Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

viernes, agosto 31

Grigori Perelman: un matemático genial I

(Un artículo de Gonzalo Ugidos en El Mundo del 8 de julio)

Ninguno de sus vecinos afirmaría que el hombre de aspecto desaliñado del sexto que apenas pisa la calle posee una mente brillante. Resolvió la Conjetura de Poincaré,un enigma matemático durante 100 años, para luego retirarse del mundo.

[...] Grigori Perelman es uno de esos genios que visten con desaliño, parecen despistados y a menudo lo están porque su cabeza está abstraída en otros asuntos, en desvelar la opacidad del mundo, por ejemplo. Por fuera es idéntico a uno de esos personajes de Dostoievski de mirada alucinada y a veces perdida, fronterizos del misticismo y el delirio. Como un eremita, tiene una melena al desgaire, barba torrencial y uñas que se le curvan, comolas de los mandarines chinos. En sus adentros palpita una mente prodigiosa.

En Kúpchino, un suburbio dormitorio en el sur de San Petersburgo, hay un edificio alicatado de baldosas grises, un cubo de nueve pisos de apartamentos low cost. Los peldaños de cemento llevan a la sexta planta, hasta el apartamento n º 355, que tiene 65 metros y tres piezas. Grigori Perelman, 46 años recién cumplidos, vive en reclusión. No es un condenado a arresto domiciliario, es la vida que él ha elegido pudiendo haber tenido otra muy distinta. Porque es un prodigio de las matemáticas cuyo mejor registro ha sido resolver la Conjetura de Poincaré, uno de los enigmas matemáticos del siglo y un extraordinario regalo que ha hecho a la Humanidad.

El gran matemático francés Henri Poincaré hizo en 1904 una conjetura que pasó a llevar su nombre. Para entenderla son imprescindibles unas pocas ideas de topología, la rama de la geometría que estudia las propiedades de las figuras geométricas que permanecen invariables cuando son estiradas, reducidas,  deformadas o distorsionadas, siempre y cuando no sean rotas o agujereadas. Figuras con la forma de melones, cubos y bates de béisbol son topológicamente equivalentes puesto que pueden ser contraídas,
expandidas y transformadas una en otra, sin dividirse o agujerearse. El francés desarrolló los fundamentos de la topología, pero no logró extender del todo sus principios a un mundo de cuatro dimensiones, aunque supuso que cierta propiedad topológica de una esfera se mantenía para figuras análogas de más dimensiones. Confirmar o refutar esa sospecha se convirtió en uno de los "siete problemas matemáticos del milenio". Hicieron falta 100 años para que Perelman lograra demostrar la suposición de Poincaré y la convirtiera en un teorema; es decir, en una afirmación que puede ser demostrada matemáticamente.

Grisha -como lo llaman desde niño- empolló la solución él solo, enclaustrado durante ocho años, antes de entregar su prueba en 2002... y de desvanecerse en las sombras. Rechaza los honores y el dinero. Sobre todo, el dinero, como el millón de dólares que le ofreció la fundación americana Clay. Su actitud fue una sorpresa a medias, porque ya en 1996 había rechazado el premio para jóvenes de la Sociedad Matemática Europea y en 2006, la prestigiosa medalla Fields, dotada con 10.000 dólares y equivalente al Nobel de matemáticas. Aquella edición de la Fields se celebró en Madrid y los premios fueron entregados por el rey Juan Carlos. Perelman recibió un correo electrónico del comité encargado invitándolo, pero ni siquiera
respondió. Cuando el director del instituto Steklov, en el que había trabajado Grisha, le pidió explicaciones, contestó que los nombres de los miembros del comité eran secretos y él no participaba en conspiraciones. Su antiguo profesor Serguei Rukchin lo explicó alegando que "no soporta el mercadeo con los teoremas".

Sus vecinos no saben gran cosa de él, solo que aunque introspectivo, austero, puritano, ético y seco, da amablemente los buenos días cuando se cruzan con él en la escalera y sigue su camino con una ligera cojera, pero a buen paso. Parece un vagabundo, lleva un pantalón demasiado corto, zapatillas deportivas negras, un jersey de cuello vuelto gris y una americana de lana. Ante los anaqueles de un supermercado, el hombre dotado de una de las más poderosas capacidades de análisis, saca una lista de la compra y llena su cesto de siete cosas: melocotones secos, té verde, pan negro, uvas pasas, leche, manzanas y naranjas de oferta. Luego vuelve a su apartamento de Kúpchino.

jueves, agosto 30

El sable del granadero

(Extraído de la columna de Arturo Pérez Reverte en el XLSemanal del 8 de abril)

[...] 

El 14 de febrero de 1797, una escuadra española mandada por un cobarde incompetente, el almirante Córdoba, fue derrotada por otra inglesa cerca del cabo San Vicente. A los ingleses los mandaba el almirante Jervis, que tenía menos barcos pero tripulaciones mejor adiestradas y con más ganas de pelea. Además, la escuadra española estaba mal dispuesta, mientras que los británicos conservaban la línea. De manera que nos dieron las suyas y las del pulpo. Sólo siete navíos españoles entraron en combate, y perdimos cuatro. Dos de ellos, el San José y el San Nicolás, tomados al abordaje por el Captain, con el comodoro Nelson dirigiendo el ataque. El resto de barcos españoles se dio a la fuga sin socorrer a los compañeros apresados; y si no perdimos también al Santísima Trinidad, que con Córdoba a bordo arrió bandera, fue porque el brigadier Cayetano Valdés, un duro e inteligente marino que ocho años más tarde se batiría con mucha decencia en Trafalgar, fue al rescate con su navío Pelayo, y dijo al Trinidad que o izaba la bandera de nuevo y seguía combatiendo, o lo cañoneaba.

Cayetano Valdés no fue el único español decente ese día. Y como no son precisamente los ingleses quienes mejor hablan en sus memorias de los sucios spaniards –que pasan las batallas tocando la guitarra y oliendo a ajo–, tiene aún más valor que los datos que siguen provengan de la relación de un marino llamado sir John Butler. Durante el abordaje británico del San Nicolás, el comandante don Tomás Geraldino sitúa en la toldilla, donde ondea la bandera, a un infante de marina con orden de que nadie la arríe y rinda el navío. La misión ha recaído sobre un granadero extremeño de 31 años que se llama Martín Álvarez Galán. Y a esas alturas del combate, con el navío inundado de ingleses, el comandante muerto y los oficiales rindiéndose, el granadero sigue en su puesto, sable en mano, defendiendo las drizas de la enseña porque nadie le ha dicho que se quite de ahí. Así que cuando el trozo de abordaje inglés llega a la toldilla, y el sargento mayor de marines William Morris pretende arriar la bandera, Martín Álvarez, que anda flojo de idiomas para explicarse hablando –ni siquiera sabe leer ni escribir–, le pega un sablazo al tal Morris que lo clava en un mamparo, con tal fuerza que no logra liberar el sable; así que agarra un fusil como maza, mata a golpes a un segundo oficial inglés y deja heridos a otros dos rubios antes de que lo frían a tiros. Y es ahí donde el comodoro Nelson, que ha presenciado la escena –siempre odió a los franceses, pero respetó a los españoles cuando eran caballerosos o valientes–, se porta como un hidalgo: cuando están recogiendo a los muertos para arrojarlos al mar con una bala de cañón como lastre, ordena que a Martín Álvarez lo envuelvan en la bandera que con tanto valor defendió. Y surge la sorpresa: el granadero no está muerto, sino malherido. Y lo evacuan a un hospital portugués, donde salva la vida.

Martín Álvarez volvió al mar y murió cuatro años después, tras un accidente que degeneró en tuberculosis. Se ahorró, quizás, repetir su hazaña en Trafalgar. Pero tuvo la satisfacción de ser ascendido a cabo y premiado con una pensión vitalicia de cuatro escudos mensuales. Lo que nunca supo es que, por decreto real, siempre habría un buque en la Armada española que llevaría su nombre, ni que en Gibraltar quedaría un cañón con la placa: «Hurra por el Captain, hurra por el San Nicolás, hurra por Martín Álvarez». Tampoco supo que en el Museo Naval de Londres se conservaría hasta hoy, con veneración y respeto, el sable con el que, bajo la bandera del navío vencido pero no rendido, un humilde infante de marina español clavó en un mamparo al sargento mayor William Morris.

miércoles, agosto 29

Maravillas del mercado

(La columna de Pablo Rodriguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 28 de marzo de 2010)

Albert Esplugas, un blogger liberal, (www.albertesplugas.com) tiene en su bitácora una etiqueta titulada
Maravillas del mercado bajo la que recoge iniciativas muy singulares. Por ejemplo, la que permite en Reino Unido «reservar un coche online o por teléfono, ir a recogerlo a unos minutos de casa o del trabajo, abrirlo con una tarjeta, utilizarlo 30 minutos o seis meses, y devolverlo aparcándolo en una de las zonas habilitadas a cualquier hora del día o de la semana». O viajes low cost de Asia a Europa. O coches desde 2.000 euros. O un router que permite evitar la censura de páginas de intemet bloqueadas (www.albertesplugas.com/blog/mercado_innovaciones).

Luis Carlos, de la bitácora Otra economía (http://otraeconomia.blogspot.com), ha escrito un par de
entradas dedícadas a La Indía tituladas Sanidad asequible para pobres... ¿y para ricos? y Sanidad low cost en las que recoge el caso del hospital Narayana (www.narayanahospitals.com) o «la cooperativa Yeshasvini, la mayor mutua sanitaria mundial». La tesis es que en lugares en los que la asistencia es universal y gratuita, pero mala, la iniciativa privada genera la aparición de pequeños seguros que, con una cobertura
limitada, prestan servicios de calidad a bajo precio». Random Spaniard conoce bien el caso de los fertilizantes para pobres en Malawi (randomspaniard.blogspot.com).

Tyler Cowen, en la misma linea y con la frase «el mercado está en todo», enlazaba (www.marginalrevolution.com) una propuesta de un sitio de juegos online. Dado que la mayoría de los
usuarios son chicos jóvenes, ¿qué tal si se les ofrece la oportunidad de pagar una módica cantidad a cambio de jugar contra chicas de su edad? (http://goshennews.com/local/x46893667/Health-care-reform-and-the-Amish-What-will-it-all-mean). Algunas ideas son sólo curiosas, pero otras han cambiado, sin la intervención
estatal (o gracias a ello), la vida a millones de personas. «A Malawi la han hecho más rica. A mí me
convirtieron en un amante del mercado» dice Random Spaniard.

martes, agosto 28

Ostional: villa tortuga IV

La mayoria de los voluntarios son jóvenes, como la bióloga Christíne Figgener, que dirige un proyecto de conservación de las tortugas baulas (las más grandes que existen) y negras. "Yo indico a los voluntarios las actividades que podemos hacer en la playa. La mayoría vienen de organizaciones como la lnternational Student Volunteers o encuentran información sobre nuestros proyectos de cooperación en Internet", cuenta. A veces se producen sorpresas en la edad de los cooperantes, como ocurrió con la llegada este trimestre de Tharon y Holly Bell, de 60 y 56 años, procedentes de Brigham City (Utah, EE UU). De vuelta al refugio, tras recoger troncos en la playa y abrir el camino a las tortugas lora, ella explica: "A los 12 años vi un reportaje en televisión sobre las tortugas y me dije que algún día tendria que hacer algo por ellas. Ahora ya jubilados, decidimos inscribirnos en Tropical Adventure y aquí estamos". Su marido asiente a su lado
con una amplia sonrisa.

A diferencia de Tortuguero, parque nacional del Caribe costárricense donde también desovan miles de tortugas, a Ostional llegan pocos turistas. La mayoría son ticos, como se autodenominan los residentes en Costa Rica. La profesora de pintura Sara Morales acude sola a esta playa "para hacer fotos de las tortugas y trabajar con ellas con los alumnos". La joven se hospeda en el Ostional Turtel Lodge, un alojamiento de cabinas (pequeños bungalós) en la entrada del pueblo. "La gente viene para ver el desove en un entorno tranquilo y ñatural", cuenta Luis Soto, su propietario.

La ADIO dispone también de un grupo de guías para atender a los visitantes. Les damos pautas de lo que no se puede hacer en la playa y les enseñamos a observar las tortugas. Por ejemplo, no pueden utilizar luz blanca, pero sí roja, para no desorientarlas. Les contamos cómo se realiza el desove y cómo protegemos a las tortuguitas cuando nacen", dice la guía Yemilet Rojas. Ya es de noche (el mejor momento para presenciar la arribada) y tanto ella como sus compañeras, GabrielaVera y María Elena Avilés, esperan a los turistas sentadas en el porche de la caseta.

A pocos metros, varias tortugas de más de un metro de longitud caminan lentamente por la calle principal del municipio tras haber cruzado la franja de arena de la playa y la primera línea de viviendas. Vecinos y voluntarios acuden.arecogerlas y, tras levantarlas con esfuerzo, las dejan de nuévo en la arena. En las  llegadas más multitudinarias, algunas se quedan sin sitio para desovar en la playa y cruzan el casco urbano en busca de una playa inexistente. Es entonces cuando Ostional es más Villa Tortuga que nunca.

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lunes, agosto 27

Ostional: villa tortuga III

"Desde que hace 27 años se constituyó la ADIO, se ha reducido mucho la extracción ilegal de huevos y se ha evitado el contrabando.También han aumentado las tortugas lora. Aquí todos nos comprometemos a protegerlas. Es verdad que la comunidad se beneficia, pero también somos un ejemplo porque limpiamos la playa y cuidamos la naturaleza", explica Magdalena Vega, la presidenta de la asociación y elegida democráticamente por los 250 vecinos que participan en el proyecto.

El grupo funciona con una sencilla organización de equipos humanos, con sus respectivos jefes y a través de asambleas periódicas que incluyen una reunión todos los sábados. Corno si fuera una cooperativa, se reparte el trabajo poi sexos y grupos de de edad y se controla que todos los socios colaboren. "Incluso
se prevén sanciones si algmen llega tarde o no hace su trabajo cuando se produce la arribada", advierte Vega. El proyecto induye una parte social: los mayores de 70 años cobran un incentivo aunque no colaboren. Y los discapacitados cobran la mitad. Al igual que las mujeres embarazadas. Todo un plan de pensíones y ayudas autogestionado por los vecinos de esta peculiar localidad.

El dinero recogido también se invierte en otros proyectos para el municipio, un pueblo por el que solo discurre una pequeña carretera que actúa corno calle principal a cuyos lados se distribuyen edificaciones sencillas. Ostional dispone ya de una gran escuela, un centro de reuniones, un dispensario, un almacén, una
sala de ordenadores, un centro de nutrición, y hasta un gigantesco campo de fútbol, donde se secan los sacos con los que se recogen los huevos. El dinero de los huevos -"puro huevo", precisa Vega en alusión al lema y saludo habitual del país ("pura vida")- también ha servido para construir un puente colgante que este otoño ha impedido que el pueblo quedara aislado por la crecida de los ríos en la época de lluvias y ha garantizado que los alumnos puedan acudir a la escuela. Laura Brenes, del Mínaet, calcula que el 70% del dinero producido por la venta de huevos se reparte a partes iguales entre los vecinos y un 30% se invierte en infraestructuras para la comunidad.

El interés de esta alianza entre vecinos y tortugas ha provocado que centros educativos de Costa·Rica desplieguen a sus alumnos en la zona para conocer de cerca este trabajo comunitario. Como Sheila Ramirez y Yamila Leiva, ambas estudiantes de 18 años de Turismo Ecológico, que pasan unos días en Ostional. "Para nosotras es una oportunidad para observar cómo funciona esta comunidad y su proyecto sostenible", explican.

También viajan hasta Ostional voluntarios de otros paises. A través de varias asociaciones medioambientales, y más concretamente de protección de las tortugas, personas de todas las edades, sobre todo estudiantes, llegan para colaborar de forma altruista. Estos grupos se alotan en el edificio del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional durante al menos dos semanas. Duermen y comen gratis a cambio de su trabajo, que puede ir de limpieza de la playa a las patrullas noctunas de vigilancia o la construcción de una zona de nidificación para la casi extinta y enorme tortuga baula. También recorren la playa de día y de noche y alertan de la existencia de algún animal herido o cualquier otra incidencia.

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domingo, agosto 26

Ostional: villa tortuga II

La actividad de los vecinos de Villa Tortuga, como bien podría rebautizarse el pequeño Ostional, comienza la madrugada en la que se inicia la arribada, "Los hombres del pueblo se dirigen a la playa y localizan los huevos con la punta del pie o con el talón. Luego sacan tres y los colocan en el borde del nido. Un grupo de mujeres los recogen y otras rellenan de arena el hueco", explica Rodrigo Morena, biólogo de la comunidad de Ostional. En los tres primeros días, los únicos en los que los vecinos pueden recoger los huevos, se llegan a recolectar unos 300.000, repartidos en 1.500 bolsas de 200 unidades. Las mujeres y algunos hombres los limpian y empaquetan. Otro grupo los almacena y después los carga en camiones para distribuirlos por todo el país. Con ellos, siempre frescos, se hacen tortillas o preparan la tradicionales sangritas, con salsa picante o dulce. También hay planes para pasteurizarlos o incluso elaborar otros productos alimenticios como galletas.

Este proyecto de la Asociación de Desarrollo Integral de Ostional (ADIO) se creó hace 27 años y se esgrime como un modelo de sostenibilidad, de relación equilibrada entre el hombre y la naturaleza, aunque también ha generado algunas críticas por el supuesto daño que podría causar la recolección de los huevos. Aunque los expertos lo desmienten. "En la playa de Ostional hay una sobreexcavación por la gran cantidad de tortugas que llegan en una noche y ponen miles de huevos. Al retirar parte de los depositados los tres primeros días, las tortugas que siguen llegando no los destruyen a su paso. Así se evita que la rotura de tantos huevos acabe contaminando la arena", explica Laura Brenes, administradora del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional, dependiente del Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (Minaet). Este departamento vigila el proceso natural de nidificación y controla la aplicación del plan de conservación impulsado por la ADIO.

"A cambio de los primeros huevos, los vecinos tienen varias obligaciónes: limpiar la playa cada semana; recoger los troncos y la basura, para permitir el paso de las tortugas y las crías; ahuyentar a los depredadores, y avisar si se detectan furtivos", añade Brenes, justo antes de salir de patrulla con dos agentes del servicio de Guardacostas, armados con subfusiles. "Tras una alerta de furtivos, normalmente solo
encontramos bolsas con huevos abandonadas, porque ya se han dado a la fuga, pero si les cogemos los llevamos detenidos al juzgado", cuenta Cristian Medina, uno de los dos polidas medioambientales que llegan  a Ostional nada más producirse la arribada. Tenemos poca gente para vigilar estas playas, por eso es muy útil la colaboración de los vecinos de Ostional", precisa Brenes. Costa Rica, consciente del valor de sus parques naturales y sus reservas ecológicas, castiga por la vía penal cualquier delito contra el medio ambiente.

(Mañana termino)





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sábado, agosto 25

Ostional: villa tortuga I

(Un artículo de Óscar Hernández en el Dominical del 18 de diciembre de 2011)

Ostional, un pequeño pueblo de Costa Rica, se moviliza una semana al mes para proteger a las 300.000 tortugas que acuden a desovar en su playa.

Miles de tortugas lora avanzan con lentitud y perseverancia sobre la arena en la playa de Ostional, en la península de Nicoya (Costa Rica). Se empujan con esfuerzo tierra adentro en busca de un hueco de arena en el que cavar y enterrar sus huevos. Muchas de ellas nacieron en esta playa y regresan siempre al mismo sitio para completar el ciclo: Son las 10 de la noche y la luna está en cuarto menguante. Se escuchan las olas, el rumor del viento acariciando las ramas de los árboles y muy en tercer plano el roce de las tortugas sobre la arena. La playa permanece semioscura. Cuando la vista del observador se acostumbra, centenares de bultos en movimiento se esparcen a un lado y a otro de la playa principal de esta pequeña aldea costera, de
800 metros de longitud (el resto de playas de Ostional suman ocho kilómetros).


Los animales que arriban a la orilla se dejan empujar en el último tramo acuático por las olas. del Pacífico, como si hicieran surf, para ahorrar esfuerzo hasta que la espuma se retira de nuevo hacia el mar y ellas caminan ya sobre arena. Recorren apenas un metro y se detienen a descansar. Giran su cabeza, con boca en
forma de pico de loro, para mirar aun lado y otro. Con la misma parsimonia reemprenden la marcha. La escena se repite durante seis días seguidos, en los que pueden anidar hasta 300.000 tortugas lora. La playa queda sembrada de huevos que en unas semanas generarán decenas de miles de nuevas tortugas. A escasa distancia, unas 250 personas se preparan para proteger este sorprendente ciclo vital, aunque la operación de rescate tiene un precio: una pequeña parte de la cosecha de estos huevos, que parecen pelotas de pimpón, se comercializará. Casi todo el dinero se repartirá entre los vecinos. El resto servirá para dotar de más
infraestructuras al pequeño municipio.

"Hay flota". La voz se derrama desde un megáfono de madrugada en la calle principal de Ostional. El aviso moviliza a los vecinos, que a las 5.30 de la madrugada se dirigen a la playa. El proceso natural de desembarco de tortugas se repite cada mes, más íntensamente entre septiembre y enero. Lo mismo ocurre en otras playas centroamericanas, pero Ostional es el  único lugar del mundo donde hombres y mujeres actúan en simbiosis con las tortugas durante las llamadas arribadas. Los animales dejan sus huevos enterrados en la arena y los humanos limpian la playa, ahuyentan a los depredadores (perros, pájaros y también otros humanos, los furtivos) y vigilan que las tortuguitas recién nacidas lleguen vivas al mar. A cambio, los vecinos de Ostional se quedan con un pequeño porcentaje de los huevos para comercializarlos en el resto del país. Las supuestas propiedades afrodisiacas y potenciadoras de la virilidad de los huevos de tortuga provocan que sea un producto codiciado.

(Mañana sigo)

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viernes, agosto 24

Why we lie

(A propósito de un artículo que puse el otro día, incluyo aquí uno de los artículos a los que hacía referencia. Es de Dan Ariely y se publicó en el Wall Street Journal del 26 de mayo. El enlace original: http://online.wsj.com/article/SB10001424052702304840904577422090013997320.html#articleTabs%3Darticle)

We like to believe that a few bad apples spoil the virtuous bunch. But research shows that everyone cheats a little—right up to the point where they lose their sense of integrity.

Not too long ago, one of my students, named Peter, told me a story that captures rather nicely our society's misguided efforts to deal with dishonesty. One day, Peter locked himself out of his house. After a spell, the locksmith pulled up in his truck and picked the lock in about a minute.

"I was amazed at how quickly and easily this guy was able to open the door," Peter said. The locksmith told him that locks are on doors only to keep honest people honest. One percent of people will always be honest and never steal. Another 1% will always be dishonest and always try to pick your lock and steal your television; locks won't do much to protect you from the hardened thieves, who can get into your house if they really want to. The purpose of locks, the locksmith said, is to protect you from the 98% of mostly honest people who might be tempted to try your door if it had no lock.

We tend to think that people are either honest or dishonest. In the age of Bernie Madoff and Mark McGwire, James Frey and John Edwards, we like to believe that most people are virtuous, but a few bad apples spoil the bunch. If this were true, society might easily remedy its problems with cheating and dishonesty. Human-resources departments could screen for cheaters when hiring. Dishonest financial advisers or building contractors could be flagged quickly and shunned. Cheaters in sports and other arenas would be easy to spot before they rose to the tops of their professions.

But that is not how dishonesty works. Over the past decade or so, my colleagues and I have taken a close look at why people cheat, using a variety of experiments and looking at a panoply of unique data sets—from insurance claims to employment histories to the treatment records of doctors and dentists. What we have found, in a nutshell: Everybody has the capacity to be dishonest, and almost everybody cheats—just by a little. Except for a few outliers at the top and bottom, the behavior of almost everyone is driven by two opposing motivations. On the one hand, we want to benefit from cheating and get as much money and glory as possible; on the other hand, we want to view ourselves as honest, honorable people. Sadly, it is this kind of small-scale mass cheating, not the high-profile cases, that is most corrosive to society.
Much of what we have learned about the causes of dishonesty comes from a simple little experiment that we call the "matrix task," which we have been using in many variations. It has shown rather conclusively that cheating does not correspond to the traditional, rational model of human behavior—that is, the idea that people simply weigh the benefits (say, money) against the costs (the possibility of getting caught and punished) and act accordingly.

The basic matrix task goes as follows: Test subjects (usually college students) are given a sheet of paper containing a series of 20 different matrices (structured like the example you can see above) and are told to find in each of the matrices two numbers that add up to 10. They have five minutes to solve as many of the matrices as possible, and they get paid based on how many they solve correctly. When we want to make it possible for subjects to cheat on the matrix task, we introduce what we call the "shredder condition." The subjects are told to count their correct answers on their own and then put their work sheets through a paper shredder at the back of the room. They then tell us how many matrices they solved correctly and get paid accordingly.

In a variety of experiments, Dan Ariely and his colleague have identified many factors that can make people behave in a more or less honest fashion.

What happens when we put people through the control condition and the shredder condition and then compare their scores? In the control condition, it turns out that most people can solve about four matrices in five minutes. But in the shredder condition, something funny happens: Everyone suddenly and miraculously gets a little smarter. Participants in the shredder condition claim to solve an average of six matrices—two more than in the control condition. This overall increase results not from a few individuals who claim to solve a lot more matrices but from lots of people who cheat just by a little.

Would putting more money on the line make people cheat more? We tried varying the amount that we paid for a solved matrix, from 50 cents to $10, but more money did not lead to more cheating. In fact, the amount of cheating was slightly lower when we promised our participants the highest amount for each correct answer. (Why? I suspect that at $10 per solved matrix, it was harder for participants to cheat and still feel good about their own sense of integrity.)

Would a higher probability of getting caught cause people to cheat less? We tried conditions for the experiment in which people shredded only half their answer sheet, in which they paid themselves money from a bowl in the hallway, even one in which a noticeably blind research assistant administered the experiment. Once again, lots of people cheated, though just by a bit. But the level of cheating was unaffected by the probability of getting caught.

Knowing that most people cheat—but just by a little—the next logical question is what makes us cheat more or less.

One thing that increased cheating in our experiments was making the prospect of a monetary payoff more "distant," in psychological terms. In one variation of the matrix task, we tempted students to cheat for tokens (which would immediately be traded in for cash). Subjects in this token condition cheated twice as much as those lying directly for money.

Another thing that boosted cheating: Having another student in the room who was clearly cheating. In this version of the matrix task, we had an acting student named David get up about a minute into the experiment (the participants in the study didn't know he was an actor) and implausibly claim that he had solved all the matrices. Watching this mini-Madoff clearly cheat—and waltz away with a wad of cash—the remaining students claimed they had solved double the number of matrices as the control group. Cheating, it seems, is infectious.

Other factors that increased the dishonesty of our test subjects included knowingly wearing knockoff fashions, being drained from the demands of a mentally difficult task and thinking that "teammates" would benefit from one's cheating in a group version of the matrix task. These factors have little to do with cost-benefit analysis and everything to do with the balancing act that we are constantly performing in our heads. If I am already wearing fake Gucci sunglasses, then maybe I am more comfortable pushing some other ethical limits (we call this the "What the hell" effect). If I am mentally depleted from sticking to a tough diet, how can you expect me to be scrupulously honest? (It's a lot of effort!) If it is my teammates who benefit from my fudging the numbers, surely that makes me a virtuous person!

The results of these experiments should leave you wondering about the ways that we currently try to keep people honest. Does the prospect of heavy fines or increased enforcement really make someone less likely to cheat on their taxes, to fill out a fraudulent insurance claim, to recommend a bum investment or to steal from his or her company? It may have a small effect on our behavior, but it is probably going to be of little consequence when it comes up against the brute psychological force of "I'm only fudging a little" or "Everyone does it" or "It's for a greater good."
What, then—if anything—pushes people toward greater honesty?

There's a joke about a man who loses his bike outside his synagogue and goes to his rabbi for advice. "Next week come to services, sit in the front row," the rabbi tells the man, "and when we recite the Ten Commandments, turn around and look at the people behind you. When we get to 'Thou shalt not steal,' see who can't look you in the eyes. That's your guy." After the next service, the rabbi is curious to learn whether his advice panned out. "So, did it work?" he asks the man. "Like a charm," the man answers. "The moment we got to 'Thou shalt not commit adultery,' I remembered where I left my bike."

What this little joke suggests is that simply being reminded of moral codes has a significant effect on how we view our own behavior.

Inspired by the thought, my colleagues and I ran an experiment at the University of California, Los Angeles. We took a group of 450 participants, split them into two groups and set them loose on our usual matrix task. We asked half of them to recall the Ten Commandments and the other half to recall 10 books that they had read in high school. Among the group who recalled the 10 books, we saw the typical widespread but moderate cheating. But in the group that was asked to recall the Ten Commandments, we observed no cheating whatsoever. We reran the experiment, reminding students of their schools' honor codes instead of the Ten Commandments, and we got the same result. We even reran the experiment on a group of self-declared atheists, asking them to swear on a Bible, and got the same no-cheating results yet again.
This experiment has obvious implications for the real world. While ethics lectures and training seem to have little to no effect on people, reminders of morality—right at the point where people are making a decision—appear to have an outsize effect on behavior.

Another set of our experiments, conducted with mock tax forms, convinced us that it would be better to have people put their signature at the top of the forms (before they filled in false information) rather than at the bottom (after the lying was done). Unable to get the IRS to give our theory a go in the real world, we tested it out with automobile-insurance forms. An insurance company gave us 20,000 forms with which to play. For half of them, we kept the usual arrangement, with the signature line at the bottom of the page along with the statement: "I promise that the information I am providing is true." For the other half, we moved the statement and signature line to the top. We mailed the forms to 20,000 customers, and when we got the forms back, we compared the amount of driving reported on the two types of forms.

People filling out such forms have an incentive to underreport how many miles they drive, so as to be charged a lower premium. What did we find? Those who signed the form at the top said, on average, that they had driven 26,100 miles, while those who signed at the bottom said, on average, that they had driven 23,700 miles—a difference of about 2,400 miles. We don't know, of course, how much those who signed at the top really drove, so we don't know if they were perfectly honest—but we do know that they cheated a good deal less than our control group.

Such tricks aren't going to save us from the next big Ponzi scheme or doping athlete or thieving politician. But they could rein in the vast majority of people who cheat "just by a little." Across all of our experiments, we have tested thousands of people, and from time to time, we did see aggressive cheaters who kept as much money as possible. In the matrix experiments, for example, we have never seen anyone claim to solve 18 or 19 out of the 20 matrices. But once in a while, a participant claimed to have solved all 20. Fortunately, we did not encounter many of these people, and because they seemed to be the exception and not the rule, we lost only a few hundred dollars to these big cheaters. At the same time, we had thousands and thousands of participants who cheated by "just" a few matrices, but because there were so many of them, we lost thousands and thousands of dollars to them.

In short, very few people steal to a maximal degree, but many good people cheat just a little here and there. We fib to round up our billable hours, claim higher losses on our insurance claims, recommend unnecessary treatments and so on.

Companies also find many ways to game the system just a little. Think about credit-card companies that raise interest rates ever so slightly for no apparent reason and invent all kinds of hidden fees and penalties (which are often referred to, within companies, as "revenue enhancements"). Think about banks that slow down check processing so that they can hold on to our money for an extra day or two or charge exorbitant fees for overdraft protection and for using ATMs.

All of this means that, although it is obviously important to pay attention to flagrant misbehaviors, it is probably even more important to discourage the small and more ubiquitous forms of dishonesty—the misbehavior that affects all of us, as both perpetrators and victims. This is especially true given what we know about the contagious nature of cheating and the way that small transgressions can grease the psychological skids to larger ones.

We want to install locks to stop the next Bernie Madoff, the next Enron, the next steroid-enhanced all-star, the next serial plagiarist, the next self-dealing political miscreant. But locking our doors against the dishonest monsters will not keep them out; they will always cheat their way in. It is the woman down the hallway—the sweet one who could not even carry away your flat-screen TV if she wanted to—who needs to be reminded constantly that, even if the door is open, she cannot just walk in and "borrow" a cup of sugar without asking.

—Mr. Ariely is the James B. Duke Professor of Behavior Economics at Duke University. This piece is adapted from his forthcoming book, "The (Honest) Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone—Especially Ourselves," to be published by HarperCollins on June 5.

jueves, agosto 23

Cómo nos "ayudan" a comprar (queramos o no)

Un artículo de Héctor G. Barnés en el confidencial.com del 11 de julio)


Un reciente artículo publicado en el Journal of Marketing acaba de poner de manifiesto, una vez más, los errores que los consumidores cometen cuando acuden a un establecimiento. Bajo el nombre de Cuando más es menos: el impacto de ignorar el precio inicial en las preferencias del consumidor, el estudio afirma que la mayor parte de consumidores prefieren que se les ofrezca un 33% más de cantidad de un producto que un descuento del 33% cuando, matemáticamente, es más rentable lo segundo. La razón que los investigadores norteamericanos aducen responde, como no podía ser de otra forma, a motivaciones psicológicas. Preferimos que nos ofrezcan un añadido “gratis” que un descuento, por mucho que el segundo sea más rentable.

La pasada semana se publicaba un estudio de la Universidad de California realizado por Pamela Tom en el que se ponía de manifiesto que ser lo primero que el comprador ve al entrar en una tienda o que figura en el menú de un restaurante proporciona una ventaja muy superior a la de sus competidores en la cabeza de los potenciales clientes. “Cuando las decisiones deben tomarse rápidamente, se elige lo primero que se ha visto”, afirma el estudio. Es el efecto de primacía ya acuñado por los psicólogos conductistas, aplicado a los hábitos de consumo, y que determina las estrategias de merchandising de las cadenas comerciales.
Cuando el comprador cree haber conseguido un chollo, seguramente ha picado el anzuelo del vendedorLa literatura, tanto científica como de divulgación, que analiza los pensamientos irracionales que seguimos al consumir y de los que no nos llegamos a dar cuenta, es cada vez mayor. Además de los recurrentes estudios científicos, otros libros como Predictibly Irrational. The Hidden Forces That Shape Our Decisions (Harper Perennial) de Dan Ariely o Priceless: The Myth Of Fair Value (Hill and Wang) de Wiliam Poundstone analizan en profundidad los factores psicológicos que influyen en nuestras actitudes de consumo.

Compramos por comparación
En su libro, Poundstone cuenta cómo la cadena de establecimientos Williams-Sonoma logró deshacerse de un modelo de coche que nadie quería doblando el precio del automóvil que se encontraba expuesto al lado, y cuyas características eran muy semejantes. La razón aducida por el autor es que lo que en principio parecía un producto caro para las ventajas que ofrecía, se transformaba de la noche a la mañana en una ganga simplemente por comparación, sin variar el precio del coche inicial. La mayor parte de los compradores consideró un chollo pagar la mitad por un producto exactamente igual que el que valía el doble, cuando realmente este el que estaba tasado muy por encima de su precio real.

No nos gusta lo más caro, pero tampoco lo más barato
Aunque en muchas ocasiones se hable de guerra de precios para ver qué empresa ofrece los precios más competitivos, es totalmente desaconsejable bajar los precios de manera que ofertemos el producto más barato del mercado. Según cuenta en Priceless William  Poundstone, solemos comprar aquello que no es ni lo más caro ni lo más barato. El escritor justifica su afirmación recordando un experimento en el que se observó el comportamiento de un grupo de compradores cuando se les presentaba delante varias cervezas con diferentes precios. Cuando sólo se mostraban dos, la mayor parte de clientes adquirían la más cara. Pero lo llamativo se encontraba cuando se presentaban tres marcas diferentes: la que más se vendía era, por mayoría aplastante, la que se encontraba entre la más cara y la más barata.

Nos cuesta decidir entre dos opciones, pero no entre tres
En uno de los experimentos más célebres realizados respecto a la psicología del consumo, el ensayista Dan Ariely se fijó en un llamativo anuncio de The Economist en el que aparecían tres modelos de suscripción diferentes: la online, la que ofrecía la revista física y la suscripción a la revista física y la versión online. Lo llamativo del asunto es que estas dos últimas costaban lo mismo (125 dólares), por lo que nadie elegía la segunda opción, ya que por el mismo precio podían tener también la versión digital. Obvio: el 84% de encuestados habían elegido esta última modalidad, frente al 16% que seleccionó la primera. ¿Pero qué pasaba si se eliminaba la segunda opción, es decir, la que era aparentemente inútil? Pues que el número de personas que elegían la opción más cara descendía drásticamente, del 84 al 32%. Ello llevó a Ariely a afirmar que a los consumidores les cuesta elegir entre dos opciones diferentes, pero que una tercera puede guiarlos de la manera en que el vendedor prefiera. Si hay una opción claramente inferior a otra, el comprador elegirá esta, puesto que estará seguro de que está eligiendo una buena opción. Lo que no sabe es que está picando el anzuelo que el vendedor ha colocado.

Compramos los productos que acaban en “9”
Si realizamos un análisis exhaustivo de la mayor parte de tiendas del universo conocido, nos daremos cuenta de que muy pocos productos que superan la barrera del euro marcan una cantidad redonda como 10 euros o 300, sino que es mucho más probable que nos encontremos con etiquetas que marquen 9,99 euros o 299,99. Virtualmente la misma cantidad, pero psicológicamente una cifra muy distinta. Incluso es más fácil ver un producto a 19 euros que a 14. Según han demostrado ocho investigaciones que se han realizado desde los años ochenta en Universidades como la de Chicago, las cifras que no llegan a redondearse venden alrededor del 24% más que las que sí lo hacen. No sólo se debe a la habitual barrera psicológica que hace que muchas personas se fijen en la primera cifra y no en el total, sino que precisamente estamos tan acostumbrados a relacionar dicho número con las rebajas que hemos aprendido a identificar el “9” con un precio atractivo.

Nos gastamos más dinero por no pagar en efectivo
Es el mal de la suscripción. La psicología ha demostrado en infinidad de ocasiones cómo resulta más duro mentalmente sacar la billetera, coger un billete y entregárselo al vendedor que simplemente hacer un “click” en Internet o realizar una llamada telefónica. Esto nos conduce a que a lo largo del tiempo terminemos adquiriendo multitud de compromisos mensuales (la suscripción a una revista, el pago del gimnasio, el abono a determinados canales de televisión) de productos que no utilizamos pero que, al no costarnos dinero “físico”, no nos molestamos en cancelar. Y que, sin embargo, siguen minando nuestra cuenta corriente mes tras mes.

No nos gustan que nos hablen de dinero
Un estudio reciente de la universidad de la Universidad de Cornell realizado por Sybil S. Yang ha demostrado que la gente rechaza ver un símbolo (como el del dólar o el del euro) o la palabra “euros” al lado del precio del producto que pretendemos consumir. La razón aducida por la investigadora es que no queremos que se nos recuerde que estamos gastando dinero si ya lo damos por supuesto, sino que preferimos las representaciones más escuetas y menos llamativas del precio, como ocurre con los restaurantes de lujo.

Preferimos ver los precios en una fuente pequeña y sin negrita
Todos recordamos los carteles enormes en las tiendas de barrio, coloreados con tonos chillones y con los precios dibujados a escala gigante, persiguiendo llamar la atención por todos los medios. Pues bien, una reciente investigación realizada por un grupo de profesores de marketing la Universidad de Connecticut ha demostrado que preferimos comprar aquellos productos que se publicitan en una fuente de tamaño mucho menor, más estilizada y que no esté en negrita. ¿La razón? Según señala el estudio, que la magnitud física del precio se relaciona inconscientemente con un mayor precio, aunque el número que represente sea bajo.

El estrés nos lleva a comprar más
Cuanto menos tiempo dispongamos para comprar, más urgencia sentiremos, y por lo tanto menos tiempo reflexionaremos sobre si necesitamos realmente dicho producto. La llamada “compra frenética”, en la que metemos en nuestro carro de la compra multitud de productos en un breve período de tiempo sin pensar si nos estamos pasando suele responder a este tipo de situación en la que no dejamos de oír las manillas del reloj en nuestra cabeza.

miércoles, agosto 22

¿Por qué mentimos? Política, biología y lo que nos gustaría creer

(La columna de Pablo Rodriguez Suanzes en el suplemento económico de El Mundo del 3 de junio)

El doctor Gregory House, protagonista de la serie de TV, ha popularizado la expresión y la idea de que «todos mienten». Incluso al acudir a una consulta médica. Incluso cuando su salud está en juego y la muerte acecha, los pacientes mienten. ¿Por qué? Los psicólogos llevan décadas intentando decidir si el mentir es un comportamiento biológico o cultural. Si estamós diseñados para mentir o si aprendemos a hacerlo para sobrevivir en sociedad.

Dan Ariely, profesor de Economía del comportamiento en la Universidad de Duke, acaba de publicar
un libro titulado La verdad sobre la deshonestidad: cómo mentimos a todo el mundo, especialmente a
nosotros mismos
, en el que desmonta muchos de los mitos que nos hemos formado. Según Ariely, «nos gusta creer que unas pocas manzanas podridas estropean una cesta, pero la investigación muestra que todos engañamos un poco», justo hasta el punto en que pensamos que es demasiado. Y lo muestra y demuestra
con un amplisimo número de experimentos reveladores.

Los presidentes y ministros mienten continuamente y se desmienten unos a otros porque consideran que no
tienen otra opción. En un interesante vídeo, Ian Leslie (ian-leslie.com), autor del libro Nacidos mentirosos: por qué no podemos vivir sin engaño, explica que probablemente tengan razón, pues «los que pueden mentirse un poco mejor a sí mismos se desenvuelven mejor en los negocios». Y que las economías pueden «estancarse cuando las personas son demasiado honestas con ellas mismas.» ¿Por qué? «Porque tienes que
mentirte a ti mismo un poco para pensar que realmente puedes tener éxito en algo tan difícil y arriesgado como el lanzamiento de un negocio» (http://www.wired.com/wiredscience/2011/07/why-we-lie-an-honest-look-at-deception-from-ian-leslie/).

Hablando del caso de los políticos y de por qué mienten y por qué les creemos, el psicólogo Ron Riggio
sostiene que está relacionado con la «audacia». Cuanto más «escandalosa y audaz es la mentira, más
tendemos a pensar que es cierta, pues nadie se inventaria algo así» (http://edition.cnn.com/2012/05/31/politics/why-politicians-lie/index.html).

El biólogo evolucionista Robert Trivers (un «genio infravalorado», en palabras de Steven Pinker), ha hecho interesantisimas aportaciones sobre el autoengaño y las relaciones entre genes, ancestros y comportamiento
(http://www.nytimes.com/2011/12/25/books/review/the-folly-of-fools-by-robert-trivers-book-review.html?_r=1&pagewanted=all). y coincide: cuanto mejor nos engañamos a nosotros mismos, más fácil es engañar a otros (www.economistcom/node/21536549).

martes, agosto 21

Sanidad: latrocinios privados, públicos y copago

(Un artículo de Pablo Cerezal, analista económico del think tank Civismo, en El Mundo del 8 de julio)

Hace una semana Pablo Pardo aseguraba en El Mundo que la sanidad estadounidense es «un latrocinio
privado disfrazado de libre mercado», porque los hospitales cargan el coste de unos tratamientos excesivos a las aseguradoras que a su vez exigen unos precios muy elevados a los pacientes. En total, el gasto sanitario asciende al 16% del PIB y, en este sentido, España podría ser un referente (9,6% del PIB), con tal de que los costes dejen de subir.

Entonces, ¿no hay alternativas? Por un lado, se pueden introducir incentivos de mercado en una sanidad publica para regular la demanda. En Singapur, ningún tratamiento es gratuito, todos exigen un copago que aumenta cuanto más prescindibles son. Por esa razón, existen cuentas de ahorro personal para los imprevistos. Además, los ciudadanos son libres de elegir entre todos los hospitales públicos, mientras que los privados toman como referencia a los primeros en precios y compiten por ofrecer servicios adicionales. Como resultado, apenas dedican un 3-4% del PIB a una sanidad que está entre las mejores del mundo.

John C. Goodman, experto en políticas sanitarias de The lndependent lnstitute, trata de recorrer el camino contrario: mejorar la eficiencia de la sanidad privada. En Priceless: Curing the Healthcare Crisis critica que los médicos tienen incentivos perversos al utilizar tratamientos demasiado caros. Su receta, que rebajaría los costes un 30%, consiste en políticas de libre mercado, como evitar los seguros vinculados a la empresa: si la contratación es individual, se estimularía la competencia entre compañías. Además, un medico independiente podría aconsejar a cada paciente sobre los tratamientos que realmente necesita, lo que evitaría que los seguros soporten procedimientos más ineficaces. Así, las aseguradoras cubren los tratamientos necesarios, mientras que los superfluos corren a cargo del paciente. Goodman sugiere que esto sería más fácil si los pacientes dispusieran de una cuenta de ahorro personal. Parece que ambas soluciones
son muy coincidentes.

lunes, agosto 20

Couleurs d'usine

(Métro, boulot, dodo est une expression censé représenter le rythme quotidien des Parisiens. Cette expression, ainsi que le poème, est une critique de la monotonie et la répétition d'un quotidien trop constant et vue sans issue possible et ell est inspirée d'un vers de Pierre Béarn, dont le poême est ici).


Au déboulé garçon pointe ton numéro
Pour gagner ainsi le salaire
D'un énorme jour utilitaire
Métro, boulot, bistrot, mégots, dodo, zéro.

Je veux rester libre de vivre
À la lumière de mon coeur
Seul s'il le faut
Et les mains vides
Rêvant à l'Humanité sauvée des langages.

Je souffre en ma santé de n'être que poussière,
La vie flétrie de l'ombre irrite mon tourment,
Je voudrais apporter aux hommes la lumière!
Je rêve de crisper sur la laideur mes mains
Pour accoucher la nuit de ses giclées de monstres
Et réveiller le Dieu qui manque à son Destin.

Mais que peut le poète éjecté du troupeau
Semblable à la clarté fuyante d'un orage
Et qui zèbre la nuit sans arracher sa peau?
Sur le monde avili si je posais mes mains
Pour accoucher la nuit de ses giclées de monstres
J'enfanterais un Dieu privé de son Destin.
Que dansent le Mépris, la Haine, la Vengeance!
Flammes du feu malsain cernez mon incendie!
Le sacrifice est vain puisque tout recommence.
Je souffre en ma santé des maladies humaines,
Du refus d'un miracle à l'ombre de mes mains,
De n'être en ce bourbier que peine entre les peines.

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domingo, agosto 19

Cisnes en Brujas

(Anécdota extraída de un artículo de Cotizalia.com del 3 de julio de 2009, que no tiene nada que ver con los cisnes, por cierto. La he completado después con una guía turística)

Recién estrenada la primavera de 1488, los habitantes de la bella Brujas, hartos de excesos políticos y continuas subidas de impuestos, decapitaron al administrador local, valido de Maximiliano I de Austria, quien desde su cautiverio fue obligado a presenciar la ejecución. Este administrador se llamaba Pieter Lanchals, nombre que en neerlandés significa cuello largo. La familia Lanchals presentaba en su escudo de armas la figura de un cisne blanco. Una vez en libertad, en atención al emblema de su escudo de armas familiar, condenó a la ciudad a proveer perpetuo sustento a los cisnes del Lago del Amor, cuya idílica existencia aún hoy perdura.

sábado, agosto 18

Más sobre el sake, bebida de dioses

(Un artículo de Juan Barbacil en el Heraldo de Aragón de hae unas semanas)

El sake es una palabra de origen japonés cuyo significado es «bebida alcohólica». Es una bebida típicamente
japonesa que contiene entre 14 y 16º alcohólicos, preparada a partir de una infusión hecha de arroz. [...]

En la cultura japonesa se dice que cuando se bebe sake se debe llenar la taza del acompañante, pero nunca la propia, deberá ser el invitado el encargado de llenarla. A la hora de tomarlo también existe un protocolo: se debe levantar la taza dejándola reposar sobre la mano izquierda, mientras se sostiene con la derecha.

Existen muchas formas de presentarlo: helado, templado, caliente, dependiendo sobre todo de la  época del año o la comida que acompañe, pero en la mayoría de las ocasiones se presenta como aperitivo o  acompañamiento del sushi. Se bebe en pequeñas tazas de cerámica o vidrio conocidas con el nombre de 'choko', y las vasijas de cerámica donde se coloca se conocen como 'tokkuri'.

Existen cuatro tipos de sake bien diferenciados, según elMuseo del Sake: Honjozo-shu: con un leve agregado de alcohol destilado. Junmai-shu: cuyo significado es «vino puro de arroz» y está elaborado únicamente con arroz. Ginjo-shu: con la extracción de un porcentaje de arroz pulido entre el 30 y 50 por ciento, sin agregado de alcohol. Daiginjo-shu: con un 50 -70 por ciento de arroz pulido quitado, sin agregado de alcohol.

El sake tiene sus orígenes en China, alrededor del 4800 antes de Cristo, proceso que luego fue exportado
a Japón. En un principio se denominó 'kuchikami no sake' o «sake para masticar en la boca». Las enzimas de la saliva convertían el almidón de arroz en azúcar. Esta mezcla azucarada era combinada con grano recién cocinado y puesto en fermentación natural, era baja en alcohol y se consumía como papilla. Tanto en China como en Japón el sake era ofrecido a los dioses y formaba parte de un gran número de rituales religiosos.
Hoy en día, en las bodas que se celebran en Japón, se ofrece a los novios una pequeña taza de sake.

En el siglo VII los métodos y técnicas para su elaboración mejoraron notablemente. Se convirtió en una bebida muy popular, incluso en el palacio imperial de Kioto existía una organización encargada de la preparación de esta bebida. Durante el período Heian, se presentaron nuevas técnicas con las que se aumentaba el nivel de alcohol y se reducía la acidez. A partir de entonces, las técnicas se fueron mejorando notablemente. Durante la Restauración Meji, se establecieron más de 30.000 fábricas de sake en todo el país. El Gobierno aumentó entonces los impuestos que gravaban esta bebida alcohólica, y las fábricas se redujeron a 8.000. Muchas de ellas aún operan hoy en día.

En 1904 el Gobierno creó el Instituto de Investigación de Fabricación de Sake y, en1907, se llevó a cabo
la primera prueba gubernamental de catadura de sake. Desde entonces se siguen produciendo anualmente cataduras de sake.

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viernes, agosto 17

Avanzando

(En estos tiempos, es bueno recordar algunas frases inspiradas, que sin ser modernas, siguen siendo actuales)

“Si quieres permanecer donde estás tienes que correr mucho, pero si quieres ir por delante tienes que
correr el doble”, Lewis Carroll (Alicia en el País de las maravillas)

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jueves, agosto 16

Pescaíto

(La columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 8 de abril)

José María Sbarbi y Osuna (1834-1910) era un gaditano de pura cepa, musicólogo notable y lingüista original. Cuenta en su Gran diccionario de refranes que, en tiempos de Felipe IV, el que –después de Felipe V y Alfonso XIII– más años (44) reinó en España, había en Madrid un calderero notorio. «Un pillo que esto supo se propuso engañarle y reírse a su costa. Se fue a su tienda y pidió a este una sartén. Dióle el calderero una que estaba rota por abajo. No lo notó el comprador, pero le dio en pago una moneda falsa que el sartenero guardó sin mirar; pero, viendo que el comprador reía, le dijo: `Al freír será el reír´».

No es por enmendarle la plana al admirable Sbarbi; pero, cuando la sartén no está deteriorada, el aceite es el adecuado –de oliva, por supuesto– y el frito es de pescado, al modo gaditano, hay que decir, pícaros aparte, que al freír será el gozar. Según el también gaditano Dionisio Pérez, Post-Thebussem, «las freidurías gaditanas son una especialidad. Casi todas las existentes vienen transformándose (...) por traspasos pagados a precios de oro» y, añado yo, es frecuente que el maestro freidor sea descendiente de gallegos. Uno de ellos, bien sea por reencarnación o por generación, ha recalado en Madrid, y se ha instalado en un chiringuito modesto, al borde de lo cutre, en donde, por ejemplo, el bienmesabe (el cazón adobado) alcanza la perfección de los mejores que conozco en Cádiz y en su provincia. La Caleta c/Tres Peces, 21, Madrid) es un rincón exótico que, regido por María y Ángel, dará que hablar. Es, en pescado frito –el pescaíto propiamente dicho–, el retorno al clasicismo y a la sencillez que aconsejan los tiempos.

miércoles, agosto 15

Hemingway y la teoría del iceberg

(Un artículo de Juan Bonilla en El Mundo del 8 de julio, a propósito de la nueva edición de Adios a las armas con los 47 posibles finales.)

Hemingway tenia una teoría, y le dio curso en varias ocasiones -en Muerte en la tarde, en algún articulo,
y sobre todo en una entrevista con George Plimpton-: es la legendaria teoría del iceberg, según la cual lo escrito debe ser sólo una punta, una mínima parte de lo narrado -entendiendo por tallo que en verdad se cuenta, aunque no se exprese-. Un iceberg tiene siete partes invisibles por cada parte visible: así debe ser una narración. Por lo menos una narración de Hemingway (aunque luego no es verdad, y en muchas de las narraciones lo escrito y lo narrado pesaban exactamente lo mismo o incluso se decantaba la balanza por lo primero). La teoria era perfecta para explicar el impacto subterráneo de algunos cuentos de Hemingway, incluso de los cuentos que parecían no tener impacto alguno.

Hemingway eligió como el mejor de sus cuentos uno titulado El gato bajo la lluvia, en el que una mujer, en una habitación de hotel romano en la que su marido lee el periódico, ve a un gatito que se esconde bajo un banco de la lluvia y decide ir a por él. No hay más, salvo un final en el que el botones llama a la habitación, después de la excursión de la mujer a la lluvia y su fracaso con el gatito, para regalarle, de parte del signore, un gato. El lector tiene que poner siete partes del cuento por cada una de las partes escritas. Es evidente el cansancio del matrimonio, es evidente que el gato representa aquello que la mujer desea y no tiene, comó el pelo largo que quiere dejarse o los vestidos que no se ha comprado. Es evidente que se trata de un matrimonio en pura decadencia. Todo eso es evidente, pero ¿es suficiente? Hemingway estaba convencido de que sí: sus cuentos eran haikus.

Otro de sus grandes cuentos, su mejor cuento según la mayoria de críticos, es Los asesinos. Lo escribió
un 16 de mayo, en Madrid. Nevaba. Suspendieron la corrida de San Isidro. Y en la pensión, Hemingway escribió de un tirón esa obra maestra, y otros dos relatos más, poseído por la fiebre. También ahí funciona la teoría del iceberg, pero con qué impacto. La tensión aumenta en cada linea, los diálogos fríos y casi insignificantes, se cargan de significado: Unos hombres buscan a El Sueco para matarlo, y El Sueco se limita a esperarlos en su habitación. Tan evidente es que en Los asesinos sí hay siete partes de narración invisible por cada parte visible que Hollywood decidió sacar el iceberg entero del agua y transformarlo en película para explicar, con la cámara maestra de Robert Siodmak, lo que Hemingway no necesitó explicar acerca de por qué mataron a El Sueco. Por supuesto a Hemingway sólo le gustaba el comienzo de la película -su
cuento-: lo demás, le parecía abominable. Como los chistes, los cuentos que necesitan .explicación, no son buenos.

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martes, agosto 14

Los 47 "Adiós a las armas" del joven teniente Hemingway

(Un artículo de Pablo Pardo en El Mundo del 8 de julio)

«Publicamos libros para librarnos de ellos, para no pasarnos el resto de nuestras vidas corrigiendo borradores». El joven Ernest Hemingway no parecía guiarse por la ironía del viejo Jorge Luis Borges, que es quien dijo eso pocos años antes de morir. O acaso no tuvo tiempo para llegar a esa conclusión. Hemingway sólo nació un mes antes que Borges, pero se suicido en 1961, cuando al argentino todavía le quedaban dos décadas y media de escritura. De hecho, en 1958, Hemingway hizo una afirmación en una entrevista a la revista Paris Review que su primer gran éxito, la novela Adiós a las armas, tiene 40 finales. Solamente uno de ellos fue considerado lo suficientemente bueno por el escritor como para ser dado a la imprenta.

Remingway tenía una bien documentada tendencia a la exageración, sobre todo si había bebido más de la
cuenta (lo que solía hacer varias veces por semana) o si hablaba de los animales que había cazado en Áfñca.
Pero esa vez se quedó corto. No es que escribiera 39 finales para Adiós a las armas y que sólo el cuadragésimo estuviera a la altura de lo que queria. Es que escribió 48.

Hasta ahora, todos ellos han dormido el sueño de los justos en la Colección Hemingway de la Biblioteca
Presidencial John Kennedy, para tortura de los fanáticos del escritor. Pero [...], Scribner, la editorial que
publicó la primera edición de Adiós a las armas en 1929, saca una edición especial del libro que dio independencia económica al joven Hemingway. El volumen incluye la portada original -un dibujo de un
hombre y una mujer semidesnudos-; un prefacio del único hijo vivo del escritor -Patrick, de 84 años-; una introducción del propio Hemingway para la edición de 1948; y, lo que ha desatado el morbo de los fanáticos, libreros y curiosos: una serie de borradores manuscritos entre los que se incluyen las famosas 47 páginas finales.

Son 47 finales que oscilan entre lo trágico, lo existencial, lo heroico y lo desesperado. No es para menos.
Adiós a las armas es el relato parcialmente autobiográfico (adornado, como siempre en Hemingway, de romanticismo) del escritor, aún adolescente, como conductor de una ambulancia en la Primera Guerra
Mundial, y de su relación con una enfermera británica, Catherine, que termina con ella muriendo al dar a
luz a su hijo. Así que no hay lugar para un happy ending.

Según The New York Times, que ha tenido acceso a un ejemplar de la nueva edición; hay un final sugerido
por el amigó de Hemingway F. Scott Fitzgerald: «El mundo mata de manera imparcial a los muy buenos y a
los muy tiernos y a los muy valientes. Si no eres ninguno de ésos, puedes estar seguro de que te matará, pero no tendrá prisa». Otra versión es: «No hay otro final más que la muerte y el nacimiento sólo es el principio». Otra: «Catherine murió, y yo moriré y tú morirás y yo moriré y eso es todo lo que puedo prometerte».

Toda la edición ha sido supervisada por el nieto del autor, Seán, que también tiene su hueco en el volumen,
en un prólogo en el que, previsiblemente, explicará cómo encontró los 47 borradores inéditos. Porque,
hasta hoy, nadie había sido capaz de encontrar tantas versiones. El hallazgo es toda una fiesta para los lectores. Pero, sobre todo, para la editorial y para los herederos del escritor. No en balde, en la madrugada del viernes, sólo los pedidos de la nueva versión de Adiós a las armas ya habían convertido a esta edición en el vigésimo octavo libro más vendido de la tienda online Amazon. En palabras de la directora de Scribner, Susan Moldow, «éste es uno de los autores más importantes de la literatura estadounidense. Y, por fortuna o por desgracia, tienes que seguir refrescándolo o la gente pierde interés».


Pero, más allá del negocio, la edición también va a ofrecer una ventana a la mente del joven Hemingway y al proceso de elaboración de la que muchos consideran la obra literaria definitiva -al menos, en idioma inglés- sobre La Primera Guerra Mundial. Según The New York Times, los manuscritos incluidos en la nueva edición  muestran numerosas correcciones, tachaduras y anotaciones,e incluso una cascada de títulos provisionales, entre ellos Amor en la guerra, Cada noche y todas, De heridas y otras causas o El encantamiento.


Es una buena ocasión para constatar si Hemingway siguió o no su propia proclama literaria, que seria publicada póstumamente en París era una fiesta acerca de cómo hay que escribir: «De pie, miraba los tejados de Paris y pensaba: 'No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase tan verídica como sepas'. De modo que al cabo de un rato escribía una frase verídica y a partir de ahi seguía adelante». Acaso por eso ninguno de los finales posibles que han trascendido y no fueron publicados suene tan verídico, tan duro y tan frío como el que acabó escogiendo
Hemingway: «Al cabo de un rato salí y me marché del hospital, y me fui al hotel bajo la lluvia» .


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lunes, agosto 13

Ranas

(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 20 de junio de 2010)

Cumplidos los 74 años, tras haber pintado en la Quinta del Sordo sus celebérrimas pinturas negras y después del fracaso del Trienio Liberal, Francisco de Goya, acosado por la Inquisición en razón de sus actividades masónicas, obtiene licencia real para trasladarse a Francia y recibir tratamiento balneario para sus afecciones nefrológicas. Antes de establecerse en Burdeos, el de Fuendetodos pasó en París el verano de 1824. Se instaló en el hotel Favart (Rue Marivaux, 5), en pleno centro, entre los teatros de la Ópera y de la Comedia. El cocinero del hotel, admirador del pintor, lo agasajaba con uno de sus platos preferidos: las ancas de rana. En Francia, especialmente en Alsacia y en Lyon, hay devoción por las ancas del batracio, especialmente por las verdes –más sabrosas que las rojas– y ellas aliviaron al pintor las penas de su exilio.

Por alguna razón que se me escapa, en España ha decaído el gusto por las ancas de rana. Quizá las congeladas de importación, poco sabrosas y excesivamente grandes –¡como muslos de pollo!–, han mermado el entusiasmo por un plato que, con diferentes formas de preparación, era una de las alegrías al avanzar la primavera. Un guiso de ranas, según el poeta Blas Pajarero (Pablo Rodríguez Martín), un cántabro recriado en Valladolid, bien podría ser el símbolo del Reino de León. En Madrid, en la sucursal gastronómica de Santi Santamaría –Santceloni, paseo de la Castellana, 57–, elaboradas por su discípulo Óscar Velasco, acabo de probar unas ancas verdaderamente extraordinarias con guarnición de verduritas al wok. Lo celebré en memoria de don Francisco de Goya, con una copa de blanco alsaciano.

domingo, agosto 12

Venenos, una historia que viene de lejos IV

(Un complemento a lo escrito estos días, pero esta vez proveniente de un artículo de Fco Javier Alonso publicado en el XLSemanal del 5 de agosto)

11.- Tetrodotoxina. Esta neurotoxina es mil veces más potente que el cianuro. Se halla tanto en la saliva del pulpo de anillos azules como en los ovarios del famoso pez globo. Efectos: apenas 0,50 mg bastan para provocar en una persona parálisis y colapso respiratorio y cardiovascular. La ponzoña de algunos animales provoca la muerte en cuestión de minutos porque combinan gran cantidad de neurotoxinas. Cleopatra, la última reina del antiguo Egipto de la dinastía ptolemaica se suicidó recurriendo a la mordedura de una víbora áspid egipcia en el año 30 a.C.

12.- Antrax. Es una enfermedad infeccciosa -carbunco- causada por la bacteria Bacilius anthracis. Se transmite por esporas en el aire o por el contacto con animales infectados. Efectos: Comienza con un resfriado común; luego aparece hipoxia, disnea y temperatura alta. En general es mortal. En 2001, en EEUU, varios medios (ABC News, CBS News, NBC News, New York Post y National Enquirer) y dos senadores demócratas recibieron cartas que contenían antrax. De 22 infectados murieron 5. El atentado terrorista no se ha resuelto. Fácil de espacir en el aire con misiles, se la considera un arma biológica.

13.- Aconitina. Se extrae del acónito, una planta montañosa de flores azules que se cultiva por razones ornamentales. Su ingesta produce vértigos, calambres, arrritmias y parálisis. Más de 4 ó 5 mg mata en horas. No tiene antídoto. Fue utilizado como veneno judicial en la Edad Media o para eutanasias en la Grecia clásica. Personajes como Andrés Hurtado (El árbol de la ciencia, de Pio Baroja) perecieron por él.

14.- Estricnina. Se extrae del árbol Strychnos nux vomica. Muy amargo; se camufla con licores o café. Mata en una hora. Provoca contracciones que arquean la espalda hasta que los talones tocan la nuca. La víctima de la primera novela de Agatha Christie es envenenada con estricnina. También se cree que murió envenenado con esta substancia Alejandro Magno.

15.- Bótox. La toxina botulínica es una neurotoxina -elaborada por la bacteria Clostridium botulinum- que es utilizada en dosis infinitesimales como medicamento o producto cosmético contra las arrugas. Efectos: sólo si se ingiere causa naúseas, vómitos y parálisis progresiva hasta el punto de llegar a bloquear la respiración. Como arma química -agente X o XR- está prohibida por la Convención de Ginebra, por su peligro. Los japoneses emplearon la botulina en experimentación con fines bélicos con prisioneros chinos durante la ocupación de Manchuria, en los años 30 del siglo XX.

Isabel I de Inglaterra, una mujer a la moda

(Un artículo de Azucena S. Mancebo en el Magazine de El Mundo del 10 de junio)

Los más de 3.000 vestidos que poseía la convirtieron enladama del siglo XVI más aficionada a la moda. A pesar de su falta debelleza, era considerada una de las mujeres con más estilo gracias a su gusto y sofisticación.

Si hay una adicta a la moda en las cortes europeas del siglo XVI esa es, sin duda, Isabel I de Inglaterra (1533-1603). Tanto es así que al morir, su guardarropa personal estaba compuesto de 3.000 vestidos y tocados, según desvela Bronwyn Cosgrave en Historia de la moda. Desde Egipto hasta nuestros días (Ed. GG). La reina británica llevó hasta el extremo las tendencias y el estilo propios del Renacimiento -cuando la moda adquiere más importancia y se convierte en una preocupación incluso entre la próspera clase media-, y era conocida por sus coetáneos por la exagerada suntuosidad de sus vestidos.

Según Diana Femández González, profesora de Teoría e Historia del Traje del Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid, tal era la complejidad de las prendas de la monarca que "trabajando a destajo tres personas podían tardar meses en confeccionar uno. Además, llegaban a pesar hasta 50 kilos porque tenían cientos de piedras, perlas, bordados..", añade.

Algunas prendas de la reina...

Rostro. La reina Isabel I, como marcaban los cánones del ideal de belleza de la época -frente amplia y despejada-, se afeitaba el nacimiento del pelo y las cejas.

Máscaras. Era muy dada a llevarlas mientras cazaba y cuando iba en su carruaje por la ciudad.

Gorguera. Utilizada por hombres y mujeres, es la pieza de la indumentaria que cubría el cuello y que, en origen, se creaba al fruncir con un cordón el escote de una camisa, dando la apariencia de un volante. El almidón, que llegó aInglaterra en 1560, lo teñía de blanco y los alambres forrados con seda le aportaban
la rigidez.

Agujetas. Similares alos cordones de los zapatos, se usaban para sujetar las calzas a la cintura del jubón y las mangas ala sisa. Aunque su función era funcional, solían confeccionarse con motivos decorativos.

Mangas. Eran desmontables o dobles, es decir, una estrecha iba fijada al vestido interior y una más ancha
al superior. Era una forma barata de cambiar el aspecto de una prenda.

Joyas. La suntuosidad de los vestidos de la reina británica se debía, principalmente, a la cantidad de abalorios que portaba, como los lazos o las piedras preciosas en el centro de cada uno de ellos. Era una
gran aficionada a las perlas, que no solo lucía en collares sino también en la peluca e incrustados en el propio vestido. En algunos retratos, la monarca posa con grandes colgantes que, junto con las cruces, son los ornamentos preferidos de los reyes y cortesanos.

Tejidos. Es durante el Renacimiento cuando el lino cobra una gran importancia, tanta que deja de estar oculto en prendas interiores para poder verse sobre todo en cuellos ycamisas. Será relegado para las clases bajas con la aparición del algodón estampado afinales del XVIII. La seda sigue siendo la tela lujosa por excelencia.

Colores. Predominaban los tonos fuertes como el rojo, el azul marino, el vino, el oro y el negro. A mediados del siglo cobran protagonismo los tonos joya como el escarlata, el amarillo, el naranja o el esmeralda. Isabel I era muy dada a las combinaciones, sobre todo con el blanco.

Apariencia. A partir del siglo XVI, la silueta o forma ideal tanto de hombrés como mujeres (más especialmente de ellas) era la redondeada, siguiendo la teoría de Leonardo da Vinci según la cual el círculo era la forma perfecta.

Pañuelos. Sobre todo tenían una función decorativa, por eso muchas damas eran retratadas con un pañuelo
con encajes en la mano. La mayoría eran de lino o seda y, con el tiempo, llegaron a estar muy adornados.

Cota. Se convirtió en la pieza principal de la indumentaria de las mujeres del siglo XVI. Era un vestido interior, muy similar a la saya, que utilizaban bajo el que quedaba a la vista. Las mujeres en este siglo no usan
prendas íntimas, sino que llevan sobre su piel unas medias y sobre estas, la cota.

Verdugado de tambor. Se trata de una estructura redondeada que armaba y daba volumen a la falda, fabricado con ramas de sauce y con cañas, que además producía un balanceo en la falda al caminar.

Abanicos. Fue precisamente la reina Isabel I de Inglaterra quien popularizó el uso de este complemento. Sus favoritos eran los de plumas con mangos enjoyados. Algunos escritos contabilizan hasta 31 los abanicos que poseía la monarca.

sábado, agosto 11

Venenos, una historia que viene de lejos III

La lista sigue...

6.- Polvo de cantáridas. Su componente activo es la cantaridina (llamada también mosca española, se trata de la maceración de los cadáveres secos de un escarabajo aceitero). En pequeñas dosis se usaba para excitar la libido y en cantidades mayores como abortivo. Muy peligroso: en una proporción de medio gramo, corroe las zonas del organismo por donde pasa, sobre todo riñones y vejiga. El infante don Juan, el único hijo de los Reyes Católicos, murió por abusar del polvo de cantáridas, al parecer, para satisfacer las exigencias sexuales de su mujer, la infanta Margarita. El propio Fernando el Católico, tras desposar a Germana de Foix a la muerte de Isabel de Castilla, pudo haber fallecido después de tomar este afrodisiaco u otro hecho con testículos de toro.
ANTÍDOTO: alcanfor disuelto en alcohol azucarado y eméticos (que provocan el vómito).

7.- Arsénico. Inventado por un monje dominico, se obtiene de la fusión de minerales de cobre, plomo, cobalto y oro. Se asimila inmediatamente tras su ingesta y provoca horribles diarreas y vómitos. Fue uno de
los primeros venenos usados por Miritríades el Grande, rey del Ponto, obsesionado por hallar el antídoto de todas estas sustancias en el siglo I a.C.; es el principal componente de la cantarella y del acqua toffana. Fue la pócima de los asesinos de Agatha Christie, puso fin a la vida de Madame Bovary, aparece en las novelas
de Georges Simenon, fue el preferido de Locusta -la envenenadora de Nerón-... Ha causado dos envenenamientos masivos: en Manchester, en 1901,4.000 personas se intoxicaron al tomar cerveza con alto contenido en arsénico. En 1972, la población de Bangladesh fue expuesta al arsénico que tenían las aguas de los acuíferos subterráneos del delta del Ganges. Procedencia: presente en muchos minerales, es el elemento 33 de la tabla periódica. Abunda en el planeta. Efectos: en dosis pequeñas provoca cáncer; en altas, la muerte en pocas horas. ANTÍDOTO: dimercaprol.

8.- Cianuro. Líquido volátil con olor a almendras amargas, es uno de los más difíciles de detectar, aunque los cadáveres suelen aparecer azulados y con moretones rojo cereza. Está presente en almendras, nueces, castañas, frutas (manzanas o peras), en los escapes de los automóviles, en la sal que se usa para derretir el hielo de los caminos... El 29 de diciembre de 1916, el conde Yusupov invitó a cenar a Rasputín para envenenarlo con cianuro, pero este sospechó, se negó a comer y tuvo que matarlo a tiros. Los nazis usaron un insecticida a base de cianuro, Zyklon S, para sus exterminios en masa. Fue lo último que ingirieron en el búnker Eva Braun y Magda Goebbels y sus seis hijos (Joseph Goebbels y Hitler prefirieron un tiro). También con cianuro se suicidó, en 1954, el padre de la informática, Alan Turing. Efectos: una dosis alta produce dificultades respiratorias, convulsiones y fallo cardíaco en minutos. ANTÍDOTO: cyanokit.

9.- Talio. Descubierto en 1861, se obtiene sobre todo de las partículas de los humos de plomo y de zinc fundidos y de los barros obtenidos en la fabricación de ácido sulfúrico. Es un metal blanco de tinte azulado cuyas sales, muy tóxicas, han sido utilizadas como raticida durante mucho tiempo. Ingrediente de cremas depilatorias en su origen, uno de sus efectos secundarios es la caída del cabello, lo que permitió a Agatha Christie descubrir al asesino de El caballo pálido (1952). Su efecto se produce días después de ser ingerido, lo que lo convirtió en el tóxico favorito de Sadam Husein para eliminar a sus opositores. La CIA planeó espolvorear los zapatos de Fidel Castro con él para hacerle perder la barba. Fracasó. Los carceleros de Nelson Mandela fueron instruidos para echarlo en su medicación, pero fueron descubiertos. Peor suerte corrió Félix-Roland Moumié, líder camerunés en el exilio, que murió en Ginebra en 1960. Efectos: menos de 1 g es letal. Y unos cuantos miligramos causan psicosis y alteraciones nerviosas. Antes sus síntomas se confundían con males neurológicos o intestinales, y muchos crímenes han quedado quizá impunes.
ANTÍDOTO: azul de Prusia, un pigmento de la tinta azul.

10.- Polonio. El 23 de noviembre de 2006 murió en Londres, a los 43 años, Alexander V. Litvinenko,
excoronel de la KGB y autor de un libro en el que reveló la organización de las explosiones que en 2009 mataron a 300 personas en Moscú. En una de las tazas del bar Pine del hotel Millennium donde había tomado té poco antes de ponerse enfermo se halló polonio. Su ataúd permanecerá sellado 20 años, tiempo durante el que su cuerpo sigue siendo radioactivo. Puede transportarse en pequeñas ampollas de vidrio. La dosis suministrada al ex espía cuesta entre uno y 39 millones de dólares en el mercado negro. En  pocos laboratorios lo obtienen. El 95% de la producción mundial de polonio sale de los reactores nucleares de Avangard (Rusia), en una ciudad que los soviéticos llamaron Arzamas-16. Tanto Marie Curie como su hija Irene murieron de leucemia causada, probablemente, por su exposición al polonio durante sus experimentos. Otros científicos que trabajaban con la radiactividad murieron en los años 20 y 30, sin que
nadie atara cabos sobre su extrema peligrosidad. Efectos: lo mismos que la radiación de Hiroshima, pero a nivel individual. Se notan a partir del tercer día. La muerte se da por fallo multiorgánico. ANTÍDOTO: no hay.

viernes, agosto 10

Venenos, una historia que viene de lejos II


(En el mismo artículo que ayer, completado con unas notas encontradas en el XLSemanal del 5 de agosto)

1. Cicuta. En el 399 a.C., Sócrates la tomó tras ser condenado a muerte por impiedad y por corromper a los jóvenes. Escribe Platón en Fedón que Sócrates continuó paseándose hasta que el veneno hizo efecto y se le durmieron las piernas. En la Atenas posterior a Pericles (399 a.C.), la cicuta era la pócima de la ejecución. Los griegos la llamaban "la muerte dulce". Sin embargo, los toxicólogos describen una terrible agonía de entre tres y seis horas, razón por la cual se supone que el veneno debía de estar mezclado con opio y vino. Curiosamente, es una combinación muy similar a la que se utiliza hoy en las ejecuciones por inyección letal en China o EEUU, salvo que se suele administrar por vía intravenosa en vez de oral. Un combinado de drogas muy similar se usa en Holanda, donde está regulada la eutanasia activa. Proviene de la planta del mismo nombre, de la familia de las opiáceas. Procedencia: se extrae de la colina, planta herbácea que huele a orina. Efectos: ataca el sistema nervioso central. Es el veneno más rápido y letal; sólo 0,01 g matan a alguien en 30 segundos. Antídoto: no hay. 

2. Setas venenosas. El veneno fue una constante en la dinastía romana ala que pertenecieron Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, y fue vital (mortal) en el acceso al trono de Nerón. La hechicera Locusta proporcionó el medio que quitó de en medio a Claudio y Británico: la Amanita phalloides. Locusta siguió trabajando tras fallecer Nerón y fue condenada a muerte por causar otros 400 fallecimientos. El archiduque Carlos de Austria -emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Hungría, rey de Bohemia y pretendiente al trono de España a la muerte de Carlos II de España, motivo este de la Guerra de Secesión española murió en 1740, 10 días después de comer setas. Todo apunta a la Amanita, que tiene un anillo de color blanco y el sombrero color verde oliváceo, aunque a veces tiende hacia el amarillo. Antídoto: no hay.

3. Cantarella. Con puñales o veneno, César Borgia eliminó al menos a 20 personajes principales de la corte vaticana antes de la muerte de su padre, en 1503. A Lucrecia no le duró vivo ningún novio ni marido (sólo Alfonso del Este logró huir) mientras su hermano anduvo cerca. El tóxico favorito de la familia era la cantarella, un polvo blanco insípido, cuya fórmula fue descrita en Poisons et Sortileges por Cabanés y Nass así: "Sacrificar un cerdo y de él sacar sus entrañas rociándolas con arsénico. Colocarlas en una vasija de cobre durante 30 lunas y 30 soles aguardando su total putrefacción. Sacar la masa putrefacta y recoger los líquidos. Desecar estos para obtener una cristalización, una especie de polvo parecido al azúcar. Guardarlos en una cajita de metal, preferiblemente de oro". Antídoto: dimercaprol. 

4. Acqua Toffana. Los venenos eran tan usados que Luis XIV de Francia tuvo que instaurar un tribunal especial (1679) para investigar su uso con fines criminales. Los rumores incluso llegaron al entorno del rey: su cuñada y ex amante, Enriqueta-Ana, casada con el hermano homosexual del monarca, Felipe de Orleáns, clamó en su lecho de muerte que había sido envenenada. Otra favorita del rey estuvo relacionada con esta sustancia: la marquesa de Montespan fue señalada por las envenenadoras condenadas por el citado tribunal como compradora de este acqua, cuyo destinatario habría sido el rey. Este ordenó quemar los archivos para evitar el escándalo. La pócima, inventada por Tofania d'Adamo, contenía arsénico, plomo, antimonio y belladona. Los Papas Pío II y Clemente XIV están entre sus víctimas. Antídoto: no hay. 

5. Sublimado corrosivo. Robert Carr, consejero del rey Jacobo I, sucesor en el trono inglés de Isabel I, participó en un original y sonado caso de envenenamiento: el del poeta Thomas Overbury, asesinado con un enema que contenía un sublimado corrosivo. Overbury trató de separar a Carr de su enamorada, Frances Howard, pero la pareja, con ayuda del rey, lo encerró en la Torre de Londres y allí lo envenenaron. Tras varias intentonas con arsénico, al final decidieron echar mano del cloruro de mercurio. Primero, en una tarta y después, con la excusa de prevenir el estreñimiento crónico que sufrían los presos, en un enema. Al final, todo se descubrió y la pareja fue hallada culpable, aunque Jacobo les perdonó la vida.Antídoto: la droga del PAN (penicilamina n-acetil), con éxito limitado.