Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

viernes, agosto 26

¿Qué somos?

Según Luis Borges, "somos lo somos por lo que leemos". Y estoy de acuerdo.


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sábado, agosto 20

El infortunio de César Borgia (y II): El calvario español



(Un texto de Luis Reyes leído en la revista Tiempo del 18 de mayo de 2007)

Al elegir la alianza con Francia frente a España, el príncipe cometió el peor error de su vida. La perdería precisamente en España y frente a españoles.

Aquí yace en poca tierra el que toda le temía,/el que la paz y la guerra en su mano la tenía”. Ese epitafi o en una tumba de la Iglesia de Santa María de Viana marcaba el lugar de eterno descanso del príncipe.
Aunque no fue eterno. César Borgia vino a España a encontrar la muerte, pero no la paz. Su cadáver sería profanado por un obispo de Calahorra que le consideraba encarnación del diablo y andaría peregrino varios siglos. Traicionó a España, y España sería implacable para el príncipe aun después de muerto. En 1504 el preso más ilustre de Italia ha servido de regalo político del Papa para el Rey Católico. Julio II traspasa su prisionero a Nápoles, conquistado el año antes por el Gran Capitán, que mete al cautivo en una galera y lo envía a Valencia. Comienza el calvario español de César Borgia.

Primero le encierran en el castillo de Chinchilla, junto a Albacete. Dada la condición del prisionero, es tratado con toda deferencia por el alcaide, don Gabriel de Guzmán. Una tarde que ha pedido tomar el aire en la torre, intenta arrojar al vacío a Guzmán. Éste se revuelve y derriba a César Borgia, que sin embargo se echa a reír. Pretende que todo era una broma, que sólo quería comprobar si el alcaide era tan fuerte como había oído.

La Mota
La astucia del príncipe deja perplejo al carcelero. César es un seductor nato, pero el alcaide informa del suceso a Fernando el Católico, que ordena trasladar al preso. Chinchilla está demasiado cerca de la costa y de Valencia, donde tan fuerte es la Casa de Borja, de modo que lo llevan al interior de Castilla, al castillo de La Mota, en Medina del Campo.

Inútil medida, las artimañas del príncipe funcionan en cualquier parte. Encuentra el apoyo de uno de los más poderosos nobles castellanos, Rodrigo Alonso Pimentel, conde de Benavente, y con la complicidad del capellán de La Mota logra escapar descolgándose de una ventana por una cuerda. Fuera la espera Pimentel, que le esconde en Villalón primero, y después le lleva a Santander.

Navarra
Fernando el Católico ofrece 10.000 ducados por su captura, pero no logra impedir que César Borgia alcance Navarra, donde le acoge encantado su cuñado, el rey Juan III Albret. Éste mantiene un pulso con el Católico, que pretende incorporar Navarra a la monarquía española. Un personaje como César Borgia, tan hábil militar como político, es un inesperado refuerzo para Juan III, que le nombra jefe de su ejército. El Católico, por su parte, tiene un peón en Navarra, el conde de Lerín, jefe del partido beaumontés, en rebeldía contra Juan III.

César Borgia se pone en campaña contra los rebeldes, se apodera de Viana y pone sitio a su castillo. Una noche de tormenta, aprovechando el relajo de los sitiadores, Lerín consigue aprovisionar el castillo. César, al enterarse, monta en cólera; decide ir de inmediato a buscar al ene- migo, que acampa en Mendavia. Al salir de Viana por el portal de la Solana su caballo dobla las patas delanteras. “¡Mal augurio!”, dicen las gentes. Es el amanecer del 12 de febrero de 1507, hace ahora cinco siglos. Al poco tropiezan con tres beaumonteses rezagados, y en esa insignifi cante escaramuza César Borgia es herido mortalmente.

Modelo
Fernando el Católico le ha ganado la partida en todos los campos. Cinco años después se apoderará de Navarra, como cuatro años antes lo ha hecho del Sur de Italia. Su nieto, Carlos V, completará la dominación española sobre la Bota. El sueño de César Borgia de un reino de Italia independiente de España o Francia tendrá que esperar hasta el siglo XIX.

Que César Borgia inspira El Príncipe de Maquiavelo es un tópico, pero el modelo que Maquiavelo propone en su libro es en realidad Fernando el Católico, de quien dice: “Merece la consideración de príncipe nuevo, porque de un rey débil ha pasado a ser, por fama y por gloria, el primer rey de los cristianos”.

Cuando César Borgia, en contra de lo que había hecho su padre el Papa, eligió la alianza con Francia, cuando se enfrentó al “primer rey de los cristianos”, labró su propio infortunio.

Un cadáver sin paz
Juan III enterró a César Borgia en un suntuoso sepulcro de alabastro, en la capilla mayor de la Iglesia de Santa María de Viana. Años después, siendo Navarra ya española, La mirada triste de César Borgia parece intuir su derrota frente al Rey Católico. el obispo de Calahorra mandó sacar su cadáver y enterrarlo en medio de la calle Mayor, “para que lo pisaran los buenos cristianos y las bestias”; al fin y al cabo, el príncipe estaba excomulgado.
En 1885 su sepultura fue abierta de nuevo por un arqueólogo francés para robarle su espada. Luego, durante la II República, con los vientos anticlericales, se le construyó un sepulcro monumental en el Ayuntamiento de Viana, pero no llegó a estrenarlo. Vino el alzamiento franquista, dio la vuelta la tortilla, y un grupo de ultracatólicos destruyó el monumento. En los años 40, unos académicos sacaron los restos de la calle Mayor para un estudio científico. Por fin, en 1953, fue enterrado en el atrio de la iglesia (izquierda). Ahora la autonomía quiere llevar al príncipe al interior del templo, pero el arzobispo de Pamplona se opone. No le importa que César Borgia fuera su antecesor en la sede.

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viernes, agosto 19

El infortunio de César Borgia



(Un texto de Luis Reyes leído en la revista Tiempo del 11 de mayo de 2007)

Hace cinco siglos murió en Viana César Borgia. El inspirador de “El Príncipe”, de Maquiavelo, sigue siendo un personaje maldito y fascinante.

Estuvo a punto de ser rey de Italia y sin embargo murió en una obscura guerra feudal en Navarra, un país lejano geográfica y culturalmente de la Italia de sus anhelos. La rueda de la fortuna que le había llevado tan alto, giró muy rápido para César Borgia.

Como segundón de una noble familia le destinaron a la Iglesia. A los 7 años ya era canónigo, a los 14, obispo de Pamplona, y enseguida arzobispo de Valencia y cardenal. Es lo bueno que tiene seguir la carrera eclesiástica cuando el padre de uno es el Papa.

Se creía que el joven César, tan inteligente como firme de carácter, duro, astuto y encantador, llegaría también a Sumo Pontífice. Si el primer Papa Borja, Calixto III, le había preparado el camino a su sobrino Alejandro VI, bien podía éste colocar en el trono de San Pedro a su hijo. Así, el nepotismo (nipote es sobrino en italiano) daría paso al sistema hereditario en la monarquía de la Iglesia.

Pero César no quería ser Papa, quería ser rey. Quizá desconfiaba de alcanzar un poder que otorgaban por votación los cardenales en el cónclave. Prefería uno que se conquistara por la fuerza de las armas y su propia capacidad política y diplomática. La ocasión le llegó con la muerte de su hermano mayor, Juan, jefe de los ejércitos de la Santa Sede.

Sospechas
Muchos pensaron que el propio César había fabricado la ocasión. La muerte de Juan Borgia fue un suceso escalofriante y jamás aclarado. Ambos hermanos habían cenado en casa de su madre, la abandonaron juntos y luego se separaron. Juan despidió a sus acompañantes, según dijeron éstos, y ya nadie le volvió a ver con vida.
¡El hijo mayor del Papa desaparecido en Roma! Uno que tenía un puesto de leña junto al Tíber dio la pista: de madrugada había visto a un caballero, acompañado de gente de mala catadura, que había llegado junto al río con un cuerpo atravesado en su montura y lo había arrojado al basurero del río. Cuando encontraron el cadáver tenía nueve estocadas.

Con el ejército pontificio a sus órdenes, César fue conquistando ciudades- Estado, pequeños principados al norte de Roma con los que llegó a formar un Estado compacto en el centro de Italia. Tras sus éxitos militares, no obstante, era preciso asegurar diplomáticamente las conquistas, lograr el apoyo de una de las dos grandes potencias con ambiciones en Italia, España y Francia.

César apostó por la última. Se presentó en París con un soberbio despliegue de lujo. ¡Sus mulas llevaban herraduras de plata! También portaba un regalo valiosísimo: la anulación del matrimonio del rey de Francia.
Luis XII quería volver a casarse con otra mujer, lo que solamente era posible si el Papa anulaba el anterior casamiento. Caprichos regios como éste alteraban la Historia. Recuérdese que Enrique VIII inventó el protestantismo inglés porque el Papa no le daba el divorcio de Catalina de Aragón.

El monarca francés, en cambio, quedó tan complacido con Roma que no sólo bendijo las conquistas del hijo del Papa, sino que colmó a César de prebendas: un ducado, una gran renta y la mano de una princesa de sangre real, Catalina Albrecht, hermana del rey de Navarra, satélite francés en aquella época.

Cónclave
Ahora sí que podía pavonearse con su lema Aut Cesar aut nihil, (O César, o nada). Todo encajaba para dar el último paso, la proclamación de César como rey, algo que sólo podía hacer el Papa. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, se murió Alejandro VI y todo se vino abajo como un castillo de naipes.

“César Borgia, que no adquirió sus Estados más que por la fortuna de su padre, los perdió luego que ella le hubo faltado”, dice Maquiavelo en El Príncipe, su famosa obra en gran parte inspirada en la fi gura de César Borgia. Efectivamente, para sus planes era imprescindible el apoyo papal. De hecho, César había tomado medidas para que, cuando muriese su padre, los cardenales eligieran a otro Papa favorable a él. Sin embargo, la enfermedad mortal de Alejandro VI coincidió con una dolencia similar de su hijo. Se especuló con que ambos habían sido envenenados, aunque la historiografía ha determinado que fue el paludismo lo que atacó a padre e hijo. El caso es que estaba demasiado enfermo para manejar bien el cónclave.

Los cardenales votaron, no obstante, a un partidario de César, Francesco Picolomini, que subió al trono de San Pedro con el nombre de Pío III, pero sólo duró en él tres semanas. También murió.

En el segundo cónclave salió elegido un enemigo, Giuliano della Rovère, Julio II, sin que César maniobrase para impedirlo. Tan pronto se asentó la tiara sobre la cabeza, el nuevo Papa le metió en la cárcel.
El Príncipe había perdido Roma. Su caída sería ya imparable.

La política del asesinato
No existe ninguna prueba de que César matara a su hermano. Tampoco de que albergara unos celos incestuosos por su hermana Lucrecia (a la derecha) que provocaran el fratricidio, como dice la leyenda negra. Lo único cierto es que la muerte de Juan le favoreció y que utilizaba con toda naturalidad el asesinato como instrumento político, incluso con parientes cercanos... No existe ninguna duda, por ejemplo, de que asesinase a su cuñado Alfonso de Aragón, marido de Lucrecia, lo que le enfrentaría con Fernando el Católico y, al fin, le llevaría a la desgracia.

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viernes, agosto 12

Ni siquiera es falso

Esa frase, "ni siquiera es falso", se atribuye al nobel de física Wolfgang Pauli, quien es conocido por sus vívidas objeciones al pensamiento incorrecto o desordenado. Según parece, la dijo cuando oyó algo tan falto de base y meollo que lo despachó con esa frase (es ist nicht einmal falsch!, en alemán).

También se le atribuye un segundo comentario de este estilo una vez que le consultaron sobre el significado de cierto texto embarullado. En este caso, respondió: "es tan confuso que ni siquiera puedo decir si es o no una tontería."

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viernes, agosto 5

Los siete mayores errores de traduccion de la historia

(Un texto de Miguel ayuso el elconfidencial.com del 12 de marzo de 2015. No sé si son los mayores pero al menos tuvieron mucha repercusión)


Cuando lees la traducción al inglés de los menús de raciones de los bares españoles no puedes más que soltar una carcajada. La tortilla de bonito se convierte en beautiful omelet, el pincho moruno en I puncture morish y el choco a la plancha se convierte en I collide to the iron.

Internet está repleto de chanzas sobre traducciones infames realizadas por gente que cree que Google Translator es igual de eficaz que C3PO, pero la cosa no tiene tanta gracia cuando están en juego asuntos serios.

Parece mentira que en un mundo globalizado, y en un territorio como la Unión Europea, se sigan cometiendo errores de traducción en cuestiones diplomáticas. Pero ocurre. En noviembre de 2013 toda la prensa española (dejándose llevar por las agencias) aseguró que un portavoz de la Comisión Europea había tildado de "basura" un anuncio del ministro Wert. En realidad, el portavoz de Educación, Dennis Abbot, había utilizado la palabra rubbish, que sí, puede significar "basura", pero en ese contexto la traducción correcta habría sido "sandeces" o "disparates". Y no es lo mismo, como se empeñó en corregir Abbot (sin mucho éxito).

Este error de traducción –por otro lado, muy conveniente para la prensa– no supera la categoría de anécdota, pero ¿qué habría ocurrido con una malinterpretación de este tipo en un contexto de guerra? ¿Qué sucede cuando se da por buena una mala traducción y todo el mundo cree que es cierta? Estos son siete de los errores de traducción más graves de la historia.

1. Los cuernos de Moisés
Durante el gótico tardío, y hasta bien entrado el renacimiento, los artistas cristianos dibujaron y esculpieron a Moisés con dos cuernos en la cabeza. Y todo debido a un error del que, paradójicamente, está considerado el patrón de los traductores: San Jerónimo.

Su traducción al latín de las versiones en griego y hebreo de la Biblia –la Vulgata– ha sido el texto oficial de la iglesia católica durante milenio y medio (entre 382 y 1979), pero contenía un curioso error. La expresión hebrea keren or, que se refiere al estado resplandeciente del rostro de Moisés, fue traducida equivocadamente como "cuernos". No tenía sentido pero ¿quién va a dudar de un texto sagrado?

2. La amenaza de Khruschev
En 1956, con la Guerra Fría en pleno apogeo, el líder soviético Nikita Khrushchev pronunció un discurso en la embajada polaca de Moscú, durante un banquete en el que estaban presentes numerosos embajadores occidentales. Los asistentes se quedaron de piedra cuando el líder comunista dijo: "Os guste o no, la historia está de nuestro lado. ¡Os enterraremos!"
En plena carrera armamentística la prensa occidental interpretó sus palabras como una amenaza directa, pero los soviéticos se apresuraron a explicar que todo había sido un malentendido. La frase de Khrushchev se había sacado de contexto.

En realidad, se trataba de una referencia al Manifiesto Comunista en el que Max asegura que la burguesía produce sus propios enterradores. La traducción correcta de su discurso –que no siempre debe ser literal– debería haber sido algo así como "os guste o no, la historia está de nuestro lado. Viviremos para ver como os entierran". No es que sea la frase más amigable del mundo, pero se trataba de una proclama ideológica, no de una amenaza.

3. El sueño húmedo de Jimmy Carter
Cuando el presidente estadounidense Jimmy Carter viajó a Polonia, en 1977, el Departamento de Estado contrató a un intérprete ruso que sabía polaco, pero que nunca había traducido profesionalmente ese lenguaje.

En aquella época, Polonia seguía estando bajo la órbita comunista, y Carter trató de ganarse al pueblo con un discurso amigable. Pero al traductor le pudo el entusiasmo. Carter comenzó diciendo, "salí de los Estados Unidos esta mañana", y el traductor dijo "he dejado Estados Unidos para no volver nunca". Cuando el presidente dijo "he venido para conocer vuestras opiniones y entender vuestros deseos de futuro", el traductor dio a entender que Carter deseaba sexualmente a los polacos. Incluso una inocente frase sobre lo feliz que le hacía estar en Polonia se convirtió en "estar feliz de ver las partes privadas de Polonia". Fue un desastre.

La delegación contrató apresuradamente a otro traductor. Este sabía bien polaco, pero no inglés, así que volvió a hacerlo mal, pero no fue gracioso, simplemente era incapaz de traducir. 

4. Los canales de Marte
En 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli realizó una de las primeras descripciones de la superficie de Marte. El director del observatorio de Brera, en Milán, creyó ver antiguos "mares" y "continentes" en la superficie marciana, pero también "canales".

En 1908, el astrónomo norteamericano Percival Lowell revisó el trabajo de Schiaparelli y llegó a la conclusión de que los canales habían sido construidos por seres inteligentes para llevar el agua, que escaseaba en la superficie marciana, desde los casquetes polares hasta las regiones desérticas. Esta afirmación desató la locura por los marcianos, pese a que provenía, claramente, de un error de traducción.

Schiaparelli nunca pensó que los canales de Marte fueran construcciones. En realidad el había empleado la palabra italiana canali que se refiere a una estructura totalmente natural como las gargantas o los cañones.

5. La palabra que hizo estallar la bomba atómica
El 26 de julio de 1945 las potencias aliadas durante la II Guerra Mundial publicaron la declaración de Potsdam, que trataba los términos de la rendición del imperio japonés y aseguraba que, si no se entregaba, se enfrentaría a una "pronta y total destrucción".

La declaración era un ultimátum en toda regla. El primer ministro japonés, Kantaro Suzuki, convocó una rueda de prensa y dijo el equivalente a "Sin comentarios. Seguimos pensándolo". El problema es que eso no es lo que entendieron los aliados. Suzuki cometió el error de usar la palabra mokusatsu que puede significar "sin comentarios" pero también "lo ignoramos y lo despreciamos". Sólo 10 días después de la conferencia de prensa el presidente Truman reveló al mundo lo que significaba "pronta y total destrucción". Nunca sabremos si una traducción correcta habría cambiado en algo las cosas.  

6. El tratado de Waitangi
En ocasiones los errores de traducción son inintencionados, en otras responden a los intereses de quienes pretenden cambiar el significado real de algo. En este último grupo se encuadra el Tratado de Waitangi, que firmaron los maoríes de Nueva Zelanda en 1840 y supuso, de facto, la transformación de la isla en una colonia británica.

Británicos y maoríes firmaron dos versiones del tratado, una en inglés y otra en maorí. Ambas copias son parecidas, excepto en lo que realmente importaba. La versión maorí dice que los nativos aceptan la permanencia de los británicos a costa de la protección permanente por parte de la corona. La versión británica dice que los maoríes se someten a la corona a cambio de la protección británica. ¿Truco o trato?

7. La palabra que costó 71 millones de dólares (y una vida)
En 1978, Willie Ramirez fue ingresado en un hospital de Florida. El paciente se encontraba muy grave, pero su familia tenía dificultades para explicar lo que le ocurría porque no sabía hablar inglés. Le dijeron a los médicos que creían que Ramirez sufría una intoxicación alimentaria, pero el personal –supuestamente bilingüe– del hospital tradujo "intoxicado" por intoxicated, que en inglés se usa tan sólo para personas que se han drogado o han tomado demasiado alcohol.

Aunque los familiares de Ramirez pensaban que éste sufría una gastroenteritis en realidad tenía una hemorragia intracerebral. Pero los doctores, al creer que el paciente estaba sufriendo una sobredosis, erraron por completo en el tratamiento. Debido a esta negligencia Ramirez se quedó tetrapléjico y el hospital tuvo que pagar una indemnización de 71 millones de dólares.
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