Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

lunes, septiembre 26

Jorge II de Grecia, un rey de ida y vuelta

(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 25 de noviembre de 2016)

Atenas, 25 de noviembre de 1935. Tras su segundo exilio, Jorge II de Grecia regresa para ocupar el trono.

“La mejor herramienta para un rey de Grecia es una maleta”. No se trata de un dicho popular griego, sino de la reflexión de un monarca, Jorge II de Grecia. Sabía de qué hablaba, porque tuvo que exilarse tres veces de su país, aunque logró regresar también tres veces para ceñir la corona. Jorge II es un paradigma de las tempestuosas relaciones de Grecia con su monarquía, que siempre padeció una especie de maldición, hasta terminar con la expulsión del trono de Constantino II (hermano de nuestra reina Sofía) en 1973.

La cultura griega era muy antigua, la madre de nuestra civilización, pero el país era muy nuevo, apenas tenía un siglo en tiempos de Jorge II. Había surgido en 1821 como primer fruto de la descomposición del Imperio Otomano, y la lucha de independencia de los cristianos griegos contra su secular opresor turco conmovió a la Europa del Romanticismo. Lord Byron, entre otros idealistas, fue a luchar por la libertad de Grecia y allí murió, pero más contundente fue el apoyo militar de Inglaterra, Francia y Rusia, que aniquilaron a la flota turca.

Las potencias europeas reunidas en Londres designaron un rey para Grecia, un príncipe bávaro llamado Otón I, que nunca fue apreciado por su pueblo. Lo echaron en 1862, y fueron a Dinamarca en busca de un recambio. Así subió al trono heleno la Casa de Glücksburgo, cuyo primer monarca, Jorge I, fue el que dio mejor resultado, pues reinó durante 50 años. Sin embargo, la mala estrella que siempre ha perseguido a la monarquía griega no le dejó acabar en paz su reinado: fue asesinado por un socialista.

Su hijo Constantino I, casado con una hermana del káiser y germanófilo, fue destronado por esta razón en 1917, marchando a un dorado exilio en Suiza con su diadokos (príncipe heredero) Jorge, el protagonista de nuestra historia. El hombre fuerte de Grecia, Venizelos, que entró en la guerra junto a los aliados, hizo rey al segundo hijo de Constantino, Alejandro, pero lo mantuvo prácticamente prisionero en su palacio. Si su reinado no fue feliz, al menos fue corto, tres años, pues murió con solo 27 años de la forma más tonta imaginable: es el único rey de la Historia fallecido ¡por la mordedura de un mono!

Mal de unos, fortuna de otros. El viejo rey Constantino y su hijo Jorge regresaron del exilio, Constantino volvió a reinar, y el hado fatídico volvió a ensañarse con la corona: antes de dos años un golpe militar le volvió a destronar. Subió al trono nuestro Jorge II, pero duró aún menos que su padre. En 1924, tras la victoria de los republicanos en las elecciones, lo echaron del país, le confiscaron los bienes, le retiraron la nacionalidad griega y proclamaron la II República Helénica.

Pero la República griega fue tan fracaso como la monarquía, se ve que el problema no era de las instituciones del Estado, sino del país. En una década la República tuvo 23 Gobiernos, una dictadura, 13 golpes de Estado y terminó como la II República Española, con un golpe militar que dio el poder a un general que se proclamó regente. Aunque no tardó 40 años en traer al rey, como Franco, sino mes y medio. El 25 de noviembre de 1935 Jorge II regresó de su segundo exilio y enseguida se celebró un plebiscito en el que la restauración monárquica fue aprobada por un 95% de los votantes. La sospechosa cifra tuvo que ver con que el voto era obligatorio, pero no era secreto.

Invasión

Podría pensarse que Jorge II tendría derecho a un reinado tranquilo, pero eso sería no conocer a los griegos. A los pocos meses de su segundo reinado, el caudillo del fascismo griego, Metaxas, implantó una dictadura, aunque el rey conservó la corona, a ejemplo de lo que hacían en Italia Mussolini y Víctor Manuel III. El régimen fascista griego ni siquiera sirvió para evitar la invasión de Grecia por Mussolini y Hitler, al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Jorge II se puso en manos de los ingleses, refugiándose en la isla de Creta. Era el último territorio griego libre para mantener la soberanía, protegido por la Royal Navy británica, que dominaba los mares. Lo malo es que los nazis vinieron por el aire. El 20 de mayo de 1941 los paracaidistas alemanes cayeron sobre la residencia del rey, una villa cerca de Suda, y mantuvieron un combate a tiros con la escolta neozelandesa de Jorge II.

El rey había huido a tiempo, aunque tuvo que despojarse de su guerrera llena de condecoraciones, para que no le identificasen los tiradores enemigos. Se escondió en la cueva de un pastor, en las montañas, y cuando se vio claro que los alemanes le estaban dando una paliza a los ingleses, emprendió su tercer exilio.

Fue el más duro, necesitó tres días para atravesar a pie o en mula la montañosa isla, nevada en sus partes más altas. Al fin llegó hasta la costa meridional de Creta, donde los barcos ingleses evacuaban a un Ejército británico en desbandada, y un destructor lo puso a salvo en Alejandría.

Formó un Gobierno griego en el exilio, como el resto de los países invadidos por los nazis, primero en Londres y luego en Egipto, pero cuando terminó la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial se encontró que no podía volver a Grecia. Los comunistas habían tomado el poder en Atenas y estalló una guerra civil, en la que hubo de intervenir el Ejército británico para derrotar a los comunistas.

Por fin, en septiembre de 1946 regresó del exilio al trono. ¡Era la tercera vez! Y a la tercera fue la vencida, porque seis meses después falleció por enfermedad. Antes de que pasasen tres décadas su sobrino Constantino II comprobaría que “la mejor herramienta para un rey de Grecia es una maleta”, porque siguiendo el destino familiar perdió la corona y tuvo que marchar al exilio. Hasta ahora, porque con los griegos nunca se sabe. 

Etiquetas: ,

jueves, septiembre 15

La lengua

Esopo, considerado el padre de la fábula, era un esclavo que vivió en el siglo V a. C.
 
Uno de sus amos, Xantus, le ordenó que fuera al mercado y le trajese el mejor alimento que encontrara para agasajar a importantes invitados. Esopo compró solamente lengua y la hizo aderezar de diferentes modos. Los convidados se hartaron de comer lo que saborearon como un manjar.
 
Cuando quedó solo, Xantus le preguntó qué era eso tan delicioso.
 
—Me pediste lo mejor —dijo Esopo— y traje lengua. La lengua es el fundamento de la filosofía y de las ciencias, el órgano de la verdad y la razón. Con la lengua se instruye, se construyen las ciudades y las civilizaciones, se persuade y se dialoga. Con la lengua se canta, con la lengua se reza y se declara el amor y la paz. ¿Qué otra cosa puede haber mejor que la lengua?
 
Pocos días después, Xantus le dijo que llegarían unos visitantes desagradables a los que debería atender por protocolo, pero quería manifestarles su disgusto sirviéndoles una mala comida.
 
—Trae del mercado lo peor que encuentres —le recomendó.
 
Esopo trajo lengua y la hizo preparar con un sabor tan desagradable que repugnó a los comensales.
 
—¿Qué porquería es esa que serviste? —le preguntó Xantus.
 
—Lengua —contestó Esopo—. La lengua es la madre de todos los pleitos y discusiones, el origen de las separaciones y las guerras. Con la lengua se miente, con la lengua se calumnia, con la lengua se insulta, con la lengua se rompen las amistades. Es el órgano de la blasfemia y la impiedad. No hay nada peor que la lengua.
 
- La lengua es un arma de doble filo-.
 
"El hombre, tan indefenso por naturaleza, no tiene colmillos, no tiene garras, no escupe fuego, pero tiene el don del lenguaje, y una lengua puede ser tan suave como la miel y tan afilada como un puñal".

Etiquetas:

jueves, septiembre 1

Pasión

 (Un poema de Alfonsina Storni)

Unos besan las sienes, otros besan las manos,
otros besan los ojos, otros besan la boca.
Pero de aquél a éste la diferencia es poca.
No son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos.
 
Pero, encontrar un día el espíritu sumo,
la condición divina en el pecho de un fuerte,
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe de viento las columnas de humo!
 
La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus senos.
 
¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!

Etiquetas: