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...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

miércoles, octubre 30

Todo sobre el hipo: por qué lo tenemos y cómo acabar con él de verdad

 (Un texto de A. López en El Confidencial del 27 de agosto de 2019)

Cualquier cosa que altere o dañe tus vías digestivas o respiratorias puede provocarlo, pero hay casi tantos
remedios como causas.

Seguro ¡hic!, que ¡hic!, has tenido hipo ¡hic!, más de una vez en tu vida. Estás más que acostumbrado a estas contracciones involuntarias y sincrónicas del diafragma y los músculos intercostales. Es incómodo, a veces brusco y la mayoría del tiempo aparece de forma inesperada.

Estos espasmos provocan una repentina inspiración de aire, que va seguida del cierre de la glotis, que es la abertura entre las cuerdas vocales que se encarga de detener el flujo de aire a los pulmones, motivo por el cual el hipo suele ir acompañado de un sonido muy característico y peculiar. 

Normalmente, solemos enfrentarnos a un trastorno pasajero y benigno que apenas dura unos minutos y que, a veces, desaparece por sí solo. Y es que el hipo no puede ser considerado una dolencia médica, sino más bien un síntoma que también puede provocar tensión en el abdomen, el pecho o la garganta. La mayoría lo sufren más durante la infancia y al igual que los estornudos, cada persona tiene una particular
manera de hipar (puede variar de cuatro a 60 por minuto).

¿Problemas de alimentación?
¿Sabías que empiezas a tenerlo mientras estás en el útero? Los expertos creen que cuando los bebés lo padecen antes de nacer es porque están haciendo ejercicios de calistenia pulmonar para prepararse para respirar una vez que salgan del vientre de su madre. Otra teoría es que estas contracciones son un remanente de nuestros antepasados anfibios, ya que el patrón motor del hipo es similar al de las ranas, que
necesitan cerrar rápidamente las diferentes vías respiratorias dependiendo de si están respirando aire o agua.

La Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) lo clasifica en tres tipos según su duración. Agudo, es el más común y dura menos de 48 horas; persistente, con posibilidad de que se prolongue hasta un mes e intratable, puede superar los dos meses sin solución aparente (el récord Guinness lo tiene el estadounidense Charles Osborne de Anthon, quien lo padeció durante 68 años
seguidos). 

¿Qué lo causa? Lo cierto es que la mayoría de los problemas que tiene nuestro organismo suele venir casi siempre por lo mismo: la alimentación. 

Aunque puede comenzar sin causa aparente, lo normal es que exista algún factor que irrite o altere el funcionamiento normal del diafragma como, por ejemplo, comer alimentos demasiado calientes o picantes, abusar de las bebidas con gas, el alcohol o los refrescos, comer muy rápido o en exceso, o la presencia continuada en la dieta de alimentos o sustancias que pueden perjudicar el estómago y el tracto respiratorio.

Los expertos tienden a estar de acuerdo en que hay un arco reflejo o circuito, que incluye los nervios vago y frénico. Juntos, estos se extienden desde el tronco encefálico hasta el abdomen, con ramas que alcanzan el diafragma y muchos órganos internos, incluidos el estómago, los intestinos, el bazo, el hígado, los
pulmones y los riñones. "Si tienes irritada cualquiera de estas zonas es posible que tengas hipo", asegura Mark Fox, profesor de gastroenterología de la Universidad de Zúrich, en 'The New York Times'.

¿Cómo quitarlo?
Los médicos afirman que puede aparecer por tantos motivos como remedios extraños existen. La cultura popular de cada región tiene un truco 'infalible' para deshacerse de él, pero ¿funcionan?

Lo primero que recomiendan los especialistas (si es persistente) es identificar la causa subyacente. Acude a tu médico y hazte una revisión para saber de dónde viene: trastornos del sistema nervioso, diabetes, desequilibrio de electrolitos, problemas renales y en algunos casos, afecciones mentales o emocionales. Para empezar, evita las comidas picantes, las bebidas carbonatadas, no masques chicle y come a un ritmo normal (las prisas nunca son buenas).

No puede ser considerada una dolencia médica, sino más bien un síntoma que puede provocar tensión en el abdomen, el pecho o la garganta. Muchas personas contienen la respiración al exhalar o respiran dentro de una bolsa de papel, ambas basadas en la idea de que aumentar la cantidad de dióxido de carbono en la sangre lo detendrá. Los científicos afirman que podrían funcionar, al igual que otros remedios que están destinados esencialmente a relajar los nervios vagos o frénicos: que alguien te asuste o tragar pan seco, hielo picado o mantequilla de cacahuete. También puedes tirar de la lengua, chupar una rodaja de limón,
provocarte arcadas o presionar suavemente tus ojos.

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lunes, octubre 28

Por qué los hombres dejaron de usar faldas, tacones y pelucas

(Un texto de Jaime Rubio Hancock en el suplemento Verne de El País del

En la corte de Luis XIV había pocas cosas tan importantes como lucir tacones rojos.

Los tacones fueron un símbolo de estatus para los hombres antes de que los llevaran las mujeres. Lo explica la historiadora Maude Bass-Krueger en un artículo publicado en Google Arts & Culture en el que repasa la historia de este accesorio y que se ha leído y compartido estos días. Además, no es la única prenda que llevaban hombres y que ahora se considera propia de la moda femenina: a lo largo de la historia, también han llevado faldas y maquillaje. ¿Por qué dejaron de hacerlo?

En su texto, Bass-Krueger recuerda que los primeros en llevar tacones fueron los jinetes persas en el siglo X, para mantener las botas en los estribos con más facilidad. En el siglo XVII, la moda de los tacones llegó a los aristócratas europeos, donde se convirtió en símbolo de virilidad y poder militar. La autora se detiene en Luis XIV: “Durante su reinado, cuanto más altos y más rojos eran los tacones, más poderoso era quien los llevaba”. El rey solo permitía los tacones de este color a las personas más cercanas.

En el siglo XVIII los tacones llegan al calzado femenino y acaban rebasando en altura al masculino. Con la Revolución Francesa desaparece el tacón para hombres, ya que se asociaba a la aristocracia. Pero no del todo, como aún se aprecia en algunos modelos de botas.

Federico Antelo Granero, profesor de Historia de la Indumentaria en el Centro Superior de Diseño IED Madrid, recuerda a Verne que hombres y mujeres hemos compartido a lo largo de la historia muchas de las prendas y complementos que hoy consideramos mayoritariamente femeninos: “Desde el antiguo Egipto hay pelucas, maquillaje, faldas, túnicas…”. También ha pasado con colores: el rosa no siempre fue un tono femenino y el azul no siempre se identificó con lo masculino.

Túnicas, togas y faldas

Las faldas llevan años apareciendo en los desfiles de moda masculina. “Pero no solo en la pasarela -apunta a Verne Elvira González, del Museo del Traje de Madrid-, depende de la tradición, cultura y costumbres de cada lugar”.

También eran habituales en otras épocas: egipcios, griegos, romanos y aztecas llevaban túnicas, togas y faldas, al ser fáciles de fabricar y de llevar. Los pantalones se usaban sobre todo para montar a caballo.

A partir del siglo XIV ya empieza a haber “una diferencia en la confección de prendas para uno u otro sexo”, como escribe Giorgio Riello en Breve historia de la moda. La mayor diversificación también lleva a que la moda se convierta “en un instrumento de rivalidad social” dentro de “una sociedad fuertemente jerarquizada”.

Aun así, los hombres aún no se pasan exclusivamente al pantalón, como muestra el hecho de que en 1701 el zar Pedro I aprobara una ley que obligaba a todos los hombres rusos a llevar pantalones, con la excepción de granjeros y clérigos.

Seda, pelucas y maquillaje

Durante los siglos XVII y XVIII y, sobre todo, durante el Rococó francés, la indumentaria es especialmente vistosa y decorada. Para ambos sexos, pero sobre todo para las clases acomodadas. El escritor británico Tobias Smollet, citado por Riello, escribía que en París, un inglés que quisiera parecer respetable tenía que sufrir una “metamorfosis total”, y lucir grandes pelucas y trajes de seda con bordados, en lugar de las prendas de lana y franela que se llevaban en Inglaterra.

Y no menciona el maquillaje: igual que la falda, recientemente se han comercializado líneas de maquillaje para hombres, pero a lo largo de la historia encontramos ejemplos de su uso por parte de hombres y mujeres. Por ejemplo, en el antiguo Egipto se usaba el kohl en ojos y párpados, además de maquillaje de ocre rojo para labios y mejillas; en el siglo I d.C. los hombres romanos también se aplicaban pigmento rojo a las mejillas, y en la Francia de los siglos XVII y XVIII se puso de moda no solo el maquillaje, sino también los lunares postizos. Luis XIII ya había popularizado las pelucas, tras quedarse calvo en la veintena (bien jugado, Luis). Además, cubrían la tiña, los piojos y la suciedad. Se empezaron a empolvar en el siglo siguiente, el XVIII.

Durante el Rococó también se llevó el rosa, como se puede ver en estos retratos de Luis XVI. No era una excepción: el rosa se asociaba al rojo, el color de la sangre y del vigor, mientras que el azul se veía más delicado y amable. [...] Hasta la Primera Guerra Mundial el color más habitual para los bebés era el blanco, no los tonos pastel de rosa y azul. Y después y hasta mediados de siglo, el más habitual para los niños era precisamente el rosa.

La cárcel de la moda femenina

Por supuesto, esto no quiere decir que las sociedades en las que los hombres llevaban falda o tacones fueran más igualitarias. “Para nada”, subraya Antelo, que vuelve al ejemplo del Rococó: “La indumentaria masculina siempre ha subrayado su papel social, mientras que a la mujer se la ha limitado incluso a través de la vestimenta”. En el caso de esta época, Antelo compara los enormes vestidos y corsés que dificultaban la movilidad de las mujeres a “una cárcel”.

Es más, el uso de encajes, sedas, calzado con tacón, maquillaje y demás por parte de los hombres no suponía la adopción de un rasgo femenino, sino la voluntad de manifestar su estatus. Todas estas prendas estaban asociadas a la masculinidad y al poder. Y es que, como apunta Antelo, la moda refleja la sociedad. Por eso no es de extrañar que, tras el exceso del Rococó y con la Revolución Francesa, se sustituyera el satén por el algodón y se redujera el uso de corsés, entre otros cambios, “con cierta intención de generar igualdad y de borrar las fronteras de clases”.

El dandi y el hombre contemporáneo

En el siglo XIX el pantalón queda por completo identificado como prenda moda masculina. Y no solo la los pantalones: como explica Antelo, la moda contemporánea masculina es heredera de este periodo.

Con la aparición del dandi británico, “que surgió como respuesta al modelo anterior, al Rococó de la corte de Versalles”, se comienza a construir “una visión de la masculinidad que ha ido perdurando desde entonces”. Esta nueva tendencia considera que “la elegancia masculina está en la simpleza o la sencillez, aunque si se analiza esta estética, en realidad incluye mucha etiqueta y muchas normas sobre colores, prendas, horas del día, ocasiones…”.

El centro de la moda occidental deja de ser Francia para pasar a ser Inglaterra, sobre todo con su traje de tres piezas. Estos trajes, escribe Riello, son de colores oscuros: negro, gris, marrón verdes oscuros... Desaparecen los colores vistosos, las sedas y los bordados. El dandi no predica el exceso, sino la moderación. El inglés George Bryan Brummell, considerado el arquetipo de este movimiento, escribía que si alguien se giraba para mirarte “es que no vas bien vestido, tu atuendo es demasiado rígido, demasiado sobrio, demasiado a la moda”.

¿Llevaremos falda otra vez?

La moda masculina contemporánea hace décadas que va más allá del traje de tres piezas. Hay más variedad de prendas, accesorios y colores. Pero no parece fácil que volvamos a llevar falda, por mucho que aparezcan de vez en cuando en las pasarelas y, como el verano pasado, en algunas protestas, tanto de trabajadores de transporte franceses como de estudiantes británicos.

El cambio en sentido inverso sí es más habitual: las mujeres no han tenido inconveniente en adoptar prendas masculinas, como en el caso del pantalón. “Se ha asociado al hombre con el poder en todos los ámbitos -dice Antelo-, por lo que cuando una mujer adoptaba estas prendas se entendía como un mensaje de empoderamiento positivo”. En cambio, “si un hombre adoptase ciertos colores o materiales que aún se asocian a lo frágil, a lo que necesita protección, muchos lo seguirían interpretando como un mensaje de debilidad”.

Al respecto, Antelo recuerda los intentos de introducir el maquillaje para hombres: “Recuerdo una línea de maquillaje masculino que se promocionaba hace unos años diciendo que no se notaba. Pero, claro, ¿para qué debería un hombre maquillarse y que no se le note?”. Ha habido excepciones, claro, como David Bowie. Pero no todos somos David Bowie.

Antelo no cree que hombres y mujeres vayamos a vestir igual: “Es posible que veamos cambios en colores, estampados y materiales, pero las morfologías de hombres y mujeres son muy diferentes”. Eso sí, la moda seguirá cambiando, a medida que cambie la sociedad. “Es similar al arte: puedes analizar la sociedad a través de la indumentaria”.

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sábado, octubre 26

The surprising health benefits of drinking beer

(An article by Jonathan Well published on Daily Telegraph on 14th March, 2016. Note: handle this information with caution...)

Could beer cure cancer? Scientists at the University of Idaho think so.

This week, at the National Meeting of the American Chemical Society, researchers will present findings that suggest a key ingredient in beer could be used in the fight against cancer and inflammatory diseases.

Acids called humulones and lupulanes, which are found in hops, possess the ability to halt bacterial growth and disease, and scientists hope to find a way to extract these compounds or synthetise them in a lab in order to develop active agents for cancer-treating pharmaceuticals.

But what other little known health benefits are hiding in your pint glass?

1. Beer lowers the risk of kidney stones

Last year, a study suggested that the risk of developing kidney stones decreases with increasing beer consumption. 

Finnish researchers, led by Dr. Tero Hirvonen of the National Public Health Institute of Helsinki, used their detailed study of 27,000 middle-aged men to conclude that "each bottle of beer consumed per day was estimated to reduce risk by 40 per cent". 

The study authors noted that both the water and alcohol found in beer are shown to increase urine flow and dilute urine, thereby reducing the risk of stones forming. Alcohol may also "increase the excretion of calcium," the prime constituent of kidney stones, said Hirvonen.

2. Beer protects you from heart attacks

A research team at the University of Scranton in Pennsylvania found that dark ales and stouts can reduce the incidence of heart attacks. 

Atherosclerosis - when artery walls become furred-up with cholesterol and other fatty substances - is known to cause heart problems, but Dr. Joe Vinson, a professor of chemistry and lead author on a 2000 study, revealed that beer can cut the risk of this disease by as much as half. 

However, the researchers were keen to add that moderation was key.

3. Beer reduces the risk of strokes

Studies by both Harvard Medical School and the American Stroke Association have shown that people who drink moderate amounts of beer can cut their risk of strokes by up to a 50pc, compared to non-drinkers. 

Ischaemic strokes are the most common type of stroke. They occur when a blood clot blocks the flow of blood and oxygen to the brain. However, when you drink beer, your arteries become flexible and blood flow improves significantly. 

As a result, no blood clots form, and your risk of having a stroke drops exponentially.

4. Beer strengthens your bones

Beer is known to contain high levels of silicon, an element that promotes bone growth. 

But you have to get the balance right. Academics at Tufts University in Massachusetts found that whilst one or two glasses of beer a day could significantly reduce your risk of fracturing bones, more than that would actually raise the risk of breakages. 

So be careful when you visit the pub: if you drink too much, your bones will be weakened and those drunken nightime tumbles could result in nasty fractures. Drink the right amount, however, and you'll walk home with your bones and dignity in tact. 

Cheers! 

5. Beer decreases the chance of diabetes

In 2011, Harvard researchers found that middle-aged men who drink one or two glasses of beer each day appear to reduce their risk of developing type 2 diabetes by up to 25pc. 

Dr Michel Joosten, a visiting professor at the Harvard School of Public Health, studied 38,000 middle-aged men, and concluded that the alcohol content in beer increases insulin sensitivity, which helps prevent diabetes. Additionally, beer is a good source of soluble fibre - a dietary material that helps to control blood sugar and plays an important role in the diet of people suffering from diabetes. 

So, whether you've got diabetes or not, a glass of beer is just what the doctor ordered. 

6. Beer reduces the risk of Alzheimer's

Studies dating back to 1977 have suggested that beer drinkers can be up to 23pc less likely to develop cognitive impairment, Alzheimer's disease or other forms of dementia. 

However, despite the statistics speaking for themselves - one study surveyed over 365,000 people - it is unknown why moderate drinking can have a beneficial effect. One theory suggests that the well-known cardiovascular benefits of moderate alcohol consumption, such as raising good cholesterol, also can improve blood flow in the brain and thus brain metabolism. 

The silicon content of beer could also be responsible. Silicon is thought to protect the brain from the harmful effects of aluminum in the body - one of the possible causes of Alzheimer's.

7. Beer can cure insomnia

Beer is a natural nightcap. Ales, stouts and lagers have been found to stimulate the production of dopamine, a compound that may be prescribed to insomnia sufferers by a doctor, in the brain. 

According to research undertaken at the Indiana University School of Medicine, simply tasting beer increases the amount of dopamine in the brain - and thus make drinkers feel calmer and more relaxed.

However, the academics clarified that these clients are achieved after only a taste, and so a paltry 15 millilitre serving is all you need - the equivalent of one tablespoon of beer.

8. Beer can stop cataracts

Too much and your vision will get blurry, but consume just the right amount of beer and your eyes will benefit. 

Researchers at the University of Western Ontario found that the antioxidants found in beer,
particularly ales and stouts, protected against mitochondrial damage. 

Cataracts are formed when the mitochondria - parts of a cell responsible for converting glucose into the energy - of the eye's outer lens are damaged. Antioxidants protect the mitochondria against this damage, and therefore the study authors recommend one drink a day to keep the eye doctor away. 

At a glance - Alcohol units

Official guidance says that if people do drink, the maximum amount they should consume is 14 units a week. Check how many units are in your favourite tipple here: 

Wine (ABV 13%)

125 ml glass = 1.6 units 
175 ml glass = 2.3 units 
250 ml glass = 3.3 units 
Bottle =10 units

Beer 

Regular pint (4%) = 2.3 units 
Strong pint (5.2%) = 3 units 
extra strong (8%) = 4.5 units 

Spirits (ABV 40%) 

25ml single shot =1 unit 
50ml double shot = 2 units 

Alcopops (ABV 5.5%) 

275ml bottle = 1.5 units

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jueves, octubre 24

Viena, más viva que nunca

(Un texto de Héctor Llanos Martínez en El País del 13 de noviembre de 2021)

Novedades en sus grandes museos, aperturas de hoteles y restaurantes y hasta un nuevo barrio hacen que la capital austriaca florezca.

Hasta un edificio del siglo XIX es sinónimo de futuro en una Viena siempre imperial e histórica. Desde hace meses, hay obras de construcción a un lado de la armónica Künstlerhaus, La Casa de los Artistas de Viena. Es el símbolo de que la capital austriaca vuelve a florecer tras meses de encierro. Esta reciente remodelación se suma a las reformas de más de 50 millones de euros que enfrentó el citado edificio decimonónico para convertirse en el hogar del nuevo Albertina Modern, el hermano pequeño del Museo Albertina, dedicado en este caso al arte nacido en los últimos 100 años. Su fastuosa apertura, programada para el 13 de marzo de 2020, tuvo que posponerse, pero, tras más de un año abierto sin apenas visitantes extranjeros, tiene todas las esperanzas depositadas en sus nuevas exposiciones, muy cercanas a la cultura popular. Serán apuestas sobre seguro en tiempos de incertidumbre. The 80s. Anything Goes recopila hasta el 13 de febrero de 2022 obras de un póquer de ases: Julian Schnabel, Jeff Koons, Basquiat y Keith Haring. Y ya en marzo será el turno de otra estrella mediática: Ai Weiwei.

El arte y la vida cotidiana se funden en Viena como en pocos lugares en el mundo. El Leopold Museum, rey del Museums Quartier y donde habita la mayor colección de obras del pintor maldito Egon Schiele (1890-1918), ha celebrado el regreso a la normalidad abriendo su azotea MQ Libelle, un sofisticado bar mirador con vistas a las montañas que rodean la ciudad y también a su zona regia, ante las cúpulas gemelas de los museos de Historia Natural y de Bellas Artes que rodean la Maria-Theresien-Platz. También vive aires de renovación la Casa Museo Sigmund Freud (Berggasse, 19), reabierta en verano del año pasado tras 18 meses cerrada por restauración. En su nuevo enfoque, los espacios en los que el padre del psicoanálisis vivió y desarrolló su labor profesional se convierten en objetos de exposición. Y por primera vez todas las habitaciones privadas son accesibles a los visitantes.

 

Una amplia oferta `gastro'

En el vecino distrito de Alliedviertel florecen ofertas gastronómicas como Kraus. El elegante diseño de interiores de este restaurante da buena cuenta de su esencia, que busca reinterpretar a los clásicos. No solo se inspira en los célebres cafés vieneses en su aspecto, sino que incluye en su carta una versión gourmet del que es uno de los tentempiés más comunes de esta zona del continente: el leberkäse, una especialidad de embutido procedente de Baviera. La experiencia se completa con una pequeña galería de arte con marcado acento social. En las microexposiciones que organiza la Kahán Art Space Vienna no se da cuenta de las tendencias ni de los creadores de moda, sino que se analizan asuntos relacionados con la política y la economía actuales.

Ballroom, local especializado en sabrosos dumplings para tomar y, especialmente, para llevar, amplía su presencia con una nueva sucursal en Burggasse,40. Además de opciones exóticas como los Yalcuza (rellenos de gambas picantes y hierba de limón asiática, y rociados de sésamo, wakame y mayonesa de chile dulce), su carta cuenta con varias opciones vegetarianas. Mucho más pausada es la mesa de Tian, una pequeña colección de restaurantes que sigue creciendo en los lugares más selectos de Austria. La propuesta de alta cocina vegetariana del chef Paul Ivic, con una estrella Michelin, consiste en dos menús degustación, uno para brunch y otro para cenas. La composición de cada uno de ellos es sorpresa, ya que va cambiando para asegurar que los productos son frescos y de temporada. Por fortuna, su gran selección de salsas y cremas (hummus, confitados, mermeladas) guardadas en frascos siempre aparece. Una de sus localizaciones más céntricas está en el número 4 de Schrankgasse.

Otro gran ejemplo de la nueva Viena es su barrio en construcción Seestadt Aspern, que ya cuenta con un lago artificial embelleciendo la gigantesca zona de obras que en breve se convertirá en acogedoras viviendas y parques. Se trata de uno de loá distritos en desarrollo más grandes de Europa. Dormero HoHo, la nueva apertura en Austria de la cadena alemana de hoteles, ocupa la mitad de los 23 pisos del edifico que reina en la parte ya construida de este nuevo distrito. Este alojamiento ha decidido adoptar la esencia del lugar, combinando un toque industrial y diseño a la última, con la madera como material predominante en sus instalaciones. Algunas de sus 130 habitaciones siguen una curiosa moda hotelera de la ciudad y están a medio camino entre la estancia estándar y un apartamento, con cocina incluida. Además de modernidad y sostenibilidad, el barrio hace toda una declaración de intenciones en el nombre de sus calles. El Dormero, por ejemplo, está en Wangari-Maathai-Platz, 1, en honor a la política keniana. También hay una Janis-Joplin-Promenade, que lleva al lago, y una Simone-de-Beauvoir-Platz, en torno a la que se amontonan algunos bares y restaurantes.

Esta fusión de hotel-apartamento también se encuentra en Adina Apartment (Canettistrasse, 3), un lugar de marcado tono urbano en torno a la estación central de trenes. Lo práctico, al incluir todo lo que puede encontrarse en un estudio o un piso, no hace que renuncie a lo estético. Para unir lo mejor de los dos mundos cuenta con una piscina y un spa a prueba de todo tipo de estrés. Y el Andaz Vienna Am Belvedere (Arsenalstrasse, 10), frente al famoso palacio vienés, es una propuesta arty de la cadena Hyatt que sirve de muestra de la arquitectura, la pintura y el diseño de la ciudad. El lujo, además de en sus vistas, su decoración y su cocina, está en lo espacioso de sus habitaciones, de cuyas paredes cuelgan obras de creadores locales. Es como dormir en un rincón del Albertina Modern.

 

Guía Casa de los Artistas de Viena (k-haus.at)

Museo Albertina Modern (Albertina.at)

Leopold Museum (leopoldmuseum.org)

MuseumsQuartier (mqw.at)

Casa Museo Freud (freudmuseum.at)

Restaurante Kraus (daskraus.at)

Restaurante Ballroom (damngooddumplings.at)

Restaurante Tian (tianrestaurant.com/wien)

Barrio Beestadt Aspern (aspernseestadt.at)

Hotel Dormero HoHo (dormero.de)

Adina Apartment (adinahotels.com)

Hotel Andaz Vienna Am Belvedere (hyatt.com)

Oficina de turismo de Viena (wien.info). 

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martes, octubre 22

'Carpaccio', el plato con nombre de pintor renacentista

(Un texto de Ana Vega Pérez de Arlucea en El Norte de Castilla publicado el 25 de agosto de 2019)

Esta receta a base de finas láminas de carne cruda fue bautizada en 1950 en honor al color que usaba en sus cuadros el veneciano Vittore Carpaccio.

Corre el año 1950 y estamos en la bella ciudad de los canales, Venecia. Las mesas del famoso restaurante Harry's Bar están como de costumbre llenas de aristócratas y bon vivants, pero una de las clientas sufre un pequeño problema dietético y llama al dueño del local, Giuseppe Cipriani, para ver si se le ocurre cómo solventarlo. Los médicos han recomendado a la condesa Arnalia Nani Moncenigo que se abstenga de
comer carne durante un tiempo o, al menos, que si lo hace sea consumiéndola cruda. ¿Podría el signore Cipriani ofrecerle algo sabroso de comer que cumpla con estas condiciones? «Déme quince minutos». Un
cuarto de hora después el maitre trae un plato sobre el que descansan dispuestas en forma de abanico finísimas láminas de solomillo vacuno, aliñadas con con una salsa a base de mahonesa y mostaza. «¿Y esto qué es, Cipriani?», pregunta la condesa. «Carpaccio».

Así nació uno de los platos más populares del siglo XX, o al menos así lo contó el hijo del protagonista, Arrigo Cipriani, en un libro de memorias. En realidad el carpaccio no fue una invención completa del Harry's Bar sino que está inspirado en una receta típica piamontesa llamada carne cruda 'all'albese' (con zumo de limón, aceite de oliva, sal, pimienta y escamas de queso parmesano), pero sí está claro que fue Cipriani quien lo popularizó bajo un nombre que hoy en día designa a cualquier tipo de preparación culinaria basada en lonchas finas de carne o pescado crudos.

Y si me apuran ustedes, lo más interesante de toda esta historia está en la elección del nombre que sí, se hizo según testigos en apenas quince minutos.

Vittore Carpaccio (ca. 1465- 1525) puede que sea un pintor desconocido para la mayoría de ustedes y sin embargo, su apellido ha pasado al imaginario popular vinculado a una receta en la que él, curiosamente, no tuvo arte ni parte. Destacado miembro de la escuela de pintura veneciana a finales del siglo XV, en 1950 su obra fue objeto de una gran exposición en el palacio ducal de la ciudad. Según Arrigo Cipriani, Venecia entera estaba inundada de banderines de color rojo oscuro y crema, los tonos que más destacan en diversas obras de Carpaccio como 'La predicación de San Esteban' (1514), 'Caza en la laguna' (1495) o 'Las dos cortesanas' (ca. 1490). El dueño del Harry's relacionó esos colores con los del plato que había mandado preparar para la condesa Moncenigo y chimpún, habemus carpaccio. Sin duda Cipriani fue un gran amante del arte y un auténtico paladín de los pintores de su ciudad natal, porque el carpaccio no fue su única creación con nombre pictórico. El cóctel Bellini, célebre combinación de prosecco y zumo de melocotón, nació en el Harry's Bar en 1948 y fue bautizado en honor a Giovanni Bellini por su color suavemente rosado, presente en numerosos cuadros de este artista que fue, rizando el rizo, maestro de Carpaccio.

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domingo, octubre 20

Gotinga, la universidad alemana -poco conocida- en la que estuvieron un montón de genios matemáticos

 (Un texto de E. Zamorano en El Confidencial del 23 de enero de 2019.)

Gotinga fue el centro académico más importante de Alemania durante varios siglos. Pero un día, el nacionalismo acabó con ella y su excelencia.

Gauss, Riemann, Hilbert o Noether. ¿Qué tal llevas las matemáticas? ¿Te suenan estos nombres? Estos cuatro personajes tienen dos cosas en común: su gran cantidad de contribuciones al campo de las matemáticas y que cada uno de ellos se dedicó a la enseñanza en uno de los centros académicos más importantes del mundo que, desgraciadamente, quedó en el olvido a medida que el régimen nazi se extendía por Alemania y Europa. Hablamos de Gotinga, una ciudad alemana situada en el Estado
federado de la Baja Sajonia, colindante con los estados de Hesse y Turingia, y especialmente
localizado justo en el centro del territorio de Alemania.

Su legado es inconmensurable. Aunque relativamente desconocida hoy en día, Gotinga fue una pequeña ciudad universitaria alemana que durante un tiempo fue uno de los centros de matemáticas más productivos de la historia. El ascenso a la cima en el conocimiento de los números de esta ciudad fue progresivo, mientras que su desaparición y caída apenas duró menos de una década cuando sus estrellas fueron empujadas al extranjero por la llegada del nacionalsocialismo.

Así lo enuncia David Gunderman, doctor en Filosofía y estudiante de Matemáticas Aplicadas en la Universidad de Colorado, en un interesante artículo publicado en 'The Conversation'. De esta forma, las mejores mentes de la Universidad abandonaron Alemania a principios de la década de 1930 para marcharse a otros centros académicos de renombre y continuar con su carrera, como Princeton o Nueva York.

El auge y caída de Gotinga han sido olvidados en gran medida, sepultados por el polvo del tiempo, pero sin embargo los nombres asociados con ese punto de encuentro todavía aparecen con frecuencia en el mundo matemático. Su legado pervive en forma de ecuaciones y fórmulas, así como en trabajos y líneas de investigación actuales de todo el mundo. 

La fundación
Era 1734 cuando el gobierno de Georg August de Hannover, junto con el rey Jorge II de Inglaterra,
decidieron trasladar la sede de la nueva universidad del principado de Hannover a Gotinga. Una fecha en la que la Ilustración se encontraba en pleno desarrollo en todo el norte de lo que hoy es Alemania. Cincuenta años antes de ser fundada solo ya gozó de un caldo de cultivo importante: el matemático Gottfried Leibniz desarrolló el cálculo infinitesimal el 11 de noviembre de 1675, según figura en sus propios cuadernos, en los cuales se halla por primera vez el uso de una ecuación.

En medio de la época de las Luces, los investigadores de Gotinga tuvieron más libertad a la hora de estudiar que las generaciones anteriores. Bajo una estrecha supervisión religiosa, les prometieron una gran autonomía intelectual. Otro de los detalles importantes fue la educación, la más igualitaria y universal de
Europa, ya que tanto ricos como pobres eran admitidos y capacitados para investigar.

De esta forma, a finales del siglo XVIII la Universidad de Gotinga se convirtió en un centro de aprendizaje científico muy popular. Tal vez su mayor referente sea Carl Friedrich Gauss. Conocido a menudo como "el príncipe de las matemáticas" ("Princeps Mathematicorum"), su línea de investigación abarcó numerosos campos, como la teoría de números, la geometría, la estadística, el álgebra, el magnetismo y hasta la óptica. Famoso por su mítica campana, nació en Brunswick el 30 de abril de 1777 y nada más crecer fue reconocido como niño prodigio, a pesar de provenir de una familia de campesinos y padres analfabetos. 

La primera estancia de Gauss en Gotinga duró tres años, los más productivos de su vida. Su importancia es tal que su nombre ha sido utilizado para denominar unidades de medida y premios matemáticos, como el Premio Carl Friedrich Gauss, concedido por la Unión Matemática Internacional (IMU) y la Sociedad Matemática Alemana. En 1835 formularía el teorema de Gauss, una de las contribuciones más importantes al campo del electromagnetismo, de la que se derivarían dos de las cuatro ecuaciones de Maxwell.

Pero no solo estuvo Gauss, sino también Bernhard Riemann, jefe del área de matemáticas de la Universidad desde 1859 hasta 1866, cuyo principales descubrimientos sirvieron posteriormente para que Einstein desarrollara la teoría de la relatividad. Nació en una aldea cercana a Dannenberg, en el Reino de Hannover. En 1846, entró como estudiante en la Universidad de Gotinga a estudiar filología y teología solo por la idea de contentar a su padre. Allí acudió a las conferencias de Gauss sobre el método de los mínimos cuadrados. También participó en las manifestaciones y movimientos obreros que estallaron en Alemania en 1848. Once años más tarde, formuló por primera vez la hipótesis de Rienmann, uno de los problemas más complejos y difíciles de resolver las matemáticas.

Felix Klein, por su parte, fue presidente de matemáticas de 1886 hasta 1913, y fue el primero en describir la botella de Kelin, un objeto tridimensional con un solo lado similar a la cinta de Moebius. Klein fue la bisagra que conectó con la segunda generación, la cual incluye a Carl Runge, quien ayudó a inventar una parte clave del software de predicción del tiempo más preciso de la actualidad, a Hermann Minkowski, también conocido por su trabajo sobre la relatividad, o David Hilbert, entre otros. Este último es conocido por los famosos 23 problemas de Hilbert, presentados en el Congreso Internacional de Matemáticos en 1900, los cuales sirvieron de guía para todo el siglo XX.

Después del nombramiento de Gauss como director hasta principios de la década de 1930, la destreza matemática de Gotinga se vio obstruida por un contexto de constante agitación política: las Guerras Napoleónicas, la guerra franco-prusiana y, por último, la Primera Guerra Mundial. La universidad se mantuvo al margen y supo sobrevivir en un entorno conflictivo, pero no fue hasta la irrupción del nacionalismo que llevó a los nazis al poder cuando ya no pudo resistir más y llevó a cabo una profunda transformación.

La causa en concreto fue una ley promulgada en 1933 llamada "Ley para la Restauración del Servicio Civil Profesional", por la que se hizo ilegal que cualquier persona que no fuera aria, en especial judíos, sirviera como profesor o maestro en toda Alemania. De este modo, la Universidad vivió una constante fuga de talento que mermó la excelencia de la academia.

En 1934, el Ministro de Ciencia del régimen nazi le preguntó a Hilbert si las matemáticas habían sufrido el éxodo judío. Él respondió: "¿Sufrido? No, no lo ha sufrido, señor ministro. ¡Ya no existe!". El director tenía razón. Solo quedaba uno de los profesores titulares prenazis en dicho año. El centro cambió rápidamente durante la era nazi y después de la Segunda Guerra Mundial. Hilbert murió en 1943. Ahora, sigue siendo uno de los centros matemáticos de alta insignia, pero ya no goza de la popularidad, el respeto y el fervor académico de entonces.

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viernes, octubre 18

Barolo, viñedos en la niebla

(Un texto de Pedro Jesús Fernández publicado en el suplemento “El Viajero” de El País el 14 de enero de 2016)

Viaje al nombre de un vino y también de un bello pueblo de la región italiana de Le Langhe, en Piamonte, muy cerca de Alba, la ciudad de las cien torres.

Desde la carretera, estrecha, sinuosa, las colinas van sucediéndose hasta dibujar esa imagen tópica del Piamonte que la nueva religión de la gastronomía televisiva y cinematográfica ha instalado en nuestro imaginario. Pero es verdad, lomas de tierra roja cubiertas de hierba, casas color albaricoque y ocre, cipreses y viñedos entre la vegetación, torres de piedra gris contra cielos moteados de nubecillas, nunca limpios. Al descender del coche, un golpe de viento y, si fuera invierno, un halo de niebla alrededor de los arboles. Todo leve, casi inapreciable, lo suficiente para levantarse el cuello de la chaqueta y dudar si sentarse en la terraza o entrar al bar. Huele a café y tostadas en la única mesa ocupada del belvedere de la plaza del castillo de La Morra. Así que te acomodas, aguzas el oído y bebes en silencio. Cuando levantas la vista para recorrer con la mirada este balcón sobre las colinas y las llanuras de Le Langhe, piensas en quienes se empeñan en descubrir otro Atlántico, sin darse cuenta de que lleva significando lo mismo para los italianos desde hace un par de siglos: vino tinto y trufas blancas.

De modo que habrá que tomar precauciones y cruzar la silueta de Alba, la ciudad de las cien torres, al atardecer, cuando los últimos autocares de chinos y estadounidenses abandonen el estacionamiento de la entrada. Por fortuna hay mucho que hacer, debajo de la Morra está la ex abadía benedictina de la Annunziata, cuyos frescos compensarían por sí solos el trayecto y a cuyo alrededor los monjes cultivaban uvas nebbiolo (las de la niebla), moscato y hasta pignolo, una variedad hoy casi extinguida. La abadía alberga la bodega de Renatto Ratti, gran personaje del vino de estas tierras, como por cierto acredita, entre otras joyas, una pequeña carta sobre la pared de un explorador ártico que felicita efusivamente a los Ratti porque su barolo había superado los rigores del viaje y el clima en una expedición al Polo Norte. A la salida del pueblo otro lugar curioso, una capilla nunca consagrada, cuyos dueños, la familia Ceretto, en 1976, hace ya 40 años, encargaron pintar por fuera a Sol Lewitt y por dentro a David Tremlett. Rojos intensos, amarillos, violetas y verdes adueñándose de los simétricos vanos de una ermita que los campesinos quisieron dedicar a la Santa María de las Gracias, pero que aquí, como todo, se ha transformado en la Capilla del Barolo.

Un par de colinas detrás sobresale otra colina un poco más alta coronada por un castillo de libro. Es el pueblo de Barolo y el viejo castillo, el hogar de los marqueses Falleti, donde la leyenda quiere que la esposa de uno ellos, llamada Juliette Colbert, inventara el preciado vino y se convirtiera para las gentes del lugar en Julia, la marquesa del Barolo. Hoy el castillo alberga un Museo temático y sus cinco platas evocan todas las dimensiones simbólicas de esta bebida a través de la literatura, la música, el cine, el teatro, las artes figurativas y la gastronomía. Hace unos años estuve invitado a la subasta del barolo y, tras asistir a ese espectáculo de marketing con compras vía satélite desde Quatar, Pekín o Nueva York, me llevaron a recorrer los viñedos. Venden muy bien el producto. La primera imagen que sorprende es no encontrar ninguna viña en la llanura. “El agua debe discurrir libremente. Solo se puede cultivar en las colinas", me dijeron. "Y ni siquiera en todas. El monte debe tener una determinada pendiente para ser considerado apto”. “Y orientación", apostilló otro acompañante, "para producir buen vino el viñedo debe estar perfectamente orientado. Y no se olvide de los terrenos, también es muy importante la composición arcilloso calcárea de cada terreno”. Antiguamente los barolos necesitaban mucho tiempo —al menos cinco años—, para que los taninos se acompasaran, el vino se aterciopelara y quedara listo. Ahora hay controversia, los nuevos gustos asiáticos y americanos están imponiendo sabores y aromas más fáciles de beber y hay una disputa entre los viejos productores y los nuevos, quienes han empezado a reducir los tiempos de fermentación y hasta han cometido el sacrilegio de criar barolo en barricas nuevas de roble francés. Mientras los productores esgrimían sus argumentos, me senté a escuchar, con los ojos cerrados, y la música del debate sonaba igual que la del nuevo y viejo flamenco.

Camino de Alba había que detenerse en Pollenzo para recorrer la estructura neogótica de ladrillo que contiene la Universidad de Ciencias Gastronómicas, uno de los mejores legados de Carlo Petrini, el inventor del movimiento de comida lenta, o Pollenzo Slow Food. Fue la primera universidad en su género, la que hizo de la calidad y la pureza del producto el eje cuando en el resto de lugares dominaban la técnica y la química.

Sobre la barra del bar de la Agenzia, Ugo Alciati nos hace probar una tapa de su vitello tonnato —finísimos filetes de ternera cocida cubierta de una especie de bechamel de atún, anchoas, huevo, puerro, vino y alcaparras— y vuelves a pensar en la misma obviedad, aunque sabias que todo el conocimiento se ha depositado en ti a través de los sentidos, has necesitado media vida para comprender que más allá del placer, los sentidos son los mejores aliados del tiempo y la memoria.

Llegamos a Alba con la puesta del sol, la hora del aperitivo de la tarde, dudando si era demasiado temprano o la ciudad seguiría todavía poblada de filas de excursionistas del vino, riendo por cualquier cosa, trastabillantes, después de la tercera cata. Al bajar del coche, cruzamos el estacionamiento y, en medio, nos topamos con un viejo deportivo tuneado imponiendo música electrónica a todo volumen. Delante de la puerta gesticulaban cuatro adolescentes en torno a una jovencita de piel pálida cuya ropa híper ceñida se remataba por abajo con unas inmensas zapatillas color purpura. Todos con la ropa pensada hasta el milímetro, todos con ese punto excesivo tan, tan macarra y tan, tan italiano que servía de preámbulo perfecto a la entrada en la ciudad de la trufa blanca, el barolo y el barbaresco. La opulenta ciudad que despliega exquisitez en una esquina y en la otra parodia el palio de Siena organizando su propia carrera.... de burros. Sí, era la hora adecuada.

Sugerencias del autor:

Comer Ristorante Belvedere. Piazza Castello, 5. La Morra. +39 017 350 95 80 www.belvederelamorra.it/

Foresteria dei Marchesi di Barolo. Via Roma 1. Barolo. +39 017 356 44 19 www.marchesibarolo.com

Enoclub. Piazza Savona 4. Alba. +39 017 33 39 94 www.caffeumberto.it

Beber Cantina Renato Ratti-Abbazia dell'Annunziata di La Morra. Frazione Annunziata, 7. La Morra. +39 017 35 01 85 www.renatoratti.com

Azienda Vitivinicola Ceretto. Strada Provinciale Alba/Barolo 34. Localitá San

Dormir Albergo dell'Agenzia. Via Fossano, 21. Pollenzo. +39 017 245 86 00 www.albergoagenzia.it

Información www.slowfood.com

www.regione.piemonte.it

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