Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

martes, marzo 28

El incidente de Agadir



(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 1 de julio de 2016)

Agadir, 1 de julio de 1911. La llegada de una cañonera alemana, a punto de provocar la Gran Guerra.
La matanza de 1914 fue una tragedia muy anunciada. Desde décadas atrás las dos principales potencias continentales, Francia y Alemania, mantenían una hostilidad que solo podía acabar en guerra, y que arrastraría al mundo a lo que se llamó Gran Guerra o Primera Guerra Mundial.

La germanofobia francesa era un sentimiento primario y natural, nacido de la humillación. En 1870 los prusianos habían aplastado al Ejército francés, proclamado su II Reich (Imperio) en Versalles, y se habían quedado con Alsacia y Lorena. El revanchismo estaba por tanto generalizado entre militares y políticos, a derecha e izquierda, y por supuesto en el ámbito popular.

La inquina alemana era más compleja. Alemania, a principios del siglo XX, era la nación más desarrollada y con el mejor Ejército del mundo, la más poblada de Europa Occidental, y sin embargo no disponía de un imperio colonial para expandirse, solo le habían caído unas migajas en el reparto de África. Ver que Francia, a la que habían vencido, era dueña de media África, provocaba un sentimiento de agravio. Para remediar esa frustración, desde finales del XIX, Berlín emprendió un programa naval que la convertiría en una potencia sobre los mares, y una diplomacia agresiva en Oriente Medio y África.

En 1905 tuvo lugar la I Crisis de Marruecos, cuando Guillermo II, en crucero de placer por el Mediterráneo, desembarcó en Tánger en olor de multitudes y proclamó su apoyo a la soberanía marroquí, declarando que Alemania no permitiría que Francia fuese la dueña absoluta de Marruecos. Para remediar aquella crisis, la Conferencia de Algeciras repartió en 1906 el protectorado de Marruecos entre España y Francia. Era un remedio de urgencia, pero no resolvía nada, y cinco años después sobrevino la II Crisis o Incidente de Agadir.

En 1911 Marruecos ardía en rebelión contra el sultán. En esas circunstancias, las potencias europeas intervenían en defensa de sus intereses y súbditos, era la “política de la cañonera” aceptada por todos. Alemania envió un buque de guerra, el Panther, a proteger a sus comerciantes en Agadir, el mejor puerto atlántico del protectorado, una base naval estratégica, y muchos franceses reaccionaron como si los alemanes hubieran invadido el suelo patrio. Era la excusa para la guerra que buscaban los revanchistas, y la contienda habría estallado de no ser presidente del Gobierno Joseph Caillaux.

Personaje de Proust
 Con su aspecto de dandi altanero, Joseph Marie Auguste Caillaux da la imagen tópica del vástago de las clases altas de la Belle Époque, como los que retrata Proust. Y lo es: papá ministro, colegio de jesuitas, brillante hacendista, político ganador, rico… Pero Caillaux es un republicano radical, un progresista que ha militado a favor de Dreyfus y, sobre todo, ha inventado algo que le ganará el odio eterno de la derecha, el impuesto progresivo sobre la renta. Además Caillaux es pacifista, lo que unido a que, según un cronista francés, “cultiva el arte de hacerse antipático”, le hace detestable también en el centro y la izquierda, incluidos sus compañeros de Gobierno y camaradas ideológicos Poincaré y Clemenceau, futuros presidente de la República y primer ministro durante la Gran Guerra, ambos belicistas.

Caillaux sabe que muchos miembros de su propio Gobierno quieren la guerra, de modo que puentea a su ministro de Exteriores y lleva directamente las negociaciones con Alemania. Tiene fama de excelente polemista y negociador, además de genio de las finanzas, de modo que sabe que toda negociación exige pagar un precio. Afortunadamente tiene la bolsa repleta de la moneda que ambiciona Alemania. Le ofrece al káiser una parte del Congo Francés, además de derechos para comerciar en las colonias francesas, y obtiene a cambio el reconocimiento alemán de la supremacía francesa en Marruecos.

Dándole al káiser un trozo de tarta africana, Caillaux no solo evita la guerra inminente, sino que elimina el foco de conflictos con Alemania que es Marruecos, e inicia la colaboración con el vecino país que, según él, debe substituir al revanchismo. Pero para muchos franceses se ha convertido en un repugnante traidor, y de hecho Clemenceau lo hará procesar por traición en 1918 y será condenado a tres años de prisión –aunque luego será amnistiado y rehabilitado–.

Pero antes de ese miserable ajuste de cuentas, en 1914, Caillaux está a punto de volver a ser nombrado jefe de Gobierno, solo le falta un trámite, ganar en las elecciones de abril su escaño de diputado por Mamers, como ha hecho ya cuatro veces consecutivas. En Historia no se puede especular con los contrafactuales, pero cabe hacerse ilusiones: ¿habría evitado Caillaux la Gran Guerra otra vez, como hizo en Agadir?

La derecha y los revanchistas lanzan una feroz y sucia campaña de injurias y calumnias contra Caillaux, encabezada por Le Figaro, para impedirle ser primer ministro. Sin poder soportarlo, rotos los nervios, la esposa de Caillaux, cuya fama también ha sido pisoteada por Le Figaro, asesina al director del periódico.
El escándalo da la excusa al presidente de la República, el belicista Poincaré, para no encargar a Caillaux la jefatura del Gobierno, pese a que vuelve a ganar las elecciones. Y estalla la Guerra del Catorce, aunque eso es otra historia… 

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viernes, marzo 24

Para escoger la talla de sujetador

Eminentemente práctico...

En corsetería, España sigue el tallaje francés, no el europeo. La talla del sujetador consta de una cifra un múltiplo de cinco, entre 80 y 105 y una letra (A, B, C, D y E).

Mídete el contorno del tórax donde el pecho es más voluminoso y luego, justo debajo del surco submamario. Si a esta segunda cifra le añades 15, tendrás tu talla de contorno. Por ejemplo, si este tiene 75 cm, la talla será la 90. Para calcular la copa, resta las dos medidas. Si la cifra es 15, la copa será la B. Con una variación de más o menos tres centímetros saldrán las otras letras: A (12 cm), C (18 cm), D (21 cm) y E (24 cm).

Además, el sujetador tiene que quedar cómodo y adaptarse al cuerpo. Los aros deben recoger toda la mama y los tirantes, mas o menos anchos según del tamaño del pecho, han de estar tersos para repartir el peso en los hombros.

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lunes, marzo 20

Discriminación no tan positiva: el rugby y nosotras

(La columna de Edurne Uriarte en la revista Mujer de Hoy del 7 de noviembre de 2015)

Pocas mujeres juegan al rugby aún, pero en ese deporte hay una polémica que me parece fascinante para el debate de la discriminación positiva, de las mujeres o de diferentes grupos étnicos. La he conocido mientras seguía el Mundial de Rugby de Gran Bretaña.
 
Se trata de la polémica sobre la composición racial de una de las mejores selecciones del mundo, la de Sudáfrica. Porque, en un país donde el 85% de la población es negra y con una terrible historia de discriminación detrás, apenas hay negros en la selección de rugby; solo tres de los 15 que jugaron contra Gales, por ejemplo, eran negros.

Lo que ha dado lugar, no solo a las protestas, sino también a una regla por la cual el 30% de la plantilla como mínimo debe estar compuesta de negros, es decir, a la discriminación positiva. La polémica me ha hecho pensar en que, para ser justos y coherentes, tendríamos que rehacer completamente, por ejemplo, la selección estadounidense de baloncesto, con mayoría aplastante de negros en un país donde los negros no pasan del 14% de la población.
 
También habría que asegurar mínimos de representación a los blancos en la élite de la velocidad, donde es un exotismo ver a un blanco en una final. O en la selección de fútbol de Francia, un país de amplia mayoría blanca donde los negros, sin embargo, dominan la selección nacional. Como en Sudáfrica, por otra parte, donde copan el fútbol mientras los blancos lo hacen con el rugby.

Claro que a nadie se le ha ocurrido sugerir cuotas de discriminación positiva en los deportes dominados por los negros. Y no por la historia de discriminación racial, sino porque se ha aceptado su superioridad. Por diferencias de envergadura y de constitución física y por diferencias de tradición, de afición y de práctica. Porque son los mejores, sencillamente. Y una cuota de discriminación positiva sería injusta para esos chicos negros que dominan sus equipos y que perderían su puesto por otros peores que ellos.

Y, por supuesto, el cambio reduciría las opciones de triunfo y, seguramente, la selección estadounidense de baloncesto dejaría de ser casi invencible como lo es ahora. Y he aquí la cuestión que nos da de lleno en la discriminación positiva practicada para las mujeres. Que el mecanismo es exactamente el mismo que el aplicado en deporte, en la selección sudafricana de rugby, por ejemplo. Que los resultados son discriminatorios para los sacrificados.

Y, además, que el origen de la desigualdad no es necesariamente la discriminación pasada, sino un conjunto de aptitudes y de tradiciones, ¿Que hacen a los hombres mejores en algunas actividades y a las mujeres en otras? Quizá, al menos por el momento. Lo suficiente para dudar sobre las cuotas para mujeres, tanto como para la selección sudafricana de rugby o la estadounidense de basket..

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sábado, marzo 18

Los niños de las maletas y Mr. Winton



(Un texto de Luis Algorri con una historia preciosa, publicado en la revista Tiempo del 9 de febrero de 2016)

Contra el poder del mal, a veces solo consiguen actuar héroes individuales. Ahora volvemos a necesitarlos.

[…]

[…] En un pasillo de la estación de trenes de Viena, la Westbahnhof, en medio de elegantes tiendas de ropa y perfumes caros, hay un pilar de granito. Encima hay (de nuevo en bronce) una maleta desastrada, y sobre ella está sentado un niño pobremente vestido y con gesto triste. No pasa nada más. El niño parece que está esperando algo (quizá que le vengan a buscar, quizá la salida del tren) y está solo. El autor de la obra, también de estilo realista, es el británico Flor Kent. La escultura se colocó en 2008.

En la Liverpool Street Station de Londres (otra estación de ferrocarril) hay un grupo escultórico, una vez más en bronce, de cinco críos cargados con maletas. Aquí ya no están serios: miran a un lado y a otro, sonríen como si viesen por primera vez un mundo nuevo. El artista es Frank Meisler, pero es difícil distinguir su obra de la de Kent. Hay obras parecidas en Berlín, en Holanda, en Danzig. Niños. Maletas.
El enigma se resuelve en otro andén ferroviario, el de la Hlavní Nadrazí Station de Praga. Allí hay un bronce más con cuatro figuras: una maleta enorme, una niña de aspecto agotado y un señor de mediana edad, con gafas, que lleva en brazos a otro chiquillo que parece dormido sobre su hombro. Ahí se cierra la descomunal obra de arte que contiene dentro de sí a más de media Europa, porque el señor con gafas es sir Nicholas Winton, un agente de bolsa británico que, en los años 30, cuando él era apenas un chaval, se empeñó en salvar la vida de niños judíos que –esto se sabía antes de que se tuviese noticia de Auschwitz– iban a desaparecer a manos de los nazis.

Mr. Winton lo tenía difícil. La idea era enviar a los niños a Inglaterra. Háganse cargo: los críos de pocos años tenían que cruzar solos media Europa, saltando de tren en tren con aquellas maletas zarrapastrosas. Repito: solos. Nicholas Winton los llevaba a la estación de Praga y los metía en el tren. Y era indispensable que en Londres hubiese una familia, que no les conocía de nada, dispuesta a acogerlos.
Nicholas Winton salvó así la vida de 669 críos checos, todos judíos. Lo hizo con la ayuda de un teléfono, de los cuáqueros, de los rotarios, de los masones, de los Lions, de Dios y su madre, y con una voluntad indoblegable. Cuando estalló la guerra, en septiembre de 1939, aquello se acabó: ya no era posible meter a los niños y a sus maletas en trenes. Winton no le dijo nada a nadie. Durante medio siglo no se supo aquello: era un trabajo que había que hacer, él lo hizo y se acabó, ¿de qué había que presumir?

En 1988, la esposa de Mr. Winton encontró un viejo cuaderno lleno de nombres, fotos, fechas y direcciones. Lo comprendió todo. Un día, la BBC convenció al anciano Nicholas para que acudiese, como figurante del público, a un programa tonto. La presentadora dijo: “Vera Gefen, ¿sabes que estás sentada al lado de Nicholas Winton?”. El viejo se quedó helado cuando aquella señora de unos sesenta años le abrazó y le besó: “Usted me salvó la vida”, le dijo. El buen Nicholas empezó a limpiarse las lágrimas con los dedos por detrás de las gafas. Dos minutos después se pusieron en pie, a su alrededor, decenas y decenas de personas más: a todos les había salvado la vida aquel viejito tembloroso que no hacía más que sonreír y llorar rodeado de sus niños.

Quisiera que ustedes comprendiesen una cosa. Nicholas Winton combatió con éxito contra un poder infinitamente mayor que él, el del macabro Reich de Adolf Hitler. Lo consiguió. […]

[…]

Sir Nicholas Winton murió el año pasado, a los 96 años, y su callado heroísmo propició la obra de arte más grande del mundo, las estatuas del Kindertransport sembradas por Europa. […]

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martes, marzo 14

Distintas varas de medir

(Leído en un texto del XSemanal del 2 de agosto de 2015)

Esta conocida expresión tiene un origen militar. Ya en el siglo XVIII los ayuntamientos disponían de una vara con la que tallaban los mozos que debían incorporarse al ejército. La estatura mínima solía ser de 5 pies del rey (1,625 metros) y la vara tenía marcada una señal a esa altura, con lo que los mozos que no llegaban a ella resultaban exentos del servicio militar.

Con cierta frecuencia, ocurría que en determinado pueblo se disparaba un año el número de excluídos por cortos de talla, lo que motivaba una rápida visita de las autoridades provinciales a ese lugar, provistos de la 'vara patrón', que se conservaba en la capital.

Cuando se comparaba con la del pueblo, muchas veces se comprobaba que esta última había sido manipulada y que la raya que determinaba la altura salvadora se había desplazado unos centímetros, lo que había hecho que aumentase el número de mozos excluidos.

Ese es el origen de la expresión, que muestra cómo cambian las cosas según qué 'vara' se utilice.

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miércoles, marzo 8

"Fuerza a través de la alegría" - vacaciones para trabajadores arios en tiempos de Hitler

(Extraído de un artículo de José Segovia en el XLSemanal del 2 de agosto de 2015)

[...] el 2 de mayo de 1933, cuando tropas de la Sturmabteilung (SA) ocuparon y desmantelaron los sindicatos, integrando a sus miembros en el recién creado Frente Alemán del Trabajo. Este organismo puso en marcha un programa, llamado Kraft durch Freude (‘Fuerza a través de la Alegría’), para que los obreros pudieran disfrutar de unos días de vacaciones al año. Más de la mitad de los 42.000 trabajadores de Siemens en Berlín nunca habían tenido días de asueto. A lo sumo, acudían los fines de semana a los lagos y bosques que rodean la ciudad.

Vacaciones con cuotas

Fuerza a través de la Alegría fue diseñado por el Gobierno para asegurar el apoyo de gran parte de la clase obrera al régimen nazi. Se financiaba con cuotas del 1,5 por ciento del sueldo de los trabajadores y ofrecía grandes descuentos para hacer excursiones por el país y asistir al teatro o a salas de conciertos. El gigantesco balneario de Prora fue uno de los proyectos estrella del nuevo programa, que también organizaba cruceros que navegaban a España, Italia y Noruega, aunque solo el diez por ciento del pasaje era ocupado por obreros. El restante 90 por ciento pasaba a manos de miembros del partido nazi, que siempre conseguían los mejores camarotes.

Informes internos de la Gestapo revelaron que junto con esos pasajeros viajaban algunas prostitutas. Sin embargo, a pesar de esos casos de corrupción, la organización Fuerza a través de la Alegría fue todo un éxito, que llegó a convertirse en el símbolo del bienestar que prometía el nacionalsocialismo a sus trabajadores. Millones de alemanes tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus primeros días de vacaciones y de conocer Berlín y Múnich, dos de los destinos más demandados por los obreros.

Piscinas públicas

Los trabajadores que visitaban la capital alemana se reunían en la berlinesa Potsdamer Platz para sentarse en la terraza del café Josty y observar el torbellino de gentes y coches que circulaban por esa céntrica zona de la ciudad. A partir de 1936, miles de obreros que provenían de otras partes del país acudían cada día al estadio olímpico de Berlín y disfrutaban con las piscinas públicas, a las que ya no podían acceder los judíos.

Muchos se acercaban al hotel Adlon, situado en el elegante paseo Unter den Linden, donde se alojaban los famosos, como la actriz Olga Chejova o la directora de documentales Leni Riefenstahl. Aunque no podían acceder a pasar una noche en sus lujosas suites, los obreros también acudían al hotel Esplanade, con su sofisticada pista de baile en el Patio de las Palmeras, donde quizá, con un poco de suerte, podrían ver a algunos de los actores de moda del cine nazi.

Algunos de aquellos trabajadores hubieran dado el salario de un año por poder cruzar unas palabras con la bellísima actriz checa Lída Baarová, que en el verano de 1938 mantenía una aventura amorosa con Joseph Goebbels. Aquel idilio acabó bruscamente cuando Hitler ordenó a su ministro de Propaganda que abandonara a la joven eslava, dado que era de "raza inferior".

Una vez recuperado del escándalo, el todopoderoso Reichminister presionó a varias empresas para que fabricasen receptores de radio económicos para todos los alemanes. La gente ya no podría evitar escuchar a todas horas los discursos del dictador, ni siquiera en sus días de asueto. Goebbels había ordenado colocar miles de altavoces en los balnearios, calles y comercios de las ciudades alemanas. La propaganda a través del cine y la radio fue el vehículo ideal para vender un programa de vacaciones nunca visto en el país. 

Cien mil obreros viajaban cada año a la ciudad bávara de Landsberg para conocer la prisión en la que su admirado líder había escrito Mein Kampf (‘Mi lucha’) en 1924. La popularidad del Führer alcanzó nuevas cotas cuando decretó el Anschluss (‘anexión’) de Austria en marzo de 1938, lo que animó a miles de trabajadores alemanes a visitar Viena, Salzburgo y otras localidades austriacas.

En 1933, Hitler presionó al empresario Ferdinand Porsche para que diseñara un automóvil que alcanzara los 100 kilómetros por hora; no consumiera más de 7 litros cada 100 kilómetros; tuviera cinco plazas y que no costara más de mil marcos para que cualquier trabajador alemán pudiera adquirirlo. Eran exigencias casi imposibles en esa época, pero Porsche se encerró en su estudio y trató de buscar la forma de agradar a Hitler.

Porsche popular

En febrero de 1938, el modelo definitivo fue presentado a los alemanes. Se denominó KdF, siglas de Kraft durch Freude (‘Fuerza a través de la Alegría’). Pero l año el nombre de la sociedad pasó a denominarse Volkswagen (coche del pueblo). Se hicieron presentaciones del automóvil en diversas ciudades, pero solo un puñado de trabajadores pudo disfrutarlo. El estallido de la guerra paralizó su producción, ya que el régimen decidió utilizar el talento de Porsche para la construcción de carros de combate, como el Tiger.Los escasos modelos de Volkswagen que circularon por las nuevas autopistas podrían haber sido usados por obreros para viajar a la nueva estación vacacional de Prora, pero el ataque alemán a Polonia lo impidió.

Teatro y conciertos

Gracias a la organización Fuerza a través de la Alegría, muchos alemanes también viajaron a Múnich para visitar algunos ejemplos de la nueva arquitectura del régimen, como la Casa del Arte Alemán (todavía en pie en la capital bávara). En 1937, 1,4 millones de trabajadores se beneficiaron de los paquetes vacacionales. Ese mismo año, la organización llevó a 13,5 millones de alemanes a obras de teatro y a 3,5 millones a conciertos de música.

El programa de vacaciones nazi hizo posible que millones de obreros acudieran en masa a la exposición Arte degenerado, que exhibió las obras de pintores bolcheviques y judíos , como Marx Ernst, Ernst Ludwig Kirchner, Marc Chagall, Otto Dix, o Paul Klee. Mientras estos artistas fueron perseguidos por la Gestapo, los adeptos al régimen prosperaron en el estrecho mundo cultural del Tercer Reich, como el escultor Arno Breker o los directores de orquesta Herbert von Karajan y Wilhelm Furtwängler.

Proporcionar ocio y diversión a los alemanes se convirtió en uno de los principales símbolos del nacionalsocialismo. El programa Fuerza a través de la Alegría también fortaleció la idea de crear una comunidad racial del pueblo (Volksgemeinshaft). Además, el pleno empleo facilitó la recuperación industrial y el desarrollo de la maquinaria bélica, que abrió las puertas al gran objetivo del Tercer Reich. construir un imperio en Europa central y oriental que durara mil años.

[...]

Para saber más. Strength through joy. consumerism and mass tourism in the Third Reich. Shelley Baranowski. Cambridge University Press.

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jueves, marzo 2

Marrakech, una experiencia sensorial

(Un texto de María León en la revista Mujer de Hoy del 24 de octubre de 2015)

Escapar de la rutina y el estrés es posible. Descubre un paraíso tan cercano como exótico, un lugar donde recobrar la paz y despertar los sentidos. Bienvenidos a Marruecos.
 
Para mí, octubre es un mes en el que estoy desbordada de trabajo. Y en estas situaciones de estrés, lo que me suele relajar es dedicar un ratito a soñar con algún destino exótico. Por eso os propongo un viaje repleto de sensaciones y al alcance de todos: una escapada de fin de semana a Marrakech.

No es la primera vez que piso territorio marroquí y haber vuelto me ha hecho revivir el hechizo que sentí en aquel momento al disfrutar de esta urbe cosmopolita y llena de sabor. No me extraña que numerosos personajes hayan creado en ella un segundo hogar. Así lo hizo en su día el diseñador Yves Saint Laurent (aún hoy podéis visitar los Jardines de Majorelle, su casa marroquí) y actualmente el futbolista Zidane, la top model Naomi Campbell o Nicolas Sarkozy.

Para mí, Marrakech es la ciudad de los sentidos: los tonos terracota de sus edificios y los vivos colores de su artesanía enamoran la vista; el oído se inspira con la llamada al rezo; el gusto se deleita con el cous cous o la pastela (un hojaldre delicioso hecho con tórtola, almendras, huevo y canela); el olfato se activa con el aroma a azahar; y el tacto se renueva con las experiencias únicas de los hammam. Y todo ello lo tenéis a tan solo dos horas y media de Madrid, con un vuelo diario de Iberia. Así que abrochaos los cinturones... ¡que despegamos!

Mi primer destino en Marrakech fue el Hotel La Mamounia, donde tuve la suerte de hospedarme, ¡un verdadero lujo! Ya que se ha convertido en uno de los alojamientos preferidos de personalidades de todo el mundo, desde Poppy Delevingne a los Rolling Stones y los Clinton.

El hotel fue un regalo del rey Moulay Abdellah a su hijo Moulay Mamoun en el siglo XVIII y abrió sus puertas en 1923. Desde entonces solo ha cerrado tres años, entre 2006 y 2009, para redecorarlo y transformar sus antiguas 50 habitaciones en 209. El interiorista francés Jacques Garcia creó el nuevo estilo con cuatro elementos de la arquitectura andalusí: azulejos, mármol, yeso y madera. A todo eso hay que sumar una tenue luz interior... y tendréis una atmósfera 100% sugerente.

Al traspasar el umbral de La Mamounia me recibieron con la bienvenida tradicional de Marruecos: leche de almendra con agua de azahar y dátiles. Enseguida me acompañaron a mi habitación, una suite con terraza con vistas a los jardines. Y de ahí a conocer los mil y un detalles del hotel: tres riads con piscina y patios, cinco bares, cuatro restaurantes, un gimnasio rodeado por naranjos y palmeras, piscina interior climatizada con ozono y dos hammams tradicionales.

Aunque cuando estás en este magnífico hotel solo te apetece perderte en sus mil rincones, resulta imperdonable no dar un paseo y adentrarse en los secretos de Marrakech gracias a una de las visitas que organiza el establecimiento.

Cada esquina de Marrakech tiene una historia propia, como el minarete de la mezquita de Koutubia, rematado con tres bolas de oro creadas con las joyas fundidas de una princesa que redimió así su pecado de no haber ayunado en Ramadán; la calle de las Siete vueltas (la primera de la ciudad, construida en el siglo XI); la Madrassa Ben Yusef, una escuela coránica de la Edad Media de estilo morisco con artesonados en relieve que simbolizan la esperanza; o la plaza Jemma El-Fna, punto de encuentro de los habitantes de la ciudad, donde confluyen comida típica marroquí, plantas medicinales, artesanía... El lugar ideal para tomar, al atardecer, un té moruno en el Café Francés, un establecimiento mítico donde se reúnen los intelectuales bohemios de la ciudad.

Dos curiosidades: en Marrakech os encontraréis infinidad de gatos (porque los habitantes de La Medina creen que los perros asustan a los ángeles cuando ladran) y veréis por todas partes la famosa mano de Fátima, que según la cultura musulmana protege la salud y previene el mal de ojo.

Mi ruta de shopping fue reducida, pero, aun así, pude visitar tres puntos clave. Primero, la Maison du Caftán... ¡casi me desmayo al ver todos esos maravillosos caftanes confeccionados a mano! Para los amantes del arte, vuestro rincón es el anticuario Tresor de Milles et Une Nuit: piezas de esencia árabe o prendas de ropa antigua son los must del establecimiento. Y, por supuesto, no dejéis de visitar la herboristería La Sagesse: allí compré aceites esenciales de azahar (imprescindibles para combatir el estrés) y de rosa, para evitar las ojeras.

Después de almorzar en el Café Árabe volví al hotel, donde viví una de las grandes experiencias sensoriales de mi viaje: el hammam. Comienzas el tratamiento en un baño de vapor y después llega el ritual de exfoliación y barro. Unos minutos para que actúe, una ducha... ¡y la piel queda como el terciopelo!

Ya estaba preparada para disfrutar de una deliciosa cena en el restaurante marroquí de La Mamounia, donde nos sirvieron un cordero riquísimo que se cocina a fuego lento durante horas y horas y por eso hay que solicitarlo con un día de antelación.

Así, con el cuerpo y el alma enriquecidos por estas experiencias únicas, descansé en la segunda noche... y al día siguiente, después de otro desayuno espectacular, de nuevo puse rumbo al aeropuerto y, regresé a casa renovada por completo gracias a una escapada exótica.

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