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...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

sábado, febrero 29

Baños de bosque: instrucciones y lugares

(Extraído de un texto de Daniel Méndez en el XLSemanal del 26 de mayo de 2019)

El fenómeno ‘shirin-yoku’ o baños de bosque se impone en Occidente. No hay normas para practicarlo, pero si una serie de invitaciones para conseguir el objetivo: relajarse.

Relax y silencio. El término ‘baño de bosque’ deriva del japonés shinrin-yoku, que significa ‘bañarse (o ducharse) en el bosque’. La palabra comenzó a usarse allí en los años ochenta, cuando la Agencia Japonesa de Bosques impulsó los paseos por sus parajes naturales como manera de combatir el estrés laboral. Recogía elementos del sintoísmo y el budismo y ofrecía sobre todo una alternativa al ritmo frenético de la gran ciudad. Se calcula que en Japón la práctica del shinrin-yoku cuenta ya con dos millones de practicantes y la actividad se ha extendido a países como Corea del Sur, Estados Unidos, Australia, Alemania o España. Buena muestra son los libros que analizan esta práctica. En España podemos mencionar el del propio Alex Gesse, llamado Sentir el bosque: la experiencia del shinrin-yoku o el libro Shinrin-yoku, el arte japonés de los baños de bosque, de Héctor García y Francesc Miralles.

Manual de instrucciones

«Hay muchas maneras de practicar el shinrin-yoku, y nuestro papel como guía no es dar ninguna norma concreta, sino establecer una serie de invitaciones», explica Alex Gesse -guía de baños de bosque, entre las encinas del Parque Natural de Collserola, en Barcelona-. No hay normas, explica, porque nadie sabe mejor que cada uno lo que necesita. Y porque «el bosque no juzga». Pero sí hay una serie de invitaciones. Por ejemplo:

SIN PRISAS
No se trata de sudar la camiseta. Relajémonos, caminemos sin prisa, sin metas ni objetivos. Tratemos de dar pasos silenciosos. Es importante que sea un espacio en el que nos sintamos seguros y dejar espacio a la improvisación. Si una roca, una hoja o la corteza de un árbol llama nuestra atención, acerquémonos, sentémonos en ella, olamos su aroma y percibamos su tacto.

ATENCIÓN PLENA
Entregarse por completo a la experiencia. El shinrin-yoku tiene elementos en común con el mindfulness. Por ejemplo, es importante prestar atención a cada detalle. los pasos, la luz, la humedad, los olores…

ABRE LOS SENTIDOS
Cierra los ojos y escucha, abre la boca y huele, respira profundamente y centra tu atención en la piel. ¿Hace frío, calor? ¿Cantan los pájaros, se oyen las hojas o nuestras propias pisadas? Déjate llevar por los cinco sentidos.

¿QUÉ SE MUEVE?
No solo nosotros nos desplazamos en el seno del bosque. Hay animales, pájaros o insectos, hay ramas y hojas que lleva el viento. Tómate tu tiempo para percibirlo.

DA LAS GRACIAS
Es importante que la actividad esté bien delimitada. Que seamos conscientes del inicio, pero también del final. Los japoneses hablan de gratitud y hay quien promueve incluso que dejemos un pequeño regalo en el bosque. Basta recoger algunos objetos, un palo, una piña, rocas, y colocarlos en un lugar que nos llame la atención a modo de obsequio a la naturaleza, que nos ayuda.

EN UN PARQUE TAMBIÉN VALE
«No hace falta irte una semana al Pirineo. Puedes hacer micro-baños de bosque en cualquier zona verde que tengas cerca de casa, en cualquier parque urbano», explica Marta Pahissa, responsable de proyectos de medioambiente de DKV Seguros, empresa que ha realizado un informe sobre los baños de bosque.

OBJETIVO: RELAX
Alex Gesse, formador y guía de baños de bosque, explica que «el objetivo es relajarse y dejarse sorprender por el entorno». Y destaca que hay estudios que han descubierto que «nuestra tendencia a darle vueltas a los problemas disminuye en contacto con la naturaleza».

Lista de sitios

https://www.wikiloc.com/wikiloc/user.do?id=3087415

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viernes, febrero 28

La vuelta al mundo en 14 enchufes

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 16 de marzo de 2017)

Existe un organismo internacional para intentar homogeneizar los tipos de enchufes que hay en el mundo, pero no es fácil.

Hay 14 tipos de enchufes eléctricos en el mundo. Cambian el voltaje, la frecuencia, la forma, los agujeros de la toma de corriente, los tamaños y formas de las clavijas… La ausencia de un modelo estándar universal es incómodo y caro. Pero nadie quiere dar su brazo a torcer.

En 1906 se creó un organismo mundial, la Comisión Electrotécnica Internacional, para intentar buscar un consenso, pero no ha sido demasiado útil: cada país mira sus propios intereses. En la década de los cincuenta, por ejemplo, los británicos decidieron adoptar un modelo de enchufe estándar, pero solo para ellos. Es el enchufe tipo G, mientras que en el resto de Europa se utilizan los tipos C, E y F.

Otras naciones también han preferido la singularidad: en Israel y en Tailandia (desde 2006) utilizan enchufes exclusivos. El tipo de enchufe más común en el mundo es el C -el más utilizado también en España-, pero no es ese el modelo el elegido para convertirse en estándar universal: la Comisión Electrotécnica Internacional prefiere el enchufe tipo N, que es el que se utiliza en Brasil. También América tiene sus particularidades: en Perú, Chile y Uruguay, por ejemplo, se utilizan los mismos enchufes que en Europa. No es fácil ponerse de acuerdo en esto. Si se universalizaran los enchufes quedaría todavía el problema de la corriente eléctrica, la tensión y la intensidad, que tampoco son las mismas en todas partes. Para viajar por el mundo lo más enchufado posible, los expertos recomiendan meter en la maleta una pieza de 110 voltios con láminas planas y otra de 240 voltios con clavijas cilíndricas.

Tipos A y B
Son compatibles en cuanto a tensión y muy parecidos. El tipo B se distingue del A en que tiene una tercera clavija. Son los enchufes utilizados en los países de América del Centro y del Norte.

Tipos C, E, F, J, K
Son los enchufes que utilizamos en España y en gran parte de Europa y África. El C es el más usado del mundo. El F se llama también Schuko. Se emplea en circuitos con tensión de 220 y 240 voltios. También es el enchufe de algunos países americanos como Chile, Perú y Uruguay. El tipo J se utiliza en Suiza y Lichtenstein. Es como el tipo C, con el que es compatible en tensión, pero se diferencia en que tiene una tercera clavija desalineada. Tipo K se usa en Dinamarca y Groenlandia. Se diferencia del tipo F en la clavija inferior.

Tipo D
El enchufe tipo D se usa en la India y Sudáfrica; hasta 1947 se utilizaba también en Gran Bretaña.

Tipos G, H, I
Tipo G es el enchufe de Gran Bretaña. Está considerado uno de los enchufes más seguros del mundo. El H es el enchufe de Israel. Solo se utiliza allí. Tiene tres clavijas planas situadas en círculo. Los turistas suelen viajar a Israel con adaptadores. El tipo I puede tener tres clavijas, en forma de lámina, o dos. Es el enchufe elegido por Australia y Nueva Zelanda.

Tipos L, N, O
El L es uno de los que funcionan en Italia, en Chile y en África del Norte. Sus tres clavijas son simétricas. Tipo N es el enchufe de Brasil. Es el candidato de la Comisión Electrotécnica Internacional para convertirse en estándar universal. El O solo se emplea en un país: Tailandia. Así lo decidieron sus autoridades en 2006. Su uso se está expandiendo allí de manera lenta.

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jueves, febrero 27

Coches eléctricos: el lío de los enchufes

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 26 de mayo de 2019)

Con los coches eléctricos llega el lío de los enchufes. Hay un montón de formatos diferentes, según el país, el vehículo… ¿A qué le suena? Se lo contamos.

Volkswagen anuncia que lanzarán en los dos próximos años hasta veinte modelos de coches eléctricos en España. La guerra comercial se ha desatado. Y una de las primeras batallas es la de los enchufes. ¿Cuál será el que triunfará en las electrolineras? Es algo que ya sucedió con los móviles, hasta que Apple y Samsung impusieron sus cargadores. Por el momento reina el caos. Y como suele pasar con las tecnologías emergentes, son los primeros usuarios los conejillos de Indias. Los concesionarios ofrecen cursillos rápidos a los compradores e incluso les dejan llevarse el vehículo a casa durante unos días y probarlo antes de formalizar el contrato. No se preocupe, también fue lioso pasar de la peseta al euro y hacíamos cuentas mentales cada vez que entrábamos en una tienda, incluso nos llevábamos una calculadora. Y no fue para tanto…

De momento, lo que conviene llevar en el maletero es un kit de adaptadores para recargar la batería porque hay una docena de formatos de enchufe diferentes, dependiendo del modelo de vehículo, del país por el que circula o de si se aparca en un garaje, en un camping o en un centro comercial. No obstante, sin contar a Tesla, que va por libre, son cuatro los que pelean por la supremacía mundial. dos japoneses, un alemán y otro internacional… A lo que hay que añadir un quinto. pues en la mayoría de los hogares europeos tenemos un modelo de enchufe -el normalito, ese que ve usted en la pared- al que también se puede conectar el coche. Eso sí, hay que dejarlo toda la noche cargando, porque es el más lento.

¿A CUÁL ME ENCHUFO?

1. El de toda la vida
Aunque el nombre de Schuko no le suene, es el enchufe que tiene usted en su casa. Y en su garaje. Dos bornes y toma de tierra. Compatible con las tomas de corriente europeas. Solo soporta hasta 16 amperios, así que la carga es leeeenta. De ocho a doce horitas.

2. El nipón universal
El Yazki es japonés, pero también se acepta en Estados Unidos y la UE. Tiene cinco bornes. Soporta dos niveles de carga: 16 amperios para la lenta y 80 para la rápida. Compatible con algunos modelos de marcas como Mitsubishi, Peugeot, Citroën, Renault, Ford, Toyota, Kia, Opel, Nissan…

3. El estándar europeo
Alemán, el Mennekes aspira a ser obligatorio en Europa. Siete bornes. Con dos tipos de corriente: monofásica (la de la mayoría de los hogares) para recarga lenta y trifásica para rápida. Compatible con modelos de BMW, Volkswagen, Audi, Mercedes, Volvo, Tesla o Renault.

4. El de consenso
La propuesta conjunta de fabricantes alemanes y norteamericanos se llama Combo. Cinco bornes, protección de tierra y comunicación con la red para detectar que la conexión es correcta. Recarga lenta y rápida. Compatible con Audi, BMW, Daimler, Volkswagen, Porsche, GM, Chrysler…

5. El más veloz
La nueva apuesta de los fabricantes japoneses (Mitsubishi, Nissan, Toyota, Subaru) es el Chademo. Está pensado para recarga rápida y ultrarrápida en corriente continua. Tiene diez bornes, toma de tierra y comunicación con la red. Admite hasta 200 amperios.

6. ¿Recarga sin cables?
No se sabe cuándo estará disponible, pero la recarga inductiva electromagnética promete dejar a todas las anteriores obsoletas. Se trata de una recarga inalámbrica que transfiere la electricidad mediante ondas, desde una bobina situada en el pavimento a otra instalada en el vehículo.

Manual para repostar con un coche eléctrico

Hoy por hoy, la autonomía de un coche eléctrico ronda los 300 kilómetros a 120 kilómetros por hora en autovía. Le ofrecemos unos consejos para repostar sin problemas.

¿Dónde recargo?
En España hay 4468 puntos de recarga públicos, conocidos como ‘electrolineras’. Son muy pocos. Pero en Marruecos, por ejemplo, solo hay 39.

¿Dónde están las electrolineras?
Existen aplicaciones para el móvil que ayudan a encontrarlas. Electromaps, Plugsurfing, Chargemap, incluso Google Maps…

¿Cuánto voy a tardar?
Una media hora. Se está experimentando con recargas ultrarrápidas, que en seis minutos cargan la batería hasta el 80 por ciento. Hay un punto con estas prestaciones en Lopidana (Álava).

¿Cuánto cuesta?
En un punto de carga rápida cuesta unos 5 euros llenar la batería para hacer 100 kilómetros; un coche diésel cuesta unos 7; y uno de gasolina, alrededor de 10. En casa es más barato. Cargar de noche cuesta unos 50 céntimos para 100 kilómetros.

¿También hay gratis?
Sí, algunos puntos públicos son gratuitos para animar a pasarse al coche eléctrico.

Esto es muy ‘heavy’
¿Se acuerda del grupo de rock AC/DC? Significa corriente alterna/corriente continua. La batería de un coche funciona en continua. Para recargarla, se usan conversores porque la red eléctrica va en alterna. Poner un enchufe con conversor en el garaje oscila entre 800 y 2000 euros.

El amperio contraataca
El amperio mide la cantidad de luz que pasa por un cable. A más amperios, más velocidad de carga. Las conexiones de un hogar dan 16 amperios; los postes de recarga, hasta 200.

Más madera
Los hogares tienen instalaciones de 3,5 a 5,5 kilovatios de potencia, suficiente para cargas lentas. Para cargas semirrápidas se necesitan 7,3.

No te olvides
Por ahora, para recargar, hay que llevar en el maletero del coche un kit de adaptadores porque hay una docena de formatos de enchufe diferente.

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miércoles, febrero 26

Trasplantes fecales para tratar enfermedades

(Texto de Ana Tagarro en el XLSemanal del 16 de junio de 2019)

Las investigaciones del microbiologo JeffeyGordon son fundamentales en el desarrollo de trasplantes fecales para tratar enfermedades. Un campo de la biomedicina todavía en sus albores, pero con un gran potencial.


EL MÉTODO
«Se busca materia fecal de adultos sanos con una constitución media». El anuncio es real. Lo publicó una universidad que estudia los potenciales beneficios de los trasplantes fecales. No es el único centro que busca excrementos. En Boston se encuentra el banco de heces más importante del mundo, OpenBiome. Y es que el trasplante fecal es lo que parece: utilizar heces de una persona sana y administrárselas a un paciente para que ‘asienten’ en su intestino; en teoría, la microbiota sana ayudaría a restablecer el equilibrio del intestino dañado. La forma más común de hacerlo es por vía anal, a través de enemas o colonoscopio, pero también se puede hacer por vía oral, a través de sonda o en forma de cápsulas.

QUÉ CURA
El proceso del trasplante puede resultar repulsivo como imagen, pero cuando se sufre Clostridium difficile -una bacteria que en su versión más leve causa diarreas y en la más grave puede acabar con la vida (causa 14.000 muertes al año en Estados Unidos)- lo de menos es la ‘estética’ del proceso. El problema con los trasplantes de heces no es ese; es la falta de control: las heces son un cóctel de miles de cepas de diferentes bacterias, virus y hongos y no se sabe qué efectos pueden ocasionar. De hecho, estos trasplantes solo están autorizados para tratar el Clostridium difficile. Pero es un campo con grandes expectativas, de ahí que haya centros como OpenBiome y hospitales, como Vall d’Hebron de Barcelona, que trabajen en ello.

CUÁNDO SURGE
El primer trasplante fecal del que se tiene registro es de hace 1700 años. Aparece en un manual de emergencias chino. En 1697, un médico alemán lo recomendaba en un libro titulado: Farmacopea de inmundicias saludables. Ya en el siglo XX, algunos médicos lo consideraron para tratar problemas digestivos, pero la eficacia de los antibióticos eclipsó cualquier otra opción. Ha sido en el XXI cuando los trasplantes fecales han vuelto a la actualidad. Pero es importante conocer sus riesgos. En 2013, la Agencia de Medicamentos estadounidense decidió regular las heces como medicamento y restringir mucho su uso. Y es que nadie conoce sus consecuencias a largo plazo.

SER DONANTE
Bancos como OpenBiome son muy rigurosos con los donantes. Se descarta a cualquiera con alergias, asma, una historia familiar con cáncer de colon o enfermedades autoinmunes o simplemente una masa corporal elevada. Solo un tres por ciento de los solicitantes pasa la prueba. En OpenBiome bromean: es más fácil que te acepten en Harvard que en el banco de heces. Si un candidato es aceptado, se tiene que comprometer a aportar como mínimo tres muestras a la semana durante al menos dos meses. Por cada entrega pagan 40 dólares.

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martes, febrero 25

La dama de compañía de Josefina saca a la luz los peores secretos de Napoleón Bonaparte

(Un texto de Beatriz Juez en El Mundo del 10 de agosto de 2019)

Madame de Rémusar, una de las damas de compañía de Josefina, escribió sus memorias al dejar de trabajar en la corte. En ellas describió al emperador como friolero y obsesionado con la limpieza. Y misógino, aunque tuvo varias amantes antes del divorcio.

Las memorias de madame de Rémusat, dama de compañía de la emperatriz Josefina y conversadora predilecta de Napoleón, son un retrato íntimo del clan Bonaparte y su corte, lleno de celos, rencillas familiares, amenazas de divorcio, amantes...

El libro Las guerras privadas del clan Bonaparte: Memorias de una dama de palacio en la corte de Josefina y Napoleón Bonaparte (Ed. Arpa) ofrece una selección de los mejores pasajes de las memorias inacabadas de madame de Rémusat, escritas después de la caída del emperador, y que comprenden el periodo entre 1802, cuando la autora es nombrada a los 22 años dama de palacio de madame Bonaparte, y 1808, con la amenaza de divorcio entre el emperador y la emperatriz planeando sobre la corte. Sus memorias no fueron publicadas hasta 1880, cuando todos los que aparecen en ellas ya habían muerto.

Claire de Vergennes (1780-1821), cuyo padre y abuelo fueron guillotinados durante la Revolución, tenía 16 años cuando se casó con el futuro conde Laurent de Rémusat. La joven pareja cayó en gracia a Josefina. Tanto que Claire fue nombrada dama de compañía a los 22 años y su marido, prefecto de palacio, hasta que en 1808 recibió el título del conde del Imperio, pasando ambos a formar parte de la nueva aristocracia.

Esta mujer, una noble inteligente y sensata que había perdido a su padre y a su abuelo durante la revolución, casada con el conde de Rémusat, a la postre nombrado por Napoleón como su chambelán imperial, fue testigo de todas las intimidades y eventos registrados en la corte consular. Si bien Madame de Rémusat exaltó al principio de esta aventura al corso como "el Hombre del Destino", su marido y ella no mostraron reparos en darle la espalda a la causa del emperador cuando los reveses militares se iban encadenando.

De sus cuatro damas oficiales, Claire de Rémusat era la favorita de madame Bonaparte y pronto se convirtió en su amiga y confidente. "No tardó en hacerme partícipe de sus secretos, que guardé con total discreción", escribe en sus memorias, en las que también descubre que Napoleón despreciaba a las mujeres, las cuales, a su juicio, "solo sabían impresionar a los hombres con el colorete y las lágrimas". "Conviene que las mujeres no pinten nada en mi corte. No me amarán, pero yo estaré mucho más tranquilo", repetía. Josefina, por si parte, tenía "tendencia a los celos" y no sólo por las numerosas amantes de su marido, sino porque "vivía como una auténtica pesadilla la imposibilidad de dar hijos a su esposo" y temía que, por esa razón, su marido se fuera a divorciar de ella, como finalmente ocurrió.

Madame de Rémusat se hace eco en sus memorias de las calumnias de la prensa inglesa, que retrataba a Napoleón como un depredador sexual, que habría seducido a sus hermanas y a su nuera, Hortensia de Beauharnais. También se le atribuía falsamente la paternidad de Napoleón-Charles, el hijo mayor de Hortensia y su hermano, Luis.

Napoleón, revela madame de Rémusat, era friolero, estaba obsesionado con la limpieza, utilizaba hasta "60 garrafas de colonia al mes" y prestaba atención a sus uñas. Tenía un carácter irascible y era propenso a ataques de cólera con sus subordinados, que le temían.

Madame Bonaparte, por su parte, "jamás abría un libro, cogía una pluma ni hacía labor alguna y, sin embargo, no parecía aburrirse. Tampoco le gustaban los espectáculos". Era muy derrochadora, "en todas las tiendas de París se estaba confeccionando algo para ella".

La dama de compañía de Josefina actúa a menudo de mediadora entre el matrimonio y trata de calmar los ataques de celos de Josefina que, con ayuda de sus criados, trata de conseguir pruebas de que su marido le era infiel.

Entre las conquistas de Napoleón, la dama de compañía destaca a mademoiselle George, una actriz de la Comedia Francesa; a la italiana Carlotta Gazzani, nombrada lectora de la emperatriz, y a madame Duchatel, una dama de la corte de Josefina, de la que también estaba prendado su hijastro, Eugenio de Beauharnais. La propia Claire fue víctima de las habladurías y envidias de la corte por pasar "largos tête-à-têtes" con Napoleón conversando a solas. Ella afirma que la conducta con su amo fue siempre "sencilla e inocente".

El divorcio de Napoleón y su esposa en diciembre de 1809 recluyó a Josefina en el castillo de Malmaison, a unos 12 kilómetros de París, con sus damas de compañías, entre las que se encontraba madame de Rémusat.

Napoleón, que no había tenido hijos con Josefina, se casó después con la princesa María Luisa de Habsburgo, que le dio un hijo: Napoleón II, que pese a que nunca reinó, recibió al nacer el título de rey de Roma. En 1820, Rémusat fue presentada a la nueva emperatriz y dividió sus lealtades entre Josefina y María Luisa.

Cuando el imperio napoléonico se fue al traste y volvieron los Borbones al trono francés en la persona de Luis XVIII, hermano menor del decapitado Luis XVI, los Rémusat, que llegaron pobres a la corte napoléonica, no dudaron en cambiarse de chaqueta y, como muchos, se reinventaron y adaptaron a la nueva situación criticando al hombre al que poco antes hacían tantas reverencias.

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lunes, febrero 24

Napoleón y Josefina, la pasión temible de un matrimonio imperial

(Un texto de Alberto Gordo publicado en elcultural.com del 15 de mayo de 2014)

La llamaba Josefina porque su verdadero nombre, Rose, había sido pronunciado por demasiados de sus amantes. Cuando en 1795 conoció a la que sería su esposa, a la que habría de convertirse en emperatriz del Gran Imperio francés, Napoleón Bonaparte no era absolutamente nadie: apenas un general veinteañero y desharrapado, serio, solitario y con una dudosa carrera militar en el horizonte. Stendhal lo recordaba así, en aquella época: «Era el ser más delgado y más raro que había visto nunca. Siguiendo la moda del momento, llevaba unas inmensas ‘orejas de perro’ que le caían hasta los hombros. El aspecto del general Bonaparte no inspiraba confianza. La levita que llevaba estaba tan gastada, y todo él tenía un aire tan miserable, que me costó creer que aquel hombre fuese un general». En ese primer encuentro entre ambos jóvenes, fugaz, en un salón encopetado de la alta sociedad parisina, nació una relación de casi trece años de la que ha dado cuenta, para los siglos, una ingente correspondencia, que ahora traduce por primera vez al castellano Fórcola, en edición de Angeles Caso.

«Adiós, mujer, tormento, felicidad, (…) a la que amo, a la que temo», escribe Napoleón en 1796
Napoleón enseguida se enamora de aquella muchacha criolla llamada Rose Tascher de La Pagerie, hija de colonos de la Martinica y por entonces una buscavidas en el libertino París postrevolucionario. «Fue una relación desigual. Durante los primeros años, Napoleón adoraba a Josefina. La amaba de una manera absoluta, con un espíritu arrebatado, de hijo del Romanticismo más exaltado«, comenta Ángeles Caso. Entre ambos hay algo sumamente inestable: un tormento de infidelidades y engaños, de enfados y reconciliaciones. Napoleón no deja pasar un día sin entregar carta para su esposa, y escribe a menudo con sonrojante arrebatamiento, como un adolescente a punto de caer muerto de tanto como ama, de tanta inquietud como le genera no ser plenamente correspondido. La posee -aunque él suele estar lejos, por las batallas, y solo puede sospechar acerca de la frenética vida, sexual y de la otra, que lleva su fina Josefina en París-, pero cree perderla a cada momento, y casi en cada carta le anuncia su final: «Adiós, mujer, tormento, felicidad, esperanza y alma de mi vida, a la que amo, a la que temo, que me inspira sentimientos tiernos que me atraen a la Naturaleza, y movimientos impetuosos tan volcánicos como el trueno», le escribe en 1796. Otras veces, si tiene el día rijoso, se despide con «un beso más abajo, más abajo de los senos».

Opina Ángeles Caso que «esa debilidad de un hombre agresivo, un macho alfa, ante una mujer que ejerce a conciencia un cierto estereotipo femenino es algo muy común», y Josefina quiso aprovecharlo: mientras Napoleón está lejos, sometiendo Europa, ella lo engaña y gasta su dinero con un joven amante que no se separa de su lado. Es tal la ceguera del (todavía no) Emperador que ignora las advertencias de sus amigos de París. Josefina llega a fingir un embarazo para no tener que visitarle tras una batalla.

En 1804, Napoleón es nombrado Emperador con el apoyo de los viejos regicidas revolucionarios del Senado, que ven con buenos ojos la ejecución del Duque de Enghien, ordenada por el corso. Comienza, por esa época, la vida loca del tirano, y las cartas van encogiéndose, perdiendo efusividad. Bonaparte homenajea su figura legendaria a base de victorias que le ponen la cama perdida de amantes. La ya Emperatriz Josefina cambia su actitud al sentir que su marido se le escurre entre los dedos: se convierte en una apacible consorte cuyos pecados, ahora, tienen más que ver con el lujo que con la lujuria. «A medida que aumenta el poder de Bonaparte -explica Ángeles Caso-, las tornas cambian. Josefina se convierte en una esposa suplicante y llorosa, y él empieza a tratarla muy mal. Hay testimonios incluso de malos tratos físicos. Aunque, en el fondo, siempre conserva hacia ella una brizna de cariño, como un resto del viejo amor».

Napoleón tiene su primer hijo con Louise Éléonore Denuelle de La Plaigne, una de sus amantes, y así disipa la duda que sobre su capacidad procreadora se tenía; no hay discusión: el niño, Charles León, es igual a él. La relación entre Napoleón y Josefina se deteriora aún más. En 1807, tras la conquista de Polonia, Napoleón se enamora de la polaca María Walewska, a la que, sin ser correspondido, somete con amenazas y, otra vez, como con su esposa, malos tratos. Tiempo después tienen un hijo, Alexandre. Son amantes al menos cuatro años más, hasta el exilio del emperador en la isla de Elba. Al cambio de papeles, Napoleón le recrimina a Josefina su tristeza: «Me dices que no haces más que llorar. ¡Vaya! ¡Qué feo!». Ahora es él quien la prohíbe ir a verle y la zahiere con desplantes e ironías: «Me he reído de eso que dices de que te casaste para estar con tu marido; yo creía, en mi ignorancia, que la mujer estaba hecha para el marido; y el marido, para la patria, la familia y la gloria; perdón por mi ignorancia; siempre se aprende algo con nuestras bellas damas». Napoleón parece estar cobrándose la venganza. Josefina se desespera, teme como a un nubarrón el divorcio y toma la extravagante decisión de proveer ella misma a su marido de amantes. Así lo mantendrá a su lado. Napoleón es ya una caricatura de sí mismo, un hombre cruel, autoritario y déspota.

«La parte humana de Napoleón es muy desagradable. Creo que era un auténtico psicópata», dice Ángeles Caso
«¿En lo humano?», se pregunta Ángeles Caso: «La parte humana de Napoleón es profundamente desagradable. Su ambición no tenía límites. Creo que era un auténtico psicópata, sin apenas empatía hacia los demás. Si su vida hubiese transcurrido en el siglo XX, hablaríamos de él con el mismo espanto con que lo hacemos de Hitler. Pero vivió en un tiempo en el que la conquista y la guerra aún gozaban de prestigio. Y además disimuló toda su ambición tras una ideología supuestamente democrática y burguesa». Porque este libro es también un diario de batallas: una historia resumida, parcial de Europa a través del delirio de quien fuera, sin duda, su amo más poderoso, el más temible. Llama la atención cómo consigna las víctimas que deja a su paso, ni siquiera como muescas que incorporar a su espada: «La batalla de Austerlitz es la más hermosa de todas las que he mandado: 45 banderas, más de 150 cañones, los estandartes de la guardia de Rusia, 20 generales, 30.000 prisioneros, más de 20.000 muertos: ¡un horrible espectáculo!»

El desplome, la desgracia última de «la criolla» tuvo lugar el 14 de diciembre de 1809. Aquel día, escribe Ángeles Caso en la biografía de la pareja que acompaña a esta correspondencia, «a las nueve de la noche, mientras la lluvia y el viento se abatían sobre París, una Josefina pálida y llorosa, vestida de blanco como una joven virgen y sin ninguna joya, entraba del brazo de su hija Hortensia en el salón del trono de las Tullerías, donde debía tener lugar la ceremonia de su divorcio». Al otro lado, o enfrente, los miembros de la familia Bonaparte, orgullosos, sonríen ante la caída en desgracia de aquella mujer descarada a quien nunca soportaron. Bonaparte blande el bienestar de Francia para justificar su decisión: debe tener hijos y prolongar la joven dinastía que encabeza. Se casa, pues, «con un vientre», como él mismo decía; y resulta ser el de María Luisa de Austria, sobrina nieta de María Antonieta, la reina guillotinada. «Durante años, Josefina cumplió como primera dama, porque era una anfitriona exquisita. Pero una vez coronado emperador, Napoleón necesitaba más. Quería crear una dinastía y ligarse a las grandes dinastías históricas para adquirir un aura de legitimidad», explica la escritora e historiadora.

Napoleón y Josefina continúan con su correspondencia. Pese a la nueva boda, la Emperatriz siempre será Josefina: «Lo curioso -comenta Caso- es que su destino parece estar ligado de una manera extraña a ese matrimonio. Cuando se casan, él no era más que un general sin destino. Es justo en ese momento cuando empiezan sus grandes victorias. Y nada más divorciarse para casarse con María Luisa de Austria, comienzan sus derrotas. Es como si Josefina, a pesar de su frivolidad y deslealtad, hubiera sido una especie de amuleto para él».

Al final, ella llora y él se muestra implacable. Nunca dejaron de escribirse. El 16 de abril de 1814, cuatro días antes de la muerte de Josefina, Napoleón, en su última carta, se despide: «Adiós, mi querida Josefina, resignaos como yo, y no dejéis nunca de recordar al que jamás os olvidó y jamás os olvidará».

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domingo, febrero 23

Un mito urbano: el precio del café caliente

(Leído en el XLSemanal del 13 de julio de 2014)

El mayor mito urbano relacionado con las millonarias indemnizaciones que se pagan en Estados Unidos afecta a McDonald's y una señora, Stella Liebeck, de 79 años que se escaldó con uno de sus cafés.

Durante años ha circulado la leyenda de qué McDonald's le pagó 2,9 millones de dólares por aquel cafe demasiado caliente que volcó mientras ella conducía. En realidad Stella recibió 50000 $, según se ha reconocido recientemente desde el entorno de la familia. Cantidad que tampoco está mal. Liebeck sufrió quemaduras de tercer grado porque McDonald's servía el café especialmente caliente. En la actualidad lo sirve casi 10 grados más frío.

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sábado, febrero 22

Strange phobias called with even stranger names

(Collected from many sources, including http://www.phobialist.com y http://phrontistery.info/phobias.html)   
   
Hipopotomonstrosesquipedaliophobia - It is the phobia to pronounce long and complicated words. It is also a tremendous paradox.

Ablutophobia     Fear of washing or bathing.
Acarophobia     Fear of itching or of the insects that cause itching.
Acerophobia     Fear of sourness.
Achluophobia     Fear of darkness.
Acousticophobia     Fear of noise.
Acrophobia     Fear of heights.
Aeroacrophobia     Fear of open high places.
Aeronausiphobia     Fear of vomiting secondary to airsickness.
Aerophobia     Fear of drafts, air swallowing, or airbourne noxious substances.
aerophobia     fear of flying or draughts
Agateophobia     Fear of insanity.
Agliophobia     Fear of pain.
Agoraphobia     Fear of open spaces or of being in crowded, public places like markets. Fear of leaving a safe place.
Agraphobia     Fear of sexual abuse.
Agrizoophobia     Fear of wild animals.
Agyrophobia     Fear of streets or crossing the street.
Aichmophobia     Fear of needles or pointed objects.
aichmophobia     fear of sharp or pointed objects
Ailurophobia     Fear of cats.
Albuminurophobia     Fear of kidney disease.
Alektorophobia     Fear of chickens.
Algophobia     Fear of pain.
Alliumphobia     Fear of garlic.
Allodoxaphobia     Fear of opinions.
Altophobia     Fear of heights.
Amathophobia     Fear of dust.
Amaxophobia     Fear of riding in a car.
Ambulophobia     Fear of walking.
Amnesiphobia     Fear of amnesia.
Amychophobia     Fear of scratches or being scratched.
Anablephobia     Fear of looking up.
Ancraophobia     Fear of wind. (Anemophobia)
Androphobia     Fear of men.
Anemophobia     Fear of air drafts or wind.(Ancraophobia)
Anginophobia     Fear of angina, choking or narrowness.
Anglophobia     Fear of England or English culture, etc.
Angrophobia      Fear of anger or of becoming angry.
Ankylophobia     Fear of immobility of a joint.
Anthrophobia or Anthophobia     Fear of flowers.
Anthropophobia     Fear of people or society.
Antlophobia     Fear of floods.
Anuptaphobia     Fear of staying single.
anuptaphobia     fear of staying single
Apeirophobia     Fear of infinity.
Aphenphosmphobia     Fear of being touched. (Haphephobia)
Apiphobia     Fear of bees.
Apotemnophobia     Fear of persons with amputations.
aquaphobia     fear of water
Arachibutyrophobia     Fear of peanut butter sticking to the roof of the mouth.
Arachnephobia or Arachnophobia     Fear of spiders.
Arithmophobia     Fear of numbers.
Arrhenphobia     Fear of men.
Arsonphobia     Fear of fire.
Asthenophobia     Fear of fainting or weakness.
astraphobia     fear of being struck by lightning
Astraphobia or Astrapophobia     Fear of thunder and lightning.(Ceraunophobia, Keraunophobia)
astrapophobia     fear of thunder and lightning
Astrophobia     Fear of stars or celestial space.
Asymmetriphobia     Fear of asymmetrical things.
Ataxiophobia     Fear of ataxia. (muscular incoordination)
Ataxophobia     Fear of disorder or untidiness.
Atelophobia     Fear of imperfection.
Atephobia     Fear of ruin or ruins.
Athazagoraphobia     Fear of being forgotton or ignored or forgetting.
Atomosophobia     Fear of atomic explosions.
Atychiphobia     Fear of failure.
Aulophobia     Fear of flutes.
Aurophobia     Fear of gold.
Auroraphobia     Fear of Northern lights.
Autodysomophobia     Fear of one that has a vile odor.
Automatonophobia     Fear of ventriloquist's dummies, animatronic creatures, wax statues - anything that falsly represents a sentient being.
Automysophobia     Fear of being dirty.
Autophobia     Fear of being alone or of oneself.
autophobia     fear of solitude
Aviophobia or Aviatophobia     Fear of flying.
ballistophobia     fear of missiles
bathophobia     fear of falling from a high place
batophobia     fear of heights or being close to tall buildings
batrachophobia     fear of frogs and toads
belonephobia     fear of pins and needles
bibliophobia     fear of books
blennophobia     fear of slime
brontophobia     fear of thunder and lightning
cancerophobia     fear of cancer
cathisophobia     fear of sitting
cenophobia     fear of empty spaces
chrematophobia     fear of money
cibophobia     fear of or distaste for food
claustrophobia     fear of closed spaces
climacophobia     fear of falling down stairs
clinophobia     fear of staying in bed
cremnophobia     fear of cliffs and precipices
cyberphobia     fear of computers
cynophobia     fear of dogs
dromophobia     fear of crossing streets
dysmorphophobia     fear of physical deformities
ecophobia     fear of home
eleutherophobia     fear of freedom
eosophobia     fear of dawn
ergasiophobia     fear of work
ergophobia     fear of work
erotophobia     fear of sex
erythrophobia     fear of red lights or of blushing
euphobia     fear of good news
Francophobia     fear of France or the French
gallophobia     fear of France or the French
gamophobia     fear of marriage
geniophobia     fear of chins
genophobia     fear of sex
gerascophobia     fear of growing old
graphophobia     fear of writing
gymnophobia     fear of nudity
heliophobia     fear of sunlight
herpetophobia     fear of snakes
hierophobia     fear of sacred things
homichlophobia     fear of fog
homophobia     fear of homosexuals
hydrophobia     fear of water
hypsophobia     fear of high places
iatrophobia     fear of going to the doctor
iconophobia     fear or hatred of images
kainotophobia     fear of change
kakorrhaphiophobia     fear of failure
kenophobia     fear of empty spaces
ligyrophobia     fear of loud noises
linonophobia     fear of string
lygophobia     fear of darkness
lyssophobia     fear of hydrophobia
macrophobia     fear of prolonged waiting
Merinthophobia     fear of being bound or tied up
metrophobia     fear of poetry
monophobia     fear of being alone
muriphobia     fear of mice
myophobia     fear of mice
mysophobia     fear of contamination or dirt
nebulaphobia     fear of fog
necrophobia     fear of corpses
negrophobia     fear of blacks
neophobia     fear of novelty
Nomophobia     fear of being out of cellular phone contact
nosophobia     fear of disease
novercaphobia     fear of one's stepmother
nyctophobia     fear of the night or darkness
ochlophobia     fear of crowds
oenophobia     fear or hatred of wine
ombrophobia     fear of rain
onomatophobia     fear of hearing a certain word
ophidiophobia     fear of snakes
ophthalmophobia     fear of being stared at
optophobia     fear of opening one’s eyes
ornithophobia     fear of birds
paedophobia     fear of children; fear of dolls
panophobia     melancholia marked by groundless fears
pantophobia     fear of everything
parthophobia     fear of virgins
pathophobia     fear of disease
pediculophobia     fear of lice
pentheraphobia     fear or hatred of one’s mother-in-law
phagophobia     fear of eating
phengophobia     fear of daylight
phonophobia     fear of noise or of speaking aloud
photophobia     fear of light
pnigophobia/pnigophobia     fear of being choked
pogonophobia     fear of beards
psychrophobia     fear of the cold
pteronophobia     fear of being tickled by feathers
pyrophobia     fear of fire
Russophobia     fear of Russia or Russians
Samhainophobia     fear of Halloween
satanophobia     fear of the devil
sciaphobia     fear of shadows
scopophobia     fear of being looked at
scotophobia     fear of the dark
sitiophobia     fear of food
sitophobia     fear of food or eating
spectrophobia     fear of looking in a mirror
symmetrophobia     fear of symmetry
syphilophobia     fear of syphilis
taphephobia     fear of being buried alive
technophobia     fear of technology
thalassophobia     fear of the sea
thanatophobia     fear of death
theophobia     fear of God
tocophobia     fear of pregnancy or childbirth
tonitrophobia     fear of thunder
topophobia     fear of performing; fear of certain places
toxicophobia     fear of poisoning
toxiphobia     fear of poison or being poisoned
triskaidekaphobia     fear of the number thirteen
uranophobia     fear of heaven
xenophobia     fear of foreigners
zelophobia     fear of jealousy
zoophobia     fear of animals

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viernes, febrero 21

Clubes para mujeres: los nuevos oasis femeninos

(Un texto de Ixone Díaz Landaluce en la revista Mujer de Hoy del 23 de septiembre de 2017)

Nacieron en el siglo XIX y ahora vuelven a ser el refugio de muchas mujeres en Londres o Nueva York. Sus socias trabajan en sus salones, se relajan en el spa, asisten a reuniones literarias, juegan al póquer y subliman el nuevo (viejo) arte de hacer contactos.

Se fumaba (mucho) y se bebía whisky, del caro y del bueno. Se leía el periódico y se jugaba a las cartas. Se hablaba de negocios y se cerraban tratos. Se chismorreaba y se tomaban decisiones políticas que, a menudo, cambiaban el mundo. Así eran los clubes de caballeros que surgieron en el siglo XIX en el West End londinense y se exportaron, después, a la mayoría de los países anglosajones. Eran exclusivos, porque allí se codeaban aristócratas, políticos e intelectuales; y excluyentes, pues las mujeres tenían estrictamente prohibido el acceso. Por eso, también eran una forma (otra más) de mantenerlas alejadas de los núcleos de poder y confinadas entre las cuatro paredes del microcosmos doméstico.

Pero cuando ellas empezaron a pisar las universidades, crearon sus propias burbujas. Los primeros clubes femeninos de Londres surgieron a finales del siglo XIX y sirvieron para reunir a profesionales liberales, artistas y profesoras que hablaban de cultura y crecimiento personal, pero también de derechos sociales o del incipiente movimiento sufragista. En Estados Unidos, proliferaron a tal velocidad que llegó a haber más de 5.000 (600 solo en la ciudad de Nueva York). En Madrid, el Lyceum Club Femenino funcionó de 1926 a 1939, y tenía entre sus socias a figuras clave en la Generación del 27, como Clara Campoamor, Elena Fortún, Zenobia Camprubí, María de Maeztu, Concha Méndez o María Teresa León.

Algunos de aquellos clubes masculinos han perdurado hasta nuestros días, como dinosaurios resistiéndose a la extinción, mientras que los de mujeres desaparecieron después de la II Guerra Mundial, casi sin dejar rastro. Hasta que, hace unos años, la idea resucitó, se sacudió las telarañas y los complejos, y se ha acabado convirtiendo en la última tendencia en las ciudades más cosmopolitas del mundo.

¿A qué famosos invitarías a cenar a tu casa? ¿Qué programa de televisión que le gusta a todo el mundo odias en secreto? Son dos de las preguntas del cuestionario de admisión de The Wing, el club femenino más solicitado de Nueva York y el paradigma de un nuevo concepto que arrasa entre las mujeres urbanitas y profesionales. Tienen 400 socias, pero hay 2.400 nombres más en su lista de espera.

Tan meticulosamente decorado que parece directamente sacado de una galería de Pinterest, sus impulsoras, Lauren Kassan y Audrey Gelman, buscaban crear un espacio en el que sus socias pudieran trabajar y relacionarse, pero también tomarse un respiro, charlar un rato o, incluso, darse una ducha y cambiarse de ropa antes de salir a cenar. Por eso, el club cuenta con un espacio de coworking, una biblioteca y una sala de reuniones, pero también con duchas y vestuarios.

El secreto de su éxito es la diversidad de sus socias: The Wing no es un lugar restringido a ejecutivas, profesionales de las finanzas o del mundo de la moda. Entre quienes pagan la cuota hay profesoras, chefs, diseñadoras gráficas, abogadas, ingenieras, floristas o madres a jornada completa, pues en este club la maternidad también se considera una profesión. Además, es un espacio abiertamente feminista, que organiza conferencias políticas y anima a sus socias a participar en movimientos sociales, pero que también acoge clubes de lectura o noches de póquer. Su cuota anual (1.950 dólares) es más asequible que cualquier espacio de coworking de la ciudad y entre sus socias fundadoras se encuentran la cantante Sophie Auster o la actriz y directora Lena Dunham, amiga de la infancia de Gelman, que utilizó a la empresaria como inspiración para escribir el personaje de Marnie en la serie Girls.

Convertido en todo un fenómeno en la ciudad, The Wing está en plena expansión: además de su ubicación actual en el Flatiron District de Manhattan, pronto abrirán "sucursales" en el Soho, Brooklyn y la ciudad de Washington.

Sin embargo, el epicentro de la tendencia sigue siendo Londres. Allí abrió sus puertas hace cinco años Grace Belgravia, en el opulento barrio de Knightsbridge. Su elitista propuesta (el pase anual cuesta 8.000 euros) se centra en la salud y el bienestar, gracias a unas lujosas instalaciones que incluyen spa, hammam, gimnasio y hasta una clínica dirigida por Tim Evans, el médico personal de la reina Isabel. Su plantilla tiene cardiólogos y nutricionistas en nómina, pero también psicoterapeutas y cirujanos plásticos. Y cada una de sus 700 socias cuenta con la ayuda de una asistente personal (o ángel, según su propia jerga) para guiarles por todos los servicios.

Otros, como el University Women´s Club, son exclusivos por razones diferentes. Fundado en 1886, solo admite a mujeres profesionales o con un título universitario que hayan sido previamente recomendadas por una de sus socias. Sorority, en cambio, es un club on line de profesionales, emprendedoras y pioneras en diferentes sectores que se reúnen regularmente en varios locales de Londres. Y el Trouble Club es el más abierto y asequible de todos: la entrada a su sede en el Soho apenas cuesta 10 euros, dispone de un espacio para trabajar, pero también cuentan con charlas sobre política, actualidad, deportes, ciencia o tecnología.
Cada club tiene una filosofía y una política de admisión masculina diferente. Algunos, como el Grace Belgravia, abren sus puertas para ellos a determinadas horas del día o durante los fines de semana en el brunch. Otros, como el Trouble Club, son, pese a su clara vocación feminista, más abiertos. "Somos terriblemente exclusivos. Tienes que ser hombre o mujer. Y ser una de estas cosas: inteligente, sociable o ingenioso. ¿Cumples los requisitos?", bromean en su página web.

Sin embargo, por inclusivos o excluyentes que sean, estos locales no están exentos de polémica. Al fin y al cabo, igual que ocurre con los clubes masculinos, su política de admisión es controvertida por naturaleza. Sus defensoras alegan que, en un mundo donde la igualdad es aún una utopía, donde las mujeres no cobran el mismo salario por hacer el mismo trabajo y donde el hombre más poderoso del mundo (Donald Trump) es un misógino declarado, el universo femenino necesita todavía espacios seguros donde poder relacionarse. Concebidos casi como fraternidades femeninas, presumen de ser un templo de la solidaridad, donde el ambiente no es competitivo. También son un refugio para esas mujeres que nunca tienen tiempo y ponen todo lo demás por delante de sí mismas: su trabajo, su parejas, sus hijos, su casa...

Pero, ¿qué hacen ellas en este tipo de espacios que no pueden hacer en cualquier otro sitio? La respuesta corta es la más fácil (y utópica): relajarse. Sea leyendo un libro, charlando con una amiga o haciendo un poco de ejercicio. Todo sin sentirse observadas, juzgadas o, incluso, deseadas. Aseguran sus adeptas que el ambiente relajado (y la ausencia de hombres) propicia interacciones más auténticas y menos superficiales. Son, además, un lugar de encuentro entre profesionales de diferentes sectores, que favorece el networking, ese moderno arte de algo tan viejo como "hacer contactos". La idea es que nunca sabes con quién (o de qué) terminarás hablando o con quién podrías acabar montando tu primera start-up. Puede que no se fume, pero en los clubes de mujeres también se hacen negocios, se cierran tratos y, poco a poco, se cambia el mundo.

Entre el espacio personal y el profesional
  • En nuestro país, Alma Sensai, que abrió sus puertas el año pasado, ha sido uno de los pioneros. "Club privado para mujeres... y algunos hombres buenos", ese el lema de este lugar que nació con una clara vocación femenina (que no feminista, como precisan sus fundadores). Su sede, en el madrileño barrio de Salamanca, es un palacio de altísimos techos, vidrieras, mosaícos en el suelo y escaleras de mármol. Está concebido como un espacio entre el universo profesional y el personal, por eso cuenta con espacio de coworking, pero también con gimnasio, coctelería, peluquería y restaurante. Organizan charas, eventos culturales y fiestas temáticas, y ya tiene 500 miembros. La cuota anual ronda los 1.800 euros y para entrarhay que superar una entrevista.

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jueves, febrero 20

La Rochefoucauld Un hombre de honor que ejerció de moralista

(Un texto de Mariano Blasco Valle en el Heraldo del 5 de agosto de 2019)

Escritor, aristócrata, militar y filósofo francés, conocido sobre todo por sus 'Máximas'.

Sí, soy duque, duque de la Rochefoucauld y príncipe de Marsillac. Mi padre, Francisco I, me dio buena cuna y fortuna, y todos mis conocidos, el maldito cardenal de Retz, ‘madame’ de Lafayette, ‘madame’ de Sevigné, La Fontaine, Moliere, Boileau, Racine, Bossuet... todos comentan con ironía que, teniendo buena posición, puedo dedicarme a meditar sobre el mundo. Pero yo les digo, ¿debe adornarme algo más? ¿No? Si no fuera así, dadle a mi mozo de cuadras toda la jornada libre y veréis que no escribirá ni la primera mitad de una de mis máximas.

No soy una peluca empolvada aunque deba portarla para convivir en mi tiempo. Con mi fortuna podría desayunar en la cama servido por dos campesinitas, orinar lo destilado en la noche y ser vestido por dos criados.

Pero no amo esa vida. Sé vestirme solo, yo mismo preparo mi sobrio almuerzo. Solo preciso que alguien lustre mi peluca una o dos veces al mes. Mi rubia duquesa (1) me reprocha que últimamente pase tantas horas trabajando, pero debo responder al perdido de Retz que se ha atrevido a escribir a sus amigos…

"Nuestro Prince jamás fue guerrero aunque ha sido un buen soldado. Jamás supo ser un buen cortesano, aunque siempre tuvo la buena intención de llegar a serlo. No ha sido jamás un buen hombre de partido, aunque toda su vida ha militado tenazmente en alguno. Este aire de pudor y de timidez que afecta, con la pluma en la mano adquiere un insoportable matiz didáctico y moralista. Cree siempre tener necesidad de dar lecciones, lo cual, junto con sus máximas, que no subrayan precisamente la virtud y su práctica, me hace concluir que hubiera sido mucho mejor que se hubiera conocido más sinceramente. Hubiera podido ser el cortesano más educado que adornara este siglo".
¡Bastardo! Un cardenal del que podría describir las fiestas más lujuriosas que conozco. Disfraces de burros excitados, fuentes de vino donde se bañan pequeñas doncellas, escandalosos rituales casi demoníacos y este falso príncipe de la Iglesia me juzga así. ¡Bien! Yo fui amante de ‘madame’ de Longueville y me dio un hijo, pero a saber cuántos niños esperan su apellido.

Insultarle me ha costado caro. Es un hombre vengativo, han arrasado mi amado castillo de Verteuil, me he tenido que someter bajo la promesa de que dejaría la espada y solo esgrimiría la pluma, sin que sepan que a veces ésta es más feroz y que en mis memorias dejaré a cada cual en su sitio.

Ya me queda poco, sufrí heridas por mi honor y por ser hombre de batallas y sufro el mal de la gota y me dicen que deje de beber y de comer caza. Mi amigo Bosset (2) me ha prestado a su médico pero es un asno. Cuantas más sangrías soporto más débil estoy y me torno macilento y malhumorado. Nadie sabe del dolor como yo pero, sobre todo, de la incapacidad que origina tener hinchado el pie devorado por un perro. Mi orín está cargado y deja herrumbre en la bacinilla. Se me han hinchado las piernas y los párpados.

(1) La "rubia" fue la duquesa de Longueville, su amante. Hermana del príncipe de Condé, el ‘Alejandro Magno de Francia’, vencedor de Rosnay.
(2) Jacobo Benigno Bossuet, (1627-1704) fue un destacado clérigo, predicador elocuente y defensor del poder absoluto de los reyes procedente de forma directa de Dios. Ocupó importantes cargos y, dada su condición, contaba con médico particular, que cedió para tratar a La Rochefoucauld, lo que fue decisivo para su empeoramiento. Dada la amistad que les unía se supone que fue de forma involuntaria.

El duque padeció gota pero no fue ésta la causa directa de su muerte. La gota (artritis por ácido úrico) puede afectar a cualquier articulación, pero es la del primer dedo del pie la que se inflama con más frecuencia (podagra).

Descrita desde hace tiempo, se debe a un trastorno del metabolismo de las purinas (proteínas) sucediendo el depósito de uratos en esa localización pero también en otros tejidos como la piel (tofos), en los cartílagos (en orejas) y, lo más grave, en el riñón, originando cálculos e insuficiencia renal (nefropatía por ácido úrico) complicación hoy poco frecuente, pero no así en los tiempos en los que el tratamiento consistía en hacer sangrías. Murió a los 67 años (edad habitual para entonces) y probablemente precipitó su éxitus una insuficiencia renal, agravada por la toma de preparados mercuriales y las sangrías que, sin medida, le realizó el médico particular de Bossuet.

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domingo, febrero 2

Aranda y Aragón

(La columna de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 25 de agosto de 2019)

Tres siglos después de su nacimiento en 1719, merece la pena rememorar algunas herencias vivas en Aragón debidas a la tenaz laboriosidad del X conde de Aranda. En cabeza, el Canal de Aragón, obra difícil, cara, empeñosa e inteligente, encomendada a su primo Ramón Pignatelli. Sus mejoras en la concepción de la agricultura incluyeron experimentación con nuevas simientes de plantas textiles, saneamiento de tierras, mejoras en riegos, protección social a sus dependientes y una peculiar mercadotecnia que le impulsó a enviar gran cantidad de queso de Tronchón y anguilas de Alcañiz a la corte de Luis XVI y María Antonieta y de vinos de garnacha a Voltaire (quien, además de filosofar, fabricaba y vendía relojes de gran lujo). Hijuelas suyas son dos entidades aragonesas hoy existentes: la Real Sociedad Económica de Amigos del País y la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, nacida de la anterior.

Expuso con sencillez contundente sus ideas: «La regla cierta para enriquecer el Reino [de Aragón] es que con sus producciones y fábricas se atraiga más dinero que salga de él y que la industria se valga con preferencia de las especies proporcionadas por su suelo (...) sin dar lugar a que se extraigan» para elaborarlas fuera, con pérdida del valor añadido. Así se crea riqueza y, por ende, una mayor y más rica población, base de «la felicidad de un Reino».

El conde de Aranda perdió a sus tres hijos y por eso lo heredó su hermana, duquesa de Híjar. Con el tiempo, condado y ducado –y sus anejos, incluidos otros títulos de nobleza– fueron a la Casa de Alba, donde siguen, poco visibles en la retahíla de los que acumula Alfonso, duque de Híjar y Aliaga, marqués de Orani y conde de Aranda, Ribadeo, Guimerá y Palma del Río, entre otros. Los papeles del condado (unas dos mil cajas), donados por la última duquesa, están ya (casi) catalogados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, que dirige M. T. Iranzo.

La sobria, casi pobre, tumba del conde, en San Juan de la Peña, muestra un letrero pétreo de homenaje póstumo, pagado en el siglo XIX por un duque de Híjar. Resume lo que pensaban del aragonés quienes lo admiraban (que no eran todos). Con un inicio entonces obligado, (D. O. M., ‘A Dios, Óptimo y Máximo’), el rótulo señala que en el nicho «reposan los restos mortales del excelentísimo señor don Pedro Abarca de Bolea, conde de Aranda, grande de España, capitán general de los ejércitos y presidente del supremo Consejo de Castilla (Consejo de Ministros). Se le llama «promotor de todas las reformas útiles, hábil político, fiel consejero de la Corona y su digno representante en Lisboa, París y Varsobia (sic)». Tras este recordatorio de su biografía pública, hecho al modo en que los antiguos romanos inscribían en las tumbas los hitos de su carrera, llega la sucinta evaluación de su vida en términos de servicio al rey y al país: «(...) Digno de la confianza de Carlos III, contribuyendo poderosamente al esplendor de su feliz reinado». Sigue una calificación moral que quiere describir los valores íntimos del personaje y fecha su deceso: «Con la tranquilidad y la fe del cristiano, y la resignación del sabio, falleció en Épila, el 9 de enero de 1798». Se erige, en fin, en portavoz de las generaciones posteriores: «La patria le llora, le bendice agradecida». Y el donante se perpetúa también: «Hizo esta dedicatoria en el año de 1855 su sucesor el excelentísimo señor conde de Aranda don José Rafael Fadrique Fernández de Híjar, duque de este título».

Los avatares del monasterio los estudió A. I. Lapeña; y N. Juan ha editado el correo que, desde 1746, Felipe V, Fernando VI y Carlos III mantuvieron con los abades, en busca de más decoro para el panteón real aragonés. Carlos III y el abad Isidoro Rubio lograron finalmente remozarlo. Hoy lo cuidan, por diversas vías, el Gobierno de Aragón y la Hermandad de San Juan de la Peña, principalmente.

Aranda puso empeño en ser enterrado allí, junto a sus antepasados del mítico linaje regio de los Abarca. Ello exigió, tras su muerte, un viaje de tres días desde su dilecta Épila. Los despojos fueron llevados luego a Madrid, en el intento de crear un panteón nacional de hombres ilustres. Fallido el proyecto, en 1883 volvieron a Aragón, en una caja de plomo, con su nombre en letras de plata. Un siglo después, fueron examinados y estudiados por J. I. Lorenzo. Eran huesos de varón viejo, de talla mediana, desdentado y con artrosis cervical. El cadáver vestía casaca azul con bordados en oro y quedaban restos de la peluca ceremonial, su espadín oxidado y los zapatos.

Un proyecto museográfico de la DGA prevé una sala dedicada al conde. Ojalá pueda ejecutarse tras la paralizante agitación política derivada de las últimas elecciones múltiples. Aragón no ha olvidado a su ilustre hijo, pero sus instituciones lo han honrado poco. Y no me refiero a ‘amenizar’ la historia con ‘teatralizaciones’, que eso es otra cosa, para la que nunca faltarán ni amenizadores ni teatrillos.

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sábado, febrero 1

Los desafíos legales de la impresión en 3D

(Un texto de Irene Cortés en El País del 11 de agosto de 2019)

Esta tecnología plantea retos relacionados con la propiedad intelectual y la responsabilidad por daños.

Auriculares que se adaptan a la forma exacta de la oreja, prótesis a medida del paciente, casas que se construyen en horas y hasta pistolas. La lista de objetos que pueden imprimirse en tres dimensiones es prácticamente interminable. Esta tecnología, cuyo desarrollo avanza a gran velocidad, está suponiendo una auténtica revolución en la producción o comercialización de muchos bienes. Según la consultora McKinsey, la impresión 3D generó en 2017 un negocio de 10.000 millones de dólares en todo el mundo. En 2025 se calcula que sobrepasará los 250.000 millones No obstante, y a pesar de su rápida expansión, se trata de una tecnología que presenta numerosos desafíos. También (o especialmente) en el ámbito legal.

Como apunta Paloma Llaneza, CEO de Razona LegalTech y experta en ciberseguridad, “la impresión 3D democratiza la generación de réplicas”. De igual manera que ocurrió en el mercado del cine o de la música, los individuos pueden conseguir de forma prácticamente inmediata y a un coste relativamente bajo una copia idéntica de un objeto. Por lo tanto, y de encontrarse esa pieza bajo algún tipo de protección legal (patente, derechos de autor o diseño industrial, entre otros), “se estarían vulnerando sus derechos de propiedad intelectual e industrial”.

Como apunta Paloma Llaneza, CEO de Razona LegalTech y experta en ciberseguridad, “la impresión 3D democratiza la generación de réplicas”. De igual manera que ocurrió en el mercado del cine o de la música, los individuos pueden conseguir de forma prácticamente inmediata y a un coste relativamente bajo una copia idéntica de un objeto. Por lo tanto, y de encontrarse esa pieza bajo algún tipo de protección legal (patente, derechos de autor o diseño industrial, entre otros), “se estarían vulnerando sus derechos de propiedad intelectual e industrial”.

Pero no toda impresión de un bien protegido constituye necesariamente un acto ilícito. Para que sea considerado como tal, “debe hacerse un uso comercial del objeto”, matiza José Carlos Erdozain, of counsel de Pons IP. En este sentido, la ley hace una interpretación amplia del concepto “uso comercial”, por lo que para vulnerar los derechos no solo es necesaria la existencia de una transacción económica (su venta o alquiler, por ejemplo), sino que su violación también podría producirse “por exhibirlo en una página web, difundirlo o, incluso, regalarlo”. Por tanto, y de cumplirse alguno de estos supuestos, la empresa o el individuo titular de los derechos podría actuar legalmente contra el infractor y reclamar su sanción y una indemnización.

Ahora bien, ¿qué ocurre si la impresión del objeto se produce en el ámbito del hogar? Lo normal será que el titular de los derechos “esté interesado en frenar comercializaciones significativas”, reflexiona Erdozain. Es decir, si la copia se produce en un entorno reducido, como el doméstico, lo que prevén los juristas es que el titular de los derechos renuncie a perseguir al infractor porque la potencial ganancia será tan reducida que el coste del proceso judicial no le merecerá la pena. También es posible, apuntan, que en un gran número de casos nunca se entere de la impresión tridimensional ilegítima.

Por otro lado, la proliferación de esta tecnología “generará un aumento de la falsificación”, augura Alejando Touriño, socio director de Ecija. Esto se explica por dos motivos: la previsible facilidad para que acaben circulando por Internet los planos de los objetos, y el uso creciente por parte de las empresas de la impresión 3D. O dicho de otro modo: si el original está fabricado con esta tecnología, su reproducción a través de la misma por parte de los falsificadores será más sencilla y precisa.
El mercado de la creación en tres dimensiones triunfa especialmente en sectores industrializados como el de la construcción, el juguetero y el del mobiliario, aunque también está teniendo un gran impacto en el mundo de la moda, el diseño y la salud. No obstante, hay otros ámbitos en los que su extensión puede tener efectos preocupantes, como en lo relativo a la seguridad privada. Así, como señala Touriño, un usuario podría descargarse los planos de una pistola en la Internet oscura (dark web), imprimirla y usarla. Lejos de ser una realidad remota, un caso así ya se ha dado en países como Reino Unido, donde un joven fue condenado el pasado junio por posesión de armas de fuego impresas en tres dimensiones. Más allá fue la empresa estadounidense Defense Distributed, que en julio de 2018 quiso publicar planos, dibujos, instrucciones y archivos para que los usuarios pudiesen imprimir armas en 3D. Un juez federal bloqueó el lanzamiento al valorar la peligrosidad de estas armas, al no estar registradas y ser indetectables por los detectores de metales (están hechas de plástico).

En el proceso de creación de un objeto en tres dimensiones confluyen una multitud de actores: el diseñador del software, el que elabora los planos, el fabricante de la impresora, el de los materiales y el usuario final que imprime la pieza. En este sentido, otro de los grandes retos que presenta la tecnología de impresión 3D radica en determinar quién ostenta la responsabilidad en caso de fallo o daños, que será, a la postre, quien deba hacer frente a la reparación o indemnización correspondiente. Un debate similar al que ya se ha suscitado en relación a los coches autónomos, especialmente tras los casos de atropellos mortales a peatones.

En esa cuestión, Llaneza señala que “la responsabilidad recae sobre quien tenga la culpa”. Sin embargo, esa conexión error-culpabilidad no siempre es fácil de determinar. Para ello, el tribunal o las partes en el proceso judicial deberán desentrañar por qué se ha producido dicho error, valorando, a través de informes periciales, “cuál es el nexo causal entre el incidente y el posible responsable”. Así, si el material era defectuoso, el responsable será el fabricante de dicho componente. Si el software tenía fallos, el programador afrontará la compensación. Y, si la impresora estaba mal calibrada, la empresa que la comercializó responderá por los posibles daños. En la teoría puede resultar sencillo; ante el juez, esta demostración, será otro cantar.

Los cambios adelantan a la ley

Son muchos los expertos que han cuestionado que el marco legislativo esté preparado para hacer frente a los desafíos derivados de la impresión en tres dimensiones, apostando por una nueva ley que actualice las disposiciones vigentes. Sin embargo, los juristas consultados rechazan su necesidad y afirman que la normativa existente da respuestas suficientes a este nuevo fenómeno.
José Carlos Erdozain (Pons IP) cree que la amplitud regulación de la propiedad industrial e intelectual permitirá atender a los retos de las impresoras tridimensionales. Paloma Llaneza, por su parte, cree que hay que ver cómo evoluciona el fenómeno antes de activar nuevas normas.

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