...o una historia, o una anécdota...
Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe
..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..
sábado, marzo 30
'Memorias de África': gracias y desgracias personales de la película que unió a Meryl Streep y Robert Redford
(Un texto de José Madrid en El confidencial del 18 de diciembre de 2020)
"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de
Ngong...". Con esa frase evocadora comenzaba una de las películas
más populares del cine moderno; una épica intimista que, años
antes, fue uno de los libros más elogiados de las primeras décadas
del siglo XX. Cuenta la leyenda que, cuando la baronesa Karen
Blixen publicó 'Memorias de África',
la autobiografía de su etapa en África, en 1937 y bajo el
seudónimo de Isak Dinesen, hasta la propia Greta Garbo quiso interpretarla en
la gran pantalla. Habrían de pasar décadas, ya fallecida la
protagonista (murió en septiembre de 1962), para que el libro
adquiriese forma de película. Desde que se estrenó, hace añora 35
años, un 18 de diciembre de 1985, ha provocado una gran dicotomía:
es grandiosa y heredera de la épica de las viejas
superproducciones para unos y un aburrido pastiche melodramático
para otros. La película de Sidney Pollack gusta o disgusta, no hay
término medio.
Haciendo honor a su leyenda, 'Memorias de África' no fue ajena a
los problemas logísticos que caracterizan a toda gran producción
de Hollywood. Empezando por sus propios protagonistas: al
principio, Sidney Pollack no veía a Streep en el
personaje de Blixen. El director pensaba que no tenía
el atractico físico suficiente para encarnarla, un concepto algo
machista que hoy en día habría incendiado las redes. Ella,
aguerrida como siempre y ya con dos Oscar en su haber, se presentó
al casting con un top y un sujetador que realzaba sus pechos.
Pero, sobre todo, demostró que para encarnar a una heroína no hace
falta convertirla en un reclamo sexual.
Robert Redford tampoco se libró de ciertos problemas.
Pese a que ya era una estrella más que consagrada a mediados de
los 80, se enfrentó a su personaje con los nervios de un
primerizo. Al forzar demasiado el acento británico de su Denys
Finch Hatton, a Pollack le pareció mejor convertir al eterno
amante de Karen, ese que le lava el pelo en una de las secuencias
más sigilosamente eróticas del cine, en un americano. Más
americano que el chicle, de hecho. Jeremy Irons, que había peleado
durante años por encarnar al personaje, se quejó de la elección de
Redford. Además no ahorró en calificativos: dijo que el actor era
"demasiado viejo" y demasiado americano, pero tuvo la suerte de
ser amigo personal de Pollack, que ya lo había dirigido en
películas como 'Las aventuras de Jeremiah Johnson'.
Una vez en África, los dos protagonistas tuvieron que soportar
altas temperaturas, eternos desplazamientos y contratiempos de
todo tipo. A Streep, una profesional consumada, casi le da algo
cuando un escarabajo se posó encima de ella
mientras rodaba la secuencia en la que Karen es presentada al
servicio. Durante la filmación fue capaz de soportar estoicamente
al dichoso bichito que casi le hace salir corriendo despavorida de
Kenia, donde se rodó la mayor parte del filme.
Pero lo del escarabajo fue un juego de niños comparado con la
presencia de otros animales en el plató. La actriz casi vivió en
directo un inesperado enfado de hipopótamos y estuvo demasiado
cerca de un león en la secuencia en la que Redford la salva de
morir devorada por el animalito. Pese a los inconvenientes, a
Streep le importó más conseguir la perfección de su acento que
quejarse de un rodaje que sería fundamental en su carrera. Lo
suyo, al fin y al cabo, no era nada al lado de técnicos como Stephen
B. Grimes, diseñador de producción que tuvo que recrear
en un plató exterior el Nairobi de 1913 o ingeniárselas para
colocar un tren de vapor ficticio en mitad de la pradera africana.
Hay que tener en cuenta que en 1985 no quedaba ni una de esas
locomotoras en toda Kenia.
Al finalizar el rodaje, el equipo estaba exhausto pero feliz de
haber hecho un trabajo con posibilidades de premio. Meses después,
en la gala de los Oscar, se vivió una 'lucha' entre 'El color
púrpura', el lacrimógeno melodrama negro de Steven
Spielberg, o la película de Pollack. Fue esta última la
que acabó cosechando siete estatuillas, siete merecidos premios
(incluidos los de mejor película y mejor director) que afianzaron
la popularidad de 'Memorias de África'. El recuerdo de la música
de John Barry o ese paseo en avioneta en el que Streep y Redford
juntan sus manos son tan firmes hoy como los de Chaplin y su
bastón o los monstruosos pájaros de Hitchcock.
Pese a que muchos la han calificado de sobrevalorada, la
película posee ese tipo de momentos que, sin necesidad de
diálogos, han pasado a formar parte de la memoria colectiva
gracias a una imaginería poderosa. Tres décadas y media después de
su estreno, nadie duda del talento de Pollack para lograr eso
mismo: se haya visto o no, todo el mundo recuerda algún plano de
'Memorias de África'. Los que hacen cine saben perfectamente que
eso es algo difícil de conseguir.
¿Por qué los girasoles siguen al Sol y de un momento a otro dejan de hacerlo?
(Leído en BBC Mundo el
Cada día, los
girasoles se despiertan y se mueven hacia el Sol,
siguiendo al astro en su ruta de este a oeste, como
agujas de un reloj.
A la noche
vuelven a hacerlo en sentido contrario para esperar su
salida en la mañana del día siguiente.
Pero un día
dejan de hacerlo; alcanzan la madurez y detienen su
danza.
No vuelven girar
el resto de su vida y se quedan mirando
indefinidamente hacia el oriente hasta
que mueren.
Este cambio de
rutina en la vida de los girasoles a medida que se hacen
adultos siempre fue un misterio para los científicos.
Pero un equipo
de investigadores de la Universidad de California en
Davis, EE.UU., acaba de descubrir por qué.
Y la respuesta
está en los ritmos circadianos, el reloj interno de
los girasoles.
Crecimiento desigual
Gracias a una
serie de experimentos, los biólogos estadounidenses
descubrieron que una parte del tallo de los girasoles
se estira durante el día y otra lo hace durante la
noche.
Los científicos
colocaron algunos girasoles en macetas, obligándolos a
mirar hacia el este por la tarde.
En otros casos
inmovilizaron el tallo, haciéndole imposible su giro. Y
en otros les crearon ciclos diarios de 30 horas, en
lugar de 24.
Como
consecuencia, los girasoles afectados perdieron
hasta un 10% de su biomasa y el tamaño de sus
hojas quedó visiblemente reducido.
Y es que, aunque
la presencia de luz es fundamental, es el ritmo
circadiano es realmente lo que determina cuándo gira el
girasol (y cuándo deja de hacerlo), anticipando, de
alguna forma, la llegada del Sol.
Este movimiento
-que los científicos llaman heliotropismo- favorece
que las plantas crezcan más.
Se trata de un
sistema muy eficiente para su desarrollo, pues les
permite aprovechar la luz del Sol al máximo, vital en su
fotosíntesis, al tiempo que fomenta la producción de
auxina, su "hormona del crecimiento".
Reproducción
Según los
autores del estudio publicado en la revista Science, "los
girasoles inmaduros siguen el movimiento del Sol [...]
pero cuando las plantas maduran, se 'asientan' y se
quedan mirando hacia el este".
Es el
crecimiento desigual de sus tallos lo que provoca el
giro. Y cuando dejan de crecer, dejan de girar.
Sin embargo, ser
mayores tiene sus ventajas al menos en el caso de los
girasoles.
Al asentarse,
estas flores desprenden un calor adicional, el cual las
hace más atractivas para los insectos
polinizadores.
Y la
polinización, a su vez, le permitirá a ese girasol
"viejo" reproducirse, perpetuando su especie y comenzando,
de nuevo, su baile en busca del Sol.
Zapatos Mary-Jane (para los españoles, merceditas)
(Leído en un número atrasado de Vogue)
Aunque no se conoce con exactitud la fecha y año de creación de
estos zapatos, si podemos afirmar cómo su nombre
tomó forma en el mundo de la moda.
Mencionamos que en los años 20 el apogeo de este calzado fue
icónico, sin embargo, debemos ir un poco más allá. Nos ubicaremos
en España en el año 1878. La reina María de las Mercedes de
Orleans, conocida comúnmente como ‘Merceditas’, contrajo
matrimonio con el rey Alfonso XII, creando así una de las
historias de amor más representativas. 5 meses después de su boda,
Merceditas enfermó gravemente y falleció. Esto
dio pie para que se popularizara una canción que hacía referencia
a la relación de ambos, y allí se mencionaban los zapatos
que llevaba la reina como regalo de bodas. Era aquel diseño de
charol y desde entonces pasaron a la historia como Merceditas.
¿Entonces de dónde viene el nombre Mary Jane?
En 1902 Richard F. Outcault crea la tira cómica Buster
Brown, donde se narraba la historia de un niño llamado
Buster y su hermana, Mary Jane. Esta última llevaba los zapatos
de la época, eran de punta redondeada, color negro y ajuste en el
empeine. El éxito del comic fue tal que desde entonces el calzado
representativo de uno de los personajes principales tomó un nuevo
nombre: Mary Jane.
Los zapatos Mary Jane continuaron en auge, al
punto de ser retratados de nuevo en 1964 con el personaje Mafalda,
creado por el argentino Quino. Avanzando rápidamente, vemos como
en los 70 las musas de la moda comenzaron a llevarlos, dándole un
aspecto preppy a sus estilismos. Y si pensamos en el día
de hoy, debemos mencionar a Miu Miu, Chanel y Versace, quienes las
han exhibido como un objeto de deseo.
Las causas del derrumbe alemán que impidieron que ganara la Primera Guerra Mundial
(Un texto de César Cervera en el ABC del 7 de noviembre de 2018)
Alemania sostuvo, con
la débil Austria y el «enfermo» Imperio Otomano por principales aliados, un
prolongado enfrentamiento contra tres de las potencias del mundo manteniendo
hasta el final la iniciativa táctica. En 1918, consiguió incluso imponerse en
el frente oriental y por poco lo consigue en el occidental.
Lo aconsejaba el romano Flavio Vegecio en
el siglo IV: «Si vis pacem, para bellum» («Si quieres la paz,
prepárate para la guerra»). Nada hay peor en la historia de la
guerra que pasar de golpe de la paz a la guerra. Y nada más
catastrófico que ir a la guerra sin estar listo o pensar que
la paz, si no se riega, va a durar por siempre. La Primera Guerra Mundial
estuvo precedida por el periodo más largo sin guerras en la
historia de Europa. El continente se dirigió con estrépito
hacia una guerra para la que nadie estaba preparada y para la
que no se tenía un plan táctico en concordancia con las
innovaciones tecnológicas. Como consecuencia de ello, 70
millones de almas se quedaron por el camino, el mayor horror
vivido por la humanidad hasta la Segunda Guerra
Mundial.
A nivel militar, la Primera Guerra Mundial tiene un
antecedente claro en la Guerra de Secesión
Americana, una contienda calificada de «bisagra».
Durante esta guerra civil en Norteamérica, ambos bandos se
vieron obligados a estirar una exigua fuerza de 16.367
soldados, que constituía el ejército nacional, hasta obtener
dos formaciones monstruosas: 2.600.000 en el caso de la Unión
y de 1.000.000 en el de la Confederación.
Sendas fuerzas carecían de oficiales experimentados, su Estado
Mayor era un auténtico geriátrico e ignoraron las lecciones
que las Guerras Napoleónicas habían dejado
décadas antes. Los nuevos mosquetes de ánima estriada
modificaron la forma de combatir y disparó, más si cabe, la
mortalidad de las guerras modernas: 646.392 muertos en la
Unión y 483.000 de la Confederación.
De la misma forma, muchas innovaciones tecnológicas
acontecieron al inicio de la Primera Guerra Mundial
y, de nuevo, los oficiales europeos se encontraban demasiado
ocupados atendiendo sus agendas políticas. Desde 1871 no se
vivía una guerra importante en Europa, a
excepción de las que enfrentaban a los imperios coloniales a
miles de kilómetros. Los cambios en armamentos se habían
sucedido a un ritmo vertiginoso: fusiles de cerrojo,
ametralladoras, obuses, pólvora sin humo, explosivos de
nitrato, cureñas de cañón que absorbían el retroceso,
acorazados, tanques, gases, aviación, etc.
Los Estados Mayores europeos, inspirados en
la inmovilista estructura prusiana de principios de siglo XIX,
se mantuvieron ajenos a estos cambios, aletargados por el
periodo de paz y las erróneas conclusiones que las guerras
coloniales estaban mostrando. Es por ello que, cuando el 3 de
agosto de 1914 Alemania declaró la guerra a Francia, por
muchos rincones de Europa se recibió con euforia la noticia
ante la previsión de que sería un enfrentamiento breve y
decisivo (ese también fue el pensamiento de Lincoln al inicio de
la Guerra Civil).
De los despachos a las trincheras francesas
Las causas por las que Alemania y sus aliados perdieron la
guerra son múltiples y tienen mucho que ver con el colapso de
su industria. Pero, desde luego, no fue por falta de
iniciativa o determinación táctica. Alemania condujo a Europa
«con estrépito, temeridad y torpeza» a una matanza hasta
entonces desconocida, pronto eclipsada por la Segunda Guerra Mundial,
de la mano de una nueva generación de agresivos oficiales
alemanes, hostiles al legado de Otto von Bismarck,
que sentía una devoción casi mesiánica por las instituciones
militares. Este grupo de fundamentalistas, que consideraban la
guerra como una opción asumible, desarrolló una estrategia que
creían inapelable: el plan Schlieffen.
El conde Alfred von Schlieffen diseñó una estrategia que,
supuestamente, resolvía la dificultad alemana de luchar en dos
frentes –Francia al oeste, Rusia al este– y,
además, barajaba una victoria en tiempo record. Basándose en
el movimiento envolvente de Aníbal en la batalla de Cannas,
Schlieffen proponía flanquear las defensas francesas a través
de Bélgica para atrapar el ejército francés de soslayo.
Eliminado el ejército francés por la vía rápida, el Imperio
Alemán se centraría en apoyar a Austria –aliado en cuyas dotes
militares no tenía mucha fe– en su enfrentamiento contra
Rusia.
El plan alemán contaba con objetivos por fechas para el
desplazamiento de 1,5 millones de soldados. Se preveía que en
seis semanas, según un meticuloso calendario que calculaba
etapa por etapa, se sometería a Francia; luego, las tropas se
dirigirían rápido hacia el frente oriental. El plan se
fundamentaba en la brevedad, sin estimar los problemas que
pudieran surgir sobre el terreno o la dificultad política que
conllevaba la invasión de terceros países. Según la previsión
alemana, mientras la operación se realizara de forma concisa
no habría tiempo de reacción, pero en el caso de una
prolongada invasión de Bélgica habría
consecuencias políticas imprevisibles: probablemente
Inglaterra se vería arrojada a la guerra y EE.UU. se
plantearía su entrada.
El 4 de agosto de 1914, los líderes del Estado Mayor alemán,
Moltke «el joven» (sobrino del legendario
general prusiano) y Erich Ludendorff, dieron
luz verde al plan Schlieffen.
Como todos los planes trazados en la calidez de un despacho,
éste no tardó en estrellarse con la realidad. Aunque el plan
no estuvo lejos de tener éxito, el retraso en el paso por
Bélgica y el complicado esfuerzo de mantener una línea de
abastecimiento saboteada por los restos del ejército belga
hizo imposible la aniquilación de Francia en el tiempo
previsto. Alemania se encontró, de pronto, en la posición que
más temía: comprometida en dos frentes.
Por suerte o por desgracia para Alemania, el resto de líderes
europeos tampoco previeron una larga confrontación. Nadie
creía que una guerra moderna pudiera durar más de un
año, tampoco se confiaba en que los frágiles
estados pudieran soportar mucho sin entrar en colapso
económico. Por tanto, el estancamiento del conflicto pilló a
todos sin un plan de contingencia y sin lecciones tácticas
adaptadas a los nuevos tiempos.
La defensa en profundidad de los alemanes
Los planes para un desenlace rápido habían durado cuatro
meses y dejado medio millón de muertos. A continuación, todo
el centro de Europa se convirtió en una extensa línea de
trincheras, donde el fango y la miseria se convirtieron en
protagonistas. La potencia de las armas de fuego permitió
transformar cualquier posición en inexpugnable, por lo que las
líneas se mantuvieron por tres años sin apenas cambios. Los
intentos por alcanzar nuevos objetivos en Occidente se
transformaron, una y otra vez, en baños de sangre sin avance.
Paradójicamente, solo en el frente Oriental
las cosas marcharon mejor de lo esperado para el Imperio alemán. La
Rusia zarista se derrumbó desde dentro y Alemania se limitó a
barrer sus restos.
1915 fue un gran año para los intereses de las Potencias
Centrales, pero el año siguiente se saldó con sendos
descalabros para Alemania. Consciente de que los recursos
aliados permitirían estirar el conflicto por más tiempo, el
Estado Mayor Alemán se decidió a lanzar a finales de año un
ataque decisivo contra la ciudad francesa de Verdum.
El asalto se convirtió en una carnicería a manos de la
artillería, con 400.000 soldados de ambos bandos muertos y
800.000 heridos. Los alemanes se vieron obligados a desistir,
finalmente, a causa del exceso de bajas y la apertura inglesa
de una nueva ofensiva en la ciudad de Somme.
Era evidente que los movimientos tácticos tradicionales no
estaban en consonancia con los retos presentados por la
tecnología. Entre los teóricos clásicos, se entendía como
método de avance un intenso bombardeo en
las defensas enemigas, seguido por un asalto masivo de
infantería. Este modus operandi conllevaba un alto número de
bajas y resultaba deficiente puesto que el bombardeo advertía
del lugar que iba a recibir el posterior ataque. En la
ofensiva sobre Somme, los ingleses arrojaron un millón y medio
de proyectiles durante una semana, luego catorce divisiones
inglesas se abalanzaron sobre las líneas alemanas.
Cuando los ingleses se encontraban a 100 metros de su
objetivo, las líneas alemanas escupieron una incesante lluvia
de proyectiles. Solo una decena de ingleses alcanzaron las
trincheras. Por el camino quedaron 19.240 muertos, 35.493
heridos y 2.152 desaparecidos. Únicamente la pertinaz
insistencia inglesa permitió una victoria a los puntos en los
siguientes días. Tras concentrar sus ataques en objetivos
limitados, los británicos comenzaron a causar un lento goteo
de bajas entre los alemanes.
Los germanos no podían seguir soportando ese ritmo y
decidieron dar un giro radical a su estrategia. Erich
Ludendorff se hizo cargo del mando central y ordenó
a un grupo de militares veteranos formular una nueva doctrina:
«Conducción de la guerra defensiva». Según recogía ésta, la
línea defensiva debía estar precedida por una hilera
de ametralladoras, mientras la infantería se
situaría en retaguardia, lejos del alcance de la artillería, a
la espera de lanzar contraataques en las brechas abiertas. La
nueva doctrina daba especial importancia a los oficiales de
menor graduación: los capitanes y los tenientes quedaban
autorizados a tomar decisiones críticas sobre el terreno.
La defensa en profundidad mostró su eficacia contra una
ofensiva francesa en la primavera de 1917. El éxito fue tal
que las tropas francesas decidieron amotinarse y negarse a
avanzar más sobre las líneas alemanas, cuyo grado de
mortandad, gracias a la nueva estrategia, era proporcional a
la profundidad de las incursiones. La iniciativa
alemana y buen criterio táctico, en este caso en la
defensa, garantizaron otro año la guerra.
Ataque en profundidad: acierto y tumba
alemana
El pulso aleman al mundo se alargaba ya por cuatro años.
Alemania sostuvo, con la débil Austria y el enfermo Imperio
Otomano por principales aliados, un prolongado enfrentamiento
contra tres de las potencias del mundo, Francia,
Inglaterra y Rusia –respaldados por EEUU–,
manteniendo hasta el final la iniciativa táctica. En 1918,
Alemania consiguió, además, imponerse en el frente oriental y
por poco lo consigue en el occidental. Lo impidieron las
escasez de recursos y la imposibilidad de sostener las
ambiciosas reformas tácticas. La acertada defensa en
profundidad fue seguida por el «ataque en profundidad», que
evidenciaron que la guerra no es el mejor lugar donde jugar al
prueba y error. Menos cuando las fuerzas están al límite.
La columna vertebral del «ataque en profundidad» fue la
creación de una fuerza de élite. Para el decisivo año de 1918,
se organizaron cuarenta divisiones de asalto, perfectamente
equipadas, con sus correspondientes oficiales y suboficiales
adiestrados en la nueva doctrina. Las instrucciones
autorizaban la delegación de decisiones en el cuerpo de
suboficiales, y con ello se introdujo el concepto de maniobra
en el campo de batalla. La precisión y la velocidad
resultaban claves para el buen funcionamiento de la táctica.
El 21 de marzo de 1918, Erich Ludendorff
ordenó lanzar la última gran ofensiva alemana de la guerra: la
Operación Michael. Las nuevas divisiones de asalto
se comportaron de forma brillante en un espectacular avance de
todas las líneas. No en vano, Alemania llevaba meses cavando
su tumba y el fracaso de la ofensiva no estuvo en la
vanguardia, sino en la retaguardia. Tras lanzar un millón de
hombres contra las defensas francesas e inglesas, Ludendorff
estuvo muy cerca de escindir en dos el territorio controlado
por los aliados.
El comandante francés Pétain reaccionó mandando refuerzos
desde el sur; lo que, añadido a la elección de un mando único
aliado, permitió frenar la ofensiva Michael en una semana. Los
alemanes llegaron a apuntar contra el corazón de Francia, pero
fracasaron en vísperas de la entrada de EE.UU. en escena.
Torpes desde el punto de vista táctico y vivaces en la
motivación; la irrupción de las tropas estadunidenses decantó
el conflicto del lado aliado más por sobrecarga que por
puntería.
A mediados de 1918, la rendición por agotamiento de las
Potencias Centrales pareció inevitable. Alemania se
había comportado de forma excelente desde el punto de vista
táctico, aunque en una carrera de fondo la dificultad de
cargar sobre sus espaldas a unos aliados exhaustos y a una
industria desfallecida estrelló sus ambiciones. Ludendorff
echó a pique la industria armamentística con decisiones poco
meditadas. Además, su grupo de élite rebajó la funcionalidad
del resto del ejército y desvió recursos de lugares claves
para una empresa sin objetivos claros.
Tras una revolución obrera a principios de otoño, el
káiser Guillermo II huyó a los Países Bajos. El 11
de noviembre de 1918, el gobierno de la nueva República
alemana firmó el armisticio de Compiègne para poner fin al
conflicto. El horror de la guerra moderna había alcanzado
Europa por sorpresa y, con la misma velocidad, se había ido de
momento. Del periodo de paz más duradera en el continente se
pasaría a un largo periodo de guerra (la Primera Guerra
Mundial daría paso a la Segunda y, posteriormente, a la Guerra Fría). El
aguante y temeridad germana anticiparon que, en futuros
conflictos, iba a ser un temible contrincante. Muy pronto, el
rencor se sumaría a su estado de ánimo.
(Leído en la revista Muy Interesante el 29 de octubre de 2019)
El 29
de octubre de 2005 el "Big Ben" se detuvo durante
aproximadamente 33 horas para ser revisado. Fue el
mantenimiento más largo en 22 años. El Big Ben es el mayor
reloj de cuatro caras del mundo. La estructura está situada
en el extremo noreste de las Casas del Parlamento en
Westminster, Londres. Aunque se conoce popularmente como Big
Ben su nombre es Victoria Clock Tower. La
torre se levantó como parte del diseño de Charles Barry para
un nuevo palacio, después de que el antiguo Palacio de
Westminster fuera destruido por un incendio en la noche del
22 de octubre de 1834.
El reloj tuvo
su primer y único colapso importante en 1986. El mecanismo de la
campana se rompió debido a la pérdida de calidad del metal
el 5 de agosto de 1986 y se reactivó nuevamente el 9 de mayo
de 1987. Posteriormente, se detuvo el 30 de abril de 1997,
un día antes de las elecciones generales, y nuevamente tres
semanas después. El viernes 27 de mayo de
2005, el reloj sufrió otro desajuste: dejó de
marcar la hora a las 10:07 pm hora local,
posiblemente debido al clima cálido (las temperaturas en
Londres alcanzaron los 31,8 ° C. Volvió a andar pero se
detuvo nuevamente a las 10:20 pm hora local y permaneció
parado durante unos 90 minutos.
El 29 de
octubre de 2005, el mecanismo se detuvo durante
aproximadamente 33 horas, la mayor parada por
mantenimiento en 22 años, para poder poner
a punto el reloj y sus campanas. Posteriormente, el 11 de
agosto de 2007, Big Ben se quedó en silencio y el reloj
temporalmente también dejó de dar la hora a causa de un
mantenimiento que duró un mes. Durante los trabajos de
mantenimiento, el reloj no funcionó con el mecanismo
original, sino con un motor eléctrico.
Also known as a serial comma,
the Oxford comma derives its common name from its use in by the
Oxford University Press (OUP).
The OUP's style guide states: "In a list of three or more items,
insert a comma before the 'and' or 'or'." It lists the example:
“Red, white, and blue.”
The University of Oxford style guide takes a more nuanced view,
saying there is “no comma between the penultimate item in a list
and ‘and’/‘or’, unless required to prevent ambiguity”.
“However, always insert a comma in this position if it would help
prevent confusion,” it adds, using the example: “She left her
money to her parents, Mother Theresa and the pope”.
The University of Cambridge agrees. Its style guide states: “An
Oxford comma is one used before an 'and' at the end of a list and
is used to avoid ambiguity.”
¿Por qué los gatos mueven un poco el culo antes de dar un salto?
(Un texto de Sergio Parra leído el 12 de marzo de 2019 en xataca.com)
En este nuevo capítulo sobre grandes misterios de la ciencia...
muchos dueños de gatos se habrán dado cuenta de que sus mininos
mueven ligeramente sus traseros antes de dar un salto. ¿A qué se
debe este movimiento? ¿Sirve para algo?
Este movimiento dura solo unos instantes, mientras el
felino se agacha y agita su parte trasera antes de lanzarse
hacia su objetivo.
No se sabe pero...
Todavía se ignora para qué sirve este movimiento casi ritual,
pero tenemos algunas pistas. Según John Hutchinson,
profesor de biomecánica evolutiva en el Royal Veterinary College
de Londres, el movimiento de los glúteos puede ayudar a presionar
las patas traseras en el suelo para darles a los gatos una mayor
fricción (tracción) para empujarlos hacia delante en el salto.
También puede tener un papel sensorial para preparar la visión,
la propiocepción (una conciencia de la posición y el movimiento de
uno mismo) y el músculo, para los rápidos comandos neuronales
necesarios para el salto. El movimiento del trasero también puede
dar al gato algún tipo de calentamiento aeróbico, como si
estirara los músculos.
Además, podría ser también resultado de la emoción de la caza.
La cuestión es que este movimiento de trasero es bastante
universal, porque también se ha observado en gatos salvajes,
leones, tigres, jaguares... Pero a diferencia de los leones y los
tigres, el gato doméstico ha sido domesticado durante unos 10.000
años. Por lo tanto, ha llegado el momento de llegar al fondo de
este misterioso asunto.
(Leído en Facebook, en el muro del Club de lectura Adoro los libros)
1. No empieces escribiendo novelas.
Llevan demasiado tiempo. Comienza tu escritura con relatos cortos, al menos uno a la semana. Dedica un año a hacerlo; es imposible escribir 52 malas historias seguidas. Esperé hasta tener 30 años antes de escribir mi primera novela, Fahrenheit 451. Valió la pena la espera, ¿verdad?
2. Puedes amarlos, pero no puedes ser ellos.
Ten en cuenta que, inevitablemente, consciente o inconscientemente, intentarás imitar a tus escritores favoritos, del mismo modo que yo intenté imitar a H.G. Wells, Jules Verne, Arthur Conan Doyle o L. Frank Baum.
3. Examina los cuentos de “calidad”.
Te recomiendo leer a Roald Dahl, Guy de Maupassant, o los menos conocidos Nigel Kneale y John Collier.
4. Amuebla tu cabeza.
Lee una hora antes de dormir: un cuento, un poema (pero de Pope, Shakespeare o Frost, no “basura” subliteraria), y un ensayo. Estos ensayos deben provenir de diversidad de campos, incluidas la arqueología, zoología, biología, políticas y literatura. Tras mil noches, estarás lleno de ideas.
5. Aléjate de los amigos que no creen en ti.
¿Se meten con tus ambiciones de escritura? Despídelos sin demora.
6. Enamórate de películas.
Preferiblemente de las antiguas.
7. Disfruta escribiendo.
8. Anota diez cosas que ames y diez cosas que odies.
Luego escribe sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos.
9. Escribe cualquier cosa vieja que te venga a la cabeza.
Es recomendable la asociación de palabras para romper cualquier bloqueo creativo.
Ray Douglas Bradbury
Waukegan, USA, 22 agosto 1920 - Los Ángeles, Ibid. 5 junio 2012
Both “help someone do something” and “help someone to do something” are
acceptable. The form without “to” seems to be more common in everyday speech
than the form with “to” (especially in American English), but both forms are
common in formal writing:
correct He helped
me move to London. (more common)
correct He helped
me to move to London. (less common)
Some learners try to combine the -ing form we can find in other phrases
(such as “go doing something”) with “help”, but this is unfortunately not
correct:
correct He helped
me (to) move to London.
wrong He helped
me moving to London.
Finally, there is one informal phrase in which we do use “help
doing”, namely “cannot help doing”. If someone “cannot help doing something”,
they cannot suppress the need to do it. For example:
I can’t help thinking about her constantly. = I must think about her
constantly. I cannot stop thinking about her.
This idiom means the same as “cannot help but do”—we could also say, “I
cannot help but think about her constantly.”