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lunes, agosto 31

Escutoide, la nueva forma geométrica de la naturaleza


(Un texto de Amado Guerrero en El Mundo del 10 de agosto de 2018)

Las células epiteliales son piezas básicas en la construcción del cuerpo humano. Suponen el elemento clave para entender cómo a partir de un diminuto embrión los tejidos de nuestro cuerpo se van extendiendo en tres dimensiones hasta modelar la piel, los vasos sanguíneos y los órganos.
A todo este proceso que permite que un organismo vivo tome forma se le conoce como morfogénesis. En las superficies totalmente planas es fácil imaginar cómo las células se agrupan de manera más o menos regular pero la naturaleza ofrece muy pocas áreas así, de manera que durante estas fases de desarrollo, las células epiteliales deben adaptarse también a espacios curvos, irregulares y flexibles.

Hasta ahora los científicos habían asumido que estas unidades celulares podían adoptar la forma de columnas, pirámides o prismas de diferentes tamaños para agruparse y formar los materiales que necesita el cuerpo. Pero un grupo de científicos españoles ha descubierto además que la naturaleza es más compleja y más eficiente; estas células pueden adoptar también una forma geométrica desconocida hasta ahora a la que han llamado escutoide, que aparece descrita en un artículo en la revista Nature Communications

"Nuestro grupo de investigación trata de entender cómo se forman los seres vivos, cómo a partir de un zigoto se establece un organismo completo con todos sus órganos funcionales", explica Luis María Escudero, investigador del departamento de Biología Celular de la Universidad de Sevilla y coautor del artículo. "Éste es un proceso muy bien regulado que se basa en que las células se van multiplicando de una forma muy ordenada, siempre la misma".

Y en este caso, el camino hacia la comprensión pasa por la Geometría. Así que, para comprender el proceso, los investigadores construyeron un modelo computerizado con la ayuda de Clara Grima y Alberto Márquez, matemáticos del mismo centro sevillano. "El modelo es fruto de un diálogo continuo con los biólogos", señala Márquez. "Ellos nos decían las propiedades que tenía que tener y nosotros proponíamos un objeto para comprobar qué propiedades podía cumplir y si éstas se daban en la naturaleza. Así fuimos ajustándolo hasta obtener uno que cumplía con todos los requisitos que se habían observado".

Finalmente, la solución que propuso el modelo es que la organización más eficiente pasaría por una nueva forma similar a un prisma alargado con cinco caras, una de las cuales parecería cortada en diagonal en uno de sus extremos. Esta nueva figura fue bautizada como escutoide (oficialmente porque se parece al tórax o scutum de algunos escarabajos; oficiosamente por el apellido de uno de sus descubridores).

Colocados en posición alterna unos sobre otros, los escutoides permiten ocupar superficies curvas. Además, según explican los científicos, sus caras pueden ser cóncavas o convexas, por lo que los escutoides pueden agruparse para llenar todo el espacio entre las dos superficies. Desde un punto de vista biológico, construir y mantener capas celulares implica un gasto de energía para un organismo, por lo que la naturaleza busca la forma más eficaz posible de hacerlo reduciendo la superficie de contacto.

Están en todas partes

Una vez conocida la forma de la pieza que estaban persiguiendo, los investigadores comenzaron a buscarla en organismos vivos y descubrieron que estaban omnipresentes en la naturaleza, pese a ser desconocidas. "La gran mayoría de los estudios anteriores de este tipo se habían realizado con análisis en dos dimensiones que pasan por alto la estructura que hemos descrito", explica Escudero, "y los estudios en 3D no eran tan detallados como el nuestro porque buscábamos algo concreto, predicho por el modelo". Así hallaron esta forma en el tejido vivo de un pez cebra y en las glándulas salivales de las moscas de la fruta. Sostienen además que los escutoides se encuentran en todo tipo de organismos, tanto en células maduras como en desarrollo. De hecho, es posible que la vida compleja en la Tierra no hubiera podido haber surgido sin ellos.

Aunque es poco probable que el término se incorpore al vocabulario popular, junto a palabras como cúbico, esférico o piramidal, el hallazgo podría suponer grandes avances en la comprensión sobre cómo se forman los tejidos vivos. Conocer con detalle la estructura de las epiteliales puede ser además fundamental para la creación de órganos mediante impresión en 3D y para la identificación de epitelios sanos a partir de su geometría, que pueden servir como patrón para detectar un crecimiento celular anómalo.

Hacia la impresión 3D de órganos humanos

El descubrimiento del escutoide, dicen los científicos, ayudará a entender cómo se forman los órganos durante el desarrollo y qué puede fallar en algunas enfermedades en las que este proceso está alterado. E incluso vislumbran la creación de tejidos y órganos artificiales en el laboratorio, un gran reto para la biología y la biomedicina. «Pensamos que la aplicación más inmediata está en el campo de la ingeniería de tejidos y órganos. Ayudará a hacer este proceso de una manera más eficiente al imitar a la naturaleza», asegura Javier Buceta, coautor e investigador de la Universidad de Lehigh, en EEUU.

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domingo, agosto 30

Zafadola, el último rey moro de Zaragoza


(Un texto de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 9 de diciembre de 2018)

Alfonso I tomó Zaragoza hace ahora nueve siglos, pero no la ganó a su rey moro, exiliado y bajo su protección, a quien dio amparo y tierras en Rueda y Borja.

El rótulo zaragozano dice, a la antigua usanza (mucho más inteligente que la moderna, muy embrutecida), "Calle Alfonso I. Rey Aragonés. En 1118 conquistó Zaragoza a los almorávides". En efecto, el belicoso Alfonso Sánchez, rey de Aragón, conquistó el reino musulmán de Zaragoza cuando ya no era reino, porque el rey había sido destronado ocho años antes y andaba en el exilio. Los almorávides, rigoristas islámicos del Magreb profundo, habían expulsado a la refinada familia yemení de Ibn Hud, de pura cepa árabe.

Pero la victoria les duró poco, por obra del contundente Alfonso, deseoso, como antes su padre Sancho y su hermano Pedro, de adquirir la totalidad del territorio que había gobernado el derrocado rey hudí y que constituía la dilatada frontera norte del islam en Europa. La capital, bien resguardada por sus murallas, cayó por etapas. El 11 de junio, Alfonso se hizo con la acastillada Aljafería, desde la que pudo controlar el Ebro por las dos orillas y cerrar el cerco a Saraqusta. Aislada de posibles refuerzos, sus gobernantes la rindieron el 11 de diciembre (el martes hará nueve siglos exactos) y convinieron en que el aragonés entrase como vencedor a los siete días. Y así fue.

No había ya rey moro en Zaragoza, pero el rey moro de Zaragoza existía, solo que huido. Los almorávides se apoyaron en zaragocíes rebeldes que los consideraban más capaces de oponerse al constante embate de los tres últimos reyes aragoneses. En pocos años, habían arrebatado a la dinastía hudí las significativas plazas de Huesca y Barbastro, con sus distritos y los almorávides, ya asentados en Valencia, quisieron asumir la lucha que elrey Abd al-Malik no sabía dirigir. Tampoco ellos supieron. El desdichado se había titulado Imad al-Dawla (‘Pilar de la dinastía’), mote copiado a su bisabuelo, el sabio y victorioso Ahmad Abu Jafar (de donde Al-jafería), llamado también al-Muqtadir billah, ‘El Poderoso por la gracia de Dios’. (Los apodos de todos los hudíes fueron muy devotos: el hijo de Ahmad fue Al-Mustain, ‘El Encomendado a Dios’, y su nieto, Al-Mutamin, ‘El que fía en Dios’).

El último hudí

El rey moro huido en 1110 murió trasterrado en 1130, rigiendo un pequeño señorío centrado en Rueda de Jalón y en Borja. Allí, con la interesada venia de Alfonso I, mantuvo su reivindicación y molestó en la medida de sus fuerzas a los almorávides, combatiendo junto al Batallador.

Su hijo también se tituló rey, pero nunca pisó la añorada Zaragoza: Abu Jafar Ahmad ibn Abd al-Malik ibn Hud, al-Mustansir billah Zay al-Dawla, motes que valen por ‘El que busca la ayuda de Dios’ y ‘Espada de la Dinastía’, respectivamente. Los cristianos convirtieron el segundo cognombre (que sonaba como ‘zaifaldaula’) en Zafadola y así se le conoció entonces y se le llama hoy. Detestaba a los almorávides. Se sometió a Alfonso VII de León, que lo invitó a su coronación imperial en 1135 y diez años después estaba buscando por su cuenta apoyos para reinar en Córdoba, Jaén, Granada y Murcia. No tuvo mala acogida y se creyó con fuerza para alzarse contra Alfonso VII, espejismo que le costó ser preso en combate, en Chinchilla de Montearagón, junto a Albacete. Tras la batalla, fue ejecutado.

La académica María Jesús Viguera recuerda que aún aparece en la historia un último hudí, descendiente del desventurado Zafadola. También cayó en batalla, en 1238, contra los almohades, la oleada de integristas africanos que sucedió a los almorávides en el dominio de Al Ándalus.

Cosas de Saraqusta

Son muchas las anécdotas que los cronistas arábigos recogen sobre el reino zaragocí. Por ejemplo, esta. Abu Bakr Yahyá al-Gazzar as-Saraqustí, escribía en árabe y también en romance, idioma de los cristianos vencidos. Enamorado de un mozo forastero, que le correspondía, pero cuya presencia le era vedada por el arraquibe o tutor del muchacho, sonaba así su verso nostálgico, que traslado fonéticamente, a partir de una transcripción de Alberto Montaner: "C’adaméi filiol alieno ed éll ad mibe /quérello de mib vetare seu arraquibe". ‘Porque amé a un chico forastero, y él a mí, me lo quiere vedar su mentor’.

Y también puede destacarse la que narró, doscientos años más tarde de estos episodios, el historiador marroquí Ibn Idari, sobre el triste final del gran al-Muqtadir, hacedor de la Aljafería. Algunos dicen que murió a causa de un perro, quizá infectado de rabia. Pero Ibn Idari describe una muerte humillante y temible, sobrevenida como castigo de Alá. En palabras del investigador libanés Afif Turk, "Dios lo afligió en su cuerpo con una enfermedad que le hizo perder la razón y la inteligencia, y murió ladrando como los perros, porque había ordenado matar a un hombre piadoso que fue a amonestarle por los muchos impuestos que ponía en su país". Hacienda siempre dando problemas a la gente.

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sábado, agosto 29

Un siglo sin la Puerta del Duque de la Victoria


(Un reportaje de C.P.B. en el Heraldo de Aragón del 20 de enero de 2019)

Se cumplen cien años del derribo del arco de la plaza de San Miguel que se levantó –con muchas prisas– en honor al general Espartero. Un mural en un medianil lo recuerda.

Entre las postales de Zaragoza de principios del siglo XX, una de las más recurrentes es la de la Puerta del Duque de la Victoria: un hermoso arco en el entorno de la plaza de San Miguel, que fue derruido en 1919.

Fue un monumento con bastante mala suerte. Cuentan que la puerta original se terminó de construir en ladrillo en junio de 1854 para celebrar la inauguración del ferrocarril de Madrid a Zaragoza, sin embargo, no aguantó mucho tiempo en pie. El Ayuntamiento la levantó a toda velocidad y sin excesivo mimo porque quería que la estrenara en una visita el entonces presidente del Consejo de Ministros, el general Baldomero Espartero, y el arco se hundió poco después de aquel desfile para chanza de los zaragozanos y los ‘foranos’. Según se relata en antiguas crónicas, del derrumbe se hizo incluso eco el periódico humorístico madrileño ‘El padre Cobos’, que comentó que el arco levantado por los zaragozanos se había abierto dos veces: "Una para dejar paso al general y otra, ¡de arriba abajo!".

Entonces surgió la iniciativa de Juan Bruil, el que fuera ministro de Hacienda zaragozano, que –disgustado por las bromas– ofreció al Consistorio costear una nueva puerta que recordase a generaciones futuras la figura del Duque de la Victoria, título que dio a Espartero tras el Abrazo de Vergara. La puerta se volvió a poner en pie cimentada con piedra de Muel y el arco se encargó a la casa inglesa Henry Crisel. Se inauguró –esta vez sin fastos– en 1861 y en las imágenes que se conservan se puede ver el hierro fundido (era rojizo) y los tres ingresos: dos laterales para peatones y uno central para el tráfico. Por cierto, la puerta daba acceso a una pequeña calle que unía San Miguel con el Coso, que aún se conserva y cuyo nombre es –como habrán adivinado– Espartero.

El continuo auge del tráfico provocó que este arco supusiera más un obstáculo que un embellecimiento y, poco a poco, fue antojándose incómodo. En 1906 el Ayuntamiento se comprometió a trasladarlo a otro lugar, cosa que finalmente no sucedió. En 1911 se suprimieron los accesos laterales y el arco central aguantó hasta 1919, cuando fue desmontado y llevado a un taller de cantería –entonces de la calle Heroísmo– donde desapareció, probablemente, camino a algún horno de fundición.

La puerta no se borró del recuerdo de los vecinos de San Miguel y desde el año 1988 un mural la recuerda en la parte trasera del número 4 de la calle de Reconquista. Es una suerte de trampantojo de 20x15 metros y que lleva la firma del arquitecto José Lanao, quien contó con la ayuda del pintor Alfonso Forcellino. El medianil también sirve para llamar la atención sobre el patrimonio y la docena de entradas que en su día tuvo la ciudad. La historia de todas ellas las relata el libro ‘Antiguas puertas de Zaragoza’ (IFC, 2013), de Raquel Cuartero y Chusé Bolea, en el que se recuerdan cómo eran las hoy desaparecidas puertas de Cinegia, del Ángel, de Sancho, de Toledo…

Un intento para salvarla de la piqueta

Corría el año 1907 y la polémica comenzaba a cocinarse a fuego lento. "La piqueta ha abierto ancha brecha", decía el cronista de HERALDO poco antes de que se derribaran las entradas laterales de la estructura. "Son muchos los que piensan que el monumento debería ser respetado, toda vez que se ha dado a la puerta el ensanche necesario para que pueda hacerse el tránsito de gentes y carruajes", continuaba el relato de hace 112 años. Este diario informaba de que muchos ciudadanos querían que se conservara, al menos, el arco central, "que tiene recuerdos gloriosos para el pueblo aragonés". Ponían de ejemplo capitales en las que se respetaron estos monumentos y se citaba la puerta de Alcalá de Madrid, que quedó circundada por el creciente tráfico.

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