(Un texto de Isabel Navarro en la revista Mujer de Hoy del 2 de agosto
de 2008)
La música es un arte donde abundan los crápulas, los esquizofrénicos y los
drogadictos. Los artistas viven rodeados de fans histéricas y sumisas que se
comportan como un harén, pero a la hora de la verdad los divos prefieren consagrarse
a musas maternales, que les cuidan y retan su inteligencia.
John Lennon & Yoko Ono
La aparición de Yoko Ono en la vida de Lennon fue, para los millones de
fans de los Beatles, como la llegada de un súcubo al paraíso juvenil de los 40
principales: el horror. Según las leyendas medievales, el súcubo era un demonio
que adoptaba forma de mujer para seducir al artista y ser su modelo en las
creaciones religiosas. Con Yoko Ono nadie lo entendía. ¿Qué tenía ella que no
tuviera, por ejemplo, Paul McCartney? La musa más odiada de la historia además
era fea y japonesa. Como Godzilla, llegó del oriente para pervertir la
inocencia de los 60 y, después de ella, nada volvió a ser lo mismo.
Yoko Ono pertenece a los Yasuda, banqueros japoneses emparentados con
la familia real. Vivió rodeada de comodidades hasta que, en la adolescencia se
fue a Nueva York para estudiar arte en contra de los deseos paternos. Allí
conoció a su primer marido, Ichiyanagi Toshi, un compositor de vanguardia que
influyó en sus primeros trabajos, sobre todo en una pieza musical con mecheros,
que le reportó cierta fama entre la secta del arte contemporáneo. Siete años
más tarde regresó a Tokio y sufrió una crisis nerviosa que le hizo romper con
todo. La familia decidió internarla en un sanatorio mental y fue rescatada de
la camisa de fuerza por su antiguo amante, Tony Cox, un director de cine con el
que se casó.
Cuando conoció a Lennon, malvivía en Londres junto a Cox y su hija
Kyoko, El Beatle no era aficionado al arte contemporáneo, pero acudió a un
"happening" en una galería de moda con la idea de que se tratara de
una orgía. Cuando entró, el "happening” le dejó frío, pero le sedujo la
obra de Yoko, unos lienzos pintados de negro con unos catalejos colgados. Al
mirar a través del catalejo podías leer la palabra "Yes" y a John le
gustó la idea, «Es un alivio mirar a través de un tubo no encontrar algo como
"que te jodan" o "tonto por mirar". ''Yes'' era positivo,
como una revelación». El dueño de la galería les presentó y John se dio cuenta
de que ella no había oído hablar de él ni del grupo. Por una vez, no tenía
delante a una "groupie", una niña histérica dispuesta a inmolarse por
un restregón con los Beatles. De hecho, en su mundo, ella era una artista con
mayúsculas y sus amigos se preguntaban “si ese chico del rock and roll podría
estar a su altura”.
Las versiones malintencionadas sugieren que Yoko persiguió a John con
perseverancia. Tenía 34 años (siete más que él), estaba tirada y él podía
resolver sus problemas. Ella le mandaba cartas con órdenes del tipo:
"Baila", "Observa las luces hasta el amanecer";
"Escóndete hasta que: todos se hayan ido a casa, escóndete hasta que todos
estén muertos" o "Soy una nube, búscame en el cielo". A menudo
le esperaba a la puerta de su casa y se colaba en su Rolls Royce, aunque
estuviera con Cynthia, su mujer. John se sentía alarmado, irritado, intrigado y
divertido por su comportamiento. Durante dos años jugaron al ratón y al gato, bailando
una danza que sólo podía acabar en apareamiento.
Una noche de mayo del 68, Cynthia salió de la ciudad y John llamó a
Yoko para que fuera a su casa. Pasaron la madrugada hablando de Marcel Duchamp,
de las parábolas asiáticas y de Kafka, una conversación trascendente en las antípodas
de la charla doméstica de Cynthia. A media noche empezaron a grabar su cinta de
arte experimental “Two virgins", y al amanecer hicieron el amor. Nunca los
juegos preliminares de una musa habían sido tan sofisticados. El disco recoge
ronroneos, gemidos, risas, aullidos, guitarras, conversación... El resultado es
tan apagado que solo la promesa de un encuentro sexual puede persuadir a alguien
de escucharlo. Aun así, se vendió como rosquillas gracias a la foto de la pareja
desnuda en la portada. Fue un escándalo.
En aquella época, los Beatles estaban grabando "The white
album", y muchas de sus canciones están influidas para bien y para mal por
la presencia de Yoko Ono. El romance fue a toda velocidad. Cynthia pidió el
divorcio e inició una batalla legal. Yoko se quedó embarazada, detuvieron a la
pareja con marihuana y ella abortó. La decadencia de los Beatles había
comenzado. John y Paul perdieron los derechos sobre sus canciones y la película
"Let it be” reveló la incipiente de depresión de la banda. Además, la pareja
abrazó la heroína como alivio para “La agonía del artista" y el escrutinio
de la prensa acrecentó su aislamiento. Divorciados de sus respectivos esposos,
decidieron casarse en Gibraltar. Compartieron el escenario en conciertos,
grabaron discos y películas experimentales y publicaron un disco conmemorativo de
su boda, “Wedding album", con una copia de su certificado de matrimonio,
un pedazo de tarta y fotos del acontecimiento.
Desnudos y en la cama, frente a los fotógrafos, se convirtieron
anuncios andantes del poder del amor y de su capacidad para transformarnos. Él
siempre había tenido problemas para controlar su temperamento, pero renació
como un príncipe de La paz. Su matrimonio tenía crisis pero, incluso en esos
momentos, Yoko tenía la sartén por el mango y lograba que John la sustituyese por
su asistente china. Tras 18 meses separados, John anunció a los amigos que habían
vuelto e iban a ser padres: Yoko tenía 42 años.
El 8 de diciembre de 1980, la pareja pasó la tarde en el estudio de
grabación. Al salir, ella le ofreció ir a cenar, pero John prefirió volver al
apartamento para ver a su hijo Seann antes de que se acostara. En la puerta del
edificio Dakota estaba Mark Chapman, un fan que le disparó seis veces. Cuatro
balas te alcanzaron en la espalda. Lennon murió minutos después, camino del hospital.
En una era de magnicidios, Yoko Ono entró a formar parte del selecto club de
las grandes viudas, junto a Jacqueline Kennedy y Coretta King. De la noche a la
mañana se convirtió en una figura heroica cargada de dignidad: la mujer de luto
tras unas gafas de sol en medio de una tormenta de dolor mundial. Los seguidores
de Lennon la odiaron un poco menos, mientras otros continuaron rumiando
"la culpa de todo la tiene Yoko Ono", con La melancolía sonora de
unos viejos vinilos.
Cómo la representó
Lennon mencionó a su musa en muchas de sus canciones. Siendo todavía un
Beatle escribió "The ballad of John and Yoko”, sobre los acontecimientos que
rodearon a su matrimonio. Al músico le vino la inspiración de repente y le pidió
ayuda a McCartney para grabarla sin esperar a Ringo y George, que estaban de vacaciones.
En "Julia", dedicada a su madre, también alude a Yoko indirectamente.
Otras canciones dedicadas a ella son “Dear Yoko", ''Bless you" y
"I want you (she’s so heavy)".
Algunas frases
“Me veían como al chico con suerte que ha ganado la quiniela y a ella,
como la japonesa que se ha casado con el chico que ganó la quiniela.”
“Yoko Ono es la artista desconocida más famosa del mundo: cualquiera
sabe su nombre, pero nadie tiene idea de lo que hace.”
“Debería haber firmado “Imagine” como canción de Lennon y Ono. La letra
y el concepto fueron suyos, pero yo era más egoísta y machista.”
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