Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

jueves, abril 30

La curva diabólica

(La columna de Arturo Pérez Reverte en el XLSemanal del 29 de noviembre de 2009 - es lo que tiene este encierro forzoso y forzado: empiezas a limpiar y a sacar papeles, y acabas haciendo arqueología.)

Hace unos meses me calzaron una multa. Tomé a 123 kilómetros por hora, en la autovía de Madrid a Sevilla, una curva suave con velocidad limitada a 100. La pagué sin rechistar, aunque esa curva era imposible tomarla a la velocidad indicada. Iba yo a mi marcha normal, en una recta, atento a que la aguja del velocímetro no superase los 120 kilómetros por hora; y de pronto, mientras adelantaba a otro coche, me encontré con el inesperado cartel de todo a cien. Mientras intentaba reaccionar ante la señal imprevista, miraba por el retrovisor, concluía el adelantamiento y regresaba al carril derecho, un radar oculto me hizo la foto. Pagué, como digo, sin darle más vueltas; aunque preguntándome a qué hijo de la gran puta de la Dirección General de Tráfico se le había ocurrido poner una limitación de 100 kilómetros por hora y un radar oculto en un lugar donde maldita la falta que hace, y donde hasta los más correctos conductores tienen difícil reducir de pronto veinte kilómetros la velocidad sin dar un frenazo. Recuerdo que antes había -todavía queda alguna, aunque pocas- señales cuadradas, azules, recomendando reducir la velocidad en algunos tramos. Pero no es lo mismo, claro. Con recomendaciones no se expolia al ciudadano. No se recauda viruta.

En mi siguiente viaje a Andalucía, hace una semana, decidí respetar escrupulosamente cada señal que se pusiera a tiro: autopistas a 120, curvas de autovía a 80 y demás parafernalia limitadora. Y ya se lo pueden imaginar: mientras por mi lado pasaban zumbando coches abonados al carril izquierdo, con una seguridad pasmosa, basada, supongo, en los Gepetos, o como se llamen, que te chivan «radar en curva tal, limitación en tramo cual, puticlub en vía de servicio», yo iba como un gilipollas, despacito, doliéndome los ojos de mirar el velocímetro. Más atento a la aguja que a la carretera. Si llega a verme la Guardia Civil, me paran a fin de besarme en la boca. Con lengua. Entonces llegué a la curva diabólica. No era la misma de la multa, aunque se parecía. Esta vez, el funcionario encargado de trabajar el asunto había echado el resto, esmerándose hasta extremos maquiavélicos. Ni mi amigo el Gringo, que montaba emboscadas en Nicaragua con astutas combinaciones de minas Claymore, ametralladoras y fuego cruzado, tenía la mitad del talento que este profesor Moriarty del tráfico por carretera. Primero, al final de una larga recta de la autovía, una señal de limitación a 100 y un aviso de radar obligaban a reducir la velocidad en una curva suave, a cuya salida, en otra larguísima recta, no había ninguna señal de retorno a los 120. Eso obligaba a rodar durante un buen tramo con la incertidumbre de si podías acelerar un poco, o no. Al fin, a los dos tercios de la recta, aparecía el 120. Y justo cuando pisabas acelerador para ponerte a esa velocidad, ante una curva en forma de suave doble ese, una limitación a 100 te hacía frenar de nuevo. Así lo hice. Y lie una pajarraca de cojón de pato.

A ver si me explico. La señal la vi mientras adelantaba a un enorme camión trailer, que rodaba a unos cuarenta metros de otro que lo precedía. Consciente de que si continuaba rebasaría la velocidad permitida, me pasé al carril derecho, entre los dos camiones. Pero éstos no circulaban a 100 kilómetros por hora, sino a más. En un instante tuve un pavoroso y descomunal radiador pegado a la chepa. Incómodo con mi maniobra de conductor ejemplar, el camionero me dio las luces, tocó el claxon y, supongo, mentó a mi madre. Angustiado, asomé un poco a ver si podía, con un acelerón intrépido, adelantar al camión que tenía delante y salir de aquella trampa saducea. Entonces, entre curva y curva, mientras pasaban coches zumbando por mi izquierda sin hacer caso de mi intermitente, vi una señal de limitación a 90. A todo esto, el gigantesco radiador de atrás me desbordaba el retrovisor: lo tenía a un palmo. De perdidos al río, dije. Aceleré adelantando al camión de delante, la aguja subió a 130, y en ese momento vi otra señal de limitación de velocidad, ésta de 80 kilómetros por hora. Frené, ya en el carril izquierdo, poniéndome a 90; y el camión de atrás, que había iniciado la maniobra de adelantarme, soltó otro bocinazo. A esas alturas de la vida ya me daba todo igual, así que pisé hasta 140, me puse delante del primer trailer y frené para reducir hasta 100. El claxon de ese camión hizo vibrar mis cristales. Me hallaba, comprobé cuando al fin levanté los ojos del velocímetro y dejé de mirar el retrovisor, en una sucesión de curvas suaves, pero no tenía ni puta idea de cuál era la velocidad correcta allí: si 80 o 120. Me puse a 90, por si las moscas. Entonces los dos camiones me adelantaron, uno tras otro, y tras ellos la fila de coches que la maniobra había amontonado detrás. Algunos conductores se volvían a mirarme. Ciscándose, imagino, en todos mis muertos.

Ignoro si los picoletos estarían cerca, haciendo fotos o grabándome. De ser así, sugiero colgarlo en Youtube, e ir a medias. Nos íbamos a forrar.

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miércoles, abril 29

Poema al Pedo

(De Francisco de Quevedo)

Alguien me preguntó… ¿Qué es un pedo?
y yo le contesté muy serio: El pedo es un pedo,
con cuerpo de aire y corazón de viento
El pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena,
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.
El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte
y tiene algo que nos divierte.
El pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido
y a veces sale con resplandores.
El pedo es fuerte, es imponente,
pues se los tira toda la gente.
En este mundo un pedo es vida
porque hasta el cura bien se lo tira.
Hay pedos cultos e ignorantes
los hay adultos, también infantes,
hay pedos gordos, hay pedos flacos,
según el diámetro de los tacos.
Si un día algun pedo toca a tu puerta
no se la cierres, déjala abierta
deja que sople, deja que gire
a ver si hay alguien que lo respire.
También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo.
Este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.

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martes, abril 28

Un pisito de 30mts2

Querida María:
No soy capaz de esperar a tu vuelta para decírtelo: Nos han concedido una VPO de 30 m2.

Nos casamos, maría, ¡nos casamos!

Te confieso que no es el piso en sí lo que me tiene loco, sino el pensar en compartirlo contigo. He conseguido un plano y aquí me tienes, regla en mano haciendo cálculos.

Mi madre dice que es pequeño. Ya sabes cómo son las mujeres de antes.Sé que espacio no nos va a sobrar, pero con ideas tampoco nos faltará.

No compraremos la cama de Ikea de 1,80. Por más que mido no cabe, pero pensándolo bien, la de 1,05 es más íntima. Sé que a la larga una super-cama de 1,80 nos distanciaría.

Tampoco el piano. Tu hermano me lo ha medido y nos faltan 18 centímetros,pero en cambio en ese espacio encaja ideal el ordenador. Claro que sin piano no puedes dar las clases y ya contábamos con ellas para vivir,pero he pensado que puedes seguir dándolas en casa de tus padres. Seguro que ellos encantados de poder verte cada día.

Por cierto, tampoco encuentro lugar para todo ese tocho de temario de tus oposiciones porque, aunque había pensado que podías estudiar en la mesa del comedor, no puede ser. He elegido una abatible para que nos quepa el sofá y, si dejamos la mesa todo el día no podemos sentarnos, así que también tendrás que estudiar en tu casa. Será por poco tiempo porque seguro que la oposición la sacas a la primera. Yo dejaré en la mía los trastos de esquíar, las raquetas y los libros, porque aunque pensé en hacer un cajón bajo-cama que explicaron en Bricomanía, he desistido. Caber cabe, pero no se puede sacar, porque por un lado se lo impide la pared y por el otro, el armario.

 En cuanto a hijos, si el cielo nos bendice con alguno, tengo la solución:

 Ayer medí el recién nacido de mi hermana y tiene 50  centímetros escasos. Una cuna proporcionada nos cabe junto al sofá si quitámos la lámpara de pie y  ponemos un aplique, y cuando descolguemos la mesa  para comer,llevamos al niño a la ducha, que es un espacio desaprovechado porque sólo se usa unos  minutos al día.
 Lo que traeremos es el reloj de  pared de tu abuelo ya que aunque no anda le tienes cariño. Le he encontrado un sitio genial junto  a la puerta de entrada. Le quitaremos el péndulo y  utilizaremos el hueco como librería. He calculado que con una balda a media altura caben holgadamente  diez libros y veinte CDs. ¿Ves como todo es cuestión de ideas? Selecciona nueve de entre tus libros. Yo me llevaré el Ulises de Joyce que lo he empezado veinte o treinta veces y nunca lo termino. Con él sé que tengo lectura para años.

¿A que hemos nacido con suerte? Nos queremos, nos  vamos a casar y sobre todo tenemos piso, María, ¡tenemos piso!


Ven pronto.

Te quiere, Juanjo.


Respuesta de maría............

Querido Juanjo:

No es por no ir, pero ir pá ná es tontería.

P.D. Finalmente prefiero seguir viviendo con mis padres y la casa la alquilamos a una familia de inmigrantes. Con lo que sacamos nos podemos pagar el hostal los fines de semana para follar...
Total, la convivencia es un asco.

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lunes, abril 27

De amor y guerra...

Según Bertol Bretch, "la guerra es como el amor; siempre encuentra su camino."

A mí me resulta más simpática la que dicen mis amigos: "En el amor y en la guerra, todo agujero es trinchera." :-)

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domingo, abril 26

Sencillamente bonito

"Les pusieron a las lunas, a las estrellas y a las galaxias los nombres de las diosas. Porque eran fuertes, hermosas y misteriosas. Los hombres, pobres mortales, jamás podrán conquistarlas." En el libro 'Tiempo atrás', de Nora Roberts

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sábado, abril 25

El triángulo rosa


(Extraído de un texto de Picos Laguna en el Heraldo de Aragón del 10 de febrero de 2019)

[…] Más allá de las fronteras europeas, líderes políticos ultranacionalistas, autoritarios y/o con discursos discriminatorios de la talla de Trump (EE.UU.), Putin (Rusia), Erdogan (Turquía), Duterte (Filipinas), Bolsonaro (Brasil) o Modi (India) gobiernan países que determinan las reglas del mundo. La extrema derecha basa su discurso en la identidad nacional, aunque van más allá del nacionalismo ordinario. Clara Roig explica que el politólogo holandés Cas Mudde propone en su libro 'Partidos de derecha radical en Europa' (2007) el término 'nativismo', que incluye la idea de que internamente las sociedades deben estar formadas por grupos homogéneos nativos (de una sola raza, cultura o etnia) y que todo aquel elemento no nativo, es decir, exterior, supone un peligro para la homogeneidad del Estado-nación. Y de él se excluye a los homosexuales, un inmenso colectivo social que no tuvo el estatus de ciudadanos hasta hace 40 años; que hasta 2014 no han tenido el respaldo de Naciones Unidas cuando el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución para combatir la violencia y la discriminación por orientación sexual, y que representó un logro muy importante para la defensa de los principios de la Declaración de Derechos Humanos.

Olvidados y despreciados siempre. Hasta en los propios barracones de la muerte de los campos de concentración y exterminio, donde eran los parias, a los que se les marcaba con un triángulo rosa. Considerados como los «de menos valor» de entre los presos, eran a menudo seleccionados para ir a los campos de exterminio de Mauthausen, Natzweiler o Gross-Rosen, o para realizar trabajos que implicaban la muerte. Fueron el último grupo de víctimas del nazismo en ser reconocido, en 1985, y no fue hasta 2002 que el gobierno alemán anuló las sentencias nazis (anteriores a 1945; las posteriores nunca han sido anuladas) y pidió disculpas oficialmente a la comunidad gay.

Además, los procesados de acuerdo con las leyes promulgadas en la Alemania nazi no fueron perdonados hasta 2016 por el Bundestag (parlamento) y se estima que el proceso ha limpiado el expediente de unos 50.000 hombres. La ley aprobada describe la criminalización de la homosexualidad como una medida especial contra los derechos fundamentales. Un ejemplo de la resistencia a reconocer a los homosexuales como víctimas es la placa conmemorativa de piedra que grupos LGBT habían pagado de su bolsillo para que fuese colocada en el campo de concentración de Dachau. La piedra tuvo que conservarse en una iglesia hasta que, diez años después, los homosexuales fueron aceptados como víctimas y se trasladó al campo. El pasado 27 de enero [de 2019] se celebró el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, una fecha en la que poco a poco se va haciendo también referencia a estos miles de olvidados.

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viernes, abril 24

Hernando Colón, el hombre que quiso tener todos los libros del mundo

(Complementario al de ayer, un texto de Juan Eslava Galán en el XLSemanal del 22 de septiembre de 2019)

Hernando Colón, hijo bastardo del almirante Colón, creó una de las bibliotecas más completas de la historia. Más de quince mil volúmenes sobre todos los temas y en todas las lenguas. Un libro recoge nuevos detalles de este maravilloso ‘Google del siglo XVI’. Parte de este tesoro se custodia en Sevilla.

En 1539 resultaba de todo punto insólito que un hombre designara heredera universal de sus bienes a su biblioteca. Eso fue lo que hizo Hernando Colón, el hijo del famoso descubridor, como nos cuenta el profesor de Cambridge Edward Wilson-Lee en su libro Memorial de los libros naufragados. Hernando Colón y la búsqueda de una biblioteca universal (Ariel).

Como hijo del almirante, Hernando había recibido la mejor educación que en su tiempo se dispensaba. Había sido compañero de estudios del príncipe Juan, el heredero de los Reyes Católicos, y tenía un magnífico porvenir en la Corte. Sin embargo, en cuanto alcanzó la edad viril de entonces, trece años cumplidos, su padre quiso ver en él el posible continuador de su empresa descubridora y lo enroló en su cuarto viaje, el que exploró las costas de Veragua, el istmo de Panamá y el golfo de Darién.

Muerto Colón, el joven Hernando regresó a América a la sombra de su hermano Diego, que iba a hacerse cargo del gobierno de la Española, colonia fundada por su padre. Esa nueva singladura fue muy breve, pues hubo de regresar a España para defender los intereses de la familia en los Pleitos Colombinos y sobre todo para dedicarse a sus verdaderas vocaciones de bibliófilo y cosmógrafo.

Según las capitulaciones de Santa Fe, suscritas por los Reyes Católicos y Colón, este y sus descendientes tenían derecho al cargo de virreyes a perpetuidad y al diez por ciento de los beneficios obtenidos de las Indias. La sentencia final reconoció a los Colón el rango de almirante a perpetuidad y la posesión de algunas islas, pero suprimió el cargo de virrey y les recortó las concesiones otorgadas por las capitulaciones.

El episodio fundamental de la vida de Hernando Colón fueron sus cinco años en Roma en el momento álgido del Renacimiento. La imprenta estaba en su apogeo. Por doquier se imprimían los libros que durante la Edad Media se habían tenido que copiar a mano fatigosamente. En los cinco años que Hernando pasó en Roma frecuentó las cartolai o librerías que abundaban en la Ciudad Santa y, al tiempo que iniciaba su biblioteca (ampliando la de los 238 volúmenes heredados de su padre), asistía a las clases de renombrados maestros en la universidad. Los intereses de Hernando eran universales y abarcaban desde la astronomía a la botánica (lo que explica que mantuviera, años después, un huerto de especies raras en su casa de Sevilla).

Hernando concibió la ambiciosa idea de reunir una biblioteca que abarcara todos los conocimientos de la humanidad: «Todos los libros, en todas las lenguas y sobre todos los temas» para ponerla al servicio de los estudiosos (como dejó indicado en su testamento «para uso e provecho de todos sus prójimos»). En esta materia se adelantó en siglos a lo que ahora concebimos como biblioteca pública, no solo en bibliotecnia y catalogación (su obsesión de erudito), sino en la selección de textos o, mejor, en la aceptación de todo lo impreso como válido y testigo de una época y de la humanidad variada y bullente del Renacimiento. Incluso fue pionero en disponer los libros de canto en estantes adecuados.

Aquellas bibliotecas romanas que Hernando admiraba solo coleccionaban clásicos en latín, griego o hebreo con desprecio de los libros e impresos en lenguas vernáculas. Hernando Colón se adelantó en siglos a su tiempo y, con un criterio absolutamente moderno, adquirió toda clase de papeles, incluso las canciones, romances volanderos y pliegos de ciego que los buhoneros vendían en tabernas y posadas y los opúsculos y primitivas guías de viaje que se editaban para los peregrinos. A estos cabría agregar los primeros libros de cocina editados.

También adquirió literatura esotérica y amatoria: la Hypnerotomachia Poliphili, de Francisco Colonna, abundantemente ilustrada, por la que pagó 200 cuatrines. ¿Cómo sabemos el precio? Anotaba en cada libro la fecha de adquisición, el precio, el lugar de la compra y, en su caso, el nombre del que se lo había obsequiado. Además, reunió una estupenda colección de grabados, un arte que había adelantado mucho y que resultaba fundamental para explicar el mundo a una población mayormente analfabeta.

Después de su época romana, Hernando -ya bibliófilo empedernido- invirtió las rentas que recibía de su hermano y de Carlos V en recorrer Europa mientras adquiría libros para una biblioteca que llegó a ser la privada más importante de su tiempo: unos quince mil volúmenes de los cuales, por avatares de la historia (especialmente requisas y subastas forzadas por acreedores), solo se han conservado unos cuatro mil. La biblioteca de Hernando resumía la cultura occidental de la época con libros en no solo latín y griego, sino francés, italiano, alemán, flamenco y catalán.

La Biblioteca Colombina refleja el nacimiento de una libertad hasta entonces desconocida. Antes de la imprenta, la Iglesia y las monarquías absolutas controlaban la transmisión del pensamiento. La imprenta permitió esquivar esa censura. Entre los impresos incunables (anteriores a 1500) encontramos la Imago mundi, de Pierre d’Ailly, o la Gramática castellana, de Nebrija. Del eclecticismo de Hernando Colón dan fe la convivencia en su catálogo de la monumental Biblia políglota complutense, encargada por el cardenal Cisneros a la Universidad de Alcalá, el mayor monumento impreso del humanismo cristiano renacentista, junto con las obras de su admirado Erasmo de Róterdam.

Quizá la parte más valiosa de este tesoro sean los libros anotados por Cristóbal Colón que tanto han contribuido al conocimiento del almirante. De su curiosidad universal (y de su coquetería) da fe una anotación marginal de su puño y letra en el ejemplar de la Historia natural de Plinio el Viejo: «Cómo se quitan las canas de la cabeça: la semilla del miembro genital del asno hace los cabellos más espesos, y quita la canicie, si se afeita la cabeza y se emplasta con ella».

Parte de la biblioteca de Hernando que debería venir de Italia (1637 libros) se perdió en 1522 en un naufragio. Los libros de Hernando dispersos se han encontrado en lugares tan distantes como la biblioteca de El Escorial; la de John Carter Brown, en Estados Unidos; o la de la Fundación Giorgio Cini, en Venecia. Los que permanecieron son hoy el tesoro de la Biblioteca Colombina, conservada en la catedral de Sevilla.

En el tiempo en que anduvo de pleitos con el rey, Hernando le propuso que financiara una expedición que más tarde llevaría a cabo su nieto Carlos. La idea era atravesar el océano, bordear América si no se encontraba el tan buscado paso (el estrecho que después halló Magallanes), seguir a las Molucas y la costa de Asia y regresar a Europa bordeando África. Otro proyecto de Hernando Colón casi tan ambicioso y filantrópico como el de su biblioteca fue el de una obra magna, la Descripción y cosmografía de España (o Itinerario), que recogería noticia de «todas las particularidades y cosas memorables» de cada lugar reflejado en «tablas cuadradas por grados de longitud y latitud». Lamentablemente esa obra que empezó en 1517 se interrumpió en 1523 cuando apenas levantaba el vuelo.

Otras grandes bibliotecas de la humanidad

LA BIBLIOTECA DE NÍNIVE
La Canción de Gilgamesh, de 4000 años de antigüedad, ha llegado a nosotros inscrita en unas tablillas de arcilla que pertenecieron a la biblioteca del rey asirio Asurbanipal (hacia 668 a. de C.), hallada en Nínive (actual Irak). Muchas de las 30.000 tablillas inscritas en escritura cuneiforme procedían de saqueos de bibliotecas más antiguas en Babilonia.

LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
Compilada por Ptolomeo I Sóter (367 a. de C.). Sus fondos se estiman en medio millón de rollos de papiro de derecho y ciencias. Se cuenta que el segundo sucesor de Mahoma, el califa Úmar ibn al-Jattab, dijo cuando conquistó Alejandría: «Si esos libros están de acuerdo con el Corán, son innecesarios, puesto que ya tenemos el libro santo; y si están en desacuerdo, son heréticos. Hay que quemarlos». Los venerables papiros sirvieron como combustible durante medio año a los hornos de los cientos de baños que había en la ciudad.

LA BIBLIOTECA DE PÉRGAMO Y TRAJANO
La de Pérgamo (actual Turquía) atesoraba unos 200.000 rollos y la de Trajano, en Roma, unos 20.000. De la reunida por los emperadores bizantinos en Constantinopla se dice que en el siglo V llegó a contar con 120.000 rollos y códices.

LA BIBLIOTECA DE FELIPE II
La más notable española quizá sea la que Felipe II reunió en El Escorial: unos 1400 manuscritos y por encima de 40.000 impresos. Abundan las obras en árabe; muchas de ellas, procedentes de una nave que trasladaba la biblioteca de un erudito musulmán y que fue capturada por un corsario cristiano.

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jueves, abril 23

La biblioteca universal del hijo bastardo de Colón


(Un texto de David Lema en El Mundo del 20 de septiembre de 2019)

Hernando Colón intentó superar los méritos de su padre -del que fue su mayor biógrafo- con la creación de una ambiciosa biblioteca universal.

Los ojos ya casi ni descifraban lo escrito, señal inequívoca de que estaba listo para morir. Al fin, la peregrinación había acabado. Tantos años en busca de un libro... Pero no de uno cualquiera, sino del catálogo de catálogos. La biblioteca, "ilimitada y periódica", estaba construida. De hecho "si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección", concluía Borges el cuento, "comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)". 

Para Edward Wilson-Lee, La biblioteca de Babel se trata de una broma cruel: ¿¡cómo ordenar una biblioteca infinita!? Ah, el Orden... Otra cosa, claro está, es recolectar en los estertores del medievo una copia de cada libro escrito sobre la faz de la tierra. O al menos, intentarlo, para erigir después una especie de biblioteca universal. Una ambiciosa herramienta concebida para comprender los cambios trascendentales de una época. Eso, defiende el historiador, ya no solo no es imposible, sino que fue lo que procuró, con un éxito interpretable, Hernando Colón (Córdoba, 1488). Una tarea factible, dice, pero, ay, desalentadora. 

En Memorial de los libros naufragados (Ariel), Wilson-Lee narra la ¿ingrata? odisea de cómo Colón quiso aprovechar el maremoto de la imprenta para reunir el mundo de los libros y, adelantándose más de 500 años al Google Books, forjar una suerte de motor de búsqueda rudimentario donde navegar y consultar cualquier obra escrita o dibujada. En vida atesoró más de 15.000 documentos, entre copias e incunables: 4.000 de esos volúmenes están a disposición del interesado hoy en la Biblioteca Colombina, sita en la catedral de Sevilla. Pero, y he aquí la mayor trascendencia de su cometido, Hernando clasificó más de 3.000 libros financiando un ejército de lectores que le resumía y ordenaba absolutamente cada obra, ora un best seller, ora el folletín que imprimía el loco del bajo. Un inventario tan finito como inabarcable para solo dos manos, estructurado por temas y organizado alfabéticamente, en el que incluso se anotaba el precio o dónde se habían adquirido. Un hito de la época con el que, sin percatarse, casi rompe con el paradigma de la información tras admitir que una biblioteca sin orden no es más que una biblioteca muerta. 

"Tuvo una visión de cómo cambiaría el conocimiento, en lugar de cambiarlo él mismo", aporta Wilson-Lee. Colón era un extemporáneo, un visionario atento que huía de la sensación de amenaza que suponía para ciertos de sus coetáneos el aumento exponencial de la información impresa. Al revés: quien llevase a cabo la gesta que pergeñaba creía Hernando que sería considerado un héroe. ¡Un héroe! Casi como su padre, pensaba... Porque a estas alturas ya sabrá el lector que Colón no es un apellido inadvertido.

Hernando era constructor de bibliotecas, diplomático, cartógrafo... trabajaba en una enciclopedia geográfica, preparaba un diccionario de latín y quizás estaba inmerso en la labranza del primer jardín botánico del mundo. Quién sabe. Y, en medio de tanta ocupación, todavía sacaba tiempo para ser uno de los mayores biógrafos de un padre del que no debía ser hijo. Vástago ilegítimo del conquistador, las andanzas de Hernando son las de Cristóbal. Una complicada y fascinante relación de la que quedó constancia en sus escritos tras acompañarlo en multitud de sus viajes. Hernando lo espiaba desde la envidia y la admiración. Y mientras uno soñaba con cambiar la comprensión de su era circunnavegando el mundo, cosa que nunca logró, otro pensó que la persona que aglutinara toda la información del universo obtendría un poder descomunal. El poder lo determina todo y Hernando buscaba responder a cualquier pregunta sin respuesta, pero no para satisfacer una pulsión intelectual, sino porque la información, ya entonces, era poder. Esto evidencia que la suya no era, solo, la meta de un erudito. Su interés no nacía del contenido, sino de la pretensión de controlar el flujo de la información. Pero, paradojas de la vida, murió anónimo con su proyecto arrancado y su legado lapidado mientras su padre sobrevivió con el suyo frustrado.

Sus escritos sobre Cristóbal Colón son un intento de salvar al progenitor que idolatraba del olvido, creando una figura heroica que el mundo también debía venerar. "Está lejos de ser objetivo" pero ello no implica, explica Wilson Lee, "que la información de la biografía no sea verdadera". De hecho, su testimonio es una fuente de incalculable valor para comprender las verdaderas motivaciones de Colón, aunque Hernando decidiera guardar silencio sobre "muchas cosas que minarían la heroica historia de su padre".

Eso sí, aclara el historiador, aunque "las atrocidades cometidas en nombre del imperio no deben ser ignoradas ni olvidadas", no pueden atribuirse directamente a Colón, más inmerso en la circunnavegación que en la conquista. "Ciertamente cometió actos terribles, pero el genocidio de los pueblos nativos" no deriva de sus actos. "Colón [Cristóbal] no merece ni la admiración incondicional ni el odio profesado".

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