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miércoles, julio 31

Otra fantasía: el 'rey de Cataluña'

(Un texto de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 30 de junio de 2019)

El papa de El Palmar de Troya lleva un título ridículo, pero existente. En cambio, el de rey de Cataluña, sobre ser una designación fantasiosa, no existió nunca ni como pretensión.

No hay que cansarse de denunciar el interesado error. No hubo ‘rey de Cataluña’, como tampoco rey de la Alcarria ni obispo de Pedrola. Catalanes y alcarreños tuvieron reyes, y los pedrolanos, obispo. Solo que se llamaron rey de Aragón, rey de Castilla y arzobispo de Zaragoza. Fácil de entender.

Aragón era un ente político (condado) ya en el siglo IX. En el XII nació la palabra Cataluña y tuvieron reyes los catalanes, que llamaban ‘senyor rei’ al rey de Aragón. Abrió la serie Alfonso II (I en la lista de los condes barceloneses), hijo de la reina aragonesa Petronila y del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona.

Aragón era reino desde un siglo atrás. Su antiquísimo título condal, falto de sentido, había desaparecido. En cambio, el rey de Aragón fue conde de Barcelona y solo él podía serlo. Pero Barcelona y Cataluña no eran lo mismo.

El señorío del conde de Barcelona no se extendía a la totalidad de lo que sería Cataluña. Su hegemonía catalana fue un largo proceso, culminado por el rey de Aragón. En efecto, Alfonso II, que había heredado de su madre el reino aragonés, tuvo de su padre ocho condados: Barcelona, Berga, Besalú, Gerona, Manresa, Osona (Vich), Cerdaña y Conflent (Prades), estos dos en actual territorio francés, y las ‘marcas’ o tierras fronterizas ganadas por él al islam de Tortosa y Lérida. El rey Alfonso añadió a todo ello el dominio del Rosellón (hoy francés) y del Bajo Pallars.

Esta docena de territorios «desde Salses -hoy en Francia, cerca de Perpiñán- a Tortosa y Lérida» (‘de Salsis usque Dertusam et Ilerdam’) acabaron siendo conocidos como Cataluña. Como bien dicen los historiadores, incluidos los catalanes (los serios, que los hay muy buenos), a quienes los fanáticos ignoran, tal conjunto, regido por un mismo señor, no recibió nombre que implicase rango o nivel jurídico o político. Cataluña no fue nunca designada por sus señores ni sus instituciones como reino, ducado, condado ni ninguna otra cosa. Ello extrañará solo a quienes juzguen aquel pasado con ignorancia anacrónica, con mentalidad ajena al tiempo en que esas cosas ocurrían.

Aquello era una parte de los dominios del rey de Aragón y conde de Barcelona, títulos ambos inseparables y prestigiosos, que no requerían cambio alguno.
Cómo se hizo Cataluña

La homogeneidad de los dominios que luego fueron Cataluña fue trabándose por etapas que nos son bien conocidas.

Barcelona fue la cabeza y solar del conjunto, el ‘cap i casal’, y le aportó sus prestigiosos fueros (‘Usatges’), convertidos en base legal común. Los compiló el rey Alfonso II en 1173.
Sus soberanías se escribieron en el ‘Libro del dominio del rey’ (repárese: no ‘del conde’), compilación de sus derechos territoriales, encargado por Alfonso a un clérigo jurista.
Y las hazañas del linaje condal se plasmaron en las ‘Gestas de los Condes de Barcelona’ (‘Gesta Comitum Barchinonensium’), cuya primera versión ordenó también el rey Alfonso II.

La unificación de las potestades aragonesa y barcelonesa en una sola mano hizo preciso distinguir entre las dos soberanías de Alfonso y así comenzó la nomenclatura diferenciada: el rey consultaba con sus barones y asesores procedentes de ambas partes en su curia o corte: «...cum consilio et voluntate baronum curie mee, Catalanorum et Aragonensium». Se asienta, de este modo, junta a la muy antigua ‘Aragón’, la palabra ‘Catalonia’.

Este conjunto político acabó recibiendo la calificación de ‘Principado’, que aún se usa en los registros cultos de nuestras lenguas. No en el sentido de que tuviera como soberano a alguien con título de príncipe. Designaba un conjunto político regido por un ‘princeps’, voz latina que, en la Edad Media, designaba a cualquier gobernante soberano en un territorio (de ahí ‘El príncipe’ de Maquiavelo).

Ocasionalmente, algún conde de Barcelona se había titulado ‘princeps’, en este sentido de gobernante máximo o principal. Pero el ‘principatus Catalonie’ es un nombre tardío, del siglo XIV (1350), que resolvió con economía de lenguaje y de concepto el problema de una designación inteligible, precisa (en la medida en que no designa un reino, ducado, marquesado ni condado) y honrosa. Fue idea de Pedro IV, no en vano llamado rey Ceremonioso. En la práctica, abarca todos los territorios representados en las Cortes catalanas y cuyo soberano es el jefe ‘del Casal d’Aragó’. Y no es título de príncipe, sino denominación que en derecho equivale a dominio de soberanía ejercida por un ‘princeps’: el rey de Aragón y conde de Barcelona, calidades unidas e indisolubles.

Hubo conde de Barcelona, rey de Aragón e, incluso, ‘princeps’ de Cataluña y fueron siempre la misma persona. Pero el ‘rey de Cataluña’ es una fantasía infantiloide, aún más falsa que las barras de Wifredo el Velloso.

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martes, julio 30

Cómo nació el mayor espectáculo del mundo

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 30 de diciembre de 2018)

Una pista circular, un caballo resistente y un jinete ágil. Estos fueron los primeros ingredientes del circo moderno, un invento que se sofisticó, se expandió por el mundo y se convirtió en un estilo de vida lleno de anécdotas y aventuras.

Cuando acabó la guerra, el sargento mayor de caballería Philip Astley compró un pequeño terreno y construyó una pista circular de trece metros de diámetro donde ofrecía un espectáculo ecuestre.

Descubrió que galopando en círculo en esa pequeña pista la fuerza centrífuga le permitía realizar movimientos acrobáticos muy arriesgados sobre su caballo. Sus intrépidas actuaciones fueron tan bien recibidas por los londinenses que pronto contrató los servicios de acróbatas, saltimbanquis y funambulistas para animar las pausas entre las distintas exhibiciones de los jinetes.

Astley incluyó también en su show a Billy Button, quien interpretaba a un individuo muy torpe que trataba de montar un caballo. Tras lograrlo, Button se sostenía a duras penas en la montura hasta que un brusco frenazo hacía que saliese por los aires, lo que provocaba las risas del público.

Estas actuaciones comenzaron en 1768, hace ahora 250 años, y marcan el nacimiento del circo moderno. Astley fue, además, un mago del marketing y la publicidad y un habilidoso hombre de negocios al que pronto le surgieron rivales.

Entre otros, su discípulo Charles Hughes, quien, una vez que abandonó a su maestro, creó The Royal Circus and Philarmonic Academy, la primera empresa de este tipo que incluyó la palabra ‘circo’ en su nombre. Con el paso del tiempo nacieron otros, como el Ringling Brothers and Barnum and Bailey Circus de Estados Unidos (1871), que presentó a una de las primeras mujeres barbudas; el Circo de Moscú (1880), que estatalizó Lenin en 1919; el Cirkus Krone alemán, que se especializó en la doma de fieras (1905); o el primer Circo Price de España, fundado en 1868 por un domador de caballos irlandés llamado Thomas Price.

Los tres espectáculos más importantes en los primeros años del siglo XX eran la danza, la ópera y el circo. Por esta razón, los empresarios y artistas del mundo circense eran las primeras figuras del momento. Lo que hacían sus estrellas en la carpa solía ser noticia en la prensa de la época. «Por ejemplo, un trapecista francés de nombre Léotard, puso de moda unas medias que llegaban a la cintura, que fueron denominadas ‘leotardos’. Esa especie de medias las usaron y las usan aún todas las mujeres del mundo. Y siguen llamándose así», recordaba hace años el payaso Miliki, padre de Emilio Aragón.

Marcelino Orbés, considerado en su época el mejor payaso del mundo, viajó a Nueva York en 1905, donde actuó durante años en el Hippodrome de Broadway. Allí alcanzó un gran éxito hasta que la llegada del cine mudo hizo languidecer a ese circo neoyorquino. Tras perder sus ahorros en dos restaurantes que nunca tuvieron éxito, Marcelino se vio obligado a volver a actuar como payaso en Los Ángeles, donde lo visitó Charles Chaplin, uno de sus más fervientes admiradores. Poco a poco, Marcelino fue cayendo en decadencia hasta que, totalmente solo y arruinado, se suicidó.

En diciembre de 1923, el mundillo circense español homenajeó a Ramón Gómez de la Serna por su libro El circo, en el que el autor elogiaba el trabajo de aquellos artistas. El Gran Circo Americano de Madrid acogió ese homenaje en el que participó Thedy (Teodoro Aragón) -uno de los miembros- junto con sus hermanos Emig (Emilio) y Pompoff (José María), del famoso trío de payasos españoles que rivalizó con los no menos célebres Hermanos Fratellini.

Adelantándose a su tiempo, Gómez de la Serna criticó también a los domadores que maltrataban a sus animales. «Algunos les hacen beber vino, a otros les hacen morfinómanos, a otros les dan éter (…). Hay que tenerlos contentos y alimentar sus vicios. ¡Las domadoras, a qué otros extremos no llegarán para que sus leones o sus perritos hagan lo que quieren!».

El circo español cobró gran esplendor hasta el estallido de la Guerra Civil, en 1936, cuando el edificio del Price fue destruido en un bombardeo. También destrozó la carrera artística del gran payaso Rámper, cuyo arte brilló con fuerza en la Segunda República. La leyenda cuenta que durante la guerra salía a escena con un cubo tirando serrín al suelo mientras decía «¡serrín de Madrid, se-rinde-Madrid!». O cuando aparecía con una vela entre el público, en silencio, como buscando algo entre los asientos. Hasta que alguien le preguntaba: «Rámper, qué buscas?». Y él contestaba: «La paz».

En la posguerra, el Price fue reconstruido. Daba igual que la tramoya fuera falsa, que los animales salvajes fueran unas criaturas famélicas y desdentadas o que la trapecista venida de la lejana Turquía hubiera nacido en Albacete.

En aquellos años, Pompoff, Thedy y Emig hicieron las Américas y triunfaron en una gira que los llevó por varias ciudades de Estados Unidos. Regresaron a España en 1967 para despedir su carrera en el renovado Price, en cuyo escenario actuaron las grandes estrellas del circo, como Charlie Rivel, un maestro del mimo español que Fellini incluyó en su película Los clowns, o la legendaria trapecista Pinito del Oro, que practicaba sus piruetas sin la protección de red alguna.

En la pista, su marido seguía sus evoluciones dispuesto a cogerla con sus brazos si ocurría la desgracia de que cayera al vacío. Pero la tarea no era nada fácil. Pinito del Oro sufrió tres caídas terribles. En la primera, cuando solo tenía 17 años, se rompió el cráneo y permaneció una semana en coma. Cuando se retiró, en 1970, la actriz cómica Mary Santpere le cortó la coleta en el Price.

En aquellos años, el Circo Atlas que habían fundado los hermanos Tonetti en la década de los cincuenta sufrió las consecuencias de la crisis económica. Es probable que ese tropiezo fuera la causa de la profunda depresión en la que cayó uno de los Tonetti, Manolo Villa del Río, que finalmente lo llevó al suicidio. A esa terrible pérdida se unió el definitivo cierre del Price, cuyos problemas financieros lo dejaron a expensas de la especulación y la piqueta. Desde entonces, los circos se vieron abocados a salir a la carretera para plantar sus carpas en cualquier lugar del país. Los problemas de liquidez y la paulatina caída de espectadores fueron mermando la calidad del espectáculo.

Por su parte, Gaby, Fofó y Miliki (hijos de Emig) triunfaron en América y en 1972 fueron contratados por Televisión Española para llevar a cabo el programa El Gran Circo de TVE, donde hizo sus pinitos artísticos Emilio Aragón, Milikito.

Cuarenta años después, el polifacético artista regresa a ese mundo para dirigir el espectáculo Circlassica. «Volver a una carpa significaba revivir recuerdos, y eso me asustaba a la vez que me atraía», reconoce Aragón. «Es un homenaje a mis bisabuelos Gabriel Aragón (España 1830-1915), conocido como El Gran Pepino, que un día fue a ver una función de circo en la que había una amazona que se llamaba Virginia Foureaux (Suecia, 1850-1930), con la que se casó poco después y tuvo con ella quince hijos», recalca el nieto del legendario Emig. Circlassica es también un homenaje al circo moderno, que está de cumpleaños.

Quedan pocos grandes circos con sede fija. Uno es el Krone, ubicado en Múnich y fundado en 1905 por Karl Krone (a la izquierda). Empezó especializado en las exhibiciones de animales exóticos.

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lunes, julio 29

Max Jacobson, el camello de Hollywood y de la casa blanca

(Un texto de Silvia Font en el XLSemanal del 23 de diciembre de 2018)

El doctor Max Jacobson introdujo el ‘speed’ en Hollywood y la Casa Blanca. Inyectaba un ‘cóctel personal’ cargado de anfetaminas. Cecil B. DeMille, Truman Capote y hasta John Kennedy fueron sus pacientes.

En 1972, durante la campaña electoral que llevó a Richard Nixon a la Casa Blanca, The New York Times recibió un chivatazo sobre el candidato a vicepresidente Spiro Agnew. La filtración aseguraba que el político se inyectaba anfetaminas en la consulta de un misterioso médico de Manhattan. La investigación fue asignada a dos reporteros de la sección de salud, que no consiguieron pruebas concluyentes sobre Agnew, pero encontraron una lista de pacientes mucho más interesante: figuras de Broadway y Hollywood, escritores, cantantes y políticos tomaban anfetaminas «para subir el ánimo».

El médico resultó ser el doctor Max Jacobson, que para entonces llevaba más de tres décadas inyectando unos compuestos de elaboración propia cuyo principal ingrediente era la anfetamina, un estimulante hoy conocido como speed -y que hasta la década de los setenta era legal-, a estrellas como Tennessee Williams, Anthony Quinn o Marilyn Monroe, al cantante Eddie Fisher, al escritor Truman Capote, al director de cine Cecil B. DeMille e incluso al matrimonio Kennedy.

El alemán afincado en la Gran Manzana no era el único, pero sí el más conocido de un grupo de médicos de Nueva York -como los doctores Robert Freyman, que abastecía a los Beatles, y John Bishop, con clientela más underground– que se especializaron en prescribir y suministrar anfetaminas no para curar enfermedades, sino para realzar el ánimo de pacientes sanos.

Su consulta en el Upper East Side de Manhattan estaba abarrotada y, sin duda, Jacobson contaba con la clientela más glamurosa de la capital, que podía acudir a cualquier hora del día. Tan laxo era el procedimiento de los médicos entonces que algunos pacientes realizaban rutas por distintos especialistas para conseguir varias dosis de anfetaminas en un mismo día.

«Mi padre solo quería que las personas se sintiesen mejor y fuesen más productivas», defendía Jill Jacobson, la hija del doctor con su segunda esposa, en una entrevista realizada para el documental Everybody want to see Max. Ella, que en ocasiones ayudaba a su padre a dispensar las inyecciones, defiende que era un científico «adelantado a su época» que «solo quería curar enfermedades, especialmente en el campo de la esclerosis múltiple», aunque nunca quedó probado que llevara una investigación real sobre ello.

De lo que sí hay constancia es de que Jacobson se usó a sí mismo como cobaya humana de sus pruebas farmacológicas, lo que pudo haber mermado su capacidad para valorar las necesidades de sus pacientes.

Jacobson -hijo de un carnicero kosher alemán- huyó del nazismo con su mujer, Alice, y su hijo, Thomas -que también estudió Medicina y ayudó a su padre- y se asentó en Nueva York, donde retomó la relación con viejos conocidos que como él se refugiaron en Estados Unidos; entre ellos, el director de origen polaco Billy Wilder. También allí retomó su relación con un amor platónico, Nina Hagen (nada que ver con la cantante punk), con quien se casó en 1946 tras divorciarse de su primera mujer. Hagen murió en oscuras circunstancias en 1964. Según sus familiares y amigos, a causa de los continuos tratamientos que la obligaba a inyectarse su marido.

Ya en los años cuarenta comenzaron a llegar a su consulta los primeros pacientes de Broadway, que se convertirían en sus más fieles seguidores. Alan Jay Lerner, exitoso libretista, autor de My fair lady y Un americano en París, y cantantes como Eddie Fisher fueron sus primeros pacientes. Fisher, que acabaría casado con Debbie Reynolds y, después, con Liz Taylor, reconoce en sus memorias que Jacobson era su «dios». Pronto su fama correría como la pólvora en Hollywood. Uno de sus más prominentes pacientes entonces fue el director Cecil B. DeMille, quien llegó a pagarle el viaje a Egipto, donde estaba rodando Los diez mandamientos, para que lo ayudara a terminar con el largometraje, dadas las duras condiciones de rodaje en el desierto.

Otro hombre con una agenda estresante por aquel entonces era John F. Kennedy, quien en 1960 aspiraba a presidir los Estados Unidos. Kennedy sufría una lesión crónica de espalda desde joven que le causaba terribles dolores; consecuencia de ello vivía entregado a diversos fármacos, antibióticos y corticoides. En 1960, justo antes de sus debates electorales con Nixon, sumaría a su cóctel habitual los viales del doctor Max Jacobson.

Esa sería la primera vez que recurriría a Jacobson, pero no la última. Presentado por Chuck Spalding, un viejo amigo de Harvard y también asiduo a las ‘mágicas’ inyecciones, Kennedy convertirá a Jacobson en unos de sus médicos personales e indispensable en los eventos más decisivos de su carrera política.

El médico alemán y su esposa se convirtieron en la sombra del político. Acompañaron a los Kennedy en la ceremonia inaugural tras ganar las elecciones, a su encuentro en París con el presidente francés Charles de Gaulle y a la Cumbre de Viena con el presidente soviético Nikita Kruschev en junio de 1961. JFK no quería arriesgarse a «tener ninguna complicación con su espalda», escribía el propio Jacobson en unas memorias que conservaba su tercera mujer, Ruth Jacobson, y a las que pudo acceder el periodista Peter Keating.

Esta cercanía al doctor Jacobson permaneció en secreto hasta años después del asesinato del presidente y los detalles ven la luz con cuentagotas en diversas memorias del presidente. Pero, lógicamente, ha despertado suspicacias de algunos historiadores que sopesan cuán afectado estaba Kennedy por los efectos de las sustancias suministradas.

De lo que no hay duda es de que Jacobson estuvo siempre de guardia para el matrimonio Kennedy. La Casa Blanca podía llamar en cualquier momento a su consulta en Nueva York con el nombre en clave ‘Mrs. Dunn’ y Jacobson se trasladaba de inmediato a Washington D. C. Los registros de entrada oficiales de la Casa Blanca muestran más de una treintena de visitas entre 1961 y 1962.

La cada vez mayor cercanía del doctor con el presidente levantó sospechas entre los servicios secretos. Sus médicos también mostraron su preocupación por los tratamientos de Jacobson. Uno de ellos, Hans Kraus -el cirujano ortopeda de Kennedy-, llegó a amenazar al presidente con hacerlo público si no dejaba las inyecciones. «Ningún presidente con su dedo en el botón rojo es quien para tomar sustancias como esas».

Lo cierto es que nunca se llegó a descubrir qué contenían exactamente los preparados de Jacobson. Las investigaciones del comité médico de Nueva York, tras publicarse el artículo en The Times, descubrieron que Jacobson había adquirido en cinco años anfetaminas suficientes para dispensar más de cien mil dosis al año, pero no pudieron descifrar el resto de los componentes de sus ‘compuestos vitamínicos’.

Truman Capote fue uno de sus más notables pacientes y uno de los pocos sin miedo a reconocer que, tras seguir una serie de tratamientos con él y tener que abandonarlos para irse a Europa, colapsó y tuvo que ser hospitalizado, una reacción habitual por el abandono del consumo de anfetaminas.

Otros corrieron peor suerte. El fotógrafo Mark Shaw, amigo íntimo de Jacobson y de JFK y autor del libro de instantáneas más íntimo de la familia Kennedy en la Casa Blanca -dedicado, por cierto, «a mi amigo y compañero el doctor Max Jacobson»-, apareció muerto en su casa en 1969. El médico encargado de la autopsia determinó que había sufrido una «intoxicación aguda y crónica por anfetaminas».

Tras varios años de investigación por parte de la Oficina Federal de Narcóticos y Sustancias Peligrosas, en 1977 el Colegio de Médicos revocó la licencia de Max Jacobson para ejercer la medicina. Apenas dos años más tarde el ‘alquimista de la anfetamina’ falleció a los 79 años, pero hoy su ‘legado’ está más vivo que nunca en un país, Estados Unidos, sumido en una crisis nacional de consumo de opioides por prescripción médica.

Drogadas en Hollywood

Hollywood en su época dorada, entre la década de los veinte y los sesenta, era un gran negocio con un sistema de producción casi industrial… 

«Los actores tenían contratos por varios años, con un sueldo fijo al mes y tenían que hacer las películas que se les mandara. Se trabajaba seis días a la semana, tenían que presentarse a las siete de la mañana y terminaban en muchos casos a las nueve de la noche. Con media hora para comer. Entre toma y toma aprovechaban para hacer publicidad, entrevistas o preparar el vestuario.

«El trabajo era extenuante», explica Jeanine Basinger, historiadora y autora del libro The star machine. Para poder seguir el ritmo, algunos actores recurrían a estas dosis de ‘vitaminas’. En la mayoría de los casos no sabían su composición, pero les permitía aguantar las jornadas de rodaje.
La actriz Hedy Lamarr estuvo enganchada a ellas durante 25 años, según revela un reciente documental biográfico. Judy Garland se unió al gigante MGM con tan solo 13 años para ser la protagonista de El mago de Oz y empezó a probar ya los estimulantes y calmantes. Debbie Reynolds recordaba en sus memorias publicadas en 2013 que el rodaje de Cantando bajo la lluvia fue una pesadilla para ella. Con 19 años, sus compañeros le hacían mobbing y los pies le sangraban de rodar escenas de baile que se alargaban más de doce horas. La solución: sus jefes le remitieron al médico del estudio para que le suministrara una inyección de ‘vitaminas’.

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domingo, julio 28

África de las Heras, una española, coronel del temible KGB

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 23 de diciembre de 2018)

En 1942, el jefe partisano Dmitri Medvédev recibió el encargo de crear una unidad de guerrilleros para introducirse en la retaguardia alemana. Entre ellos se encontraba María Fortus, más conocida como África de las Heras.

Esta española, que se exilió a la Unión Soviética en 1939, nació en una familia acomodada de Ceuta. En 1936 se integró en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) de Cataluña. Un año más tarde fue reclutada por Alexander Orlov y otros agentes de la NKVD (agencia precursora del KGB) para integrarse en los servicios de inteligencia soviéticos.

En el grupo guerrillero de Medvédev participaron otros 17 españoles; entre ellos, José Gros, conocido en Rusia como Antonio el Catalán. La misión que Moscú les encomendó fue introducirse en la retaguardia alemana en Ucrania. En junio de 1942, el destacamento en el que se hallaba África de las Heras se lanzó en paracaídas tras las líneas del enemigo, desde donde captaron y manipularon las comunicaciones de la Wehrmacht.

Algunos investigadores creen que África de las Heras participó en el asesinato de León Trotski. La ceutí, que fue la jefa de reconocimiento del atentado, logró los planos de la sede trotskista en México, un hallazgo decisivo para que Ramón Mercader lograra acabar con el archienemigo de Stalin.

Una vez finalizó la Segunda Guerra Mundial, África de las Heras se integró de nuevo en el KGB (Comité para la Seguridad del Estado), donde firmaba sus informes con el apodo de Patria. Los escasos datos que hay sobre su vida, cargada de claroscuros, desvelan su carácter duro y resolutivo. Patria era una mujer calculadora y fría que no tenía escrúpulos para ejecutar los planes. Participó en tantas operaciones secretas que acabó alcanzando el rango de coronel en el KGB, donde formó a los jóvenes reclutas de los servicios de inteligencia soviéticos.

Siguiendo órdenes del KGB, la espía española se casó con el escritor uruguayo Felisberto Hernández, que murió sin saber que su mujer era espía y a la que había abierto los círculos intelectuales del país. Su segundo matrimonio le sirvió de tapadera a un agente soviético llamado Valentino Marchetti para llevar a cabo sus labores de espionaje en América Latina. Cuando la fe de Marchetti en el comunismo flojeó, se cree que África de las Heras acabó con él.

Una espía implacable
África de las Heras era una comunista convencida y muy disciplinada que siempre cumplió las órdenes de sus superiores de asesinar a sangre fría a los traidores de la Unión Soviética.

Heroína de la URSS
Tras sus labores de espionaje en América Latina, África de las Heras regresó a Moscú, donde la premiaron con una de las más altas condecoracio-nes soviéticas. la Orden de Lenin.

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sábado, julio 27

Luis XIV, el rey glotón que cambió la gastronomía

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 23 de diciembre de 2018)

Durante el reinado de Luis XIV, cambió la manera de cocinar y Francia empezó a liderar la gastronomía mundial. Un nuevo libro desvela por qué.

Un desayuno ligero, una comida abundante y el grand couvert. Así llamaban al banquetazo que Luis XIV de Francia, el rey Sol, se despachaba a las 10 de la noche. Consistía en más de 20 platos: faisán, marisco, sopa y paté como entremeses; pasteles de pollo, pavo, pato, jabalí, venado, tortuga con arroz y verduras y, por supuesto, los básicos, sardinas ostras y salmón.

Durante el largo reinado -de 72 años- de este monarca glotón, Francia protagonizó importantes cambios gastronómicos y comenzó a ganar fama de cocina exquisita, la mejor. El rey mandó construir en el palacio de Versalles un gran edificio cuadrado, el Grand Commun, para alojar las cocinas: en 1712 trabajaban allí 324 personas. La comida importaba mucho. Nacieron nuevas mezclas como el roux, la unión de harina y tocino derretido: la base de la salsa bechamel. Es curioso porque, según Francesca Sgorbati Bosi, autora de A la mesa con los reyes (Gatopardo Ediciones), la idea la llevó a Francia desde España Ana de Austria, mujer de Luis XIII, madre de Luis XIV y heroína de Los tres mosqueteros. También esta reina española exportó la 'olla podrida' y el chocolate.

La olla a presión, sin embargo, tiene un origen muy francés. La ideó el físico Denis Papin en 1679. «La presentó como una máquina digestiva que extraía la gelatina de los huesos y cocinaba las carnes en menos tiempo. Lamentablemente les añadía un poco apetecible sabor a amoniaco», cuenta Sgorbati Bosi.

Hubo otras ideas que cuajaron pronto. El fuego para guisar, por ejemplo, dejó de estar necesariamente en las chimeneas con el potager, un mueble antepasado de la cocina. Las salsas comenzaron a servirse aparte. Y la mantequilla se convirtió en imprescindible. Los nobles querían emular el glamour versallesco y buscaban chefs creativos. Luego, con la Revolución francesa, estos cocineros perdieron a sus jefes -exiliados o decapitados- y se marcharon al extranjero a expandir la cocina francesa. Uno de ellos, Beauvilliers, abrió en París en 1765 el primer restaurante del mundo.

Sentarse a la mesa real
Con Luis XIV, la comida se transformó en una ceremonia suntuosa y exagerada. Para la boda de una de sus hijas, por ejemplo, se preparó una mesa para ¡160 comensales!

Para destacar
En el siglo XVII, ingleses y holandeses arrebataron el monopolio de las especias a los portugueses y las expandieron y abarataron. Al ser más asequibles, las clases altas menospreciaron las especias. Entraron entonces en sus guisos las hierbas aromáticas como el romero, el tomillo, la albahaca… Para añadir sofisticación a sus mesas, la fruta se presentaba apilada en forma de pirámide.

Vajillas de oro y plata
Hasta el siglo XVIII, los platos eran de metal: de oro o plata en las mesas de los ricos. De peltre (aleación de zinc, cobre y estaño), en las capas medias. Los pobres no tenían: comían de la olla. Había tenedores, pero solo se usaban para servir. Luis XIV y sus invitados comían con las manos. Los cuchillos eran redondeados para que no sirvieran como armas. Los vasos no se colocaban en la mesa. a los ricos les abastecían de bebida sus lacayos; los pobres bebían de las jarras de barro.

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viernes, julio 26

El popular juego de mesa Scrabble cumple 70 años

(Un texto de F. Goitia en el XLSemanal del 23 de diciembre de 2018)

El Scrabble acaba de cumplir 70 años y sigue en plena forma…

Con más de 150 millones de juegos vendidos en 121 países y traducido a 35 idiomas, cuenta con una versión en braille, campeonatos mundiales -España, siete títulos-, clubes por todo el mundo y su propia federación internacional. Este éxito, sin embargo, no fue una conquista sencilla. Alfred Mosher Butts, arquitecto enviado al paro por la crisis que sacudió EE.UU. en 1929 y aficionado a los crucigramas, pasó una década ideando juegos para salir de la penuria. El mundo ignoró su primer diseño.

Lexiko, pero él era un hombre tenaz. Afiló la idea, adjudicó una puntuación a las letras del juego tras analizar la prevalencia de cada una en la portada de The New York Times y en 1938 lanzó Criss-Cross Words. Tampoco vendió mucho, pero reunió a una reducida legión de seguidores. Uno de ellos, James Brunot, le compró los derechos -Butts recibiría regalías-, cambió el nombre por Scrabble y en diciembre de 1948 lo registró. Pasados cuatro años estaba a punto de tirar la toalla, pero entonces Jack Strauss -presidente de Macy’s- echó una partida en sus vacaciones y no tardó en dar la orden que lo cambiaría todo. En un año, un millón de juegos. Al año siguiente, cuatro millones. Canadá, el Reino Unido, Australia…, la fiebre se extendía por el planeta. Butts murió en 1993. No se hizo rico, pero disfrutó de la popularidad de su invento. Hoy, solo el Monopoly lo supera como el juego más vendido de la historia.

¿Sabía que…?

El inversor
El nombre de Scrabble no se debe a su creador. Mosher Butts llamó a su juego Criss-Crosswords, pero un fan, James Brunot, le compró los derechos y lo rebautizó.

El padrino
Jack Strauss presidía Macy’s cuando jugó al Scrabble en vacaciones. La mayor tienda de EE.UU. lo incluyó en su catálogo y las ventas se dispararon.

El ‘crack’
El neozelandés Nigel Richards es el gran maestro del Scrabble. Ha ganado cuatro mundiales en inglés y dos en francés.

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jueves, julio 25

¿Por qué el Tercer Reich no invadió Suiza?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 25 de noviembre de 2018)

En febrero de 1937, Adolf Hitler tranquilizó a Edmund Schulthess -miembro del Consejo Federal Suizo- asegurándole que respetaría la inviolabilidad y neutralidad de su país… 

Pero solo tres años después, cuando Francia se rindió a Alemania, el Führer cambió de parecer y comenzó a elaborar la Operación Tannenbaum, con el fin de trazar un plan para invadir la Confederación Helvética, aunque nunca ordenó llevarlo a cabo.

Sus economistas le hicieron ver que la invasión era un esfuerzo inútil, ya que aquel pequeño Estado podía ser un centro financiero de vital importancia para los planes de expansión territorial que tenía Hitler. A Berlín le convenía negociar con la banca suiza para guardar en sus cámaras acorazadas todo el oro y el dinero que expolió a los judíos y a los países que había ocupado.

Jean Ziegler -especialista en la banca helvética- es el autor de El oro nazi, un libro que desvela la complicidad de los banqueros de ese país con el Tercer Reich. Una vez que estalló la guerra, Hitler no podía pagar con marcos los productos básicos que necesitaba para engrasar su maquinaria bélica, dado que muchos países rechazaban dicha divisa. Alemania se veía obligada a pagar en francos suizos y sobre todo en oro.

«El Führer necesitaba blanquear el oro y las divisas robados en los bancos centrales de Polonia, Checoslovaquia, Países Bajos, Luxemburgo, Lituania, Letonia, Bélgica, Albania, Noruega…», señala Ziegler. En su opinión, «fueron los bancos suizos quienes financiaron las guerras de conquista de Hitler».

Por si fuera poco, algunas empresas del pequeño Estado contribuyeron al esfuerzo de guerra alemán proporcionando a sus ejércitos rodamientos de bolas para sus vehículos, mecanismos de precisión para cañones antiaéreos y sistemas de dirección para los torpedos que portaban sus temibles submarinos U-Boot, fabricados en instalaciones que no podían ser bombardeadas por los Aliados, debido a la neutralidad de Suiza.

Los ferrocarriles helvéticos también pusieron su granito de arena en el holocausto nazi. Cientos de trenes cruzaban Suiza para transportar a miles de judíos a los infiernos de Auschwitz, Sobibor o Dachau. «Sin la ayuda de la banca y de la industria suiza, la Segunda Guerra Mundial habría finalizado antes y se habrían salvado miles de vidas», afirma Ziegler. ¿Qué necesidad tenía Hitler de invadir Suiza?

Uña y carne con Suiza
Los nazis utilizaban francos suizos para negociar en el mercado internacional, ya que durante la guerra era la única moneda negociable en todo el mundo.

Tesoro oculto
El Congreso Judío Mundial estima que los valores de miles de judíos masacrados por los nazis y que todavía guarda la banca suiza representan actualmente decenas de miles de millones de dólares.

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miércoles, julio 24

La Primera Guerra Mundial: la guerra que nadie ganó

(Un texto de Juan Eslava Galán en el XLSemanal del 4 de noviembre de 2018)

La Primera Guerra Mundial, que los generales y políticos anunciaron como corta y gloriosa, duró cuatro años y se saldó con millones de muertos. Un conflicto cerrado en falso que dio paso a una masacre aún mayor.

La llamaron la Gran Guerra y los ufanos pueblos de Europa que dominaban el mundo (y saqueaban sus recursos) fueron a ella con inconsciente alegría. «Para Navidad, en casa», auguraron los mandatarios. Y el pueblo los creyó. La juventud vistió el uniforme entusiasmada, la cabeza llena de ideas románticas, para esta guerra que presumían corta y gloriosa y, a la postre, se convirtió en un matadero.

Generales de cuidados bigotes, las botas lustradas por asistentes que oficiaban como mayordomos, se inclinaban sobre los mapas de sus estados mayores, casi siempre instalados en lujosos chateaux, lejos del frente, para aplicar tácticas obsoletas heredadas de las guerras napoleónicas. Tarde comprendieron que la ametralladora, la alambrada, la letal artillería, la aviación y los gases asfixiantes exigían nuevas ideas y una radical renovación del pomposamente denominado ‘arte de la guerra’.

Mientras lo comprendieron, siguieron enviando a la muerte a cientos de miles de jóvenes para recuperar unos kilómetros de tierra que al mes siguiente cederían de nuevo. Se sucedían las Navidades y nadie volvía a casa como no fuera mutilado. La pugna a topa carnero se prolongó durante cuatro interminables años.

En la Navidad de 1918, la mayoría de las familias alemanas viste sus holgados trajes de fiesta (todos han adelgazado debido al hambre) para compartir una triste patata cocida en un sopicaldo ersatz (‘sucedáneo’) hecho con una pastilla terrosa que vagamente recuerda a la carne.

En la calle, masas obreras hambrientas reclaman una revolución como la bolchevique que recientemente ha liberado a Rusia de la guerra.

Los alemanes combaten en suelo francés, lo que teóricamente significa que llevan las de ganar, pero el bloqueo marítimo al que los someten los ingleses impide la entrada en Alemania de alimentos o materias primas. Por otra parte, desde que EE.UU. entró en la guerra la balanza se ha inclinado inexorable a la parte del bando aliado.

Los técnicos exponen la situación al general Ludendorff, virtual dictador de Alemania. el pueblo se muere de hambre, en las fábricas las mujeres se desvanecen sobre las máquinas. No podemos suministrar más armas ni más raciones. O sea, hemos perdido la guerra. Ludendorff es consciente de que ha rebañado el fondo del caldero. Las famélicas tropas alemanas están a punto de amotinarse. No queda otra que rendirse, pero para que el honor del Ejército quede a salvo devuelve el poder al Parlamento. Que los civiles soliciten el armisticio y carguen con el deshonor de la rendición.

Arrogantes en la victoria, feroces en la guerra, cobardes en la derrota, los generales prusianos dejan que el Parlamento burgués y obrero cargue con la responsabilidad de la rendición. De este modo podrán justificarse ante la historia. «Que conste que cuando depusimos las armas estábamos ganando la guerra, puesto que ocupábamos suelo extranjero en todos los frentes».

La depauperada población se entera por los periódicos de que Alemania se ha convertido, de la noche a la mañana, en una democracia parlamentaria. El orgulloso imperio que pretendía extender su dominio por Europa y parte de Asia se transforma en una prosaica república socialdemócrata.

El presidente americano Wilson, el pacifista que entró en guerra forzado por los acontecimientos, exige antes de firmar nada que Alemania deponga las armas y se convierta en un estado constitucional.

El canciller germano aprueba en pocos días profundas reformas para democratizar la nación. Demasiado tarde. Estalla la revolución que se estaba gestando entre la población.

El 7 de noviembre de 1918, en el bosque de Compiègne, cerca del frente, se reúnen la delegación francesa y alemana para tratar el armisticio. El mariscal Foch, el francés, observa un momento a los alemanes sin esforzarse en disimular el desprecio. «Pregúntele a estos caballeros qué desean», ordena al intérprete. Erzberger, el alemán, titubea. «Creo que estamos aquí para discutir los términos del armisticio». Foch se dirige nuevamente al intérprete. «Haga saber a estos caballeros que no hay nada que discutir. Y léales el pliego de condiciones».

Retirada inmediata de los territorios ocupados en Francia y Bélgica, devolución de las disputadas provincias de Alsacia y Lorena, desmilitarización de una franja de treinta kilómetros a lo largo del Rin. Además, Alemania debe entregar las armas pesadas y reducir su Ejército a cien mil hombres.

El armisticio se fija el 11 de noviembre a las once de la mañana. En los frentes reina una quietud glacial. Oficiales y tropa están pendientes del reloj. Al dar las once, un clamor se eleva de las trincheras. Gorros al aire. Abrazos. Lágrimas que dejan regueros claros al deslizarse por rostros atezados de mugre e intemperie. Los camiones de la munición acarrean vino y raciones suplementarias. A lo largo de todo el frente, los uniformes caquis se mezclan con los grises en tierra de nadie y se abrazan bailando y saltando.

El presidente Wilson pronuncia unas palabras históricas. «Les prometo que esta va a ser la última guerra, la guerra que acabará con todas las guerras».

El 28 junio de 1919, quinto aniversario del asesinato de Sarajevo que lo empezó todo, los representantes de los aliados se reúnen en el Salón de los Espejos del palacio de Versalles (París) para ajustarle las cuentas a Alemania. El alma de las deliberaciones es Clemenceau, apodado el Tigre, e impone condiciones draconianas. Alemania cederá sus colonias y parte del territorio nacional. Además, tendrá que abonar a los vencedores una enorme indemnización.

Los aliados creen haberse asegurado de que la vencida Alemania no volverá a levantar cabeza para disputarles los mercados internacionales, pero el desproporcionado castigo y la humillación llevarán al pueblo alemán a aceptar el liderazgo revanchista de Hitler, lo que conducirá fatalmente a la Segunda Guerra Mundial, aún más mortífera y destructiva que la Primera.

En realidad, globalmente consideradas, las dos guerras fueron una misma con un descanso intermedio o, en otros términos, el suicidio de Europa.

La voz de las mujeres
La movilización masiva de los hombres dejó vacantes millones de puestos de trabajo en fábricas, oficinas, escuelas y servicios que ocuparon las mujeres. Gracias a ellas, los países siguieron funcionando y la industria generó las inmensas cantidades de material que la guerra demandaba. Al término de la contienda, muchas mujeres que habían aprendido a ganarse la vida por sí mismas, sin depender de un hombre, se resistieron a regresar a casa. habían descubierto que el trabajo remunerado las liberaba de la servidumbre del hogar. Pronto consiguieron el derecho a votar en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Turquía y Rusia.

Notas:
Más de siete millones de soldados fueron hechos prisioneros de guerra.

Murieron más de nueve millones de soldados y otros trece millones de civiles.

Matar de hambre a Alemania. Ese era el fin del bloqueo británico económico-militar a Berlín. Cerca de 500.000 alemanes murieron de hambre.

La batalla de Verdún fue la más larga de la guerra y la segunda más sangrienta, tras el Somme.

La guerra produjo millones de mutilados, más de la mitad de los heridos. El desastre propició, de hecho, el mayor salto tecnológico en el campo de las prótesis.

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martes, julio 23

El coraje

Según Winston Churchill, era el coraje es "ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo".

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lunes, julio 22

Los otros Apolos

(Un texto de Iker Cortés en el Heraldo de Aragón del 20 de julio de 2019 -antes de ayer-)

Con posterioridad a  Neil Armstrong y Buzz Aldrin, han sido diez los astronautas que han pisado la Luna.

Pocos logros científicos han inspirado tantas teorías conspirativas como la llegada del hombre a la Luna en 1969. De nada sirven las pruebas: los kilos de rocas lunares que se transportaron a la Tierra, el refractor láser que permite medir la distancia exacta a la que se encuentra el astro, las imágenes por satélite que muestran el material que dejaron los astronautas o el hecho de que la Unión Soviética jamás negara la gesta de los estadounidenses…Igual de asombroso es el hecho de que millones de personas creen que aquel viaje sólo se produjo en una ocasión. La saturación en los medios de comunicación y el hartazgo de la audiencia llevaron a 'olvidar' que en total fueron doce los astronautas que pisaron el satélite.

Apolo 12
Tan solo cuatro meses después del Apolo 11, el 19 de noviembre de 1969, alunizaban dos de los miembros del Apolo 12, mientras el piloto Richard F. Gordon, permanecía en la órbita lunar. Charles 'Pete' Conrad y Alan L. Bean estuvieron 31 horas y 31 minutos sobre el satélite. En este caso, la actividad extravehicular ocupó casi ocho horas de su tiempo en las que se hicieron con 34 kilos de rocas lunares. Los astronautas hicieron la primera transmisión de televisión a color, que se interrumpió cuando Bean apuntó accidentalmente la cámara al sol.

Apolo 13, la milagrosa misión fallida
La audiencia había perdido interés en el programa espacial estadounidense, sin embargo, con el Apolo 13, la recuperó, pero por razones distintas. El público no celebró que los tripulantes de la misión alcanzaran la Luna, sino otra gesta: que regresaran con vida a casa. La tripulación de la séptima misión tripulada del programa, cuyo despegue tuvo lugar el 11 de abril de 1970, se vio obligada a abortar el alunizaje tras la explosión de un tanque de oxígeno durante el trayecto. James Lovell, John L. 'Jack' Swigert y Fred W. Haise tuvieron que ingeniárselas para volver con vida y afrontar no solo la pérdida de calor en la cabina y la falta de agua potable, sino la reparación del sistema de depuración de dióxido de carbono. Tras casi seis días de misión, amerizaron el 17 de abril de 1970.

Apolo 14
Tras el desastre del Apolo 13, hubo que esperar hasta el 31 de enero de 1971 para que la NASA se decidiera a enviar una nueva misión a la Luna. En esta ocasión fueron Alan B. Shepard y Edgar D. Mitchell quienes descendieron al satélite, mientras Stuart A. Roosa permanecía en la órbita lunar. Los dos astronautas hicieron dos paseos por la superficie lunar, de 4,8 y 4,6 horas, y estuvieron sobre su superficie un total de 33 horas y media. Instalaron una estación científica y recogieron 43 kilos de rocas y polvo lunar. Además, se hizo chocar contra la Luna la tercera fase del cohete Saturno así como estallar trece cartuchos de explosivos en la superficie para que los sismómetros dejados en anteriores misiones registraran el fenómeno. Hubo también espacio para alguna anécdota. Quizá la más simpática es la que protagonizó Shepard, que llevó a bordo de la nave un palo de golf con el que practicó un par de swings con dos bolas. La misión concluyó felizmente el 9 de febrero.

Apolo 15
Lanzada el 26 de julio de 1971, supone un paso adelante en el programa espacial estadounidense. La misión del Apolo 15 llevó a dos astronautas a superar los dos días de estancia en la superficie lunar. Tras el alunizaje, que tuvo lugar el 30 de julio, David Scott y James Irwin permanecieron casi 67 horas sobre el astro, mientras Alfred M. Worden daba vueltas al satélite. Realizaron tres excursiones extravehículares de más de 18 horas de duración en total. El punto y aparte a la misión fue la utilización por vez primera de un rover lunar, un vehículo fabricado por la compañía Boeing y la Delco Electronics de General Motors, que les permitía alejarse del módulo lunar con cierta seguridad. Recorrieron alrededor de 28 kilómetros con él. Además de la recogida de más de 75 kilos de rocas lunares y de los diversos experimentos que realizaron, los astronautas dejaron una placa con los nombres de los 14 astronautas soviéticos y americanos muertos durante la carrera espacial. El despegue del módulo lunar se televisó también por primera vez gracias a una cámara ubicada en el rover. El 7 de agosto los tres astronautas amerizaban en la Tierra.

Apolo 16
El 16 de abril de 1972 partía desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, una nueva misión destinada a alunizar en el satélite. En esta ocasión fueron John Young y Charles Duke los que descendieron a la superficie lunar, mientras Ken Mattingly permanecía en el módulo de mando. Alcanzaron la Luna cinco días después, el 21 de abril. Los dos astronautas estuvieron sobre la superficie lunar 71 horas y realizaron actividades extravehiculares durante algo más de 20 horas. Con el segundo rover lunar, recorrieron casi 27 kilómetros y recogieron algo menos de 96 kilos de muestras lunares. Young, Charles y Duke regresaron a la Tierra el 27 de abril de 1972. Eso sí, durante el viaje de vuelta Mattingly realizó una caminata espacial para recuperar varias cintas de película del exterior del módulo de servicio.

Apolo 17
El 7 de diciembre de 1972, partía la última misión a la Luna. Eugene Cernan y Harrison Schmitt alunizaron el 11 de diciembre, mientras Ronald Evans se mantenía en la órbita lunar. Ambos astronautas permanecieron más de tres días en la superficie del satélite, casi 75 horas. A esta última misión pertenecen algunas de las imágenes más espectaculares del hombre en la luna. Se batieron todos los records. Así, el tercer rover que se envió al satélite recorrió más de 35 kilómetros. Los astronautas hicieron actividades extravehiculares durante más de 22 horas y recogieron más de 110 kilos de muestras lunares. El 15 de diciembre, Harrison Schmitt, el duodécimo y último hombre en pisar la Luna, volvía a introducirse en el módulo lunar. Le seguía Eugene Cernan, el último hombre en abandonar el satélite. Ponían rumbo al planeta Tierra, donde amerizarían el 19 de diciembre de 1972.

La NASA canceló el Apolo 18, que hubiera sido la siguiente expedición lunar.

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domingo, julio 21

Historias lunáticas para curiosos terrícolas

(Un artículo de Miguel Lorenci en el Heraldo de Aragón de ayer mismo -20 de julio de 2019)

Ahora que se cumplen 50 años de la llegada a del hombre a la Luna cabe recordar algunas anécdotas que rodearon la misión espacial.

La llegada a la Luna del Apolo 11 hace medio siglo, en una misión de 195 horas, 18 minutos y 35 segundos del despegue al alunizaje, generó una cascada de lunáticas anécdotas que aún hoy encandilan a los curiosos terrícolas, seducidos por el brillo del satélite desde el alba de los tiempos.

Discurso luctuoso
Un precavido Richard Nixon escribió un luctuoso discurso en previsión del fracaso de la misión el 21 de julio de 1969. «El destino ha querido que los hombres que fueron a la Luna a explorar en paz se quedaran en la Luna a descansar en paz. Estos valientes hombres, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no existe esperanza de que sean recuperados. Pero también saben que existe esperanza para la humanidad en su sacrificio», decía el texto que nunca leyó.

Aquí Houston. OK en Fresnedillas
La base española de seguimiento en Fresnedillas, cerca de Madrid, estaba en la reserva, según el plan original del día D. Pero fue la primera en contactar con la cápsula en su descenso lunar. Tras orbitar por la cara oculta, el primer mensaje que oyeron los astronautas fue: «Aquí Houston, Madrid acaba de recibir vuestra señal».

¿Cuestión de grado o de orden?
Se ha dicho que Neil Armstrong apeló a su autoridad militar y su grado de comandante para ser el primero en pisar la Luna y adelantarse a Edwin 'Buzz' Aldrin, que sí ambicionaba pasar a la historia. Lo cierto es que Armrstrong ocupaba en el módulo la posición más cercana la estrecha puerta de salida. Con los aparatosos trajes, la escafandra y la mochila de oxigeno, era imposible ceder el paso a Aldrin o que saltara por encima de su compañero para salir el primero, dada la estrechez del módulo lunar.

Palabras más prosaicas que épicas
La historia oficial repite que lo primero que dijo Neil Armstrong al pisar el suelo lunar fue aquello de «un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad». Pero la realidad es menos épica y más prosaica. «Estoy al pie de la escalerilla. Las patas de aterrizaje sólo se hunden en el suelo uno o dos centímetros, aunque de cerca, la superficie parece muy finamente granulada, casi como polvo, muy fina. Voy a bajar», fue su primera parrafada lunar mientras orinaba en el interior del traje.

Desperdicios a la mar
Antes de dar sus primeros pasos y obtener las primeras imágenes, Armstrong arrojó una bolsa de basura sobre el mar de la Tranquilidad. Esta contaminante acción fue, de hecho, la primera del ser humano en la Luna. Aldrin le pasó a Armstrong la bolsa con desperdicios, justo antes de que bajara la escalerilla. Este la dejó caer al suelo y de una una patada la mandó debajo del 'Eagle'.

No sin la tele
La humanidad estuvo a un tris de no ver por la la tele uno de los episodios más relevantes y épicos de la historia. La carga del módulo lunar estaba al límite y había que ahorrar combustible. Los técnicos de la NASA recomendaron prescindir todo el material que no fuera imprescindible, como la cámara de TV. La Casa Blanca montó el cólera y obligó a los técnicos a reconsiderar su decisión. La retransmisión al mundo de la llegada de del hombre la Luna era tan importante, o más, que el propio alunizaje.

Fotos trucadas
La NASA no tuvo remilgos para manipular la foto más icónica de alunizaje. La imagen de Aldrin sobre la superficie lunar tiene una franja negra detrás que no estaba en el encuadre original y que se añadió «para mejorarla». «Ellos admiten que la trucaron», dice Mark Kidger, científico espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA). Las imágenes borrosas del primer paseo «se ha procesado varias veces desde entonces para hacerlas más nítidas».

La odisea de las banderas
Clavar la bandera estadounidense en el suelo lunar fue una odisea. Los técnicos presumían que el suelo del satélite sería blando y maleable, pero Armstrong y Aldrin se toparon con roca sólida cubierta de polvo. Pudieron perforar apenas unos centímetros para colocar la enseña, que aguantó malamente para la grabación de un vídeo. El módulo lunar la derribó al encender los motores para iniciar el retorno. No queda ni rastro de aquella ni de las posteriores. Era de un nylon de ínfima calidad, compradas en una tienda de Nueva York por 6,95 dólares cada una.

Comunión selenita
'Buzz' Aldrin, de confesión presbiteriana, 'autocomulgó' durante su segunda velada lunar. En 'Regreso a la Tierra', el libro que publicó en 1973, relata como extrajo una cajita con pan y vino, se recogió en oración y leyó el versículo 15,5, del Evangelio de San Juan: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada». Michael Collins, quiso también dejar constancia de su fe católica y en un panel interno de la nave garabateó: «Nave espacial 107. La mejor creada. Que Dios la bendiga».

Asegurados... por los autógrafos
Armstrong, Collins y Aldrin no pudieron permitirse un seguro de vida, Ninguna compañía asumió el riesgo ante la incierta misión lunar. Para garantizar el futuro de sus familias ante un fatal desenlace, los astronautas firmaron cientos de autógrafos en el mes previo al despegue. En caso de que no regresaran a la Tierra, una suerte de albacea tenía el encargo de venderlos o subastarlos para recaudar dinero.

Despegue explosivo
Se valoró como muy factible la posibilidad de que el Apolo 11 explotara en el despegue. Por eso las personalidades invitadas a presenciar el lanzamiento en directo en la base de Cabo Cañaveral se situaron a seis kilómetros de la plataforma de despegue. Según los ingenieros era la distancia máxima que alcanzaría la metralla del cohete en caso de debacle. En realidad la cuenta atrás duró 93 horas, por más que sigamos pensando en los diez segundos finales.

¿Patógenos espaciales?
 La NASA creía que en la Luna no había rastro de vida, debido a sus condiciones extremas, la ausencia de atmósfera que filtrara la radiación solar y la ausencia de agua, aunque hoy sepamos que hay hielo. Aún así, dudaba, de modo que al regresar a la Tierra sometió a los tripulantes del Apolo 11 a una severa cuarentena hasta tener la certeza de que no portaban ningún agente patógeno.

'Souvenires' terráqueos
Los astronautas dejaron en la Luna un disco con mensajes y saludos de todas las naciones del mundo, algunas insignias y medallas de la NASA y un sello de correos de 10 centavos.

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miércoles, julio 17

El 'Apolo 11' despega hacia la Luna

(Un artículo de Luis Alfonso Gámez en el Heraldo de Aragón de hoy mismo -17 de julio de 2019-. Dado que hoy es el aniversario, por una vez voy a copiarlo el mismo día)

Armstrong, Aldrin y Collins partieron hace 50 años de Cabo Cañaveral a la conquista del satélite terrestre.

Un millón de personas presenció, tal día como ayer hace 50 años, desde las playas y autopistas de Florida el despegue del 'Apolo 11'. En lo alto de un cohete de 110 metros de altura cuyo diseño había dirigido Wernher von Braun, tres astronautas partían de cabo Cañaveral hacia lo desconocido. Su destino, el mar de la Tranquilidad. Nunca antes había llegado nadie tan lejos. Si todo salía bien, cuando dos de ellos volvieran a pisar tierra firme, estarían a 393.309 kilómetros de casa.

A las 9:32 horas en Florida (14:32 horas en la España peninsular) del 16 de julio de 1969, con el despegue del Saturno 5 que puso a Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins en camino a la Luna comenzaba la última etapa de una larga carrera. La primera la había ganado el 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética al poner en órbita el primer satélite artificial, el 'Sputnik', y Moscú había revalidado su liderazgo con el primer ser humano en viajar el espacio, Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961.

John F. Kennedy prometió inmediatamente que Estados Unidos llevaría a un hombre en la Luna y lo traería de vuelta a casa. «Hemos decidido ir a la Luna en esta década y hacer otras cosas no porque son fáciles, sino porque son difíciles», dijo en la Universidad de Rice (Texas) el 12 de septiembre de 1962. Fue asesinado un año después, pero para entonces la superpotencia, con el orgullo nacional herido por las derrotas espaciales, había decicido ya volcarse en cumplir el objetivo.

Bajo el liderazgo de James E. Webb, su segundo administrador, la NASA acometió una empresa que parecía imposible, pero que un enorme esfuerzo económico y humano hicieron realidad. Entre 1961 y 1972, Estados Unidos destinó 23.000 millones de dólares (215.000 millones actuales) a la aventura lunar, en la que trabajaron las mejores mentes del país. En total, en el proyecto Apolo participaron 435.000 personas, 35.000 empleadas por la NASA y el resto por empresas que colaboraron en el desarrollo de la tecnología necesaria para la conquista de la Luna.

Hace medio siglo, tal día como ayer, Armstrong, Collins y Aldrin se levantaron a las 4.15 horas (en Florida) y desayunaron filete, huevos revueltos, tostadas, café y zumo de naranja. Luego, se pusieron los trajes espaciales y los trasladaron hasta el cohete, al que entraron dos horas y media antes del lanzamiento, que tuvo lugar a la hora prevista. Como otros 500 millones de personas, el presidente Nixon vio desde la Casa Blanca por televisión cómo el Saturno 5 vencía la gravedad terrestre y ascendía al cielo azul de Florida. Dos minutos y 42 segundos después, se agotaba el combustible de la primera etapa. Doce minutos después del lanzamiento, la nave orbitaba la Tierra a 28.000 kilómetros por hora. Todo iba bien. Ya solo faltaba el empujón final. Dos horas y 44 minutos después del despegue, el motor de la tercera fase del cohete lanzó al 'Apolo 11' hacia la Luna a 38.000 kilómetros por hora. Cada metro que se alejaban, establecían un récord, pero lo importante era volver.

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jueves, julio 11

¿Cómo se creó la guardia pretoriana?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 9 de diciembre de 2018)

La primera noticia documentada de los pretorianos es del año 46 a. C., cuando Publio Cornelio Escipión Emiliano se dirigió a Numancia al frente de un gran ejército para acabar con las tribus celtíberas de las inmediaciones del Ebro…

A su alrededor iban quinientos hombres de su confianza que de noche acampaban junto a la tienda (praetorium) de su jefe (praetor). Por eso, su escolta personal recibió el nombre de ‘guardia pretoriana’. Desde antiguo, los grandes reyes confiaron su seguridad a los más valientes en el campo de batalla, como la guardia de los inmortales, que defendían a los soberanos persas.

A finales del siglo VIII, la escolta de honor de Carlomagno estaba compuesta por 12 caballeros, el mismo número de apóstoles de Jesús. A esos nobles se los conocía como los Paladinos. Pero en otros cuerpos de guardia el linaje aristocrático no era condición suficiente para admitir a un candidato. Solo los más diestros en el combate tenían el honor de formar en esas unidades de protección y vigilancia. En la Edad Media, los guerreros que arropaban a los soberanos se denominaban ‘fideles’ y ‘milites palati’. Componían parte de la comitiva real, tenían a su disposición las mejores lanzas y espadas y un vestuario acorde al ceremonial de la Corte.

La organización de un Cuerpo de Guardia regular comenzó en Francia en el siglo XV, con la creación de las Gardes Du Corps, compuestas por escoceses que lucharon del lado francés contra los ingleses en la guerra de los Cien Años (1337- 1453). En Castilla y Aragón, los Reyes Católicos organizaron un cuerpo fijo de hombres que se encargaba de la custodia de la realeza. Debido al tono amarillento del uniforme, el pueblo llano la llamaba la Guardia Amarilla.

Ha habido grandes guerreros contratados como mercenarios para engrosar las escoltas de élite de imperios lejanos, como los vikingos que componían la Guardia Varega, que protegía a los soberanos bizantinos o los samuráis japoneses que hicieron lo propio con Siam, actual Tailandia.
A principios del siglo XIX, Napoleón ordenó reclutar un escuadrón de guerreros mamelucos para formar la primera unidad extranjera de la Guardia Imperial. Uniformados de manera exótica y armados con cimitarras de larga hoja curva, lucharon junto con las tropas napoleónicas en suelo europeo.

Cuerpo de élite
La Guardia Jenízara, creada en 1334 como escolta del sultán otomano, estaba compuesta por jóvenes cristianos de origen eslavo. Los jenízaros protegían a la familia imperial y fueron el azote de Europa durante siglos.

Una Guardia para los Borbones
En España, la actual configuración de la Guardia Real tiene sus orígenes en el siglo XVIII, poco después de la llegada al trono de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia.

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miércoles, julio 10

El naufragio del Sirio, el Titanic del Mediterráneo

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 9 de diciembre de 2018)

En el fondo submarino de Cabo de Palos reposa un barco con una historia mítica: el Sirio. Se hundió en 1906 y oficialmente murieron 242 personas. Pero fueron muchas más, porque la mayoría viajaba sin pasaje. Este pecio y otros muchos han convertido estas peligrosas aguas en un increíble cementerio.

Era la hora de la siesta del 4 de agosto de 1906. El Sirio, un transatlántico italiano que había zarpado del puerto de Génova dos días antes, navegaba a toda máquina, a unas tres millas del Cabo de Palos (Cartagena). Muchos pasajeros dormitaban en cubierta. Otros se hacinaban en la bodega. Los primeros habían comprado su pasaje. Y se habían embarcado en Italia o en Barcelona, donde el buque había hecho escala. Los segundos habían subido en Alcira, una parada no prevista en la ruta oficial, con la connivencia del capitán y la tripulación, previo pago de un soborno.

El tercer oficial andaba inquieto. Hizo sus cálculos sobre la carta náutica y decidió avisar al capitán, Giuseppe Piccone, un navegante experimentado. «Vamos a pasar muy cerca de las islas Hormigas. Es peligroso». El oficial temía la proximidad del Bajo de Fuera, un montículo submarino que se alza como un puñal desde unos cincuenta metros de profundidad hasta solo tres metros de la superficie. Una trampa mortal, aunque señalizada en la cartografía de la época.

El capitán no le hizo caso y ordenó seguir con el rumbo marcado. No podía perder tiempo. Pensaba hacer nuevas paradas para cargar más emigrantes en Águilas y Málaga antes de cruzar el estrecho de Gibraltar y encarar el Atlántico. Piccone confiaba en su pericia. Llevaba cuarenta años navegando.

La decisión de Piccone fue considerada, a la postre, una negligencia criminal que provocó la mayor catástrofe marítima de la navegación civil en aguas territoriales de España. Nunca se supo la cifra de fallecidos. La compañía aseguradora solo se hizo cargo de 242, los que figuraban en la lista de embarque. La prensa de la época calculó unos 500, teniendo en cuenta a los polizones. La historia es terca y los flujos migratorios en el Mediterráneo siguen cobrándose su peaje de vidas [...]

La tragedia del Sirio -llamarlo el Titanic del Mediterráneo no es ninguna exageración- solo es una muesca más en el trágico historial de las aguas de Cabo de Palos y la reserva marina de las islas Hormigas, un cementerio submarino en el que reposan los restos de más de 50 naufragios. Unos fueron víctimas de la orografía; otros, de los submarinos alemanes que usaron las costas de Cartagena como coto de caza durante la Primera Guerra Mundial, operando en secreto y sin bandera para hundir a los mercantes que abastecían a Francia y el Reino Unido. El capitán Lothar von Arnauld de la Perière, al mando del submarino U35, se puso las botas. En solo dos días de octubre de 1917 mandó a las profundidades cuatro barcos de vapor, torpedeados a placer.

Las tormentas y los accidentes de navegación completan el recuento. Ni siquiera la tierra firme era segura. El primer faro de la isla de las Hormigas fue literalmente barrido por el viento de levante y el oleaje durante una noche de borrasca en 1869. La mar se llevó a la familia del farero, que vio cómo se ahogaban su mujer y tres de sus hijos; pudo salvar al cuarto.

La paradoja es que tal cantidad de pecios, convertidos en arrecifes y colonizados por peces, algas y crustáceos, ha convertido Cabo de Palos en uno de los mejores destinos de buceo de Europa y lugar de peregrinación para los aficionados a la fotografía submarina.

El Sirio es el naufragio más conocido. Era un buque de 4126 toneladas, fletado por la Compañía General de Navegación Italiana. Hacía la ruta entre Génova, Brasil y Argentina. Y aquella tarde de hace 112 años, el Bajo de Fuera le cortó las planchas del casco como un abrelatas. El estruendo se oyó incluso en tierra. El barco, que navegaba a 15 nudos, se frenó en seco. Reventaron las calderas y se abrieron vías de agua. Cundió el pánico.

El capitán, los oficiales y la tripulación reaccionaron con una cobardía infame, subiéndose al primer bote disponible y poniéndose a salvo, mientras en el barco quedaban cientos de pasajeros. La inmensa mayoría no sabía nadar. Los botes de estribor estaban sumergidos. Y la mayor parte de los de babor habían quedado inservibles. Se armó una batalla campal entre los viajeros, que se disputaban los pocos chalecos y aros salvavidas.

Entre el pasaje había artistas que hacían las Américas, como Lola Millanes, una cantante de zarzuela. Al ver que el barco se hundía y que no sabía nadar, le pidió un revólver a su acompañante. No le dio tiempo a suicidarse. Cayó al agua y se hundió. Su cadáver apareció en Torrevieja, según relata el historiador Luis Miguel Pérez Adán, autor de El naufragio del Sirio.

Desde la playa y el puerto de Cabo de Palos, veraneantes y pescadores veían estupefactos la silueta del barco en el horizonte, a unos cinco kilómetros. La tragedia hubiera sido aún mayor de no ser por héroes como Vicente Buigués, un pescador. Llegó al Sirio con su laúd -una embarcación de vela latina- y arrió un bote, pero este volcó ante la cantidad de gente que trataba de abordarlo. Entonces decidió realizar una maniobra casi suicida, aunque primero tuvo que ‘convencer’ a su tripulación, pistola en mano, para realizarla. Puso proa al Sirio y empotró su velero contra el casco, clavando el bauprés como si fuera el pico de un pez espada para que los pasajeros lo usaran como pasarela. Así consiguió salvar a unos 200. Otros pescadores también se acercaron. No los grandes buques de línea, que no prestaron socorro.

En total fueron rescatadas más de 400 personas. Pero muchos de los que se echaron al mar desesperados podían haber sobrevivido porque el Sirio siguió flotando durante 16 días antes de partirse en dos y hundirse. El capitán, que se mostró indiferente durante los interrogatorios y dijo tener «la conciencia tranquila», estuvo a punto de ser linchado, por lo que fue trasladado a Italia en tren. La prensa española y la italiana del momento se hicieron eco del naufragio del Sirio, como ‘La Domenica del Corriere’. La prensa tuvo material durante varios años, hasta que otra catástrofe, la del Titanic, en 1912, acaparó los titulares.

El transatlántico tardó 16 días en hundirse por completo. Durante ese tiempo, el barco fue saqueado a conciencia. Equipajes, vajillas, útiles de navegación… Desapareció hasta la caja fuerte, donde se guardaban joyas, dinero, títulos de Bolsa… Fue encontrada bajo las aguas dos meses más tarde, a 46 metros de profundidad. Estaba vacía, pero la cerradura no presentaba signos de violencia. Nunca se descubrió a los ladrones, aunque se especuló que había sido la misma tripulación.

***

Los buques hundidos en el Cabo de Palos, como el Sirio, están diseminados a cotas que van desde los 30 a los 70 metros. Es fácil llegar a ellos pero no son fáciles de fotografiar.El fotógrafo Gonzalo Pérez Mata trabaja en un extenso proyecto sobre este camposanto sumergido, con la autorización de la comunidad de Murcia.

El carbonero, hundido a lo pirata
El Carbonero, así llamado por la carga que llevaba, fue hundido por el marino Arnauld de la Perrière, el mayor depredador de la Marina Imperial alemana. Desde su submarino, hundió 194 barcos. Además de torpedearlos, los abordaba como un pirata y, ya saqueados, los dinamitaba. En 1917, en Cabo de Palos, despachó a cuatro vapores en un tiempo récord, menos de 48 horas, entre ellos el Carbonero.

El Isla Gomera, un mar de naranjas
El Isla Gomera, también llamado ‘el Naranjito’, por su cargamento de naranjas, estaba mal estibado. Eso hizo que un golpe de mar desplazara la carga y se fuera a pique. La única víctima mortal fue la mujer del maquinista. Era su primer viaje en barco, quería conocer Barcelona, destino final del barco. Durante semanas, miles de naranjas devueltas por el mar fueron llegando a La Manga y alfombrando la arena.

El Minerva, caído bocabajo
Muy cerca del Sirio, a apenas 15 metros, están los restos del Minerva, también llamado ‘el Bocabajo’ porque descansa del revés en el lecho marino. El Bajo de Fuera, un montículo submarino, le abrió una grieta enorme en proa. Era un vapor de carga británico que desplazaba 2123 toneladas y transportaba raíles de ferro-carril. Se hundió en 1899.

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martes, julio 9

Oslo, la ciudad del fiordo

(Un texto de Ixone Diaz Landaluce en el XLSemanal del 9 de diciembre de 2018)

Oslo se ha convertido en uno de los destinos más fascinantes del invierno. Gastronomía exquisita, arquitectura de vanguardia y luces navideñas en un impresionante entorno natural. ¿Quién da más?

La llamaban Tigerstaden, la ‘ciudad del tigre’. El apodo se lo puso el poeta noruego Bjørnstjerne Bjørnson en 1870. Oslo era entonces una ciudad pequeña, pero peligrosa y algo salvaje, pese a estar enclavada en un privilegiado entorno natural.

Asomada a un fiordo y rodeada de bosques, durante décadas Oslo vivió de espaldas al mar, entre autopistas, astilleros y fábricas que bloqueaban un escenario de postal de colinas verdes y un mar sembrado de pequeñas islas. Pero, en el año 2000, Oslo se hizo una promesa a sí misma: reconquistar su entorno, apostar por la cultura y la arquitectura de vanguardia y dejar de ser la ‘ciudad del tigre’ para convertirse, por fin, en la ‘ciudad del fiordo’. Y no se tomaron el plan a la ligera. En la última década, la capital de Noruega se ha transformado hasta convertirse en una de las ciudades europeas más atractivas.

Aunque su inhóspito clima es legendario, en Navidad las luces encendidas las 24 horas sirven para alargar la luz del sol. Una visita a alguno de sus famosos mercadillos, como el de Jul i Vinterland, garantiza una inmersión total en la tradición festiva de Noruega. Por todo eso, este año Lonely Planet la incluía entre los destinos más interesantes que visitar.

Con una historia de más de mil años a sus espaldas, Oslo empezó a ser la ciudad que ahora conocemos en 1905, al mismo tiempo que Noruega conquistaba su independencia. De hecho, no recuperó su nombre original hasta 1925. Hasta entonces había sido Kristiania, una pequeña ciudad de provincias bajo escudo danés.

Convertida en la capital de un nuevo Estado, todo cambió en 1969. Aquel año se descubrió que el mar del Norte escondía una inmensa cantidad de petróleo que convirtió Noruega, un humilde país de pescadores, en uno de los más ricos del mundo. Pero los noruegos (y sus gobiernos) supieron tomarse la prosperidad con cautela, sin perder la cabeza con proyectos urbanísticos megalomaniacos. Quizá por esa austeridad nórdica autoimpuesta, a aquella pequeña ciudad le costó tanto cambiar el chip hasta convertirse en la capital europea que es hoy.

A menudo eclipsada por otras ciudades escandinavas como Estocolmo o Copenhague, Oslo por fin ha dejado de ser una ciudad portuaria para reivindicar sus atractivos. Todo empezó hace diez años, con la inauguración de su emblemática y vanguardista Opera House, obra del estudio de arquitectura Snøhetta. El edificio de mármol y cristal tuvo en la ciudad un efecto parecido al del Museo Guggenheim en Bilbao. revitalizó la zona portuaria industrial, en la que desde entonces han florecido nuevos barrios con vistas al mar. Pero el de la ópera no es el único edificio emblemático del nuevo Oslo.

El Museo Astrup Fearnley de arte contemporáneo, diseñado por el renombrado arquitecto Renzo Piano, o los edificios de viviendas y oficinas que conforman el Barcode, un vanguardista skyline que se asoma al mar, han convertido el antaño barrio obrero de Bjørvika en una exposición permanente de la mejor arquitectura. Tampoco falta el pertinente barrio joven, vibrante y hipster. Plagado de restaurantes, cafés y tiendas con encanto, Grünerløkka es el epicentro de la vida social. Y a orillas del río Akerselva, la antigua zona industrial de Vulcan también ha sido recuperada para la causa turística y cultural. En 2012 se inauguró allí el mercado gastronómico Mathallen, convertido en una de las grandes atracciones de la capital noruega.

Y esto solo es el inicio. Junto a la Opera House ya se está levantando el ambicioso Museo Nacional y en 2020 se inaugurará el nuevo Museo Munch, obra del arquitecto español Juan Herreros. Pero la transformación de la ciudad no tiene que ver, únicamente, con su efectista arquitectura de vanguardia. Oslo también está en plena efervescencia cultural, con instalaciones temporales como SALT o espacios como Kulturhuset, donde la música y el arte contemporáneo (pero también los cócteles y las birras artesanas) son los protagonistas. Además, Maaemo -el primer restaurante tres estrellas Michelin de Noruega y un templo de la gastronomía nórdica- ya no está tan solo como antes. En los últimos años, los pequeños bistrós y los restaurantes de diseño han florecido hasta convertir la ciudad en un interesante destino para foodies y amantes de la coctelería.

Por eso, no es extraño que Oslo sea también la ciudad europea que más crece. Solo en la última década, su población ha aumentado un 22 por ciento y se espera que en 2040 llegue a los 800.000 habitantes (ahora son solo 600.000). También es una de las urbes más cosmopolitas del continente: el 30 por ciento de sus vecinos son extranjeros. Pero no todo el paisaje social es idílico, claro. Con el boom urbanístico, los precios de la vivienda se han disparado.

El año que viene Oslo será, además, Capital Verde europea. No es un título concedido a la ligera. La capital de Noruega se lo ha ganado a pulso. a finales de 2019, todo el centro de la ciudad estará cerrado al tráfico. Y eso incluye también a los vehículos eléctricos, un auténtico ejército en el país escandinavo. Además, el tranvía y el metro (con el que se puede llegar a las estaciones de esquí más cercanas) circulan ya con energías renovables y se espera que Oslo sea la primera ciudad del mundo con un transporte público de emisiones cero. Gracias a su renovada arquitectura, su excitante vida cultural y su compromiso con el medioambiente, sus habitantes lo tienen claro. el 99 por ciento está satisfecho con su ciudad. Solo ese pequeño milagro justifica el billete de avión.

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lunes, julio 8

Miniglaciares para regar el desierto

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 21 de octubre de 2018)

La región india de Ladakh, vecina de los Transhimalayas, es desértica. Cada vez más. Los glaciares cercanos han encogido por el cambio climático…

La escasez de agua hace muy difícil la supervivencia. El ingeniero Sonam Wangchuk, oriundo de Ladakh, ha puesto en marcha una idea muy ingeniosa para regar cultivos y dar un cambio total a la vida en la región. Ha inventado las estucas de hielo. Son miniglaciares con forma de los tradicionales edificios religiosos tibetanos. Gracias a esa forma se derriten despacio. La primera de ellas ha dado agua incluso hasta principios de julio. La iniciativa ha merecido un Premio Rolex y ya se proyectan veinte nuevas.

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domingo, julio 7

El código de los plásticos

(Un texto de Daniel Méndez en el XLSemanal del 21 de octubre de 2018)

A menudo pasan inadvertidos, pero estos símbolos presentes en muchos de los productos de plástico de nuestros hogares son de gran utilidad: al consumidor le permiten conocer los componentes con los que están fabricados; a las plantas de reciclaje les permite separar por tipo de resina. Se llama Código de Identificación Plástico, o RIC (siglas de Resin Identification Code), y se utiliza desde hace cuarenta años. Lo introdujo en Estados Unidos la norteamericana Society of Plastics Industry en 1988, pero poco a poco fue incorporado por otros países.

En cuatro décadas, la industria y la investigación han cambiado mucho y ya se está trabajando en una actualización de los códigos, para evitar que ese ‘otros’ indicado por el número 7 se convierta en un pozo sin fondo. Además, oficialmente el triángulo que rodea el número no debería ser, desde 2013, el símbolo del reciclaje, por la confusión que genera en el consumidor. de hecho, la mayor parte del plástico utilizado no es reciclado… Se decidió hace un lustro convertirlo en un simple triángulo, pero las flechas siguen apareciendo. No es obligatorio que en todos los objetos de plástico figuren los símbolos de sus componentes; pero, si están, ese objeto se puede depositar en el contenedor amarillo.

Fíjese en los simbolitos y los números de los productos de su casa: informan sobre serios peligros y el reciclado:

- 1 - El más común
PET (o PETE) son las siglas de tereftalato de polietileno, el tipo de plástico más utilizado y también uno de los más reciclados. Es muy transparente e impide que entre el oxígeno. Es el empleado en las botellas de bebidas y envases de alimentos, envases farmacéuticos…

- 2 -  Muy resistente
HDPE (también escrito como PE-HD) quiere decir polietileno de alta densidad. Esta densidad elevada le otorga una gran resistencia, lo que permite su uso para contener productos de limpieza como el cloro o detergentes. Es también el empleado en los tetrabriks.

- 3 - “Cuidado conmigo”
El cloruro de polivinilo (PVC o V) puede liberar toxinas, con lo que conviene evitar su uso como contenedor de alimentos. Se usa a menudo para la fabricación
de cables, tuberías, botellas y garrafas de productos de limpieza…

- 4 - Flexibilidad
El polietileno de baja densidad (abreviado como LDPE o PEBD) es muy resistente y, al mismo tiempo, muy flexible. Perfecto para la fabricación de bolsas de plástico, papel film para envolver alimentos, botellas blandas… Es de los polímeros más complicados de reciclar.

- 5 - Bajo presión
El polipropileno (abreviado como PP) es una resina muy resistente a la presión y, por tanto, se emplea mucho en sectores como la industria automovilística o la construcción. También se usa en tapones y tapas de envases y botellas… Su proceso de reciclado también es difícil.

- 6 - Bandejas y embalajes
El poliestireno (PS) (también llamado corcho blanco) se emplea en embalaje, vasos y platos desechables, bandejas de comida… Puede liberar toxinas nocivas. No se deben reutilizar los que contactan con alimentos, como las bandejas de carne.

- 7 - Todos los demás
Se refiere al resto de los plásticos. Los más comunes son el acrilonitrilo butadieno estireno (ABS) o el policarbonato, que no está permitido en biberones o productos de alimentación infantil.

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sábado, julio 6

Françoise Gilot, la única mujer que consiguió huir de Picasso

(Un texto de Mick Brown en el XLSemanal del 21 de octubre de 2018)

Amante de Picasso, fue la única mujer que osó abandonar al pintor malagueño. A los 96 años de edad, Françoise Gilot nos cuenta detalles de su explosiva vida junto con el genio español.

Menuda, inmaculada y formidable. Françoise Gilot -artista, amante y musa de Picasso -autor de el Guernica-, amiga personal de Matisse- vive y pinta en un elegante apartamento neoyorquino, cerca de Central Park.

Gilot tiene 96 años. Su asistenta, uniformada de azul, nos trae en bandeja de plata un café con pastas.
¿Cómo pasa los días?, le pregunto. Arquea las cejas. «Soy artista. Pinto, dibujo… ¡Qué quiere que haga!».

Desde que Pablo Picasso se fijara en ella un día de 1943, su nombre está inexorablemente vinculado al pintor, por mucho que hayan pasado 65 años desde que ella se marchara de su lado.

Hija única de un matrimonio de la alta burguesía francesa, Françoise nunca ha sido fácil de domesticar. Desde niña supo que sería pintora. Algo nada fácil entonces para una mujer. «Nunca me ha arredrado que a los demás no les guste lo que hago. Las mujeres a veces nos valoramos en función de la opinión de los otros. Pero yo no. ¿Que caía en gracia a la gente? Pues estupendo. ¿Que no? Pues estupendo también».

Una amante nueva

En mayo de 1943 estaba cenando en un restaurante de la Rive Gauche con una amiga, la artista Geneviève Aliquot, cuando Picasso se acercó a su mesa; en la mano llevaba un cuenco con cerezas. El pintor estaba cenando con Dora Maar, su amante, a quien Gilot pronto iba a reemplazar. Françoise tenía 21 años. Él, 61. Así fue como Gilot se embarcó «en una catástrofe que no tenía intención de evitar».

Gilot ha descrito su relación como un amor intelectual y físico, pero «en absoluto sentimental». Picasso se sintió tan atraído por su mente como por su belleza; podían pasarse media noche discutiendo sobre el arte, la vida y su tema predilecto: él mismo.

Cuando Gilot le dijo que su pintor favorito era Matisse, Picasso fue con ella a verlo. Matisse por entonces tenía 77 años y se encontraba en lo que él llamaba su ‘periodo de gracia’, recuperándose de una operación de cáncer que lo había dejado postrado en el sillón. «Decía que le habían concedido unos años más de vida, que eran un regalo de los dioses», comenta Gilot. El artista era lo bastante mayor para ser su abuelo, pero Françoise y él congeniaron inmediatamente.

«Matisse era hombre de pocas palabras, muy reservado. Yo también, así que nos entendimos». Matisse, además, admiraba su obra y le escribía cartas elogiosas. «¡No podía creerlo! Eran muy bonitas, con dibujos…».

Françoise, pintora, se convirtió en amante de un genio y en buena amiga de otro. Pero nunca se consideró en un plano de igualdad. «En el arte no existe la igualdad. No estamos hablando de la República Francesa, de la fraternité, égalité y demás», dice riendo.

Según explica, «Matisse tenía claro quién era el rey: él. Y Picasso estaba de acuerdo. Se respetaban muchísimo. Pero Matisse se interesaba por lo que hacían otros pintores. En cambio, si a Pablo le mencionabas a otro colega, te respondía: ‘A ese fulano le pegaría un pescozón, sería la única forma de sacarle algo interesante’. Picasso era subjetivo en extremo, su estado de ánimo iba del blanco al negro, pasando por el rojo. Junto con Picasso vivías en un terremoto permanente. Si te llevabas bien con él, experimentabas ese terremoto de cerca. Y si no te llevabas bien, ¡también lo experimentabas!».

– ¿El genio artístico exculpa los comportamientos reprobables?
-«Los comportamientos no tienen nada que ver con el genio. Caravaggio mató a una persona; algo no muy bonito que digamos. Pero lo que a mí me ha interesado no es la ética, sino la estética» [risas].

-Hay quien ha descrito a Picasso como «un monstruo sagrado».
-«Bueno, lo de ‘monstruo’ está justificado; lo de ‘sagrado’ es posible…».

Picasso, despechado

En 1947 tuvieron su primer hijo juntos, Claude; en 1949 nació Paloma. Los niños transformaron la relación. Picasso exigía ser el constante centro de atención. Se le agrió el carácter y cada vez pasaba más tiempo lejos de casa. En cierta ocasión espetó: «Nadie abandona a un hombre como yo». Gilot contestó: «Espera y verás».

En septiembre de 1953, harta de la tiránica actitud del pintor y sus líos de faldas, Françoise tuvo una breve aventura amorosa. Poco después cogió a sus hijos y lo abandonó. ¿Lo último que Picasso dijo mientras se alejaban en el taxi? ¡Merde!

«A Pablo le gustaban las mujeres físicamente; le gustaban las mujeres hermosas. Pero no las entendía, no se molestaba en intentarlo. En la vida, si estás con otro, has de sentir a ese otro en tu interior. Porque no estás solo». Françoise sugiere que Picasso, a pesar de todas sus amantes y su círculo de aduladores, era un hombre fundamentalmente solo.

Françoise Gilot fue la única de todas sus amantes y esposas que lo abandonó. Las demás tuvieron un final trágico. Dora Maar enloqueció. Marie-Thérèse Walter, a la que Picasso convirtió en su amante cuando ella tenía 17 años, se suicidó. Jacqueline Roque, con quien el artista se emparejó después de Gilot (y quien en 1961 se convirtió en su segunda esposa), también se suicidó.

Françoise se encoge de hombros. «Si crees que te has equivocado, te marchas por la puerta para siempre. Lo que no haces es matarte».

Después de su abandono, Picasso hizo lo posible por amargarle la vida. Presionó a sus amigos para que dejaran de tratarla y a los marchantes parisinos para que no se ocuparan de su obra. «Pero le diré una cosa. Todo el mundo sabía de lo explosivo de su mal genio, así que casi nadie me reprochó que lo dejara. Tuve mis problemas, pero no puedo decir que lo pasara mal. No me hice millonaria como Picasso, pero gané lo suficiente para llevar una vida normal. Nunca me faltó para la educación de mis hijos. Me miraba al espejo con orgullo y me decía: ‘¡Los demás pueden irse al infierno!’».

Hombres y matrimonio

En 1955 se casó con el pintor Luc Simon, a quien conocía desde la adolescencia. Tuvieron una hija, Aurelia, pero se divorciaron en 1962.

Gilot no tenía intención de volverse a casar, hasta que en 1969 le presentaron a Jonas Salk, el creador de la vacuna contra la polio: «Me propuso matrimonio casi de inmediato». Su caso es asombroso: por si no le hubiera bastado con estar unida al principal artista del siglo XX, terminó por casarse con el médico que, en ese mismo siglo, más hizo por la humanidad.

-«Sí. ¡Yo tampoco salgo de mi asombro!».

– ¿Cómo se explica?

-«Es divertido», vuelve a reír. «¡Buena pregunta! Antes era bastante guapa, y eso a una mujer siempre le viene bien. Abre muchas puertas».

-Muchas mujeres no estarán de acuerdo con lo que acaba de decir.

-«Sé que es injusto, pero una mujer tiene que ser guapa antes que cualquier otra cosa. Si no lo eres, ¿crees que los demás van a fijarse en ti? ¡Pues no!».

«Los hombres son los primeros interesados en casarse, no las mujeres. Quizá creen que así lograrán llevar las riendas de la relación. Pero yo no me dejo someter. No soy de las que se dejan domar». Así que cuando Salk le propuso matrimonio, Gilot estableció una serie de condiciones por escrito: «Le dije que decidiese si era capaz de atenerse a ellas; si no lo era, mejor seguir cada uno por su lado. Dejé claro que seguiría viajando, que tenía mi propia carrera y mi propia vida. ¡Pero Jonas respondió que le parecía perfecto…! Tengo que decir que nunca se olvidó de lo convenido. Era un hombre extraordinario».

-Parece claro que con él fue más feliz que con ningún otro.

-«Si quiere saber toda la verdad, la mejor relación es la que entablas con una persona extremadamente inteligente, y da igual si la persona es afable o del tipo gruñón. Lo mejor que te puede pasar es que tu pareja sea inteligente e interesante. No tienes por qué querer a una persona por sus cualidades; puedes quererla por sus defectos, porque los defectos hacen que sea un poco más humana».

Salk falleció en 1995. Françoise no ha vuelto a estar con otra persona. «Tengo mi trabajo, mi familia, los amigos. Tengo más de lo que necesito. No siento nostalgia del pasado».

El hijo que tuvo con Picasso, Claude, rompió con su padre a los 15 años de edad. «Dos personas con mal genio nunca van a llevarse bien», considera. Claude hoy dirige la Fundación Picasso, que gestiona el legado del pintor. Paloma se hizo conocida por su trabajo como diseñadora de joyas para Tiffany. «Paloma es inteligente en extremo y tiene una vida más que interesante. Nos llevamos de maravilla».

Pregunto a Françoise cuál es la mejor lección que ha aprendido en la vida.

«¡Siempre he sido mala estudiante! [ríe]. Así que no sabría decirle».
Pero ha vivido la vida al máximo…

Asiente con la cabeza. «Sí. Yo no soy de esas personas que se arrepienten de no haber hecho esto o lo otro en la vida. Siempre he hecho lo que he querido».

Françoise Gilot tuvo dos hijos con Picasso, los sacó adelante sola, se casó dos veces y siempre siguió pintando. Todavía lo hace a los 96 años.

Picasso intentó que los marchantes vetaran sus obras, pero Françoise Gilot continuó con su carrera como pintora.


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viernes, julio 5

¿Pero qué nos han hecho los perros a nosotros?

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 12 de abril de 2017)

Nuestros perros han pasado del pastoreo al ‘postureo’. Se han diseñado nuevas razas con criterios estéticos que han destrozado su salud. Border collies que se quedan ciegos, dálmatas sordos, labradores con enanismo… Los veterinarios están alarmados.

Llevábamos diez mil años siendo amigos. Teníamos un pacto. Los perros nos ayudaban a cazar, nos protegían de otros depredadores, cuidaban de nuestros rebaños y jugaban con nuestros hijos… A cambio, tenían un techo, un lugar junto al fuego y una parte de nuestra caza. Esa amistad ha llegado a su fin. El ser humano ha roto el pacto.

Los mimamos más que nunca, pero eso no es lo mismo que quererlos. Los siete millones y medio de perros registrados (con microchip) en España son los reyes de la casa en cinco millones de hogares. Hasta que dejan de serlo… Se abandona a unos 137.000 cada año. Pero abandonar a los perros no es la única ‘perrería’ (o más bien habría que decir ‘humanada’) que les hacemos.

Estamos convirtiendo a los perros en enfermos crónicos. Un caso paradigmático es el del bulldog inglés. Los cruces selectivos los han hecho cada vez más cabezones; con el morro más chato y los ojos más desorbitados. Nos hacen gracia porque los hemos caricaturizado. Y nos resultan irresistibles con ese aspecto tan simpático.

Pero sus hocicos no son idóneos para respirar. Tienen la tráquea muy estrecha. Los dientes y la lengua apenas les caben en la boca. El paladar está hendido y, cuando son amamantados, la leche va a los pulmones y mueren varios en cada camada. Las arrugas del morro, en fin, acumulan baba y microbios; y les provocan infecciones.

No eran así hace solo unas décadas. Y lo peor está por venir. Investigadores de la Universidad de California han constatado que su genoma ya no tiene diversidad suficiente como para aliviar sus problemas de salud. Los criadores han introducido tantas mutaciones en aras de un ideal estético perverso, y tan dañinas, que quizá ya no hay vuelta atrás.

Antiguos pastores

Antes, cada raza tenía una función específica: pastores, cazadores, defensores… Los investigadores consideran que los perros también fueron decisivos para nuestra evolución. Era un toma y daca. La revolución ganadera y el sedentarismo no hubieran sido posibles sin ellos. Y son los más entusiastas defensores de la propiedad privada. «El ser humano domesticó al perro, pero el perro también domesticó al ser humano», resume el antropólogo Colin Groves en la revista Der Spiegel. Pero hoy su función es hacernos compañía, molestar lo menos posible y, con demasiada frecuencia, que podamos presumir de ellos. Antes tenían un oficio, hoy tienen un valor ornamental.

Nuestros perros se pasan la vida en la consulta del veterinario. Esto es evidente en las razas braquicéfalas, las de cabeza ancha. Tanto que nacen por cesárea. Bulldog inglés y francés, carlino… Pero el calvario se extiende. Las displasias de codo y cadera son una maldición de las razas grandes. Los pastores alemanes ‘modernos’ arrastran el culo por el suelo. En el caso de los perros enanos, como el chihuahua, es frecuente que los huesos del cráneo no lleguen nunca a soldarse del todo. Por su parte, gigantes como el dogo alemán pueden sufrir torsiones gástricas mortales. Más de la mitad de los dóberman tiene problemas de corazón. Muchos cavalier nacen con malformaciones en la médula espinal. Los basset ya no son capaces de seguir un rastro sin asfixiarse. Border collies que se quedan ciegos, dálmatas sordos como tapias, labradores con enanismo…

No es extraño que en España nos gastemos 600 millones de euros al año en el veterinario y otros 200 millones en medicamentos. Pero lo más extraño es que nos da igual que nazcan con enfermedades hereditarias. Hay razas que nos resultan adorables, a pesar de sus malformaciones.

‘Prototipos’ extremos

Un estudio de la Universidad de Copenhague señala que la mayoría de los dueños de estas razas valora su aspecto por encima de las secuelas que puedan sufrir, lo que incentiva a los criadores a seguir cruzándolos y a sacar ‘prototipos’ cada vez más extremos. La última tendencia es la crianza de perros ‘cómodos’, pasivos, sin temperamento ni impulsividad.

Otro estudio, de la Universidad de Bristol, señala que desde 1925 el factor determinante a la hora de criar es la moda. El psicólogo Christoph Jung denuncia cómo «los ideales estéticos y la demanda han llevado a una destrucción premeditada de lo que fue una constitución física sana; y a la introducción de enfermedades hereditarias cuya generalización hemos aceptado sin más».

CUATRO RAZAS PARA LA POLÉMICA
Para unos son razas emergentes; para otros, caprichos. Perros de diseño, al gusto del consumidor, que ilustran la evolución moderna de un animal que se va quedando sin funciones, excepto acompañarnos.

El eterno cachorro
El cava-poo-chon -cruce de cavalier, caniche y bichón- se ha creado con un fin. tener siempre aspecto de cachorro. Es longevo e hipoalergénico. Un peluche de carácter adorable.

Manejable y terapéutico
El labrador es un perro de compañía excelente, pero su gran tamaño lo hace poco manejable para niños y ancianos. Se está cruzando con razas enanas, en especial con caniches. El labra-doodle es ideal para trabajar en hospitales y asilos.

El guardián definitivo
El bandog es un cruce moderno entre molosos (razas de gran tamaño) y perros de presa. Se busca un perro de guarda muy intimidatorio. También se están cruzando galgos con mastines para cazar jabalíes, sumando así rapidez y fiereza.

El perro ‘patentado’
El elo es una mezcla de eurasier, chow-chow y bobtail que se empezó a criar en Alemania a finales de los ochenta. Es una marca registrada. Los coeficientes de endogamia son muy altos: más del 95 por ciento están emparentados. Padece depresiones.

LAS PERRERÍAS SUFRIDAS POR EL BULLDOG

El origen del bulldog inglés está en la lucha contra el toro. Tiene las patas cortas para escabullirse y es prognato (con mandíbulas salientes) para respirar mientras muerde. Del ruedo ha pasado a los hogares, pero ha ganado en corpulencia y apenas puede moverse. «Desde un punto de vista veterinario, es una piltrafa», afirma el zoólogo James Serpell.

En un siglo han ganado envergadura y han perdido agilidad. El colegio de veterinarios de Alemania pide que se prohíban en la publicidad los bulldog y otras razas con problemas.

OTROS DAÑOS COLATERALES
La demanda de ciertas razas se dispara con la exposición mediática. Y resulta catastrófica. Lady Gaga tiene un bulldog francés, cabezón y de ojos grandotes como un bebé humano. Los border collies se pusieron de moda con la película ‘Babe, el cerdito valiente’. Los cavalier, con ‘Sexo en Nueva York’…

Dóberman


Miocardiopatía dilatada, que hace que mueran súbitamente. También sufren inestabilidad de las vértebras cervicales y dolores en el cuello.

Labrador retriever
Raza históricamente poco propensa a enfermedades. Su popularización la llevó a los pisos de las ciudades. Malformaciones de las articulaciones y cardiopatías por la falta de actividad.

Cavalier king Charles
Perro ‘juguete’. Muy caro. Lo han abaratado cruzando camadas entre sí.Insuficiencia cardiaca congénita y debilidad en las patas traseras.

Pastor australiano
Era pastor de ovejas. Tras tantos cruces se da alta mortalidad de los cachorros. Epilepsia idiopática. Acaban sordos y ciegos. otros daños colaterales

Perro crestado rodesiano
La cresta de la espalda debe tener unos estándares muy definidos. Son propensos a los quistes que llegan hasta el canal espinal.

Boyero de Berna
Raza típica de regalo, producida a destajo. La displasia de cadera ya es una marca ‘de fábrica’. También es proclive a las enfermedades tumorales y la epilepsia.

Chihuahua
La hidrocefalia era una enfermedad ocasional. Pero se ha generalizado.
Produce convulsiones, ceguera y demencia.

Pastor alemán
Los criadores han privilegiado la caída de las caderas para los concursos. el andar es más armonioso. Cuartos traseros deformados.

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