(La columna de Paulo Coelho en el
XLSemanal del 24 de marzo de 2013)
“Mantengo los ojos cerrados e intento imaginar la
savia subiendo desde las raíces hasta las hojas, provocando con este movimiento
una oleada de energía que afecta a todo lo que hay alrededor”.
(En las dos columnas anteriores he hablado sobre mi ida al Camino de
Kumano, en Japón, y mi descubrimiento de una práctica espiritual, el Shugendo,
que se realiza durante la peregrinación)
¿Has oído hablar alguna vez del Shugendo? Me han dicho que es una relación
de amor y dolor con la naturaleza-, le comento al biólogo que Katsura me ha
presentado y que ahora camina conmigo por las montañas.
-Shugendo significa «el camino del arte de la acumulación de experiencia»-
me responde, mostrando que su interés va más allá de las variedades de insectos
de la región. Disciplinar tu cuerpo para aceptar todo lo que la naturaleza
tiene que ofrecerte; así también educas tu alma para lo que Dios nos
ofrece. Mira a tu alrededor: la naturaleza es mujer y, como toda mujer,
nos enseña de una manera diferente. Apoya tu columna vertebral en el árbol.
Me señala un cedro de más de dos mil años, con una gruesa cuerda enrollada
a su alrededor. En la religión local, todo lo que está rodeado por una cuerda
es una manifestación especial de la Diosa de la Creación y se considera un
lugar sagrado.
Apoyo mi espalda en el cedro, cierro los ojos, y el biólogo empieza a
contarme que en aquella región existen apenas diez árboles como
ese. Cuando comenzaron las peregrinaciones, en el año 975, la zona estaba
cubierta de cedros milenarios y árboles centenarios, cuyas hojas, dice el
biólogo, brillaban como el sol. En el siglo XIX, cuando la revolución Meiji
forzó la separación de los templos sintoístas y budistas (antes de aquello,
muchos de ellos ocupaban la misma área y convivían en perfecta paz), se
destruyeron bosques enteros para construir nuevos espacios de culto.
-Todo lo que está vivo contiene energía-, y esta energía se comunica entre
sí. Si mantienes tu columna apoyada en el tronco, el espíritu que vive en el
árbol conversará con tu espíritu y lo calmará de toda aflicción. Claro que,
como biólogo, debo decir que se trata de la emanación de calor y tal… pero sé
que también hay parte de verdad en la explicación mágica de mis antepasados.
Mantengo los ojos cerrados e intento imaginar la savia subiendo desde las
raíces hasta las hojas, provocando con este movimiento una oleada de energía
que afecta a todo lo que hay alrededor. Mi espíritu se va apaciguando,
dejo que la fantasía funcione y, de repente, me imagino dentro del tallo, sin
pensar, sin meditar, apenas en reposo absoluto.
-Aquí cerca, las señales de la naturaleza decidieron el futuro de la
región.
Oigo la voz del biólogo contándome que, en el año 1185, dos samuráis
luchaban ferozmente por el poder en el Japón. El gobernador de Kumano no sabía
quién vencería; convencido de que la naturaleza siempre tiene la respuesta,
enfrentó en una pelea a siete gallos vestidos de rojo contra siete vestidos de blanco.
Ganaron los de blanco, el gobernador apoyó a uno de los guerreros e hizo la
apuesta correcta: poco después, aquel samurái dominaba el país.
-Ahora dime: ¿tú prefieres creer que fue el apoyo del gobernador lo que
inclinó la balanza o que los gallos dieron la señal divina de quién terminaría
conquistando el poder?
-Yo creo en señales respondo, saliendo mentalmente de mi confortable estado
vegetal y abriendo los ojos. Fueron las señales las que me trajeron hasta aquí,
aunque aún no consiga entender bien lo que estoy haciendo.
-Los viajes sagrados a Kumano comenzaron mucho antes de la introducción del
budismo en Japón; hasta hoy existen por aquí hombres y mujeres que transmiten
de generación en generación la idea de que debe realizarse una boda, con todo
lo que implica a su alrededor, como una verdadera unión: con entrega, alegrías
y sufrimientos, pero manteniéndose siempre juntos. Utilizaban el Shugendo para
permitir esta entrega total, sin miedo.
Abro los ojos y me siento apaciguado por la energía que el árbol me ha
transmitido.
-¿Puedes enseñarme algún ejercicio de Shugendo? El único que conozco es
atarse con una cuerda y arrojarse contra las rocas en un despeñadero y,
francamente, no tengo valor para eso.
-¿Por qué quieres aprender?
-Porque siempre he pensado que el camino espiritual no implica
necesariamente el sacrificio y el dolor. Pero, como me dijo alguien que conocí
en este viaje, es necesario aprender lo necesario, no lo que uno quiere.
-Cada cual hace el ejercicio que la Tierra le pida; conozco a un hombre que
subió y bajó mil veces, durante mil días, una montaña cerca de aquí. Si la
Diosa quiere que practiques Shugendo, ella te dirá lo que tienes que hacer.
Tenía razón. Al día siguiente sucedió eso mismo.
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