(Un reportaje de Íñigo Gurruchaga en el Heraldo de Aragón
del 15 de agosto de 2015)
En Reino Unido, de mayoría anglicana, el prestigioso colegio
de monjes benedictinos forma a 600 alumnos. Por sus aulas han pasado ministros
y embajadores.
David Lambon,
el nuevo ‘headmaster’ de Ampleforth y el primer seglar, dice en un momento de
la conversación: "Esta es una escuela católica, no es una escuela para
católicos". Puede ser que esa frase explique en parte la confianza contemporánea
de los católicos en Reino Unido y el cambio en una institución que quiere ser
más internacional, tras dos siglos como centro de formación de un segmento de
la élite británica.
San Agustín de
Canterbury llegó al este de Inglaterra en el final del siglo VI para
evangelizar la tierra pagana de los anglosajones. Era un monje benedictino. Fue
el primer arzobispo de Canterbury y sembró la semilla de la propagación del
cristianismo. En el final del primer milenio, una comunidad de benedictinos se
asentó en lo que hoy es la abadía de Westminster, la iglesia de la corona.
La reforma
protestante tuvo aspectos peculiares en Inglaterra, donde las doctrinas de
Calvino y de Lutero no prosperaron en la corte de Enrique VIII, que tenía
inquietudes matrimoniales más urgentes. Pero, tras la negativa de Roma a
concederle la separación de Catalina de Aragón, el rey disolvió los monasterios
y conventos en la mitad del siglo XVI, como ocurrió en la Europa del norte
protestante, pero declarando su supremacía en la Iglesia.
Dos monjes
procedentes de un monasterio italiano establecieron contacto en 1607 con
Sigebert Buckley, superviviente de la comunidad benedictina de la Abadía de
Westminster. Ampleforth fue fundado como monasterio benedictino y escuela dos
siglos después, cuando se suavizaron, en la primera mitad del siglo XIX, las
leyes que fundaron la persecución o marginación de los católicos, pero reclama
orgulloso su conexión con Westminster y los orígenes del cristianismo en
Inglaterra.
Es un lugar
imponente. Desde sus comienzos como comunidad de monjes acogidos con sigilo en
la mansión de la familia Fairfax, que había mantenido su profesión de fe a la
vieja Iglesia católica, es decir, universal, los benedictinos han levantado su
abadía, donde hoy viven setenta monjes, dos colegios, de primaria y secundaria,
pabellones residenciales, un hostal para retiros... todo ello en un hermoso
valle al norte de York, en el que hay campos de rugby, tenis, cricket, golf,
bosques y prados.
"A veces
me gustaría que fuésemos más pobres, pero tenemos una larga historia y no creo
que vayamos a venderlo todo", dice con humor el padre Matthew Burns, un
hombre jovial al que le parece que una de las debilidades de la Iglesia
Católica es que "hemos tenido miedo del Espíritu Santo, de lo carismático,
porque somos demasiado correctos".
El colegio de
Ampleforth, dedicado inicialmente a formar a la élite católica como Eton
formaba a la anglicana, pone ahora más acento en las becas para acoger a
alumnos de la comarca colindante o de otros lugares, pero mantiene la
estructura básica. Los monjes de la abadía son la referencia espiritual de la
educación, ofician las misas diarias en los pabellones donde residen los
pupilos, son sus guías pastorales; aunque un 15% de los seiscientos alumnos no
sean católicos.
En la escuela
primaria, para niños y niñas de 3 a 13 años, alumnos españoles y
latinoamericanos en régimen de internado charlan durante el almuerzo mostrando
personalidades confiadas para su edad, contentos de su experiencia, de las
relaciones con pupilos de otros países, de la calidad de los profesores y de
los campos de juego. El comedor, con paneles de roble, da una idea de la
arquitectura del castillo de Gilling, la vieja mansión de los Fairfax, en la
que se aloja. En los pabellones residenciales de la escuela secundaria, los
alumnos comparten habitaciones de dos o tres camas, las puertas de los
dormitorios con sus mesas de estudio siempre abiertas. Cada pabellón tiene un
‘housemaster’, que reside en el edificio junto a su familia y atiende las
necesidades de los pupilos a su cargo, al mismo tiempo que imparte clases en la
materia de su especialización. El primer ‘housemaster’ seglar fue nombrado en
1988 y en 2011 se retiró de esa función el último monje que la ejerció.
La lista de
antiguos alumnos incluye a los Fitzalan-Howard, detentadores del ducado de
Norfolk, que son la cabeza de los ‘recusantes’ católicos en la Inglaterra
anglicana y ejercen como ‘condes-mariscales’, el cargo hereditario -octavo en
la jerarquía del Estado- más importante después de la familia real. Se ocupan
de la organización de las grandes ceremonias: coronaciones, funerales,
inauguraciones del Parlamento... Y la lista incluye también a ministros,
embajadores, grandes duques de Luxemburgo, príncipes imperiales de México,
reyes de Lesoto, al actor Rupert Everet o al excéntrico Alexander
Fermor-Hesketh, tercer barón de Hesketh, en su día empresario de la Fórmula 1.
El guionista de ‘Downton Abbey’, Julian Fellowes, estudió en Ampleforth.
Los resultados
académicos de la escuela son excelentes. Y el colegio quiere ampliar el número
de estudiantes extranjeros. El ‘headmaster’ de la escuela primaria, Mark
O’Donnell, cree que esa presencia de españoles, franceses o latinoamericanos
les obligará a prestar más atención al fútbol.
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