Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

lunes, diciembre 31

Otros finales de año


(Un texto de Alberto Serrano Dolader en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 31 de diciembre de 2017)

No siempre la noche del 31 de diciembre ha sido la última del año, ni siquiera en nuestro contexto histórico y cultural. Los antiguos romanos celebraban el Año Nuevo el día primero de marzo hasta que Numa, el sucesor de Rómulo, decidió que se hiciera el uno de enero para que el año civil se iniciara con la fiesta de Jano, el dios de dos caras que mira a la vez al inicio y al final. Pero advierto que la sección que usted ojea tiene mucho de leyendas.

Sí, hay cosas que parecen de toda la vida, pero que realmente no lo son. En tiempos del medievo, nuestros ancestros festejaban el inicio del año el 25 de marzo, fecha en la que se conmemoraba la encarnación del Hijo de Dios. Así discurrieron las cosas hasta que el 16 de diciembre de 1350 Pedro IV firmó una pragmática en la que disponía que a partir de entonces el año arrancara el 25 de diciembre, o sea, en la jornada de Navidad.

Para celebrar el 'cabo de año' el día uno de enero hubo que esperar a Felipe II, que tomó la decisión con un año de retraso sobre lo hecho por austriacos y franceses. O sea, un follón. Además, en no pocos momentos y circunstancias fue la renovación anual de los cargos de los concejos -que no en todas las poblaciones aragonesas se efectuaba en idéntica jornada- lo que verdaderamente marcaba un ciclo nuevo.

Otra costumbre que parece eterna y que tampoco lo ha sido, ni mucho menos, es la de despedir el año con la ingesta de las doce uvas de la suerte. En el Madrid de la primera década del siglo XX ya se practicaba el rito, quizá importado de Italia, pero continuaba siendo algo ajeno a los aragoneses. Lo prueba que en la crónica de Año Nuevo de 1917 el 'Diario de Avisos de Zaragoza' indicara: «Afortunadamente nosotros no somos tan estúpidos que creamos en la eficacia de esa costumbre. Comiendo y sin comer uva, sabemos que quien termina el año sin dos pesetas, sin ocho reales comienza el siguiente».

Pero, la verdad, pronto caímos en la tentación. Al iniciarse la década de los veinte, las uvas ya se repartían en los cotillones de Nochevieja de los hoteles distinguidos de Zaragoza. El pueblo llano daba por entonces la bienvenida al año al son de las campanadas del reloj de la Diputación Provincial, en la actual plaza de España, y yo pienso que ya se atragantaría con los granos. Poco antes del estallido de la guerra, debieron de ser muy numerosas las villas aragonesas que se sumaron al carro, aunque sin desechar por ello las laminerías locales (por ejemplo, en Isuerre se degustaban exquisitas farinetas de aguamiel con nueces y en Oseja y Trasobares, pasas).

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domingo, diciembre 30

La 'gripe española', más letal que las guerras mundiales

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 4 de febrero de 2018)

Fue más letal que las guerras mundiales. La ‘gripe española’ de 1918, la gran pandemia mundial que acabó con entre 50 y cien millones de personas en todo el mundo (solo se libró la Antártida). Cuando se cumplen cien años de su aparición, surgen nuevos datos de esta plaga infernal.

El cocinero del campamento Funston, en Kansas, ingresó en la enfermería la mañana del 4 de marzo de 1918. Tenía fiebre y un fuerte dolor de cabeza. A la hora de la comida, esa enfermería ya trataba más de cien casos parecidos. Una semana después, los enfermos eran tantos que hubo que habilitar un hangar para instalarlos.

Funston suministraba soldados a otros campamentos de Estados Unidos y a Francia, uno de los frentes más duros de la Primera Guerra Mundial. A mediados de abril, la gripe ya hacía estragos en las trincheras de Europa Occidental. Pasó a Gran Bretaña, Italia y llegó a España. Enfermó incluso el rey Alfonso XIII, y los periódicos españoles se hicieron eco de esa enfermedad que se propagaba de manera tan alarmante.

Cuando llegó a nuestro país, los contendientes de la Primera Guerra Mundial ya contaban por miles las víctimas de la gripe. Pero sus medios de comunicación callaban la debacle para no minar la moral de la población ni de los soldados.

España era neutral y sí hizo pública la crudeza de la enfermedad. Por eso, a la pandemia que infectó a una de cada tres personas del planeta y mató a más de 50 millones de personas -podrían ser hasta 100 millones- se la ha llamado ‘gripe española‘.

Las autoridades y la prensa españolas protestaron en vano. La guerra la ganaron los aliados, y la gripe se quedó con la denominación que ellos eligieron. Así que, además de infectar a 8 millones de españoles (de una población de unos 20 millones) y de matar a 300.000 de ellos, esta pandemia dejó a España con el sambenito de darle apellido a una de las plagas más infernales de la historia.

El paciente número cero

La pandemia comenzó en marzo de 1918 con el cocinero Gilbert Mitchell -considerado el paciente cero-, dio la vuelta al mundo en dos años en tres oleadas mortíferas que se llevaron por delante a «entre el 2,5 y el 5 por ciento de la población mundial», según Laura Spinney, autora del libro El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo (editorial Crítica).

La gripe mató a más gente que la Primera Guerra Mundial (17 millones) o la Segunda Guerra Mundial (60 millones de muertos). A diferencia de las guerras, esta matanza sucedió de manera rápida (la mayor parte de las víctimas mortales cayó en solo 13 semanas, de septiembre a mediados de diciembre de 1918) y se expandió por un territorio inmenso. Solo se libraron de ella la Antártida y algunas islas remotas del Atlántico Sur y de la desembocadura del Amazonas.

Enfermaron políticos como Mustafá Kemal Atatürk y Franklin Delano Roosevelt, el escritor Franz Kafka, el músico Béla Bartók, la pionera de la aviación Amelia Earhart o el pintor Edvard Munch. Murieron a causa de ella los artistas Guillaume Apollinaire, Egon Schiele, Gustav Klimt; los príncipes Erik de Suecia y Humberto de Saboya… Ricos y pobres, niños, hombres fuertes, la pandemia no se detuvo ante ninguna puerta.

Debacle en la India

En Occidente, a menudo se ignora que esta gripe fue especialmente letal en Oriente. La India (formada entonces también por Pakistán y Bangladés) fue la nación con más víctimas mortales. Perdieron la vida entre 13 millones y 18 millones de indios, lo que significa que murieron más indios a causa de la gripe que gente por la Primera Guerra Mundial.

La guerra contribuyó a la expansión de la enfermedad por el hacinamiento, la debilidad de los soldados y el movimiento de tropas. En la primavera de 1918 habían enfermado «tres cuartas partes de los soldados franceses y más de la mitad de los británicos», según Laura Spinney.

La guerra expandía la gripe por doquier. Incluso cuando terminó. El 11 de noviembre de 1918, día del armisticio, las multitudinarias celebraciones estimularon los contagios y provocaron una virulenta explosión de gripe.

El virus letal tampoco respetó a los negociadores del tratado de paz: el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson asistió febril mientras la gripe tumbaba a bastantes de los delegados de distintas nacionalidades.

De las tres oleadas con las que embistió la pandemia, la segunda -que arrancó en agosto de 1918- fue la más devastadora. La tercera oleada finalizó en 1920.

Arsénico y aspirinas

Los primeros síntomas eran los de una gripe estacional: irritación de garganta, fiebre y dolor de cabeza. Pero luego y de manera bastante súbita los pacientes sufrían mareos, pérdida de audición, visión borrosa, delirios, convulsiones… También les aparecían unas manchas de color caoba en las mejillas que luego se expandían por el cuerpo y lo oscurecían de tal modo que había personas de raza blanca que parecían negras. La gripe se complicaba con una neumonía bacteriana que fue la causa de la muerte de la mayoría de las víctimas. Actuaba a toda velocidad: había pacientes que comenzaban a toser una mañana y esa noche ya habían muerto.

Aspirina (en dosis que ahora se consideran contraproducentes), quinina, preparados con arsénico, con aceite de alcanfor o aceite de ricino eran las armas utilizadas por los médicos de la época. Algunos animaron a que la gente fumara porque pensaron que la inhalación de humo mataba los gérmenes. Proliferaron los elixires, tónicos y remedios de charlatanes.

Luchaban contra la bacteria Haemophilus influenzae pensando que era la causante de la gripe. Era un error: la bacteria era responsable de una infección secundaria, pero no de la gripe. Se desconocía que el enemigo que debían batir era un virus y, además, los virus no se podían detectar con el instrumental de entonces.

Los virus de la gripe humana no se descubrieron hasta 1932. Y la cepa del virus A/H1N1, culpable de tantísimas muertes, no pudo ser visualizada hasta 1943. Fue el primer subtipo identificado que afectó a cerdos y humanos. También sufrieron epidemia de gripe, en 1919, piaras de Estados Unidos, Hungría o China.

Cierre de las escuelas

¿Cómo se intentaron evitar los contagios? En muchos países se prohibió escupir, se cerraron cines, teatros y en algunos incluso las escuelas. Pero quedaron abiertos los centros de culto religioso. En Estados Unidos, si no se portaba una mascarilla de tela (absolutamente ineficaz), la multa era de 100 dólares de la época.

Las restricciones contra las aglomeraciones, las mascarillas y aspirinas resultaron inútiles. Lo que acabó con la gripe fueron los efectos de la propia gripe: se llevó por delante a las personas menos sanas, fue especialmente inclemente con los que ya padecían otras enfermedades y los más débiles.

Los supervivientes quedaron inmunizados. La población mundial se redujo drásticamente. Pero se recuperó pronto: a la gripe de 1918 y al fin de la guerra les siguió una euforia reproductiva.

Consecuencias curiosas

Las consecuencias de la pandemia, durante y después de su paso, son diversas. En Chicago, por ejemplo, se redujo un 43 por ciento la tasa de criminalidad; la adopción de menores se legalizó en Francia, en 1923, y en Gran Bretaña, en 1926, a raíz del tsunami de huérfanos que dejaron la gripe y la guerra; también la gripe influyó en el apartheid sudafricano: las distintas razas se culpaban entre sí de ser las causantes de la plaga. El baile de culpas fue habitual. España para desembarazarse del estigma de dar nombre a la gripe acusó a Portugal de ser ella la cuna del mal. Pero no funcionó. Esta pandemia brutal se sigue conociendo como ‘gripe española’.

LOS PRIMEROS ENFERMOS

La gripe apareció por primera vez en el campamento de Funston (Kansas) en marzo de 1918. En dos semanas, la enfermería se quedó pequeña y se tuvo que habilitar un hangar (en la imagen) para atender al aluvión de infectados. De allí el virus pasó a otros campamentos de Estados Unidos y a Francia con el envío de soldados.

EL VIRUS RESUCITADO

En 1950, el microbiólogo Johan Hultin [en la foto de arriba] viajó al pueblecito de Brevig (Alaska) en busca de muestras de la cepa del virus A/H1N1, identificada como la causante de la gripe de 1918. En Brevig murieron de gripe 72 de sus 80 habitantes. Hultin esperaba que el frío hubiera conservado material útil para ‘reconstruir el virus’ y poder estudiarlo. Hubo suerte. Tomó muestras de los pulmones de cuatro inuits fallecidos a causa de la gripe. Hultin y su equipo trataron de cultivar el material y se lo inocularon a varios hurones. Pero el virus no dio señales de vida. Al cabo de 46 años otro investigador, Jeffrey Tautenberg, consiguió más muestras de tejido infectado en el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas. Era un avance, pero se necesitaban más muestras. Hultin regresó al cementerio de Brevig y dio con los restos pulmonares de una mujer obesa, un material excelente con el que en 2005 se ‘revivió’ el virus para estudiarlo. Algunos científicos se opusieron ante el temor de que algún fallo permitiese que este temible virus se desbocase de nuevo.
En Nueva York, el comisario de Sanidad escalonó los horarios de fábricas, cines, tiendas y escuelas para evitar las horas punta.
Australia se mantuvo al margen gracias a una firme cuarentena. Pero la pandemia llegó con el regreso de sus tropas al final de la guerra.
En Francia se prohibió escupir para evitar la propagación de la enfermedad.
En Londres, casi 1500 policías -un tercio de la fuerza total- enfermaron simultáneamente.
 
 

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viernes, diciembre 28

Seis de los viajes en tren más bellos de Europa

(Un texto de María Barberá en la revista Mujer de Hoy del 17 de marzo de 2018)

De lago a lago, a través de los Alpes

Todos a bordo: desde Lucerna, a 50 km de Zurich, parte el Gottard Panorama Exprés, que recorre los Alpes suizos. En esta ciudad, no dejes de visitar el lago de los Cuatro Cantones, el centro de arte KKL y el puente de madera más antiguo del mundo. Puedes alojarte en el hotel Waldstaetterhof, junto a la estación, desde 121 euros (www.hotel-waldstaetterhof.ch).
 
El recorrido: comenzamos en un barco de vapor antiguo, para ver desde el agua todos los rincones del lago: los prados de Rütli, donde dicen que en 1291 se fundó la antigua Confederación Suiza; la capilla del mítico Guillermo Tell y la iglesia barroca de Wassen. En Flüelen se hace el transbordo al tren, que serpentea por el paso más difícil de los Alpes, el de San Gotardo. Puedes ir en vagones con ventanas panorámicas o en el fotógrafico, mientras recorres el estrecho valle del Airolo, hasta llegar a Bellinzona, con su fortaleza y sus tres castillos del siglo XV. En total, 5,30 horas.
 
El destino: Lugano, en la frontera con Italia nos espera. No te pierdas las vistas desde el mirador del monte de San Salvatore. Aprovecha para pasear por su casco histórico y visitar el mercado sabatino de la Piazza Nosetto de Bellinzona. Para dormir, el hotel Gabbani, en la Piazza Cioccaro, 156 euros la habitación (gabbani.com). 
 
+ INFO. Swiss vuela a Zurich desde Madrid, Barcelona y Valencia, desde 69 euros (www.swiss.com). Un tren enlaza con Lucerna. El Swiss Travel Pass permite viajar en tren y barco por todo el país, y entrar a más de 500 museos, desde 194 euros. Este trayecto tiene suplemento de 20 euros (myswitzerland.com).
 
Un paseo por las highlands

Glasgow, la ciudad más industrial de Escocia, es el punto de partida de The West Higland Line. En la ciudad, no dejes de visitar los edificios art nouveau de Mackintosh y disfrutar de una pinta y música en directo en sus pubs. Para dormir, Lorne Hotel, desde 100 euros (www.thelorneglasgow.com). 
 
Durante las 5,30 horas del trayecto podrás disfrutar de la salvaje costa occidental escocesa y ver algunos parajes solo accesibles en tren. Montañas escarpadas, páramos de brezo y los bosques impenetrables del parque Loch Lomond marcan un paisaje en el que destaca el monte Nevis, el más alto de Escocia, y el viaducto de Glenfinnan, recreado en Harry Potter. Y el agua no falta en el trayecto: en los lagos Shield, Eit y Ailort; en numerosas cascadas, y en las playas de Morar.
 
El recorrido termina en Mallaig, un alegre puerto, donde se enlaza con el ferry que va a las islas de Skye, Rum, Muck y Canna. The Marine Hotel, desde 124 euros (marinemallaig.co.uk). 
 
+ INFO: Ryan Air vuela de Madrid y Barcelona a Glasgow, desde 47 euros (www.ryanair.com). Los billetes de tren, desde 46 euros ida y vuelta (www.goeuro.com). Visit Britain ( www.visitbritain.com).
 
Por la cerdaña, el valle más alto de los Pirineos
 
El recorrido empieza en Latour de Carol, la estación que conecta Francia con España, a siete kilómetros de Puigcerdá. En la Cerdaña catalana puedes disfrutar de los pueblos medievales de Arenser Guills, Lles o Merangers. Para alojarte, Hotel Parada Puigcerdá, desde 90 euros (hotelparada-puigcerda.com). A 30 km/h, el Tren Amarillo tarda tres horas en recorrer el valle del Tet, uno de los más altos de los Pirineos orientales, en la Cerdaña francesa. Construida a principios del siglo XX, la línea salva 1.200 m de desnivel gracias a túneles, puentes y viaductos. Podrás ver Saint Leocade, Ur y las fortalezas de Vauban y Saillagouse.
 
Villafranca de Conflen, considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia, es una villa medieval, con casas de piedra y la fortaleza de Mont Louis. 
 
+ INFO. Puedes conectar con esta línea desde Puigcerdá o Toulousse. El trayecto cuesta 12 euros (www.pyrenes-cerdagne.com y www.cerdanya.org).
 
De París a Venecia, como una estrella

Partimos desde París. Y, aunque conozcas la ciudad, nunca está de más darse una vuelta por las tiendas de Marais, descubrir algún museo o disfrutar de los mercadillos y los cafés del barrio latino. Para alojarte, Hotel de Suede Saint Germain, desde 153 euros (www.hoteldesuede.com). 
 
El tren Thello sale por la tarde de la estación de Lyon, en París. ¿Un plan antes de partir? Disfrutar de la atmósfera art decó del mítico restaurante The Train Blue, en la estación, por el que han pasado ilustres viajeros, como Jean Cocteau, Coco Chanel, Colette o Brigitte Bardot, que cogían el antiguo Train Blue en su viajes a la Costa Azul. El viaje es nocturno, en cómodas cabinas con ducha o en compartimentos. Atravesarás Dijon, Milán, Brescia, Verona y Padua, antes de llegar por la mañana a la estación de Santa Lucía, en Venecia. Pero sobre todo disfrutarás del encanto de los trayectos ferroviarios de antaño.
 
El destino: La incomparable Venecia. No te pierdas el animado distrito de Dorsoduro, en la isla de la Giudecca, la basílica San Giorgio la Maggiore y, sobre todo, las vistas desde el campanille, el palacio Razzonico, la Academia y la colección Peggy Guggenheim.

+ INFO: www.italiatren.com ;; www.enit.it ;; www.atout-france.es

Entre los viñedos, a orillas del Rhin
 
El viaje comienza en Colonia. Pero antes de partir, no dejes de visitar su imponente catedral o su museo del chocolate. Allí tienes el céntrico Hotel Zur Malzmühle, desde 114 euros (www.hotelzurmalzmuhle.de). El tren recorre las curvas del Rhin durante tres horas. El espectacular tramo entre Coblenza (donde el Rhin abraza al río Mosela) y Bingen, con sus terrazas de viñedos, es Patrimonio de la Humanidad. ¿Un secreto? Siéntate en el lado izquierdo del tren para tener las mejores vistas, sobre todo al alcanzar el risco de Lorelei: verás el castillo Pfalz junto al río.
 
Maguncia, la cuna de Gutemberg y capital de Renania Palatinado. No dejes de ver su ciudadela medieval y sus castillos. Hotel Königshof, desde 85 euros (hotelkoenishof-mainz.de). + INFO: Ryan Air vuela desde Barcelona, Tenerife, Málaga, Valencia, a partir de 43 euros (ryanair.com). Desde Palma y Fuerteventura, Germanwings, desde 60 euros (germanwings.com). El tren sale cada dos horas, desde 22 euros (mittelrheinbahn.de). Turismo de Alemania (germany.travel).
 
Asomados a los fiordos noruegos

Partimos desde Myrdal, una pequeña estación de montaña rodeada de un paisaje espectacular. ¿Alojamiento? En Gudvangen Fjordtell & Apartments, al borde de los fiordos, desde 78 euros (www.gudvangen.com). El Flamsbanen recorre el escarpado oeste de Noruega y se adentra a través de profundas gargantas hasta el fiordo de Aurlands. El recorrido es de solo 20 kilómetros, pero dura casi una hora en un tren con una locomotora de 1886. Atravesarás túneles y sortearás grandes pendientes y cascadas espectaculares que recogen el agua de las montañas nevadas, como la de Kjosfossen.
 
El destino: La localidad de Flåm, desde donde puedes coger el Express Boat a Bergen y disfrutar de los fiordos del Parque Nacional Jotunheimen y Jostedalen.
 
+ INFO. Norwegian vuela a Bergen desde Madrid, Barcelona, Alicante y Gran Canaria, desde 65 ¬ (www.norwegian.com). El trayecto en tren, desde 40 euros (www.visitflam.com). Turismo de Noruega (visitnorway.es).
 

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miércoles, diciembre 26

Estudioso de las palabras. Me reivindico

(Columna de David Serrano-Dolader en el Heraldo de Aragón del 9 de diciembre de 2018)

Hay gente para todo: albañiles, coreógrafos, médicos, fontaneros, sexadores de pollos, astronautas… Uno, por suerte o por desgracia, es lingüista y, para más inri, morfólogo: estudio la estructura interna de las palabras, cómo se tejen y se destejen sus partes. ¿Interesante? ¡Lo juro! ¿Por qué, si queremos formar sustantivos a partir de los verbos ‘mover’ y ‘satisfacer’, nos sale ‘movimiento’ y ‘satisfacción’, y no ‘movición’ ni ‘satisfacimiento’? ¿Por qué a una máquina que sirve para lavar los platos y los cubiertos la llamamos ‘lavavajillas’ y a otra que sirve para lavar ropa la denominamos ‘lavadora’, en vez de llamar a la primera ‘lavadora’ y a la segunda ‘lavarropa(s)’ como, por cierto, se dice en algunos países hispanoamericanos? ¿Por qué si algo se hace mejor es que ‘mejora’ pero si se hace peor es que ‘empeora’, y no aceptamos que un enfermo pueda ‘enmejorar’ o ‘peorar’? ¿Por qué el ‘re-’ de ‘renacer’ significa ‘volver a’; el de ‘rebonito’, ‘muy’; y el de ‘repollo’ no significa nada? ¿Por qué ‘simpatiquillo’ tiene un valor apreciativo aportado por el sufijo pero ni los ‘tornillos’ ni las ‘mesillas’ nos conmueven afectivamente? ¿Por qué el ‘vendedor’ es una persona, el ‘exprimidor’ es un aparato y el ‘comedor’ puede ser un lugar?

¿Quiere conocer las respuestas a estos porqués? Pues… ¡anímese y hágase lingüista! Ya sabe: de esos que no sirven ni para arreglar la economía, ni para diseñar un puente, ni para llegar a la Luna. Como diría el loco: mal de muchos, oídos sordos.

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lunes, diciembre 24

Entre la mula y el buey


(Un texto de Alberto Serrano Dolader en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 17 de diciembre de 2017)

En la Alta Ribagorza los encargados de arrastrar hasta el pueblo la tronca de Navidad eran los bueyes. «Este árbol se cortaba con una antelación de ocho meses y se dejaba secar en el campo; duraba en el fuego unos ocho días aproximadamente, ardiendo el tronco con las raíces...», escribió el antropólogo Lisón Huguet en 1984. Una docena de años más tarde, su colega María Elisa Sánchez completaba con que escuchó en el Sobrarbe: «Indistintamente del tiempo que la tronca duraba en el hogar, lo que tenía un valor fundamental era recoger su ceniza 'bendita' (…) que se les echaban a los bueyes sobre los lomos el día de San Blas para protegerlos de las enfermedades».

En Laspaúles (Ribagorza), se creía que, en Nochebuena, durante la misa del Gallo, las vacas de color pardo se arrodillaban en la cuadra para demostrar su piedad. En el Serrablo y en las Cinco Villas he oído contar que, durante esa liturgia navideña, gatos negros embrujados aprovechaban para morder a los mejores mulos, que amanecían muertos al alba. En Bolea (Hoya oscense), incluso se escuchó hablar a un felino: «Mula, muleta, mucho te quiero, pero te tengo que matar...».

Durante la huida a Egipto para esquivar las aviesas intenciones de Herodes, la Sagrada Familia utilizó una borrica, en cuyos lomos se acomodaron María y su Hijo. No se portó mal la bestia y, en agradecimiento por los servicios prestados, sus descendientes aún nacen señalados con una cruz en su piel y son animales sumamente apreciados por sus dueños. San José tiró del ramal con fuerza en aquel renombrado momento, y para homenajear su tesón los carpinteros lo eligieron como patrono.

Hace casi treinta años, el recordado don Antonio Beltrán evocaba en estas mismas páginas una curiosa costumbre prenavideña que ya se había perdido: «Con ocasión de la Navidad se celebraba en Tarazona la 'fiesta de los asnos', que se sumaba a la del 'niño en verde', o el repique de campanas llamando 'alaguico y a la o'.

Ocurría la cosa en la iglesia de Santa María y seguramente por la participación que la borrica tomó en salvar a la Sagrada Familia de las iras de Herodes en la huida a Egipto; el 15 de enero desfilaba una cabalgata que subía hasta la catedral, formando en ella las burras de Tarazona alhajadas con los mejores atalajes, montadas solamente por mujeres, y sobre la de más alzada y prestancia, una niña, entrando ésta con su cabalgadura hasta la nave central acompañada de los canónigos revestidos con capas pluviales; después de la misa, las mujeres desfilaban ante la borrica, llevando a los hijos en brazos». ¡Qué tiempos!

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