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lunes, octubre 31

75 años del DNI: del 'cartoncillo' al chip

(Un texto de C. Peribañez en el Heraldo de Aragón del 24 de noviembre de 2019)

Se creó en 1944 y Zaragoza fue la primera ciudad en la que comenzó a circular el documento de identidad. Entonces pocos sabían firmar y algunas mujeres pedían que se les rebajara la edad.

Franco se reservó para sí el número 1. Con el carné de identidad ponía fin a los años de las llamadas cédulas personales, que se remontaban a los tiempos de Fernando VII y apenas eran endebles cartoncillos para el control tributario de las diputaciones provinciales. Antes, salvo por las partidas de bautismo, los españoles se identificaban por los motes, los defectos o caracteres físicos o excepcionalmente por algunas actas notariales. El Documento Nacional de Identidad tal y como lo conocemos nació vía decreto hace ahora 75 años, aunque la posguerra hizo que tardara seis años más en ponerse en marcha. Zaragoza fue la primera capital de provincia donde se expidió y en su primer año se despacharon 35.824 documentos, tantos como se entregan hoy en unos tres meses.

Son mil y una las diferencias entre el DNI de la era digital y los originales, auténticas reliquias, que muchos aún conservarán de sus abuelos. Aquellos eran de color verde, llevaban el águila imperial y reservaban un espacio para la huella dactilar, característica que en 1991 dejó de ser necesaria. El funcionario de turno escribía a mano la fecha de nacimiento, el sexo e, incluso, la profesión y el nivel de renta del interesado. Es curioso comprobar cómo el paso del tiempo ha hecho variar los datos que se rellenan: se quitó el estatus económico (llegó a existir a categoría de ‘pobre u obrero en paro’), el estado civil, el grupo sanguíneo… Ojo, que el lugar de nacimiento también está en entredicho porque hay quienes lo tildan de discriminatorio habida cuenta de las tensiones y reivindicaciones territoriales.

El primer carné creado en 1944 tomó las calles de Madrid, Valencia y Zaragoza en 1951. Durante cuatro años fue un documento voluntario y costó hacer entender a los ciudadanos que este "notario de la identidad" era imprescindible. Hoy ya es difícil dar con funcionarios de aquella época que cuenten anécdotas en primera persona, pero en las crónicas de hemeroteca hay algunas perlas que no tienen desperdicio. Muchas partidas de nacimiento se habían quemado durante la Guerra Civil y los vecinos llegaban a las oficinas con sus libros de familia. Algunas señoras trataban de rebajar su edad y decían poseer una juventud más que sospechosa. Alguna que otra vez se hizo la vista gorda, por ejemplo, con mujeres apuradas por ser hasta diez años mayor que sus maridos. "Como era ama de casa y no tenía mucha importancia, le quité los años", confesaba uno de los funcionarios de antaño. También había quienes no sabían firmar y, efectivamente, así figuraba en sus carnés. Firma: «No sabe», se lee en no pocos documentos. Cuentan también que si uno era huérfano o no había conocido a sus padres, el funcionario ponía dos nombres al azar antes que dejar los huecos vacíos.

HERALDO publicó el 14 de marzo de 1951 una entrevista con el jefe de la Policía Nacional de aquel entonces, Francisco Díaz de Lara, en la que el agente insistía en que –acaso para que no despertar recelos– la expedición del DNI "está al margen de toda labor policial". "Si a una ventanilla llega un delincuente profesional, el funcionario le entregará, como a cualquier otro ciudadano, su documento de identidad sin trabas ni excusa alguna", contaba el policía. El hecho de que en España se optara por la huella digital –en lugar de descripciones físicas como en otros países europeos– parecía "criminalizar" a los poseedores de la tarjeta. Díaz de Lara añadía en 1951 que el despacho de documentos se haría más ágil cuando "terminen los locales de la plaza de las Catedrales", donde se instaló la primera oficina del DNI. Hoy, 75 años después, hay cinco equipos en Zaragoza y uno en Calatayud, Ejea de los Caballeros, Huesca, Jaca, Fraga (Monzón se quiere abrir pronto), Teruel y Alcañiz. También hay una oficina móvil que ha facilitado que en Aragón desde 2007 se hayan entregado hasta 1.948.271 carnés.

El DNI original estuvo vigente hasta 1962 cuando el documento pasó a ser azul y se añadió el estado civil y el grupo sanguíneo. Después continuó su evolución pero no fue hasta 1975 cuando la democracia llevó el escudo constitucional al carné y se suprimieron las menciones al estado civil y la profesión para proteger la intimidad. El salto electrónico llegó en 2006 cuando se diseñó un DNI semejante a una tarjeta bancaria con un chip para servicios telemáticos, que registra muy pocos usos.

Actualmente la división de Documentación de la Policía y la Fábrica de Moneda y Timbre trabajan en una nueva versión que, según explican, no presentará cambios visibles pero sí fortalecerá el chip y podrá renovarse ‘exprés’. Además, no será necesario llevar la foto, pues las máquinas la harán en el momento.

Curiosidades y leyendas urbanas

Falsos mitos. No existen los ‘números de muerto’. En 75 años se han emitido 322 millones de DNI y a todo ciudadano le toca un número intransferible de por vida que se le asigna en función de los lotes que llegan a las oficinas de expedición (en Zaragoza suelen empezar por 17, 75, 29 y 25). Es un mito el que se pueda tener un número de alguien fallecido y también es leyenda urbana que uno de los números encriptados haga referencia al número de personas que viven en España con el mismo nombre. 

Los primeros números. Franco se reservó el número 1 y guardó para su familia los correlativos hasta el 9. La Familia Real tiene reservados del 10 al 99, con la excepción del 13, que fue suprimido por superstición.

Una muestra en Madrid. Una exposición de la Policía Nacional, que tiene la competencia exclusiva en la expedición de los DNI, conmemora hasta el 6 de enero en la Casa de la Moneda de Madrid los 75 años de historia del documento. Cuenta cómo se creó en 1944 pero la posguerra impidió que se pusiera en marcha antes de 1951 y se puede ver la evolución de los diseños. También que el DNI se expide bilingüe en Cataluña, Valencia, Baleares, País Vasco y Galicia.

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domingo, octubre 30

Cambio de hora: y los sueños, sueños son

(Un texto de Picos Laguna en el Heraldo de Aragón del 27 de marzo de 2016)

La idea de adelantar-retrasar los relojes para aprovechar la luz solar no es nueva. En 1784, Benjamín Franklin ya pensó en ella, con poco éxito.

Hay un pueblo en Albacete, Tobarra, que [en marzo de 2016 no cambió] la hora como el resto de Europa. A través de un bando municipal, su alcalde Pío Bernabéu ya anunció [días antes] que todo se retrasaría hasta [el siguiente] lunes, porque no estaban dispuestos a romper una antigua tradición local que consiste en tocar el tambor de manera ininterrumpida 104 horas, durante su Semana Santa, declarada de Interés Turístico Nacional. Y, si cambiaran los relojes, se tocaría una hora menos. La cosa no es nueva porque se hizo lo mismo ya en 2002, 2005 y 2013 porque supondría la alteración de sus costumbres. Parecerá una tontería, pero una hora es una hora, para lo que sea, para tocar el tambor, para que la gente siga el toque tamborilero, y mientras les acompañan se paren y descanses y se tomen una caña, un café, un agua, un bocadillo. En una palabra, que consuman y den vidilla a este municipio castellano de 8.075 habitantes.

A las 2.00 de la madrugada [de ese día], todos los relojes de los países miembros de la Unión Europea se [habrían] tenido que adelantar una hora. Como siempre nos hacemos un lío, hay que recordar de nuevo que lo que ponemos en marcha es el horario de primavera que dura hasta octubre. Una hora menos de sueño, eso sí.

[…]

La idea no es nueva, ni siquiera de este siglo, porque ya en 1784, el científico estadounidense Benjamín Franklin pensó que la mejor manera de ahorrar en velas era adelantar los relojes una hora durante el verano. Pero no llegó a ponerse en práctica. En 1905 el constructor inglés William Willett concibió el horario de verano durante un paseo a caballo previo al desayuno, cuando se sorprendió pensando cuántos londinenses dormían durante la mejor parte de un día de verano. A raíz de la Primera Guerra Mundial, y también para ahorrar combustible, el káiser Guillermo II de Alemania decretó el inicio del cambio de hora el 30 de abril de 1916, que también se aplicó a sus aliados y las zonas ocupadas, siendo los primeros países europeos en emplear el horario de verano, y que también siguieron algunos países beligerantes y neutrales de Europa, aunque algunos estados, entre ellos España, no lo hicieron hasta 1918.

Durante muchos años no existió una regulación conjunta y cada país hizo lo que quiso; de hecho, en España no se cambió entre 1955 y 1973, año en el que una fuerte crisis energética llevó a los países miembros de la OPEP a imponer un embargo petrolero de importantes consecuencias económicas, y a los países a impulsar medidas de cuidado de la energía, que al mismo tiempo permitieran reducir la fuerte dependencia que se tiene de los combustibles fósiles, tales como el petróleo y el gas. Y así llegó el horario de invierno y de verano.

Los estudios indican que el ahorro en iluminación en el sector doméstico por el cambio de marzo hasta final de octubre, puede representar un 5%. Si el consumo medio de una familia española es de 3.200 kilovatio-hora (kWh.), el ahorro sería de más de 6 € por hogar y más de 60 millones de euros para el conjunto de ellos. A ello hay que añadir el ahorro del 3% (más de 6 millones de euros procedente del sector de comercio y servicios, en concepto de reducción de consumo de aire acondicionado. En total, se calcula que el ahorro energético en nuestro país se sitúa en torno a los 300 millones de €, con el consiguiente descenso en emisiones a la atmósfera.

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sábado, octubre 29

Lobos, el hogar de las focas

(Un texto de Ramón Álvarez en el suplemento dominical de El Periódico de Aragón del 11 de agosto de 2019)

Cuentan las crónicas que desde el descubrimiento del archipiélago canario por el Reino de Castilla, a principios del siglo XV, la pequeña isla ubicada en el extremo nororiental de Fuerteventura sirvió de sustento a los conquistadores, para quienes las focas fraile o lobos marinos que habitaban sus costas se convirtieron en un nutritivo manjar. De ahí el explícito nombre que dieron al islote de apenas 6 km2 de superficie y 14 km de costa que hoy conserva su estado salvaje, aunque las focas hace mucho que desaparecieron a manos de los pescadores que se asentaron en las islas cercanas, en una campaña sistemática de eliminación por la competencia que suponían en la captura de pescado. Hoy, sólo la escultura de uno de estos lobos marinos, en peligro de extinción en todos sus hábitats, recuerda al visitante que se encuentra en su antiguo refugio.

Las últimas investigaciones han determinado que la isla fue ya codiciada desde la época romana. No por las focas, sino por una curiosa planta rojiza propia del interior de la isla de donde se extraía un preciado tinte púrpura. A falta de sus antiguos pobladores, ese peculiar manto rojo que cubre las rocas volcánicas sigue siendo uno de los atractivos de Lobos, exponente de una flora única. Como lo son das aves que no han sucumbido a la presión humana y aún siguen teniendo allí su refugio y, lógicamente, unas espectaculares y amplias playas salvajes.

Convertida en parque natural desde 1982 zona especial de protección para las aves desde 2000 y en manos, desde hace una década, del hoy Ministerio para la Transición Ecológica, Lobos cuenta con un alto nivel de protección que ha acabado con actividades como la acampada -la isla también fue un paraíso neorrural durante décadas- y limita el número de visitantes a 400 diarios.

Las visitas, siempre mediante las compañías autorizadas con base en Corralejo, deben realizarse desde este año en uno de los dos turnos establecidos: mañana (de 10 h. a 14 h) o tarde (dé 14 h. a 18 h). Cuatro horas dan para poco, pero suelen ser suficientes para completar el recorrido circular de la isla (unos 12 km). También está la opción de bañarse en sus playas y comer en el único local de la isla, propiedad de los descendientes de su último morador, Antoñito el farero.

LOBOS

CÓMO LLEGAR. Desde este año hay que reservar con tiempo una de las plazas diarias de visitas limitadas a través del Cabildo de Fuerteventura o directamente en una de las compañías que parten desde Corralejo. La travesía es de apenas 15 minutos.

QUÉ HACER. El tamaño de la isla permite completar el sendero que la rodea, ascender a su pico más alto, La Caldera, de 127 metros y bañarse en alguno de sus tres grandes arenales.

LA PROPUESTA. Los amantes del surf encontrarán aquí la mejor ola de las Canarias, la Derecha de Lobos, en su costa sudoeste. El snorkel es otra gran opción.

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