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...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

viernes, noviembre 30

Yemen, las otras víctimas de Arabia Saudí

(Extraído de un texto de Manon Quérouil en el XLSemanal del 14 de enero de 2018)

Apenas sale en los medios. Pero la guerra civil del Yemen ha dejado ya 10.000 muertos, 3 millones de desplazados y una epidemia de cólera.

El país más pobre de Oriente Próximo se ha convertido en el terrible escenario donde se enfrentan Arabia Saudí e Irán. En medio, 25 millones de yemeníes atrapados por las bombas y el hambre.
Mohamed estaba cenando cuando cayó la bomba. A su lado dormía su hijo, de 3 años. La onda expansiva los enterró bajo los cascotes. Así permanecieron durante una hora. El niño ‘aullaba’ de miedo. Cuando por fin los rescataron, Mohamed se quedó sentado entre los escombros del arrasado salón de su casa, como petrificado. Había perdido lo único que poseía: un techo. Tras el bombardeo, una multitud enfurecida se congregó en las calles de la capital, Saná, para dar rienda suelta a su ira. Su rabia se dirigía contra Arabia Saudí. También contra la muda complicidad de la comunidad internacional.

Un conflicto plagado de aristas

Mohamed es solo uno de los cientos de miles de víctimas del conflicto del Yemen, una contienda con muchos frentes y en la que no se salva nadie. La guerra civil lleva tiempo convertida en un enfrentamiento entre esos dos archienemigos mortales que son Arabia Saudí e Irán. El presidente del país, Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, vive exiliado en Arabia Saudí y sus tropas combaten de la mano de una coalición militar dirigida por los saudíes. ¿El enemigo?: los rebeldes hutíes, que cuentan con el apoyo de Irán y controlan amplios territorios del oeste del país, incluida la capital, Saná.

Durante un tiempo, los hutíes fueron aliados del anterior presidente, Alí Abdalá Saleh, que estuvo 33 años al frente del país. Sin embargo, esta frágil coalición saltó en pedazos cuando Saleh anunció su disposición a negociar con Arabia Saudí. Los rebeldes calificaron sus intenciones de alta traición y asesinaron a Saleh hace un mes. Saleh era una figura central en el Yemen; sin él, la guerra amenaza con entrar en una escalada imparable. Por si fuera poco, a la sombra del conflicto, una filial de Al Qaeda ha conseguido hacerse fuerte en parte del país.

A esto se une el hecho de que las bombas ya no son las únicas armas usadas en esta guerra. A comienzos del pasado mes de noviembre, Arabia Saudí impuso un bloqueo total a las importaciones yemeníes. Desde entonces, apenas llega ayuda ni alimentos. Para la población, que ya dependía en buena medida de la asistencia humanitaria, este bloqueo ha supuesto una auténtica catástrofe. Hay escasez de agua, de harina, de gasolina… de casi todo. Y la situación empeora día a día.

El escenario de la guerra

Las casas de barro de la capital, Saná, lucen en letras rojas y verdes los lemas de los hutíes, las fuerzas rebeldes que tomaron la ciudad en 2014: «¡Alá es grande! ¡Muerte a América! ¡Muerte a Israel! ¡Por la victoria del islam!». Esta guerra civil se ha cobrado ya 10.000 vidas. Tres millones de personas han huido.

Por todas partes se aprecia cómo la guerra se ha ido adueñando de la vida cotidiana. Las arcas del Ministerio de Sanidad están vacías desde hace seis meses. El responsable de Médicos Sin Fronteras en el país, Ghassan Abú Shaar, describe así la crisis: «Nos hemos centrado en la hambruna, que ya existía antes de la guerra. Pero es que ahora la gente se nos muere hasta por la diarrea más simple. Podemos gastar todos los millones que se quiera en programas de distribución de alimentos, pero si no hay médicos no sirve de nada». Pero ya no queda dinero para pagar al personal médico. Después de 14 meses sin recibir el sueldo, la tentación de abandonar el servicio y marcharse sin más es tan grande como comprensible.

En Saada, a más de 200 kilómetros al norte de la capital, la mayoría de los médicos ha permanecido en sus puestos. Saada es la cuna de los rebeldes hutíes, que siguen el zaydismo, una variante de la doctrina chií, cuyos partidarios dominaron el reino del Yemen hasta 1962. La ciudad se encuentra cerca de la frontera con Arabia Saudí y ha sido declarada zona de guerra por los saudíes. Se cree que el líder hutí Abdel Malek al-Huthi se encuentra escondido en las montañas vecinas.

La ideología hutí está inspirada por el Estado Revolucionario de Irán, por el movimiento palestino Hamás y por la organización libanesa Hezbolá, lo que le ha permitido influir en una parte importante de la población, desatendida durante mucho tiempo por el Gobierno. Sus milicias se encargan de asegurar el orden en la inestable región fronteriza, ejecutando a los salteadores de caminos y pacificando a los clanes enfrentados. De forma similar a los talibanes en Afganistán, los hutíes han instaurado una sensación de seguridad en detrimento de la libertad.

La atmósfera en Saada es opresiva. Los funcionarios del Ministerio de Educación, que llevaban meses sin cobrar sus salarios, fueron sustituidos por ‘profesores voluntarios’ procedentes de las filas de las milicias hutíes. En las aulas devastadas, hoy se estudia básicamente el Corán. Las mujeres permanecen encerradas en sus casas. Cuando se aventuran a salir a la calle, lo hacen cubiertas de los pies a la cabeza. Las niñas están obligadas a llevar velo a partir de los 8 años, «si son bonitas, incluso antes», explica la directora de una escuela en Saada.

El fundamentalismo hutí rige la ciudad. «Hemos pasado de una miseria a otra», dice un periodista local. Baja aún más la voz cuando habla de las detenciones arbitrarias y los asesinatos de políticos opositores. Los hutíes parecen haber encontrado un método práctico para deshacerse de sus rivales: los llevan a las zonas que los saudíes bombardean con especial frecuencia.

Las armas occidentales de Arabia Saudí

El gobernador Yaber Awad se ha convertido en una estrella política del nuevo Gobierno. De pie entre los escombros del bombardeado Palacio de Justicia de la ciudad, sostiene un fragmento de granada. «¡Mirad el regalo de Occidente! -grita a las cámaras-. ¿La sangre de los niños yemeníes vale menos que el petróleo de los saudíes?».

Es una pregunta retórica. Araba Saudí es uno de los principales compradores de armas estadounidenses y europeas. También son de fabricación occidental las bombas de racimo que se han empleado en el Yemen. En el hospital de la ciudad se encuentran las últimas víctimas de este tipo de munición, prohibida por la convención de Naciones Unidas.

Fahmi, de 9 años, se mantiene erguido en su cama, con la mitad de su cara desgarrada. Su madre rodea con su brazo los hombros desnudos del niño. Tiene un proyectil alojado en el cerebro, pero aquí no hay ni escáneres ni cirujanos que se atrevan a operarlo. Así que está en las manos de Alá.
Al-Masira, el canal de televisión oficial del Gobierno hutí, emite sin cesar imágenes de estos ‘mártires’, como llaman a los niños muertos o heridos. Pero en esta sucia guerra empieza a destacar otra realidad que escapa a las cámaras: el creciente número de niños soldados reclutados por los rebeldes para compensar sus abultadas bajas. Unicef cifra en más de 1500 el número de menores en las filas hutíes. «Cada vez se ven más niños en los controles, niños que no tienen ni 10 años», confirma Yamal al-Shami, responsable de una ONG sobre el terreno.

Ya no hay escuelas, así que los niños van a la guerra, movidos por un cóctel de inactividad, pobreza y un patriotismo alimentado por las bombas saudíes. En el centro de rehabilitación de la capital conocemos a Mohamed Saif. Acaban de entregarle una prótesis nueva. Perdió la pierna cuando pisó una mina, pero eso no le impide tener un único deseo: volver al frente cuanto antes. En la pausa de los ejercicios que hace para habituarse a su pierna de metal, escucha en bucle las canciones patrióticas de las milicias hutíes que lleva en el móvil. En los registros del Ejército consta que tiene 18 años. Un familiar admite que solo tiene 13. Cuando le preguntamos a Mohamed por qué quiere luchar, dice: «Por la yihad, claro».

Ruido de sables… otra vez

Los hutíes solo suponen un tercio de la población y su posición en el país dista mucho de estar asegurada. En las calles de la propia Saná cada vez se hace más evidente la indignación de la gente por los muertos y por los impuestos que exigen las milicias para financiar la guerra y que deben pagar todos los comercios. De una forma más discreta, se quejan también de la creciente influencia de Irán en los asuntos internos del Yemen.

A Alí al-Sammad, líder político de los hutíes, no le gusta que sus tropas sean percibidas como fuerzas de ocupación. «¡Somos un Estado, no unos golpistas!», repite con frecuencia. Antes, los rebeldes legitimaban su dominio recurriendo a su presuntamente estrecha relación con el respetado expresidente Saleh. Pero ahora ellos mismos lo han asesinado. El hijo de Saleh ha llamado a vengarse de los hutíes.

Mientras los políticos afilan sus cuchillos, en las calles la gente sigue enfrentándose a un infierno. En el hospital público de Ibb, a cinco horas en coche de Saná, el doctor Alí Audi trabaja como si fuera un capitán a bordo de un barco que se va a pique. Día tras día, su personal clasifica a los heridos y enfermos que van llegando. A los casos más graves y a los más leves los envían de vuelta a sus casas. Con los primeros no pueden hacer nada, los segundos saldrán adelante por sí mismos… si hay suerte.
El número de pacientes lleva reduciéndose unos días. No es una buena noticia. El precio de la gasolina se ha triplicado por culpa del bloqueo. Los habitantes de las regiones más apartadas ya no pueden desplazarse hasta el hospital. Mueren en sus casas. El doctor Alí no puede contener los sollozos cuando dice: «Las familias no tienen dinero para pagarse el alojamiento y la comida. Y aunque consigan traernos a un niño gravemente enfermo, luego no pueden ocuparse de él». Y vuelven a sus casas sabiendo que su hijo no sobrevivirá.

Esperando la siguiente bomba

En Saná, la capital del Yemen, un grupo de personas mira al cielo con miedo mientras busca entre los escombros tras otra noche de bombardeos. Los niños ya no van al colegio, pero han aprendido a identificar los aviones. Señalan al cielo como veteranos y dicen: «Mig».

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miércoles, noviembre 28

¿Por qué se cultivan tulipanes en Holanda?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 14 de enero de 2018)

Los tulipanes llegaron a Europa a finales del siglo XVI y pronto comenzaron a convertirse en piezas de coleccionistas en los Países Bajos, cuya economía iba viento en popa gracias a los negocios y al éxito de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.

Los tulipanes provenían de Turquía, donde era considerada una flor sagrada. Las características del terreno ganado al mar por los holandeses eran las idóneas para el cultivo de esa rara especie vegetal, cuyo crecimiento era vertiginoso. Además, los tulipanes cultivados en Holanda estaban afectados por un virus inoculado por un pulgón que les proporcionaba una variada gama cromática, lo que aumentaba su exotismo y también su precio.

En 1623 un solo bulbo podía llegar a valer 1000 florines, cuando los ingresos medios anuales rondaban los 150 florines neerlandeses. Durante la década de 1630, muchos holandeses invirtieron enormes sumas de dinero en tulipanes, pensando que jamás se devaluaría su precio. Los beneficios llegaron a superar el 450 por 100 de la inversión inicial. Se llegaron a vender grandes mansiones, piezas de arte valiosas y granjas a cambio de un solo bulbo. Buena parte de la alta sociedad holandesa sucumbió al embrujo de esa exótica flor cuyo precio se disparaba día a día. El mercado de tulipanes creció como la espuma, lo que dio lugar a una inquietante burbuja económica, la primera de la que hay constancia en la historia.

En 1636 se declaró una epidemia de peste bubónica en Holanda y dejó sin mano de obra a los viveros. Aquel desastre incrementó los precios en el mercado, lo que no fue un obstáculo para que los compradores se hipotecaran para adquirir más flores. Ajenos a los negros nubarrones que se cernían sobre el mercado, los que menos tenían se endeudaron hasta las cejas para invertir en bulbos. A principios de 1637, los inversores más lúcidos intuyeron que ese negocio especulativo iba a reventar y decidieron vender sus preciados tulipanes, contagiando rápidamente al mercado y provocando el pánico en el país.

Los que no reaccionaron a tiempo se encontraron con bulbos que habían comprado a precio de oro y que ya no podían vender. La burbuja del tulipán arruinó a muchos holandeses e hizo ricos a los pocos que vendieron momentos antes de producirse el crack. A pesar del desastre que causaron, los tulipanes son uno de los símbolos de Holanda.

Precio por las nubes
En 1635 se vendieron 40 bulbos por unos 100.000 florines, una suma de dinero enorme si tenemos en cuenta que una tonelada de mantequilla costaba 100 florines y ocho cerdos 240 florines.

La ‘tulipomanía’
En el siglo XVII, la locura especulativa fue de tal calibre que los holandeses compraban bulbos virtuales. Los catálogos de ventas exponían los productos al alcance de los incautos.

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lunes, noviembre 26

Cartas íntimas de personajes famosos

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 17 de mayo de 2015)

Reinas que van a ser ejecutadas y se despiden con orgullosa dignidad; grandes hombres que intentan impedir guerras; mujeres que apaciguan a los gobernantes; artistas que coleccionan fetiches; genios que comercian con sus inventos…

La correspondencia privada desnuda a los protagonistas de la Historia. Una nueva antología desvela importantes intimidades epistolares recopiladas pos Shaun Usher en Cartas memorables.

Gracias a la correspondencia se conoce mejor a los protagonistas de la Historia y se accede a lo trascendente a través de lo doméstico. Se entera uno de menudencias como las recetas caseras de la reina Isabel II de Inglaterra.

Shaun Usher recopila textos de santos; de enamorados (Abelardo y Eloísa); de emperadores como Marco Aurelio, que muestra su pasión erótica en su correspondencia adolescente con un profesor… Hay textos de artistas; de papas; de genios como Leonardo da Vinci o Petrarca, un maestro de correspondencias: en una epístola a Bocaccio en 1365 se da por enterado de que sus cartas las están copiando distintos amanuenses. A Petrarca solo le importa que la letra sea clara.

Galileo Galilei al dogo de Venecia: "Os aseguro que mantendré en el mayor de los secretos este nuevo artificio"
Intentos de Galileo Galilei de ‘vender’ en 1610 al dogo de Venecia un aparato nuevo que ha inventado, un telescopio que puede “descubrir las naves enemigas dos horas antes de que puedan ser detectadas con la visión natural”. “Os aseguro que mantendré en el mayor de los secretos este nuevo artificio y solo se lo mostraré a Vuestra Alteza”, promete el científico.

De Gandhi a Hitler: "Por el bien de la humanidad"
“Usted es la única persona del mundo que puede evitar la guerra”, dice Gandhi a Hitler en julio de 1939. La carta nunca llegó a su destino por una interferencia del Gobierno británico.

Elvis Presley a Richard Nixon: "Necesito acreditación de agente federal"
Elvis coleccionaba placas de organismos oficiales. En 1970 escribe al presidente de los Estados Unidos desde el avión que lo lleva a Washington. Se quedará en un hotel “todo el tiempo que haga falta para conseguir las credenciales” “Quiero ser agente federal por mi cuenta”, le dice. Nixon le entregó la plaga en la Casa Blanca.

De Fidel Castro a Roosevel: "Dame un billete verde"
Sorprende leer cómo Fidel Castro pide dinero al presidente de los Estados Unidos. Lo hizo, a los doce años, en una misiva con membrete de su colegio. En un inglés macarrónico, Fidel -con 12 años- pide dinero al presidente de los Estados Unidos. “Si quieres, dame un billete de 10 dólares verde americano, en la carta, porque no he visto nu8na uno” Ofrece su colaboración: “Si quieres hierro para hacer tus barcos, yo te enseño las minas de hierro más grandes del país” Y se despide: “Tu amigo, Fidel Castro”.

Robert Falcon Scott: "Para mi viuda"
Sobrecogedora es la despedida del explorador británico Robert Falcon Scott. Escribe a su mujer a 70 grados bajo cero. “Para mi viuda” es el encabezamiento. Que no se preocupe, que su muerte será dulce, le dice. “Lo peor de esta situación es la idea de no volver a verte”, confiesa. Le pide que se case de nuevo si encuentra a otro hombre, que eduque bien a su hijo (de dos años) e insiste en que no se arrepiente de haber emprendido tan peligrosa expedición y de haber servido a su país. La carta la encontraron junto al cadáver de Scott meses después de su muerte, en 1912, cuando regresaba del Polo Sur.

Carta de Isabel II a Eisenhower
Eisenhower alabó los scones de Balmoral. La reina Isabel II le da la receta.

Clementine a su esposo Winston Churchill: "Te ruego perdones a tu amorosa, devota y vigilante Clemmie"
Sus colaboradores, desesperados por sus ataques de ira, recurrieron a su mujer. Clementine le escribió una carta maravillosa. “Mi querido Winston: me he percatado de un empeoramiento de tus modales y de que no eres tan amable como antes”, le dice.” No soporto que quienes sirven al país y a ti no te aprecien, además de admirarte y respetarte”, continúa. Le recuerda que él siempre ha recitado que “solo por medio de la calma se gobiernan los corazones”. Confiesa que le cuesta decirle estas cosas. Y se despide, cariñosa. “Te ruego perdones a tu amorosa, devota y vigilante Clemmie”.


María Estuardo : "Hoy, después de cenar, me han dado a conocer la sentencia..."
Impactante es la carta que María Estuardo, reina de Escocia, dirige el 8 de febrero de 1587 a su cuñado el rey Enrique III de Francia: “Hoy, después de cenar, me han dado a conocer la sentencia: me van a ejecutar, como a un criminal cualquiera”. Y así fue. La orden partió de su prima y enemiga la reina Isabel I de Inglaterra.


Mick Jagger a Andy Warhol: "Dime cuánto te gustaría cobrar"
Andy Warhol va a diseñar la portada del nuevo disco de los Rolling Stones. Mick Jagger le pide que no haga algo complicado porque “Más jodida resulta la producción y más fastidiosos los retrasos (…) Y dime cuánto dinero te gustaría cobrar”, le dice. Warhol diseño la mítica portada del disco Sticky fingers: un primer plano de una bragueta masculina muy abultada y con una cremallera real.

La carta de Plinio a su tío que narra la tragedia de la erupción del Vesubio
Estremecedora es la narración que hace Plinio el Joven de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y Herculano. En una carta espléndida dirigida al historiador Tácito, Plinio narra con ritmo de novela de aventuras el desconcierto inicial; la desaparición de su tío, el naturalista Plinio el Viejo, que partió hacia el foco de la tragedia para documentarla y para ayudar; la estampida de las víctimas; la lluvia de ceniza y piedras pómez… “No dejé escapar ni un lamento o grito de terror, pues tristemente me consolaba en mi hado mortal por el convencimiento de que el mundo al completo moriría conmigo, y yo con él”, confiesa. Su carta es el único documento histórico que da cuenta de aquella tragedia. La recoge Simon Garfield en Postdata (Taurus).

De Mario Puzzo a Marlon Brando
“He escrito un libro titulado ‘El Padrino'”. “Usted es el único capaz de protagonizarlo”. Puzo apremia a Brando, para que pida el papel.

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sábado, noviembre 24

Cartas. Palabras de amor

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 14 de enero de 2018)

Se publica la correspondencia inédita entre Albert Camus y la actriz española María Casares. Relaciones prohibidas, engaños, momentos eróticos, celos… Los amores epistolares han sacado a la luz las intimidades de personajes históricos.

Casi 900 cartas en quince años se cruzaron el premio Nobel de Literatura Albert Camus y la actriz María Casares. «Nunca me he sentido más pleno de fuerza y vida. La enorme alegría que me llena levantaría el mundo», escribe Camus a Casares. Ella le responde: «Toda mi vida se quedará corta para amarte».

María, que había acompañado al exilio a su padre, Santiago Casares Quiroga, primer ministro de la Segunda República, encadenaba giras internacionales con la Comédie Française. Por su parte, él tenía otras relaciones, además de estar casado en segundas nupcias con Francine Faure, lo que explica sus frecuentes separaciones y el gran número de cartas que se escribieron. Se conocieron en casa de un escritor, se hicieron amantes la noche del 6 de junio de 1945, el día que se produjo el desembarco aliado en Normandía.

Cuando terminó la guerra, la mujer de Camus regresó de Argelia. En 1940 dio a luz a los mellizos Catherine y Jean. La paternidad del escritor apartó a María. Rompieron. Pero se reencontraron por casualidad ocho años después y retomaron la relación. Hasta la muerte del escritor, fallecido en un accidente en 1960. María quedó desolada. Siguió soltera hasta 1978: se casó con uno de sus mejores amigos, André Schlesser. Y murió en 1996.

Promesas y mentiras

La ardiente correspondencia entre Camus y Casares, que ahora publica la editorial francesa Gallimard en un tomo de más de 1.220 páginas, se une a la larga lista de relaciones epistolares que nos han llegado del pasado. «Mis pensamientos regresan sin cesar a las deliciosas horas en que estaba sentada en tus rodillas y apretada contra tu corazón y cuando sentíamos lo mucho que nos adorábamos», dice la princesa Victoria Eugenia a su prometido Alfonso XIII en un documento, publicado en la compilación Grandes cartas de amor de la editorial La Esfera de los Libros.  

Nota: El escritor francés Albert Camus y la actriz española María Casares se cruzaron 865 cartas durante los 15 años que duró su romance. En algunas, ella le dice que él le recuerda a Humphrey Bogart.

Los amores epistolares suelen incluir promesas que no siempre se cumplen. El poeta Lord Byron escribió cartas de devoción a Carolina Lamb, una atractiva dama que estaba casada con otro hombre. «Prometo y juro que ninguna otra, de palabra y obra, ocupará jamás lugar en mi afecto», aseguró el poeta a su amor secreto. Sin embargo, la posterior correspondencia de Byron con Teresa Guiccioli, de la que siempre se despedía diciendo «nunca dejaré de amarte», desveló la inconsistencia de su juramento de amor eterno a Carolina.

En algunos casos, una carta de ternura puede provocar un drama de gigantescas proporciones. Eso fue lo que le ocurrió a Alma Mahler. En 1910 Alma, que estaba casada con el compositor Gustav Mahler, se enamoró perdidamente del arquitecto Walter Gropius, que años más tarde fundaría la Bauhaus. Mahler descubrió la infidelidad a través de una extraviada carta que Gropius había enviado a Alma. Meses después, Mahler murió. Acababa de finalizar la Sinfonía número 10, en la que plasmó su fatídico estado emocional.

La pasión se transluce en la relación epistolar entre Oscar Wilde y Lord Alfred Douglas.

«Querido muchacho mío […] es una maravilla que esos labios de pétalo rosa que tienes hayan sido creados no tanto para el canto musical como para la locura de besarse», escribe Wilde a su amado.

Casi tan encendidas como las cartas de amor que envió Frida Kahlo a su marido, el pintor Diego Rivera. «Mi Diego. Espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos».

Para subidas de tono, las misivas eróticas que enviaba el escritor James Joyce a su esposa Nora. «Desearía poder oír tus labios murmurando esas celestiales y excitantes palabras sucias, ver tu boca haciendo ruidos y sonidos sucios, sentir tu cuerpo culebreando debajo del mío».

“Mi corazón y mi persona se rinden ante ti suplicándote que sigas favoreciéndome con tu amor”, escribió Enrique VIII de Inglaterra a Ana Bolena en 1528, ocho años antes de que ordenara decapitarla.

En la batalla

Otro hombre de armas tomar, Napoleón Bonaparte escribió desde  muchos campos de batalla misivas románticas a su mujer, Josefina. «En medio de las tareas, a la cabeza de las tropas, al recorrer los campos, mi adorable Josefina está sola en mi corazón, ocupa mi espíritu, absorbe mi pensamiento», escribe Napoleón a su esposa. En otras de sus cartas afloran los celos. «Usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido».

En ocasiones, las cartas de amor esconden una petición de perdón ante los pecados cometidos. Ese es el caso de Fiódor Dostoievski, cuya tercera mujer, Anna Snitkina, veinticuatro años más joven que él, tuvo que afrontar los graves problemas de ludopatía que padecía el escritor ruso. “Anna querida, amiga mía, esposa mía, ¡perdóname y no me taches de sinvergüenza! He cometido un crimen imperdonable, he perdido todo el dinero que me enviaste, todo, hasta el último kreutzer, ayer lo recibí y ayer mismo lo perdí (…) ¡Oh, amiga mía, no me condenes para siempre!».

Amadeus Mozart dejó huella escrita de su preocupación por las habladurías que le llegaron de su mujer mientras el estaba de viaje. “¡Mi amorcito! (…) Tienes un esposo que te ama y que hace todo lo que puede por ti (…) Pero me gustaría que guardaras más compostura (…) Perdóname por ser tan franco, pero mi tranquilidad lo exige, y también nuestra mutua felicidad”.

El más discreto e introvertido Ludwig van Beethoven mostró sus sentimientos más apasionados en su famosa Carta a la amada inmortal, cuya destinataria no pudo ser identificada. “Mi ángel, mi todo, mi mismo yo, solo unas palabras hoy (…) Nunca puede otra poseer mi corazón, nunca, nunca”.
Dado que las cartas fueron encontradas entre las posesiones de Beethoven tras su muerte, cabe preguntarse si las remitió alguna vez a su amada.

Nota: Ludwig van Beethoven nunca se casó, pero tuvo muchos romances. Tras su muerte encontraron en un cajón de su casa su famosa misiva a su amada inmortal.

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jueves, noviembre 22

Pulpos: una mente maravillosa

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 14 de enero de 2018)

Los científicos llevan años preguntándose cuál es el secreto de la inteligencia de los octópodos. Y han llegado a conclusiones sorprendentes. La primera: son capaces de manipular su código genético a su antojo. Pero hay más…

Aristóteles no tenía muy buena opinión de los pulpos.”Son criaturas estúpidas”, escribió. Pero no hay en el planeta un invertebrado tan sagaz; es el filósofo de los mares.

Los científicos llevan medio siglo preguntándose por el secreto de la inteligencia de los octópodos. Y el último estudio, publicado por la revista Cell, parece haber encontrado una de las claves: son capaces de manipular su propio código genético.
Se ha descubierto que pulpos, sepias y calamares realizan una ‘autoedición’ genética mediante la recombinación del ácido ribonucleico (ARN). De este modo, «mejoran su sistema nervioso, lo que les proporciona ventajas selectivas, como adaptarse rápido a los cambios del clima», explica Eli Eisenberg, científico de la Universidad de Tel Aviv y uno de los firmantes del estudio.

El ARN es el mensajero que transmite instrucciones celulares. Es el que ordena fabricar las diferentes proteínas que componen los genes. En el ser humano, la evolución propicia cambios muy lentos en el ADN, pero estos cefalópodos tienen prisa. Así que modifican pedacitos del ARN y cambian sobre la marcha las instrucciones que figuran en el genoma. ¿Cómo? Permutando algunas letras de las cuatro que componen el idioma de los genes -ACGU- como si ‘pirateasen’ la proteína con las características que desean.

Un gran ‘big data’ animal

Los pulpos tienen, además, una ingeniosa manera de aumentar su capacidad neuronal, repartiendo las células nerviosas en diferentes unidades de procesamiento, como varios chips conectados en red. Reparten de este modo el cerebro entre la cabeza y las patas. Por así decirlo, está dotado de nueve cerebros: uno central y ocho periféricos. Con la asombrosa particularidad de que los tentáculos tienen más neuronas que el cerebro y están dotados de gran autonomía. Así pues, su sistema nervioso se organiza como una ‘federación’ que se reparte 500 millones de neuronas; un molusco típico, como las almejas -con las que está emparentado-, tiene unas 20.000.

Cada tentáculo contiene 40 millones de receptores que utilizan para captar información al tacto, pero también para detectar sustancias gracias a un sentido peculiar del gusto y del olfato. Los tentáculos no solo ‘huelen’ y ‘saborean’, también actúan como si tuvieran mente e intenciones propias. ¡Y sin enredarse! Los pulpos pueden regenerarlos en caso de amputación. Cada uno de estos brazos puede llegar a tener unas 180 ventosas. Y las controlan con precisión y de manera individual, como los humanos controlamos nuestros dedos.

¿Cómo se las arreglan para procesar toda la información que les llega desde tantos sensores? ¿Cómo filtran su personalísimo ‘big data‘? ¿El biólogo marino Roger Hanlon propone que los pulpos no ‘piensan’ solo con la cabeza, sino con todo el cuerpo. Entonces, ¿cómo toman sus decisiones? ¿Sus pensamientos se parecen a los nuestros -en sus mecanismos más básicos- o se trata de otro tipo de inteligencia muy diferente? Una inteligencia distribuida y descentralizada.

Para intentar responder hay que remontarse unos 600 millones de años. Los primeros cefalópodos tenían conchas. Las perdieron -dominaban su entorno y no les hacían falta- y se convirtieron en gigantescos depredadores que se propulsaban con chorros de agua a presión, pero los peces con mandíbula -nuestros antepasados- les ganaron la partida porque, además, nadaban más rápido con sus aletas. Los pulpos tuvieron que refugiarse en el fondo del mar y luego en la costa, donde exploraban grietas para esconderse y buscar a sus presas. Y aprendieron rápido para sobrevivir. Son ágiles y observadores, con recursos creativos, como usar cáscaras de coco a modo de escudos o rocas para bloquear la entrada a sus escondrijos. Incluso algunos calamares se comunican utilizando una especie de código morse.

Unos tipos raros raros

En la Academia de Ciencias de California los estimulan con juguetes y retos, como darles la comida dentro de un bote con tapadera para que la desenrosquen. En cautiverio se vuelven maniáticos. Saben que están encerrados; intentan escapar. Y desarrollan filias y fobias. Parecen tranquilos con unos cuidadores y, sin embargo, en cuanto ven a otros les sueltan un chorro de agua o ‘disparan’ contra las lámparas del laboratorio (odian la luz intensa) para apagarlas con un cortocircuito.

Poseen una extraña anatomía: tres corazones, un cuerpo que pueden deformar a capricho, la boca desplazada a un lateral… Y son unos magos del camuflaje. En una fracción de segundo se transforman a voluntad, dibujando patrones de formas y colores gracias a unas células rellenas de pigmentos, los cromatóforos, que funcionan como los píxeles de una pantalla.

Algunos científicos, como Roger Hanlon, prefieren hablar de conductas complejas, en lugar de inteligencia. Por ejemplo, una sepia macho que luche con otra para defender a sus hembras puede intentar engañar a su rival -si va perdiendo- haciéndose pasar por otra hembra, en un ejercicio de travestismo. Otros investigadores, como Jennifer Mather, creen que estamos ante un animal dotado de algo parecido a la conciencia, capaz de combinar sus percepciones y su memoria para extraer conclusiones sobre lo que le está sucediendo en cualquier momento. Y hay quien ve en el pulpo lo más parecido a una inteligencia extraterrestre que podemos encontrar, tal es la opinión del filósofo Peter Godfrey-Smith. Quizá un experimento de la evolución para crear una inteligencia compleja con unas reglas diferentes a las del resto de los seres vivos.

PSICOANALIZANDO A UN PULPO

Memoria
Poseen buena memoria a corto y largo plazo. Recuerdan soluciones a problemas. Juegan y también se aburren.

Personalidad
Tienen caracteres diferenciados. Los hay cautelosos y sociables. Su personalidad depende de sus vivencias.

Ventosas
Controlan cada ventosa con total precisión, como los humanos nuestros dedos.

Neuronas
Los tentáculos tienen más neuronas que el cerebro principal.

Recuerdos
Recuerdan las caras de los científicos con los que conviven.

Pérdida
Los pulpos perdieron su concha. Tuvieron que aprender a sobrevivir ante la presión de peces con mandíbula.


Solo viven dos o tres años. Se reproducen una sola vez y mueren al poco tiempo. Las crías tienen que apañárselas por su cuenta. Espabilarse cuanto antes es una necesidad

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martes, noviembre 20

Carretera de montaña

(Una historia de David Gistau en el XLSemanal del 7 de enero de 2018)

El 24 de enero de 1998, un coche marca Renault se salió de una carretera de montaña y se despeñó en algún lugar entre Potes y Cabezón de Liébana, en Cantabria. El de aquel año era un invierno particularmente duro y el coche, al caer, desapareció entre la niebla como si se lo hubiera tragado una puerta al submundo. De no haber sido porque Jacinto Vera, natural de Torrelavega, venía con su camión en dirección inversa y vio el accidente, el coche podría haber permanecido perdido hasta la primavera.

Avisada una pareja de la Guardia Civil que desayunaba en el hotel El Oso, el Patrol tardó veinte minutos en acudir. Los guardias necesitaron cuerda para llegar hasta el Renault y se hicieron desgarros en los uniformes y algunos arañazos en el cuerpo. En el coche descubrieron a una mujer de mediana edad, herida, como pasmada todavía por el shock, a la que costó mucho subir hasta la carretera. Para entonces ya habían llegado una ambulancia de la Cruz Roja y otro Patrol que balizó la carretera, aunque no pasara nadie. Un guardia preguntó a la mujer si con ella iba en el coche alguien más que pudiera haber salido despedido durante la caída. En ese instante, en el rostro de la mujer, como si acabara de recordar algo, se dibujó una expresión de espanto: «¡Mi madre! ¡Mi madre iba conmigo!», gritó, e inmediatamente después sucumbió a un desvanecimiento que, una vez evacuada en helicóptero al hospital de Valdecilla, se haría más profundo por culpa de un coma inducido. Los guardias volvieron a bajar, relevándose con los del otro Patrol, más reticentes después de ver el estado en que quedaron los uniformes de los compañeros. Buscaron a la anciana hasta que se puso el Sol. No la encontraron. Tampoco al día siguiente, pese a organizar una batida que arrancó, con la ayuda de montañeros, junto a la carcasa del Renault.

El misterio de la desaparición se propagó por los pueblos cercanos. En los bares, algunos parroquianos decían que a la vieja se la podía haber llevado un oso a su guarida y que ya estaría devorada. No era temporada de osos, alegaban otros que aventuraban hipótesis no menos atrevidas, tales como la posibilidad de que la anciana anduviera vagando por el monte absolutamente amnésica. Tuvo que ser Paco Galiano, ganador reciente del torneo de mus del valle de Liébana, el que soltara lo que todos pensaban, pero nadie se atrevió a decir: el psicópata. El asesino emboscado en los picos de cuya existencia estaban todos convencidos desde que un tiroteo en un control había deparado la fuga a pie de un hombre armado que en el maletero del coche llevaba un cadáver. Desde entonces, en algunas casas habían desaparecido comida y ropa. Algunos hombres que sacaban a pastar las vacas aseguraban haberlo visto mientras se ocultaba entre los matojos con un aspecto peludo e hirsuto, casi el de un licántropo. Nada de todo esto había sido comprobado jamás. Pero en los pueblos deseaban creerlo y hablaban de ello junto a la chimenea, que de pronto adquiría un valor de fuego tribal protector más allá del cual aullaban asesinos y desaparecían viejas.

La paranoia fue a más. Las mujeres no salían a comprar solas. Todo el mundo se encerraba en casa temprano, cuando caía sobre los tejados la prematura noche invernal. Hasta que ocurrió el desastre: Berta Muñoz descerrajó un tiro de escopeta, por accidente, a su propio marido cuando éste pugnaba por abrir la puerta de casa, tarea que se le hacía difícil a causa de una borrachera. Murió de forma instantánea y Berta, al verlo, se aplicó el cañón en la boca y se suicidó.

Tres días después de este incidente, la mujer accidentada despertó en Valdecilla. Los guardias pusieron cuidado en no agitarla demasiado al decirle que no encontraron a su madre. Salieron lívidos de la habitación después de que ella les diera una explicación. Volvieron al esqueleto del coche y, efectivamente, en el maletero encontraron la urna con las cenizas de la mujer que iba a ser aventada en Potes por su hija.

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domingo, noviembre 18

El primer día del primer museo (El Prado)


(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 17 de noviembre de 2017)

Madrid, 19 de noviembre de 1819. Abre el Museo Real de Pinturas, creado a partir de las colecciones reales. Será mundialmente conocido como Museo del Prado.

La Revolución Francesa derramó mucha sangre inocente, pero pese a sus excesos significó un progreso en el curso de la Historia: abolió la esclavitud, prohibió la tortura y emancipó a los judíos, entre otros adelantos que hoy nos parecen normales, pero que no existían en el Antiguo Régimen. Una de las cosas buenas que indudablemente hizo la Revolución fue abrir al público el Museo del Louvre. El Louvre era un palacio real que albergaba numerosas obras de arte de la colección de los reyes de Francia, y el decreto de 1793 que creó el Muséum Central des Arts suponía que el pueblo podría disfrutar de unas maravillas hasta entonces reservadas para los cortesanos.

En realidad la idea había sido de los enciclopedistas, y en el tomo de la Encyclopédie aparecido en 1765 figura un proyecto muy completo para convertir el palacio del Louvre en museo. Desde la subida al trono de Luis XVI en 1774 se comenzó a planear el futuro museo e incluso se llegó a nombrar al conocido pintor Hubert Robert conservador del mismo, pero en 20 años no se llevó a la práctica, hasta que lo hizo la Revolución. Cuando el general Bonaparte dio el salto a la política y se convirtió en primer cónsul de la República, se tomó un interés personal en el asunto, y en 1803, un año antes de proclamarse emperador, el Louvre fue rebautizado “Museo Napoleón”. El proyecto pretendía llevar allí obras maestras de toda Europa incautadas –o si se quiere, robadas– por los ejércitos franceses.

No es extraño por tanto que al sentar Napoleón a su hermano José en el trono de España, una de las primeras medidas del nuevo rey fuese un decreto de 1809 creando el Museo Real de Pinturas, para abrir al público las colecciones de arte reales. Aparte de las aportaciones del rey, y prueba de cómo la monarquía bonapartista era heredera de la Revolución Francesa, se decidió requisar los tesoros artísticos que encerraban los innumerables conventos españoles. Por desgracia, la interesante idea tuvo una realización peor que desastrosa, criminal. José I encargó de la requisa a un marchante francés, Frédéric Quilliet, que era un auténtico experto en pintura española, pero también un ladrón que robaba y vendía en el extranjero los cuadros de los conventos.

Este frustrado proyecto tendría que esperar 20 años más que el Museo del Prado, aunque se llevaría finalmente a cabo con la Desamortización de Mendizábal, creándose por Real Orden de 1837 el Museo Nacional llamado de la Trinidad, una impresionante muestra de arte religioso. El Museo Nacional de la Trinidad sería finalmente absorbido por el Prado en 1872, transmitiéndole también el título de Museo Nacional.

Exposiciones públicas

En España existía cierta tradición de exponer al público algunas grandes obras de las colecciones reales o privadas. Cuando en 1626 Velázquez realizó un retrato ecuestre de Felipe IV, hoy perdido, “se puso en la calle Mayor, enfrente de San Felipe, con admiración de toda la corte y envidia de los del arte, de que soy testigo”, según cuenta Pacheco, el suegro de Velázquez, en Arte de la pintura. En El diablo Cojuelo, la fantástica novela de Vélez de Guevara, el travieso demonio muestra a su embaucada víctima la exposición de retratos de la Casa de Austria que se ha hecho en la Puerta del Sol, donde aparecen pinturas de Felipe IV, el príncipe Baltasar Carlos, el cardenal-infante, la infanta María y su esposo el emperador Fernando de Austria.

El valor propagandístico de estas exhibiciones está claro. Cuando Felipe IV participó por única vez en su vida en una guerra, la reconquista de Cataluña, Velázquez lo retrató en Fraga con brillante uniforme militar. El cuadro fue enviado a la reina, como un recuerdo de la campaña, pero los catalanes residentes en Madrid, el día de su patrón, lo pidieron prestado para exponerlo bajo un dosel bordado de oro en su iglesia, San Martín, “donde concurrió mucho pueblo a verlo”.

Pero nada hay semejante a la exhibición pública de pintura de Sevilla en 1665, cuando para celebrar la consagración de la iglesia de Santa María la Blanca, el canónigo Justino de Neve, mecenas de Murillo, sacó a la calle una exposición de cuadros de colecciones particulares, incluida la suya, donde se podía ver a Tiziano, Rafael, Rubens, Rembrandt,Alonso Cano o Murillo, por citar solo algunos. Un auténtico “museo efímero”, según Javier Portús, conservador de pintura española del Prado.

Isabel de Braganza

Tras la Guerra de la Independencia Fernando VII reimplantó el absolutismo. Se acabaron las libertades proclamadas por la Constitución de Cádiz, volvió el oscurantismo y la Inquisición pero, sorprendentemente, en esa triste época logró sobrevivir el proyecto de museo del intruso rey francés. Fernando VII no era tan lerdo como pretendían sus bien ganados enemigos, y sobre todo contó con el estímulo de su segunda esposa, Isabel de Braganza, una princesa portuguesa cultivada y con sensibilidad para el arte.

Se instalaría el Museo de Pinturas en el gran edificio que Carlos III levantó para academia y museo de Historia Natural, obra del gran arquitecto neoclásico Villanueva y situado en el paseo del Prado, lo que daría lugar a su nombre popular. Hubo que hacer muchas obras porque el edificio estaba destrozado desde la guerra, ya que los franceses lo convirtieron en cuartel de caballería y las planchas de plomo del tejado se fundieron para fabricar balas. La demora provocó que la reina Isabel, a quien el Prado proclama su fundadora, prematuramente fallecida con 21 años, no pudiese ver su proyecto realizado. Pero Fernando VII lo mantuvo y 11 meses después de la muerte de Isabel de Braganza se abrió al público.

El rey hizo una generosa donación de las colecciones reales, 1.500 obras, pero la inmensa mayoría no pudieron exhibirse de entrada, porque solamente se habilitó para la exhibición una décima parte del edificio, mientras el resto seguía en reparación. Solo se colgaron 311 cuadros de pintura española, pues el proyecto museístico de José I era dar a conocer al mundo la escuela española de pintura, desconocida en Europa con la excepción de Murillo. El Prado fue por tanto un museo temático de pintura española, hasta que la apertura de nuevas salas permitió exhibir los otros tesoros que había donado Fernando VII. Esa política de promoción hizo que en 1823 se tradujese el catálogo al francés, no porque visitasen el Prado turistas, sino militares de los Cien mil hijos de San Luis, el ejército reaccionario que invadió España para restaurar el absolutismo.

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viernes, noviembre 16

Casablanca: Groucho Marx vs Warner Bros.

(Very funny; just read at http://www.lettersofnote.com/2011/02/i-had-no-idea-that-city-of-casablanca.html)

When the legal department of Warner Bros. were notified of a forthcoming feature-length Casablanca spoof in 1945 - A Night in Casablanca, featuring a lead character named 'Humphrey Bogus' - they were naturally curious as to the specifics, and so innocently requested more information from the movie's creators, the Marx Brothers. Very quickly Groucho, sensing the opportunity for free publicity, fabricated a lawsuit from the studio and a crowd-pleasing defence: claiming Warner Bros. had strongly objected to the spoof's name, he proceeded to write an open letter to the studio [...] in which he humorously picked apart their non-existent argument. The phantom spat was talk of the industry. Further requests for information also proved fruitless for the studio and they eventually gave up; by which time the public were fully on the side of the Marx Brothers and geared up to see their widely-discussed movie.

It's testament to Groucho's storytelling abilities that, to this day, the often incorrectly relayed story continues to paint Warner Bros. in such an unforgiving light.

Transcript follows. Scans very kindly supplied by the Manuscript Division of the Library of Congress, upon request.

Transcript

Dear Warner Brothers:

Apparently there is more than one way of conquering a city and holding it as your own. For example, up to the time that we contemplated making a picture, I had no idea that the City of Casablanca belonged exclusively to Warner Brothers.

However, it was only a few days after our announcement appeared that we received a long, ominous legal document, warning us not to use the name "Casablanca".

It seems that in 1471, Ferdinand Balboa Warner, the great-great grandfather of Harry and Jack, while looking for a short cut to the city of Burbank, had stumbled on the shores of Africa and, raising his alpenstock, which he later turned in for a hundred shares of common, named it Casablanca.

I just don't understand your attitude. Even if they plan on re-releasing the picture, I am sure that the average movie fan could learn to distinguish between Ingrid Bergman and Harpo. I don't know whether I could, but I certainly would like to try.

You claim you own Casablanca and that no one else can use that name without their permission. What about Warner Brothers -- do you own that, too? You probably have the right to use the name Warner, but what about Brothers? Professionally, we were brothers long before you were. When Vitaphone was still a gleam in the inventor's eye, we were touring the sticks as the Marx Brothers and even before us, there had been other brothers -- the Smith Brothers; the Brothers Karamazoff; Dan Brouthers, an outfielder with Detroit; and "Brother, can you spare a dime?" This was originally "Brothers, can you spare a dime" but this was spreading a dime pretty thin so they threw out one brother, gave all the money to the other brother and whittled it down to "Brother, can you spare a dime?"

The younger Warner Brother calls himself Jack. Does he claim that, too? It's not an original name -- it was used long before he was born. Offhand, I can think of two Jacks -- there was Jack of "Jack and the Beanstalk", and Jack, the Ripper, who cut quite a figure in his day. As for Harry, the older brother, he probably signs his checks, sure in the belief that he is the first Harry of all time and that all other Harrys are impostors. Offhand, I can think of two Harrys that preceded him. There was Lighthorse Harry of Revolutionary fame and a Harry Appelbaum who lived on the corner of Ninety-third Street and Lexington Avenue. Appelbaum wasn't very well known -- I've almost forgotten what he looked like -- the last I heard of him, he was selling neckties at Weber and Heilbroner; but I'll never forget his mother, she made the best apple strudle in Yorkville.

We now come to the Burbank studio. This is what the Warner Brothers call their place. Old man Burbank is gone. Perhaps you remember him -- he was a great man in a garden, he was the wizard who crossed all those fruits and vegetables until he had the poor plants in such a confused and nervous state, that they never were sure whether they were supposed to come in on the meat platter or the dessert dish.

This is just conjecture, of course, but, who knows -- perhaps Burbank survivors aren't too happy over the fact that a plant that grinds out pictures settled in their town, appropriated Burbank's name and uses it as a front for their films.

It is even possible that the Burbank family is prouder of the potato produced by the old man than they are of the fact that from this town emerged "Casablanca" or even "Gold Diggers of 1931".

This all seems to add up to a pretty bitter tirade but I don't mean it to. I love Warners -- some of my best friends are Warner Brothers. It is even possible that I am doing them an injustice and that they themselves know nothing at all about this dog-in-the-Wanger attitude. It wouldn't surprise me at all to discover that the heads of Warners' legal department know nothing about this dispute for I am acquainted with many of them and they are fine fellows with curly black hair, double-breasted suits and a love of their fellow man that out-Saroyans "Dr. Gillespie". I have a hunch that his attempt to prevent us from using the title is the scheme of some ferret-faced shyster serving an apprenticeship in their legal department. I know the type -- hot out of law school, hungry for success and too ambitious to follow the natural laws of promotion, this bar sinister probably needled Warners' attorneys, most of whom are fine fellows with curly black hair, double-breasted suits, etc., in attempting to enjoin us.

Well, he won't get away with it! We'll fight him to the highest court! No pasty-faced legal adventurer is going to cause bad blood between the Warners and the Marxes. We are all brothers under the skin and we'll remain friends till the last reel of "A Night in Casablanca" goes tumbling over the spool.

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miércoles, noviembre 14

Ramiro II de Aragón


(Un texto de José Manuel Herraiz en el Heraldo de Aragón del 20 de mayo de 2018)

Si la historia de Ramiro II el Monje hubiese llegado a oídos de Shakespeare, quizá su nombre daría hoy título a alguna obra señera del teatro inglés. Pero no era fácil. Ramiro fue rey de Aragón, un pequeño territorio casi pirenaico, en un pasado remotísimo; el rey monje era un personaje tan antiguo para Shakespeare como el dramaturgo inglés lo es para nosotros. Pero incluso hoy, la historia de RamiTo es tan apasionante que daría para una buena novela de intriga política o para una serie de Netflix.

Como en otros casos de personajes que han hecho historia, Ramiro no estaba destinado a grandes empresas. Era el hijo menor del rey Sancho Ramírez y de su segunda esposa, Felicia de Roucy; y el cuarto en el orden sucesorio al trono aragonés. Siendo muy joven, Ramiro ingresó en la vida religiosa y a Dios quería encomendar el resto de sus días cuando el destino llamó a su puerta con un brusco cambio de planes. Al primogénito, Pedro I de Aragón, le había sucedido Alfonso I el Batallador, que a su vez murió tras una escaramuza con los moros de Fraga en 1134 sin dejar descendencia. Lo que sí dejó fue un testamento endemoniadamente confuso en el que legaba el reino a las órdenes militares. Como era de esperar, a los nobles aragoneses y navarros -en aquel tiempo, el rey aragonés lo era también de Pamplona- aquel testamento les pareció una broma de mal gusto y se dispusieron a deshacerlo. El siguiente en el orden sucesorio era Ramiro, un monje ya entrado en años (48), encorvado de tanto inclinarse sobre los libros de su querido monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, y que, lógicamente, ni tenía descendencia ni proyectos de concebirla, lo que planteaba un problema adicional sobre la continuidad del linaje real. A grandes males, grandes remedios. Ramiro colgó los hábitos, fue proclamado rey; y se hizo venir de Aquitania a Inés de Poitou, una viuda que ya había demostrado en un matrimonio anterior sus dotes fecundadoras, para que casara con ella. 9 meses después, puntual como un reloj, nació Petronila y Ramiro maldijo su suerte. Abandonar el sosiego de la vida monacal para casarse con una desconocida y acabar teniendo una niña -lo que no resolvía completamente el problema sucesorio- quizá le llevó a pensar que la providencia le estaba exigiendo demasiado. A los más románticos les gustaría imaginar que de aquel matrimonio de conveniencia surgió el amor, pero a tenor de los hechos posteriores no parece probable: tras el nacimiento de Petronila, Inés de Poitou se fue por donde había venido y Ramiro se dispuso a regresar a la vida monástica.

Sin embargo, antes debía dejar el reino bien atado. Apaciguó a los nobles más levantiscos en un sangriento episodio que dio origen a la leyenda de la campana de Huesca, y que fue un golpe en la mesa lo suficientemente fuerte como para que rodaran unas cuantas cabezas y que nadie volviera a discutir su mando. Y sobre todo, en una jugada maestra, aseguró la continuidad del linaje aragonés uniendo los destinos del reino con el poderoso vecino del condado de Barcelona. Su hija Petronila casaría con Ramón Berenguer IV y el fruto de esa unión, Alfonso, sería rey de Aragón y conde de Barcelona. Cataluña y Aragón compartirían el mismo soberano, algo que, pese a quien pese, se ha mantenido hasta hoy. Alfonso nació en Huesca en 1157, a escasos metros del monasterio de San Pedro El Viejo, donde su abuelo apuraba sus últimos días en este mundo. Solo 5 meses después, aliviado al ver aclarado por fin el futuro del reino, Ramiro expiró.

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