(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 19 de enero de 2014)
Si hay un asesinato que tiene más sombras y teorías que el de Kennedy,
ese es el del general Prim. En 1870, un año después de ser nombrado
presidente, sufrió un atentado mortal. Militar heroico y gran
conspirador, tenía muchos enemigos. El crimen no sorprendió a nadie,
pero sí que nunca hubiese culpables condenados por ello. Sus restos han
sido analizados de nuevo para intentar esclarecer el crimen, pero los
resultados solo han reavivado la polémica.
La mañana del 27 de diciembre de 1870 Juan
Prim y Prats, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, recibe
en su domicilio una impactante advertencia.
El periodista
Bernardo García, director de La discusión, le previene de que ese día lo
van a matar. Prim desatiende el aviso (no es el primero que recibe) y
continúa con la agenda prevista. Son tiempos especialmente
convulsos, es inminente la instauración de una nueva dinastía; tras la
revolución de La Gloriosa, que provocó el exilio de Isabel II y llevó al
poder a Prim, Amadeo de Saboya ha sido 'elegido' rey por el nuevo
gobierno y llegará a Cartagena (Murcia) en tres días, el 30 de
diciembre.
Prim acude a las Cortes y a la salida se
dirige a su residencia, la sede del Ministerio de la Guerra, en el
palacio de Buenavista. Sobre las siete de la tarde la visibilidad es
mala: nieva en Madrid y el alumbrado público no es potente. Al
poco de entrar en la calle del Turco (hoy, calle del Marqués de Cubas)
el cochero de la berlina del presidente se sobresalta y tira con fuerza
de las riendas cuando observa que unos carruajes cruzados en la calle le
impiden el paso.
Todo sucede deprisa, unos hombres se abalanzan sobre el vehículo
.
Abren la portezuela y descerrajan hasta cinco disparos sobre Prim. Los
trabucos, de boca ancha, a poca distancia hacen mucho daño: el
presidente queda herido en el hombro y el brazo izquierdo; tiene
atravesada la palma de la mano derecha y ha perdido el dedo anular. Pero
parece que sus órganos vitales están intactos.
A Prim lo suben a
sus aposentos. Lo atienden el doctor Losada, su médico personal, y otro
colega, el doctor Lladó. El presidente no quiere que cunda la alarma.
Se acuerda transmitir la idea de que se repondrá, porque parece que eso
es lo que sucederá. Los días 28 y 29 los pasa relativamente bien. Pero
el 30 lo invade una fiebre alta. Llaman al doctor Sánchez de
Toca, pero ya es tarde: una infección letal acaba con su vida. Prim
fallece el 30 de diciembre de 1870, entre las 20 y las 20:15 horas, el
mismo día de la llegada de Amadeo I de Saboya, el rey que él quiso para
España. Hasta aquí la versión oficial.
Y es que a 143 años de «cuando mataron a Prim», una
expresión que sigue en uso, todavía es un crimen sin esclarecer. Se
habla de conspiración, secretos, mentiras, encubrimiento... Un equipo
examinó hace un año el cadáver embalsamado de Prim y dictaminó que lo
habían estrangulado a lazo. Sin embargo, estos días se ha hecho
público otro dictamen, encargado por la Sociedad Bicentenario General
Prim 2014, que niega esas conclusiones y concluye, como afirma la
versión histórica, que murió a consecuencia de la infección de las
heridas del atentado. Discrepan en la causa de la muerte, pero coinciden
en que el sumario del caso (nada menos que de 16.000 páginas) ha sido
manipulado, y ambos equipos de investigación creen en la posible
culpabilidad de Antonio María de Orleans, duque de Montpensier y
principal sospechoso de instigar el crimen. Aunque no el único. A Prim
le sobraban los enemigos.
Los 56 años que vivió Juan Prim y Prats
fueron de una intensidad poco común: fue héroe de guerra, diputado,
revolucionario, conspirador, golpista, gobernador de Puerto Rico,
ministro... y, como colofón, el primer presidente de Gobierno español en
morir asesinado. Hijo de un notario de Reus (Tarragona), este
hombre de un arrojo extraordinario en lo militar y una maquiavélica
habilidad en lo político, murió justo cuando se encontraba en lo más
alto del poder. Su ascensión la inició alistándose a los 19 años para
combatir a los carlistas
. Su pechera se fue llenando de galones
a fuerza de acciones heroicas y en el ejército se ganó un respeto que
le resultó muy útil en el tobogán de cargos, intrigas y exilios que fue
su vida política.
Conspiró contra Espartero, Narváez y
O'Donnell. Protagonizó levantamientos (entre otros, la sublevación de
Villarejo de Salvanés en 1866) y los aplastó sin misericordia (bombardeó
y asedió Barcelona para aplacar la revuelta radical conocida como La
Jamancia). Con los catalanes fue implacable cuando los sometió
y, sin embargo, supo ganarse su admiración con acciones posteriores,
como cuando liberó Tetuán al frente de un batallón de voluntarios
catalanes. Muchas veces escuchó los vítores del pueblo y encabezó
desfiles victoriosos, pero también se labró un buen ejército de
enemigos, lo normal en un conspirador.
En la guerra de
Marruecos se ganó el temor reverencial del enemigo. En Puerto Rico fue
brutal al reprimir las ansias de libertad de los esclavos. De la guerra
de Crimea, a donde acudió como observador, se trajo una condecoración y
un sable de honor otorgados por el sultán de Turquía
. Y también
estuvo en México, con ingleses y franceses, cuando Benito Juárez
decidió dejar de pagar la deuda externa del país. Prim desembarcó en
Gibraltar disfrazado de criado para comenzar la revolución de 1868, La
Gloriosa, que envió a Isabel II al exilio y llevó al gobierno a los
progresistas que él lideraba, lo que lo convirtió al año siguiente en
primer ministro; dilapidó la fortuna de su esposa mexicana; ennobleció
su linaje (fue nombrado conde de Reus y marqués de Castillejos); derribó
reyes, y los hizo... Murió asesinado, un final propio del osado aventurero, ambicioso, hábil y valiente hombre que fue el legendario general Prim.
En
la década de los setenta del siglo XX, el abogado Antonio Pedrol Rius
(también nacido en Reus) emprendió una laboriosa investigación sobre el
magnicidio. Pedrol Rius manejó miles de documentos, entre ellos el
voluminoso sumario, y comprobó que alguien lo había desordenado y
manipulado a conciencia. Alguien que, naturalmente, no quería que se
esclareciera el magnicidio.
Ahora, a casi doscientos años del
nacimiento del ex mandatario, una nueva autopsia de su cadáver vuelve a
hacer resonar la antigua pregunta ¿pero quién mató a Prim?, sumando,
para más inri, el interrogante: ¿y cómo...?
Nueva teoría del 'asesinato'
-El general momificado: El
cadáver de Prim fue embalsamado y se conserva en muy buen estado desde
su muerte, el 30 de diciembre de 1870. En Reus, donde nació Prim y se
custodia el cuerpo, se realizaó recientemente una autopsia que ha
añadido una nueva teoría a su asesinato.
-Emboscada:
Una cuadrilla de unos ocho hombres atacó a Prim en la actual calle del
Marqués de Cubas, en Madrid. Él sufrió severas heridas, pero no en
órganos vitales. Su ayudante, González Nandín, lo protegió y acabó con
un brazo destrozado.
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
A
Prim lo mataron asesinos a sueldo, sicarios. El misterio es quién los
contrató. Como en las novelas de Agatha Christie, hay muchos
sospechosos. A los republicanos que lucharon en La Gloriosa, la
revolución de 1868 que envió a Isabel II al exilio e hizo de Prim
presidente, no les gustó nada que apoyara a un nuevo rey. A los
industriales catalanes les disgustaban sus reformas arancelarias. Los
hacendados cubanos estaban recelosos ante los rumores de venta de la
isla a los EE.UU. Tampoco estaban del lado de Prim los carlistas; ni,
por supuesto, el duque de Montpensier, que había financiado la
revolución con la ambición de ser coronado como Antonio I de Orleans,
rey de España, y veía que en el trono se iba a sentar un extranjero:
Amadeo de Saboya. La búsqueda de un rey se había convertido en un
culebrón.
Tras derrocar a Isabel II de Borbón, los progresistas
de Prim proponían para el trono a Fernando de Coburgo, padre del rey
portugués Luis I, mientras los unionistas querían a Montpensier. La
candidatura portuguesa no avanzó, pero Prim vetó a Montpensier. Se
ofreció entonces la corona a dos nobles italianos, el duque de Aosta y
el de Génova, pero rechazaron la oferta; este último quizá porque entre
las condiciones estaba casarse con una hija de Montpensier. Se siguió
negociando, pero las diversas opciones se frustraban. Finalmente Amadeo,
duque de Aosta, aceptó la corona. El 26 de noviembre de 1870, Amadeo de
Saboya fue elegido rey en las Cortes. El 27 de diciembre salió hacia
España. Ese mismo día, Prim era víctima de un atentado.
LOS SOSPECHOSOS
EL DUQUE DE MONTPENSIER. El principal acusado
«Fue
autor intelectual del crimen. Su frustración es comprensible. Sin su
dinero no habría habido revolución. Le prometieron el trono y no
cumplieron», opina el historiador Emilio de Diego. Su hombre de
confianza, Solís Campuzano, fue detenido. Pero cuando su hija María de
las Mercedes se casó con Alfonso XII desaparecieron del sumario decenas
de folios que lo imputaban. ¿Por qué se libró de la cárcel?
Cuestión de linaje: era hijo de Luis Felipe de Orleans y de María Amalia
de Borbón-Dos Sicilias, y estaba casado con la hermana de Isabel II.
DON JOSÉ PAÚL Y ANGULO. El enemigo declarado
El
diputado radical José Paúl y Angulo, señorito jerezano y director de El
combate, había sido aliado de Prim en antiguas intrigas, pero el asunto
de la monarquía los había enfrentado de manera tajante. Dicen que Paúl y
Angulo le dijo a Prim cuando salió del Congreso la tarde del atentado:
«A cada uno le llega su san Martín». Paúl y Angulo fue sospechoso desde
el primer minuto (incluso hubo quienes aseguraron que se reconoció su
voz ordenando fuego contra Prim). Su fuga inmediata al extranjero solo consiguió que aumentasen los recelos contra él.
EL GENERAL SERRANO. El beneficiado
Tampoco
se libró de sospechas Francisco Serrano, que había sido aliado de Prim
pero que en ese momento era su enemigo. Las sospechas sobre la
intervención de Serrano, que podría haber ideado el atentado con
Montpensier, se incrementaron cuando presidió el primer gobierno de la
monarquía de Amadeo I al mes siguiente y no mostró ningún interés por
investigar el crimen. La viuda de Prim creía en su culpabilidad.
Prim en sus dos días de convalecencia antes de morir le dijo: «No lo sé; pero no me matan los republicanos».
JOSÉ MARÍA PASTOR ¿El escolta traidor?
El
jefe de la escolta de Serrano, José María Pastor, fue otro de los
detenidos: tres facinerosos capturados por la Policía, Francisco Ciprés,
Pedro Burrundarri y Manuel Iturralde, declararon haberse reunido con él
en el Café de Correos y haber recibido diez duros cada uno por
participar en el atentado. Pero la lista de sospechosos y detenidos es
enorme. Capturaron a los hombres de confianza de Serrano y
Montpensier; cayeron presos más de una veintena de hombres, siete de
ellos fallecieron en prisión y otra docena murió después de manera
misteriosa.
DOS VERSIONES PARA UN MISMO CRIMEN
ESTRANGULAMIENTO
El
periodista Francisco Pérez Abellán creó la Comisión Prim de
Investigación cuando dirigía el departamento de Criminología de la
Universidad Camilo José Cela. Su intención era, explica Abellán,
«aplicar las técnicas de investigación más avanzadas para aclarar el
magnicidio de Prim, que es el gran misterio de la Historia criminal
española». Un equipo se desplazó a Reus, donde se custodia el cuerpo del
general embalsamado y, tras realizar una autopsia, concluyó que Prim
había sido estrangulado poco después del atentado, al detectarse unos
«surcos en el cuello». Abellán asegura haber resuelto el crimen.
Pero parte del equipo científico que lo secundó se negó a firmar las
conclusiones del análisis: de hecho, solo lo apoya la médico forense Mar
Robledo. Abellán está abiertamente enfrentado con la Sociedad
Bicentenario, cuyo estudio reciente descarta el estrangulamiento como
causa de la muerte.
INFECCIÓN POR HERIDAS DE BALA
La
Sociedad Bicentenario General Prim 2014 encargó a un equipo de expertos
de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Alcalá
de Henares una autopsia del cadáver de Prim «porque la anterior es
falsa, es un invento periodístico. Estuvo manipulada, por eso se negaron
a firmarla tres de los cuatro científicos que condujeron el estudio»,
afirma María José Rubio, secretaria general de la Sociedad Bicentenario,
que cuenta con el respaldo del Ayuntamiento de Reus. Su estudio lo
avala el departamento de Medicina Legal y Toxicología de la Universidad
Complutense de Madrid y concluye que «no existe ningún elemento
apreciado durante la exploración del cuerpo para sostener que hubo
violencia externa alrededor de su muerte». Este estudio insiste en que
la muerte se debió a una infección imprevista a causa de las heridas de
bala que Prim sufrió en el atentado.
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