Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

miércoles, noviembre 30

Un acto de vileza sin paliativos: la cruel muerte de Pedro I de Castilla

 (Un artículo de Álvaro Van der Brule leído en El Confidencial del 14 de abril de 2018)

Era un 22 de marzo del año 1369 y Enrique de Trastámara se llevaba por delante a su hermano en la Villa de Montiel ocupando de esta expeditiva manera el trono de Castilla.

Con la mirada en apariencia extática y los ojos ya desconectados de su función biológica, alejados de lo que fue la existencia, abiertos pero inertes, perdidos en el alma de la muerte, palpando la oscura nada en los inextricables laberintos donde el caprichoso Caronte conduce a los que ya no son y solo circulan en la dirección de la eternidad, Pedro I de Castilla, había bajado el telón de su última y postrer función.

Minutos antes, los traidores allegados a los Trastámara lo habían conducido con buenas maneras pero peores intenciones hacia un callejón sin salida donde una daga aviesa le había seccionado la carótida sin más preámbulos. Todo había sido muy rápido e inesperado, se suponía una negociación, pero la crueldad de los mercenarios a las órdenes de Bertrand du Guesclin era legendaria. El rey castellano daba por supuesto que se iban a respetar las formalidades mínimas pero lo cierto es que no había tomado las precauciones necesarias para evitar tan mayúscula sorpresa. Esa confianza, le costaría la vida y el reino.

Juego de tronos
 
Era un 22 de marzo del año 1369 y Enrique de Trastámara, en una vileza sin paliativos, se llevaba por delante a su hermano Pedro I en la Villa de Montiel ocupando de esta expeditiva manera el trono de Castilla. Dos enormes perros alanos de unos cuarenta kilos jugueteaban con las vísceras del caído ante la indiferencia de los concurrentes. 

A la postre, fue una jugada que aportaría enormes réditos a la corona castellana. El prolífico semental que era el padre de Pedro y Enrique –hermanastros entre ellos–, Alfonso XI, dejaba estos lares tras el paso de la altiva guadaña de la peste negra que ya en aquellas fechas se había llevado a un tercio de la población europea dejando una desolación sin precedentes no solo por el impacto demográfico sino porque también, la guerra cabalgaba solapada a aquella terrible pandemia convirtiendo el escenario en algo dantesco. 

Pedro I fue apodado por los vencedores y por la nobleza levantisca como El Cruel aunque más bien lo que fue en realidad era un rey expeditivo en sus actuaciones que no permitía a la subida nobleza los abusos indiscriminados sobre sus vasallos; por decirlo de alguna manera, era un rey del pueblo que se oponía a los poderes facticos con vehemencia y que sí, a veces, era bastante contundente.

Cuando convocó las Cortes de Valladolid tomaría decisiones que enervaron a los poderosos que se habían venido muy arriba. Esto obviamente, le pasaría factura años después pues el resentimiento larvado de aquellos estirados aristócratas sería su sudario. Durante su reinado se creó el germen de una virulenta guerra civil en la que al final se impuso el “bastardo” de la casa Trastámara

Enrique de Trastámara era un gemelo de nombre Fadrique, y ambos a la vez eran hijos naturales de Alfonso XI y mayores que Pedro, pero su bastardía les restaba galones en la carrera por el trono. Sus privilegios nobiliarios, su envidia larvada mal asimilada de segundón y su matrimonio con la sobrina de Alfonso X el Sabio, le acercaban a los derechos al trono, por lo que se perfilaría como el principal aspirante a la corona castellana que detentaba Pedro I, con el agravante de que la nobleza castellana a la que había hecho un trabajo de esquilmado y poda de prebendas, decantaba sus intereses o simpatías por Enrique de Trastámara.

No obstante, Pedro I era un excelente militar con un agudo instinto cazador, arte en la que se habría criado cuando aún era portador de pañales y aunque algo mermado de seseras, supo mantenerse durante algún tiempo a salvo de las intrigas de aquella levantisca nobleza agraviada por tanto recorte de ínfulas. Pero su oponente Enrique, era más sagaz, astuto y un diplomático de mucha pegada. Su trío vertical –políticamente hablando– con Francia, Aragón y el Papa de Roma (residente forzoso en Aviñon), sería una alianza decisiva que al fin y a la postre decantarían la suerte de aquel conflicto en detrimento de Pedro I, inclinando el pulgar del destino hacia quien legítimamente era el propietario de la corona castellana.

Un problemón de calibre invaluable

Todo este enfrentamiento venía de largo. Las proezas de Alfonso XI en el tálamo eran notorias y habían hecho que de sus devaneos con la espectacular Leonor de Guzmán, una sevillana de aspecto portentoso, una diosa telúrica, una criatura de líneas perfectas que te podía enviar al paraíso con una mera mirada oblicua o un ligero pestañeo; más allá de los momentos estelares en la horizontalidad, le había proporcionado una prole para la que se hacía necesarios conocimientos matemáticos o como mínimo de contabilidad avanzada .Cuando el que fue gran rey Alfonso XI dejaba este extraño escenario a causa de la probablemente más terrible peste que la humanidad haya padecido, dejaba un hijo legítimo, sí; pero un problemón de un calibre invaluable. La herencia en réditos y expectativas de conquista eran las mismas que las de una buena crema a punto de soufflé.La ambición y la codicia abrazaron a aquel reino que llevaba algunos años gozando de un tranquilo trajinar por la historia.

Castilla se vestía de luto, de un luto de largo recorrido, y entre la peste y la guerra, el inmisericorde viento abductor del infierno se había puesto en marcha sin reparar en números convirtiendo el entero reino en un sudario inmenso.

A pesar de la ayuda inglesa y de la enorme y excepcional experiencia militar en la Guerra de los Cien Años, el Príncipe Negro (príncipe de Gales) o Eduardo de Woodstock, auxiliar de Pedro I y de fidelidad probada hacia el coronado, la batalla crucial de Nájera dejaría un sabor agridulce en sendos bandos buscando ambos el desquite que llegaría meses después.

En los campos de Montiel, el mermado ejército de Pedro recibe una advertencia seria y es puesto en fuga por los mercenarios franceses que apoyan al Trastámara. El monarca, quebrado por las deserciones y la fractura de una hueste encontrada por los intereses de sus amos, la nobleza local, se refugia en el inexpugnable Castillo de la Estrella. Cercado y valiente todavía, mide sus fuerzas y sabe que puede resistir un asedio, pero le sabe mal que digan de él que tuvo un momento de cobardía. Entonces, intenta pactar su huida, y su vasallo más fiel, Rodríguez de Sanabria, le traiciona en un pacto –según las crónicas de López de Ayala-, con el jefe militar del Trastámara, Bertrand du Guesclin, que simula un preacuerdo con flecos a negociar, y así, de esta guisa, quedan citados en la tienda del aspirante.

Allí, su hermanastro, bien plantado y seguro de sí mismo, le espera junto al fornido gigante francés, jefe de las Compañías Blancas, ejercito mercenario que lo mismo valía para un roto que para un descosido. Pedro alcanza la distancia de un brazo y es entonces cuando su hermanastro saca la daga mortal sin darle tiempo a desenvainar, pues el recorrido de la espada tiene un tiempo superior para salir limpio de la vaina. Se enfrentan en un cuerpo a cuerpo mientras el francés zancadillea al rey castellano, que ya se había llevado una potente puñalada. Queda para las crónicas aquella famosa frase, "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor", para justificar el dos contra uno. El capitán de mercenarios todavía no había cobrado los atrasos, todo hay que decirlo. 

Según los buenos, esto es, los vencedores, Enrique II mostró destreza en el arte de la gobernanza pacificando aquella monumental agarrada y dirimiendo salomónicamente las diferencias entre notables. Castilla ya empezaba a mira hacia el mar y a asustar a los grandes reinos de Europa con unas políticas atrevidas: castigos a los piratas ingleses del Canal de la Mancha, conciertos económicos con la Hanseática, fructíferas relaciones comerciales con los flamencos, potenciación de La Mesta, etc.

Un nuevo escenario dejaba atrás una tramoya de luto y dolor en su avance hacia un futuro de grandeza.

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lunes, noviembre 28

Luz en tu piel

(Un texto de Laura Requejo en la revista Mujer de Hoy del 12 de octubre de 2019)

Puedes falsearla con iluminadores, pero si lo que quieres es un rostro con brillo natural de verdad, empieza con una rutina seria de tratamiento que incluya vitamina C y ácidos.

Tu piel lo aguanta casi todo: los madrugones, las horas de sueño que le roba la serie ala que estás enganchada, la alimentación a salto de mata entre semana, los excesos del fin de semana, la contaminación de tu ciudad... Pero paga un precio muy alto. Y lo puedes ver cada mañana en el espejo: a tu rostro le falta vitalidad, brillo y lustre. En su lugar hay una especie de velo grisáceo que te da una apariencia de agotamiento permanente y te echa años encima.

La culpa la tienen los sospechosos habituales que hemos enumerado porque asfixian tu piel y le restan el oxígeno que los tejidos necesitan para funcionar. Además, todos contribuyen a que el proceso de regeneración natural se ralentice. Y eso significa que no consigue eliminar las células muertas y el material orgánico oxidado que se acumulan en su superficie. De eso está formado esa capa translúcida que no te deja brillar como te mereces. Líbrate de ella de una vez por todas.

CAMBIA DE PIEL A DOS VELOCIDADES

Efecto inmediato: La clave de un rostro radiante es una superficie uniforme sobre la que se pueda reflejar bien la luz. Pero la acumulación de células muertas no solo entorpece la oxigenación de las capas más profundas, también crea irregularidades en el exterior. El alisado que necesitas lo consigues con un peeling en profundidad. Los exfoliantes de bolitas se suelen quedar cortos. Pero cuentas con un arsenal de ácidos capaces de disolver hasta la barrera más pertinaz de manera fulminante. Y, además de liberarla para que los activos que te apliques después funcionen mejor y penetren más, reactivan el proceso de regeneración natural de la piel. El ácido glicólico, el láctico, el mandélico, el azelaico y los alfa hidroxiácidos lo arrastran todo, pero pueden resultar irritantes en pieles sensibles y en concentraciones altas.

Efecto progresivo: Si tienes una de esas pieles que se enerva con solo decir en alto la palabra ácido, tenemos buenas noticias: las nuevas formulaciones consiguen incluirlos en porcentajes muy manejables que reducen al mínimo los riesgos de irritación. Y lo hacen en texturas agradables, como las mascarillas o los geles-sorbete, que permiten aplicaciones cómodas y sin sobresaltos. Los efectos de luminosidad más notables se obtienen a medio plazo. Pero, como cuentan con activos que contrarrestan la deshidratación que produce el peeling, la sensación de repulpado y de mejora de la calidad de la piel es instantánea.

CONFÍA EN LA VITAMINA C

Este poderoso antioxidante es el Santo Grial de la luminosidad. No solo la potencia hasta niveles increíbles y acaba de un plumazo con cutis verdosos y rostros apagados. También es capaz de retexturizar y reenergizar las pieles desvitalizadas, de regular los sistemas pigmentados para reducir la apariencia de las manchas y de estimular la síntesis de colágeno para controlar firmeza y arrugas. "En su forma más pura (el ácido ascórbico) es muy eficaz, pero también muy inestable. Se altera al contacto con el aire, la luz y el calor y puede convertirse en un agente oxidante que consigue el efecto contrario", explica Tatiana Recuero, directora de Formación de Elizabeth Arden.

Pero entre todas las formas de vitamina C hay una que minimiza los riesgos y obtiene todos los beneficios: el Tetrahexyldecyl Ascorbate o TDA. "Al ser un compuesto liposoluble, se fusiona a la perfección con los lípidos naturales de la piel. También tiene un alto nivel de permeabilidad, así que penetra con facilidad sin alterarse. Y ha demostrado ser hasta un 178% más potente que la vitamina C tradicional", explica Tatiana. Por eso lo han elegido en Elizabeth Arden para formular su novísimo Serüm Vitamina C Ceramide Capsules.

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sábado, noviembre 26

The cabbie and the nun

(Read in Facebook)

A cabbie picks up a nun. She gets into the cab, and the cab driver won't stop staring at her. She asks him why he is staring.
 
He replies: "I have a question to ask you, but I don't want to offend you."
 
She answers, "My son, you cannot offend me. When you're as old as I am and have been a nun as long as I have, you get a chance to see and hear just about everything. I'm sure that there's nothing you could say or ask that I would find offensive."
 
"Well, I've always had a fantasy to have a nun kiss me."
 
She responds, "Well, let's see what we can do about that. But first, you have to be single and you must be Catholic."
 
The cab driver is very excited and says, "Yes, I'm single and Catholic!"
 
"OK," the nun says. "Pull into the next alley, "maybe we will see what we can do."
 
The nun fulfills his fantasy with a kiss that would make anyone blush. But when they get back on the road, the cab driver starts crying.
 
"My dear child," said the nun, "why are you crying?"
 
"Forgive me, but I've sinned. I lied. I must confess, I'm married and I'm not Catholic."
 
The nun says, "That's OK, my name is Kevin and I'm going to a Halloween party."

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jueves, noviembre 24

Zaragoza desconocida: Bodegas del casco histórico. La ciudad subterránea

(Un texto de R.C.L. en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 2013)

Bajo algunos edificios quedan bodegas y pasadizos de lo que fue un auténtico entramado de calles y sótanos que iban desde el Ebro hasta Independencia. Algunos, como la bodega del Albergue, están abiertos al público.

Esto no es una escalera, es un túnel del tiempo que te lleva del siglo XXI al siglo XV», dice José Juste, gerente del Albergue de Zaragoza (calle Predicadores, 70), mientras desciende hacia la bodega del edificio. La estancia, de unos 143 metros cuadrados, data «de 1470, de la época en que vino a vivir aquí Pedro de Arbués como inquisidor de Aragón», detalla.

Aunque en el siglo XVII se derribó el edificio que tenía encima, la bodega se conservó y todavía hoy se pueden apreciar perfectamente con algunos retoques, entre ellos unos arcos fajones imprescindibles para su consolidación la estructura original de ladrillo abovedada y las salidas hacia los túneles que la conectaban con la red de pasadizos que hubo en Zaragoza.

De aquella ciudad bajo tierra perduran algunas bodegas y trozos de los túneles que eran una verdadera malla de calles por las que se podía llegar desde el Ebro a lo que hoy es la Diputación de Zaragoza sin salir a la luz del sol. «Se habla de que había toda una ciudad de pasadizos subterráneos. Supongo que era útil para la defensa, más que los grandes muros», dice Juste.

Bajo el Albergue queda un estrecho y oscuro pasaje de unos siete metros de largo que avanza con unas escaleras bajo la calle Predicadores y que está cegado allá donde antaño se bifurcaba en otras direcciones.

En la bodega, a 4,5 metros de profundidad bajo el nivel de la calle, cuatro vanos más coronados por arcos dan testimonio de ya ausentes salidas a túneles que hacia el norte (pasando bajo lo que fueron las caballerizas) daban salida al río para la evacuación de desperdicios y hacia el sur, comunicaban con resto del entramado urbano.

No sabemos qué hubiese pensado el bueno de Arbués de haber sabido que en su palacio, anejo al convento de dominicos, iban a celebrarse siglos después conciertos de jazz los domingos y hasta un encuentro de «sado controlado» (en 2011), por no hablar de que el recinto sirve ocasionalmente como lugar de encuentro y oración para musulmanes (de la comunidad Arrisala).

Y es que esta bodega, conocida hoy como La Bóveda del Albergue, es actualmente por expreso deseo de sus gestores, la empresa Zaragoza Activa S.L., un recinto abierto al público donde no faltan actividades de lo más heterogéneo durante todo el año, desde actuaciones musicales a cenas temáticas (la agenda se puede consultar en internet en http://labovedazgz.com).

Por supuesto, también se organizan las clásicas «visitas guiadas, en colaboración con Los Navegantes y el Plan Integral del Casco Histórico, en las que la gente puede ver varias bodegas del Casco y se les va contando su historia», explica José Juste.

Así, los zaragozanos curiosos y los turistas se van enterando de que estos sótanos han tenido muchos usos y en ellos han pasado multitud de cosas. Han servido y sirven como almacenes o bodegas (por sus excelentes condiciones de temperatura fresca y humedad controlada), de red de comunicaciones (antes de que se tapiasen sus puntos de enlace), de hospital en la Guerra de la Independencia contra los franceses, de escondite y refugio en la Guerra Civil, de cárcel, de sala de ensayos de compañías teatrales (como El Grifo) y grupos musicales, de bares e incluso de plató de televisión.

Pero más allá de la importancia histórica de que los sótanos de la zona hubieran sido mazmorra del decapitado Justicia Juan de Lanuza en el siglo XVI lo cierto es que la propia estructura sigue siendo un atractivo suficiente para justificar visitas de propio. José Juste cuenta que, todos los años, «estudiantes de la Escuela de Arquitectura de Madrid vienen para conocer la bodega del Albergue, tanto por lo que se conserva como por la rehabilitación que hubo que hacer en 2007». Cuenta que, para preservarla, no hay excesivos problemas: «Pese a la cercanía del río, no hemos tenido problemas de filtraciones, aunque en su día hubo que consolidar las columnas porque la humedad había subido por capilaridad y las había reventado». Juste augura un buen futuro al recinto. «Yo creo que aguantaría perfectamente un bombardeo», dice. Esperemos que no haya comprobación empírica...

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martes, noviembre 22

Cómo hacerte bien las cejas en casa sin que acabe en desastre

 (Un artículo de V. de los Rios en la revista Mujer de Hoy del 12 de octubre de 2019)

En ellas reside el poder de la mirada. Destácalas como se merecen para lograr una apariencia triunfante. Te damos los mejores trucos para conseguirlo sin ayuda de nadie.

En buena forma

El estilo lion mane (despeinadas e irregulares) que arrasó la temporada pasada ha perdido fuelle. Ahora se siguen llevando las cejas pobladas, pero al estilo de Lily Collins, Cara Delevingne o Keira Knigthley: es decir, definidas. Limpia el entrecejo y arquea ligeramente la parte inferior. Si tienes una forma natural bonita, usa las pinzas para no retirar más pelos de la cuenta y olvídate de los espejos de aumento, porque puedes llegar a hacerte un verdadero estropicio. Si no tienen forma, puedes delimitar con un lápiz los pelos sobrantes y retirarlos con cuidado. 

Efecto tridimensional

Disimular calvas, hacer las cejas más densas o ensancharlas como Zendaya es posible con las nuevas fórmulas. Puedes hacerte con una plantilla si no confías en ti misma o elegir un lápiz de punta gruesa (el más fácil de manejar). Eso sí, un tono por debajo del color de tu pelo para no endurecer las facciones. Traza, al filo de la raíz del pelo, una línea ascendente en la parte inferior de la ceja, desde el nacimiento hasta la zona más alta, y después difumina con un cepillito. Rellena los huecos en la misma dirección del pelo. 

Que no se mueva ni un pelo

Los nuevos productos específicos te aseguran la fijación del pigmento toda la noche. Incluso hay algunos que duran intactos tres días. Se acabaron para siempre las cejas despeinadas y las desdibujadas.

 

 

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domingo, noviembre 20

El mendigo y el rey

(Me lo han mandado, pero parece ser que lo han sacado de la revista 'Pronto').

Érase una vez un hombre que estaba sentado en las calles pidiendo limosna a todos los que pasaban. Al ver acercarse desde lejos al rey, pensó que este se apiadaría de él. Por eso, al tenerlo delante, le dijo: «Su majestad, ¿me podría regalar una moneda?». Su sorpresa fue mayúscula cuando el monarca, mirándolo fijamente, le respondió: «¿Y tú, qué me darás? Piensa que soy tu señor». El mendigo, que no sabía cómo reaccionar, respondió: «Pero, majestad, yo no poseo nada que ofreceros». «Algo tendrás, busca en tu bolsa», dijo el rey.
 
Enfadado, el mendigo empezó a hurgar entre sus escasas pertenencias y encontró un pan, una naranja y cinco granos de arroz. Pensó que dárselo todo era demasiado, así que solo le ofreció el arroz. El rey le entregó cinco monedas de oro, una por cada grano de arroz. Viendo el pordiosero que aquello era buen negocio, le dijo al monarca: «Espere, no se vaya, creo que puedo darle algo más». Pero este rehusó su oferta diciéndole: «Solo te puedo corresponder a lo que me has dado de corazón».
 
Al igual que el mendigo, muchos actúan pensando en lo que recibirán a cambio, pero en la vida la mayor felicidad vendrá de lo que hagamos sinceramente, de corazón, sin pretender ser recompensados.

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sábado, noviembre 19

La otra mitad

(De Herman Hesse)

La mitad de la belleza depende del paisaje;
y la otra mitad de la persona que la mira.
Los más brillantes amaneceres;
los más románticos atardeceres;
los paraísos mas increíbles;
se pueden encontrar siempre en
el rostro de las personas queridas.
Cuando no hay lagos más claros
y profundos que sus ojos;
cuando no hay grutas de las maravillas
comparables con su boca;
cuando no hay lluvia que supere a su llanto;
ni sol que brille más que su sonrisa. . .
La belleza no hace feliz al que la posee;
sino a quien puede amarla y adorarla;
Por eso es tan lindo mirarse cuando esos rostros
se convierten en nuestros paisajes favoritos...

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