Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

lunes, abril 29

Canibalismo en la expedición perdida de Franklin

 (Un texto publicado en el ABC el 25 de agosto de 2018. Lo encontré a raíz de leer "El Terror", de Dan Simmons.)

A mediados del S. XIX, el Reino Unido envió una expedición al ártico canadiense para explorar el último tramo del Paso del Noroeste.

En 1845, el Reino Unido envió una expedición naval para cartografiar y explorar el último tramo del Paso del Noroeste en el Ártico canadiense. Partió de Inglaterra y la dirigia Sir John Franklin, un oficial de la Armada Real y un experimentado explorador que ya había participado anteriormente en tres expediciones árticas, las dos últimas como comandante en jefe. Su cuarta y última expedición comenzó cuando ya tenía 59 años. Pero la misión terminó en tragedia. Franklin y los 128 hombres murieron al quedar sus barcos atrapados en el hielo en el estrecho Victoria, cerca de la Isla del Rey Guillermo, en el ártico canadiense.

Como no hubo sobrevivientes, arqueólogos e historiadores se han basado en la evidencia arqueológica y el testimonio de la poblaión Inuit , con el fin de determinar lo que ocurrió durante la agonía final de la expedición.

El testimonio de los Inuit del siglo XIX provisto de John Rae, un cartógrafo, Charles Hall y Frederick Schwatka , aventureros norteamericanos, describió el hambre y el canibalismo entre los sobrevivientes de la malograda expedición. Estas afirmaciones eran muy controvertidas hasta el momento. Muchos pensaron que los actos de canibalismo fueron una necesidad trágica para la supervivencia, pero otros consideraron que era algo no probado y que el testimonio no era fiable.

Los estudios arqueológicos de los restos óseos que se encontraron en los sitios de la expedición desde los años 80 y 90, prestaron apoyo al testimonio Inuit de canibalismo. Estos estudios identificaron marcas de corte en 92 de los 304 huesos recuperados del islote en Erebus Bay que se creen que están asociadas con la eliminación de carne y desmembramiento. Más recientemente, 4 de los 79 huesos recuperados del Erebus Bay en 2013 también mostraron evidencias de corte.

Un estudio reciente de 2015 volvió a evaluar el material esquelético de stand Point y Erebus Bay recuperado en 1981 y 1982. Evaluaron la evidencia de marcas de cuchillo, además de estudiar las fracturas post mortem. La evidencia de marcas de corte o la quema puede relacionarse con el canibalismo, en general, mientras que las fracturas post mortem proporcionan evidencia para la extracción de la grasa de la médula.

La nueva evaluación se completó a través del microscopio y del barrido electrónico. Los investigadores de este último estudio informaron que los huesos muestran evidencias de haber sido quemados. Además, un fémur mostraba clara marcas de corte de cuchillo en la cara posterior, la más larga de las cuales era de 13 mm. El estudio viene a apoyar el testimonio de los informantes inuit del siglo XIX y pinta un cuadro sangriento y trágico de los últimos días de los sobrevivientes de la expedición.

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sábado, abril 27

India: no señales al vecino (y otras costumbres de allende las fronteras)

 (Un texto de A.V.C en El Confidencial publicado el 23 de junio de 2015; he añadido una serie de normas leídas Dios sabe dónde)

Señalar con el dedo

Dentro de nuestras fronteras, señalar con el dedo es algo de lo más habitual. Aunque no se considera un gesto educado y muchos padres pretenden evitarlo en las costumbres de sus hijos, no es algo fuera de lo común. El famoso “no señales, que es de mala educación” recoge su máxima expresión en la India, donde está visto como un insulto muy grave. Los indios prefieren indicar con la barbilla hacia lo que están señalando.

Tampoco se deben utilizar otras extremidades para apuntar hacia cualquier persona. Los pies están considerados como algo 'sucio', por lo que no se debe señalar con ellos. Si por descuido se roza a un desconocido con los pies, se debe pedir perdón inmediatamente, de la misma manera que si se tratara de un molesto pisotón.

Los pies también son una parte del cuerpo a la que se presta especial atención en determinadas religiones. La musulmana, por ejemplo, predica que sus fieles deben lavarse mediante el rito de la 'ablución' cada vez que se entra a orar en una mezquita. Estas acciones purifican el cuerpo y el alma según las creencias islámicas, aunque también el cristianismo realiza lavados de pies.

El propio Papa 'purifica' a los fieles a través de esta limpieza simbólica cada Jueves Santo. "Tenemos que tener la certeza de que cuando el Señor nos lava los pies nos purifica, nos hace sentir su amor", dijo este año el Sumo Pontífice.

V de victoria

En la mayoría de los países, levantar el dedo índice y corazón recogiendo el resto se interpreta con un significado de 'victoria' o 'paz'. Incluso Winston Churchill lo utilizó durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en el Reino Unido, Irlanda, Australia y Nueva Zelanda, si se cambia la orientación de la palma de la mano y se enfoca hacia la cara se interpreta como un insulto, sobre todo si se ejecuta un movimiento hacia arriba con los dedos, significa “¡Que te den!”.

El origen que más se cita –aunque seguramente sea pura leyenda– remonta a la Batalla de Agincourt (1415) entre Francia e Inglaterra. Los franceses amenazaron a los arqueros ingleses y galeses con cortarles los dedos con los que disparaban después de vencerles. Tras la derrota francesa, esta teoría afirma que los ingleses se mofaban de sus prisioneros galos alzando las manos con los dos dedos levantados y la palma de la mano hacia dentro para mostrarles sus intactas manos.

Otras cosas que no hacer en ciertos países -sacadas de no-sé-donde-:

Rusia y otros países de la Europa del este. No dar un número par de flores. Es ofensivo y maleducado. Sólo se hace en los funerales.

China. Evita contacto visual. Es una falta de respeto. Solo se hace cuando se está enfadado con la otra persona.

No faltes al respeto a la realeza en Tailandia. Hacer bromas sobre ellos también puede traer problemas. Poner el pie sobre el dinero de la región te hace un criminal.

No preguntes a nadie en Noruega sobre si va a la iglesia. Muy poca gente lo hace y mencionarlo puede considerarse de mal gusto.

La India. No usar zapatos en los templos o en las casas particulares.

Alemania. No desees feliz cumpleaños por adelantado. Creen que trae mala suerte.

Sin besos ni demostraciones públicas de afecto en los emiratos árabes. Están mal vistos y pueden meterte en problemas.

Algunas razas de perros no están permitidas en Singapur.

Está prohibido cruzar fuera de los pasos de cebra en E.E.U.U., incluso si la calle está vacía.

En Francia pedir solo un plato es de mala educación. Dejar comida en el plato es insultante para el chef.

Dar objetos afilados en Suiza (y en otros sitios, como Alemania, Brasil y Egipto) se considera un mal regalo y puede significar el final de la relación o la amistad.

La gente de Nueva Zelanda se enfadará mucho si los confundes con australianos.

Nunca comas con las manos en Chile. Se considera de muy mal gusto hacerlo en público.

Tocar el índice con el pulgar y enseñar la mano en Brasil es el equivalente al dedo de en medio europeo.

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jueves, abril 25

"Las amistades peligrosas": El sexo como venganza

 (Un texto de Rogorn Moradan leído en zendalibros.com el 18 de enero de 2019)

Para ser una novela llena de personajes despreciables que juegan con los sentimientos, la sexualidad y el estatus social propios y ajenos, Las amistades peligrosas ha demostrado ser una historia muy popular, que ha sido adaptada no solo principalmente al tiempo en que fue escrita, el París del siglo XVIII, sino también a la Corea del mismo siglo, la Francia de 1870, el Brasil de 1920, la China de 1930, el Harlem de 1940, la Francia de 1950 y de 1960, la Nueva York de 1999 y la Corea del Sur de 2018. También se ha adaptado a radio dos veces, a ópera tres (por estadounidenses, belgas e italianos), a ballet cuatro (dos inglesas, una canadiense y una checa) y a teatro cinco, con actores como Alan Rickman, Hugo Weaving, Dominic West y Ciarán Hinds encarnando al depravado vizconde de Valmont. Incluso John Malkovich, el protagonista de la versión que comentaremos hoy, dirigió una de las adaptaciones teatrales, en París en 2012.

La novela original fue publicada en 1782 por Pierre Ambroise François Choderlos de Laclos (pronunciado Shoderló de Lacló), un militar y masón nacido en Amiens que, aburrido en su destacamento de artillería, decidió ponerse a escribir «algo que se saliera de lo ordinario, algo que hiciera ruido y que permaneciera» después de su muerte. Publicada inicialmente en cuatro volúmenes, es contemporánea pero inmediatamente anterior a las obras más conocidas del marqués de Sade, y los dos, junto al odiado rival de Sade, Nicolas-Edme Rétif, forman un trío de autores cuyas temáticas sexuales e indecorosas para la sociedad de aquel tiempo (e incluso de todos los tiempos) los han convertido en objeto de fascinación y repulsa. En 1988 se rodó la adaptación más conocida, que a pesar de coincidir en las carteleras ese mismo año con otra, Valmont, ha acabado quedando por encima debido a un reparto que si empezó siendo de campanillas con el trío central de Glenn Close, John Malkovich y Michelle Pfeiffer, luego ha ido ganando en voltaje estelar con el célebre currículum logrado en décadas siguientes por sus dos jóvenes promesas, Uma Thurman y Keanu Reeves, entonces de 18 y 24 años respectivamente. Incluso el muy secundario criado de Valmont, aquí escocés por alguna razón, Peter Capaldi, es un futuro Doctor Who. Ganó tres Oscars, a guión adaptado (Christopher Hampton), vestuario (James Acheson) y dirección artística (Stuart Craig y Gérard James), además de otras cuatro nominaciones a actriz (Glenn Close), actriz secundaria (Michelle Pfeiffer), música original (George Fenton) y película (Norma Heyman y Hank Moonjean, productores).

La obra está redactada en forma de cartas escritas entre los diversos personajes de la historia, en las que anuncian planes, expresan sus opiniones, dan detalles de lo ocurrido en la trama y ofrecen pruebas de lo logrado. Y sí, antes de que alguien se lo pregunte, también ha sido adaptada incluso a cadena de mensajes en Twitter. Los personajes principales son el vizconde de Valmont y la marquesa de Merteuil, dos nobles franceses que utilizan el sexo y los escándalos sociales como arma para conseguir diversos fines. El conde de Bastide, el último amante de la marquesa, la ha abandonado por una joven virgen, Cécile, recién sacada de un convento ex profeso para casarse con él, y para vengarse del conde la marquesa propone a Valmont que seduzca a la chica para ridiculizar a su prometido. Por «seducir» se entiende que la desvirgue y le enseñe a hacer cosas en la cama («uno o dos términos latinos») que una joven virgen en principio no debería saber, para que su nuevo marido se dé cuenta durante la noche de bodas, y que así «se convierta en el hazmerreír de París». Para ayudar y complicar el asunto, Cécile se enamora de otro joven no mucho mayor que ella, su tutor de música, el caballero Danceny, lo cual les ofrece otra manera de vengarse de Bastide a la vez que un obstáculo para Valmont.

Pero Valmont en principio rechaza el desafío… por considerarlo demasiado fácil. Por eso y porque se ha impuesto un nuevo reto a sí mismo: conseguir seducir a la muy virtuosa y muy casada madame de Tourvel. Para intentar convencer a Valmont de que la ayude, la marquesa le promete que se acostará con él si es capaz de tener éxito con madame de Tourvel. Valmont no encuentra este empeño fácil, porque la madre de Cécile ha escrito a madame advirtiéndole sobre la justificada mala fama del vizconde. Al saberlo, Valmont seduce a Cécile, no tanto por aceptar la petición de la marquesa como por vengarse de la madre de la chica por hablar mal de él.

La cosa se sigue liando. Mientras esto ocurre, la marquesa ha tomado como amante al caballero Danceny, y Valmont, tras «cumplir» con Cécile, también logra acostarse con madame de Tourvel, de la cual confiesa haberse enamorado… al menos por un rato… lo cual no le impide reclamar la recompensa que ahora le debe la marquesa. Poniéndose celosa, ella rehúsa cumplir su palabra y provoca que Valmont intente aumentar su «gloria» a base de abandonar a madame de Tourvel («no puedo evitarlo» – «it’s beyond my control») y luego volverla a conquistar. A partir de aquí, los dos rivales y a veces aliados se vuelven enconados enemigos. Valmont hace que Danceny abandone a la marquesa por Cécile. La marquesa revela a Danceny que Valmont desvirgó a Cécile. Danceny mata a Valmont en duelo, aunque no antes de que este le dé las cartas que cuentan toda esta historia, que arruinan la reputación pública de la marquesa.

Este es el punto donde acaba la película, con una derrotada Glenn Close quitándose el maquillaje ante el espejo, símbolo de cuantas cosas se quieran leer en ello: mostrar el verdadero rostro de cada uno, abandono de una sociedad corrupta, derrota personal en un empeño que te ha costado todo, castigo por tus pecados… Sin embargo, el libro aún ofrece una coda bastante cruel (aviso extra de spoilers si solo se ha visto la película) para las tres mujeres de la historia: la marquesa huye al campo, contrae viruela, su hasta entonces bello rostro queda marcado, y pierde la vista en un ojo. En París, madame de Tourvel, acosada por el dolor y el sentimiento de culpa, muere de fiebres, y Cécile vuelve al convento, deshonrada. No se nos cuenta qué fue del caballero Danceny, pero al menos cuatro de los cinco personajes principales acaban destruidos por el comportamiento inmoral de dos de ellos.

Probablemente, la gran popularidad de esta historia radica, aparte de en el morbo de las relaciones sexuales prohibidas, en la lucha entre la libertad individual y las costumbres sociales, así como en los límites entre libertad y libertinaje. Visto desde un cierto punto de vista, es una historia trágica, ya que penaliza a gente que lo único que hace es acostarse libremente con quien quiere, y es la sociedad que rodea a estos personajes quienes los castiga, o provoca que se castiguen unos a otros debido a las consecuencias que esa misma sociedad podría hacer caer sobre ellos. ¿Por qué tiene que ser una desgracia que Cécile no llegue virgen al matrimonio? ¿Por qué no puede ella elegir a Danceny en vez de al marido que se le tenía preparado, veinte años mayor? ¿Por qué Danceny, tras estar con Cécile, no puede decidir irse con la marquesa y luego volver con la joven? ¿Por qué Valmont ha de sufrir la muerte nada menos, a manos de Danceny por haberse acostado con su ¿novia?, si es que lo era? ¿Por qué la marquesa ha de huir de la ciudad cuando todo esto se sabe? Y así con muchas otras cuestiones, que quizá hoy en día no se plantearían en un mundo donde, al revés, hay gente que vive de pregonar con quién se acuesta.

Sin embargo, como se ha dicho, eso es solo una manera de verlo. Otra es que algunos personajes no son tan libres como en principio parecen, y aunque nunca se dice en la historia que nadie violara a nadie (en este sentido Laclos no llega donde Sade), las recientes revelaciones desde Hollywood, por ejemplo, a raíz de casos como el del productor Harvey Weinstein, han modificado, o al menos iluminado públicamente, cómo alrededor del tema del consentimiento hay todavía mucho que discutir (o quizá no tanto). Weinstein siempre presumía de su capacidad para convertir un no en un sí (quien quiera puede investigar los procedimientos que usaba), y eso se refleja en lo que dice la propia Cécile a la marquesa tras su primera noche con Valmont. ¿Y no te resististe?: «Pero si yo le decía que no todo el tiempo». ¿Pero te forzó, te ató, o algo? «No, pero es que dice las cosas de un modo…». Aunque alguien acabe diciendo que sí, o meramente cediendo sin convicción, eso no significa que ese consentimiento se haya alcanzado de manera satisfactoria. Cécile está atrapada por el peligro de que se sepa que siquiera ha entrado un hombre en su dormitorio, por la imposición social en favor del varón, y por el estatus del vizconde, a la vez noble, hombre, adulto, experimentado, motivado y con todas las cartas de su parte para transformar ese «no todo el tiempo» en el sí que busca. Todavía hay gente cuya primera reacción ante este tipo de situaciones es: «Me da igual las presiones que haya: si no te vas de allí a la primera y no lo denuncias, si no te resistes de alguna forma, es que eres culpable tú también». En este sentido, las cosas están cambiando mucho en torno a este tema. Cuando una negativa puede provocar la venganza de alguien poderoso contra ti, sea arruinando tu reputación y condenándote a un convento en el XVIII o provocando que la mayoría de los grandes proyectos cinematográficos de tu tiempo te descarten de sus castings por rumores falsos en el XX o XXI, ahí no se puede hablar de consentimiento libre.

Cécile y madame de Tourvel representan a las víctimas propiciatorias, una demasiado joven para saber nada (y demasiado apartada del mundo hasta entonces), y la otra tentada por donde es más débil: si a ella no se puede llegar por la belleza, la chulería o el morbo de lo prohibido, Valmont lo consigue apelando a su caridad cristiana para ayudar a un pecador como él a rehabilitarse, proyecto irresistible para alguien de profundos valores religiosos: he pasado mi vida rodeado de gente inmoral, se me ha pegado, son las malas influencias, no es culpa mía, me siento indigno, pero vos me inspiráis con vuestra bondad, que no vuestra belleza, etc. Pero la verdad es que el plan auténtico es: «No tengo intención de romper sus prejuicios: quiero que crea en Dios y en la virtud y en la santidad del matrimonio, y que ni aun así sea capaz de resistirse».

Pero después de ellas dos está la marquesa de Merteuil, mujer por otra parte muy inteligente que ha decidido abrazar hasta el final su situación, y armada de cinismo y afán de venganza (que es lo que la acaba perdiendo varias veces), justifica su comportamiento diciendo que es lo único que la sociedad le permite hacer. «Amor y venganza. Dos de tus favoritas», sugiere la marquesa para tentar a Valmont sobre Cécile. Cuando él le dice: «Pensaba que traición era vuestra palabra favorita», ella responde: «No, no. Crueldad. Siempre pensé que sonaba más noble». Más adelante, Valmont se pregunta cómo ella lo hizo para inventarse a sí misma, y ella contesta: «No tenía elección, ¿no? Soy una mujer. Las mujeres están obligadas a ser más hábiles que los hombres. Se puede arruinar nuestra reputación con unas cuantas palabras bien escogidas. Así que, por supuesto, tuve que inventarme no solo a mí misma, sino también formas de escapar que nadie había imaginado antes. Y lo he conseguido porque siempre he sabido que nací para dominar a vuestro sexo y vengar al mío. Entré en la sociedad a los quince años. Yo ya sabía que el papel al que estaba condenada, estar callada y hacer lo que se me dijera» (la película empieza con la madre de Cécile diciendo que «mire, aprenda y esté callada excepto cuando se le hable»), «me daba la oportunidad perfecta de escuchar y observar. No lo que la gente me decía, que naturalmente carecía de interés, sino lo que intentaban ocultar. Practiqué la indiferencia. Aprendí a parecer sonriente mientras bajo la mesa me clavaba un tenedor en la mano. Me convertí en una virtuosa del engaño. Consulté a moralistas para saber de apariencias. A los filósofos para saber qué pensar. A los novelistas para saber hasta dónde podía llegar. Y al fin destilé todo en un sencillo principio. Ganar o morir».

Es toda una declaración de principios, pero en ella se puede objetar cuánto hay de «yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así», donde la sociedad realmente tiene la culpa, y cuánto hay de personaje autoconstruido y ficticio, que suena tan molón que acaba siendo irreal. Lo de reaccionar contra el mundo que te reduce a callar y escuchar puede tener un pase, e incluso «la venganza contra vuestro sexo», pero luego ella acaba provocando más víctimas del suyo que del contrario. De hecho, tan orgullosa está la marquesa de su ideario que intenta enseñárselo a Cécile, cual maestra de la universidad de la vida: «La vergüenza es como el dolor: solo se siente una vez» (what?). «Te digo, tontita, que si tomas precauciones, podrás hacerlo, o no, con quien quieras, cuando quieras, y de la forma que quieras. Nuestro sexo tiene pocas ventajas, así que aprovéchalas bien».

Por su parte, Valmont se nos presenta como alguien que «nunca abre la boca sin calcular primero cuánto daño puede hacer» pero a quien «todo el mundo recibe», y John Malkovich lo interpreta como un reptil con ese peinado de frente picuda y despejada, y llegando incluso a sisear como una serpiente un par de veces. Rechaza el encargo sobre Cécile porque es tan fácil que incluso dañaría su reputación (otro gran tema de la trama): «Tengo que seguir mi destino, tengo que ser leal a mi profesión». Y es precisamente el prestigio lo que le lleva a dirigir su atención sobre madame de Tourvel, una mujer «famosa por su estricta moral, fervor religioso y felicidad conyugal», aunque su refinado paladar llega a encontrar «algo degradante en tener a un esposo como rival: es humillante si fallas y vulgar si tienes éxito». A todo esto, es curioso también que Valmont consiga seducir a Cécile y a la señora de Tourvel solo mientras su prometido y esposo están fuera, con tropas en Córcega y en un caso judicial en Borgoña respectivamente. Además, el vizconde usa más el chantaje y el engaño que el encanto propio para conseguir sus fines, como se ve en el tema de la criada, las cartas y la llave de Cécile, o en el de la interesada limosna al endeudado monsieur Armand y su familia. Es decir, que por toda su cacareada reputación, parece que tampoco le gusta complicarse tanto, y que todo su golpe de «no se me pueden resistir» no es porque no puedan contenerse, sino porque están atadas, si no físicamente, sí por las convenciones de la sociedad de su tiempo. Ese hábito suyo, en esta película al menos, de usar a las mujeres como escritorio, lo resume bastante bien: una cachondada graciosa durante medio segundo, y un escalofrío de regomello cuando lo piensas bien.

 


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martes, abril 23

¿Por qué se están muriendo las abejas?

 (Un texto de David Pérez en El Confidencial del 13 de enero de 2014. Aunque es un texto antiguo, desgraciadamente sigue teniendo vigencia -y no sé si han encontrado más causas-)

La población global de abejas está desapareciendo a marchas forzadas. Existen al menos tres causas objetivas que explican este gravísimo fenómeno.

Sin las abejas, encargadas de la polinización del cultivo, el almendro no florece; y en la última década, por la sinergia de varios factores catastróficos, tanto climáticos como sanitarios, se está produciendo una mutilación progresiva de la especie. Como en el principio de la novela de Pynchon, ha ocurrido otras veces pero ahora no hay nada con qué compararlo.

La ONU está preocupada. Teniendo en cuenta que un 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las abejas y otros insectos, no es de extrañar que el organismo encargado de la supervisión de la biodiversidad del planeta, el IPCC, fundado en 2012, instase hace pocas semanas a los expertos a documentar las causas científicas que las están matando. Los índices de mortandad de hasta el 15% se consideran normales, pero la media actual es del 30 por ciento llegando en las poblaciones más críticas al 80%.

Viene de lejos, pero la noticia no salió del armario hasta que el lobby de la industria de las almendras en Estados Unidos empezó a airear el asunto. Estaban perdiendo millones de dólares y necesitaban a las abejas. Por eso ahora se paga el alquiler de una colmena a 150 dólares para la época de polinización, el doble de su valor. En España, el precio ronda los 80 euros de media.

En ocasiones, el fenómeno se ha tratado como un misterio. Comenzó a registrarse en 1999 y se conoce como síndrome de despoblación de colonias (CCD, Colony Collapse Disorder), pero nada tiene que ver con la abducción. 

Además de factores locales, como las especies invasoras, existen al menos tres causas globales objetivas que explican el fenómeno: la varroa, un parásito que se extendió desde Asia en la segunda mitad del siglo XX; el cambio climático, con máxima incidencia en 2004; y los neonicotinoides, una familia de insecticidas comercializados de forma masiva por las multinacionales.

PRIMERA CAUSA: UN PARÁSITO DE NOMBRE 'VARROA'

En los 50, la Unión Soviética desarrolló un plan de expansión de su agricultura. Entre otras medidas, los comunistas apostaron decididamente por la apicultura. Tomaron una raza de abeja europea y la llevaron a Asia para explotar la producción de miel en sus zonas de influencia. Hasta 1964 no comprendieron que mediante ese sencillo movimiento habían iniciado un efecto dominó.

Las abejas asiáticas estaban infectadas por la varroa. Ellas eran inmunes, pero la raza europea no podía defenderse y fueron pasto del parásito. "Cuando se dieron cuenta de la que habían armado ya habían iniciado un comercio importante de reinas. Los rusos habían introducido las abejas infectadas en los países de su órbita, como Bulgaria a Rumanía", relata a Teknautas el biólogo Antonio Gómez Pajuelo, miembro de la Asociación de Fomento de Congresos Apícolas (AFCA). Precisamente en Rumanía comenzó a explotarse una especie de abeja que inmediatamente obtuvo un gran éxito comercial. Comenzaron a exportarse de forma masiva. En 1975, se detectó en África una población de abejas con varroa. En los 80 el parásito entró en Francia y Alemania; en España, lo hizo hacia el año 1985. Pronto cruzó el Atlántico hasta Latinoamérica.

Es un parásito que chupa la sangre de las abejas. Debilita su organismo y daña su sistema inmunitario; pueden desarrollar cualquier enfermedad colateral. "La varroa es el mayor problema de la agricultura en todo el mundo", agrega el experto.

SEGUNDA CAUSA: EL CAMBIO CLIMÁTICO

Su vínculo es tangenical, pero influyente. Tiene que ver con su incidencia sobre las lluvias y, en consecuencia, sobre los procesos de floración de que dependen las abejas para sobrevivir. La esperanza de vida de una abeja es de cuarenta días. Les da tiempo a volar una media de 800 kilómetros y para que puedan hacerlo la temperatura idónea debe rondar los catorce grados centígrados. Por eso en invierno no deberían volar, aunque lo hacen porque en otoño no han podido acumular suficientes reservas.

En general, existen colmenas con poblaciones desde 25.000 a 45.000 abejas. El número oscila a lo largo del año: crece en primavera y otoño y disminuye en verano e invierno, en función de factores como el clima, la calidad de la reina o los nutrientes a su disposición en el entorno. En ese sentido, su alimentación depende directamente de la floración, proceso que está siendo modificado de forma radical.

"La renovación de las abejas es como la piel, las células nuevas sustituyen a las muertas. Las abejas que nacen en otoño en invierno no vuelan porque necesitan que caliente el sol. Una colmena sobrevive bien al invierno cuando ha habido una buena floración en otoño y obtienen el néctar suficiente. Si una colmena ha gozado de una buena floración y entra en invierno con abejas jóvenes puede aguantar, pero ahora en las floraciones de otoño no llueve lo que tendría que llover, o llueve mal, con grandes diluvios en septiembre, y eso no sirve", sostiene Gómez Pajuelo.

Según la NASA, el último gran despunte del calentamiento global se produjo entre 2004 y 2005, con temperaturas históricas, etapa que coincide con los máximos registros de muertes de abejas en el mundo. Al no existir una floración adecuada, las colmenas entran en el invierno con abejas demasiado viejas, incapaces de superar la estación fría.

"Cuando llega el frío se hacen una pelota y permanecen quietas. Se dejan preparadas en otoño, pero cuando el apicultor va a ver la colmena pasado el invierno, se encuentra que no hay nada. No han desaparecido por ciencia infusa. Obligadas a salir en invierno para alimentarse, ante la ausencia de reservas, se mueren de viejas o de frío. Las abejas no son elefantes y se pierden en el campo", apunta el biólogo. La mortandad en una colmena por causas relacionadas con el cambio climático puede ascender en los casos más críticos al 80 por ciento.

TERCERA CAUSA: LOS NEONICOTINOIDES

Se trata de una familia de insecticidas introducidos en el mercado en los 80. Reciben este nombre porque tienen un efecto similar al de la nicotina, que actúa sobre el sistema nervioso. Existe una política global para prohibir los neonicotinoides más peligrosos, pero su uso ha sido tan masivo que se ha iniciado un efecto dominó de residuos que ha afectado de forma dramática a las abejas. "Afecta al sistema nervioso de las abejas. Su control térmico disminuye, por ejemplo. No las mata directamente, pero las desorienta y no saben regresar a su colmena", señala Gómez Pajuelo.

Fueron dos multinacionales, Bayer y Syngenta, quienes comenzaron a comercializar un tipo de semilla blindada, impregnada con fertilizantes y neonicotinoides. Su función era prevenir las plagas, pero ha terminado por convertirse en una arma de destrucción masiva de las poblaciones de polinizadores. Durante décadas se han vendido semillas de este tipo en todo el mundo, sobre todo de maíz, soja y colza.

No se trata de cultivos que polinicen directamente las abejas, pero se ha demostrado que pueden contaminar la tierra e impregnarla durante años, de tal forma que cuando se renueva el cultivo, como ocurrió en Francia con los girasoles, llega a las nuevas generaciones de plantas. "Los agricultores franceses se levantaron porque las poblaciones de abejas que polinizaban el cultivo estaban desapareciendo. El ministerio de agricultura creó un comité de sabios y en 1999 se prohibió un tipo de un neonicotinoide, el Gaucho". En Europa, desde el 1 de diciembre de 2013, y durante un período de de dos años, la autoridad europea de seguridad alimentaria (EFSA) ha prohibido la venta de este tipo de semillas blindadas. "En Estados Unidos de momento no se ha seguido. Aquí la restricción ha dañado a las multinacionales y están trasladando sus oficinas a América. Creo que dos años no son suficientes para recuperar la tierra".

"Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres", dijo Albert Einstein. Además de un grave daño al sector de la agricultura a nivel global, la desaparición masiva de abejas puede causar a medio plazo la disminución y el encarecimiento de los alimentos en el mundo.

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domingo, abril 21

Lilith, la demoníaca primera mujer que abandonó a Adán según la tradición judía

 (Un texto de César Cervera en el ABC del 25 de septiembre de 2015)

Algunas interpretaciones rabínicas aseguran que durante la creación aparece insinuada una tercera presencia humana, Lilith, que hunde sus orígenes en la tradición mesopotámica. El judaísmo no la ha deificado, pero la ha empleado para introducir el concepto del mal ligado al erotismo femenino.

«Y de la costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces a Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada», relata el libro del Génesis sobre la creación bíblica de la primera mujer en la faz de la tierra, Eva. No en vano, una extendida interpretación rabínica considera que la referencia, en un versículo anterior, a que «Dios creó varón y hembra los creó» significa que hubo otra mujer antes, la cual terminó abandonando el Paraíso. Según esta tradición judía, Lilith es esa mujer que precedió a Eva, y que, una vez lejos de Adán, se convirtió en un demonio que rapta a los niños en sus cunas por la noche y una encarnación de la belleza maligna así como la madre del adulterio.

Más allá de esta tradición hebrea, el origen del mito de Lilith parece contar con raíces sumerias o acadias. En concreto había en Mesopotamia, según el arqueólogo británico Reginald Campbell Thompson, un grupo de demonios femeninos derivado de la criatura Lilitú (Lilu, Lilitu y Ardat Lili) con unas características que responden a esta figura mitológica: eran mitad humanas y mitad divinas, usaban la seducción y el erotismo como armas; y la noche era su hábitat natural. Todos estos súcubos, en cualquier caso, tenían las cualidades de lo que luego se ha representado como los vampiros, aunque cubiertos de pelo, y derivaban de la palabra «viento» o «espíritu». Esta tradición habría pasado más tarde a la cultura judía a través de los semíticos residentes en Babilonia. Los judíos adaptaron así al hebreo el nombre de esta criatura maligna hasta vincularlo posiblemente a la palabra «laila» (traducido como noche).

Lilitú perdió varias cualidades con su versión hebrea, como es su carácter divino, pero adquirió una personalidad más compleja. Su presencia es frecuente en el folclore y los textos del Judaísmo, entre ellos el Génesis, según defienden algunas interpretaciones rabínicas. Así, frente a las dudas que ha generado el fragmento del Génesis «y creó Dios al hombre (Adán) a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó», han surgido interpretaciones de diferentes rabinos a lo largo de la historia que plantean que, o bien Adán fue creado inicialmente como un andrógino –que poseía un cuerpo femenino y uno masculino unidos por la espalda–, o, como recoge repetidas veces en su obra el mitólogo inglés Robert Graves, hubo otra mujer antes que Eva, la rebelde y lujuriosa Lilith, que finalmente abandonó el paraíso.

«Yo también fui hecha con polvo»

Según el Yalqut Reubeni –una colección del siglo XVII de midrashim (interpretaciones de textos antiguos) por el rabino Rubén Hoschke Kohen–, « Dios formó a Lilith del mismo modo que había formado a Adán, aunque utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro». La inmundicia habría convertido a esta criatura en un demonio del que, a su vez, nacieron otras criaturas malignas que «todavía atormentan a la humanidad». Estos demonios hembras se dedicaban a atacar a las madres durante los partos con el fin de robar al recién nacido para luego matarlo, como retrata un sello cilíndrico expuesto en el Museo de Oxford.

En este sentido, existe otra interpretación que presenta a Lilith como una criatura igual a Adán, hecha de polvo puro, que se rebela contra los designios divinos y muestra un marcado carácter. En el Alfabeto de Ben Sira (escrito entre el siglo VIII y el XI), se narra cómo Lilith se resistió a yacer por debajo de Adán: «¿ Por qué he de yacer debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo y por tanto, soy tu igual», afirmó Lilith, que, al ser forzada por Adán a obedecerle, pronunció el nombre de Dios en vano y decidió abandonar el Edén con dirección al Mar Rojo.

Esta versión de Lilith se ha emplazado como una representación de las mujeres cananeas y su visión de las relaciones sexuales en un periodo, hacia el 586 a.C, en el que se fusionaron parcialmente los panteones propios de los cananitas con los hebreos. De esta manera, la demonización de Lilith es una crítica a las prácticas de las mujeres cananeas dadas a mantener relaciones sexuales pre-matrimoniales y a una sexualidad más abierta que la mostrada por las hebreas. Lilith es el demonio rebelde, el mal ejemplo que precedió a Eva, más obediente a lo que Adán esperaba de una mujer. No en vano, algunas de las cualidades de esta versión de Lilith parecen haberse inspirado en el principal culto femenino de los cananitas –el pueblo que según el Antiguo Testamento conquistaron los judíos tras el éxodo por el desierto–, Asheráh, diosa de los partos y la fertilidad.

Tras abandonar el paraíso, Lilith se asentó en la costa del Mar Rojo. Esta región se caracterizaba, según esta tradición mitológica, por la presencia de innumerables demonios, con los cuales engendró nuevas criaturas, «a razón de más de cien por día». Ante este hecho, Dios envió a un grupo de ángeles para exigirla que volviera con Adán: «Regresa con Adán de inmediato o te ahogaremos». A lo que ella respondió que ya no podía regresar porque «Dios me ha ordenado que me haga cargo de todos los recién nacidos, de los niños hasta el octavo día de vida (el de la circuncisión) y de las niñas hasta el vigésimo día». Finalmente, Dios permitió vivir a Lilith, pero la castigó haciendo que cientos de sus hijos demoníacos perecieran cada día. Desde entonces, la hermosa criatura se propuso matar a todos los hijos de Adán y a todas las madres durante el nacimiento y los días siguientes al parto.

Lamia, cuerpo de dragón y esencia de Lilith

La leyenda Lilith es posiblemente también el origen del popular mito griego de la reina Lamia, que, tras matar a sus propios hijos por culpa de un engaño de Hera, sintió envidia de las otras madres y se dedicó a devorar a sus hijos. Transformada en una bestia, tenía el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer. Este relato dio lugar a que, en la Antigüedad, las madres griegas y romanas acostumbraran a amenazar a sus hijos traviesos con este personaje. La creencia grecorromana a su vez se transmitió a leyendas medievales, repartidas por toda la geografía europea, donde estos seres son representados con rostro de mujer y el cuerpo de dragón. También se alimentaban de niños.

Así y todo, la presencia del nombre de Lilith en la Biblia se limita a una única mención. Aparece en Isaías34:14: «Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y en él encontrará descanso», lo cual fue traducido en la Vulgata como Lamia, su versión medieval. No obstante, resulta imposible saber con certeza si para el autor del texto era un nombre propio –la célebre criatura del folklore judío– o simplemente se trata de una bestia salvaje o de una rapaz nocturna.

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viernes, abril 19

La Marsellesa, el belicoso himno de una revolución que sobrevivió incluso a los nazis

(Un texto de César Cervera en el ABC del 18 de noviembre de 2015)

El himno francés ha sobrevivido al paso de los siglos y de los regímenes hostiles, como el napoleónico o el de Vichy, que intentaron sustituirlo por otras melodías menos agresivas.

Mientras evacuaban el estadio de Saint-Denis el pasado viernes, en medio del terror que asoló París, un grupo de aficionados aún tuvo ánimos de cantar La Marsellesa, que, junto al «God Save the Queen» («Dios salve a la Reina»), de Inglaterra, y el «The Star-Spangled Banner» («La bandera tachonada de estrellas»), de EE.UU, pasan por ser los himnos nacionales más emblemáticos de hoy en día. El himno francés ha sobrevivido al paso de los siglos y al de regímenes hostiles –como el napoleónico o el de Vichy–, que intentaron sustituirlo a causa precisamente de su carácter revolucionario y de su belicosa letra. «¡Vienen hasta vosotros a degollar a vuestros hijos y vuestras esposas! ¡A las armas, ciudadanos! ¡Formad vuestros batallones! ¡Marchemos, marchemos! ¡Que una sangre impura inunde nuestros surcos!», reza el estribillo de La Marsellesa, que vale para advertir tanto entonces a los enemigos austríacos como a los terroristas islamistas ahora.

En la película estadounidense «Casablanca» (1942), el local nocturno de Rick Blaine (Humphrey Bogart) vive un duelo de himnos entre un pequeño grupo de alemanes que canta «Die Wacht am Rhein» (El guardia sobre el río Rín), acompañados de un piano, y un numeroso grupo de franceses que termina imponiendo su melodía nacional, por entonces prohibida en Francia. « Toquen la Marsellesa», reclama uno de los personajes a la orquesta, antes de que las voces francesas se coman por completo a las alemanas. Y es que resulta difícil vencer al peso histórico de una canción que nació en tiempos bélicos. El actual himno francés fue escrito y compuesto el 25 de abril de 1792 por el poeta, músico y capitán de ingenieros Joseph Rouget de Lisle, destinado en el batallón «Enfants de la patrie» de Estrasburgo.

En ese momento, Francia estaba inmersa en una guerra contra Austria y otras potencias europeas que exigían la liberación de los Reyes de Francia y poner punto final a la Revolución. Leopoldo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, fue el enemigo más visible en estas primeras fases del conflicto, puesto que temía la posible expansión de la revolución francesa a sus territorios y porque en el fondo velaba por el bienestar de su hermana, María Antonieta, la reina de Francia que había sido depuesta del trono. A pesar de ello, se opuso en un principio a una intervención armada en Francia y tuvieron que ser los propios revolucionarios quienes le declararan la guerra.

Las tropas marsellesas que llegaron a París

El día 24 de abril, el alcalde de Estrasburgo convocó a varios oficiales, entre ellos a Rouget de Lisle, para levantar la moral de las tropas con iniciativas tales como componer un himno patriótico para el ejército del Rhin. Rouget escribió la letra y compuso la canción, inspirándose en un cartel que había visto en la calle con la proclama «Aux armes, citoyens!» («¡Ciudadanos, a las armas!»), la cual tituló como «Chant de guerre pour l'armée du Rhin» («Canto de guerra para el ejército del Rin»). En poco tiempo, el himno adquirió gran difusión entre los soldados y, en julio de 1792, alcanzó París gracias a los voluntarios marselleses que lo entonaron por las calles de la capital cuando acudían en su defensa. De ahí viene su nombre.

La letra de la Marsellesa, uno de los primeros himnos que no nombra a Dios, está repleta de amenazas explícitas («Temblad, tiranos, y vosotros, pérfidos, oprobio de todos los partidos, ¡temblad! ¡Vuestros planes parricidas recibirán por fin su merecido!») contra los enemigos del país, así como de referencias antimonárquicas. Es por esta razón que, pese a que en un principio Napoleón Bonaparte recurrió a ella dentro del aparato propagandístico que le llevó a la cabeza de Francia, prohibió su uso durante la etapa del Imperio.

Precisamente a Napoleón se le atribuye la cita más famosa sobre el himno: « Esta música nos ahorrará muchos cañones». Entre prohibiciones y el olvido, la Marsellesa vivió momentos complicados también durante la Restauración, al igual que su autor. Rouget de Lisle fue encarcelado durante el periodo de la Revolución francesa conocido como El Régimen del Terror y condenado a muerte. Se dice que se libró por ser precisamente el autor del himno patriótico. Tras combatir en Vendée, abandonó el ejército en 1796 y vivió sin apenas ingresos en Lons-le-Saunier. Luis Felipe I le concedió una pequeña pensión correspondiente a la Legión de Honor.

Además de La Marsellesa, que ha tenido distintas letras y ritmos a lo largo de los años, convivieron en el mismo periodo histórico otras canciones de corte revolucionario. Una de las más famosas es «La Carmagnole», especialmente popular durante el Reinado del Terror. La canción fue introducida por las tropas que regresaban de Italia durante la Revolución y tiene como claros destinatarios a María Antonieta y al rey Luis XVI de Francia. Otra melodía que gozó de mucha fama fue «la Ça Ira», una canción popular cuya letra fue modificada tras la toma de la Bastilla. Su contenido es mucho más violento que la Marsellesa y «La Carmagnole», con amenazas de muerte y de tortura a los aristócratas y a los reyes incluidas.

Un símbolo de la revolución mundial abucheado

La Marsellesa fue rehabilitado por la Revolución de 1830, pero hasta la Tercera República (1879) no adquirió la consideración de himno oficial. Más tarde fue también prohibida por el Régimen de Vichy, bajo la influencia de los nazis, puesto que a esas alturas era un himno no solamente vinculado a los revolucionarios franceses o a la Resistencia, sino a todos los movimientos obreros del mundo. Entre las canciones populares entonadas durante la Revolución rusa de 1917, la Marsellesa es una de las más mencionadas tanto en los informes policiales como en las crónicas de los escritores contemporáneos.

E.N. Burdzhalov, el primer historiador de la Revolución de Febrero, afirmó que la victoria de la revolución llevaba de fondo el ritmo de la Marsellesa. No obstante, como ocurría en la propia Francia, los rusos adaptaron la melodía, el ritmo y su letra a sus circunstancias políticas. Mientras la Marsellesa original era una declaración de la unidad nacional, «la Marsellesa de los Obreros» era una canción de protesta social, que apelaba a la clase trabajadora y a la gente hambrienta con un tono aún más agresivo: «¡A por los parásitos, los perros, los ricos! Sí. Y el malvado Zar-vampiro! ¡Matad y destrozadles, los viles puercos!».

A principios del siglo XXI pareció que el aura de canción respetada por todos e inmune a los partidismos abandonaba la Marsellesa al fin. Distintos ataques al himno nacional a través de abucheos y desprecios en el ámbito deportiva abrieron un profundo debate en la sociedad francesa sobre lo que estaba fallando. Ocurrió primero en el 2002, antes del comienzo de la final de la Copa en el Estadio de Francia entre el Lorient y el Bastia, un equipo de la región nacionalista de Córcega, se registraron varios desprecios a los símbolos nacionales. Algo que se repitió también en varios partidos internacionales. Así, en 2001, el himno fue pitado con ocasión de un amistoso entre las selecciones francesas y argelinas y el partido tuvo que ser suspendido en el minuto 75 cuando aficionados del país africano invadieron el césped.

Como ministro del Interior, Sarkozy impulsó la Ley de Programación para la Seguridad Interior (Lopsi), que creó en 2003 el delito de ultraje a la bandera y al himno nacional franceses, sancionándolos con penas de hasta seis meses de prisión y 7.500 euros de multa. Asimismo, Nicolas Sarkozy estableció, ya como presidente, que si se pita el himno frente al combinado nacional, los miembros del gobierno deben abandonar el estadio, el árbitro suspender el partido y el gobierno anular todos los encuentros amistosos contra el país rival durante un periodo de tiempo por determinar.

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miércoles, abril 17

El arma definitiva de los legionarios romanos para aterrorizar a sus enemigos

(Un texto de M.P.V. en el ABC del 16 de junio de 2016)

Un grupo de arqueólogos ha encontrado en Escocia una munición de honda que silbaba al ser lanzada. Algo que generaba pavor en aquellos que se enfrentaban a los enemigos de Roma.

Al parecer, no todo en la Antigua Roma era destrozar a los enemigos a espadazos de «gladius», sino que los legionarios también usaban la psicología para enfrentarse a sus enemigos. Al menos, así lo atestigua un tipo de munición con 1.800 años encontrada en un yacimientos de Escocia que, además de poder ser lanzada con una honda contra los enemigos, contaba con un pequeño agujero que hacía que silbase fuertemente al surcar el aire. ¿Su finalidad? Aterrorizar a aquellos contrarios a los romanos para que se agachasen y no combatieran.

Según ha desvelado la web especializada «Live Science», estos restos han sido hallados por un grupo de arqueólogos dirigidos por Jhon Reid (de la Trimontium Trust -la sociedad histórica escocesa que dirige las excavaciones en el yacimiento-) en Burnswark Hill (Escocia).

«Son un arma ideada para causar terror. Con ellas, en batalla no solo tendrían balas silenciosas que causaban muertos, sino que lograrían que los defensores se agachasen cuando las oyeran. Una gran ventaja, y muy ingeniosa», ha explicado Reid a «Live Science».

La munición del terror

En palabras de Reid, esta curiosa munición elaborada en plomo cuenta con la misma forma y diseño que la que tradicionalmente se usaba en las hondas. Sin embargo, cuentan con un agujero en el centro de unos cinco milímetros, lo que hace que pesen apenas 30 gramos y provoca que, al ser lanzadas, silben de una forma característica. A su vez, los investigadores creen que estas «balas» podrían haberse lanzado en grupos de dos o tres a la vez para generar mayor pavor en sus contrarios. Aunque en este caso debían ser arrojadas cerca del enemigo para que pudieran impactar de forma segura sobre él.

Este hallazgo supone una auténtica revolución para los arqueólogos, quienes ya habían encontrado en el yacimiento (en el que se sucedió una antigua batalla romana) munición con formas de limón y bellota (esta última, diseñada así por ser un símbolo de suerte). Las más grandes pesan en torno a 60 gramos, en palabras de Reid. A su vez, y siempre según el experto, un 20% de las encontradas hasta ahora en Burnswark Hill están perforadas. Algo llamativo si se considera que era sumamente costoso hacer un agujero en la época y la munición no se volvía a recoger una vez disparada.

Un tipo de munición similar a esta (aunque elaborada en piedra, y no con plomo) fue encontrada hace años en Grecia, sobre el asentamiento de una batalla sucedida entre los siglos II y III D.C. En palabras de Reid, hasta ahora se consideraba que estos agujeros eran para introducir veneno y asegurar la baja por parte del hondero. Sin embargo, tras hacer casi 100 réplicas de estas balas han llegado a la conclusión de que eran «armas del terror». «Los agujeros son demasiado pequeños, y no hay garantía de que pudieran penetrar en la piel, Además, no se introduciría en el cuerpo porque con el agujero pierden el impulso y no vuelan tan rápido», añade el experto.

Mortales

Durante la batalla de Burnswark Hill, esta munición fue utilizada por los « Auxilia», tropas auxiliares (en este caso de honderos) reclutadas para combatir junto a las legiones romanas. Curiosamente, los honderos más famosos provenían de las Islas Baleares, unos combatientes que dispararon por Julio César cuando este invadió Gran Bretaña. «Eran honderos expertos que habían estado entrenándose toda su vida», explica Reid. En manos de un soldado experto, estas balas pueden llegar a alcanzar 160 kilómetros por hora y, literalmente, incrustarse en el interior de la cabeza de una persona.

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