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jueves, octubre 31

Verdades y mentiras de la alergia al gluten

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 13 de abril de 2019)

La enfermedad celiaca es una realidad que solo afecta al 1%, pero el 6% de los españoles ha decidido comer sin gluten. ¿Es una moda o un problema agravado por los actuales métodos de producción de alimentos?

Además de las personas que padecen intolerancia al gluten o celiaquía (el 1% de la población española), el 6% de los españoles no celiacos consumen alimentos sin gluten, que es como llamamos al conjunto de proteínas presentes en cereales como el trigo, el centeno o la cebada. El llamado "movimiento antigluten" se disparó en 2012, cuando Miley Cyrus declaró que tenía "alergia" a estas proteínas. Un año después, Gwyneth Paltrow publicaba un libro de "recetas libres de gluten". A ellas se sumaron Kourtney Kardasian, Jessica Alba o Katty Perry.

Sin embargo, las estadísticas indican que la obsesión en contra del gluten empieza a decaer. "Por supuesto, las personas con enfermedad celiaca sufren un trastorno autoinmune absolutamente real -aclara Marta Hermosín, farmacéutica y nutricionista-. Si ingieren cualquier alimento que contenga gluten, sus paredes intestinales se inflaman y aparecen síntomas como diarreas, gases, dolor, deficiencias nutricionales y cansancio intenso. A la vez, hay personas que, sin ser celiacas, declaran síntomas parecidos a los de los celiacos cuando toman gluten y aseguran que estos se alivian cuando dejan de tomarlo". Son lo que se conoce como "personas sensibles al gluten", una dolencia no autoinmune recogida en la última Clasificación Internacional de Enfermedades.

Las preguntas claves serían: ¿por qué nuestro sistema digestivo ha dejado de tolerar cereales que llevamos comiendo miles de años?¿Qué ha cambiado en la alimentación actual que ha alterado nuestra respuesta al gluten?

De momento, diferentes estudios indican lo siguiente:

-Las variedades de trigo rico en gluten que se cultivan en la actualidad fueron desarrolladas en el siglo XX para favorecer a la industria agroalimentaria. Lo hicieron porque, cuanto más gluten tenga el trigo, más esponjosos y apetecibles serán los productos producidos con él.

-Las masas de panes y bollería que tomaban nuestros antepasados se elaboraban con harinas integrales procedentes de granos de cereales antiguos y se sometían a procesos de fermentación lenta, en los que levaduras aerobias (presentes en la atmósfera) digerían gran parte del gluten del cereal, lo cual ayuda a entender la menor incidencia que tenían entonces los trastornos asociados al consumo de cereales.

-Otro factor a tener en cuenta es que aquellos cereales no estaban fumigados con pesticidas. En cambio, los cultivos extensivos de hoy se fumigan con glifosato, entre otras razones para que el grano seque mejor antes de procesarlo. La IARC (International Agency for Research on Cancer) califica el glifosato como "probable carcinógeno" y existen demandas de usuarios con cáncer que atribuyen su enfermedad a dicho pesticida.

-La industria agroalimentaria actual que emplea harinas de cereales utiliza también aditivos, enzimas y otras sustancias químicas cuyo efecto conjunto no se conoce a fondo. De momento, ya se han identificado 27 alérgenos como potenciales causantes del "asma del panadero", enfermedad laboral cada vez más frecuente.

-Muchos productos sin gluten tienen los mismos aditivos e ingredientes que sus alternativas con gluten. "Otro tema para el debate es que muchas mujeres se embarcan en dietas libres de gluten solo porque creen que eso les ayuda a adelgazar -añade Marta Hermosín-. Un estudio añade que algunas de ellas incluso fuman con la misma intención, lo cual perjudica claramente su salud". La tendencia no ha dejado de tener eco en la propia industria alimentaria, que está volviendo la vista hacia productos cada vez más "limpios" e incluso orgánicos. ¿Estaremos aprendiendo por fin?

Aditivos inflamatorios:
  • Si bien los aditivos que utiliza la industria alimentaria son sustancias GRAS (siglas de Generally Recognized as Safe, o generalmente reconocidas como seguras), varias investigaciones han relacionado muchos de ellos con trastornos intestinales frecuentes en personas con celiaquía y sensibilidad al gluten. Un estudio ha comprobado que los emulsificantes presentes en panes y bollería industrial pueden generar inflamación intestinal. Como señala Marta Hermosín, "falta por conocer a fondo el efecto acumulativo del cóctel de aditivos presentes en la dieta procesada de la actualidad".

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miércoles, octubre 30

Karen Uhlenbeck, la primera mujer que gana el Nobel de las matemáticas

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 13 de abril de 2019)

Por sus palabras la conoceréis: "Mirando atrás, me doy cuenta de que tuve suerte. Pertenezco a la vanguardia de una generación de mujeres que pudieron conseguir trabajos de verdad en el mundo académico". The New York Times, 2019.

Karen Uhlenbeck es una de las fundadoras de un campo de la matemática llamado "análisis geométrico", una disciplina que utiliza la geometría para estudiar soluciones a problemas ligados a otras disciplinas. Sus investigaciones las aplica a estudiar superficies mínimas, como las de una pompa de jabón. Su vida diaria, ahora que ya no da clases en la universidad, la sigue dedicando a resolver teoremas: coge una libreta y un lápiz y trata de averiguar si algunas de las cosas que ya sabe pueden traerle la solución. A veces lo consigue y a veces no. Pero no siente frustración. Para ella, esa es la forma de la felicidad.

Lo explicaba en una entrevista tras haber recibido el prestigioso premio Abel, el Nobel de las matemáticas. Karen es la primera mujer en la historia en haberlo conseguido. Antes de ella, lo obtuvieron 15 hombres. A sus 76 años, atiende a los periodistas con emoción y algo de socarronería. Después de tantos años, sigue siendo "la primera".

Ya en la adolescencia, su afición al deporte la distinguió como una chica poco convencional. Karen quería convertirse "en guarda forestal o en algún tipo de científico". Leía libros de física sin parar. Cuando terminó todos los que encontró en la biblioteca de su padre, que era ingeniero, ya no supo qué hacer.

Estaba lejos de pensar que las matemáticas podrían ser su vida. Fue al matricularse en la universidad, en 1960, cuando descubrió su pasión. En 1968 se doctoró, pero el mundo académico no era fácil para las mujeres. Tras casarse, siguió a su marido al Instituto Tecnológico de Massachusetts y a la Universidad de Berkeley, pero no consiguió más que breves puestos como asistente. Su trabajo no interesaba. Luego, pasó tres décadas en la Universidad de Austin, Texas, donde desarrolló la mayoría de sus investigaciones.

Dice que escogió las matemáticas para trabajar por su cuenta y evitar las presiones que las mujeres enfrentaban en la vida académica. Pero no fue fácil. Al final, ella misma acabó patrocinando a mujeres matemáticas a través del Park City Mathematics Institute, cuyo objetivo es alentar a las jóvenes científicas y quitarles el miedo a destacar, para que cada vez menos de ellas sean "la primera".

¿Quién es?:
  • Nació en Cleveland, Ohio (EE.UU.), en 1942.
  • Se graduó en la Universidad de Michigan y obtuvo su posgrado en el Instituto de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York. l En 1965 se casó con el biofísico Olke C. Uhlenbeck, del que se separó en 1976. Volvió a casarse, en los 80, con el matemático Robert F. Williams.
  • En 1965 se casó con el biofísico Olke C. Uhlenbeck, del que se separó en 1976. Volvió a casarse, en los 80, con el matemático Robert F. Williams.
  • En 1988, entró a trabajar a la Universidad de Texas, donde es profesora emérita.
  • En 1990, fue la segunda mujer en dar una conferencia en el Congreso Internacional de Matemáticas.

 

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martes, octubre 29

Resetea tu cerebro

(Un texto de A. Paris en la revista Mujer de Hoy del 30 de marzo de 2019)

Estrés, fallos de memoria, creatividad al ralentí... nuestra afición a pasar demasiado ante una pantalla está afectando al estado de forma de nuestro cerebro. Es hora de ponerse firme y reactivarlo... aunque para conseguirlo tengamos que quedarnos sin cobertura.

Cuando nos damos cuenta de que estamos diseñados para la acción, es más sencillo comprender por qué nuestro cerebro ha quedado atrapado por el embrujo de las pantallas. Un experimento realizado en las universidades de Harvard y Virginia (EE.UU.) nos lo deja claro. Los investigadores propusieron un trato a un grupo de voluntarios: debían permanecer sentados en una habitación sin estímulos durante 15 minutos. Si querían salir antes de ese tiempo, podían hacerlo, pero tras recibir una descarga eléctrica. El 67% de los hombres y el 25% de las mujeres escogieron la descarga antes que estar con la mente en blanco. Así de orientado está nuestro cerebro, de manera natural, hacia la búsqueda de novedades. Si combinamos esta tendencia innata con el boom de internet y los smartphones, no es extraño que nos hayamos metido en problemas.

Simultanear nuestras tareas cotidianas con llamadas de atención en forma de notificaciones de Instagram y pitidos de WhatsApp está alterando la forma en la que trabaja el cerebro. La avalancha de información digital le obliga a funcionar en modo multitarea y salta constantemente de un foco de atención a otro con celeridad. Al mismo tiempo, esta avalancha digital impide que permanezcamos concentrados en la realización de una única tarea, que nos volvamos impacientes y nos descentremos. ¿Podemos hacer algo para restaurar el equilibrio mental? Pues, además de dormir y hacer ejercicio, existen otras medidas. Te aconsejamos que las pruebes todas.

Abandona el multitasking

La Universidad de Illinois (EE.UU.) comprobó que intentar hacer algo mientras las intromisiones del mundo digital llaman nuestra atención afecta a la memoria a corto plazo (que casi desaparece), reduce la capacidad de pensar de forma creativa y estresa al cerebro. Otra investigación de la Universidad de Londres demostró que este trabajo multitarea deja nuestro coeficiente intelectual al nivel del de un niño de ocho años. ¿La razón? La neurocientífica Kaja Nordengen, autora de Tu super cerebro (Planeta), lo explica: “Lo que realmente sucede cuando crees que puedes leer un informe y a la vez pedir comida por el móvil es que el cerebro intenta pasar rápidamente de leer a formular el pedido. El resultado es que necesitas más tiempo que si hubieses pedido primero la comida y luego leído el informe. Además, tu cerebro se puede paralizar, porque la corteza prefrontal no logra cambiar de foco de manera inmediata, lo que provocará un fallo de rendimiento”. Si quieres ser eficaz y no agotar tus recursos mentales, haz las cosas de una en una.

Aprende a aburrirte

Permítete no hacer nada cinco minutos al día. Eso es lo que aconseja Sandi Mann, una investigadora de la Universidad Central de Lancashire (Reino Unido), autora de El arte de saber aburrirse (Plataforma Editorial). Mann ha comprobado mediante resonancia magnética hasta qué punto nuestros cerebros están enganchados al smartphone y sus notificaciones: cada vez que recibimos un nuevo correo electrónico o una información interesante vía Google, el circuito de recompensa de nuestro cerebro se ilumina y se produce un pico de dopamina que hace que esa novedad se transforme en una sensación de placer. Por eso cuantos más datos nuevos tenemos, más queremos, lo que nos lleva chequear constante-mente el teléfono móvil para conseguirlos. ¿El antídoto? Si caminas por la calle, no escuches música; si conduces, tampoco; si esperas el autobús, mira a tu alrededor, no al móvil. Deja que tu mente divague sin objetivo un rato cada día y, según la investigadora, recuperarás la creatividad y la concentración.

Suministra el consumo a tu mente (pero del bueno)

El cerebro es adicto al dulce, pero es mejor que no se lo des en su forma procesada. Una alta ingesta de azúcar lleva, al igual que las drogas, a una liberación de dopamina por parte del núcleo accumbens cerebral. El problema es que, si sueles atiborrarte de azúcar, tu nivel de dopamina se altera haciendo que esté siempre bajo y cada vez necesitarás más azúcar y más a menudo para estabilizar ese umbral. Además, un estudio de la universidad de UCLA ha mostrado que una dieta rica en azúcares rápidos socava la capacidad de procesar y retener información. Entonces, ¿qué hay que comer para mantener el cerebro en forma? Prueba con alimentos que le benefician: pescados azules, frutas y verduras ricas en antioxidantes y alimentos probióticos, como los yogures.

Quita el teléfono de tu vista

La omnipresencia de los smartphones en nuestra vida tiene un coste cognitivo. Una investigación realizada por las universidades de Texas y California (EE.UU.) ha comprobado que su sola presencia en nuestro campo visual causa una auténtica “fuga de cerebros”. En su experimento, 800 voluntarios debían llevar a cabo una tarea complicada en el ordenador. La diferencia entre unos y otros es que unos tenían el teléfono sobre la mesa de trabajo y otros no. ¿Adivinas quién trabajó peor?

El grupo que tenía el móvil a la vista. Según estos investigadores, tener el smartphone en nuestro campo visual “consume” recursos cerebrales y reduce la capacidad cognitiva... aunque no lo consultemos. Por eso, en la oficina, deja el móvil en el bolso o dentro de un cajón.

Haz amigos (de los reales)

En EE.UU. el 59% de la población admite ser dependiente de las redes sociales y la mitad de esos “adictos” afirma que por su culpa es incapaz de concentrarse. ¿Exagerado? Puede que no tanto. Microsoft Canadá publicó un informe en el año 2000 en el que afirmaba que el período de concentración del humano medio era de 12 segundos. En 2013, esa cifra se había reducido a tan solo ocho segundos (los peces de colores son capaces de concentrarse nueve). Además, el gigante del software pidió a 2.000 adultos jóvenes que se concentraran en una serie de números y letras que aparecían en un ordenador: los resultados de los que dedicaban menos tiempo a las redes sociales fueron mejores. Y como guinda del pastel, la propia Academia Americana de Pediatría ha acuñado el término “depresión Facebook” al efecto negativo (aislamiento, baja autoestima...) que las redes sociales pueden provocar en los adolescentes. Por lo tanto, si quieres recuperar la capacidad de concentración y mantener la autoestima intacta, cierra tus perfiles en redes y recupera a los amigos de carne y hueso.

Vuelve a lo analógico

Anota los recados y la lista de la compra en una libreta de las de toda la vida. Si además quieres despertar la creatividad y la memoria, atrévete a convertir la agenda en un bullet journal. Este método propone planificar todas las actividades en un cuaderno en blanco, en el que puedes volcar toda tu creatividad dibujando desde la numeración hasta los meses, las tareas pendientes y las realizadas. La única regla a seguir es que todo debe estar hecho a mano. Elaborar tu agenda de esta forma involucra varias actividades sensoriales motoras, lo que, a la larga, fortalece nuestra capacidad de memorizar. Mucho mejor que simplemente pedirle al móvil que nos envíe una alerta sobre este o aquel evento.

Gestiona mejor tus apps

Más vale prevenir que curar: no dejes que el móvil rapte la atención de tu mente. Usa las aplicaciones de una en una, en lugar de saltar de una a otra; y no te dejes llevar por la inercia de abrirlas todas para chequear las novedades. Desinstala todas aquellas que te roban tiempo y que no tienen utilidad real. Y despídete de la vibración, las ventanas emergentes... Silencia cualquier mecanismo que te avise de que algo nuevo ha llegado al teléfono, deja que tu cerebro se olvide de él.

Saca el móvil del dormitorio

La luz anaranjada del atardecer hace que la glándula pineal de nuestro cerebro segregue una hormona llamada melatonina que hace que nos entre sueño. ¿Pero qué sucede cuando sustituimos los atardeceres por la luz azul de una pantalla? Un grupo de científicos del Instituto Politécnico Rensselaer de Nueva York midió cuánta melatonina segregaba un grupo de voluntarios después de usar dos horas una tableta por la noche: un 22% menos. Conclusión: no uses ningún dispositivo digital las dos horas previas a irte a dormir.

Monitoriza tu tiempo de uso

Un estudio sobre nomofobia (el pánico a quedarse sin móvil, sin datos o sin cobertura) realizado por la Universidad Internacional de La Rioja concluyó que casi el 25% de los adolescentes eran usuarios de riesgo de su smartphone. Quizá pienses que usas tus dispositivos en su justa medida, pero hay maneras de comprobarlo. Moment es una app creada por Kevin Holesh, un desarrollador norteamericano que se hartó de estar siempre conectado. El resultado de su trabajo fue esta app, que permite monitorizar el uso del teléfono inteligente (dice cuántas veces se consulta y durante cuánto tiempo) y limitar el tiempo diario que se dedica a las pantallas. Según los datos que maneja el creador de Moment, la mayoría de sus usuarios invierte tres horas al día en sus dispositivos y los consultan 39 veces diarias... pero es gente obviamente preocupada por su exposición al mundo digital. Un estudio publicado en Plos One no da unos datos tan moderados: en él se hablaba de cinco horas al día conectados al móvil y 85 interacciones diarias. Sin duda, demasiadas para nuestro cerebro, que puede volverse adicto a la vida digital.

Si duermes menos para poder estar conectado más tiempo, las personas que te rodean se han quejado de tu uso del móvil, te irritas si la conexión es lenta o falla te has propuesto consultar menos tus dispositivos, pero no lo has logrado, mientes sobre el tiempo real que pasas en internet... deberías pedir ayuda. Cada vez que recibimos un WhatsApp o nos retuitean se activa el sistema dopaminérgico del cerebro, el que se encarga de segregar dopamina, la hormona causante de las sensaciones placenteras y la relajación. Y confundimos esa pequeña sensación de placer con la felicidad, aunque no lo sea, lo que abre la puerta a la adicción digital.

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lunes, octubre 28

Y a ti, ¿qué te engorda?

(Un texto de A. Paris en la revista Mujer de Hoy del 6 de abril de 2019)

Hay varios motivos que pueden sabotear tu relación con la báscula. Te presentamos a los enemigos que de verdad te impiden adelgazar.

El apetito. El hambre real la puedes calmar con una fruta. El apetito o "hambre emocional", no. Él te exige un alimento concreto, poco nutritivo y muy calórico. Aprende a combatirlo con nutrientes que calman esa ansiedad: almendras, arándanos, pepinillos, aceitunas, tortitas de maíz o una onza de chocolate 70% cacao te ayudarán.

El estrés. Durante siglos, la humanidad solo se estresaba si había escasez de comida. Por eso aún hoy nuestro organismo se confunde e interpreta el estrés como hambre, lo que le empuja a ordenarnos que comamos más y fabriquemos más grasa para tener reservas de energía. Si sabes que estás estresada, combate tu estrés haciendo ejercicio.

Sacia tu estómago
Cuando el estómago está lleno produce obestina, una sustancia que viaja hasta el cerebro para pedirle que dé la señal de parar de comer. Tomar un primer plato de verduras en las comidas, incluir proteínas en el desayuno y comer despacio son tres claves para producir esa saciedad. Si quieres conocer más, lee ¿Por qué engordamos? (Grijalbo).


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domingo, octubre 27

El infarto femenino también mata

(Un texto de Beatriz García en la revista Mujer de Hoy del 6 de abril de 2019)

Junto a otros accidentes cardiovasculares, los infartos causan más muertes al año que el cáncer de mama. Pero seguimos creyendo que los problemas del corazón son solo cosa de hombres y eso multiplica el riesgo. Identificar las señales (que son diferentes) y pedir ayuda es cuestión de vida o muerte.

El corazón late unas 100.000 veces al día para bombear la sangre a través de la kilométrica red de vasos sanguíneos. Las enfermedades que afectan a ese circuito cerrado provocan el fallecimiento de una mujer cada seis minutos en Europa. En España, solo en 2017, los infartos, las anginas de pecho y los accidentes cerebrovasculares se cobraron la vida de 64.417 mujeres, frente a 55.307 hombres. ¿Por qué, entonces, seguimos pensando que los problemas de corazón no nos incumben? “La razón fundamental es que la patología cardiovascular siempre ha sido más frecuente en los hombres y así nos lo han transmitido. Sin embargo, en la actualidad, el corazón de la mujer también es vulnerable al infarto”, asegura la doctora Leticia Fernández-Friera, cardióloga del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y de HM Hospitales.

Las estadísticas muestran que mueren más mujeres y la raíz del problema es la falta de concienciación, como explica el doctor Valentín Fuster, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva York, director general del CNIC y editor del Journal of the American College of Cardiology: “En 2004, las cifras de mortalidad en EE.UU. coincidían con las españolas. La enfermedad cardiovascular mataba cada año a más mujeres que todos los tipos de cáncer. A pesar de ello, para ellas, otras enfermedades eran más preocupantes”. En aquella época, el doctor Fuster era presidente de la World Heart Federation y esta entidad emprendió una campaña para dotar a las estadounidenses de herramientas para cuidar su corazón. “En esta década, se ha logrado un 34% menos de muertes femeninas y se ha incrementado la concienciación. El mito de que el infarto es solo cosa de hombres se ha superado, afortunadamente”, concluye. Por eso el CNIC, junto a la Fundación Mapfre, lleva cinco años tratando de hacer llegar este mensaje a las españolas a través de la campaña Mujeres por el Corazón. Porque hablar del infarto femenino es, más que necesario, cuestión de vida o muerte.

¿Por qué mueren más mujeres que hombres?

La respuesta es sencilla: porque ellas tardan más en pedir ayuda. Esto sucede por varios motivos, el primero es que no tenemos claro cuáles son las señales de alerta. Los síntomas que se han descrito desde siempre como los de un infarto (el dolor agudo en el pecho y en el brazo) no siempre se producen, o no de una manera tan precisa en el caso de las mujeres.

El segundo motivo es que la mujer tiende a minimizar su malestar, a relegarlo a un segundo plano y a dejar organizadas sus responsabilidades antes de buscar ayuda. Ese ha sido uno de los puntos centrales del último congreso de la Sociedad Europea de Cardiología. El cardiólogo Mariusz Gasior, investigador principal de uno de los estudios presentados en ese foro, explicaba que la mujer llama inmediatamente a la ambulancia para su marido, pero no si se trata para ella misma. “A menudo, se ocupan antes de la casa, envían a los niños a la escuela... Escuchamos una y otra vez que las responsabilidades demoran a las mujeres a la hora de llamar a una ambulancia si experimentan síntomas de ataque al corazón”, asegura Gasior. Pero cada minuto de demora en esa atención de urgencia reduce un 10% las posibilidades de recuperación de un corazón infartado.

El infarto se produce cuando se obstruye la arteria coronaria y el músculo cardíaco deja de recibir oxígeno, lo que lleva a la muerte de sus tejidos. “Ellas tienden a aguantar más el dolor o no lo reconocen como importante –dice la dra. Fernández-Friera–. Desde que empiezan a notar síntomas hasta que van a urgencias, pasa más tiempo. El músculo cardiaco está más tiempo sin oxígeno y llega en peores condiciones. Por eso, la mortalidad tras un primer infarto es un 20% mayor que en los hombres”.

¿Por qué las víctimas son cada vez más jóvenes?

Los estrógenos ejercen una importante función protectora cardiovascular y por eso la edad de mayor incidencia de los problemas coronarios se produce en las mujeres a partir de los 65 años. Sin embargo, estudios como el publicado el pasado noviembre en la revista Circulation muestran que el porcentaje de mujeres menores de 55 años atendidas en centros hospitalarios por infarto aumentó del 21%, en el periodo de 1995 a 1999, al 31%, entre 2010 y 2014.

Los autores de esa investigación señalan que dos de los factores de riesgo cardiovascular más importantes (la diabetes y la hipertensión) estaban presentes en la mayoría de los casos. Y que la obesidad y el estrés también desempeñan un papel importante. “El estilo de vida actual con aumento de los factores de riesgo ha propiciado que en las últimas décadas la patología cardiovascular pueda aparecer antes. El cambio en los hábitos de vida ha condicionado que la mujer empiece a tener factores de riesgo similares a los hombres como el tabaquismo, que antes eran menos habituales. Hoy, el número de mujeres que fuman ha superado al de hombres. A esto se suma, la falta de conciliación familiar. Cada vez se exige más a la mujer desde fuera y también ellas mismas se exigen y quieren llegar a todo”, confirma la cardióloga Fernández-Freira.

¿Cómo proteger el corazón y prevenir el infarto?

Aunque hay factores de riesgo como la edad o los antecedentes familiares sobre los que no podemos hacer nada, sí podemos modificar otros como el tabaquismo, la hipertensión arterial, los niveles de colesterol, el sedentarismo, la diabetes, el sobrepeso y el estrés. Cumpliendo estos mandamientos de vida saludable, podría prevenirse el 80% de las enfermedades del corazón y hasta el 90% de los infartos.

Alimentación cardiosaludable. Se trata de poner en práctica, sin excusas, las reglas que ya conocemos: una dieta variada que dé prioridad a las verduras, hortalizas, legumbres, frutas, cereales integrales, pescados y frutos secos; el aceite de oliva virgen extra como fuente principal de grasa; un consumo moderado de carnes magras, lácteos y huevos, y pequeñas cantidades de carnes rojas. Es fundamental también reducir el consumo de sal, el factor alimentario más importante en la aparición de la hipertensión arterial, una enfermedad que no provoca síntomas pero que se relaciona con el 45% de los infartos de miocardio y el 50% de los infartos cerebrales.

Estrés a raya. Aunque tendemos a aceptarlo como parte de nuestra vida, está demostrado que las personas que sufren a diario altos niveles de estrés tienen más posibilidades de desarrollar cardiopatía isquémica. Ante situaciones estresantes, el sistema nervioso aumenta la producción de cierto tipo de hormonas como la adrenalina o el cortisol, que eleva la presión arterial, lo que podría desembocar en una angina de pecho. Además, puede llegar a dañar las arterias y, a la larga, provocar arteriosclerosis. Eso por no hablar de que el estrés lleva a otros hábitos poco saludables, como comer rápido y mal, fumar o beber alcohol.

Ejercicio moderado y cotidiano. Son más beneficiosos 30 minutos de actividad física moderada diaria que una hora de alta intensidad un par de veces a la semana. No obstante, para quienes vayan a practicar deporte de manera intensiva o con un nivel de exigencia más elevado, la Fundación Española del Corazón advierte de la importancia de someterse a un reconocimiento médico previo para saber qué nivel de esfuerzo puede soportar el corazón y detectar posibles cardiopatías. El objetivo es prevenir la mayor cantidad posible de los casos de muerte súbita, que se producen en deportistas aficionados que someten su cuerpo a ejercicios extenuantes.

Chequeos regulares. Al menos una vez al año, sobre todo a partir de los 45 años, conviene que el médico pase revista a los factores de riesgo y valore la necesidad de pruebas específicas. Antes de esa edad, el chequeo es necesario si hay antecedentes familiares, obesidad, diabetes… También requieren control periódico las mujeres que padecieron durante el embarazo diabetes gestacional, hipertensión, preeclampsia, eclampsia, parto pretérmino o abortos recurrentes. “Las pacientes con pérdida gestacional precoz tienen mayor riesgo cardiovascular tras al parto, sobre todo si han tenido abortos recurrentes (tres o más). Según un estudio reciente que incluye a cerca de un millón de mujeres seguidas durante 35 años, el parto pretérmino espontáneo es un factor de riesgo cardiovascular que incrementa el riesgo de enfermedad isquémica, infarto e ictus”, explica la dra. María Goya, obstetra del Hospital Vall d’Hebron, y secretaria del Grupo Español de Diabetes y Embarazo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. Sin embargo, el 75% de las mujeres que han desarrollado esta y el resto de complicaciones durante el embarazo desconoce estar en situación de riesgo cardiovascular y no se somete a seguimiento médico.

¿Cuales son los síntomas?

“Es verdad que, ante un infarto, la mujer puede experimentar síntomas diferentes o adicionales a los del hombre (en la ilustración de la derecha puedes ver los síntomas más comunes por sexos). En ellos, la sensación del dolor cardiaco es más opresiva; sin embargo, en ellas, puede manifestarse como un malestar. A veces, incluso, no existe dolor y solo se padece una falta de aire, náuseas o mareos. En ocasiones, puede aparecer cansancio o debilidad y por eso es más difícil identificar los síntomas y acudir al médico”, explica la dra. Fernández-Friera.

Según esta experta, una posible teoría que explica la diferente sintomatología femenina y masculina del infarto sería que la enfermedad coronaria en las mujeres a menudo afecta a los pequeños vasos del corazón en vez de a las arterias principales del mismo, como lo suele hacer en los hombres. Por lo tanto, las señales de alerta a las que hay que prestar atención de manera inmediata son:

-Dolor o presión en el pecho que puede durar unos minutos, o bien desaparecer y volver a aparecer más tarde. Las mujeres sienten también la típica presión en el pecho, pero puede tratarse de un dolor más inespecífico, que se extiende hasta la mandíbula, el cuello, los brazos y la espalda, y estar acompañado de otros síntomas.
-Náuseas, vómitos, sudoración… Es el motivo por el que en muchas ocasiones se confunde un infarto con problemas estomacales.
-Falta de aire y dificultad para respirar en reposo.
-Malestar. En muchas ocasiones puede aparecer cansancio o debilidad y por eso es más difícil identificar los síntomas y acudir al médico.

Qué hay que hacer si estás en peligro

Si, por los síntomas descritos, crees que puedes estar sufriendo un infarto, lo más importante es que sigas esta guía:

1. Llama inmediatamente al 112. El factor tiempo es fundamental para evitar consecuencias permanentes o fatales.
2. Avisa, si es posible, a alguien que te acompañe y permanece tumbada, en reposo y sin realizar ningún esfuerzo.
3. Indica al personal de emergencias que crees estar sufriendo un infarto y sigue sus indicaciones.
4. Insiste en que crees que se trata de un infarto, si piensas que no te están tomando en serio. Del mismo modo que muchas mujeres no relacionan sus síntomas con un problema del corazón, puede que el personal médico tampoco piense en esta posibilidad y con frecuencia achaca la sintomatología a la ansiedad (sobre todo en el caso de mujeres jóvenes). La clave está en conocer e identificar los síntomas para actuar rápidamente.

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sábado, octubre 26

¿Cómo empezó y acabó el incesto entre reyes?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 7 de abril de 2019)

La endogamia ya fue practicada por familias reales del Egipto milenario, sobre todo durante la etapa ptolemaica, cuando era habitual que se acordaran matrimonios entre hermanos y entre padres e hijas a fin conservar la ‘pureza’ de la sangre real y reforzar la línea de sucesión.

Un ejemplo de esta costumbre fue la reina Cleopatra VII, que se casó con dos de sus hermanos, aunque la rompió al ordenar asesinarlos para nombrar corregente al hijo que tuvo con Julio César.
 
La evidencia de los matrimonios consanguíneos entre dinastías reales en otras partes del mundo se puede encontrar desde la Edad de Bronce. A finales del siglo VIII, Carlomagno tuvo cuatro esposas oficiales y un amplio número de concubinas. Con frecuencia, la hermana, la prima o la sobrina de una concubina se unían al harén, según cuentan Philippe Ariés y George Duby en Historia de la vida privada. Fue preciso aguardar al concilio de Maguncia, en 814, para que las ‘coyundas impuras’ comenzaran a desaparecer, aunque siguieron practicándose a escondidas. Siglos después,
Gabor I Báthory cometió incesto con su hermana Anna, con la que tuvo dos hijos. Aunque la justicia no actuó contra el rey de Transilvania, una turba descontrolada lo asesinó en 1613.

Aunque el incesto estaba prohibido en la antigua Roma, algunos emperadores, como Nerón, Calígula o Domiciano, mantuvieron relaciones íntimas con sobrinas y hermanas.

Las dinastías reales incas y las de Hawái practicaron la consanguinidad como estrategia para el mantenimiento del poder, llegando incluso a considerarse como un rito sagrado.

En los siglos XVII y XVIII, los habitantes de las zonas rurales vigilaban las relaciones sexuales de sus vecinos y las castigaban con cencerradas si los pillaban cometiendo incesto. Pero aquella implacable censura popular jamás alcanzó a los poderosos ni a las monarquías.

«Las dinastías reales europeas de la Edad Moderna son verdaderos laboratorios de consanguinidad humana», dice el genetista Francisco Ceballos. Las Coronas europeas buscaron alianzas políticas y acuerdos económicos a través de matrimonios consanguíneos, siendo los Habsburgo los que practicaron mayor número de incestos. Los cruces entre sí fueron tan frecuentes que el inestable príncipe don Carlos, hijo de Felipe II y María Manuela de Portugal (primos hermanos por parte de madre y padre), tuviera cuatro bisabuelos en vez de ocho.

La endogamia en las monarquías europeas se puede rastrear hasta la Primera Guerra Mundial, cuando dejó de practicarse. Una muestra de la tendencia de las casas reales actuales a renovar su sangre es el matrimonio de Carlos de Gales con Diana Spencer o el de Felipe VI con Letizia Ortiz.

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viernes, octubre 25

Seis sabios con suerte: avances que fueron fruto de la casualidad

(Un texto de Daniel Méndez en el XLSemanal del 18 de junio de 2017)

Schönbein sólo quería secar su cocina; Fleming, desinfectar sus probetas y Dalton, saber qué le ocurría a sus ojos. Pero el resultado fue distinto de lo que esperaban. El alemán descubrió la nitrocelulosa, y los ingleses, la penicilina y el daltonismo. Pero todo fue fruto del azar.

La historia de la ciencia está llena de inesperados episodios en los que las investigaciones adoptan un camino sorprendente. Son golpes de suerte de los cuales han surgido algunos de los grandes descubrimientos que han cambiado nuestra vida.

Wilhelm Conrad Röntgen y los rayos X

A finales del siglo XIX, tras descubrirse las radiaciones electromagnéticas, muchos investigadores comenzaron a bucear en sus recovecos. Al alemán Röntgen las que le interesaban eran las catódicas. En su laboratorio, en una oscuridad absoluta, estudiaba sus características y su trayectoria en el vacío.

Un día vio, por un momento, una luz que parpadeaba en la pared. «Imposible», pensó. Tras comprobar que no había resquicio alguno en la habitación, dedujo que el haz provenía de su experimento: un rayo de luz invisible había rebotado en el interior del tubo con el que trabajaba y se había reflejado en una tarjeta de material fosforescente. Pero la sorpresa aún estaba por llegar.

Comprobó qué ocurría si colocaba un naipe en la trayectoria del rayo. Nada. Probó con la baraja. Tampoco. Entonces cogió una lámina de plomo. Y esta vez sí ocurrió algo: a través de ella podía ver los huesos de la mano de su mujer, que aguantó horrorizada las sesiones de Rayos X a las que le sometió las semanas siguientes. Por el descubrimiento de estas radiaciones recibió el premio Nobel de Física en 1901.

John Dalton y el daltonismo: el hombre que veía flores azules

Las contribuciones a la ciencia de este químico y físico británico fueron múltiples (Fue el primero en calcular las masas atómicas de los elementos, por ejemplo). Sin embargo, su apellido ha pasado a la historia para definir un defecto visual que él mismo tenía. En 1792 se percató de que algo anómalo ocurría con su percepción del color: un geranio que durante un día había visto de color celeste (era rosa) le pareció rojo a la luz de las velas. Para averiguar qué había pasado, convocó a unos amigos y, como Dalton esperaba, todos afirmaron que el tono de las flores no variaba. Todos menos uno, su hermano. En aquel momento se convenció de que algo fallaba en su vista y de que, fuera lo que fuera, se trataba de un mal congénito. 

Para explicarlo, estableció la teoría de que su humor vítreo (la sustancia gelatinosa que deja pasar la luz a la retina) era de color azul y ejercía como filtro que deformaba los colores. Entonces decidió legar su cuerpo a la ciencia para que su ayudante diseccionara sus ojos a su muerte y comprobase si estaba en lo cierto. Dalton murió en 1844 y Joseph Ransome siguió sus instrucciones, pero no halló nada anormal. En 1995, un grupo de fisiólogos de Cambridge rescató esos ojos para establecer el diagnóstico definitivo: Dalton era deutérope, lo que le impedía procesar correctamente las longitudes de onda intermedia y percibir correctamente el rojo y el verde. En dos palabras: era daltónico.

Henri Becquerel y la radioactividad: la culpa fue de un día nublado

Sólo un año después de que Röntgen hallara sus rayos X, Henri Becquerel ya jugaba con ellos en su laboratorio de París. Uno de sus experimentos consistió en poner una cruz de cobre sobre una placa fotográfica y cubrirlo todo con papel negro y un cristal fosforescente compuesto de uranio. El objetivo era repetir el hallazgo de Röntgen, pero a la inversa. Si él había descubierto los rayos X al producirse un rayo secundario de la luz invisible, Becquerel quería investigar las cualidades de una radiación secundaria de la luz visible como el sol. Para ello necesitaba someter su experimento a la radiación solar. Pero esos días París amaneció cubierto, de modo que el científico guardó su experimento en un cajón. A los pocos días, cansado de esperar, decidió revelar la placa fotográfica para ver qué había ocurrido.

Contra todo pronóstico, la cruz de cobre había dejado su huella en el papel fotográfico con tanta intensidad como si se hubiese expuesto a la luz solar. Becquerel pensó que las responsables debían de ser las radiaciones del uranio. Para comprobarlo, se puso a investigar con otros compuestos de este mineral, hasta que dio, en 1896, con uno que multiplicaba sus efectos: la petchblenda. Todo quedó aquí, pero, sin saberlo, Becquerel había hallado la radiactividad, la fuente de energía conocida más potente, que fue bautizada así en 1898 por el matrimonio Curie. 

Su trabajo sobre la radioactividad le hizo ganar el Nobel de Física en 1903. Lo compartió con Pierre y Marie Curie.

Willard Libby y el carbono 14: ¿Datar un pingüino? al horno con él


Chicago. Años 50. Sala de reuniones de laboratorio Koshlad. Un grupo de investigadores discute sobre el problema que les plantea Willard Libby y que necesita resolver para demostrar la validez de su teoría de la datación por medio del carbono 14. Para comprobar que efectivamente puede averiguar a qué época se remonta cualquier resto, necesita comparar los datos con muestras modernas de composición de carbono. La frustrante lluvia de ideas de esa reunión se centra en un pingüino traído de la Antártida para las investigaciones de Libby, al que necesitan extraer muestras de carbono. Pero ¿cómo?

La reunión no ofrece resultados, pero, una vez en casa, su mujer le da la solución: si lo asa al horno y recoge la grasa que el animal suelte, podrá oxidarla posteriormente para obtener de ella el ansiado CO2. Así fue como el asado de pingüino de Libby, que nadie probó nunca, entró a formar parte en el desarrollo de la técnica que ha revolucionado la arqueología. 

El método de datación con el isótopo radioativo carbono 14 hizo que Libby ganase el Nobel de Química en 1960.

C. Schönbein y la nitrocelulosa: estaba en casa y organizó la gorda

La cocina doméstica se ha visto mezclada en más de una ocasión con los avances científicos. El químico alemán Christian Schönbein nunca tenía suficiente con los estrictos horarios de los laboratorios de la Universidad de Basilea (Suiza), que cerraban a la hora del almuerzo. Por eso era frecuente que durante esas horas de comida continuase con las investigaciones en su domicilio. Corría el año 1846, y un matraz que contenía una mezcla de ácido sulfúrico y nítrico se rompió. La corrosiva combinación cayó sobre la encimera de su cocina y Schönbein se apresuró a recoger el líquido utilizando un delantal de algodón.

Aún no era consciente de ello, pero acababa de mezclar los ácidos sulfúrico y nítrico con la celulosa del algodón, los tres ingredientes de la nitrocelulosa, un poderoso explosivo. Pero bien pronto se dio cuenta del poder de la mezcla. Una vez absorbida la sustancia, aclaró el delantal con agua y lo puso a secar sobre la estufa. Al poco tiempo hubo un fuerte estallido, sin nada de humo, y cuando se acercó a ver qué había ocurrido, el delantal había desaparecido por completo. Había desarrollado un potente explosivo que también se conoce como algodón pólvora. Treinta años después del hallazgo, el sueco Alfred Nobel, famoso hoy por los premios que llevan su apellido, patentó un derivado del explosivo descubierto por Schönbein: la dinamita. 

Además de nitrocelulosa, Shönbein descubrió el ozono (O2), que forma la capa protectora de la Tierra.


Alexander Fleming y la penicilina: esos tubos olvidados llenos de moho

Fleming no se caraterizaba por su pulcritud en el laboratorio. Afortunadamente, porque gracias a ello realizó sus dos grandes descubrimientos: la lisozima, un antiséptico presente en las lágrimas, y la penicilina, la base de la mayoría de los antibióticos actuales. El británico conservaba sus cultivos sobre su mesa hasta que la invasión de tubos no le permitía seguir investigando. Sólo entonces se deshacía de ellos. Pero antes los estudiaba para ver si se había producido algún fenómeno digno de atención.

El de consecuencias más relebantes ocurrió en 1928, cuando investigaba las bacterias estafilococos y uno de los cultivos se contaminó de forma accidental por un hongo que posteriormente fue identificado como Penicillium rubrum. su meticulosidad lo llevó a observar el comportamiento del cultivo y comprobó que alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafiococos se habían vuelto transparentes, lo que interpretó correctamente como efecto de una sustancia antibacteriana segregada por el hongo. Una vez aislado, Fleming lo probó con una amplia gama de bacterias y observó que muchas resultaban destruidas. Así fue como, por casualidad, realizó el hallazgo médico más relevante del siglo XX.

En 1938 compartió el Nobel de Medicina con Howard Florey y Ernst Chain, pero no se creía merecedor de él.

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jueves, octubre 24

TEC (terapia electroconvulsiva), un poco de historia

(Extraído de un texto de Bernhard Albrecht en el XLSemanal del 7 de abril de 2019)

[...]¿Y de dónde surgió la idea de tratar a los pacientes con descargas eléctricas?

La TEC se inventó en 1938, cuando todavía no había psicofármacos y la psicoterapia estaba en pañales. En aquella época se probaba de todo a la hora de tratar a los enfermos mentales. Por ejemplo, se les inducían comas con insulina, no pocas veces con resultados fatales, o se les inyectaban patógenos de la malaria en lo que se llamaba ‘terapia de fiebre’.

Los psiquiatras llegaron a la idea de usar los shocks eléctricos al observar que algunos esquizofrénicos que también sufrían epilepsia parecían tener mayor claridad mental después de sufrir un ataque. Por tanto, el psiquiatra italiano Ugo Cerletti pensó en provocar esas convulsiones mediante electroshocks. Empezó ensayando con cerdos en un matadero romano.

El primer paciente de TEC fue un ingeniero de Milán al que se había encontrado deambulando por la estación de la ciudad. Repetía un galimatías sin sentido, tenía alucinaciones y creía que alguien lo controlaba telepáticamente. Tras el primer tratamiento «se volvió hacia nosotros con una sonrisa, como si se preguntara qué estaba pasando, qué queríamos de él», recordó Cerletti tiempo después. Al cabo de once sesiones ya estaba mucho mejor; volvió a trabajar. Por lo tanto, la idea no era ‘castigar’ a los pacientes, sino hacer lo que la medicina científica siempre hace: observación clínica, elaboración de conclusiones, ensayos con animales y primeras pruebas con seres humanos.

Pero el mundo especializado se mostró dividido ante la nueva técnica. «A diferencia de lo que hoy cabría suponer, entre los más escépticos figuraban muchos médicos alemanes próximos a la ideología nazi», afirma la historiadora de la medicina Lara Rzesnitzek, de la Clínica de la Charité de Berlín. Para los ideólogos fascistas, muchos de los trastornos psíquicos no eran sino enfermedades hereditarias que había que «erradicar» mediante la esterilización forzada de los afectados. Y, obviamente, que hubiera terapias eficaces para su tratamiento cuestionaba esa concepción, de ahí el rechazo.

Tras la Segunda Guerra Mundial arrancó un capítulo especialmente vergonzoso. Hay pruebas de que los electroshocks se usaron para disciplinar a pacientes difíciles, como refleja Alguien voló sobre el nido del cuco.

En la actualidad, la utilidad de la TEC está reconocida en España, Alemania, los países escandinavos, Gran Bretaña y Estados Unidos. Por lo general, el éxito de esta terapia solo se mantiene en el tiempo si a las cuatro semanas de tratamiento ambulatorio se añade una terapia de mantenimiento, con fármacos y nuevas sesiones de TEC. En torno a la mitad de los pacientes que siguen este esquema presenta una mejoría prolongada, según los estudios sobre la materia.[...]

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miércoles, octubre 23

Anton Leeuwenhoek, el comerciante que descubrió los espermatozoides

(Un texto de María Corisco en el XLSemanal del 7 de abril de 2019)

Se le ocurrió mirar con lupa su semen y se quedó perplejo al comprobar que había allí unos animalillos alargados atropellándose. Anton Leeuwenhoek, un comerciante holandés del siglo XVII, es el padre de la microbiología. El Instituto Smithsonian le rinde tributo.

Año 1677,  en un abrrio burgués de Delft, en Holanda Allí encontramos la casa de Anton Leeuwenhoek –un próspero comerciante de paños– y, dentro de ella, su alcoba, en la que acaba de yacer con su esposa. Al terminar el acto sexual, Leeuwenhoek recoge una muestra de semen y se apresura a mirarla bajo el microscopio que él mismo ha inventado. Y queda fascinado: en el fluido aparecen millones de ‘animálculos’, pequeños seres transparentes, provistos de una enorme cola, que se mueven de un modo similar al de serpientes o anguilas en el agua. Este mercader sin formación científica de ningún tipo acaba de descubrir los espermatozoides.

Su hallazgo no pasa inadvertido: desde hace tiempo, Leeuwenhoek se cartea con la Royal Society of London, a la que expone sus múltiples hallazgos y la vida diminuta y atropellada que se oculta en los rincones más diversos: en una gota de agua, en la leche, en un pelo del bigote o en un pedazo de carne.

Por eso, tras el descubrimiento de las criaturas seminales, escribe una carta a los sesudos científicos londinenses. Esa carta, titulada Natis e semine genitali animalculis, fechada en noviembre de 1677, contiene la primera descripción, tan detallada como naíf, de la célula masculina por excelencia.

Anton Leeuwenhoek se dedicaba al comercio de telas, si bien «tenía una obsesión: tallar y pulir lentes de cristal y montarlas sobre una placa de metal. Le sirvieron para calibrar la calidad de los tejidos que compraba, calidad que dependía del número de hilos y de cómo estaban entretejidos. Hasta que un día decidió observar una gotita de agua. Y descubrió un universo plagado de todo tipo de criaturas.

A partir de ahí comenzó a poner bajo sus lupas todo cuanto llegaba a sus manos», cuenta Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra y admirador del holandés, a quien describe como «un hombre solitario, un poco avinagrado, un tipo raro».

La curiosidad se volvió obsesión y fue así como se convirtió en la primera persona en descubrir el universo microbiano, las bacterias, los protozoos. Es curioso que un tipo sin estudios sea considerado el padre de la microbiología. «Es todo un referente –continúa López-Goñi, quien dedica a Leeuwenhoek el primer capítulo de su libro Microbiota. Los microbios de tu organismo–. Fue el primero en describir la ubicuidad, pequeñez y diversidad de los microorganismos». También el Instituto Smithsonian le dedica un amplio artículo que le rinde tributo.

Tres años después de su primera visión amplificada de la gota de agua, llegaría una nueva obsesión que llevó a Leeuwenhoek a la extenuación y casi le hizo perder la cabeza: el mundo de los espermatozoides. Todo comenzó cuando Johan Ham, un estudiante de Medicina, acudió a él con una muestra de exudado obtenida del semen de un paciente con gonorrea. El joven le explicó que había observado unas criaturas de larga cola que se movían, y sospechaba que pudieran ser fruto de la enfermedad. Y no tuvo que decir mucho más: a partir de ese momento, Leeuwenhoek comenzó a examinar el semen propio y el ajeno, incluido el de animales como perros, conejos y hasta caballos.

El pañero holandés contrató a un ilustrador para plasmar lo que iba descubriendo en sus observaciones y mostrarlo a la Royal Society.

Una cosa es escribir a la Royal Society of London y describir las criaturillas halladas en la pata de una pulga y otra muy diferente, hablarles de su propio semen… ¿Lo considerarían una indecencia? Estas tribulaciones se ponen de manifiesto en el escrito que acompañaba a su descripción de los ‘animálculos’ y que dirigió a lord Brouncker, presidente de la sociedad: «Si Su Señoría considerara que estas observaciones pueden disgustar o escandalizar a sus eminencias, le ruego encarecidamente a Su Señoría que las considere un asunto privado y las publique o las destruya según su buen entender». Más aún: en esta ocasión, y probablemente por pudor, las ‘observaciones’ iban escritas en latín, una lengua que Leeuwenhoek no dominaba. Sus escritos sobre espermatozoides permanecerían a buen recaudo durante dos décadas, hasta que hacia 1800, y convenientemente censurados, la Royal Society decidió publicarlos.

La lectura de aquella carta con la primera descripción de los espermatozoides resulta enternecedora: «Inmediatamente tras la eyaculación he visto tan gran número… Creo que un millón de ellos no igualarían en tamaño a un grano de arena. Estaban provistos de una cola delgada, unas cinco o seis veces más largas que el cuerpo, y eran muy transparentes».

Tal y como refiere la historiadora Laura J. Snyder en su libro El ojo del observador. Johannes Vermeer, Antonio van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada (Acantilado), «Leeuwenhoek se dio cuenta de que aquellos pequeños animales estaban presentes en el fluido seminal de todos los hombres».

Se reavivó así la teoría de la generación espontánea y se inició un apasionado debate en torno a la reproducción humana. Frente al ovulismo, corriente que sostenía que en el óvulo se originaba el embrión y que el esperma le aportaría alimento, surgió la teoría opuesta, el espermismo, en la que el espermatozoide contendría a un ser humano en miniatura y el óvulo solo aportaría nutrientes. Esta era la teoría defendida por Leeuwenhoek.

Los años siguientes fueron una locura colectiva, con científicos afanados en hallar hombrecillos agazapados en el interior de los espermatozoides. Hubo incluso quienes aseguraron haberlos encontrado, lo que sacaba de sus casillas a Leeuwenhoek, quien, pese a entregarse en cuerpo y alma a la misión –y llegar incluso a intentar ‘despellejar’ un espermatozoide para descubrir al homúnculo de su interior–, jamás fue capaz de descubrirlos. Hasta su muerte siguió convencido de que en el espermatozoide, y solo en él, estaba la esencia de la reproducción.

MIRAR CON LUPA
Lo primero que Anton Leeuwenhoek puso bajo una lupa fueron las telas con las que comerciaba. Luego se le ocurrió mirar una gota de agua y después colocó lupas y lentes sobre sangre y semen (suyos y de varios animales), su sarro dental, patas de ranas, pelos de oso, escamas de peces, el gusano del vinagre o los piojos que se resistía a retirar de su cuerpo para poder estudiarlos.

Oculista genial
Aprendió por su cuenta a pulir y soplar el vidrio y fabricó más de 500 lentes. Algunas de sus lupas y microscopios lograban aumentos de hasta 200 veces. Leeuwenhoek fabricó el microscopio más avanzado del siglo XVII. No explicó cómo lo creó. Se tardaron décadas en mejorar sus lentes.

Curiosidad infinita
Su curiosidad lo abarcaba casi todo. Analizó abejas, larvas de mosquitos, la estructura de las hojas y la madera de varios árboles, plumas de aves e incluso la pólvora antes y después de su combustión.

Visita de reyes
A Anton Leeuwenhoek le costó obtener reconocimiento, pero lo consiguió. Sus observaciones interesaron a María II de Inglaterra, Federico I de Prusia o el zar Pedro el Grande, a quien mostró la circulación sanguínea de una anguila.

El pañero holandés alcanzó fama por sus descubrimientos en óptica, fisiología y biología. En Arcana naturae, publicado en 1695, se recogen varias de las cartas y los escritos de Leeuwenhoek.

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martes, octubre 22

¿Descubrieron América los chinos en 1421?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 31 de marzo de 2019)

Cristóbal Colón sabía que había tierra al otro lado del Atlántico, aunque él creía que era parte del continente asiático. Pero, ¿de dónde sacó el genovés esta información?

Es probable que el genovés hubiera obtenido también información precisa sobre los vientos alisios, que facilitan la llegada a las costas americanas. Y si sabía todo eso era porque lo había visto en algunos documentos y mapas.

¿Quiénes confeccionaron esas cartas náuticas? Gavin Menzies, excomandante de la Armada británica, asegura que los autores de esos mapas fueron marinos chinos, que descubrieron América setenta años antes que Colón. Aquella privilegiada información llegó a manos de cartógrafos italianos y luego al navegante genovés. Eso es lo que asegura Menzies en su controvertido libro 1421, el año en que China descubrió el mundo.

Cuenta Menzies que el promotor de aquella proeza fue el emperador Yongle, quien además de ordenar la construcción de la Ciudad Prohibida convirtió China en la mayor potencia marítima de la época, con una impresionante flota de juncos al mando de Zheng He, un eunuco musulmán de dos metros de altura. Cuatro de los almirantes a su mando, Yang Qing, Zhou Man, Hong Bao y Zhou Wen, exploraron el sudeste asiático y descubrieron Australia, América y la Antártida.  La poderosa flota imperial estaba compuesta por miles de barcos militares, dotados con armas de fuego y cañones. Gracias a aquel poder naval, China puso en pie un imperio comercial en el sudeste asiático.

El 5 de marzo de 1421, una flota china comandada por Zheng He y compuesta por unos 200 navíos de 150 metros de eslora puso rumbo hacia el sur. Pasado un tiempo, Zheng regresó a China y los otros almirantes siguieron su periplo. Una parte de la flota llegó a Chile, Perú, Guatemala, México y California y otra siguió la costa este de América, desde el Caribe hasta la bahía de Massachusetts.

¿Por qué no aprovecharon esa ventaja para colonizar los nuevos territorios? Menzies afirma que, cuando los supervivientes de las flotas regresaron en 1423, descubrieron que China había cambiado. Había sufrido una gran crisis económica que afectó a la salud de Yongle. A partir de entonces ya no habría más viajes de intercambio comercial y de descubrimientos. China entraba en su larga noche de aislamiento del mundo exterior.

Los barcos fueron desguazados; los almirantes fueron destituidos; y los mapas, las cartas náuticas y los documentos que registraban aquellas hazañas de las flotas chinas fueron destruidos por orden de los mandarines. Los grandes logros del emperador se ignoraron y con el tiempo se olvidaron.

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lunes, octubre 21

La vanidad acabó con la caballería

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 31 de marzo de 2019)

Elegancia, honor, arrojo y caballerosidad han marcado, para bien y mal, a este cuerpo militar. Un nuevo libro lo explica.

Los penachos, las casacas de botonaduras doradas y los pantalones muy ajustados les entorpecían. Pero, «ante la disyuntiva de parecer más atractivos o ir más cómodos, el cuerpo de caballería ha preferido la primera opción». Lo dice Stefano Malatesta, autor de La vanidad de la caballería (Gatopardo Ediciones), donde recorre episodios históricos protagonizados por este cuerpo militar ligado desde antiguo a la aristocracia, el honor, la valentía y la elegancia.

Cuenta, por ejemplo, que durante el imperio de María Teresa para los austriacos «la elegancia del Ejército era inversamente proporcional a las victorias» (iban vestidos de blanco, muy visibles para el enemigo). En el siglo XVIII, la caballería ligera vivió esplendores legendarios con unidades míticas como los prusianos de la batalla de Rossbach, en 1757. Pero la ametralladora, a finales del siglo XIX, convirtió las cargas de caballería en una locura suicida. Lo comprobaron los lanceros polacos de la Brigada Pomerania aplastados por la infantería alemana en la Segunda Guerra Mundial y, antes que ellos, los británicos del 11.º de Húsares que se lanzaron contra los cañones rusos en Crimea, en 1854.

La caballerosidad ha sido otra de las perdiciones de este cuerpo militar. Cuenta Malatesta que en la Guerra de los Siete Años un capitán francés, en un gesto de fair play, le dijo a su oponente inglés: «Por favor, disparen ustedes primero». Y lo mataron.

BATALLAS AL GALOPE

Fumando en pipa
La victoria de los prusianos frente a Francia y el Sacro Imperio Germánico en la batalla de Rossbach, en 1757, es mítica. Las tropas francoimperiales duplicaban a las prusianas. El remate fue el ataque de la caballería. El prusiano Friedrich von Seydlitz hizo formar dos filas de 200 jinetes alineados. Se puso al frente. Sacó su pipa de marfil. Cuando terminó de fumarla, dio la orden de ataque y espoleó a su caballo. Los franceses creían que se les venía encima un alud.

Un gran disparate
El vanidoso lord Cardigan (que dio nombre a un tipo de suéter) encabezó la carga de la caballería británica contra los cañones rusos en la batalla de Balaclava, en Crimea, en 1854. La batalla es famosa por esa carga, conocida como ‘la cabalgada del infierno’. Un ataque mal planificado y un malentendido en las órdenes la dejaron completamente expuesta al fuego cruzado y fue casi aniquilada. Cardigan sobrevivió.

Una derrota de leyenda
George Armstrong Custer tenía un envidiable historial de victorias subido a su caballo, pero pasó a la historia por una derrota: la batalla de Little Big Horn, que tuvo lugar en 1876 y supuso el fin del Séptimo de Caballería y del propio Custer. Cayó frente a 9000 indios liderados por Caballo Loco y Toro Sentado.

Las últimas cargas
En la Segunda Guerra Mundial, todavía se emplearon unidades de caballería. Las más famosas, la de los lanceros polacos, llamada Brigada Pomerania, que fue aplastada por los Panzer nazis. La última carga de caballería en la guerra la realizó el Regimiento Saboya, en Rusia, en 1942.

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domingo, octubre 20

Cuando un amigo se va

Un poema/canción de Facundo Cabral, cantante, escritor y filósofo argentino.

Cuando un amigo se va
Queda un espacio vació
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo
Cuando un amigo se va
Queda un tizón encendido
Que no se puede apagar
Ni con las aguas de un rió
Cuando un amigo se va
Una estrella se ha perdido
La que ilumina el lugar
Donde hay un niño dormido
Cuando un amigo se va
Se detienen los caminos
Y se empieza a revelar
El duende manso del vino
Cuando un amigo se va
Galopando su destino
Empieza el alma a vibrar
Por que se llena de frió
Cuando un amigo se va
Queda un terreno baldío
Que quiere el tiempo llenar
Con las piedras del astillo
Cuando un amigo se va
Se queda un árbol caído
Que ya no vuelve a brotar
Por que el viento ha vencido
Cuando un amigo se va
Queda un espacio vació
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo

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sábado, octubre 19

'Mulesing', el grito de los corderos

(Un texto de Simone Salden en el XLSemanal del 24 de marzo de 2019)

La lana de merino es un producto natural confortable y exquisito. Pero pocos consumidores saben lo que millones de ovejas sufren por culpa de sus jerséis y ropa deportiva ultraligera. Y las marcas tampoco hacen mucho por poner fin a los padecimientos de estos animales.

Hay materiales que la naturaleza ha hecho tan perfectos que el ser humano no es capaz de diseñar nada mejor. La lana es uno de ellos. Calienta y refrigera, no coge mucha suciedad, disipa el sudor y no arde con facilidad. Y si se trata de lana de merino es, además, confortablemente suave.

La lana de merino disfruta, por así decirlo, del rizo perfecto. Sus fibras tienen un grosor de entre 16,5 y 24 micrómetros, es decir, son extremadamente finas.

Este material de lujo se encuentra en trajes caros de caballero, en jerséis para el invierno y en ropa térmica, ultraligera y transpirable, para deportes y actividades al aire libre. El precio de tan codiciada materia prima se ha doblado durante los últimos cinco años, ya que la demanda supera con mucho a la oferta.

Pero, para que la gente pueda vestirse con la ropa más cómoda posible, muchos animales tienen que sufrir. El sector de la moda prefiere guardar silencio sobre este tema. Y prácticamente ningún consumidor conoce el sufrimiento al que están expuestas las ovejas.

Además, los pocos que se interesan por el origen de sus jerséis lo tienen complicado a la hora de asegurarse de que ningún animal haya sufrido a cambio de su confort personal. Las empresas que conocen al detalle su cadena de suministro se pueden contar con los dedos de una mano. Y la mayoría solo se preocupa por el problema de una forma superficial, eso si no se desentienden por completo.

El sufrimiento de las ovejas empieza en Australia, de donde procede el 88 por ciento de la lana fina de alta calidad. La isla continente es el hogar de 74 millones de ovejas merinas, una raza que, gracias a siglos de cría selectiva, presenta una cantidad especialmente elevada de pliegues en su piel y, por lo tanto, cuenta con una mayor superficie cubierta de lana. Pero la misma peculiaridad que las hace tan rentables para la industria a la vez las vuelve más vulnerables a los parásitos. Uno de ellos es la mosca Lucilia cuprina, que utiliza estos húmedos pliegues cutáneos para depositar sus huevos. Una vez eclosionan, las larvas prácticamente devoran vivos a los animales afectados.

Por ello, el 90 por ciento de las ovejas merinas australianas son sometidas a un procedimiento llamado mulesing, que consiste en cortarles a los corderos jóvenes grandes porciones de piel en la zona que rodea al ano, para eliminar los pliegues donde se acumulan restos de heces que atraen a las moscas. Esta mutilación se realiza sin anestesia. Y es un proceso muy sangriento.

A los animales se los fija a un armazón de metal, tendidos sobre la espalda y con la parte inferior del cuerpo expuesta al aire. A menudo se aprovecha la ocasión para cortarles la cola, y a los ejemplares macho se los castra. Por lo general, también sin anestesia. El que escucha los gritos de los corderos no los olvida nunca.

Para unos animales que solo tienen unas pocas semanas de vida y que pasan todo el año pastando en praderas generalmente apartadas, este momento suele ser el primer contacto con el ser humano. «Los corderos sufren terribles dolores y un estrés enorme -dice Hanna Zedlacher, de Vier Pfoten, organización animalista alemana-. Es una lana manchada de sangre». La activista, que lleva años luchando contra el mulesing, añade: «En la ganadería ovina australiana nos enfrentamos a flagrantes problemas de protección de los derechos de los animales».

En muchos países, el mulesing, llamado así por su inventor, John W. H. Mules (1876-1946), lleva años prohibido, pero los ganaderos australianos siguen aferrándose a él. «En España, esta técnica no se practica. Si aparece la miasis (la enfermedad provocada por la infestación de larvas de mosca) se trata con Ivermectina, un antiparasitario», explica Antonio Granero, secretario técnico de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino.

También hay disponibles métodos alternativos desde hace cierto tiempo, como el uso de anestesia local, que al menos les ahorra a los corderos parte del dolor y, además, acelera la curación de las heridas. Sobre todo hay variantes de la raza merina resistentes a estos peligrosos insectos. Sin embargo, muchos ganaderos se niegan a sustituir sus rebaños enteros, que a veces alcanzan las diez mil cabezas. El mulesing se justifica apelando a la tradición y a criterios económicos, algo similar a lo que ocurre con la castración de los lechones.

Pero muchas tradiciones cambian con los tiempos. De hecho, la historia de la propia oveja merina ha sido accidentada.

La merina es una raza española. Procede del cruce entre las ovejas autóctonas de la Península Ibérica y las del norte de África. Durante siglos, a través del Concejo de la Mesta, España tuvo, con sus ovejas merinas, el monopolio mundial de la lana fina. Incluso se penaba con la muerte el sacarlas del país. Solo podían saltarse esa norma los reyes. Así, las merinas llegaron a tener rango de regalo de Estado. Felipe V las regaló a sus parientes franceses.

Las cosas cambiaron a partir del siglo XVIII. Tras participar en la guerra de sucesión española, los ingleses se llevaron ovejas de nuestro país. También Napoleón se apropió de rebaños y los condujo a Francia.

Luego, en el siglo XIX los británicos transportaron las ovejas merinas a sus colonias, entre ellas, a Australia. Y hoy, en pleno siglo XXI, el país de Oceanía ha llegado a convertirse en el mayor hábitat de estos ovinos y -a un precio muy alto para estos animales- en el más potente productor de lana fina de alta calidad a nivel mundial.

En unos tiempos en los que los consumidores le prestan una atención creciente a la procedencia de los productos que compran, el hecho de que las ovejas tengan que sufrir a cambio de jerséis cómodos y suaves resulta cada vez menos aceptable. «La gente ya está sensibilizada en el tema del llamado ‘bienestar animal’, como demuestra el debate generado en torno a las gallinas enjauladas o a los abrigos de piel», dice Wencke Gwozdz, especialista en hábitos de consumo de la Universidad de Giessen en Alemania. En su opinión, las empresas tendrán que ir adaptándose a las demandas de los clientes concienciados, sobre todo de los jóvenes, que son especialmente críticos con estos temas.

Pero el problema es que a los consumidores no les resulta nada fácil averiguar cuáles son las empresas y marcas que renuncian a usar lana manchada de sangre. Así lo ha desvelado una investigación conjunta de Spiegel y Spiegel TV, durante la cual una periodista se hizo pasar por cliente y preguntó a 34 conocidas empresas de moda, desde Adidas a Zara, si ofrecían textiles libres de mulesing. Dos de ellas contestaron que no usaban lana procedente de Australia. Otras seis tenían intención de utilizar lana libre de mulesing en el futuro. Y diez confiaban en sus proveedores, que les aseguran no recurrir a este procedimiento.

Varias empresas se resistieron a dar información: cinco de ellas eludieron el fondo de la pregunta, cuatro ni siquiera contestaron. Tras una consulta formal, la explicación desde Adidas fue: «Exigimos a nuestros proveedores confirmación sobre su renuncia a las prácticas de mulesing». Otras empresas citaron sellos y certificados que demostrarían que, en el tema del mulesing, están en el bando de los buenos. Lidl, por ejemplo, explica que etiqueta «las prendas individuales conforme al Global Organic Textile Standard (GOTS), una norma que descarta el mulesing en la cría de ovejas merinas». Desde Esprit, por su parte, respondieron que desde 2017 compran exclusivamente a proveedores que cuenten con el certificado Responsible Wool Standard (RWS), sello que también prohíbe el empleo del mulesing.

Muchos consumidores quieren saber si la prenda de lana que van a comprar está ‘manchada’ con la sangre de los corderos. No es fácil averiguarlo. La industria no lo pone fácil.

Al igual que ocurre en todos los ámbitos de la industria textil global, en el caso de la lana de merino las cadenas de suministro están extremadamente ramificadas y, de forma en ocasiones consciente, son poco o nada transparentes. Por ese motivo, los consumidores suelen saber más bien poco sobre la ‘huella’ que su ropa deja en los países de procedencia: trabajo infantil, salarios de miseria, ríos contaminados y fábricas ruinosas rara vez salen en los telediarios.

El camino que sigue la lana australiana lleva desde las granjas de Tasmania hasta la Bolsa de la lana en Sídney. Desde allí, solo en torno al 11 por ciento viaja rumbo a Europa en forma de materia prima. Tres cuartas partes de la lana se procesan en China. Los números de cargamento, con los que en teoría se podría comprobar si la lana de merino procede de explotaciones que usan el mulesing, se mantienen en cada transacción, pero en muchas de las fábricas se mezclan fardos de lana cruda de distinto origen en unos lotes de producción de varias toneladas, con lo que al final el rastro se pierde.

La mayor parte de la producción mundial de lana se procesa en las hilanderías de Shanghái. Desde allí, las enormes bobinas de lana hilada van a unas plantas textiles que pueden estar, por ejemplo, en Italia o en la República Checa; a continuación, el tejido terminado se corta y cose, por lo general en Asia, y el jersey resultante, a su vez, acabará metido en un contenedor de vuelta para ser vendido en Europa.

Entre unas cosas y otras, puede haber 40 o 50 empresas diferentes implicadas en la producción de una prenda. Algunos de los proveedores se pueden permitir firmar acuerdos exclusivos de suministro con pequeños ganaderos australianos, y varios fabricantes recurren únicamente a lana de merino procedente de Nueva Zelanda o Sudamérica, donde no se practica el mulesing. «Sin embargo -reconoce Heike Hess, directora de la Asociación Internacional de Industrial Textil-, las grandes cadenas de moda tienen un problema muy serio» a la hora de adquirir lana libre de mulesing: en el mercado hay poca oferta disponible.


PRODUCCIÓN MUNDIAL DE LANA FINA MERINO EN PORCENTAJES
Australia: 88% De ella, 90% procedente de mulesing
Argentina: 4%
Sudáfrica: 4%
Nueva Zelanda: 4%


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viernes, octubre 18

Barba, el porqué de esos pelos

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 24 de marzo de 2019)

La barba ha sido símbolo de valentía, sabiduría o autoridad. Pero también la han prohibido los reyes, los ejércitos y las religiones. O la han impuesto. La historia del vello en el rostro se inmiscuye en la política, el estatus social e incluso los impuestos. Un nuevo libro ahonda en su sorprendente devenir.

Moisés, Alejandro Magno, Julio César o el zar Pedro I el Grande han determinado el que generaciones de hombres lucieran barba o estuvieran obligados a rasurarse. Moisés -a quien se representa con una barba abundante- exigía a los levitas (una de las doce tribus de Israel) que para ejercer el sacerdocio se cortaran la barba y se afeitaran el cuerpo. Figura en la Biblia, en el Levítico. Es posible que Moisés, que se crio en Egipto, se contagiara allí de la afición al rasurado.

Los faraones y los nobles lucían lustrosas cabezas afeitadas y se rasuraban enteros. Y, sin embargo, la barba era un símbolo de divinidad. Por eso, los faraones las llevaban postizas, de oro y metal, y se las ajustaban detrás de las orejas. Ellos y ellas. También las faraonas, como Hatshepsut, usaban barbas falsas.

El vello facial ha sufrido a lo largo de los siglos todo tipo de vicisitudes: se ha exigido, prohibido, esculpido, regulado… Se ha inmiscuido en la religión, en los ejércitos (en muchos se sigue prohibiendo todavía porque entorpece el cierre de las mascarillas) y en los impuestos. Ha marcado el estatus económico y social; se ha vinculado a la medicina, a la política.

Ha habido grandes personajes determinantes en la historia de la barba. Alejandro Magno, por ejemplo, fue a contracorriente en sus decisiones sobre el aspecto de sus soldados. Los obligó a afeitarse para evitar que los enemigos se pudieran agarrar de sus barbas y derribarlos en las batallas. Él tampoco la llevaba, algo extraño porque en muchas culturas antiguas el hombre barbudo ha simbolizado bravura y poder.

Era así en la antigua Mesopotamia: los sumerios, caldeos, asirios y babilonios de las élites alardeaban de sus rostros peludos. Y se los cuidaban: se rizaban las barbas con tenacillas y se hacían tirabuzones. Los persas del gran Ciro y los que vivieron después bajo Jerjes, Darío y el resto de los emperadores de la antigua Persia peinaban largas barbas rizadas. Los vikingos de Escandinavia se preocupaban tanto de las suyas que incluso colocaban navajas de afeitar en sus tumbas. se han encontrado algunas de cobre con los mangos adornados con figurillas de caballos.

También en la antigua Grecia mandaba la barba. Los dioses más poderosos de su panteón, como Zeus y Poseidón, se representaban barbudos para envolverlos de autoridad y sabiduría. Lucían vello facial los filósofos y todo el que quisiera estar a buenas con la sociedad del momento: ser barbilampiño no estaba bien visto, se consideraba un signo de afeminamiento.

Los antiguos griegos solo se afeitaban si estaban de luto. La cara lisa era una declaración de dolor. O de culpa si se vivía en la brava Esparta: a quienes se habían mostrado cobardes en el campo de batalla se les rasuraba la cara como castigo.

Así que Nabucodonosores, Ciros, Daríos, Sócrates, Odines y otros emperadores, sabios y dioses durante siglos han sido barbudos. Y, sin embargo, antes que ellos, durante la gélida Prehistoria, cuando una barba frondosa era un buen abrigo, parece que existió el afeitado. Se han encontrado pinturas rupestres datadas alrededor del año 30.000 a. C. con hombres rasurados. Se han hallado pruebas de que los rudos cavernícolas se depilaban la cara utilizando almejas a modo de pinzas y se rapaban con piezas de sílex, pedernales y conchas marinas como navajas. Sorprendente.

«Los hombres relevantes de las primeras tribus eran médicos y sacerdotes que ejercían también como peluqueros. Creían que los espíritus buenos y malos entraban al cuerpo a través del cabello y que la única manera de expulsarlos era cortándolo», cuenta el capitán Peabody Fawcett en el libro Hombres y barbas (ed. Oberón) Los hombres relevantes han marcado estilo.

El dictador romano Julio César, por ejemplo, no llevaba barba. Claro que los antiguos romanos tenían normas sociales muy distintas a las de los griegos. En los últimos años de la República romana, el primer afeitado se realizaba durante la depositio barbae, una ceremonia que marcaba la entrada en la edad adulta. A los adolescentes ya velludos se los afeitaba y recibían la toga virilis. Unos mechones de sus barbas se ofrecían a los dioses, y otros se guardaban en cajitas. Y, al contrario que en Grecia, si se estaba de luto se lucía barba: Augusto se la dejó cuando murió Julio César.

En la Roma lampiña cambió la tendencia el emperador Adriano, que se dejó barba para ocultar unas cicatrices de la cara.

Con el tiempo, los barberos acumularon tareas. En la Edad Media, también eran dentistas y cirujanos. De ahí viene su símbolo, un cilindro listado que se ponía fuera para anunciar que se realizaban sangrías.

Como en todo, la moda iba y venía. En el siglo XV triunfó el afeitado; en el XVI imperaron las barbas incluso muy largas, como la de Leonardo da Vinci; en el XVII dejaron de estar de moda, no la utilizaron Isaac Newton ni Luis de Góngora, por ejemplo, aunque sí la lucieron -pequeña, al ‘estilo mosca’- sus colegas Lope de Vega y Quevedo.

Los pelos han sido cosa importante, incluso asunto de Estado. Como el zar Pedro I el Grande quería desembrutecer Rusia y europeizarla, decretó, en 1698, que sus súbditos se afeitaran. Lo ordenó. Y luego, en 1705, estableció un impuesto sobre las barbas para animar al afeitado a quienes todavía fueran reticentes a pasarse la cuchilla.

Las caras lisas ganaron terreno como tendencia en el siglo XVIII, la época de los pelucones empolvados tan del gusto de Versalles. Aquella moda añadió otro quehacer a los barberos, el de fabricantes de pelucas.

Después, en el siglo XIX regresaron los rostros peludos. Así lucían Napoleón III de Francia, Alejandro II de Rusia o Karl Marx, Charles Dickens, Charles Darwin y otros personajes ilustres de entonces. La guerra de Crimea fue determinante en esta afición. «A los soldados británicos se les ordenó hacer crecer sus barbas durante las guerras en India y Asia para impresionar a las culturas que las respetaban o temían», se explica en Hombres y barbas. Cuando estos soldados volvieron a casa, marcaron tendencia.

En el siglo XX, las barbas se fueron. Y volvieron con los hippies. Mientras se producía el ir y venir de pelos sí, pelos no, el instrumental del barbero evolucionaba. La brocha de pelo de tejón nació en Francia en 1748; un serbio, Nikola Bizumic, ideó la maquinilla; en 1895, King Camp Gillette inventó las hojas de afeitar desechables; en 1921, Leo J Wahl patentó la maquinilla eléctrica… Y lo que vendrá.

Nota: Los barberos de la Edad Media colocaban un poste con vendas blancas y rojas para anunciar que realizaban sangrías. Luego en Estados Unidos añadieron la línea azul.

La historia de una tendencia

DIOS ANATÓLICO BARBUDO 4000-3000 a. c.
Hay figuras dedicadas a una deidad desconocida, luciendo una barba bien recortada y peinada, de Asia Menor.

OSIRIS 664-610 a. c.
En honor del dios egipcio del inframundo y la resurrección los faraones (y faraonas) se colocaban barbas postizas.

POSEIDÓN 475-470 a. c.
El dios heleno de los mares se representa barbudo, al igual que Zeus. En la antigua Grecia, la barba importaba. Se la afeitaban cuando estaban de luto. Simbolizaba autoridad y sabiduría. La llevaban los filósofos. Los griegos se las cuidaban y rizaban con unas tenacillas.

EMPERADOR ADRIANO 76-138
Los emperadores romanos (también Julio César) se afeitaban. Adriano se dejó barba para ocultar cicatrices. Cambió la moda.

YELMO DE SUTTON HOO Inicios del siglo VII
Los anglosajones llevaban barba hasta la llegada de la cristiandad, en el siglo VII. Este yelmo conserva una fina barba grabada.

LEONARDO DA VINCI 1452-1519
Durante el siglo XVI imperaron las barbas. Las llevaron grandes artistas como el Greco, Leonardo da Vinci , Rubens o Tintoretto.

ISAAC NEWTON 1643-1727
En el siglo XVII se pasó de moda: no la llevaba Newton. El zar Pedro I la prohibió en 1698 para europeizar el aspecto de los rusos.

HANS LANGSETH 1846-1927
Tras un siglo XVIII muy lampiño, el XIX volvió a ser barbudo. Este estadounidense llevó la más larga de la historia: de más de 5 metros.

ABRAHAM LINCOLN 1809-1865
El decimosexto presidente de Estados Unidos fue el primero en dejarse barba. Después Abraham Lincoln, la llevaron todos -excepto dos- hasta 1913.

VALLE-INCLÁN
A Ramón María del Valle Inclán le importaba mucho su aspecto. Se dejó barba tras un viaje a México en 1892. Le hacía sobresalir entre los escritores modernistas españoles, le añadía personalidad.

FIDEL CASTRO 1926-2016
Contó que optó por la barba por motivos prácticos. Luego, «nos dejamos la barba para preservar el simbolismo de la Revolución», dijo.

'HIPSTERS' Siglo XXI
A comienzos de 2010, la cultura hipster se afianza. Reivindica lo vintage y recupera, adaptándola, la barba de los años 60.

La barba y la fé
Los judíos jasídicos no se afeitan siguiendo la Torá. Para los sijes, el pelo es un nido de virtudes. En la Biblia -Levítico 21,5- se dice: "No rasurarán los bordes de su barba [...]". Esta premisa la siguen los rastafaris. Los amish dejan de afeitarse al casarse. No llevan bigote porque los soldados se lo dejaban.

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jueves, octubre 17

¿Fue Mesalina tan depravada y lujuriosa?

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 24 de marzo de 2019)

En uno de sus escritos, Plinio el Viejo contó el reto que lanzó Mesalina al gremio de las prostitutas de Roma para que una de ellas compitiera contra ella en satisfacer a más hombres en un solo día. Las meretrices enviaron a su mejor representante: la siciliana Escila.

El escritor romano aseguró que la prostituta tiró la toalla tras ser poseída por 25 hombres y que Mesalina siguió hasta satisfacer a 200 hombres. Hubo otros poetas y cronistas romanos que narraron la conducta disoluta de Mesalina, quien a los 15 años contrajo matrimonio con el senador Claudio, un hombre 30 años mayor que ella, tartamudo, cojo y enfermizo, y con el que tuvo dos hijos, Claudia Octavia y Tiberio Claudio Germánico, más conocido como Británico.

La vida de Mesalina cambió en el año 41 d. C. cuando Calígula fue asesinado y Claudio fue nombrado emperador. Pasó de ser esposa de un senador a ser la primera dama del imperio. La nueva emperatriz no gozaba del favor de la corte ni de los burócratas de palacio. Y sabía que su hijo Británico tendría que enfrentarse a las insidias de su rival Agripina, cuyo objetivo era acabar con Mesalina, casarse con Claudio y situar a su hijo Nerón en la sucesión al trono.

Además, sus enemigos la llamaron augusta meretrix (‘la sublime ramera’), exagerando su apetito sexual y su ambición y crueldad. Entre ellos destaca el poeta Décimo Junio Juvenal, quien criticó la conducta inmoral de ‘la prostituta imperial’, habitual de lupanares de mala muerte donde tenía reservada una cámara. «Entonces tomaba su puesto, desnuda y con sus pezones dorados, atendiendo al nombre de Lyscisca», contaba el poeta.

Es probable que algunos de los escándalos que le endosaron los cronistas romanos fueran reales. Pero la conducta de Mesalina no se puede juzgar hoy en día sin tener en cuenta cómo era Roma en el siglo I d. C., cuando la vida palaciega estaba marcada por continuas orgías, incestos, intrigas, magnicidios y por las rivalidades en el seno de la dinastía Julio-Claudia, a la que pertenecía la mujer de Claudio.

Los dos mayores errores de Mesalina fueron casarse en secreto con Cayo Silio, lo que la convirtió en bígama, y su participación activa en el intento de asesinato de Claudio. Advertido del complot, el emperador arrestó a los traidores y ordenó la ejecución de su esposa, que entonces tenía 23 años.

Borrar su memoria
Tras la ejecución de Mesalina, Claudio decretó retirar sus efigies y ordenó a sus pretorianos que lo matasen si se volvía a casar. Claudio incumplió y poco después se casó con su sobrina Agripina, madre de Nerón.

Conducta disoluta
En el siglo I d.C. se habían relajado tanto las reglas de conducta que los emperadores y sus familiares, sobre todo Calígula, mostraron un comportamiento tan disoluto que nadie se escandalizaba por nada.

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miércoles, octubre 16

Sátira

(La columna de Juan Manuel de Prada en el XLSemanal del 24 de marzo de 2019)

En diversas ocasiones nos hemos expresado a favor de limitar la llamada ‘libertad de expresión’. Y el primero y fundamental de esos límites es que exista expresión en el sentido propio de la palabra. No creemos que por ‘expresión’ pueda entenderse la mera coprolalia, tampoco la hieroclastia o aversión furiosa a lo sagrado, ni la rumia esquizofrénica, ni las ensoñaciones psicopáticas o aberrantes a ritmo de rap. Todas estas son muestras de descomposición mental que quienes vivimos de la ‘expresión’ literaria o artística deberíamos ser los primeros en denunciar, por lealtad a nuestro oficio. Otro límite de la libertad de expresión tiene que ser el objeto o finalidad hacia el que esa libertad se dirige. No creo que deba existir una libertad de expresión para injuriar o calumniar gratuitamente, ni para sembrar el odio y extender la mentira, ni para envilecer los espíritus. A la postre, los límites a la ‘libertad de expresión’ se resumen en dos: que haya auténtica expresión (y no exabrupto o vómito verbal); y que la libertad se ordene hacia un fin legítimo.

Y entre esos fines legítimos se cuenta, desde luego, la ‘censura jocosa de tipos y costumbres’, por acre y mordaz que sea. Para censurar jocosamente tipos y costumbres se creó un género literario ilustre, la sátira, que Roma encumbró hasta las más altas cotas expresivas –pensemos en los epigramas de Marcial, Catulo y tantos otros– y que en España goza de una tradición muy fecunda, con la luminaria de Quevedo a la cabeza. Durante los siglos XIX y XX muchas revistas y autores satíricos fueron injustamente perseguidos por el poder político; y en nuestra época esta conducta se repite, ante la pasividad social. En los últimos tiempos se han evacuado varias sentencias judiciales que persiguen la sátira con argumentos peregrinos e inconsistentes. Así, por ejemplo, un juez que condenó recientemente a un epigramista por lanzar sus dardos de dudoso gusto contra la diputada Irene Montero, afirmaba para justificar la condena que el epigrama en cuestión «no se trata de un texto de información, sino de expresiones de valoración de su autor sobre la demandante»; y calificaba tales expresiones como «simples expansiones desde una posición sexista y machista, gravemente peyorativas para la mujer». A un juez, además de conocimiento de las leyes, debe exigírsele una mínima formación académica; y un juez que justifica la condena a un epigramista aduciendo absurdamente que su epigrama no se trata de un «texto de información», o que incluye «expresiones de valoración», debería ser devuelto con urgencia a las aulas. Por lo demás, las expresiones machistas o sexistas pueden merecer, desde luego, reproche; pero que merezcan condena judicial se nos antoja por completo desmesurado. Lo mismo, por cierto, que confundir las chanzas contra una mujer, por burdas que sean, con expresiones gravemente peyorativas para ‘la’ mujer.

Algo parecido ocurre con una sentencia judicial reciente que obliga a una revista satírica a indemnizar a Ortega Cano, por promocionar una actuación en Cartagena con un cartel en el que el torero (oriundo de esta ciudad) aparece caracterizado como un marciano, junto a lemas surrealistas, alguno acuñado por el propio torero («Estamos tan a gustito»), otros alusivos a la rivalidad entre Murcia y Cartagena, o a los efectos perniciosos del alcohol. El cartel incluye un suave y velado recordatorio de cierta conducta del torero (considerando, sobre todo, las consecuencias luctuosas que tal conducta tuvo) que los jueces califican de «burla, humillación y ofensa» y de «vulneración del derecho al honor», ignorando que la misión de la sátira es, precisamente, censurar tipos y costumbres (aunque sea de forma tan benigna y liviana como lo hace este cartel).

Ciertamente, la sátira puede ser en manos de desaprensivos la coartada de las difamaciones más sórdidas y de los escarnios más aberrantes; pero la persecución de la sátira encubre casi siempre la persecución de un fin plenamente legítimo y aun saludable socialmente. No podemos esperar, desde luego, que las personas censuradas celebren la sátira; pero su natural enojo o desagrado no pueden erigirse en criterio para perseguir a un autor satírico. Que algunos jueces no lo entiendan así nos demuestra que Edgar Neville tenía razón cuando sostenía que el humor era la manera que tenían de entenderse entre sí las personas inteligentes. Pero una sociedad cuyos jueces criminalizan la sátira (aun la sátira más inofensiva) infunde miedo

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martes, octubre 15

¿Por qué cuesta más estudiar con poca luz?


(Un texto de Elena Sanz en el suplemento Tercer Milenio del Heraldo de Aragón del 20 de febrero de 2018)

Además de ver peor, nuestro cerebro se 'atonta' si la iluminación es escasa. A las neuronas les cuesta más mantenerse conectadas y memorizamos peor. 

Estudiar la lección o leer un informe en una habitación alumbrada con una luz demasiado tenue no es aconsejable. No lo dicen los oftalmólogos, sino los neurocientíficos. Y es que, al margen de que tengas que forzar más o menos la vista, resulta que tu cerebro se resiente si la iluminación es escasa. Incluso llega a cambiar su estructura y se 'atonta', de acuerdo con un estudio de la Universidad Estatal de Michigan (EE. UU.).

A través de una serie de experimentos con roedores, demostraron que, después de unas semanas expuestos a bombillas de baja luminosidad, el hipocampo, sede cerebral del aprendizaje y la memoria en los ratones y los humanos, pierde un 30% de su capacidad. Lo achacan a que cuando pasamos la mayor parte del tiempo con escasa luz -con una iluminación interior equivalente a la de un día nublado- caen los niveles de una sustancia del cerebro llamada factor neurotrófico derivado. Un péptido que ayuda a las neuronas del hipocampo a mantenerse activas y conectadas unas con otras. Menos conexiones implica que aprender y memorizar nos cuesta más. "En otras palabras, luces débiles producen mentes débiles, individuos más tontos", afirma Joel Soler, coautor del estudio que publica la revista científica 'Hippocampus'.

Soler y sus colegas aseguran que esta es la primera vez que se demuestra que la luz ambiental, en rangos que los humanos manejamos, puede producir cambios estructurales en la sesera. La buena noticia es que tiene arreglo: la capacidad cerebral se recupera por completo tras cuatro semanas expuestos a una luz brillante.

Tampoco para comer

La luz tenue tampoco es buena idea cuando llega la hora de comer. Un restaurante poco iluminado crea un ambiente más íntimo, no hay duda, pero a costa de hacerte ganar peso. De acuerdo con una investigación de la Universidad de Cornell (EE. UU.), si nos sentamos a la mesa en una habitación con mucha luz nuestra tendencia a consumir alimentos saludables y bajos en calorías aumenta hasta un 24%. Por el contrario, con luces tenues comemos más rápido, más fritos y más cantidad.

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