(Un texto de Fátima Uribari en el XLSemanal del 23 de octubre de 2016)
Las fascitis, tendinitis y juanetes son epidemia entre la población
adulta. Afectan a mujeres que usan tacones, corredores, bailarines,
dependientes…
Dime lo que calzas y te diré lo que padeces. Es el sencillo diagnóstico
de Isabel Guillén, Jefe de la Unidad del pie y el tobillo de la Clínica
Cemtro de Madrid. «Metemos los pies en jaulas preciosas», explica y de
ahí proceden la mayoría de las dolencias que padecemos en ellos. Pero no
toda la culpa de los ‘Hallux valgus’, el nombre científico de los
juanetes; de los dedos en garra; metatarsalgias; neuromas de Morton;
fascitis plantares y demás males que son epidemia del hombre calzado se
deben al zapato, también hay una predisposición morfológica y genética
que juega su papel. hay poquísimos juanetes entre los africanos que
viven descalzos, pero alguno hay.
En España, sin embargo cada año se operan cerca de 5000 personas de esta
deformación dolorosa que padece un 31 por ciento de la población de más
de 30 años de edad. El juanete es el campeón de los problemas del pie, y
es muy femenino.
Hasta el 80 por ciento de los pacientes en muchas consultas de traumatología del pie son mujeres. Es el precio de la coquetería.
Las bonitas jaulas en las que ellas meten los pies son eficaces
torturadores de uno de los dos puntos del pie sobre los que apoyamos el
peso de nuestro cuerpo. La base y el talón deberían soportar en equipo y
al 50 por ciento nuestra envergadura. Cuando el talón sube aupado por
los tacones, el peso se descompensa y cae sobre la sufrida base, los
dedos resbalan y se apelotonan. Dentro del zapato, los 26 huesos, 33
articulaciones, más de cien tendones, músculos y ligamentos que se alían
para cargar con nuestro peso multiplicado por seis con cada paso que
damos se adaptan esforzadamente a la jaula zapatil.
Ojo, tampoco es bueno ir totalmente plano. eso perjudica al tendón de aquiles, por ejemplo. Y
las chanclas son fatales: animan a los dedos a ponerse en garra para sujetarse, son planas y no amortiguan, con lo cual sufren los metatarsos.
¿Mejor descalzos? Tampoco. el zapato se
inventó para proteger al pie de las heridas y del terreno. Qué nos
calzamos entonces? Un zapato más anatómico, que adapte el pie al suelo,
dicen los médicos. El ideal tiene un poco de tacón (unos dos
centímetros), sujeta el arco y amortigua la pisada. No debe ser duro
(por las rozaduras), ni estrecho (los pobres dedos se deforman para
caber), ni de plástico (por el sudor). En realidad, el zapato ideal es
el que se hace a medida para cada pie de cada persona (no son iguales el
izquierdo y el derecho). Un lujo al alcance de pocos.
Si le duelen los pies y va al traumatólogo sepa que saldrá
de allí con unas plantillas. Es el primer paso habitual con las
dolencias del pie. Si no funcionan viene la infiltración de
antiinflamatorios y anestésicos. «También se hacen infiltraciones con
células madre y sangre, pero no está demostrada su eficacia. El ácido
hialurónico no se suele infiltrar en articulaciones pequeñas», explica
la doctora Guillén.
El último paso es la cirugía. Se
procura evitar porque es una experiencia dura para el paciente. «El pie
tiene una mecánica perfecta, cada uno de sus 26 huesos tiene su
articulación y, al operar, alteras toda esa mecánica», explica Guillén.
Tras una intervención de juanetes, por ejemplo, hacen falta de seis
meses a un año para estar del todo bien. Una cirugía de juanetes nunca
se debe hacer por estética, advierten los traumatólogos.
Ahora también se practica la cirugía percutánea, minimamente
invasiva. Funciona bien para los dedos en garra o pequeñas deformidades
como ‘el dedo del sastre’, el juanete del quinto dedo (el meñique del
pie). Y la radiofrecuencia se utiliza cada vez más para combatir el
Neuroma de Morton, la inflamación del nervio interdigital.
Tras las mujeres, otro gran grupo de sufridores de los pies
es el de los hombres de entre 45 y 55 años que se han lanzado al mundo
runner. Son carne de cañón para la fractura del recluta -provocada por
una actividad muscular excesiva- y para el Neuroma de Morton. «Estamos
perdiendo el norte con el deporte», alerta Guillén. «Mientras que los
deportistas de élite se preparan para competir, el resto de la gente se
prepara ya compitiendo», añade.
No es lo mejor pasar de la silla de la oficina a la pista de pádel o al campo de fútbol sin haber entrenado.
Es insensato practicar deporte sin las zapatillas adecuadas o ponerse a
correr sin saber (muchos lo hacen de puntillas cuando lo adecuado es
posar los dos puntos de apoyo del pie). Conviene estudiar antes la
pisada. una mala puede provocar sobrecarga lumbar, de cadera,
tendinopatías… Cuidado, pues, con los pies. Sus heridas no se curan
fácilmente. las estructuras distales (más alejadas del corazón) se
infectan más al tener menos riego sanguíneo. Hay que hacerles caso,
insisten los médicos. Sobre ellos recae el peso de nuestro bienestar.
Los expertos calculan que debemos dar 10.000 pasos diarios. caminar unos
8 kilómetros. No hacemos ni la mitad. Si lo hiciéramos, el beneficio
llovería sobre la circulación, el corazón y nuestro estado de ánimo. Y
si lo podemos hacer es gracias a los pies, nuestros sacrificados
pilares.
Los principales problemas y sus soluciones
Juanetes
Su nombre científico es Hallux valgus, es el campeón de los
problemas en los pies. En esta deformación, normalmente hereditaria, el
primer hueso metatarsiano se desplaza hacia el lado interior del pie de
tal manera que se produce una luxación en la articulación del primer
dedo. La conveniencia de operarse o no depende del grado de desviación,
de la situación de la articulación y de la edad del paciente. En los
primeros estadios, las plantillas, los ejercicios específicos o la
fisioterapia pueden ayudar a ralentizar la evolución de la dolencia.
Generalmente si no duele, no se opera.
Cuando la intervención se hace ya necesaria, se puede elegir entre tres métodos.
Si la desviación es ligera, basta con realizar un corte en forma de ‘V’
en el metatarsiano, desplazar el fragmento distal y fijarlo en la
posición correcta con un tornillo (técnica de Chevron). Habitualmente se
suele usar un tornillo de titanio, aunque una alternativa
revolucionaria consiste en emplear una pieza de ácido láctico que se
‘suelda’ mediante ultrasonidos y que se disuelve por sí sola en un par
de años. Si la desviación es de grado medio, lo que se hace es cortar el
hueso en forma de ‘Z’, se coloca en su lugar y se atornilla (técnica de
Scarf). Por último, si la desviación es severa, la tendencia es
recurrir a la artrodesis de Lapidus, en la que se fija la primera
articulación tarsometatarsiana con una placa.
Dedo en martillo: malformación difícil
El dedo en martillo, también llamado Digitus malleus, suele
aparecer asociado al juanete. El deformado dedo gordo se mete debajo del
segundo dedo y lo empuja hacia arriba, mientras que el tendón tira de
la falange distal hacia abajo. De esta manera, el dedo acaba adoptando
la típica forma de un martillo, a menudo acompañada por un doloroso ojo
de gallo. Si no se trata, puede evolucionar y dar lugar a los llamados
‘dedos en garra’.
Esta malformación es difícil de tratar sin cirugía, que se
hace ya imprescindible cuando los dolores se intensifican. La operación
consiste en estirar y fijar la articulación media.
Fascitis plantar: invalidante
La inflamación de la fascia, una banda de tejido elástico
que absorbe parte del impacto contra el suelo y protege los huesos del
pie, es dolorosa, invalidante y latosa de curar. Se prescriben
antiinflamatorios, plantillas, ejercicios, masajes e infitraciones. La
cirugía es la última opción.
Espolón calcáreo: dolor punzante
Los médicos distinguen entre el dolor dorsal, en la parte posterior del talón, y el dolor plantar, debajo del talón. Este último suele desarrollarse como consecuencia del sobrepeso.
En cualquier caso, no es el espolón lo que causa dolores, sino el
tejido conjuntivo de debajo, sobrecargado e inflamado. El tratamiento
consiste en emplear plantillas, ondas de choque y fármacos. En su
variante dorsal, la protuberancia ósea afecta a la unión con el tendón
de Aquiles. Se puede operar con cirugía abierta o mínimamente invasiva.
Tobillo: el gran miedo de los deportistas
Las del tobillo son de las lesiones deportivas más
frecuentes. En nueve de cada diez casos se dañan los ligamentos
externos, normalmente por una torcedura. Se suele aplicar frío y
estabilizar la articulación con un vendaje o férula. No es necesario pasar por quirófano.
Lo que sí se operan son las posibles lesiones concomitantes,
como la del tendón peroneo o el cartílago del astrágalo, que, de no ser
tratadas, pueden derivar en una artrosis. Cuando los
ligamentos sobreestirados no consiguen recuperar su firmeza, cabe la
posibilidad de recurrir al bisturí para reforzarlos con material
extraído del propio cuerpo. En una artrosis severa, los cirujanos pueden
fijar la articulación o colocar una prótesis. Si hay fractura de hueso,
se fija con placas metálicas.
Tendón de Aquiles: atentos a los síntomas
La mayoría de los problemas en el tendón de Aquiles se debe a
una sobreexigencia. Ignorar los síntomas (hinchazón, rojez, calor,
dolor) y continuar machacando al tendón suele acabar en rotura. Otra
causa es la falta o insuficiencia de estiramientos. Algunos médicos recurren a la técnica del plasma autólogo condicionado (ACP), una forma derivada del tratamiento plasmático cuya eficacia todavía no ha sido contrastada.
PROFESIONALES CON MUCHAS HORAS DE PIE
Bailarinas: acostumbrarse al dolor
«Tengo los huesos salientes del pie encallecidos y se me
destrozan las almohadillas de los metatarsos y del dedo gordo. También
me quemo los empeines cuando bailo descalza», cuenta Amelia Caravaca,
bailarina, coreógrafa y profesora de danza contemporánea. Los bailarines
también suelen perder uñas… Cómo protegerse? «Usamos esparadrapo. Nada
más. Antes de salir a un escenario con calcetines, me muero», dice. Y al
hacer puntas, cuenta, «los dedos se amontonan, trabajan como un puño.
Así, el peso no recae solo en el dedo gordo».
Enfermeras: zuecos y medias especiales
«Al acabar el turno, siento pesadez en las piernas, y eso que utilizo
zuecos y medias de descanso…», cuenta Margarita Moreno, enfermera de
maternidad y neonatología. Lleva 32 años pasando siete horas diarias al
pie de incubadoras y atendiendo a mujeres que acaban de parir. «Las
patologías típicas de las enfermeras son los juanetes, la fascitis
plantar y el neuroma de Morton. Otro gran problema -cuenta Margarita- es
la sudoración. los zuecos son de plástico y en nuestro servicio hace
calor».
Tres ejercicios preventivos
Gire el talón hacia fuera y la punta del pie hacia dentro. De 2 a 5 minutos por cada pie.
Tense el puente y mueva las articulaciones de los dedos adelante y atrás, como si fuesen pequeñas orugas. De 1 a 3 minutos al día.
Ponga el talón en el suelo, la parte delantera de la planta apoyada en
una moneda. Llévesela cuando el pie haga su recorrido de balanceo por el
suelo.
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