(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 22 de enero de 2017)
Inventó al héroe normal, vencedor ante la adversidad apoyado en el
bien. Y, sin embargo, Frank Capra fue mucho menos justo que los
protagonistas de sus películas. Cuando se cumplen 120 años de su
nacimiento, le mostramos las luces y sombras del autor de ‘¡Qué bello es
vivir!’
Will Rogers abrió el sobre, sonrió, hizo una breve pausa para aumentar
la emoción y finalmente proclamó. ‘¡Ven a por él, Frank!’. Frank Capra
salió propulsado de su asiento del teatro donde se celebraba la
ceremonia de entrega de los Oscar, y ya había recorrido un buen trecho
del pasillo cuando se dio cuenta de que Rogers no se refería a él, sino a
otro Frank. Frank Lloyd, director de la película ‘Cabalgata’ y ganador
(él sí) del Oscar al mejor director en 1933.
Esa noche, Frank Capra se emborrachó hasta perder el conocimiento. La
vergüenza lo ahogaba. Y estaba indignado por no haber ganado. Su enfado
fue de tal calibre que se prometió a sí mismo que si alguna vez ganaba
el Oscar no lo recogería, lo contó en sus memorias.
Incumplió aquella promesa. al año siguiente de su bochornosa
precipitación logró la estatuilla por Sucedió una noche, una película
que se convirtió en la primera en cosechar los cinco grandes. mejor
película, director, actor (Clark Gable), actriz (Claudette Colberg) y
guion adaptado.
Comenzó así una provechosa atracción entre los Oscar y Frank Capra.
Se llevó tres, y batió récords. lo nominaron seis veces. Son las
medallas de su etapa de gloria, porque en los años treinta Capra fue el
rey de la taquilla, el creador de un estilo propio y el mejor
propagandista del sueño americano. Alabó y quiso a Estados Unidos con el
fervor del inmigrante que ha conseguido ser aceptado. A él le costó lo
suyo. Francesco Rosario Capra, nacido en Bisacquino (Sicilia) en 1897
-hace ahora 120 años-, llegó a Nueva York en 1903, a los seis años, con
sus padres y cinco de sus hermanos. Bernardo, el mayor, ya vivía en Los
Ángeles.
Nunca olvidó la travesía que lo llevó a Estados Unidos: «No había
ventilación, apestaba. Todo el mundo estaba mareado, vomitando. Y los
niños lloraban», recordaba en sus memorias.
Empezar desde abajo
Desde que pisó Estados Unidos, decidió ser americano. Francesco pasó a
ser Frank, un chico ambicioso que se empeñó en estudiar. Venció las
reticencias familiares (no había dinero) con trabajillos de todo tipo.
repartidor de periódicos, conserje, cantante en cuchitriles… Al teatro
se aficionó en secundaria, pero fue en el Instituto de Tecnología de
California (donde estudió Ingeniería Química con unas calificaciones
excelentes), donde se despertó su vocación por la escritura.
En 1917, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania. Capra se alistó
voluntario, a pesar de que no le concedieron la nacionalidad hasta 1920.
No llegó a combatir. lo mandaron a casa enfermo de ‘gripe española’. De
nuevo hizo de todo. chico de los recados, cavador de zanjas o extra en
películas. Poco a poco fue metiendo cabeza en el cine, trabajó en
productoras que quebraron, dirigió series, fue guionista en las comedias
de Harry Langdon, entonces una estrella al estilo Charlot.
En 1928, ya en Columbia Pictures, arranca el despegue de Capra. Sus
películas gustan, su sueldo crece, sus ideas convencen. Capra hizo cosas
nuevas en el cine. Con la autoestima bien alta, él mismo encontró
explicación a su éxito. «Era fácil ser mejor que los otros directores
porque eran unos bobos», dijo. Se refería a su nueva manera de filmar
que supuso un importante ahorro de tiempo y dinero para los estudios.
Capra decidió tomar primeros planos, medios y largos con cámaras
distintas en una misma toma en vez de repetir cada vez para cada plano;
también eliminó tiempos en las entradas y salidas de escena de los
personajes; aceleró el ritmo de las películas. Buscó la naturalidad de
los actores y la atención del público. Puso en práctica el consejo que
daba a los novatos. «No hay que seguir las tendencias, ¡hay que
crearlas!». Otra de sus máximas fue. «Drama no es cuando lloran los
actores. Drama es cuando llora el público».
Capra hizo llorar a América. Y a medio mundo. Él inspiró un nuevo
adjetivo, ‘capresco’, que viene a significar la heroica resistencia
frente a la adversidad de un tipo corriente que tiene fe en lo bueno y
que, por supuesto, triunfa. Alabó Capra el sistema americano, la
libertad, la democracia. Y mientras lo hacía no escondió su admiración
por Benito Mussolini o Francisco Franco; ni su simpatía con el
anticomunismo del Comité sobre Actividades Americanas, que persiguió a
creadores sospechosos de ser izquierdistas.
Frank Capra fue contradictorio.
Sus películas reivindican justifica social mientras él tenía fama de no hacer repartos justos de las ganancias.
No fue un tipo fácil. Trabajó en 13 películas con el guionista Robert
Riskin… y acabaron mal. Los letreros con su nombre eclipsaban al resto
del equipo.
Sus películas desbordaban optimismo, solidaridad y buenos sentimientos y
encantaron al público porque en los años treinta, con la Gran Depresión
hundiendo millones de vidas, la gente necesitaba ilusión y esperanza.
El fin de un sueño
Sin embargo, la fórmula ‘capresca’ se agotó. En 1946 hizo ¡Qué bello
es vivir! Fue su sexta candidatura a los Oscar. Pero no gustó entonces
tanto como ahora: gracias a la televisión se ha convertido en un clásico
navideño.
¡Qué bello es vivir! es Capra elevado al infinito y
ha inspirado a otros directores. Tom Hanks ha interpretado mil veces al
héroe normal enfrentado a situaciones difíciles. Han reconocido la
influencia de su cine Steven Spielberg y David Lynch, entre otros. Han
saboreado el éxito trabajando con él Barbara Stanwyck, Cary Grant, Gary
Cooper o James Stewart, en películas míticas como
El secreto de vivir,
Arsénico por compasión,
Vive como quieras…
La última etapa profesional de Capra se centró en documentales de
propaganda estadounidense y un par de películas que no gustaron (
Millonario de ilusiones y
Un gánster para un milagro). No importó demasiado: fue uno de los inventores del cine americano.
Notas:
‘Caballero sin espada’, con James
Stewart. Tuvo la mala suerte de competir con ‘Lo que el viento se llevó’
en los Oscar de 1939. Tuvo 11 candidaturas: solo ganó el premio al
mejor argumento.
Aunque no le concedieron la
nacionalidad hasta 1920, se alistó voluntario en el Ejército de EE.UU.
en la Primera Guerra Mundial. Llegó a ser teniente.
Con Robert Riskin, guionista de 13 de sus películas, acabó mal. Frank Capra ni siquiera fue a su entierro.
Sucedió una noche logró los cinco
grandes Oscar de 1934: mejor película, director, actor, actriz y guion
adaptado. Fueron los únicos Oscar de Clark Gable y Claudette Colbert.
Frank Capra lo ganó tres veces.
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas