenciones o ayudas -Echevarría habla de una literatura que durante muchos años fue fantasma, con pocos lectores, ya que buena parte de las tiradas de los libros los compraba la Generalitat-, pero también "el daño terrible que hizo la prensa de Madrid cuando abrió suplementos culturales en sus delegaciones de Cataluña y confinó ahí la literatura en catalán", bloqueando la posibilidad de crear la sensación de que existía un marco estatal de varias literaturas.

Para Vila-Sanjuán, ese es otro de los problemas que han llevado a que cultura en catalán y cultura en español no convivan de manera perfecta en Cataluña, el hecho de que se hayan tratado históricamente como fenómenos diferentes, con la excepción de la Historia general de las literaturas hispánicas de Guillermo Díaz-Plaja, barcelonés bilingüe que abordó la literatura española como una manifestación plurilingüística en la que Eugenio D'Ors y Josep Maria de Segarra alcanzarían el mismo nivel de excelencia que sus contemporáneos en español.

Con la situación política actual en Cataluña, derivada de las varias décadas de gobiernos nacionalistas, y exaltada durante los años del procés, la posición de la cultura en castellano es más delicada -más allá de la potencia de su mercado y su fuerza en la sociedad-, aunque para el crítico Álvaro Colomer quizá asistamos ahora a un relajamiento de la tensión. "Sobre todo, por la actitud de los escritores, que siguen manteniendo vínculos de amistad" que la polarización política no ha conseguido erosionar. Y eso teniendo en cuenta que el poder ha beneficiado más a un grupo que al otro. "El ICUB (Ayuntamiento de Barcelona) ha sabido defender a los escritores barceloneses independientemente de la lengua en la que trabajaran", continúa Colomer, pero "no se puede decir lo mismo de la Generalitat, que ha obviado absolutamente a los escritores catalanes en castellano".

La cuestión es si una lengua prevalecerá sobre otra en la cultura -ahora no es así-, sino si es posible un diálogo que enriquezca a todos. Colomer lo tiene claro, y la solución pasa por "encontrar a una personalidad que, como hizo Josep Maria Castellet en su momento, sepa navegar con imparcialidad en las dos aguas. Esa figura es fundamental y, hasta que no aparezca, me temo que los roces entre los escritores en castellano y las instituciones no desaparecerán".

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miércoles, octubre 27

Zaragoza desconocida: El palacio de Torrellas (El Ciclón) – Las mazmorras del Justicia

(Un texto de Ramón J. Campo en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 2013)

El subsuelo del pasaje del Ciclón está lleno de bodegas donde se encuentran seis celdas donde estuvo preso el Justicia de Aragón Juan de Lanuza V antes de ser ajusticiado el 20 de diciembre de 1591 en la plaza del Mercado. Se puede bajar todavía al subsuelo del edificio situado en la calle Santiago números 35, aunque los vecinos tienen casi miedo en llegar a los restos de lo que fue el Palacio de Torrellas en el siglo XVI. Pero sí que saben que Zaragoza podía recorrerse bajo tierra y no era una leyenda ir entre la actual casa del pasaje del Ciclón hasta el Arzobispado o el antiguo Gobierno Civil. La puerta de madera y cristal para acceder a los antiguos trasteros no está cerrada y además tiene luz. Cuando se llega a las celdas no aparece ningún roedor y en la escalera está Eduardo Añaños, dueño del histórico Hostal Santiago, que hace de lazarillo.

Descender por este tramo de escaleras es descubrir la historia porque aún quedan seis celdas con puertas de hierro que fueron algunas de las mazmorras donde pasó unos días encerrado el Justicia de Aragón Juan de Lanuza V (Lanuza, 1564, Zaragoza 1591) antes de ser ajusticiado en la plaza del Mercado. No hay ninguna placa de recuerdo ni tampoco luce el aspecto del lugar como muy presentable para recuperar un episodio rebelde de nuestra historia.

El rey Felipe II salvó a Antonio Pérez, su exsecretario, que fue acusado de asesinato y en lugar de ser juzgado por el Justicia de Aragón, lo llevaron al Santo Oficio para que lo trataran como hereje. Pero al sacarlo de la cárcel, los aragoneses se amotinaron y el Rey envió el Ejército a Zaragoza para acallar al pueblo con un castigo ejemplar. Al final, esa pena fue detener, encarcelar y ejecutar al Justicia de Aragón por estar al frente de las protestas. Contemplar las celdas en las que estuvo encerrado antes de ser ajusticiado bien justifica que esta tierra lo recuerde con su insigne estatua en la plaza de Aragón.

El Palacio de Torrellas o la Casa del Comercio fue construido por Gabriel Sánchez, tesorero de los Reyes Católicos, en los primeros años del siglo XVI. Luego fue propiedad de los marqueses de Ayerbe. Su patio con tres arcos góticos y los artesonados fueron trasladados a otro edificio de los dueños, pero el palacio se derribó en 1865 y entonces el arquitecto Fernando de Yarza proyectó el edificio del actual pasaje del Ciclón y construyó el edificio de viviendas en 1882 a instancias del marqués de Ayerbe. Eran tiempos de remodelación urbana y Zaragoza siguió la estela de otras grandes capitales europeas en la plaza del Pilar.

La visita de las mazmorras del Justicia de Aragón invita a entrar en el pasaje del Ciclón -recuperado hace 14 años- y colarse en alguna otra bodega histórica, en la que se puede contemplar desde un orinal del siglo XVI hasta un sable que se utilizó en la batalla de los Sitios. La reforma de la plaza del Pilar en 1991 y la construcción de un nuevo edificio frente a la Delegación del Gobierno ha cortado las vías del subsuelo que tenía su recorrido entre el sótano de las celdas y el Arzobispado. Una gran defensora del Ciclón, Blanca Marín García-Hedgart, una abogada y administradora de fincas, conserva las propiedades de su familia en el edificio porque es parte de su vida. Guarda documentación y láminas del Palacio de Torrellas, conoce bien las ignoradas mazmorras de Juan de Lanuza y sostiene el pasado, el presente y el futuro de un pasaje que ha dejado de ser un secreto.

«Creemos que nuestra ciudad merece contar con lugares especiales a pesar del momento tan complicado que nos está tocando», sostiene Blanca Marín. El Ciclón tiene hasta un blog y su espacio en Facebook. Tomaron como ejemplo lugares como las Galerías de Víctor Manuel en Milán, pero poco a poco el pasaje con salida a la plaza del Pilar se ha llenado de nuevos negocios en su interior, como un restaurante de tapas recién abierto para las fiestas, la heladería Dino o el café Botánico. Varias películas como «Que se mueran los feos» se grabaron en el Pasaje del Comercio y de la Industria de Zaragoza... ahora pueden inspirarse en las mazmorras.

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