Más sobre la campana de los perdidos
(Leído en el muro de Facebook de Gozarte)
Etiquetas: Sin ir muy lejos, Tradiciones varias
...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..
(Leído en el muro de Facebook de Gozarte)
Etiquetas: Sin ir muy lejos, Tradiciones varias
(Un texto de Javier Yanes leído en bbvaopenmind.com el 20 de abril de 2017)
Durante siglos las hemos considerado como algo no muy diferente de las rocas o los muebles: una parte más del paisaje, o simples elementos decorativos que pisamos y arrancamos a placer, dado que nunca las oímos quejarse. Salvo por su crecimiento más o menos lento o sus ciclos estacionales, las plantas parecen siempre inmóviles e impertérritas, ignorantes de cuanto ocurre a su alrededor. Seres vivos, aunque meramente pasivos.
Pero mientras nosotros apenas les prestamos atención, las plantas están haciendo cosas sorprendentes. Por ejemplo, guiar sus raíces hacia las fuentes de agua escuchando las vibraciones de las tuberías, según revela un estudio publicado en abril de 2017 en la revista Oecologia y dirigido por la ecóloga evolutiva Monica Gagliano, de la Universidad de Australia Occidental.
Según muestran Gagliano y sus colaboradores, las plantas del guisante son capaces de localizar el agua a distancia en ausencia de humedad gracias a esa especie de sentido del oído en versión vegetal. Sólo cuando han localizado por dónde corre el agua, utilizan la propia humedad como pista adicional para llegar a su objetivo con precisión. Pero antes de esto dependen del sonido, hasta tal punto que el ruido de fondo las confunde, e incluso son capaces de distinguir el sonido real de una grabación.
Lo anterior parecería ciencia ficción, si no fuera porque en realidad es un hito más en la comprensión de las capacidades insólitas de las plantas, que solo se han revelado cuando científicos como Gagliano y otros han empezado a indagar más allá de su aparente pasividad. En otro estudio reciente publicado en Scientific Reports, del grupo Nature, la investigadora revelaba que las plantas son también capaces de aprender al estilo de los perros de Pavlov, que asociaban la comida con la campana hasta que salivaban simplemente oyendo el sonido.
En el experimento de Gagliano, la comida era una fuente de luz, y la campana era una corriente de aire inducida por un ventilador. Cuando a las plantas se les presentaba un laberinto en forma de Y, crecían por el camino iluminado donde también soplaba el aire, pero continuaban después eligiendo la misma opción en ausencia de luz; habían aprendido a asociar la corriente de aire con la luz. Y lo recordaban.
Tratándose de plantas, hablar de conceptos como aprendizaje, memoria, elección o, en último término, cognición, puede resultar chocante. Bien lo saben Gagliano y otros investigadores en este campo, que durante años han sufrido la desconfianza y el escepticismo de muchos de sus colegas. Y si el escepticismo es esencial para los científicos, también lo es permanecer siempre abiertos a un cambio de paradigma cuando las pruebas experimentales así lo aconsejan. Y en este caso, hay suficientes pruebas para aconsejarlo.
Dejando a un lado la terminología, éste es un resumen de las capacidades demostradas en las plantas, según el investigador de la Universidad de Haifa-Oranim (Israel) Simcha Lev-Yadun: con su sistema de pigmentos sensibles a la luz pueden ‘ver’ a sus vecinas gracias a la detección de infrarrojos emitida durante la fotosíntesis; huelen a sus vecinas y a sus enemigos; se comunican con otras plantas, advirtiéndolas de los peligros; deciden en función de los parámetros ambientales; recuerdan condiciones climáticas pasadas y ataques de herbívoros; utilizan a los animales con fines defensivos, para polinizarlas o dispersar sus semillas; despliegan estrategias para evitar agresiones; y naturalmente, también oyen, como ha demostrado Gagliano. Y lo más importante: con todo ello, toman decisiones.
Lev-Yadun, que recientemente ha publicado el libro Defensive (anti-herbivory) Coloration in Land Plants (Springer, 2016), no tiene dudas sobre cómo llamar a todo esto: “Estoy seguro de que las plantas tienen inteligencia”, dice a OpenMind. “Está claro que hay diferencias entre las plantas y los animales superiores, pero cuando examinamos los animales inferiores, las diferencias son muy pequeñas, y las plantas superiores pueden ser más inteligentes que ciertos animales”, añade.
Algunos de los mecanismos que gobiernan estos procesos aún no son del todo conocidos. Pero Gagliano, que recientemente ha coeditado el libro de próxima publicación The Language of Plants (University of Minnesota Press, 2017), se decanta por la idea de que la evolución ha seguido caminos convergentes en grandes reinos como animales y plantas para llegar a metas similares con herramientas diferentes. “Ambos terminaron ‘inventando’ las mismas soluciones a problemas similares”, resume a OpenMind.
Pero aunque la necesidad del cambio de paradigma ya parece innegable, la cuestión de la terminología no puede soslayarse. El problema es que aún no disponemos de vocabulario adecuado, dado que tradicionalmente el comportamiento y la cognición se han considerado facultades exclusivas de los seres con neuronas, los animales. Pese a todo, algunos científicos hablan de “neurobiología de plantas”. “Hasta que encontremos un buen término, neurobiología está bien”, dice Lev-Yadun. Por el contrario, Gagliano opina que esta palabra ha sido útil como metáfora, pero que debería abandonarse por “zoocéntrica” y escasamente científica.
Sin embargo, en algo coinciden los investigadores de la nueva disciplina de la cognición vegetal, y es en refutar las objeciones de que todas estas capacidades no son más que respuestas moleculares programadas. Para Gagliano, no puede hablarse de comportamiento cuando se trata de acciones obligadas e irreversibles, como las que ocurren durante el desarrollo de los seres vivos; pero sí cuando hay decisiones opcionales que dependen de estímulos. “Términos como ‘cognición’ o ‘aprendizaje’ o incluso ‘inteligencia’ se refieren a aspectos del repertorio de comportamiento”, dice la investigadora.
Las implicaciones de todo ello exceden lo puramente científico, atrayendo también la atención y la reflexión de filósofos, humanistas y expertos en ética: si hoy sabemos que las plantas también pueden sentir, ¿podemos seguir ignorándolo? Como escribía Gagliano en un reciente artículo, “a medida que se acumulan las pruebas experimentales de las capacidades cognitivas de las plantas, el asunto controvertido (o incluso tabú) relativo a su bienestar, valor moral y nuestra responsabilidad ética hacia ellas no puede seguir siendo ignorado”.
Sin embargo, en algo coinciden los investigadores de la nueva disciplina de la cognición vegetal, y es en refutar las objeciones de que todas estas capacidades no son más que respuestas moleculares programadas. Para Gagliano, no puede hablarse de comportamiento cuando se trata de acciones obligadas e irreversibles, como las que ocurren durante el desarrollo de los seres vivos; pero sí cuando hay decisiones opcionales que dependen de estímulos. “Términos como ‘cognición’ o ‘aprendizaje’ o incluso ‘inteligencia’ se refieren a aspectos del repertorio de comportamiento”, dice la investigadora.
Las implicaciones de todo ello exceden lo puramente científico, atrayendo también la atención y la reflexión de filósofos, humanistas y expertos en ética: si hoy sabemos que las plantas también pueden sentir, ¿podemos seguir ignorándolo? Como escribía Gagliano en un reciente artículo, “a medida que se acumulan las pruebas experimentales de las capacidades cognitivas de las plantas, el asunto controvertido (o incluso tabú) relativo a su bienestar, valor moral y nuestra responsabilidad ética hacia ellas no puede seguir siendo ignorado”.
Etiquetas: Sobre plantas y bichos
(Un texto de Dory Gascueña en bbvaopenmind.com leído el 5 de julio de 2017)
El concepto de singularidad tecnológica está inevitablemente ligado al mundo de la ciencia ficción. De hecho, el término como tal fue creado por uno de los matemáticos más importantes de la historia moderna, John Von Neuman (reconocido como uno de los padres de la cibernética), pero se popularizó gracias al autor de ciencia ficción Vernor Vinge. La singularidad es hoy mucho más que un escenario posible para novelas y películas. La posibilidad de que las máquinas, gracias a la inteligencia artificial, sean capaces algún día de auto-mejorarse, dando lugar así a una generación de ordenadores muy superiores a la inteligencia humana, es ya un horizonte factible gracias al desarrollo de las tecnologías exponenciales.
La fecha para que la singularidad se convierta en nuestra compañera definitiva varía según el experto o futurólogo al que atendamos. Sin embargo, lo que sí tienen en común todas las predicciones es que será más pronto que tarde, sin lugar a dudas, a lo largo del siglo XXI, el que quizás sea el siglo más relevante para la historia de nuestra existencia: el momento en el que la humanidad trascienda su naturaleza biológica gracias al desarrollo de la tecnología.
Una de las voces más importantes en el universo de la singularidad es la de Ray Kurzweil, también conocido como “el futurólogo de Google”, por el puesto que ocupa en dicha empresa. No solo su posición laboral lo avala como referente tecnológico, también lo hacen los 18 doctorados honoris causa que acumula, los honores reconocidos por tres presidentes de Estados Unidos, así como una larga lista de premios, becas, patentes y compañías fundadas por él mismo, incluyendo Singularity University. ¿Qué piensa Raymon Kurzweil?
Ingeniero, músico, inventor y empresario, tiene un bagaje lo suficientemente amplio para sostener sus predicciones sobre el mundo que viviremos mañana. Algunas de las ideas que adelantó en la década de los 90 ya se han corroborado como ciertas (asistentes de voz, exoesqueletos, gafas de realidad aumentada…), aunque también se atreve con escenarios mucho más futuristas, como la posibilidad de conectar nuestro cerebro a la nube mediante nanorobots (2030) o una potencial resurrección usando inteligencia artificial.
No solo Kurzweil se ha atrevido a hacer cábalas sobre el futuro. El cine, y la ciencia-ficción en todos sus formatos (novela, cómic…) también han desarrollado innumerables teorías sobre los escenarios en los que podríamos vivir mañana. En esta ocasión elegimos 5 películas en las que la singularidad plantea distintos retos al ser humano en su convivencia con las máquinas.
"No vamos a luchar contra ellos, vamos a trascenderlos.”, Will Caster .
Will Caster, experto en IA (Johnny Deep), desarrolla un ambicioso proyecto para crear un ordenador capaz de auto-abastecerse (una “trascendencia”, en sus propias palabras) cuando es asesinado. Su esposa y su mejor amigo conocían sus planes y continuarán con el legado de Will. Las fronteras entre la vida y la muerte y el control y el caos se desdibujan y obligan a los protagonistas a enfrentarse a serios debates éticos. ¿Dónde poner el límite a la singularidad antes de que se vuelta en nuestra contra?
Theodore (Joaquin Phoenix) es un hombre solitario y aficionado a los vídeo juegos que decide comprarse “el primer sistema operativo artificialmente inteligente”, (OS). La voz de Os, Samantha, atrapará a Theodore y lo meterá en un laberinto de decisiones controvertidas y desafiantes, pues nunca antes se había enfrentado nadie al dilema de enamorarse de su sistema operativo. ¿Nos llevará la singularidad algún día a descubrir la capacidad de las máquinas para generar sentimientos?
El chip Zoë, es un implante de memoria que se coloca en el cerebro de los recién nacidos para grabar todo lo que pasa a lo largo de sus vidas para que al morir, el material pueda editarse como una película, un hecho que cambia radicalmente el comportamiento y los valores de la sociedad, condicionada por la atenta mirada de las grabadoras. Alan Hakman (Robin Williams) es el mejor editor de recuerdos del momento, pero su destreza profesional le lleva a enfrentarse a amargos debates morales sobre su propia vida. ¿Hasta dónde afectarán las máquinas nuestro propio sistema de valores y creencias?
Una población diezmada por las tormentas solares habita el Planeta Tierra en 2044. Los supervivientes han construido unos robots, “peregrinos”, diseñados para ayudarles a reconstruir el mundo en los ambientes más hostiles. Estos robots deberían regirse por dos normas principales: deben sobrevivir y no pueden auto-modificarse. Jacq (Antonio Banderas) es un agente de seguros de la compañía que fabrica los robots (ROC) que investiga el caso de un policía que disparó a una de las máquinas, alegando que estaba modificándose a sí misma. ¿Hasta dónde trasladará la singularidad las fronteras de los derechos y las responsabilidades de humanos y máquinas?
Etiquetas: Ciencias de todo pelaje (física - química - matemáticas-biología-anatomía-medicina...), Tardes de cine y palomitas
(Un texto de Concha Rodríguez en Elmundo.com del
"Actos indecentes", "practicas antinaturales", "conductas indescriptibles con varones". Con frases de este tipo se escribieron las transcripciones oficiales y periodísticas de los juicios al escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900), y así se han perpetuado hasta hoy en las numerosas biografías y estudios que se han publicado sobre el poeta. Su nieto, Merlin Holland, localizó en el 2000 la versión de Wilde, de su puño y letra y en 85.000 palabras, de sus propios juicios.
Estos días se ha presentado en el Saint James Theatre de Londres la versión teatral de ese relato con el título de 'Los juicios de Oscar Wilde'. El montaje incorpora el nuevo material con la voz del juzgado, y condenado. Para Merlin Holland el hallazgo de los escritos de su abuelo -encontrados mientras organizaba una exposición en la Biblioteca Británica para conmemorar el centenario de su muerte- supuso descubrir la piedra filosofal. El autor de 'El retrato de Dorian Grey' es más fiel a lo que se dijo en la vista judicial que los transcriptores y periodistas que relataron los interrogatorios. "¿Besó usted al caballero?", le preguntaron sin remilgos y él lo recogió literalmente en sus apuntes.
Los tres juicios de Oscar Wilde se celebraron en 1895 cuando su obra 'La importancia de llamarse Ernesto' acababa de estrenarse en los teatros de Londres. Wilde era por fin famoso después de años de labrarse con escaso éxito la carrera de escritor. El primer juicio lo inició él por difamación contra el marqués de Queensberry, cuyo tercer hijo, lord Alfred Douglas, había entablado relaciones sentimentales con el irlandés. Queensberry, marqués escocés, le había acusado de sodomita. Al tercer día de la vista el dramaturgo retiró la demanda al aflorar con pruebas pertinentes la relación homosexual de Oscar con prostitutos y chantajistas.
El juicio contra el marqués por difamación se convirtió entonces en un proceso contra Wilde por indecencia y que concluyó con una pena de prisión y trabajos forzados de dos años. A la salida de la cárcel, el escritor huyó a París donde murió en el año 1900 a los 46 años de edad.
La defensa pública que Oscar Wilde hizo de su relación amorosa con lord Alfred Douglas, 'Bosie', quien detestaba a su padre, escandalizó la moral victoriana de la época y acabó con los juicios, la condena y la muerte prematura del escritor cuyo prestigio como autor también se vio afectado por el barullo homosexual.
Etiquetas: libros y escritores
Los "Mickey Mouse degrees" (grados o títulos Mickey Mouse) son un término peyorativo para referirse a titulaciones universitarias consideradas de bajo valor o irrelevantes, que no preparan adecuadamente a los graduados para el mercado laboral y que, por lo tanto, son vistas como inútiles por los empleadores. El término surgió en el Reino Unido y se usa comúnmente para criticar cursos que carecen de seriedad o que ofrecen pocas perspectivas de empleo.
Etiquetas: Ayudando a Supereñe (y a sus amigos guiris)
(Un texto de Magda Bigas en La Vanguardia del
Calles empinadas, hermosos puentes, edificios increíbles, colores intensos, bodegas añejas y un aroma que derrocha melancolía...
Existen ciudades capaces de enamorar a primera vista; ciudades en las que al pasear por sus calles uno percibe su esencia, su pasado y su presente, como Oporto, una urbe hermosa y decadente, luminosa y sorprendente.
Sus espectaculares puentes, el aroma de sus barrios, sus tradiciones, sus bodegas, su gastronomía, sus rincones, sus callejuelas empinadas, sus viejas construcciones, siempre con la vista puesta en el Douro -el Duero-, convierten la segunda localidad más grande de Portugal, tras Lisboa, en un destino de primera.
Aunque existen mil y una razones por las que te podrías dejar seducir por Oporto, a continuación te descubrimos diez. ¿Te apuntas?
Sus numerosos puentes y sobre todo, su belleza, han llevado a Oporto a ser conocida con el sobrenombre de la Ciudad de los puentes. Y es que sus espectaculares construcciones, de épocas y estilos muy distintos entre sí, se han convertido en todo un referente.Una de las formas más originales de descubrirlos es desde el río, a bordo de un rabelo , la típica embarcación utilizada durante siglos para transportar los grandes toneles de vino por aguas del Duero. El viaje ofrece una magnífica visión no sólo de los seis puentes, sino también de ambas orillas y de los edificios más emblemáticos de la ciudad.Del puente de Arrábida, el más largo de todos, situado junto a la desembocadura del río, hasta el de Freixo, obra de Antonio Reis, en el otro extremo de la ciudad, podremos contemplar cada una de estas singulares construcciones. Pasaremos bajo el puente de Maria Pía, el primero de arco ferroviario que unió ambos márgenes; el de Sao Joao, construido en 1991 sustituyendo en su función al anterior; el del Infante dom Henrique, el más reciente, edificado en 2003, y el de Luis I. Este último, considerado uno de los puentes más bellos de Europa, fue construido durante la segunda mitad del siglo XIX y cuenta con una estructura se extiende a lo largo de prácticamente 400 metros.
Uno de los mayores placeres de Oporto es, sin duda, pasear por las estrechas calles del barrio de Ribeira, el casco antiguo de la ciudad, situado a orillas del Duero. De calles coloridas repletas de viejos edificios alicatados, este tesoro, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, permite conocer cómo es la vida real de los portugueses.La plaza de Ribeira, la calle da Rua da Fonte Taurina, la da Alfandega... rebosan historia y tradición entre viejas cafeterías y terrazas que se suceden ofreciendo un aire bohemio, romántico y a la vez decadente que nos transporta a otras épocas. Desde allí, disfrutaremos de increíbles vistas del Duero, el emblemático puente de Luis I y de Vila Nova de Gaia, situada en la orilla opuesta.Entre las laberínticas calles del barrio descubriremos incontables restaurantes en los que degustar, además de pescado, las excelentes especialidades portuenses, y locales en los que empaparnos del extraordinario ambiente de la ciudad.
Casas, iglesias, palacios, fuentes, murales interiores... el azulejo está omnipresente en Portugal desde hace siglos y Oporto no es una excepción. Paseando por sus calles descubrirás alucinantes fachadas totalmente recubiertas de cerámicas, algunas de ellas, con relatos extraordinarios.Acércate a la estación de trenes de San Bento, un mágnífico edificio neocásico situado junto a la plaza de la Libertad, en cuyo vestíbulo descubrirás la colección más espectacular de azulejos de la ciudad, formada por 20.000 mosaicos que reproducen momentos históricos y escenas costumbristas.No será necesario alejarse de la zona para topar con algunos de los edificios más sorprendentes, como la iglesia do Carmo, que luce en su fachada una exquisita composición de azulejos que narra la fundación de la orden carmelita. Tampoco puedes perderte otros templos como la capilla de las Almas, en la céntrica rua Santa Catarina, que plasma la muerte de varios santos; la iglesia de San Antonio de los Congregados, o el interior de la catedral de la Sé, cuyo claustro está decorado por mosaicos que reflejan escenas religiosas
Sería imperdonable visitar Oporto y no acercarse hasta la Livraria Lello e Irmao, un impresionante establecimiento de estilo neogótico, considerado una de las librerías más bellas del mundo y que merece una referencia especial. Sus enormes estantes repletos de libros, su magnífica escalera curvilínea de madera labrada y la claraboya de cristal de colores que permite la entrada de luz natural ofrecen a este espacio un encanto difícilmente igualable.A algunos tal vez les resulte familiar, ya que esta librería inaugurada a principios del siglo pasado ha sido escenario de las aventuras de Harry Potter.Si quieres conocerla, debes tener en cuenta que los propietarios del establecimiento han optado por cobrar tres euros a los turistas, una medida que pretende ordenar las numerosas visitas que recibe y mantener la tranquilidad en el local.
Como no podría ser de otra manera, Oporto cuenta con numerosos templos religiosos y algunos de ellos, por cierto, realmente sorprendentes, situados en su mayoría en el corazón del casco viejo. El más importante es sin ninguna duda la catedral de la Sé, una edificación del siglo XII que ha experimentado numerosos cambios a lo largo de la historia, lo que explica su mezcla estilos: básicamente barroca, pero con fachada y cuerpo de estilo románico, y un espectacular claustro gótico rodeado de azulejos.Los azulejos también están presentes en San Antonio dos Congregados, una pequeña iglesia situado junto a la estación cuya fachada está recubierta de cerámica.Otro de los templos imprescindibles es la iglesia de los Clérigos, construida en el siglo XVIII, cuya torre de granito de 76 metros de altura -la más alta de la ciudad y del país- se ha convertido en un auténtico emblema de la ciudad. Tampoco podemos perdernos la iglesia de San Francisco, en cuyo interior sus tres naves revestidas en oro nos dejarán sin habla.
Pasear por la ciudad, recorrer sus calles, nos permite descubrir mil y un tesoros: edificios con encanto que nos transportan a otras épocas y construcciones modernas que nos invitan a vivir el Oporto más actual.Uno de los rincones con más sabor es el Café Majestic, un emblemático café de los años 20 del siglo pasado que conserva el romanticismo de antaño, una parada obligada en nuestra visita, como lo es también el ya centenario Mercado do Bolhao, situado a pocos pasos. Y es que este mercado, que ocupa un edificio neoclásico de dos plantas transmite la auténtica esencia de de Oporto, con sus típicos puestos de frutas y verduras, flores o pescado regentados por vendedoras que ofrecen a pleno pulmón sus productos.A algo menos de 500 metros, otro imprescindible: la ya mencionada estacion de San Bento recubierta en su interior por miles de azulejos. Y de aquí, al Palacio de la Bolsa, un hermoso edificio neoclásico situado junto a la iglesia de San Francisco, que cuenta con algunas estancias espectaculares, como la sála árabe.Dos apuntes más para completar Oporto: los jardines del Palacio de Cristal, situados en lo alto de una colina, perfectos para tomar un respiro y contemplar la ciudad relajadamente, y la Casa de la Música , también entre jardines, convertida en todo un símbolo de la urbe más moderna. El edificio, proyectado por el arquitecto holandés holandés Rem Koolhaas, alberga durante todo el año conciertos y actuaciones musicales de primera fila.
Hay muchas formas de ver una ciudad y Oporto nos ofrece la posibilidad de contemplarla en toda su belleza desde distintos puntos y desde diferentes ópticas. Las colinas sobre las que está construida la urbe permiten disfrutar de hermosas vistas a cualquier hora del día.Una de las imágenes más hermosas, sin duda, la captaremos en los jardines del Palacio de Cristal, desde donde puede contemplarse Oporto en todo su esplendor: sus edificaciones, el Duero y la vecina Vila Nova de Gaia. Tampoco te dejará indiferente la visión desde la esplanada de la catedral de la Sé; desde el pequeño mirador da Vitoria, en la rua sao Bento, o, sobre todo, el de la Torre de los Clérigos -la construcción más alta de Portugal y auténtico símbolo de la ciudad-, que, aunque de pago, justifica el esfuerzo de subir sus 240 escalones.Sin embargo, algunas de las imágenes más hermosas las obtendremos junto al Duero, por lo que entre las propuestas más interesantes están la de subir en el ascensor de Ribeira, cuyas panorámicas gratuitas no dejan indiferentes o aprovechar la caída de la tarde para acercarse hasta el puente Luis I y contemplar ambas orillas. Desde el mismo río, el paseo en rabelo, el tradicional barco de carga, resulta también de lo más recomendable.Acércate a Vila Nova de Gaia a visitar alguna de las extraordinarias bodegas de Oporto y, además de subir en el teleférico, no pierdas la oportunidad de visitar la bodega Graham's, que, situada en la parte más alta de la localidad, permite disfrutar de la ciudad en todo su esplendor.
Seguramente una de las cosas que te vendrá antes a la cabeza al pensar en Oporto son sus afamados vinos. Y es que los caldos que se elaboran a orillas del Duero son conocidos en todo el mundo por su calidad. Por lo tanto, en nuestra estancia en la ciudad lusa se impone cruzar el Duero y acercarnos hasta Vila Nova de Gaia para visitar alguna de sus numerosas bodegas y ¿cómo no? disfrutar de una cata.Las visitas guiadas suelen costar entre dos y cinco euros, aunque existe la posibilidad de adquirir tours que combinan paseos por el Duero en rabelo -la embarcación típica- con catas de vino incluidas.Entre las bodegas mas conocidas y de más renombre, destacan Sandeman, perfectamente identificable por un personaje singular enfundado en una capa negra y un ancho sombrero español; Ramos Pinto, en la que podemos conocer la historia del vino; Taylor's, una quinta tradicional en la que además de probar buenos caldos contemplamos la elaboración del vino, y otras de primera categoría como Graham's o Ferrerira.
Comer en Oporto es un auténtico placer. La ciudad cuenta con innumerables restaurantes y pequeños establecimientos en los que degustrar sus especialidades típicas a precios muy asequibles, sobre todo en el barrio de Ribeira, a orillas del Duero, y también en el centro.Aunque sorprenda a más de uno, el plato más típico es la francesinha , un contundente sandwich inspirado en el tradicional croque-monsieur francés, con ingredientes como el jamón cocido, la mortadela, la salchicha fresca, el lomo de cerdo a la plancha, el filete de vaca y varias capas de queso. Todo ello regado con una salsa caliente a base de tomate, el picante y la cerveza, entre otros ingredientes. Y, por si fuera poco, suele acompañarse de patatas fritas y un huevo frito colocado sobre el pan, que imita una corona.Otras especialidades de la cocina de Oporto, además del bacalao, son las tripas -de ahí que sus habitantes sean conocidos como tripeiros-, que suelen cocinarse de distintas formas, aunque la receta más conocida es la de tripas a moda do Porto, elaborada con judías, chorizo, ajo, pimienta y vino. Tampoco podemos olvidar las sopas, como el caldo verde, hecho a base de patata y col o delicias como las natas, un postre parecido a los pastéis de Belem.
Antes de partir, ¿por qué no acercarnos hasta el Atlántico? Hacerlo no es difícil. Un tranvía que bordea el río nos lleva hasta Foz do Douro, en la parte occidental de la ciudad, donde el Duero abraza el Océano. Allí nos espera un largo paseo marítimo, los fuertes de San Juan Bautista de Foz y de San Francisco Javier, playas, restaurantes, y alguna que otra sorpresa.Las playas se suceden una tras otra a lo largo de varios kilómetros: playas vírgenes, nudistas, familiares, ideales para la práctica del surf... En definitiva, espacios para todos los gustos -que no sólo encontramos en esta zona, sino también en Vila Nova de Gaia- te permitirán disfrutar de las frías aguas del mar antes de abandonar Oporto.
Etiquetas: Sitios donde perderse
(A text written by Sarah Knapton on Daily Telegraph, on 1st December, 2014)
A new study suggests that primates may have begun drinking alchol 10 million years ago, as fermented fruit on the forest floor.
Alcohol was thought to have been first brewed by Neolithic farmers around 9,000 years ago when northern Chinese villagers made the happy discovery that fruit and honey could be fermented into an intoxicating liquor.
But new evidence suggests our ancestors had become accustomed to drinking nearly 10 million years before.
Scientists now believe that when primates left the trees and began walking on two feet they also started scooping up mushy, fermented fruit which was lying on the ground. And over time their bodies learned to process the ethanol present.
Experts at Santa Fe College in the US studied the gene ADH4 which produces an enzyme to break down alcohol in the body.
It was hypothesised that the enzyme would not appear until the first alcohol was produced by early farmers. But scientists were amazed to find it 10 million years earlier, at the end of the Miocene epoch.
The findings could explain why tree-dwelling orang-utans still cannot metabolize alcohol while humans, chimps and gorillas can.
"This transition implies the genomes of modern human, chimpanzee and gorilla began adapting at least 10 million years ago to dietary ethanol present in fermenting fruit,” said Professor Matthew Carrigan, of Santa Fe College.
“This conclusion contrasts with the relatively short amount of time - about 9,000 years - since fermentative technology enabled humans to consume beverages with higher ethanol content than fruit fermenting in the wild.
"Our ape ancestors gained a digestive enzyme capable of metabolizing ethanol near the time they began using the forest floor about 10 million years ago.
"Because fruit collected from the forest floor is expected to contain higher concentrations of fermenting yeast and ethanol than similar fruits hanging on trees this transition may also be the first time our ancestors were exposed to - and adapted to - substantial amounts of dietary ethanol."
Any primates unable to digest the fermented fruits would have died before passing on their genes, but those who could would have passed the drinking gene on to their offspring.
The evolutionary history of the ADH4 gene was reconstructed using data from 28 different mammals, including 17 primates, collected from public databases or well-preserved tissue samples.
The first evidence of man making alcohol comes from the Neolithic village Jiahu in China where clay pots were found containing residues of tartaric acid, one of the main acids present in wine.
Some archaeologists have suggested that the entire Neolithic Revolution, which began about 11,000 years ago, was fuelled by the quest for by drinking and intoxication.
Archaeologist Patrick McGovern of the University of Pennsylvania claims that prehistoric communities cultivated wheat, rice, corn, barley, and millet primarily for the purpose of producing alcoholic beverages.
He believes that early farmers supplanted their diet with a nutritious hybrid swill which was half fruit and half wine.
Etiquetas: Culturilla general
(Un texto de Manuel P. Villatoro en el ABC del 26 de agosto de 2014)
La historia de Polonia recuerda con honor a un regimiento de caballería que en la II GM realizó la última carga de la historia contra blindados alemanes. Pero ¿es esta leyenda realidad?
La historia guarda un hueco especial para los héroes, pero eso sí, siempre que sea verdad lo que se cuenta de ellos, ya que en caso contrario están abocados al olvido. Esto es lo que ha sucedido con uno de los mitos más famosos de la Segunda Guerra Mundial, el que afirma que una unidad de caballería polacacargó valerosamente contra decenas de tanques alemanes aún a sabiendas de que iban a ser aniquilados. Algo que, al parecer, es falso.
Este mito comienza el 1 de septiembre de 1939, cuando las tropas de Hitler iniciaron un conflicto mundial al invadir a su vecina Polonia. Para los nazis las prioridades estaban claras: conquistar en el menor tiempo posible el territorio haciendo uso de una de las estrategias militares más revolucionarias hasta la fecha, la ‘blitzkrieg’ o guerra relámpago.
Esta táctica era sencilla y consistía en valerse de su superioridad tecnológica para sorprender a los enemigos con un asalto llevado a cabo con todo tipo de vehículos de gran velocidad (blindados o motocicletas). Sus contrincantes, que no habían visto hasta ese momento una estrategia como esa, no tenían tiempo de reaccionar antes de ser masacrados.
Los alemanes se toparon con un ejército polaco en el que la caballería aún contaba con un papel primordial. Y es que, en ese momento, algunos oficiales creían que era imposible que los inmortales jinetes cayeran ante las balas enemigas. De hecho, Polonia no contó con carros de combate hasta 1936, año en que adquirió poco menos que 40. Ante la fuerza arrolladora de Alemania, a sus vecinos sólo le quedaba la opción de resistir hasta recibir la ayuda de alguno de sus aliados europeos.
Entre los primeros objetivos de los nazis se encontraba el ‘Corredor de Pomerania’, un pequeño territorio cerca del pueblo de Pomorze que, situado en el norte del país, le otorgaba un acceso directo al mar Báltico. Para Hitler estaba claro: era necesario tomar este pequeño «pasillo» que le había sido arrebatado al pueblo alemán. Para ello, destinaron nada menos que al 4º Ejército nazi.
Nuestra historia se sucede en esta zona, en la que el alto mando polaco había afincado dos divisiones de infantería y una brigada de caballería con la intención de evitar la toma de Pomerania por parte de los alemanes.
Según el mito, la unidad de jinetes que se encontraba en este territorio, conocida como Brigada de Caballería «Pomorska», llevó a cabo lo que sería recordado como uno de los mayores actos de valor de un soldado durante de la Segunda Guerra Mundial. Según se cuenta, la caballería cargó, lanza y espada en ristre, contra una unidad de tanques alemanes. Estos blindados, conocidos como Panzers, masacraron a los valientes caballeros haciendo valer su superioridad tecnológica.
Además, la leyenda continúa y afirma que la derrota fue tan aplastante que la carga de la «Pomorska» fue la última de la historia, al menos durante un conflicto militar. Y es que este combate dejó sin argumentos a los que apoyaban la caballería. Estaba claro, la época del jinete había tocado a su fin.
La leyenda habla de valentía y honor pero ¿se produjo realmente esta carga?. Según las declaraciones que el historiador Steven J. Zaloga hace en su libro « La invasión de Polonia: 'Blitzkrieg'», la respuesta está clara: este mito es falso. Para Zaloga, los hechos se sucedieron de una forma totalmente distinta, y comenzaron cuando las tropas polacas tuvieron que retirarse hacia el sur del corredor de Pomerania ante la presencia de un gran contingente alemán.
Según explica en sus escritos, contra quién realmente combatió la «Pomorska» durante la guerra fue una unidad alemana motorizada que contaba con algunos vehículos, pero no con blindados. «La Brigada de Caballería ‘Pomorska’ libró todo un día de choques con la 20º División de Infantería Motorizada alemana a lo largo del río Brda, obligando al comandante enemigo a pedir permiso para replegarse ‘ante una intensa presión de caballería’.», escribe el historiador.
Ese mismo día -2 de septiembre de 1939-, la «Pomorska» libraría la batalla que le otorgó su fama, aunque no fue contra blindados. «A última hora de la tarde el jefe del 18º Regimiento de Lanceros, coronel K. Mastelarz, mandó una incursión de dos escuadrones tras las líneas enemigas» determina Zaloga en el documento. «Tras salir al galope de un bosque, sorprendieron al descubierto a un batallón de infantería alemán y cargaron al sable contra la atónita unidad enemiga», explica el historiador.
Los jinetes consiguieron diezmar al regimiento enemigo, pero finalmente la tecnología dio la victoria a los alemanes cuando varias de sus autoametralladoras hicieron retirarse a los caballeros. Después del combate, 20 de los 50 polacos que formaban la unidad de la incursión habían muerto, y entre ellos estaba su comandante. «Al día siguiente se llevó al lugar corresponsales de guerra italianos y se les dijo que los jinetes habían cargado contra carros de combate», sentencia el historiador.
Zaloga también da las claves de porqué esta mentira fue aceptada tanto por alemanes como por polacos. Y es que ensalzaba la tecnología militar de los nazis a la vez que daba a conocer el valor de la caballería polaca. «Esta historia se fue magnificando hasta convertirse en parte de la propaganda alemana y en uno de los mitos más duraderos de la campaña de Polonia», sentencia el historiador en su libro.
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(Un texto de Javier Yanes en bbvaopenmind.com publicado el 21 de abril de 2016)
“Hemos tenido el año más extraordinario de sequía y frío jamás conocido en la historia de Estados Unidos”, escribía a su amigo Albert Gallatin el expresidente estadounidense Thomas Jefferson, que por aquel septiembre de 1816 vivía retirado en su granja de Virginia. En Europa, Lord Byron se pronunciaba en tono más lírico en su poema Darkness: “Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se había extinguido, y las estrellas erraban apagándose en el espacio eterno, sin rayos ni rumbo, y la tierra helada se balanceaba ciega y oscurecida en el aire sin luna”. Mientras, el paisajista británico William Turner pintaba raros cielos de ocaso envueltos en un velo traslúcido.
Las crónicas cuentan que aquel verano de hace 200 años nevó y heló en zonas de Europa y Norteamérica. Las cosechas se arruinaron, lo que desencadenó la peor hambruna del siglo XIX. Un medallón de la época grabado en Alemania rezaba: “Grande es la aflicción, oh Señor, ten piedad”. Aquel 1816 se conoció como “el año sin verano”, una anomalía climática que afectó al hemisferio norte, cuyas causas entonces eran oscuras y cuyas consecuencias fueron insospechadas: la escasez de avena para alimentar a los caballos inspiró al alemán Karl Drais para crear su Laufmaschine o velocípedo, la primera bicicleta.
El poema apocalíptico de Byron fue una de las obras literarias nacidas de aquel verano inusualmente frío. Reunidos en una villa junto al lago Lemán (Suiza), el autor romántico y sus invitados entretuvieron su forzada reclusión escribiendo historias de terror. Mary Wollstonecraft Godwin, por entonces aún novia del poeta Percy Bysshe Shelley, comenzó a dar forma a su inmortal Frankenstein o el moderno Prometeo. El médico personal de Byron, John William Polidori, concebiría su obra El vampiro.
Pero los efectos de aquella ola glacial fueron globales y duraderos, según relata el profesor de inglés de la Universidad de Illinois (EEUU) Gillen D’Arcy Wood en su libro Tambora: The Eruption that Changed the World (Princeton University Press, 2014). Wood expone a OpenMind que el tifus se cebó especialmente con países como Irlanda e Italia, y que la mortalidad a gran escala en Europa provocó migraciones masivas hacia Rusia y América. “A largo plazo, los gobiernos europeos comenzaron a desarrollar políticas de protección del comercio, bienestar social y ayuda humanitaria”, precisa.
Las consecuencias no se limitaron a Europa: en el sureste de Asia el desastre económico condujo al renacimiento de la esclavitud. Las lluvias torrenciales en India propiciaron el brote de una epidemia de cólera que se extendió por el mundo, matando a decenas de millones. La hambruna en Yunán, en el suroeste de China, forzó a los agricultores a cambiar el cultivo del arroz por el del más rentable opio. “Para mediados de siglo, Yunán era la mayor región productora de opio del mundo; fue el comienzo de lo que conocemos como el Triángulo de Oro”, señala Wood.
En Norteamérica, el año sin verano contribuyó a dar forma a los actuales Estados Unidos: “la gran demanda de grano de la frontera del noroeste llevó a la especulación de tierras, a la retirada de los indios y al rápido asentamiento de estados como Indiana, Illinois y Kentucky”, detalla Wood. Cuando aquel boom económico declinó y los precios volvieron a la normalidad, sobrevino el llamado Pánico de 1819, la primera depresión en la historia del país cuyos efectos se prolongaron hasta 1820, incluyendo el parón de la expansión hacia el oeste.
Las causas de todo aquel desastre no empezaron a esclarecerse hasta un siglo después. A principios del siglo XX comenzó a estudiarse el impacto de las erupciones volcánicas sobre el clima. Analizando los registros históricos, el físico atmosférico estadounidense William Jackson Humphreys vinculó los fenómenos del año sin verano con la violenta erupción del volcán Tambora en la isla indonesia de Sumbawa, iniciada en abril de 1815. La hipótesis especulativa de Humphreys fue ratificada en 1979 por el oceanógrafo Henry Stommel y su esposa Elizabeth en su artículo “El año sin verano”, publicado en la revista Scientific American.
La huella del largo alcance de las emanaciones del Tambora se ha revelado en el alto contenido de azufre en muestras de hielos polares de la época, según explica a OpenMind desde un buque de investigación en el mar de Weddell (Antártida) el paleoclimatólogo del British Antarctic Survey Robert Mulvaney. “Las erupciones muy grandes, como la de Tambora, pueden elevar material hasta la estratosfera”, resume Mulvaney. “Allí el dióxido de azufre se oxida a ácido sulfúrico, que se queda retenido en gotitas minúsculas de agua para formar una neblina que refleja la luz del sol, causando que llegue menos luz a través de la atmósfera, lo que enfría la tierra”. Este ácido sulfúrico circula por la estratosfera, detectándose después en los testigos de hielo. Con ello, los científicos pueden estimar el volumen de emisiones de una erupción.
Pero aunque hoy se ha extendido la idea de que fue el Tambora la causa del año sin verano, esto es sólo una verdad a medias. Lo cierto es que el enfriamiento ya había comenzado antes de la erupción, entre 1809 y 1810. A finales del siglo XVIII se inició un período de baja actividad solar llamado Mínimo de Dalton, que se prolongaría hasta 1830 y que redujo las temperaturas globales. Y la historia tampoco acaba aquí; en los testigos de hielo, los científicos encontraron la pistola humeante de otra fuerte erupción, acaecida en 1808 o 1809 y que debió de contribuir al enfriamiento antes de Tambora. Y de la cual no se sabía absolutamente nada.
Hasta que en 2014, un equipo de geólogos, vulcanólogos e historiadores de la Universidad de Bristol (Reino Unido) logró desenterrar dos relatos históricos escritos respectivamente por el científico colombiano Francisco José de Caldas y el peruano José Hipólito Unanue. Ambos describían anomalías atmosféricas típicamente asociadas a erupciones volcánicas, lo que permitió a los investigadores sugerir una fecha: el 4 de diciembre de 1808, semana más o menos.
Dónde ocurrió, aún es un misterio. Según apunta el primer firmante del trabajo, el español Álvaro Guevara-Murúa, “la erupción debió de producirse en los trópicos”, pero “la localización puede ser lejana”; como ejemplo, en 1883 los signos atmosféricos de la erupción del Krakatoa tardaron seis días en llegar a Colombia. En algún lugar del mundo, tal vez en una isla remota, quizá bajo el mar, un volcán parcialmente responsable del año sin verano aún aguarda a ser descubierto.
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(Un texto de Francisco Domenech en bbvaopenmind.com publicado el 30 de abril de 2015)
El invento del nylon fue el momento estelar de la química durante el siglo XX. Ingeniería, ciencia básica, universidad e industria, se compenetraron como nunca para hacer realidad un sueño de la innovación: fabricar una seda artificial totalmente sintética. El nylon fue un éxito comercial tan inmediato que literalmente convulsionó la sociedad de EEUU en los años 40. Pero su inventor, Wallace Carothers (27 de abril de 1896 – 29 de abril de 1937), no vivió para ver ese éxito. Tuvo una carrera científica tan brillante como fugaz, más propia de una estrella de rock o de un artista atormentado.
En 1928 la empresa estadounidense DuPont decidió invertir en ciencia básica y fichó a Wallace Carothers para liderar la investigación en química orgánica. Carothers, con una prometedora carrera académica por delante, dejó su puesto de profesor en Harvard para asumir el reto que le planteó DuPont: fabricar una molécula gigante con un peso de más de 4.200 unidades de masa atómica. Sin ningún objetivo práctico, se trataba solo de batir un récord, de superar a los que entonces comenzaban a desarrollar la química de esas macromoléculas de larguísimas cadenas, hoy llamadas polímeros.
Carothers lo logró tras dos años de trabajo. En 1930 produjo un “superpoliester” con un peso molecular de más de 12.000. Ese mismo año su equipo se apuntó otro éxito al fabricar el primer caucho sintético (el neopreno) y además empezó a desarrollar nuevas fibras. Pero una depresión mental y una agitada vida personal apartaron a Carothers de esa línea durante varios años.
En 1934 Wallace Carothers regresó e inició otra etapa muy fértil como investigador, salpicada con estancias en clínicas psiquiátricas. DuPont le había hecho esta vez un encargo mucho más práctico: fabricar una seda sintética, que fuera práctica para el uso cotidiano. El equipo de Carothers retomó algunos de los superpolímeros con los que habían experimentado por pura curiosidad, las poliamidas; y de ahí nació el nailon, sintetizado por primera vez el 28 de febrero de 1935.
El reconocimiento de su gran contribución a la ciencia fue inmediato. En 1936 fue nombrado Académico de las Ciencias, un honor nunca antes recibido por un químico de su especialidad. Pero no pudo superar la depresión y sintió que su carrera científica se estaba estancando, a pesar de que el 16 de febrero de 1937 recibió la patente de su método para crear esas larguísimas cadenas de polímeros. El 29 de abril de ese mismo año Wallace Carothers se suicidó, bebiendo cianuro con zumo de limón. Con sus conocimientos de química, sabía que tomar el cianuro potásico disuelto en un medio ácido lo convertiría en un veneno más rápido y potente.
Su hija nació siete meses después y Wallace tampoco vivió para ver el éxito de su gran invento. En 1938 DuPont recibió la patente del nailon, solicitada por Carothers días antes de morir, y comenzó usarlo en los filamentos de los cepillos de dientes. Pero su despegue comercial llegó en 1940, en forma de medias para mujer. Las medias de nailon eran baratas, finas y mucho más duraderas que las de seda y en su lanzamiento en EEUU se vendieron a un ritmo de 4 millones de pares al día.
La Segunda Guerra Mundial puso un paréntesis a esta fiebre del nailon, pues DuPont dejó de fabricar medias y destinó su fibra sintética a los paracaídas y otros materiales para el ejército. Durante esos años hubo un mercado negro de medias de nailon y, una vez terminada la guerra, su vuelta a las tiendas fue tumultuosa. DuPont las relanzó con una gran campaña promocional pero al principio no pudo cubrir la demanda, y el desabastecimiento de medias de nailon provocó disturbios en las tienas. Fueron las llamadas “revueltas del nailon”. En Pittsburgh, una cola de 40.000 personas para comprar 13.000 pares de medias acabó en pelea con destrozos en unos grandes almacenes.
El nailon revolucionó la industria textil, al hacer accesible un artículo de lujo. DuPont fue acusada de retener la producción de medias de nailon para lograr más beneficios y, las protestas de las mujeres influyeron en que la empresa liberara la patente para evitar un juicio antimonopolio. El nailon se había convertido además en un material estratégico, por sus aplicaciones bélicas, y también fue esencial en el programa espacial Apollo: se usó para fabricar los trajes de los astronautas y la bandera que clavaron en la Luna.
La convulsa historia del nailon es hoy un “cuento de hadas” de progreso para la industria y para la ciencia química, siempre asociadas por la opinión pública a la contaminación y la toxicidad. Para Nathan Rosenberg, profesor de la universidad de Stanford, el invento del nailon es un ejemplo claro de que la ingeniería beneficia a la ciencia, y no solo el revés. Rosenberg, estudioso de la innovación, relata esta secuencia de sinergias que llevaron desde el boom de la industria automovilística hasta la revolución del nailon, en su artículo para OpenMind: “Innovación: la ciencia conforma la tecnología, pero ¿eso es todo?”.
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(Un artículo de Esteban Villarejo y Manuel P. Villatoro en el ABC del
Tan olvidada está la contienda que hasta un diputado de CiU hace bandera en el Congreso para reconocer a «estos viejos soldados».
Ifni sería sinónimo de «guerra olvidada» si no fuera porque en España hemos olvidado todas excepto la contienda Civil. De otras (Afganistán) hasta hay reparo mentarla como tal. Sin embargo la guerra de Sidi Ifni está tan presente en la Historia reciente de España que hasta un diputado de CiU, Jordi Xuclà, defendió a finales del año pasado en el Congreso de los Diputados que el Ministerio de Defensa otorgue un reconocimiento a «estos viejos soldados» que combatieron en la última guerra colonial que afrontó España. ¿El enemigo? El recién independizado Reino de Marruecos que anhelaba controlar la zona norte del Sahara Occidental. 23 de noviembre de 1957-30 de junio de 1958.
Antes de adentrarnos en la contienda, recordemos que aquellos territorios de Ifni fueron concedidos a España por el sultán de Marruecos Mohamed IV en 1860, en virtud del Tratado de Wad-Ras, para colmo francés.
No fue hasta el Gobierno de la II República cuando, entre abril y mayo de 1934, la fuerza expedicionaria española hizo efectiva esa presencia en la que era «la última aventura colonial española», tal y como relató el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales cuando acompañó a las tropas en su entrada en aquellos territorios:
«- ¿Ves aquella montaña abrupta? Es de los españoles. ¿Ves aquel valle fértil? Es de los franceses», simplificaban los «moros del Norte» al periodista español su visión de la ocupación europea del norte de África, un relato que a modo de crónicas recoge el libro «Ifni, la última aventura colonial española» (Ed. Almuzara). Aquellos eran tiempos de paz.
Sin embargo, tras obtener la independencia Marruecos (1956) la relación balsámica se rompió. Llegando los primeros sucesos graves y disturbios en la primavera de 1957 con asesinatos de leales locales a España.
Para adentrarnos en el foco de uno de los conflictos malditos de la Historia de España (Franco ya era jefe de Estado), acudimos al escritor y coronel retirado de artillería José María Manrique, autor del libro « Ifni, 1958. Sangriento combate en Edchera», de la editorial vallisoletana Galland Books.
Un relato que precisamente da cuenta del combate más sangriento que los legionarios españoles tuvieron que afrontar durante una jornada llegando a perder la vida 48 hombres (de los 198 totales durante la guerra olvidada), todos ellos de la I agrupación formada por la XIII Bandera de la Legión. Por aquella batalla se concedieron las últimas Laureadas individuales. Precisamente el pasado 13 de enero se cumplió su 55º aniversario.
Pero, ¿por qué se originó la guerra de Sidi Ifni? «Tras la Independencia de Marruecos, forzada por Francia, el reino alauita se lanzó a una campaña de recuperación de territorios dentro de la idea del mítico Gran Marruecos. Campaña, por otra parte, que a Mohamed V le venía muy bien para desviar hacia el exterior los ardores de las fuerzas comunistas que lideraban gran parte del "Ejército de Liberación"; estos combatientes se habían alzado, fundamentalmente, contra los franceses».
Dentro del Protectorado de Marruecos no estaba el territorio de Ifni (cedido por el tratado de 1860), aunque sí la franja norte de la denominada África Occidental Española: zona sur del Protectorado que incluía Tarfaya o Cabo Juby, al Norte del Sahara y lindante con él por encima del paralelo 27º 40' límite de la frontera Norte de España en aquellas tierras africanas.
«Es decir, Marruecos se lanzó a expansionarse a expensas de España (en Ifni y el Sahara) y, luego, de Argelia, además de a neutralizar el veneno del socialismo inoculado en muchos de los que habían combatido contra Francia». Por esto último también contó desde el principio con el apoyo de EE.UU. tanto en materiales supuestamente abandonados en las bases americanas, como en el campo diplomático.
Fuerzas paracaidistas rompieron el cerco sobre municipios y trasladaron a su población a Ifni Hay que recordar que «Mr. Marshall» no pasó finalmente por España y el presidente Dwight D. Eisenhower no lo hizo hasta diciembre de 1959, precisamente un año después de la guerra de Sidi Ifni tras la cual España comprendió que no podía mantenerse aislada.
En octubre de 1957 la situación estaba cada vez más tensa en Sidi Ifni. El día 23 las tropas marroquíes ocuparían dos pueblos en los alrededores: Goulimine y Bou Izarguem. El cerco a Ifni comenzó. El 23 de noviembre Marruecos se decidió a lanzar un ataque sobre Sidi Ifni que fue rechazado por las tropas españolas, lo que obligó a Marruecos a centrarse en el asedio de las cercanas poblaciones de Tiliuin, Telata y Tagragra.
Hasta la primera semana de diciembre fuerzas paracaidistas españoles no rompen el cerco sobre estas poblaciones y trasladan a su población civil y militar hacia Ifni. Comienzan a producirse las primeras bajas y nombres como el del soldado Joaquín Fandos Martínez, el teniente Ortiz de Zárate o el capitán Niceto Llorente Sanz actúan con valentía. Sidi Ifni se convierte en el fortín español. El asedio final espera.
«La guerra apenas encubierta sorprendió al mando militar español en general. Y, aun peor, fue que los norteamericanos negaron el empleo del Material de Ayuda (AYAN), por lo que la mayor parte de los materiales de la Aviación, la Marina y el Ejército de Tierra quedaban inutilizados de un plumazo. El veto dejó maniatado a los Ejércitos Españoles», esgrime el escritor José María Manrique.
Barcas en operación de aprovisionamiento a la población en Sidi Ifni
Sidi Ifni es abastecida por mar por tres buques de la Marina y rápidamente los marroquíes también comprenden que será un fortín inexpugnable protegido por posiciones defensivas en un perímetro de unos 30 kilómetros y a unos diez kilómetros del centro de la capital. 7.500 defensores españoles resistieron a las fuerzas marroquíes. El asedio duraría hasta junio de 1958 pero antes los escenarios de la guerra se centrarían en Edchera y el Sahara español.
«Hasta la acumulación de los necesarios refuerzos, las guarniciones en la zona lo pasaron bastante mal. Posteriormente, con gran esfuerzo, se barrió al enemigo (en el Sáhara con la colaboración francesa). No se le pudo destruir porque, tanto Francia como EE.UU. se opusieron a que nuestras fuerzas entraran en Marruecos», explica el autor del libro «Ifni 1958. Sangriento combate en Edchera».
«El apresurado tratado de paz supuso un mal precedente para Marruecos»Finalmente España y Marruecos firmarían la paz con los acuerdos de Angra de Cintra, una bahía situada al sur de Villa Cisneros, actual Dajla. En virtud de ese acuerdo se entregaba a Marruecos Cabo Juby, entre el río Draa y el paralelo 27º 40', excluyéndose del dominio alauí Sidi Ifni y el resto del Sahara español.
«El apresurado tratado de paz supuso un mal precedente con Marruecos, además de la ignominia de no obligar a esta nación a que devolviera los prisioneros españoles que las "bandas" habían hecho, liberación que tuvo que esperar su tiempo», recuerda el coronel retirado. La paz está firmada, no obstante volvamos a la guerra... ¿Y Edchera?
«En Edchera se pagó la supresión del escuadrón de caballería de Tiradores de Ifni, consecuencia de la desmovilización de la mayoría del personal nativo tras la independencia de Marruecos. Aquel escuadrón, incluso dotado de achacosas autoametralladoras cañón («Chevrolet» del Ejército Popular) hubiera hecho, con mejores resultados, las misiones de exploración que hizo la Bandera de la Legión y que le costaron aquella derrota. También hubo falta de información y, sobre todo, exceso de confianza y desprecio del enemigo. Se tuvo prisa por lograr una victoria sin esperar a que terminaran de desembarcar los refuerzos expedicionarios.Incluso se inició la operación sin prever el apoyo aéreo», sentencia el experto en ese desastre militar olvidado de nuestra Historia.
Carmen Sevilla visitó Sidi Ifni la Nochevieja de 1957¿Qué sucedió aquel 13 de enero de 1958? ¿Por qué? El día antes una columna de las fuerzas irregulares del autodenominado Ejército de Liberación Sahariano, muy leal al futuro rey Hassan II, atacó sin éxito el El Aaiún español. Retirados se centraron en el cercano paso de Edchera donde dos compañías de la XIII Bandera de la Legión llevaban a cabo una misión de reconocimiento.
La emboscada aconteció el día siguiente. El primer pelotón aguantó lo indecible hasta que las numerosas bajas mermaron su fuerza aunque esa brava acción evitó una masacre mayor. Cayeron en tal acción el vallisoletano brigada caballero legionario Fadrique Castromonte y el vizcaíno caballero legionario Maderal Oleaga. Los últimos caballeros laureados del Ejército español.
En 1969, y acorde a la resolución 2072 de Naciones Unidas, España descolonizó Sidi Ifni y el Sahara Occidental, este último territorio en poder español hasta la «Marcha Verde» de 1975.
«La entrega de Sidi Ifni a Marruecos fue un acto de realismo político. Sin el apoyo norteamericano y francés, aquel enclave era antieconómico defenderlo, salvo que se fuera a la guerra abierta con Marruecos. Y ya se había visto que ello sería sin el material americano. Puede que por ello se lanzara nuestra Patria a continuar y ampliar la política de ser lo más autárquicos en medios militares de todo tipo, incluidos los nucleares y sus vectores de lanzamiento. Y hablando de enclaves antieconómicos, Ifni lo era y Gibraltar lo fue, como bien saben los ingleses, mientras estuvo cerrada la Verja», apunta el escritor.
Volvemos al maestro periodista Chaves Nogales y su paso por el Ifni del 34: «Aquí en Ifni, como en el norte, también nos ha tocado el hueso. Los moros, sin temor a equivocarse, podrán seguir atribuyendo a España las inhospitalarias montañas y a Francia las fértiles campiñas». Un hecho orográfico que no fue excusa para que los soldados españoles defendieran aquel trozo de España en el hoy Marruecos.
PD- He aquí el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (ver página 14) de la Comisión de Defensa, del 27-12-2012, en la que el diputado de CiU Jordi Xuclà reivindicó el reconocimiento para aquellos militares españoles. A continuación el extracto de interés:
«Termino ahora sí, señor presidente, con una muy breve referencia. Hemos hablado de los soldados en el extranjero y quiero pedirle, señor ministro, que preste atención a unos soldados que casi todos tienen ya más de ochenta años: los soldados españoles que participaron en la guerra de Sidi Ifni, 1957-1958. Existe una asociación de expedicionarios de la guerra de Sidi Ifni, presidida por el señor Josep Riatós, que pide un mínimo reconocimiento moral o económico. Han sido varias las resoluciones de este Parlamento, e incluso los compromisos presupuestarios de este Parlamento...
El señor PRESIDENTE: Debe terminar, señor Xuclà.
El señor XUCLÀ I COSTA: Termino, señor presidente.
...y creo que sería el momento oportuno del reconocimiento para estos viejos soldados».
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(Leído en Facebook hace unas semanas)
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"Filer à l'anglaise" es una expresión francesa que significa irse discretamente, sin despedirse ni llamar la atención. Su origen es incierto, pero la teoría más aceptada sugiere que es una reacción de los franceses a la expresión inglesa "to take French leave" (despedirse a la francesa), que tiene el mismo significado, pero a la inversa.
Significado Irse sin ser notado, Escabullirse o salir a hurtadillas, Partir sin hacer ruido.
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(Un texto de Manuel Villatoro en el ABC del 21 de julio de 2015)
El 19 de julio de 1808, las tropas de Bonaparte sufrieron en Andalucía su primera derrota de la historia en campo abierto.
Un día como hoy, aunque hace nada menos que 205 años, las tropas españolas lograron un hito que ningún otro ejército había conseguido antes: vencer a las fuerzas de Napoleón en combate abierto. Aquella jornada, bajo un sol de justicia andaluz que acosaba a los soldados con una temperatura de 40 grados, las huestes del «pequeño corso» nada pudieron hacer contra los briosos hispanos que, a mosquete y espada, defendieron el pequeño pueblo jienense de Bailén del invasor.
Ese 19 de julio de 1808 los españoles no sólo humillaron a las altivas tropas napoleónicas mediante un ejército formado por multitud de milicianos, sino que también lograron dar un golpe de efecto que marcaría el principio del fin de la ocupación francesa en España.
Así, la batalla de Bailén quedaría grabada con tinta indeleble en la Historia.
Corrían malos tiempos para España en los inicios del s. XIX. Todo había comenzado con un pequeño megalómano, Napoleón Bonaparte, quien, después de subir al poder en Francia años atrás, asumió como suya la tarea de dominar una buena parte de Europa y derrotar al gran enemigo de su Imperio: Gran Bretaña.
Tras caer en la cuenta de que no podía asediar a la indomable Albión por mar, el corso prefirió pasar a una táctica menos invasiva: bloquear el comercio de Reino Unido. Sin embargo, para que esta idea se sucediera a la perfección, Bonaparte debía conquistar Portugal, una región tradicionalmente aliada de los ingleses y que no se plegaría sus deseos.
Pero para llegar hasta Portugal una tierra se interponía en el camino de Napoleón, España. Por ello, en 1807 el francés firmó con Godoy –valido del rey- el Tratado de Fontainebleau, mediante el cual logró obtener el permiso para atravesar con más de 100.000 hombres el territorio hispano.
El macabro plan de Napoleón había comenzado. Y es que, en su paso a través de España, el disciplinado ejército francés fue ocupando diferentes ciudades hasta llegar a Madrid. Así, lo que en un principio comenzó como un permiso de paso, acabó convirtiéndose en una invasión a gran escala. A su vez, las intrigas políticas del «pequeño corso» –que consiguió finalmente dar el trono español a su hermano- terminaron por minar la paciencia de la población que, a partir de mayo, comenzó a levantarse contra los casacas azules.
Así, se iniciaron una serie de revueltas por todo el territorio a base de rastrillo y cuchillo en contra del águila imperial. Tocaba defender el territorio del invasor y, ante la escasez de tropas regulares, el pueblo no dudó en proteger cada palmo de tierra hispana con su sangre. Además, a lo largo y ancho de toda España, los defensores se fueron constituyendo en pequeñas juntas locales –encargadas de organizar la resistencia contra Francia- ante la destrucción y la inactividad de los organismos centrales.
Sin embargo, en casi toda España comenzaba a imponerse el entrenamiento de los soldados galos que, mejor pertrechados, plantaban cara con osadía a cualquier levantamiento local. Por ello, con el centro y el norte asediados, Napoleón no tardó en plantearse la conquista del sur de la Península.
«Confiado en el éxito inmediato de la ocupación, Napoleón ordenó al general Pierre Dupont de l'Etang que ocupara Córdoba y avanzara hacia Sevilla y luego a Cádiz. El objetivo era rescatar a una escuadra francesa allí bloqueada desde la batalla de Trafalgar y hacerse con el control de los puertos andaluces, al tiempo que amenazaba Gibraltar» señala el escritor y periodista Fernando Martínez Laínez en su obra «Vientos de gloria».
Para cumplir esta misión, los franceses enviaron unos 9.000 soldados de infantería, a los que los que se sumaron unos 4.000 hombres montados (entre coraceros –la caballería de élite del ejército galo experta en ataques cuerpo a cuerpo- y dragones –jinetes armados con mosquetes-). Al mando de esta fuerza estaba Dupont, uno de los generales más destacados y fiables del «pequeño corso».
No obstante, la campaña andaluza salió muy cara a los franceses que, acosados por los guerrilleros y el hambre, decidieron asentarse en Andújar (ubicada a 28 kilómetros de Bailén) con la intención de esperar refuerzos. Con todo, prefirieron dejar su sello de destrucción arrasando y saqueando Valdepeñas y Córdoba. Sin embargo, lo que no sabían los soldados del águila imperial es que los españoles les harían pagar cada gota de sangre derramada.
Una vez llegados sus refuerzos, Dupont levantó la cabeza con orgullo al saber que contaba a sus órdenes con 34.000 hombres divididos en cinco divisiones. Para facilitar la organización de este ejército tan numeroso -como bien explica el escritor y experto Francisco Vela en su obra «La batalla de Bailén. El águila derrotada» - el galo entregó cada una a un oficial. Entre ellos destacaba el General de división Vedel, un militar que se había ganado sus galones y el favor de Napoleón combatiendo contra los austríacos varios años antes.
A su vez, el francés sabía que de su lado estaba, además del gran número de soldados galos, la experiencia de los mismos. De hecho, se creyó tranquilo al conocer que combatiría al lado de un buen numero de sanguinarios coraceros y un batallón de marinos de la guardia imperial (una de las unidades de élite de la infantería imperial).
Por su parte, y ante el peligro que se cernía sobre la patria, España llamó a filas a los ciudadanos, que se sumaron las escasas tropas regulares existentes. «Tras el levantamiento madrileño del 2 de mayo, que se extendió prácticamente a España entera, las Juntas de Sevilla y Granada comenzaron a formar dos ejércitos que deberían unirse en algún punto de Sierra Morena para detener a los franceses», explica Laínez.
Así, los defensores consiguieron reunir una fuerza equiparable a la de los crueles «gabachos» al contar con 30.000 soldados. Sin embargo, más de la mitad del ejército estaba formado por milicianos que, aunque tenían en su interior el ardor propio de un militar español, carecían de experiencia en combate. Con todo, cada uno sabía que plantaría cara al invasor francés hasta la última bala de mosquete.
Al mando de la fuerza se destacó el general Francisco Javier Castaños. Éste, a su vez, decidió dividir a sus hombres en tres columnas, como bien explica Laínez en su obra: «La primera, con 9.450 hombres, al mando del mariscal de campo de origen suizo Reding. […] La segunda, mandada por el mariscal de campo belga marqués de Coupigny [contaba] unos 8.000 hombres. […] La tercera columna, compuesta de dos divisiones al mando de los tenientes generales Félix Jones y Manuel La Peña [disponía] de 12.000 hombres de las milicias provinciales. […] Además, se contaba con una “columna volante” que mandaba el coronel Juan de la Cruz con unos 2.000 hombres, casi todos voluntarios».
Tras una serie de pequeñas escaramuzas iniciales entre ambos contingentes, el día 17 de julio de 1808 se realizaron una serie de movimientos que marcarían directamente el resultado de los combates. Todo comenzó el 16, jornada en que Dupont –ubicado en Andújar- envió a la división de Vedel hacia el entonces insignificante pueblo de Bailén con órdenes de plantar cara a las tropas de Reding, a las que se suponía defendiendo el lugar.
Pero el general francés encontró este minúsculo pueblo vacío. ¿Qué había podido suceder? Casi sin tiempo para pensar, en la cara de Vedel se pudo adivinar una expresión de terror. Y es que, la posibilidad más lógica era que la división española hubiera partido hacia Despeñaperros (un paso a través de las montañas en dirección a Madrid) para cortar una posible retirada francesa.
«En esta ocasión todo el equívoco parte de las informaciones dadas por el paisanaje a los franceses, en especial por un alemán afincado en el pueblo, el cual le confirmó el paso de tropas enemigas encabezadas por los Dragones de Lusitania, lo que acabó por confundir a Vedel que vio cómo fuerzas regulares le sacaban ventaja en la carrera por llegar a Despeñaperros», explica en su libro Vela.
Velozmente, Vedel inició la marcha hacia las colinas dejando atrás el verdadero teatro de operaciones. Sin embargo, este no fue el único error que cometieron los franceses, sino que, además, enviaron a otro de sus generales con una considerable cantidad de tropas hacia dos posiciones ubicadas en la sierra.
Mientras, el altivo Dupont continuó esperando despreocupado en Andújar creyendo inocentemente que su experimentado ejército podría hacer frente a cualquier hueste formada por los españoles. Al parecer, nunca tuvo demasiado respeto a un ejército que, según sus palabras, carecía de instrucción y disciplina.
Días después, y ante la falta de noticias, Dupont dio un giro radical a su plan de operaciones y partir hacia Bailén, en el cual creía que había solo un pequeño contingente de tropas españolas. Todo cambió cuando, en la noche del día 18, sus exploradores le informaron de que a las puertas del lugar le esperaban nada menos que 14.000 soldados enemigos: las divisiones de Reding y Coupigny movilizadas días antes por Castaños.
A los españoles, por su parte, también les cogió por sorpresa el encuentro, pues sabían que, aunque eran superiores en número a las tropas francesas, no contaban con la experiencia suficiente para vencer al poderoso ejército galo. No obstante, y a pesar de esta curiosa sorpresa de verano, ambos bandos se prepararon para la batalla. Ahora sólo quedaba ganar tiempo hasta que llegaran los refuerzos: Vedel por parte de los franceses y Castaños por el bando español.
«Como se puede comprobar, de todo esto deducimos que ambos bandos se encontraban mal informados sobre las fuerzas y posiciones respectivas y que se dirigían a una batalla de encuentro. Ni Dupont sabía que se iba a topar con Reding ni éste que se le echaba Dupont encima. Aquel tenía su retaguardia amenazada por las dos divisiones de Castaños, y Reding amenazada la suya por Vedel», completa el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».
Tras el primer contacto con las unidades de exploración francesas –aproximadamente a las tres de la madrugada del día 19-, los españoles dieron comienzo a una alocada carrera contra el tiempo para formar su línea defensiva. El ejército, ahora al mando de Reding, tuvo que organizar a dos divisiones que incluían, según Vela, a unos 12.600 infantes (armados principalmente con mosquetes) y 16 piezas de artillería. A su vez, la fuerza contaba con el apoyo de casi 1.200 jinetes, entre los que había varias unidades de los famosos garrochistas (pastores que, diestros en el uso de la lanza, se incorporaron a filas para combatir al invasor francés).
Para hacer frente a los galos, las tropas españolas formaron a las afueras de Bailén. «Al amanecer, el ejército español se desplegó en forma de arco o herradura abierta con los extremos apoyados en los cerros Valentín, al norte, y Haza Walona, al este», completa el autor español en su obra.
En vanguardia se situó la infantería formando una consistente fuerza de choque a base de mosquete y bayoneta. Como apoyo, se intercalaron varias piezas de artillería con las que aplastar las formaciones francesas. En segunda línea, Reding ubicó varias unidades de infantería de reserva además de algunos regimientos de caballería con un doble objetivo: apoyar a los cañones y flanquear al enemigo.
Por su parte, el experimentado Dupont contaba a sus órdenes con unos 8.000 infantes (entre los que se encontraban los marinos de la guardia imperial), unos 2.000 jinetes (sumando a coraceros y dragones) y 23 cañones. Como siempre, la fuerza de los franceses la componía principalmente la caballería pesada, que solía ser usada como un martillo en contra de las formaciones enemigas.
Como era de esperar, Dupont ordenó formar con un sólido bloque de infantería en el centro, la temible caballería en los flancos y varios cañones como apoyo (estas de menor potencia que las españolas). Con las piezas dispuestas para la partida de ajedrez, ahora todo quedaba en manos de la resistencia, la valentía y la tenacidad de los soldados.
La contienda comienza bajo un caos total, pues eran las tres de la mañana y la oscuridad todavía no había abandonado Bailén. «Entre las tres y las cinco de la madrugada lo único claro es que no hay nada claro. En medio de la oscuridad […] lo único cierto son las voces de ¡quién va!, los fogonazos de los disparos y poco más», determina en su completísima obra Vela.
A las cinco de la mañana, y sin más dilación, varias unidades del ejército español se lanzaron -en el extremo del flanco izquierdo- a la conquista de una posición que les podía otorgar una ventaja táctica de gran importancia: el cerro Haza Walona. Con sus mosquetes cargados y una buena visibilidad tomaron este emplazamiento sin combates y se aprestaron a la defensa.
Sin embargo, su alegría dura poco, pues, con la primera luz de la mañana, Dupont ordenó a la brigada suizo-española (antiguamente al servicio de España y ahora encuadrada a la fuerza en el ejército francés) asaltar la colina. Por suerte, la tenacidad de los defensores se hizo patente y consiguieron resistir este primer embiste.
Sin más paciencia que agotar, Dupont organizó a su caballería para que, al galope y colina arriba, tomara el Walona. En este caso, ni el incesante fuego de mosquete español valió para detener a lo mejor del ejército imperial, que arrasó a dos batallones españoles a los que, incluso, arrebató sus estandartes, un hecho muy significativo para la época.
Pero, a pesar de que los jinetes franceses podrían haber abierto brecha en la línea española, se retiraron a sus posiciones azuzados por una curiosa treta de los defensores. «[Una unidad española] a las órdenes de un teniente mantuvo una frenética actividad para dar la impresión de contar con un mayor número de efectivos. Sin saberlo, esta actividad, junto con los agudos toques del trompeta de este destacamento ejecutando todos los toques reglamentarios, confundió a los jinetes galos», añade el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».
Mientras, en el centro del campo de batalla, los franceses formaron columnas para lanzar la que, según creían, sería la ofensiva definitiva sobre las tropas españolas. «La Brigada Chabert desplegó en cuatro columnas de ataque […] e inició la contrastada maniobra gala del choque a la bayoneta en columnas cerradas», señala Vela.
En perfecto orden, los soldados franceses avanzaron hasta situarse frente a las tropas defensoras. Sin embargo, los galos no contaban ya con parte de su artillería –la cual había sido destruida por los cañones españoles desde la lejanía- lo que provocó que fueran tiroteados sin piedad.
Tras sufrir considerables bajas, la situación terminó de complicarse para los soldados de Napoleón cuando Reding ordenó a una parte de la caballería española cargar contra sus filas. La presión fue demasiada para los experimentados casacas azules, que, sin poder resistir ni un segundo más, se retiraron manteniendo la formación.
Sin embargo, la inexperiencia de algunas de las tropas hispanas salió cara a Reding cuando los garrochistas, ávidos de venganza, no mantuvieron la formación y se lanzaron solos contra varios olivares defendidos por soldados galos. Por desgracia, los mosquetes franceses no perdonaron este error e hicieron mella en las filas de los confiados lanceros.
Con el espeso polvo surcando el campo de batalla y el calor haciendo mella en los soldados, la situación se recrudeció en el flanco derecho cuando un escuadrón español, fogoso y ávido de hacer sangrar a tantos soldados franceses como pudiera, se adelantó demasiado y perdió el apoyo de sus compañeros.
Tras un breve intercambio de disparos con la infantería gala, la imprudencia de estos españoles les terminó pasando factura cuando, de improviso, tuvieron que hacer frente nada menos que a una carga de caballería francesa. Por suerte, y a pesar del gran número de bajas que sufrió esta unidad, se consiguió mantener la línea gracias al apoyo de varios regimientos cercanos.
Ya al medio día, el sol se convirtió en un desagradable protagonista para ambos ejércitos cuando la temperatura sobrepasó los 40 grados. En ese momento hicieron su entrada en batalla cientos de mujeres del vecino pueblo de Bailén que, arriesgando sus vidas, trasportaron cántaros de agua entre sus compatriotas.
Abrasados por el calor, extenuados por el cansancio y temerosos ante la posibilidad de que Castaños atacase su retaguardia, los franceses organizaron entonces a sus últimas tropas para llevar a cabo un desesperado asalto contra Bailén. Para ello, además de a las mermadas unidades de infantería que le quedaban, Dupont llamó también a sus escasas reservas: los marinos de la guardia imperial.
«Eran en total unos 3.300 hombres desesperados encabezados por el mismísimo Dupont y su Estado Mayor, que sabían que se les acaba el tiempo», señala el experto. Conocedores de que necesitaban un milagro para dar un vuelco a la contienda, los franceses trataron de sacar últimas fuerzas y plantar cara a sus enemigos.
No obstante, la misión era casi imposible y las últimas tropas galas fueron pasadas a mosquete por los ávidos españoles. La última gota de ánimo que aún mantenía vivos a los franceses se acabó cuando Dupont fue herido y casi derribado de su montura. Finalmente, la esperanza imperial se desvaneció cuando vieron aparecer a las tropas de La Peña por su retaguardia.
Todo había acabado. Sabedor de la derrota, Dupont ordenó la rendición y llegó a un acuerdo con los españoles para que sus tropas fueran repatriadas a Francia (cosa que nunca se llegó a realizar, pues una gran parte de los soldados imperiales acabaron muriendo de inanición en una isla cercana).
De nada valió la llegada en el último momento de las tropas de Vedel por la retaguardia española, pues Dupont ordenó a su subordinado detener el ataque ante el temor de las represalias sobre los soldados franceses capturados. Había aparecido demasiado tarde para poder ser determinante y las «inexpertas» tropas españolas se habían hecho con la victoria.
La capitulación fue, al parecer, demoledora para Napoleón, que nunca antes había visto a su ejército derrotado en campo abierto. Además, el hecho de que hubiera sido vencido por una fuerza formada por multitud de milicianos no ayudó a calmar su ira. Tal fue su enojo que acabó con la carrera de los pocos oficiales galos que volvieron a Francia.
Una vez acabada la batalla hubo que recontar las bajas. Por el lado francés sumaban –entre muertos, heridos y contusos- unos 2.200 soldados (el resto fueron hechos presos). «En el bando español […] se confirmaron 192 muertos, 656 heridos, 8 contusos y 1.013 extraviados», finaliza Vela.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XIX