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sábado, mayo 31

La enciclopedia. Este libro tiene la culpa de todo lo que ha pasado en el mundo los últimos 250 años

(Un texto de Ramón González Férriz en El Confidencial del 15 de enero de 2018) 

28 volúmenes y 18.000 páginas de texto. Un libro recopila las mejores entradas de 'La enciclopedia'.

La culpa de casi todo lo que ha pasado en los últimos doscientos cincuenta años la tiene un libro. O no
exactamente de un libro, pues acabó constando de 28 volúmenes y 18.000 páginas de texto, fue escrito por
más de 130 autores y se publicó a lo largo de más de 20 años, entre 1751 y 1772. Se trata de 'La enciclopedia', subtitulada 'Diccionario de las ciencias, las artes y los oficios', cuyos responsables principales fueron Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert. Además de ser la obra que cambió para siempre la manera de pensar sobre casi cualquier cosa -de los sentimientos a la economía, de la religión a la botánica-, se convirtió en una de las mayores catástrofes de la historia de la edición. 

Este mastodonte empezó siendo el proyecto para traducir una enciclopedia inglesa en dos volúmenes. Sus
promotores consiguieron reunir dinero de futuros clientes y el trabajo se puso en marcha, pero los problemas aparecieron enseguida: el editor acusó al traductor contratado de no saber francés, su sustituto fue despedido por vago, y finalmente se quedaron al mando de la obra los jóvenes Diderot -que estaría al frente de ella hasta su conclusión- y d’Alembert -que la abandonó en 1758-. Ellos mismos escribieron muchas de las entradas -llegaron a ser 72.000-, pero también encargaron y luego editaron las de algunos de los más afamados intelectuales de la época, como Voltaire, Rousseau y Montesquieu, además de las de otros pensadores desconocidos, varios de los cuales trabajaron a un ritmo inhumano. Una antología de todas esas entradas ha sido publicada ahora por la editorial Debate, con traducción y edición (ambas estupendas) del novelista Gonzalo Torné, en un bonito volumen de 400 páginas.

En su época, el propósito de 'La Enciclopedia' fue poco menos que contener todo el conocimiento existente en ese momento. Pero además, pretendía ser una 'machine de guerre', como se la llamó: la obra que permitiera a las ideas ilustradas expandirse y penetrar en todos los rincones posibles de la Francia monárquica (aunque entonces no llegó a tener muchos lectores). Como señala Fernando Savater en el magnífico prólogo de esta edición, los enciclopedistas eran revolucionarios, pero hasta cierto punto. Eran pensadores “sosegados y eruditos, que nunca se propusieron derrocar la monarquía ni expropiar a los ricos. Todos ellos pertenecían (…) a la burguesía y a las clases populares, aunque había algún miembro de la baja nobleza infiltrado entre ellos (…). Los enciclopedistas no se proponen derrocar el orden vigente (…) sino refundarlo todo basándolo en principios racionales”. La tradición y la rigidez religiosa debían dar paso a la ciencia, el estudio y el acceso de los mejores a los altos cargos del Estado.

“Esta obra -escribió Diderot- producirá seguramente con el tiempo una revolución en los espíritus y espero que los tiranos, los opresores, los fanáticos y los intolerantes no ganarán. Habremos servido a la humanidad.” Quizá Diderot se dejara llevar por el entusiasmo, pero lo cierto es que al final la revolución se produjo y la Enciclopedia sin duda hizo un gran servicio a la humanidad. (Si bien no, por supuesto, a quienes participaron en ella: Diderot acabó en la cárcel, Voltaire exiliado, Rousseau marginado, D`Holbach sin poder publicar sus ideas con su firma a riesgo de perderlo todo; con algunas excepciones, la Iglesia católica y el Estado pusieron todas las trabas que les fue posible al proyecto y persiguieron a sus autores, que además acabaron peleados entre sí. Para conocer los entresijos de la elaboración de la obra, la mejor historia, además de accesible, es 'Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales', del escritor Phillipp Blom, en Anagrama). 

La lectura del volumen preparado por Torné es una delicia (aunque tiene sus espinas: hay algunas páginas
arduas). Los enciclopedistas eran irónicos y juguetones, en parte para sortear la censura, escritores finos y de una cultura… enciclopédica. En la entrada “Economía política” se lee: “La ley es una voz celestial que le dicta a cada ciudadano los preceptos de la razón pública y le enseña a actuar de acuerdo con unas máximas que bien podría suscribir su propio juicio y que nos empujan a obedecer sin entrar en contradicción con nuestros anhelos de libertad”. En la entrada “Pasiones”: “¡Qué triste es el retrato de un hombre reducido a sus pasiones! Rodeado como está de trampas, zarandeado por tantos vientos contrarios a la dirección correcta, ¿cómo va a llegar a puerto? Y, sin embargo, la solución a sus problemas sería sencilla si quisiera adoptarla: moderar las pasiones, dejarse guiar por la luz de la razón, ser constante, ser prudente.” 

'La Enciclopedia' generó toda clase de reacciones. Contribuyó a poner en marcha la democracia, el liberalismo y la mirada científica a la realidad, y seguramente sin el pensamiento ilustrado no habría surgido el marxismo.

También contribuyó a que se desatara la sangrienta Revolución Francesa, un conflicto que sus autores no
deseaban, al menos no de la forma en que se produjo (es probable que a Marx tampoco le hubiera gustado
que, en su nombre, se construyera el comunismo soviético tal como se hizo, pero las únicas consecuencias
seguras en la vida son las no planeadas). El rechazo al pensamiento ilustrado engendró el romanticismo, y este a su vez dio pie a hermosos poemas y a disparatadas ideas políticas que luego se reflejarían en ciertos
aspectos del fascismo. Casi es posible asegurar que cualquier idea que circule en la actualidad se puede
considerar ilustrada o antiilustrada (y no, no todas las buenas ideas son ilustradas). 

Hoy, existe una corriente de izquierda que interpreta la Ilustración y el enciclopedismo como movimientos
meramente burgueses y excesivamente tímidos. Esa es la tesis del último Premio Nacional de Ensayo, 'La
lucha por la desigualdad': una historia del mundo occidental en el siglo XVIII, de Gonzalo Pontón (editorial Pasado y Presente); “en el fondo, la Ilustración fue una élite de intelectuales y políticos que desde el principio quisieron controlar la educación y la información”, afirmó Pontón en una entrevista posterior a la concesión del premio. Y en un reciente libro del que ya les hablé, 'Nueva ilustración radical' (Anagrama), Marina Garcés reprochaba a la Ilustración original, precisamente, su falta de radicalidad.

Sea como sea, el mundo hoy se parece al que los enciclopedistas deseaban. Democrático pero no
revolucionario, dominado por la forma de vida burguesa, entusiasta de la tecnología y la ciencia, frívolo, laico y permisivo. A las madres a veces se las quiere y a veces se las detesta, pero todos somos hijos de la
Enciclopedia. Y esta nueva antología es la opción más acertada que tiene un lector de lengua castellana para acercarse a ella. 

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viernes, mayo 30

El truco para evitar que una lata de refresco rebose si se te cae

(Un texto de M. Palmero en El Confidencial del 27 de junio de 2018)

Esto ocurre como resultado de un cambio en la solubilidad del dióxido de carbono (CO2) que hay en
el interior de la lata. Descubre cómo hacer que no se derrame el líquido.

¿Por qué siempre que alguien saca una lata de la máquina expendedora y la abre, salen un montón de burbujas y se derrama el líquido?

Esto ocurre como resultado de un cambio en la solubilidad del dióxido de carbono (CO2) que hay en el interior de la lata. Esto pasa debido a que la presión dentro de la lata disminuye, así como la solubilidad del CO2 en el agua. 

Antes de que se abra la lata, las burbujas microscópicas de gas se adhieren al interior. Cuando se abre la lata, estas burbujas aumentan de tamaño, debido a la disminución de la solubilidad del CO2. Cuando estas burbujas alcanzan un cierto tamaño, se desprenden del interior de la lata y ascienden hasta la parte superior debido a la flotabilidad y desplazan el líquido en su trayectoria.

¿Cómo evitar que las burbujas escapen?

Como hemos dicho, las burbujas que hay en un recipiente sin abrir se pueden acumular en las paredes de la lata, por lo que golpearla suavemente antes de abrirla podría desalojar algunas de las burbujas, lo que les permitiría flotar hasta la parte superior del líquido.

Una lata "golpeada" tendrá menos de estas burbujas "profundas" y, por lo tanto, se saldrá menos líquido, y posiblemente se pulverizará, evitando que se derrame todo. No importa por dónde toques la lata, pero debes dar los suficientes toques para que las burbujas se liberen de los contornos del envase hacia la parte superior, y que así sean las primeras en salir tras la despresurización sin empujar el líquido con ellas. 

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jueves, mayo 29

Émilie de Châtelet

(Una publicación de Ruben James leída en el muro de Fragmentos de la historia en Facebook el 19 de septiembre de 2021)

Estaba destinada a ser una cortesana más en la corte de Luis XIV, pero Émilie du Châtelet amaba la ciencia. Tanto, que se enamoró de Voltaire (al que instaló en su casa con el consentimiento de su marido) y cultivó con él la pasión por el conocimiento. Fue la primera mujer en publicar un 'paper' en la Academia de París y tradujo al francés "Principia Mathematica" de Isaac Newton, añadiendo un nuevo concepto de conservación de la energía.

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miércoles, mayo 28

Edwin Armstrong, el inventor de la Frecuencia Modulada (FM)

(Leído en el muro de FB de Frangmentos de la Historia el 28 de diciembre de 2021)

La triste historia de Edwin Armstrong, el inventor de la Frecuencia Modulada (FM) que se suicidó al ver que su inventó no prosperaba.

Edwin Armstrong antes de suicidarse escribió una nota a su esposa que decia "Que Dios te ayude y tenga piedad de mi alma". Además de la FM, este ingeniero inventó el circuito regenerativo y el receptor superheterodino y tuvo que luchar a lo largo de su vida por los derechos de sus patentes frente a las grandes compañías AT&T, Westinghouse, De Forest y RCA.

Su invento la FM, aunque producía un sonido con menos ruido y por tanto suponía una mejora, amenazaba a la toda poderosa RCA (Corporación de Radio de América) que utilizaba la tecnología AM y con mucho el dinero invertido esta corporación trato por todos los medios frenar su desarrollo.

Tras años de pleitos y sin dinero, el 31 de enero de 1954, Edwin Armstrong, tras despedirse de su familia en una nota escrita, se suicidó saltando desde el decimotercer piso en que estaba su apartamento.

Armstrong fue definitivamente el creador de la tecnología FM y por esa razón no debe ser olvidado. Por ello fue póstumamente elegido para figurar en la lista de los "grandes" de la electricidad junto a figuras tales como Nikola Tesla.

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martes, mayo 27

La fiesta de la centella

(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 4 de diciembre de 2022)

En los diccionarios y en la tradición popular los 'rayos' y las 'centellas' tienden a confundirse, aunque en el acervo aragonés parece claro que son fenómenos atmosféricos parientes, pero diferentes. Por ejemplo, en 1727 el jesuita zaragozano García y Vera distingue claramente tres conceptos al escribir: «Cuando la región media del aire forja rayos, centellas y truenos, que amenazan ruina y destrucción...».

En cuanto a fenómenos atmosféricos -cuya explicación científica no está del todo fijada-, se interpretaron como castigo celestial: «Las centellas las envía San Pedro. Por eso mataron...», refiere el escritor Barberán Sigüenza en un cuentecillo sobre tesoros publicado en la prensa de Teruel en 1881. También es cierto que su asociación con tempestades y su capacidad destructora justifica que, en la mente de nuestros ancestros, se trenzaran relaciones con el diablo y las brujas, vinculación con el inframundo no es exclusiva de nuestra tierra. Cunqueiro, mi admirado gallego, firmó: «Se ha sostenido siempre que la artillería la usaron antes los demonios que los hombres, y que no necesitaban pólvora para sus cañones, ya que utilizaban los rayos y centellas de las grandes tormentas».

En ello pienso cuando admiro la torre de la iglesia zaragozana de la Magdalena. El 2 de junio de 1743 se estrelló contra ella una centella que «bajó hasta el coro», según recogió del erudito La Sala-Valdés, quien en un libro de 1933 añade: «Causó grandes sustos y no pequeños estragos, pero no mató a ninguno de los capitulares, hecho que se consideró como verdadero milagro». Sí dañó un magnífico retablo de Damián Forment, según anotó en uno de sus reportajes de mediados del XX el periodista Blasco Ijazo (lo que quedó del retablo, bastante y muy bello, se reubicó; actualmente luce restaurando por iniciativa del párroco Juan Espallargas).

La feligresía de la Magdalena celebraba anualmente la fiesta de la Centella, en la que se recordaba el suceso. Se supone que el 2 de junio, aunque en los años treinta del siglo XX ya se había trasladado al 4 de diciembre, o sea, a tal día como hoy, que es el de santa Bárbara, protectora contra tormentas. La costumbre se perdió después de la Guerra Civil, ignoro cuándo.

No hay que confundir este centellazo del XVIII con un impacto anterior, me refiero al de un rayo que hizo diana en la torre en la primera mitad de 1670 y que perjudicó de tal modo la estructura que propició una reforma barroca de mucha consideración, quizá demasiada.

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