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sábado, agosto 31

¿Por qué es importante el magnesio para que absorbas la vitamina D?

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 16 de febrero de 2019)

La mayoría de la población tiene déficit de este valioso mineral, que un estudio reciente considera esencial para poder sintetizar la vitamina D.

Si estás tomando suplementos de vitamina D, pero no llegas a los niveles de entre 30 y 50 nanogramos por decilitro de sangre que recomienda un documento de consenso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), piensa en aumentar el consumo de magnesio. Un nuevo estudio clínico realizado por el Vanderbilt-Ingram Cancer Center de Nashville (EE.UU.) ha comprobado que ese mineral es tan necesario para la síntesis de la vitamina del sol (se llama así porque nuestro organismo la produce cuando exponemos la piel a la luz solar), que el consumo adecuado de magnesio regula sus niveles tanto si son bajos como si son altos. "Es realmente interesante, porque si el déficit de vitamina D es perjudicial para la salud, niveles excesivos de dicha vitamina pueden generar hipercalcemia (exceso de calcio en la sangre), con consecuencias potencialmente graves", explican los autores del trabajo, publicado el pasado en la revista científica American Journal of Clinical Nutrition.

Los especialistas siempre habían sospechado que todavía quedaba alguna pieza por descubrir en el puzle de la vitamina D, porque había pacientes que no conseguían llegar a los niveles recomendados ni siquiera tomando suplementos.

Es el caso de Marisa Bescansa, de 51 años, que lleva varios meses tomando por prescripción de su médico cápsulas de vitamina D3 (colecalciferol) a diario: "Como padezco este déficit, he leído mucho sobre el tema y me preocupa no lograr tener los niveles necesarios, porque sé que la vitamina D funciona como una hormona y que es fundamental no solo para los huesos, sino también para prevenir problemas cardiovasculares, cáncer, esclerosis múltiple, diabetes tipo 2, trastornos mentales... En mi caso fui al especialista porque sentía dolores articulares, debilidad y cansancio. Al ver mi analítica, el médico me dijo que mis síntomas tenían que ver con mis niveles de vitamina D, que apenas superaban los 10 ng/dl. El problema es que, con el tratamiento, no llegan a los 20 ng/dl, lo que también se considera deficiencia".

El estudio, realizado en EE.UU., ayuda a entender su sintomatología. "Hemos comprobado que el déficit de magnesio cierra la ruta metabólica de la vitamina D, lo que impide que el organismo la sintetice. Dado el bajo consumo de alimentos ricos en magnesio y la escasa vida al aire libre de la actualidad, se entiende por qué el déficit de vitamina D es un problema cada vez más frecuente", explica el dr. Qi Dai, autor principal del trabajo y profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad Vanderbilt.

Un nuevo enfoque

Además de su relación con la síntesis de vitamina D, el bajo consumo de magnesio es un riesgo en sí mismo, porque este mineral interviene en centenares de funciones vitales, incluidas la producción de energía, las contracciones musculares y la transmisión de los impulsos nerviosos. Convulsiones, calambres, osteoporosis, depresión, ansiedad, hipertensión, insomnio, cansancio, migrañas, debilidad, arritmias... son, de hecho, síntomas de déficit de magnesio. "No nos ha sorprendido nada que una de sus muchas funciones sea la de facilitar la síntesis de la vitamina D", han declarado los investigadores, que creen que un aporte adicional de 200 mg de magnesio diarios puede ser suficiente para mejorar el estatus de vitamina D en la mayoría de las personas.

Conseguir esos 200 mg no es difícil. Un aguacate tiene 58 mg de magnesio y una rebanada de pan integral, 20 mg. Escoger productos integrales es importante porque el magnesio presente en la cáscara (o salvado) del grano se pierde al eliminarlo para hacer harinas blancas.

La dieta y el estilo de vida actuales ayudan a entender el déficit de vitamina D. Según aparece en la revista de Osteoporosis y Metabolismo Mineral, incluso en España, donde no falta el sol, el problema afecta a la mitad de las personas de entre 18 y 60 años y al 87% de los mayores de 60 años. Otro dato interesante: el estudio de la Universidad Vanderbilt también ha comprobado que, incluso en personas sin déficit de magnesio, suplementar con dicho mineral ayuda a revertir la deficiencia de vitamina D resistente al tratamiento habitual.

Ojo con la toxicidad:

Dos presuntos culpables de los bajos niveles de magnesio en la población son la dieta superprocesada que llevamos en la actualidad (muy pobre en magnesio) y la explotación agrícola exhaustiva, que ha vaciado los suelos de este mineral y, como consecuencia, las cosechas obtenidas son pobres en él.

Si queremos incluir magnesio en nuestras comidas, no pueden faltar verduras de hoja verde, legumbres, granos integrales, cacao, aguacates y frutos secos, que son especialmente ricos en magnesio. Por su parte, son especialmente ricos en vitamina D los pescados azules, el aceite de hígado de bacalao, las ostras y almejas, las gambas y langostinos , la yema de huevo, las setas y la leche enriquecida.

Se recomienda el consumo de 600 unidades internacionales de vitamina D al día para niños y adultos sanos. Como las megadosis de suplementos pueden provocar toxicidad (lo cual no ocurre con la exposición al sol, porque el cuerpo regula la cantidad producida, y es poco probable con los alimentos, porque contienen pequeñas cantidades de vitamina D), estos no deben tomarse sin supervisión médica.


¿Qúe dieta me conviene?:
  • Dos presuntos culpables de los bajos niveles de magnesio en la población son la dieta superprocesada que llevamos en la actualidad (muy pobre en magnesio) y la explotación agrícola exhaustiva, que ha vaciado los suelos de este mineral y, como consecuencia, las cosechas obtenidas son pobres en él.
  • Si queremos incluir magnesio en nuestras comidas, no pueden faltar verduras de hoja verde, legumbres, granos integrales, cacao, aguacates y frutos secos, que son especialmente ricos en magnesio.
  • Por su parte, son especialmente ricos en vitamina D los pescados azules, el aceite de hígado de bacalao, las ostras y almejas, las gambas y langostinos , la yema de huevo, las setas y la leche enriquecida.

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viernes, agosto 30

Sinkiang, el estado policial absoluto

(Un texto de Berhard Zand en el XLSemanal del 19 de agosto de 2018)

Pekín está implantando en Sinkiang un estado de vigilancia sin precedentes en el mundo. El Gobierno quiere controlar a la minoría musulmana de los uigures utilizando los métodos más modernos. Viajamos por una región sumida en una calma fantasmal. Y, por momentos, aterradora.

La ciudad de Kasgar, en el extremo occidental de China, recuerda en algunos momentos al Bagdad de después de la guerra. Ruido de sirenas, vehículos blindados patrullando, el estruendo de aviones de combate cruzando el cielo. Los agentes de Policía, equipados con chalecos antibalas y cascos, regulan el tráfico con gestos bruscos, autoritarios. Pero más pronto que tarde vuelve a caer sobre la ciudad un silencio fantasmal, una quietud que pone los pelos de punta. El viernes a mediodía, la hora de la oración principal para los musulmanes, la plaza frente a la gran mezquita de Id Kah está prácticamente vacía. No resuena la llamada del almuédano, solo se oye un ligero pitido cuando alguno de los escasos fieles cruza el detector de metales situado en la puerta del templo. Docenas de videocámaras vigilan todo lo que ocurre. Personal de seguridad, algunos de uniforme, otros de paisano, recorren el centro histórico. Lo hacen tan silenciosamente que es como si quisieran escuchar los pensamientos de las personas con las que se cruzan.

Los periodistas tampoco nos libramos de esta presión. Cuando nos paramos a hablar con alguien por la calle, enseguida aparecen varios agentes para interrogar a nuestros interlocutores.

En ningún otro lugar del mundo, probablemente ni siquiera en Corea del Norte, la población se encuentra sujeta a un control tan férreo como aquí, en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang.

Represión hay desde hace años, pero en los últimos meses se ha agudizado. Y se dirige sobre todo contra la minoría uigur. Pekín considera a los diez millones de integrantes de este pueblo de etnia túrquica y religión musulmana sunita como un factor distorsionador en la construcción de una «sociedad armónica». La serie de atentados de hace unos años en los que tomaron parte militantes uigures reforzaron esta sospecha.

Los uigures se consideran una minoría discriminada. Cuando se produjo la incorporación de Sinkiang a la República Popular de China en 1949, suponían el 80 por ciento de la población. Con la llegada masiva de colonos de etnia han, incentivada por el Gobierno central, esa proporción se ha reducido hasta un 45 por ciento. Y son los recién llegados los que más se benefician del crecimiento económico de la región, rica en petróleo, gas y carbón.

Contra esta situación que consideran injusta se revolvieron los uigures. La respuesta de Pekín ha sido la implantación de un régimen de seguridad único incluso para ese Estado policial que es China.

Pekín está dotando a su provincia del extremo occidental de la más moderna tecnología de vigilancia: ya sea en ciudades con millones de habitantes, como Urumchi, o en las más remotas aldeas de montaña, hay cámaras vigilando cada calle y cada esquina; en estaciones de tren, aeropuertos y en la multitud de puestos de control repartidos por toda la región se han instalado lectores de iris y los llamados sniffers wifi, dispositivos que permiten vigilar el tráfico de datos por las redes inalámbricas.

Toda esta información converge en una denominada ‘plataforma operativa integrada’, donde se almacenan otros muchos datos de los habitantes de la provincia: hábitos de compra, movimientos bancarios, estado de salud… además del perfil genético de cada persona registrada en Sinkiang.

Todo aquel cuyo rastro de datos lo convierta en sospechoso a ojos del régimen es detenido y encarcelado. El Gobierno ha creado una red de cientos de campos de reeducación, y presuntamente decenas de miles de personas habrían desaparecido en ellos durante estos últimos meses.

La imagen que deja un viaje por esta provincia del interior de China y la multitud de conversaciones mantenidas -con unas personas forzadas siempre a guardar el anonimato- es inequívoca. Sinkiang, una de las regiones más remotas y atrasadas del gigante asiático, es una distopía convertida en realidad. Y permite hacerse una idea de lo que un régimen autoritario es capaz usando la tecnología del siglo XXI.

Urumchi, la capital de Sinkiang, con su moderno skyline formado por docenas de rascacielos, tiene una población de tres millones y medio de habitantes, tres cuartas partes de los cuales son chinos de etnia han, mientras que los uigures constituyen la principal minoría. En la ciudad también viven kazajos, mongoles y miembros del pueblo hui, de lengua china pero religión musulmana. «Todos los grupos étnicos están unidos como las semillas de una granada», se lee en un cartel tendido sobre la autopista.

«La realidad es que no te puedes fiar de los uigures -dice un chino han que trabajó para el Ejército-. Hacen como si fueran tus amigos, pero luego van a lo suyo y solo se ayudan entre ellos».

La desconfianza entre ambos pueblos ha ido creciendo a lo largo de los años. En 2009 se produjo un estallido de disturbios étnicos en Urumchi, murieron casi 200 personas; la mayoría, chinos han. En 2014, varios uigures apuñalaron a 31 personas en la ciudad de Kunmíng; poco después dos coches atravesaron a toda velocidad un concurrido mercado de Urumchi, de nuevo con docenas de víctimas. Desde entonces se han producido menos ataques de envergadura y para consolidar la precaria calma, el Gobierno de Pekín decidió enviar a Sinkiang a Chen Quanguo, jefe del Partido en el Tíbet. Durante estos dos últimos años ha aplicado aquí las mismas medidas que puso a prueba en la región tibetana. En primer lugar, ha levantado por toda la provincia miles de puestos de Policía, búnkeres rodeados de vallas y fuertemente vigilados, que en Urumchi se alzan en todos los cruces importantes de la ciudad.

Además, Chen ha introducido un sistema que recuerda a la vigilancia de bloques de la Alemania comunista: los miembros del comité local del Partido vigilan lo que ocurre en los edificios de viviendas y espían a sus inquilinos. ¿Quién vive aquí? ¿Quién ha venido de visita? ¿De qué hablaron? Y, como si todo esto no fuera suficiente, también se controla a los controladores. muchas viviendas tienen pegatinas con códigos de barras, que los agentes deben escanear para demostrar que efectivamente la han visitado.

Para perfeccionar el control social, los vecinos también están obligados a actuar como informadores. «A primeros de año vinieron a verme -cuenta un hombre de negocios de Urumchi-. Me dijeron: tu vecino y tú respondéis desde ahora el uno por el otro. Si uno de vosotros hace algo que no debe, os responsabilizaremos a los dos». Este ciudadano asegura que ama su país. «Pero me niego a espiar a mi vecino».

El antecesor de Chen en el cargo apostó por el despegue económico de Sinkiang, nos cuenta un conductor de la capital mientras señala los edificios del centro. Cuanto mejor le fuese a la gente, más segura sería la provincia, esa era la idea. «Ya nadie cree en eso. La economía sigue creciendo, pero ahora la prioridad es la represión».

La ciudad-oasis de Jotán, con sus 300.000 habitantes, se encuentra en el suroeste del desierto de Taklamakán. Como los ataques se suceden aquí con mayor frecuencia, la vigilancia es especialmente severa.

Cuando visitamos Jotán en 2014, todavía pudimos encontrar -después de muchas gestiones- a una persona dispuesta a hablar sobre la brutal actuación del Estado en los pueblos que rodean la ciudad. Una conversación parecida hoy es impensable, nos dice esa misma persona a través de un servicio de mensajería instantánea. Ya ni siquiera es posible ir de un pueblo a otro sin un permiso por escrito, y mucho menos reunirse con extranjeros. «Quizá dentro de un par de años se vuelva a poder», escribe. Y añade. «Borrad esta conversación del móvil inmediatamente. Borrad todo lo que pueda parecer sospechoso».

A las afueras de la ciudad hay un moderno centro comercial. Apenas una quinta parte de los locales están abiertos, la mayoría han sido clausurados recientemente: «Cerrado para asegurar la estabilidad», figura en el aviso oficial colocado sobre las puertas. «Los han mandado a todos a estudiar», dice en voz baja un transeúnte que mira a su alrededor con precaución.

«Qu xuexi», ‘irse a estudiar’, es una de las expresiones más habituales en Sinkiang estos días. Es un eufemismo para decir que alguien ha sido detenido y que desde entonces no se lo ha vuelto a ver. Las ‘escuelas’ son campos de reeducación a los que se envía, sin acusación ni juicio, a ciudadanos chinos para someterlos a cursos de patriotismo.

Prácticamente la mitad de las personas con las que charlamos nos hablan de familiares o conocidos «enviados a la escuela» y como motivo mencionan contactos en el extranjero, visitas demasiado frecuentes a la mezquita o tener contenidos prohibidos en el móvil o el ordenador. Por lo general, los familiares no tienen noticia de los desaparecidos durante meses. Si consiguen verlos, es a través de un monitor en la sala de visitas de uno de estos campos de reeducación.

Durante nuestra conversación con un vendedor de alfombras en el mercado de Jotán, aparece de repente una mujer con un vestido corto. Trabaja en un organismo oficial, dice, y se ofrece a traducir la conversación del uigur al chino. Más tarde, durante el recorrido por el casi desierto mercado, nos dice que no, que el cierre de las tiendas no tiene nada que ver con campos de reeducación. «A los empleados los han mandado a un curso de formación en nuevas tecnologías», asegura. Luego se despide educadamente.

Un par de horas después nos dirigimos en coche a la estación para coger el tren hacia Kasgar. La estación tiene unas medidas de seguridad propias de una base militar. «Ah, mira, son los periodistas extranjeros», le dice una revisora a su compañera cuando le pregunto por nuestros asientos. El tren va prácticamente lleno. Y en nuestro vagón, qué casualidad, va sentada la mujer del vestido corto que se ofreció como traductora en el mercado.

Kasgar tiene más de 2000 años de antigüedad, era una de las escalas más importantes de la Ruta de la Seda. Ahora el Estado ha reconstruido todo el casco histórico como un pintoresco parque de atracciones para turistas.

La mayor parte de los taxis de Kasgar están equipados con dos cámaras. Una enfoca el asiento del copiloto, la otra vigila el asiento trasero. «Lo ordenaron hace un año -dice un conductor-. Las cámaras están conectadas directamente con los organismos de seguridad, se encienden y se apagan solas, nosotros no tenemos nada que ver».

En Kasgar es imposible plantearse una investigación periodística normal. No hay nadie que quiera hablar.

Es aquí donde aparecen unos agentes de paisano que nos seguirán a todas partes. La cosa se pone delicada cuando entramos en una tienda con intención de comprar albaricoques. Apenas cruzamos unas pocas frases con la vendedora, pero cuando vamos a salir de la tienda entran tres de nuestros acompañantes -entre ellos, una mujer con chaqueta roja- y se dirigen a la vendedora. Decidimos grabar la escena con el móvil. Sorprendidos, los agentes interrumpen el diálogo, y tratan de ocultar sus caras.

Una hora más tarde nos salen al paso un policía y varios civiles; entre ellos, otra vez la mujer de la chaqueta roja. La señora es una turista, nos dicen, y acaba de ver que la han grabado sin su permiso. Según las leyes chinas, esa grabación debe ser eliminada. El policía nos conduce a una comisaría, donde nos confiscan el móvil. No solo borran la grabación de la tienda, sino otros vídeos en los que aparece nuestra guardaespaldas gubernamental. Un agente nos dice, literalmente, que no tomemos «imágenes tóxicas». Luego nos permiten irnos.

En Kasgar se puede apreciar en su máxima expresión el Estado de vigilancia en el que se está convirtiendo China. Y el Gobierno ya trabaja en el siguiente nivel de control: quiere introducir en todo el país un programa de ‘evaluación social’, una especie de sistema de rating por el que se puntuará el grado de confianza que merece cada ciudadano, se recompensará a los fieles a la línea oficial y se castigará las conductas inapropiadas. Muchos uigures se encuentran ya sometidos a un sistema de puntos de este tipo.

Uno de los afectados nos cuenta que cada familia empieza con un valor de partida de 100 puntos, pero que se les restan a quienes tienen contactos con el extranjero o parientes fuera, principalmente en países musulmanes como Turquía, Egipto o Malasia. Quedarse con 60 puntos o menos es arriesgado. Una palabra equivocada, un rezo, una llamada telefónica de más y pueden enviarte ‘a estudiar’ en cualquier momento.

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jueves, agosto 29

¿Por qué algunas personas son caníbales?

(Un texto de E.F. en el XLSemanal del 8 de octubre de 2017)

Un zoólogo estadounidense ha estudiado por qué a veces, a lo largo de la historia, los seres humanos se han comido a sus congéneres. No suele ser por placer…

«Desde un punto de vista evolutivo, el canibalismo es perfectamente razonable», afirma el zoólogo Bill Schutt, profesor de Biología de la Universidad de Long Island (Nueva York), en su último libro (Cannibalism: a perfectly natural history). Esta medida tan drástica, explica, es la mejor manera de combatir problemas como la superpoblación o la falta de alimentos, circunstancias que se han producido numerosas veces en la historia.

Schutt ya se había dedicado antes a estudiar este comportamiento en el reino animal. El tiburón toro, por ejemplo, se convierte en un asesino antes incluso de nacer: en el vientre materno, los embriones más desarrollados se lanzan sobre los de menor tamaño para disponer de más espacio. En los humanos, al margen de los casos de asesinos en serie perturbados que devoran a sus víctimas y a quienes mueve un impulso homicida de carácter patológico, Schutt ha comprobado que los pueblos primitivos que practican o practicaban el canibalismo de forma colectiva son más bien escasos.

En los años setenta, el antropólogo William Arens se lamentó de la laguna que hay en el estudio del canibalismo: a pesar de que muchos etnólogos volvían de sus expediciones con espeluznantes descripciones de banquetes con carne humana, prácticamente nadie aportaba estudios de campo con un miembro del clan hincándole el diente al muslo de un congénere.

Bill Schutt tampoco ha sido capaz de localizar ningún pueblo que todavía mantenga la carne humana en su menú habitual. En todo caso, sí es cierto que la parte del mundo que durante siglos no estuvo bajo la influencia de Occidente era menos escrupulosa a la hora de usar este recurso.

Representaciones procedentes de la China de Confucio apuntan a una inquietante forma de autoofrenda: «Los jóvenes entregaban a familiares ancianos partes de sus propios cuerpos con la intención de que su ingesta mejorara su salud», cuenta Schutt. «El muslo era la parte más consumida, seguida del brazo. Ambas se servían acompañadas de una papilla de arroz llamado ‘congee’», afirma el investigador.

El pueblo wari también practicó un extraño rito funerario en la selva brasileña; según los relatos que han llegado hasta nosotros, estos indígenas comían trozos del cuerpo del fallecido y los huesos macerados en miel, como forma de mitigar el dolor por su pérdida. Pero hay una variante trágica del canibalismo que no conoce fronteras: las situaciones en las que las personas están tan desquiciadas por el hambre que no pueden evitarlo. Schutt ha investigado el caso histórico de una de estas carnicerías ocurrida en los Estados Unidos.

En su busca de un atajo hacia la soleada California, un grupo de más de ochenta colonos se perdió en las montañas de Nevada en 1846 y se vieron acorralados por el duro y nevado invierno. Después de sacrificar a todos los animales de carga y a los perros, los supervivientes devoraron los cadáveres de aquellos que morían de agotamiento.

Schutt aprecia en este viaje al horror un aviso de lo que podría estar por venir si aumentan las catástrofes naturales y el cambio climático.

PSICÓPATAS OBSESIONADOS CON LA CARNE

Sadismo infinito
El exprofesor Andréi Chikatilo mató a 52 personas (niños y mujeres) durante 12 años. Es uno de los asesinos en serie más crueles de la historia: a algunos niños los troceó vivos. Se comió a varias de sus víctimas. El Carnicero de Rostov fue ejecutado en Rusia en 1994.

Asesino asesinado
Entre 1987 y 1991, Jeffrey Dahmer, el Carnicero de Milwaukee, devoró a 15 hombres que había conocido en locales gais. Practicaba la necrofilia con los cadáveres y guardaba las cabezas en la nevera. Lo condenaron a 900 años de cárcel, donde lo mató otro recluso.

Pacto macabro
Armin Meiwes y Bernd Jürgen Brandes, de 43 años, quedaron por Internet y acordaron un plan: cortarían y se comerían el pene de Bernd; luego Armin lo mataría e ingeriría lo demás. Lo grabaron en vídeo. A Armin lo condenaron a 8 años de prisión.

Carne en conserva
Dimitri y Natalia Bakshéyev podrían haber asesinado y devorado a 30 personas. La Policía rusa ha hallado en su casa tiras de piel y frascos con carne en conserva. Dieron con ellos tras encontrar en el móvil de Dimitri fotos de él con un cuerpo troceado.

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miércoles, agosto 28

Ornitorrinco, el animal más raro del mundo

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 15 de julio de 2018)

El ornitorrinco es mamífero, pero pone huevos y no tiene mamas. Es venenoso. Tiene un eficaz sistema de radar en el pico… Es una rareza prehistórica en estudio y en peligro de extinción.

El ornitorrinco es quizá el animal más raro del mundo. Es mamífero, pero sus hembras carecen de mamas: las crías lamen la leche que emana a través de unas glándulas en el abdomen de sus madres y que sale de una manera parecida al sudor. Tampoco paren las ornitorrincas: ponen huevos. Este curioso animal es uno de los cinco mamíferos monotremas (ovíparos) del mundo. Hay más extrañas particularidades de esta especie menuda (mide entre 40 y 60 centímetros y pesa entre uno y dos kilos) que vive en Australia y del que los aborígenes creen que es el fruto del romance entre una rata de agua y un pato.

El ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus) es nocturno, acuático (vive en ríos), carnívoro (se alimenta de renacuajos, crustáceos…), venenoso y porta un eficaz radar en su pico de pato. Además, es antiquísimo: su pariente más cercano es el Monotrematum sudamericanum, del que se han encontrado en Patagonia fósiles de hace 61 millones de años. Estos días preocupa el ornitorrinco porque podría desaparecer. Un estudio reciente del International Union for Conservation of Nature alerta de la grave reducción de ejemplares debido a la pérdida de su hábitat, la invasión del plástico en los ríos y el cambio climático. Ahora habitan en el este de Australia y Tasmania solamente entre 30.000 y 50.000 ejemplares adultos.

Operación rescate: protección
La australiana Universidad de Nueva Gales del Sur lidera el riguroso estudio que se está llevando a cabo para contabilizar a los ornitorrincos, estudiarlos, analizar su diversidad genética y promover medidas para protegerlos.

Leche curativa
En 2010 se descubrió que la leche de las hembras (que emana a través de poros de su abdomen) contiene una proteína que podría ser eficaz para combatir la resistencia a los antibióticos. «También su bioquímica es singular», ha explicado la bióloga Janet Newman.

Animal huidizo
Para capturarlos y estudiarlos, han extendido unas redes en el río Bunyip, en el estado de Victoria (Australia). Los ornitorrincos no son fáciles de atrapar: son noctámbulos, solitarios y huidizos.

Varios
Cuando bucea, una membrana cubre sus ojos. Se orienta con unos electroreceptores en el pico que le permiten, además, localizar a presas y predadores.

Es noctámbulo, huidizo, carnivoro, y uno de los pocos mamíferos ovíparos. Aunque es mamífero, las hembras carecen de mamas. Las crías lamen la leche que emana de unas glándulas situadas en su abdomen.

De jóvenes tienen dientes, pero los pierden de adultos.

Es un animal venenoso, pero no por mordedura. Los machos tienen un espolón en las patas traseras que inocula veneno.


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martes, agosto 27

¿Aniquilaron a los templarios por dinero?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 15 de julio de 2018)

La Orden del Temple nació pobre, y esa característica fue la que dictó una de sus reglas fundamentales: la frugalidad. De hecho, los templarios se dieron a conocer como «los pobres caballeros de Cristo».

El más prestigioso hombre de la Iglesia en la época, Bernardo de Claraval, afirmó que «los templarios se visten con lo que les dan y no buscan comida ni vestido por otros medios». Pero en pocos años los caballeros de la orden comenzaron a recibir cantidades ingentes de dinero y donaciones de reinos europeos por sus méritos en la defensa de Jerusalén y del Santo Sepulcro.

Los servicios que prestaron a los reyes de Jerusalén y a las monarquías europeas, especialmente las de la Península Ibérica, fueron principalmente militares, pero también financieros. Los templarios necesitaban reunir efectivo en Occidente para enviarlo a Tierra Santa, una actividad económica que los convirtió en expertos en esta materia.

Los templarios consiguieron grandes exenciones fiscales del papado y fueron eximidos de casi todos los impuestos entre 1130 y 1150. Gracias a esos incentivos, la orden construyó infinidad de edificios para sus encomiendas y graneros para aprovisionar sus crecientes enclaves en Francia, España, Portugal, Inglaterra y otros lugares de Europa. En el año 1200, el Temple era la orden militar más rica de la cristiandad.

Las fuertes sumas de dinero que prestaron a diversas cortes europeas, entre ellas al rey de Francia Felipe IV, fueron el origen de su dramática desaparición. El monarca francés temía el poder que había adquirido la orden y, a la vez, necesitaba sus riquezas para solucionar la quiebra económica de su reino. Sin el apoyo del papa Clemente V, que se plegó a los deseos de la Corona francesa, los templarios poco pudieron hacer para frenar los rumores que hizo correr Felipe IV sobre su disoluta conducta. Se los acusó de practicar la sodomía, adorar a Satán y pisar crucifijos.

En 1307, más de cien templarios fueron detenidos en París y torturados. Cuatro años más tarde, el Concilio de Vienne acordó la disolución del Temple, cuyos bienes fueron expoliados por los reinos europeos. El 18 de mayo de 1314 su maestre, Jacques de Molay, y una treintena de hermanos de armas fueron quemados en la hoguera. Tras casi dos siglos de existencia, desaparecieron del mapa, pasando gran parte de su riquísimo patrimonio a manos del insaciable Felipe IV.

La maldición del Temple
Jacques de Molay dijo antes de morir en la hoguera: “Dentro de poco muchos males caerán sobre los que nos han condenado a muerte”. Poco después fallecieron Felipe IV de Francia y el papa Clemente V.

Falsas acusaciones
En 2007, los responsables del Archivo Vaticano publicaron un documento sobre el proceso contra los templarios, que incluía el Pergamino de Chinon, cuyo texto desvela que las acusaciones contra la orden fueron injurias instigadas por el monarca francés.

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lunes, agosto 26

La otra cara de Al Capone


(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 26 de agosto de 2018)

Responsable de al menos doscientos asesinatos, Al Capone ha pasado a la historia como uno de los criminales más sanguinarios. Una nueva y controvertida biografía cuestiona, sin embargo, que fuese un psicópata y se adentra en su vida familiar para mostrar a un hombre «con sentimientos».

Cuando se enteró de que planeaban liquidarlo, los invitó a una suntuosa cena. Los hampones sicilianos John Scalise, Albert Anselmi y Joseph Giunta, alias el Sapo Bailón, acudieron en realidad a una encerrona. A la hora de los postres, su guardaespaldas personal -Frank el Escurridizo- y sus matones ataron a los tres traidores a las sillas y los asesinaron atrozmente.

El 14 de febrero de 1929, seis hombres de Bugs Moran -el archienemigo de Capone- fueron cosidos a balazos en un garaje. El crimen ocupó decenas de páginas en la prensa y aparece en varias películas
«El juez de instrucción que examinó los cadáveres apenas encontró un hueso sano y un área de piel sin cardenales», recuerda el cronista John Kobler. La ejecución de los tres mafiosos ocurrió en junio de 1929 y fue recreada por Brian de Palma en la película Los intocables de Eliot Ness, cuando Robert de Niro, que interpretaba a Capone, golpeaba repetidas veces con un bate de béisbol la cabeza de uno de sus enemigos.
Pero ¿eso fue lo que realmente ocurrió? ¿Capone estuvo allí? «No deja de resultar sospechoso que tras tomarse tanto trabajo para estar lejos de otros escenarios similares se arriesgara a ser detenido y condenado por participar en un crimen tan evidente», afirma Deirdre Bair, autora de Al Capone: su vida, su legado y su leyenda, una biografía sobre el famoso capo que publica Anagrama.

Desde los años treinta, el cine lo ha tratado como un monstruo sin escrúpulos que dirigía una organización de salvajes, pero en su nuevo libro Bair intenta socavar el mito que dice que Capone era un psicópata sediento de sangre. En su lugar, nos presenta a un personaje complejo, despiadado para los negocios, pero humano y sensible para los asuntos familiares. Tenía un hijo, al que adoraba. El niño casi se queda sordo por una infección de oído. Capone pagó cien mil dólares de 1925 para que lo operasen.

Al mismo tiempo que ordenaba asesinatos, Capone abrió varios comedores sociales durante la Gran Depresión. Fue uno de los pioneros en combinar el crimen con la ayuda a los necesitados.

Aquel corpulento italoamericano era una figura perfecta para llenar columnas de periódicos y espacios radiofónicos. Capone suscitaba miedo y envidia en igual medida. En 1926, cuando tenía veintisiete años, sus ingresos brutos procedentes de la prostitución y las extorsiones rondaban los 105 millones de dólares al año (unos 1377 millones de hoy).

La gente lo señalaba o trataba de acercarse a él cuando lo veían en las calles de Chicago, rodeado de sus gorilas, con sus carísimos trajes de colores chillones, su sombrero Fedora y un largo y sempiterno puro colgando en sus labios.

Era un hombre extrovertido que no se privaba de nada. Siempre tenía los bolsillos llenos de fajos de billetes, que repartía como si tal cosa. Capone era la viva imagen del villano o, si se prefiere, del malo de la película, pero también la imagen del triunfador americano, la del hombre hecho a sí mismo. Aunque despertaba temor, caía bien.

«Una noche fría de invierno estaba en un restaurante cuando un joven repartidor de periódicos, empapado y tiritando, le pidió que le comprara un ejemplar del montón que llevaba bajo el brazo. Capone se los compró todos, pagando al chico una cantidad equivalente al salario mensual de un trabajador», recuerda Deirdre Bair.

Capone comenzó su carrera en Brooklyn, a las órdenes de Johnny Torrio, un célebre capo neoyorquino que se trasladó a Chicago poco antes de que entrara en vigor la Ley Seca, en enero de 1920. Torrio dejó a Capone en manos de un gánster menor con retorcido sentido del humor que se hacía llamar Frankie Yale y cuyo principal negocio era un bar de mala muerte en Coney Island, en el extremo sur de Brooklyn, al que bautizó con el académico nombre de Club Harvard.

Trabajando en ese local, Capone hizo un comentario picante a una mujer hermosa, razón por la que el hermano de la joven le asestó un navajazo en pleno rostro. Desde entonces, su alias fue Scarface, ‘cara cortada’. Tras ese incidente, Torrio lo llamó para que se trasladara a Chicago y lo ayudara en sus negocios.

La carrera de Capone fue tan fulgurante que en pocos años controló el imperio criminal que su mentor había puesto en pie. Un estudio de la Universidad de Harvard desvela que Capone dirigió su organización como una empresa de gran tamaño entre los años 1920 y 1933, cuando controlaba centenares de prostíbulos, bares clandestinos durante la Ley Seca y garitos de juego en Chicago. Si sus negocios prosperaron tanto fue gracias a que tenía en nómina a numerosos policías y políticos locales.

El estudio señala también que en esos diez años hubo alrededor de setecientas muertes relacionadas con los distintos grupos de hampones y que Al Capone fue directa o indirectamente responsable de más de doscientas. Se hizo inmensamente rico, aunque su vida estuvo en constante peligro.
Su cuartel general hasta 1926 fue el hotel Hawthorne en Cicero, un suburbio de Chicago. En 1928 trasladó su Alto Mando al más céntrico hotel Lexington, en cuyos sótanos había una red de túneles que comunicaban el edificio con otros contiguos, lo que le proporcionaba una ruta de huida en caso necesario.

Mientras tanto, las guerras entre las bandas se recrudecieron tanto que la mala fama de Chicago se extendió por todo el mundo.

«Había tanta creatividad perversa en la aplicación de la violencia y la ejecución de los asesinatos que el público, hastiado ya, miraba los artículos de primera plana con un bostezo», recuerda Deirdre Bair. Dos de aquellos asesinatos, el de su antiguo jefe en Brooklyn, Frank Yale, en julio de 1928, y el del periodista Jake Lingle, en junio de 1930, marcaron el inicio del fin de Al Capone.

Bair reconoce que lo que más le sorprendió de investigar la vida de Al Capone es lo joven que era cuando se hizo cargo del Outfit de Chicago, el sindicato del crimen organizado italoamericano, con veinticinco años, y lo breve que fue su ‘reinado’. a los treinta ya estaba en prisión. «Estuvo en la cumbre solo cinco años y todavía estamos hablando de él».

El principio de su fin fue un cambio en la legislación. Muchos jueces pensaban que el impago de impuestos fue lo que hizo inmensamente ricos a los mafiosos que se dedicaban a la prostitución, al juego y a la venta ilegal de alcohol. Por esa razón aplaudieron la decisión que tomó el Tribunal Supremo en 1927, confirmando una ley que imponía tributos a los ingresos que provenían de actividades ilegales. Fue la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos tuvo un elemento concreto para cazar a carismático capo de Chicago.

Pero no solo el Gobierno estaba decidido a atraparlo. Sus colegas del hampa también querían echarle el guante para quitárselo de encima. Quizá por esa razón, el todopoderoso gánster se trasladó con su familia a Palm Island (Miami) en 1928. Por aquella época, el Gobierno dio luz verde a Eliot Ness para acabar con su imperio. Pero fue el investigador del Departamento del Tesoro Frank J. Wilson el que encontró los recibos que relacionaban a Capone con ingresos por juego ilegal y por evasión de impuestos.

Tras meses de un proceso farragoso, el 17 de octubre de 1931 fue declarado culpable y sentenciado a once años de cárcel en la prisión de Atlanta, aunque dos años después fue trasladado a la isla de Alcatraz, donde se convirtió en uno de los reclusos más famosos de aquel presidio.

En noviembre de 1939, cuando fue liberado, Capone era un hombre acabado y con la mente muy deteriorada por una sífilis que contrajo en su juventud. Tenía una mentalidad de un niño de siete años. Su familia lo mantuvo recluido hasta su muerte, el 25 de enero de 1947 en su residencia de Palm Island.

Capone conducía un Cadillac acorazado de siete toneladas de peso cuya ventanilla trasera tenía un cristal que se bajaba para poder asomar por ella una ametralladora.

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domingo, agosto 25

Cómo nos engaña el comercio 'on-line'


(Un texto de Jerry Useem en el XLSemanal del 26 de agosto de 2018)

Quizá no lo sepa, pero si compra ‘on-line’ unos zapatos antes de las siete de la tarde, pagará más por ellos, y si vive en un barrio de clase alta, nunca recibirá una oferta de auriculares baratos. Los precios estandarizados y las rebajas de toda la vida han dado paso en Internet a estrategias mucho más complicadas. Porque todos tenemos un precio, y lo saben.

A mediados de marzo, la página de empleo de Amazon ofrecía 59 puestos para economistas. Un número creciente de estos profesionales están dejando la investigación académica para trabajar en Silicon Valley. Acuden atraídos por la búsqueda del Santo Grial: un precio variable pero a la vez calibrado con tal precisión que logre alcanzar siempre el máximo que cada cliente, personalmente, esté dispuesto a pagar por un artículo. El precio ‘perfecto’ -el idóneo para sacarle el máximo partido a los bolsillos de los consumidores- se ha convertido en la fijación del comercio on-line.

También es lo que mueve a Boomerang Commerce, la start-up fundada hace cinco años por un antiguo empleado de Amazon, Guru Hariharan. Según explica, los experimentos con los precios se han convertido en una fórmula habitual, de ahí que el precio ‘perfecto’ cambie en un mismo día, o en una hora. Los economistas tienen multitud de recursos para determinarlo: el inmenso rastro de datos que dejamos cada vez que metemos algo en el carrito de compra en una web o que entregamos la tarjeta con bonos regalo a la cajera de una tienda física.

«Nadie imaginaba que estos algoritmos fueran a volverse tan sofisticados», dice Robert Dolan, profesor de marketing en Harvard. El precio de una lata de refresco en una máquina expendedora hoy puede variar según la temperatura en la calle. Un estudio muestra que el precio de los productos que Google te recomienda posiblemente está en función de lo manirroto o tacaño que seas según tu historial en la web. Para los compradores, todo esto significa que el precio -el que van a ofrecerte dentro de 20 minutos o el que están ofreciéndole a la vecina- se ha convertido en una abstracción cada vez más impredecible. «En los viejos tiempos, cada cosa tenía su precio establecido», recuerda Dolan. Ahora, la pregunta más simple de todas -¿cuánto cuesta?- tiene una respuesta tan incierta que haría las delicias del teórico cuántico Werner Heisenberg.
Lo que lleva a plantear una cuestión de mayor alcance: ¿es posible que Internet, cuya transparencia supuestamente iba a beneficiar a los consumidores, esté haciendo justo lo contrario?
Durante los años noventa, Internet comenzó a erosionar los cimientos de la paz establecida el siglo anterior entre compradores y comerciantes: los precios estables. El punto de inflexión tuvo lugar en 1999, cuando una librería virtual con sede en Seattle llamada Amazon empezó a expandirse.
Había llegado la era de las ventas por Internet, y con ella llegaba la resurrección de las hostilidades. Hoy parece claro que los comercios tradicionales reaccionaron con lentitud. Sus precios continuaban teniendo más de arte que de ciencia. Lo que en parte tenía que ver con la jerarquía interna de las compañías. Los precios eran la prerrogativa de la importante figura del director de ventas, cuyo talento intuitivo para saber qué había que vender y por cuánto era fuente de leyendas a las que no estaban dispuestos a renunciar.
Pero la aparición de datos puros y duros empezó a socavar el imperio de los directores de ventas. Thomas Nagle, profesor de Economía en la Universidad de Chicago a comienzos de los ochenta, recuerda que la universidad adquirió los datos procedentes de los lectores de códigos de barras recién instalados en las cajas de una cadena de supermercados. «Estábamos alucinados», dice Nagle, que ahora es uno de los principales asesores sobre precios en la consultoría Deloitte.
Los datos desmintieron mucho de cuanto Nagle había estado enseñando hasta la fecha. Por ejemplo, él siempre había dicho que acabar los precios en 99 o 90 céntimos, en lugar de redondear hasta el siguiente dólar, no incrementaba las ventas. Se consideraba una práctica obsoleta, de cuando los propietarios querían obligar a los cajeros a abrir las cajas registradoras para obtener cambio, evitando así que se metieran en el bolsillo el dinero de una venta. «Descubrimos que los precios terminados en 99 no surtían mucho efecto si hablábamos de coches u otros productos caros -recuerda Nagle-. ¡Pero el efecto conseguido en los supermercados era fenomenal!».
A comienzos del nuevo siglo, la cantidad de datos recogidos en los servidores de Internet se había vuelto tan gigantesca que empezó a ejercer su particular fuerza de la gravedad. Lo que disparó la llegada en masa de especialistas en economía. «eBay era como Disneylandia -afirma Steve Tadelis, otro economista de Berkeley que entró a trabajar en ese portal en 2011 y ahora está al servicio de Amazon-. Podíamos experimentar a una escala sin precedentes en la historia».
En torno a 2005, algunos empezaron a plantearse la posibilidad de que los big data pudieran no solo cartografiar cómo cambiaba la curva de la demanda hora a hora (las compras por Internet tienen su momento álgido durante las horas de trabajo, por lo que los precios suelen subir por la mañana y reducirse a última hora de la tarde), sino dibujar la curva de demanda personal de cada individuo. Si lo lograban, estaban ante el Santo Grial.
A medida que este nuevo mundo iba cobrando forma, la experiencia inicial vivida por el consumidor que compraba por Internet -¡es tan fácil!, ¡hay toda clase de chollos!- comenzó a perder encanto. Algunos de los supuestos chollos en realidad no lo eran. En 2007, un californiano llamado Marc Ecenbarger creyó dar con una ganga al mirar en Overstock.com y tropezarse con un juego de mobiliario para jardín por 449,99 dólares (precio oficial, ponía: 999 dólares). Compró dos juegos, los desembaló y descubrió -por una etiqueta que se habían olvidado de quitar- que el juego estaba a la venta en los almacenes Walmart por 247 dólares. Ecenbarger reclamó a los de Overstock, que ofrecieron reembolsarle el dinero. Pero el episodio fue utilizado más tarde en un juicio por prácticas de publicidad engañosa. Durante la vista salieron a relucir correos internos de la compañía; en uno de ellos, un empleado decía que era sabido que los precios «están inflados de un modo grotesco». En 2014, un juez de California ordenó a Overstock el pago de 6,8 millones de dólares en indemnizaciones. (La empresa ha recurrido la sentencia).
El viejo sistema de un solo precio por artículo se está sustituyendo por algo que se acerca al frenesí de las transacciones bursátiles en Wall Street. En este nuevo universo, los precios nunca son fijos.
¿Cómo va a acabar todo esto? Una posibilidad es que volvamos a lo simple. Un ejemplo: en la start-up de ropa Everlane consideran que pueden sacarle partido al resentimiento de muchos consumidores contra las tácticas de precios cada vez más sibilinas. La compañía deja bien claro el coste de fabricación de cada uno de sus productos y el beneficio devengado por artículo. En una ocasión, Everlane decidió liquidar parte del inventario proporcionando a los clientes tres opciones de precio. El precio menor cubría el coste de fabricación y transporte del artículo. El precio intermedio también cubría los gastos derivados de su comercialización. Y el precio mayor incluía un beneficio para Everlane. ¿Pero qué ocurrió? El 87 por ciento de los compradores se decantaron por el precio más bajo, según explica Michael Preysman, fundador de la empresa. «Diría que todavía tenemos que demostrar la teoría que subyace bajo Everlane», reflexiona.
Otra posibilidad es que los consumidores, en el fondo, no quieran claridad. Quizá no les importe pagar más mientras sigan manteniendo la convicción de que están pagando menos; de que son lo bastante habilidosos y despiertos como para encontrar unas gangas que tan solo ellos consiguen hallar. Si es el caso, más vale olvidarse de la nueva tregua que Everlane propone. Para alegría de los economistas deseosos de alcanzar el ansiado ‘grial’.
El objetivo de estos economistas es que el vendedor sepa cuál es el precio máximo que cada cliente individual está dispuesto a abonar, con el fin de ofertarle un precio ligerísimamente más bajo, lo que supondría sacarle hasta el último céntimo posible.
En el pasado, los comerciantes ya usaron los datos demográficos (edad, raza, lugar de residencia…) para tratar de deducir el precio máximo que pagaría un cliente. En 2000 se dijo que Amazon estaba recurriendo a este tipo de experimentos después de que algunos clientes advirtieran que estaban cobrándoles distintos precios por los mismos DVD. Amazon lo negó tajantemente.
Pero la demografía es una herramienta rudimentaria a la hora de personalizar los precios, argumenta Benjamin Shiller, economista de la Universidad de Brandeis. Según el modelo de Shiller, si Netflix mañana se limitara a utilizar datos demográficos, como la raza de las personas, los ingresos por hogar o el código postal, para personalizar los precios de sus suscripciones, sus beneficios aumentarían en un 0,3 por ciento. Pero si Netflix, además, recurriera al historial de búsquedas en la web hechas por el individuo, sus beneficios se incrementarían en un 14,6 por ciento.
Netflix, en realidad, no estaba haciendo nada de esto; ni siquiera proporcionó los datos empleados en el estudio, pero Shiller demostró que el precio personalizado era factible.
¿Hay otras compañías llevando a cabo estas prácticas? Cuatro investigadores catalanes trataron de responder a la cuestión utilizando unos ‘ordenadores-señuelo’ que replicaban los patrones de búsqueda de clientes ‘forrados de pasta’ o ‘con problemas para llegar a fin de mes’ a lo largo de una semana. Cuando estos personajes ficticios ‘salían de compras’ por Internet, los portales no les mostraban distintos precios por los mismos productos. Les mostraban distintos productos. El precio medio de los auriculares de sonido propuestos a los personajes adinerados era cuatro veces superior al de los sugeridos a los ‘pobretones’. Pero otro experimento dejó clara una forma de discriminación más directa: los ordenadores situados en direcciones correspondientes a la ciudad de Boston mostraban unos precios más bajos que los enclavados en otras áreas del mismo estado, Massachusetts, de mayor poder adquisitivo.
Bonnie Patten, de la organización defensora de consumidores TruthinAdvertising.org, reconoce que detectar semejantes estrategias «es muy complicado». «Me resulta tan complicado que, en lo personal, cuando estoy haciendo compras para mis hijos, últimamente tomo las decisiones al llegar a la pantalla de cobro. Meto un montón de ropas en el carrito sin fijarme en los precios hasta que llego a la pantalla de cobro. Si entonces veo que algo sale demasiado caro, me desprendo del artículo. No lo quiero, y punto».
¿Y qué hace cuando compra sus propia ropa?
«Yo no me compro nada», responde Patten.
¿Qué quiere decir?, pregunto, sin entender.
«Que lo he dejado -dice-. Sencillamente, he dejado de comprarme cosas».

Su respuesta me da que pensar. Es posible que tomara la decisión porque su trabajo la obliga a ver demasiadas cosas. Pero hay otra explicación, la que Gabriel Tarde denominaba «la locura de la duda»: la cantidad de incertidumbre que podemos asumir es finita, tampoco vamos a pasarnos todas las mañanas de nuestra vida comprobando si el precio de las hojas de afeitar ha subido o bajado. En algún rincón de nuestra psique existe un punto de no retorno, y Patten seguramente lo ha alcanzado.

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