(Un artículo de Rafael Mingorance en la revista Paisajes de
abril de 2010)
Hace 80 millones de años,
los Pirineos se convirtieron en la tumba de los últimos dinosaurios. Se trata
de un sistema montañoso accidentado, áspero y majestuoso, que con el paso del tiempo
ha sabido conservar. entre sus laderas y valles. el eco de los episodios
protagonizados por caballeros y monjes que marcaron para siempre la historia de
Cataluña. Allí el viajero descubrirá lagos de origen glaciar, escuchará historias
sobre un tesoro fabuloso que Xipaguazin Moctezuma, hija del emperador azteca,
enterró en algún lugar secreto, y se quedará atónito ante la presencia sigilosa
de osos, lobos y marmotas. En los bosques del Pirineo catalán abundan las setas
que tanto aprecian los cocineros con estrella Michelin, pero, sobre todo. se
advierte la presencia fantasmal del lince europeo y llena de admiración el
pórtico románico del monasterio de Ripoll y la arquitectura de los castillos medievales
que siembran las colinas.
Desde el Ampurdán, en la parte
nordeste de Cataluña, hasta la Ribagorza, comarca al sur de los Pirineos que
ocupa parte de Lérida y Huesca, se sucedieron las batallas entre los
carolingios y los invasores árabes. Corría el año 711 y había que
contener la expansión de los sarracenos hacia el norte de Europa. Tras la
liberación de Gerona (785)
y Barcelona (801), Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, definió
la frontera carolingia con el islam creando la Marca Hispánica. Con el fin de
asegurar los puntos estratégicos de la zona peninsular, se dividieron las
tierras en fracciones pequeñas y se designaron a varios condes para que las
administraran. Al principio, los llamados condados eran seis: Pallars-Ribagorza,
Ampurias-Peralada, Gerona-Besalú, Urgell-Cerdaña, Rosellón-Vallespir y Barcelona.
Pronto empezaron las primeras fisuras internas contra la autoridad carolingia.
Los que se rebelaron perdieron sus condados y los fieles fueron recompensados
con nuevas tierras. Un ejemplo de ello fue Wifredo I el Velloso, conde de Urgell-Cerdaña, que recibió también los
condados de Osona, Gerona y Barcelona. Así, Wifredo I inició el liderazgo que la
casa de Barcelona habría de ejercer sobre Cataluña a lo largo de todo el
medievo.
La ruta de los condados es muy
extensa, pero para empezar se pueden elegir tres de gran riqueza histórica:
Berga, Ripoll y Besalú.
Condado de Berguedá,
en las alturas.
Berga, localizada a los pies de la sierra de
Queralt, es la capital de la comarca del Berguedá. Entre los miembros de la
estirpe local destaca Guillermo de Berguedá. Fue un hombre que cultivó por
igual el espíritu guerrero y la poesía trovadoresca. Su vida ha alimentado
muchas leyendas fijadas con la imaginación de los campesinos y la bruma de las
montañas. En Berga, hay que tornar la carretera C-1411a y coger la B-402 para
llegar a Castellar de N'Hug (Barcelona). En este pueblo, a 1.395 metros de
altitud, los gigantes danzan cerca del río Llobregat y los perros pastores participan
en concursos donde demuestran sus habilidades físicas sorteando obstáculos.
Merece una visita el Museo del Cemento, antigua sede de la fábrica de cemento Aslan,
que se creó en 1904 y funcionó durante más de 70 años gracias al aprovechamiento de
los recursos naturales del Berguedá, como la piedra calcárea, la energía
hidráulica del Llobregat y el carbón de las minas de Catllaras.
El antiguo tren del Cemento es
ahora un atractivo turístico. Subir a uno de sus cuatro vagones significa
disfrutar, durante 20 minutos, de un paisaje dilatado hasta el horizonte.
Recorre un trayecto que abarca el Parque Natural del Cadí-Moixeró y realiza una
parada en los Jardines Artigas, atribuidos al genial Antonio Gaudí. El tren
funciona desde el 27 de marzo hasta el 1 de noviembre
(www.ferrocarrilturistic.cat). En Castellar de N'Hug también está la iglesia
románica de San Vicente de Rus. El visitante podrá admirar numerosas pinturas
góticas originales y otras románicas que son reproducciones, puesto que las
verdaderas, descubiertas en 1985, se exponen en el MNAC de Barcelona.
En la confluencia de los ríos
Alija y Llobregat, revela su presencia diminuta la Pobla de Lillet (Barcelona).
Allí se descubren construcciones bien conservadas tales como el Pont Vell, de
estilo románico con arco de medio punto, y la iglesia de Santa Maria de Lillet.
Llama la atención la perfecta conservación de las dependencias monacales, ubicadas
alrededor del claustro.
A 12 kilómetros de la Pobla de
Lillet está Bagá (Barcelona), capital histórica del Alto Berguedá, cuyo pasado
medieval va unido a la extinción de los cátaros. Su condición privilegiada de
centro de la poderosa baronía de Pinós y su admirable casco antiguo,
prácticamente indemne, presidido por el castillo-palacio de los Pinós,
convierten a Bagá en el escenario de cuentos literarios. Los miércoles se
celebra un alegre mercado popular que reúne a gentes de toda la zona. En él se venden
los productos de la tierra: los guisantes negros, el maíz pelado, la col en
vinagre, la carne de cerdo, los nabos y las patatas cocidas son ingredientes que
acompañan buena parte de las recetas tradicionales. Degustarlos es adentrarse en
la historia de los banquetes que disfrutaron los nobles catalanes y que más
tarde alimentaron a pastores, segadores y mineros.
Junto al imponente macizo del
Pedraforca, sorprende la belleza de Gósol (Lérida). Aquí Picasso, durante el
verano de 1906, avivó el mito del maestro retirado en el campo. Se hospedó en el
hostal que había en la plaza Mayor del pueblo y durante dos meses dibujó en sus
cuadernos las facciones duras de aquellos contrabandistas y payeses humildes
que trabajaban la tierra para sobrevivir. Fruto de aquel retiro, el pintor malagueño
creó un cuadro sobrecogedor: Las señoritas
de Aviñón. […]. En Gósol mantienen viva la tradición de las Caramelles. Son canciones populares
que jóvenes y mayores, organizados en dos grupos, interpretan en Pascua. Mirando
al cielo desde Gósol, emerge sólido el Pedraforca. La leyenda asegura que, en
la noche de San Juan, las brujas se reúnen entre las dos cimas de la montaña
para realizar
conjuros
mágicos. El Pedraforca se impone majestuoso en el entorno e invita a respirar
el aire puro y dar largas caminatas por senderos sinuosos y poco transitados.
De allí se puede ir a San Jaime de
Frontañá (Barcelona). Los ábsides de su iglesia, de trama perfecta y
proporcionada, le otorgan un lugar relevante dentro de la historia del arte románico.
En el otoño, las tierras de San Jaime llenan de ánimo a los buscadores de
setas. Durante el invierno, incluso puede verse la famosa flor de las nieves, conocida
como Edelweiss.
Condado
de Ripoll
La historia de Ripoll (Gerona) está
vinculada al conde Wifredo I el Velloso, que según la leyenda, creó la bandera
catalana además de ordenar la construcción del monasterio benedictino de Santa María.
Pero la personalidad de Ripoll también se ha forjado con el desarrollo de la
industria metalúrgica. Dicha localidad está hundida entre montañas de bosques
de hayas, robles y pinos. Sus calles son tranquilas y en silencio se escucha el
sonido envolvente de las aguas cristalinas de los ríos Ter y Freser. Casi
pegado al ayuntamiento, se levanta al cielo la iglesia de Santa María, a la que
se accede por una puerta lateral de vidrio. Entre sus principales características
destacan la planta de cruz latina, con un eje transversal en el que se sitúan
siete ábsides, el claustro de dos galenas y la portada del siglo XII, obra
magna de la escultura del románico catalán y europeo. Resulta imponente su
monumentalidad divina. Entre otros episodios bíblicos, está esculpido el de
Moisés dividiendo el mar Rojo y haciendo aflorar el agua de una roca o el de Jonás,
tragado y, a los tres días, vomitado por una ballena. Como en cualquier otra
obra románica, Dios es severo y sólo premia a los justos con su luz divina. El
Cristo en majestad ocupa un lugar elevadísimo y es ahí donde coinciden todas
las miradas de ángeles, santos y demonios. En el seno de aquella comunidad
benedictina, dedicada a la oración devota, había una biblioteca y un scriptorium, donde los monjes desarrollaban
en silencio una tarea muy delicada, la copia de manuscritos traídos de Córdoba.
Gracias al impulso intelectual del abad Olíba, el archivo del monasterio de
Ripoll aumentó su fondo bibliográfico con setenta y un códices nuevos a los que
protegió con el decreto de excomunión inmediata para todo aquel que intentara dañarlos
o robarlos. Desde 2004, el
scriptorium está ubicado en
el arrabal del antiguo hospital como una exposición permanente que, de manera
interactiva y didáctica, ofrece la posibilidad de conocer el pasado cultural de
Ripoll a lo largo de los siglos X, XI y XII. Pero la oportunidad de satisfacer
la curiosidad no se acaba aquí, puesto que el visitante, ya sea grande o pequeño,
aprenderá a escribir, con una pluma de oca, letras carolingias y góticas sobre
puntos de libro que después se llevará de recuerdo.
Volviendo a la iglesia de Santa María,
el claustro es de estilo gótico. Consta de dos galerías y conserva elementos
propios del románico catalán, como las dobles columnas en profundidad y los
capiteles historiados. En el interior, reposan los restos del obispo Morgades y
están las tumbas de Bernat Tallaferro, Wifredo I el Velloso
y
su hijo Rodolfo, primer abad del monasterio. Orientado al sur y próximo al
altar aparece el panteón de Ramón Berenguer IV, último conde catalán enterrado
aquí.
Ripoll fue pionero en la
revolución industrial catalana gracias a la producción del hierro, pero sus
campos también han servido de pasto para el ganado. Los ripollenses -así se les
conoce- cocinan recetas sabrosas con carne de ternera y cordero; cultivan coles
y disfrutan buscando setas y moras en los bosques. En las pastelerías Junyent y
Costa, las más conocidas del pueblo, elaboran en primavera unos dulces
deliciosos llamados moixaínes,
que
son barquillos con praliné. También merece la pena degustar la miel y la crema
catalana, realmente exquisitas. A mediados de mayo, concretamente el domingo
siguiente a Sant Eudald, en Ripoll se celebra la ceremonia de la boda según el
ritual payés. La fiesta llena las calles de júbilo y color, pero sobre todo, su
gran atractivo radica en que el enlace matrimonial es verdadero. La novia, ataviada
con un manto blanco, un vestido rojo y una falda bordada de flores verdes,
azules y amarillas, sale de Can Vaquer, casa solariega habilitada para la ocasión,
y va a la iglesia de Santa María, donde la espera el novio. Cuando acaba la
ceremonia religiosa, los asistentes son obsequiados por la pareja con coca y
longaniza regada con vino que se bebe en porrón. De forma paralela, se revive otra
costumbre ancestral, la esquila de las ovejas en la plaza del Ayuntamiento, que
se conoce como la tosa. Los pastores demuestran al público su habilidad con la
tijera y la lana que obtienen es hilada y convertida en relleno para los
colchones. Un claro ejemplo de la artesanía que ha ido pasando de padres a
hijos la encontramos en Cal Peroler, un establecimiento donde los hermanos Pérez
trabajan el cobre como si se hubieran detenido las agujas del reloj hace
siglos.
Y de Ripoll al Centro de Interpretación
del mito del conde Arnau, ubicado en Sant-Joan de les Abadesses (Gerona). Fue
inaugurado el pasado 6 de marzo y reconstruye, en distintas salas, la figura
mitificada del conde Arnau de Mataplana, encarnación del mal. Dicen que su alma
vaga de noche por las montañas sin redención posible. San Juan es un pueblo pequeño sembrado
de colonias textiles. Aquí llegó el tren de vapor en 1880. La iglesia es de
planta de cruz griega con tres ábsides en la cabecera y uno en cada lado del
crucero. Tras los terremotos ocurridos en 1428, se llevaron a cabo diversas
obras, una de ellas en 1442, en el claustro gótico, donde se conserva una parte
del anterior románico. En el interior del templo destaca el Descendimiento, un conjunto escultórico de madera, y la imagen de
alabastro también gótica de Santa Marta la Blanca. A la altura de estas obras
de arte están los dulces de este pueblo. En la pastelería Salvant hacen la coca
de la abadesa y las roscas con forma de herradura como homenaje al caballo negro
del conde Arnau. También es recomendable visitar el cementerio donde se
encuentra un monumento dedicado a los liberales fusilados en 1872. Volviendo a
Ripoll, se toma la GI401 hacia Gombrén (Gerona), pueblecito de aspecto medieval
con calles estrechas. Desde allí, una carretera local sube al castillo de
Mataplana, la residencia de los barones de Mataplana y un buen ejemplo de
palacio románico donde, según la leyenda, vivía el maléfico conde
Arnau.
Condado
de besalú. Belleza medieval
Besalú (Gerona) incita al paseo
tranquilo, a paso lento, admirando sus viejas fachadas. Las terrazas de las
casas están orientadas al valle del río Fluvia, con el puente románico como escenario
de fondo. Aquí, hasta los gatos toman el sol sobre las piedras porosas
mientras miran
las
montañas, pensativos, tan quietos que parecen estatuas faraónicas. En Besalú,
el trovador y gramático Ramón Vidal escribió un poema hermoso sobre la
necesidad de mantener siempre vivas las leyes de la cortesía. Todavía resuena,
en sus callejuelas, la filigrana de aquella música provenzal mezclada con la
belleza estética de unas sillas altísimas esculpidas por artistas italianos a
mediados de los años 80 del siglo pasado.
El origen del condado está
vinculado a la vida de Bernardo I de Besalú (hacia 970-1020), bisnieto de
Wifredo I el
Velloso e
hijo de Oliba Cabreta, conde de Cerdaña y Besalú. En 1966, el pueblo fue
declarado conjunto histórico-artístico nacional por su gran valor arquitectónico,
ya que acoge uno de los legados monumentales catalanes más notables de la época
medieval en España. Actualmente, la población vive de la industria metalúrgica,
textil y yesera.
Bajando por la calle Abat Safont,
queda a la izquierda la iglesia de San Vicente, construcción románica de
transición al gótico, como evidencian el ventanal y el rosetón. Destaca la
portada de San
Rafael,
con motivos orientales en la decoración de los capiteles. En el interior, está la
imagen de la Virgen de los Dolores, patrona de la ciudad, y una sepultura
gótica de alabastro del
siglo
XV. Al otro lado de la calle, la pastelería Cal Enric es un lugar pintoresco. Su dueño
expone, en varias vitrinas, una colección de soldados de plomo de distintas
épocas y algunas piezas pesan más de tres kilos. Allí mismo se pueden degustar
las virutas de chocolate, las tartaletas de mermelada y las galletas
almendradas. Pura artesanía. Un poco más abajo, aparece otra pastelería,
Surroca, donde además de dulces venden la ratafía, un licor casero elaborado a
base de nueces maceradas y hierbas aromáticas. Y desde allí se llega a la Plaza
de la Libertad,
espacio
neurálgico del pueblo, donde todos los martes se celebra un mercado popular.
El barrio judío es muy valioso. Se
accede por un pequeño portal al final del cual una plaza acoge la sinagoga, la mikve (baño judío) y el portal de los
Judíos. Construida en piedra tallada, la mikve comprende una sala
subterránea románica con una ventana aspillera (muy estrecha) al este, bóveda
de cañón y una piscina que se llenaba con agua de una fuente o del río. La mikve de Besalú es una
construcción religiosa de valor incalculable, única en España, y se descubrió
de forma accidental en 1964. Pero si hay un monumento que marca Besalú, ese es
su puente románico. Hay que recorrerlo de un extremo al otro para maravillarse
ante tanta grandeza arquitectónica. Consta de siete arcadas de curiosa forma
angular a causa del asentamiento de los pilares sobre las piedras del río Fluvia;
mide 105 metros de largo y, con torre incluida, unos 30 metros de alto. Para
concluir la visita y disfrutar como niños, hay que entrar en el Museo de Miniaturas (www.museuminiaturesbesalu.com).
[…].
Turismo de Cataluña ha diseñado una ruta por once de los
antiguos condados catalanes. Entre todos, el de Ripoll aparece como el centro
geográfico y espiritual de Cataluña. En www.gencat.cat/diue/ambits/turisme/rutes/index_es.html
se pueden consultar los itinerarios, mapas y datos prácticos.
Gastronomía. Los catalanes son aficionados a coger caracoles, setas y
espárragos para hacer tortillas, el famoso suquet (guiso de pescado) y el elemental
cocido de patata. En las tierras de Wifredo I El Velloso, la gente come butifarras
del Perol, oca con nabos y cerdo acompañado de ciruelas. Con los pimientos,
cebollas berenjenas y tomates, preparados previamente a la brasa, hacen la
escalibada y la samfaina. Cataluña ha adaptado los caneloni italianos, los
arroces valencianos y ha desarrollado en el Pirineo las sopas de pastor. Yno
hay que olvidar el pan con tomate, por supuesto. Entre los postres, la fama se
la lleva la crema catalana y el mató, un queso fresco elaborado por las
payesas, que se carne con mermelada o miel.
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